AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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El oro... no siempre se trata de un metal [Libre]
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El oro... no siempre se trata de un metal [Libre]
La joven gitana camina con pasos de pluma, observando lo que nadie mira entre las calles parisinas. Sus ojos se detienen en la exquisita puesta de sol que tiñe a los tejados de colores cálidos, agradables a la vista, mientras una tímida sonrisa se posa en sus tiernos labios. Las personas la evitaban, incluso mirarla a la cara, lo primero que hacían era colocar una típica mueca de asco al ver que calzaba unas botas de cuero enlodadas, algo totalmente fuera de serie en ese lugar, sin mencionar que el lodo lograba salpicar parte de sus piernas, hasta llegar al dobladillo del fino y ligero vestido de algodón que usaba la chiquilla. Pero la gente ya tenía la idea predeterminada de que los gitanos eran así, extraños, mas nunca nadie se podría imaginar que la pequeña era un tanto más peculiar que el resto de los de su clase.
Un señor regordete, con las mejillas sonrosadas, la quita del medio de su camino golpeándole las piernas. Es en ese momento que Nivasi vuelve del mundo de fantasías en el que estaba encerrada para fulminar con la mirada al gallardo señor y espetarle unos de los más refinados insultos que tenía en su colección personal, casi escupiéndoselos en la cara, en romaní - idioma original gitano - colocándose en cuclillas para sobarse, con cierta ternura, la parte que había sido lastimada. Luego de eso, la gente no intentaba correrla, simplemente seguía evitándola.
Mr. Nuts se estaba demorando mucho en su ida al servicio, pero a la vez Niv sabe que debe darle su espacio. A nadie le gusta sentirse espiado, ¿cierto? La morena joven comienza a meterse las manos entre las mangas de su chaleco de lana, estaba helando ya, cuando la luz del ocaso tan sólo deja un recuerdo de lo que es el calor del sol y así la noche, reinada por la etérea luna, sale reclamando lo que le pertenece. Los puros e inocentes ojos almendrados de la joven captan la figura de un mono capuchino vestido con una chaquetita verde musgo que le cubre el pecho, dejándole los brazos al descubierto, llevando una boina pequeña sobre la cabeza, que hacía resaltar lo gracioso del conjunto que vestía el distinguido animalillo - ¡Mr. Nuts! - le saluda felizmente Nivasi, agachándose para que el mono pudiese trepar con facilidad hacia sus hombros, sintiendo de inmediato la ligera presión de su cola alrededor de su cuello. Era una sensación agradable, ahora que las temperaturas bajaban. En las pequeñas manitos del animal algo escondía, Niv no necesitaba se lo dijera, lo veía reflejado en su aura… algo de temor le corrompía…
- ¡¡Ladrón!! ¡Atrápenlo! - la voz agitada de un señor de alcurnia llama la atención de todos, siguiendo la dirección de su acusador índice que apuntaba de forma casi atrevida a la gitana. Nivasi primero pasa por la fase de la sorpresa, luego siente el aura llena de culpa de Mr. Nuts y comienza a correr, sabiendo que a ella no le harían preguntas, ni le darían un trato justo, además, no es tonta, puede que un poco loca, pero de ingenua no peca.
Las piernas torneadas de Niv, cortan el viento con pasos decididos y bien guiados, percibiendo el calor que comienza a quemarle los músculos ante la carrera emprendida, varias personas intentan retener alguna parte de su cuerpo, pero la joven tiene experiencia y no se deja atrapar con facilidad, aún cuando eso no ayude demasiado a su prueba de inocencia - Mr… ¡Nuts! - lo llama con el claro tono de suplica en su melodiosa y ahora jadeante voz, para que el mico dejase de gritarle en la oreja. La desconcentraba, pero no sólo se trataba de eso, no soltaba lo que sea que tuviera entre sus garritas… Hasta que todo se detuvo y el tiempo le juega en contra… Una firme mano, cual prensa, le toma el brazo y detiene de forma brusca su avance. Los delicados dedos de Nivasi tratan de soltar el agarre, pero éste no cede - ¡Reténgala ahí! - grita el mercader que había sido robado, corriendo hacia ellos… ¿Este era el fin de la domadora?
