El aire no siempre es seco - libre

Salgo cuando el sol había caído hacía unas horas era algo peligroso. Esa máxima se me había metido en la cabeza desde hacía mucho tiempo, pero aun así voy caminando por la calle haciendo sonar a mis zapatos que resuenan con una cadencia casi musical por las adoquinadas aceras de París. Quizás las ocho de la noche sería aproximadamente, la niebla como era costumbre en la ciudad reptaba como serpientes blancas y la luz de los faroles que iluminaban las calles apenas iluminaban las sombras que persistían en acomodarse a su alrededor. Aun así, no tengo miedo, aunque entre las sombras los reflejos se alcen ante mi ojo. Había dejado a un lado las ropas propias de una dama y bajo la capa que llevaba, aferrándome a ella con las manos enguantadas pero rotosas, vestía con pantalones y chaqueta. El cabello lo llevo recogido en la nuca, cubierto por un sombrero bien ajustado así a simple vista en esa oscuridad seguramente pasaba como jovenzuelo el que andaba por las calles con un arma tras los pantalones, con ojos abiertos mirando por todo lado viendo los monstruos de la ciudad en esas visiones.

Los colores van tomando nuevos matices que se mezclan con el ambiente hasta que desaparecen abruptamente volviendo a convertirse en la naturalidad. Por fin sonrió al sentir por debajo de la camisa que llevo aquel atrapa sueños que ayuda un poco a alejar las figuras desorientadas de mi visión. El aire se siente seco y me pica en la piel y labios, como si no estuviera bien, puedo sentirlo hasta que corta mi atrapa sueños rodando por las calles hasta llegar a los pies de alguien que va a pisarlo —DETENTE NO DES UN PASO—me abalanzo tomando mi más preciado objeto —Que bien, esta bien— había empujado a alguien sin darme cuenta quizás por eso continuo sin prestar atención y menos sin disculpar con aquel hombre que tenía un aura diferente a los usuales mortales, sus figuras y energía eran diferentes quizás por eso me detuve mirándole con algo de atención en silencio.

La niebla se levantaba como un oso panza arriba, perezosa y lenta. Era una serpiente que iba y venía por todo París. Algo mágico había en la niebla, algo arcano, como si fuese el capullo de un gusano que envolvía algo para taparlo y protegerlo. Aún recuerdo la niebla en las selvas de Tailandia, cuando viajábamos en las expediciones. Aquella niebla era diferente, hacía más calor, siempre, y uno estaba acosado de mosquitos y agobiado por el calor. No fueron tiempos buenos, pero al menos no tenía que acordarme de toda mi familia enterrada. Agg, maldita sea. Kerberos, deja ya de lamerte las heridas, perro viejo.

Seguí caminando, algo que no era recomendable cuando tu aura despertaba los recelos de los moradores de la sombra. Había un dicho que decía que "La noche para los de la noche, el día para los del día". Aquello estaba cargado de tanta profundidad que a veces a uno se le podía escapar si no conocía quienes habitaban la noche. Los vampiro eran, sin duda, los más peligrosos, podía pasar desapercibido y tenía una capacidad de sigilo asombrosa. Era más fácil encontrar uno por la noche que un hombre lobo. Más que nada, porque no había luna llena. Pero fuese o no inmortal, o ser maldito, los hombres mortales podían ser igual de peligrosos.

Las luces parecían pequeños corazones que latían despacio en medio de la niebla. Desde el cielo se podría ver que una serpiente se había tragado cientos de luciérnagas. Me subí la capa todo lo que pude y coloqué la visera de mi sombrero de copa más arriba, para poder tener un campo visual mucho más amplio. Mi paranoia me hacía mirar hacia atrás de vez en cuando, aunque solo había un sonido. Mis pasos. Por eso me puse en guardia cuando escuché un segundo