Un señor regordete, con las mejillas sonrosadas, la quita del medio de su camino golpeándole las piernas. Es en ese momento que Nivasi vuelve del mundo de fantasías en el que estaba encerrada para fulminar con la mirada al gallardo señor y espetarle unos de los más refinados insultos que tenía en su colección personal, casi escupiéndoselos en la cara, en romaní - idioma original gitano - colocándose en cuclillas para sobarse, con cierta ternura, la parte que había sido lastimada. Luego de eso, la gente no intentaba correrla, simplemente seguía evitándola.
Mr. Nuts se estaba demorando mucho en su ida al servicio, pero a la vez Niv sabe que debe darle su espacio. A nadie le gusta sentirse espiado, ¿cierto? La morena joven comienza a meterse las manos entre las mangas de su chaleco de lana, estaba helando ya, cuando la luz del ocaso tan sólo deja un recuerdo de lo que es el calor del sol y así la noche, reinada por la etérea luna, sale reclamando lo que le pertenece. Los puros e inocentes ojos almendrados de la joven captan la figura de un mono capuchino vestido con una chaquetita verde musgo que le cubre el pecho, dejándole los brazos al descubierto, llevando una boina pequeña sobre la cabeza, que hacía resaltar lo gracioso del conjunto que vestía el distinguido animalillo - ¡Mr. Nuts! - le saluda felizmente Nivasi, agachándose para que el mono pudiese trepar con facilidad hacia sus hombros, sintiendo de inmediato la ligera presión de su cola alrededor de su cuello. Era una sensación agradable, ahora que las temperaturas bajaban. En las pequeñas manitos del animal algo escondía, Niv no necesitaba se lo dijera, lo veía reflejado en su aura… algo de temor le corrompía…
- ¡¡Ladrón!! ¡Atrápenlo! - la voz agitada de un señor de alcurnia llama la atención de todos, siguiendo la dirección de su acusador índice que apuntaba de forma casi atrevida a la gitana. Nivasi primero pasa por la fase de la sorpresa, luego siente el aura llena de culpa de Mr. Nuts y comienza a correr, sabiendo que a ella no le harían preguntas, ni le darían un trato justo, además, no es tonta, puede que un poco loca, pero de ingenua no peca.
Las piernas torneadas de Niv, cortan el viento con pasos decididos y bien guiados, percibiendo el calor que comienza a quemarle los músculos ante la carrera emprendida, varias personas intentan retener alguna parte de su cuerpo, pero la joven tiene experiencia y no se deja atrapar con facilidad, aún cuando eso no ayude demasiado a su prueba de inocencia - Mr… ¡Nuts! - lo llama con el claro tono de suplica en su melodiosa y ahora jadeante voz, para que el mico dejase de gritarle en la oreja. La desconcentraba, pero no sólo se trataba de eso, no soltaba lo que sea que tuviera entre sus garritas… Hasta que todo se detuvo y el tiempo le juega en contra… Una firme mano, cual prensa, le toma el brazo y detiene de forma brusca su avance. Los delicados dedos de Nivasi tratan de soltar el agarre, pero éste no cede - ¡Reténgala ahí! - grita el mercader que había sido robado, corriendo hacia ellos… ¿Este era el fin de la domadora?
Nivasi Amaya- Gitano
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Re: El oro... no siempre se trata de un metal [Libre]
La emoción era un punto flaco en la vida de Ascelinne. Si bien es cierto que no todos pasaban del mismo modo, eso nunca, porque siempre había algo diferente que hacer. Y tampoco había [mejor dicho, tendría que haber] aburrimientos, ya que nunca le faltaban cosas que firmar, mirar o preparar para entregar. Cuando no se trataban de papeles podían ser de personas, a ella le era indiferente; continuaban pareciéndole de lo más monótonas. Eso era algo que nadie sabía, solo ella. Al igual que esos momentos, de noche, en los que asaltaba la nevera en busca de algo más que comer ¡La mataban de hambre! Y ella tenía que fingir estar agradecida por que intentaran moldear su figura, no solo con esas hojas de lechuga y esa poca comida sino también con esos molestos corsés que le oprimían el pecho. Pocas veces iba sin ellos, inclusive dentro de casa la institutriz la controlaba para que se lo quitara lo menos posible. "Si quieres verte bonita hay que sufrir" Pero ella no quería verse bonita, realmente, eso le importaba muy poco ¿Para qué? Estaba bien como estaba y, si bien había sufrido algún que otro rechazo en su adolescencia e infancia, precisamente en ese momento estaba perfectamente contenta con ella misma. Tampoco podía negar que de vez en cuando se quedaba mirando a las jóvenes de las fiestas a las que acudía, con vestidos deslumbrantes y cuerpo finos..muy finos. Finos como el que ella nunca tendría, o eso era lo que creía.
Pero no todo era aburrimiento y, poco a poco, Celinne se encargaba de eso. Aquella tarde salió para dar una vuelta por la ciudad. Salió sola. Y eso era lo más importante; lo que más le importaba a ella. ¿Por qué todos se echaban encima suyo como si estuviese siempre en peligro? ¡No soy tan importante! Se decía así misma. Vale que tenía un título, baronesa. Pero tampoco era como para hacer un escándalo pues sabía que era de los de menor rango ¿Y quién iba a tenerla en cuenta? Desde que su tía y mejor amiga había muerto y, por tanto, había heredado [todavía no sabía cómo] su herencia al no tener ninguna descendencia, todo había ido cuesta para abajo. Se le habían acabado sus días de libertad y de relacionarse con otros. Tampoco había sido nunca de relacionarse mucho..pero por lo menos tenía esa oportunidad. Ahora ya no, estaba sola con sus papeles y sus vigilantes. Y en momentos como ese, en los que podía salir, eran de los pocos que quería disfrutar verdaderamente en soledad para poder explorar la ciudad. Y explorar a su gente.
Pasaba totalmente desapercibida con ese vestido humilde que llevaba. De escote fruncido y con tirantes caídos hacia los lados. Bastante largo, nada ajustado. A ella la ropa ajustada no le gustaba nada y, sin embargo, era la que tenía que llevar la mayor parte del tiempo. ¿Vestidos elegantes que no marcaran la figura? Eso no existía, no en su mundo. Y por tanto, cuando "salía" de ese mundo se daba el privilegio de ponerse lo que se le diera la gana. Su cabelló esta vez resultó estar suelto en pequeñas ondulaciones que le caían tanto por la espalda como por los hombros, desordenado. Como a ella le gustaba. Sí, le gustaba todo lo contrario a lo que tenía que vivir día a día ¿Sería por eso?. Un follón en las calles llamó su atención, los gritos de un hombre que tenía agarrada a una mujer por el brazo ¿Qué habría echo? ¡Ninguna mujer se merecía ser tratada así! Salió su lado feminista y con paso rápido caminó hasta dónde se encontraba. - Disculpe, monsieur ¿Qué puede haber echo esta muchacha tan grabe como para que merezca ser tratada de esta manera? - le dio una vista rápida, pasando luego su mirada a la muchacha. Su rostro se mostraba serio pero sus palabras sonaban formales y ligeramente amables. Alzó una de sus manos hasta la muñeca de él, agarrándole de la misma forma en que él la agarraba a ella - Suéltela, se lo pido - disimuladamente, mostró el anillo que llevaba en esa misma mano. Un anillo que le habían entregado al recibir el título nobiliario y que la distinguía como "sangre azul" aunque ese tipo de cosas le pareciesen a ella una estupidez; era una persona como otra cualquiera. El hombre la miró bastante sorprendido [posiblemente por ese atrevimiento al ser una mujer] pero enseguida comenzó a reir y, soltándose de su agarré al mismo tiempo que soltaba el agarre de ella abofeteó a Ascelinne con toda su mano. - Tú también eres una ladrona ¿eh? Te mereces lo mismo que esta zorra de aquí. - Celinne se quedó por unos segundos "shockeada" del golpe. No se lo esperaba. Pero, para su suerte, reaccionó lo suficientemente pronto como para agarrar a la chica y echar a correr. - ¡Joder! ¡Malditas Putas! ¡Me las pagareis! - se escuchó gritar al hombre, seguido de otras maldiciones mucho más fuertes. Pero cada vez estaban más lejos.
El espectáculo pasó a ser parte del pasado cuando se alejaron lo suficiente como para esconderse en uno de los callejones. Celinne respiraba de manera agitada y su corazón latía con mucha fuerza.. - ¿Estás bien? - preguntó, entre bocanada y bocanada de aire volteándose hacia la muchacha. Esta vez si sonrió.
Pero no todo era aburrimiento y, poco a poco, Celinne se encargaba de eso. Aquella tarde salió para dar una vuelta por la ciudad. Salió sola. Y eso era lo más importante; lo que más le importaba a ella. ¿Por qué todos se echaban encima suyo como si estuviese siempre en peligro? ¡No soy tan importante! Se decía así misma. Vale que tenía un título, baronesa. Pero tampoco era como para hacer un escándalo pues sabía que era de los de menor rango ¿Y quién iba a tenerla en cuenta? Desde que su tía y mejor amiga había muerto y, por tanto, había heredado [todavía no sabía cómo] su herencia al no tener ninguna descendencia, todo había ido cuesta para abajo. Se le habían acabado sus días de libertad y de relacionarse con otros. Tampoco había sido nunca de relacionarse mucho..pero por lo menos tenía esa oportunidad. Ahora ya no, estaba sola con sus papeles y sus vigilantes. Y en momentos como ese, en los que podía salir, eran de los pocos que quería disfrutar verdaderamente en soledad para poder explorar la ciudad. Y explorar a su gente.
Pasaba totalmente desapercibida con ese vestido humilde que llevaba. De escote fruncido y con tirantes caídos hacia los lados. Bastante largo, nada ajustado. A ella la ropa ajustada no le gustaba nada y, sin embargo, era la que tenía que llevar la mayor parte del tiempo. ¿Vestidos elegantes que no marcaran la figura? Eso no existía, no en su mundo. Y por tanto, cuando "salía" de ese mundo se daba el privilegio de ponerse lo que se le diera la gana. Su cabelló esta vez resultó estar suelto en pequeñas ondulaciones que le caían tanto por la espalda como por los hombros, desordenado. Como a ella le gustaba. Sí, le gustaba todo lo contrario a lo que tenía que vivir día a día ¿Sería por eso?. Un follón en las calles llamó su atención, los gritos de un hombre que tenía agarrada a una mujer por el brazo ¿Qué habría echo? ¡Ninguna mujer se merecía ser tratada así! Salió su lado feminista y con paso rápido caminó hasta dónde se encontraba. - Disculpe, monsieur ¿Qué puede haber echo esta muchacha tan grabe como para que merezca ser tratada de esta manera? - le dio una vista rápida, pasando luego su mirada a la muchacha. Su rostro se mostraba serio pero sus palabras sonaban formales y ligeramente amables. Alzó una de sus manos hasta la muñeca de él, agarrándole de la misma forma en que él la agarraba a ella - Suéltela, se lo pido - disimuladamente, mostró el anillo que llevaba en esa misma mano. Un anillo que le habían entregado al recibir el título nobiliario y que la distinguía como "sangre azul" aunque ese tipo de cosas le pareciesen a ella una estupidez; era una persona como otra cualquiera. El hombre la miró bastante sorprendido [posiblemente por ese atrevimiento al ser una mujer] pero enseguida comenzó a reir y, soltándose de su agarré al mismo tiempo que soltaba el agarre de ella abofeteó a Ascelinne con toda su mano. - Tú también eres una ladrona ¿eh? Te mereces lo mismo que esta zorra de aquí. - Celinne se quedó por unos segundos "shockeada" del golpe. No se lo esperaba. Pero, para su suerte, reaccionó lo suficientemente pronto como para agarrar a la chica y echar a correr. - ¡Joder! ¡Malditas Putas! ¡Me las pagareis! - se escuchó gritar al hombre, seguido de otras maldiciones mucho más fuertes. Pero cada vez estaban más lejos.
El espectáculo pasó a ser parte del pasado cuando se alejaron lo suficiente como para esconderse en uno de los callejones. Celinne respiraba de manera agitada y su corazón latía con mucha fuerza.. - ¿Estás bien? - preguntó, entre bocanada y bocanada de aire volteándose hacia la muchacha. Esta vez si sonrió.
Ascelinne C. Chanviere- Realeza Francesa
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Re: El oro... no siempre se trata de un metal [Libre]
Las cosas estaban sucediendo demasiado rápido para la gitana, quién miraba la mano y la cara de aquel hombre con más miedo del que nunca antes había tenido, incluso agradece que Mr. Nuts arañe esos toscos dedos, pero pronto siente la necesidad de ordenarle que se vaya, que huya mientras puede, no imaginándose qué es lo que podrían hacerle si se dan cuenta que él ha sido el ladrón. La mente de la joven divaga en las decisiones que la guiaron hasta este punto, sintiéndose miserable por haber escogido hoy su vestido favorito para salir. Los castaños, vidriosos y despiertos ojos de Nivasi se posan en la mujer que acaba de llegar y le presta ayuda… ¿Quién es y por qué lo hace? ¿Será amiga del mico? Los labios de Niv se entreabren ante la sucia palabra que escucha de la boca de aquel sujeto que cada vez le caía peor. Y la sorpresa se hace cada vez mayor al observar que ha osado levantarle la mano a tan amable señorita. Se merece una buena mordida en la garganta, dejarlo que se desangre, cortar alguna arteria en cuanto pueda tomar la navaja que esconde en su bota derecha… La joven gitana está decidida a matar, mas no puede ejecutar su violento plan de venganza cuando la toman y casi arrastran para que comience a correr como espíritu del viento hacia un lugar seguro…
No sabe qué hacer, quiere volver y plantarle cara a esa bestia de dos patas, aún cuando el agarre que ahora le presiona el brazo le resulta de diversas formas muchísimo más cómodo que el de antes, por lo que trata de prolongarlo siguiendo sin dificultad el paso de la señorita, moviendo sus piernas con agilidad hasta que entran en una especie de callejón. Los ojos curiosos de la morena centellan al observar el rostro de su salvadora, encontrándolo atrayente a la vista, de curvas finas, labios carnosos y pestañas tan largas que enmarcan de forma maravillosa los dulces ojos de la desconocida. Se sentía segura en su compañía, más que nada porque ya no estaba rodeada de tanta gente que le hacían sentir una presión incomoda en su pecho. El capuchino es el primero en hablar, con fuertes y estridentes gritos, cosa que hacía subrayar el estado de nerviosismo y estrés en el que se encontraba. Las hábiles manos de la gitana le toman el hocico del animal con cierta brusquedad, notando ahora lo agitada que se encontraba su respiración.
Si alguien los escuchaba volverían a estar en peligro y eso era lo que menos buscaba Nivasi - Gracias… - murmura en un ronco suspiro al no recuperar al completo el aliento. Se saca el chaleco, mirándose el brazo desnudo que enseñaba una fea marca morada en el lugar que le había sujetado el hombre, para volver a colocárselo como si nunca antes se lo hubiese sacado - Estaré bien… - trata de no dejar suelta su lengua, liberando las innumerables palabrotas que justo ahora piensa, dejando libre la boca de Mr. Nuts cuando éste le muerde y salta desde sus hombros, hasta los de la señorita que les había ayudado. La gitana emite un insulto en romaní, llevándose el dedo hasta lo labios para luego dedicarle una mirada envenenada al mono. Todo era culpa de él, para empezar le había esperado y ahora le pagaba de esa manera. Se sentía herida de muchas formas, traicionada y más aún cuando Mr. Nuts amarra en el fino cuello de la desconocida un collar delgado y delicado, incrustado en esmeraldas y oro. Una fortuna. El botín del condenado animal.
Un gruñido se escapa de la garganta de Niv, mirando aún con el ceño fruncido a la señorita, viéndose irascible - Quédate con ella… malagradecido - le espeta, girando sobre sus talones cuando observa atónita cómo el mico le daba un beso sobre las tiernas mejillas de la mujer, sujetándose a ella mientras su aura no destila otra cosa que no sea aprecio. ¿Por qué aprecio? No ha sido ella la que le ha sacado de su jaula luego de sus súplicas, y tampoco ha sido ella la que se ha echado la culpa por sus mañosas costumbres. Desde ahora en adelante el mono se había ganado la desaprobación y el resentimiento de la pequeña gitana, quién ahora dirige sus pasos hacia la salida del callejón en el que se habían escondido, hecha una furia, sin importarle lo que les pasara, enojada con el mundo entero. Mas cuando llega al comienzo del pasaje, viendo todas las calles oscuras, pareciéndoles peligrosas, se da cuenta de que todo adquiere diferentes perspectivas con luz y sin ella. ¿En dónde estaba? ¿Desde cuándo había transcurrido la tarde tan rápido? El orgullo no le permitía volver y pedir ayuda, por lo que se deja caer sobre el frío piso, apoyando la espalda en los ladrillos de la pared, decidida a quedarse en ese lugar toda la noche, para ver si encontraba una calle principal o alguna cara conocida cuando amaneciera, aunque el mayor de sus problemas justo ahora eran las bajas temperaturas que amenazaban con congelarla…
No sabe qué hacer, quiere volver y plantarle cara a esa bestia de dos patas, aún cuando el agarre que ahora le presiona el brazo le resulta de diversas formas muchísimo más cómodo que el de antes, por lo que trata de prolongarlo siguiendo sin dificultad el paso de la señorita, moviendo sus piernas con agilidad hasta que entran en una especie de callejón. Los ojos curiosos de la morena centellan al observar el rostro de su salvadora, encontrándolo atrayente a la vista, de curvas finas, labios carnosos y pestañas tan largas que enmarcan de forma maravillosa los dulces ojos de la desconocida. Se sentía segura en su compañía, más que nada porque ya no estaba rodeada de tanta gente que le hacían sentir una presión incomoda en su pecho. El capuchino es el primero en hablar, con fuertes y estridentes gritos, cosa que hacía subrayar el estado de nerviosismo y estrés en el que se encontraba. Las hábiles manos de la gitana le toman el hocico del animal con cierta brusquedad, notando ahora lo agitada que se encontraba su respiración.
Si alguien los escuchaba volverían a estar en peligro y eso era lo que menos buscaba Nivasi - Gracias… - murmura en un ronco suspiro al no recuperar al completo el aliento. Se saca el chaleco, mirándose el brazo desnudo que enseñaba una fea marca morada en el lugar que le había sujetado el hombre, para volver a colocárselo como si nunca antes se lo hubiese sacado - Estaré bien… - trata de no dejar suelta su lengua, liberando las innumerables palabrotas que justo ahora piensa, dejando libre la boca de Mr. Nuts cuando éste le muerde y salta desde sus hombros, hasta los de la señorita que les había ayudado. La gitana emite un insulto en romaní, llevándose el dedo hasta lo labios para luego dedicarle una mirada envenenada al mono. Todo era culpa de él, para empezar le había esperado y ahora le pagaba de esa manera. Se sentía herida de muchas formas, traicionada y más aún cuando Mr. Nuts amarra en el fino cuello de la desconocida un collar delgado y delicado, incrustado en esmeraldas y oro. Una fortuna. El botín del condenado animal.
Un gruñido se escapa de la garganta de Niv, mirando aún con el ceño fruncido a la señorita, viéndose irascible - Quédate con ella… malagradecido - le espeta, girando sobre sus talones cuando observa atónita cómo el mico le daba un beso sobre las tiernas mejillas de la mujer, sujetándose a ella mientras su aura no destila otra cosa que no sea aprecio. ¿Por qué aprecio? No ha sido ella la que le ha sacado de su jaula luego de sus súplicas, y tampoco ha sido ella la que se ha echado la culpa por sus mañosas costumbres. Desde ahora en adelante el mono se había ganado la desaprobación y el resentimiento de la pequeña gitana, quién ahora dirige sus pasos hacia la salida del callejón en el que se habían escondido, hecha una furia, sin importarle lo que les pasara, enojada con el mundo entero. Mas cuando llega al comienzo del pasaje, viendo todas las calles oscuras, pareciéndoles peligrosas, se da cuenta de que todo adquiere diferentes perspectivas con luz y sin ella. ¿En dónde estaba? ¿Desde cuándo había transcurrido la tarde tan rápido? El orgullo no le permitía volver y pedir ayuda, por lo que se deja caer sobre el frío piso, apoyando la espalda en los ladrillos de la pared, decidida a quedarse en ese lugar toda la noche, para ver si encontraba una calle principal o alguna cara conocida cuando amaneciera, aunque el mayor de sus problemas justo ahora eran las bajas temperaturas que amenazaban con congelarla…
Nivasi Amaya- Gitano
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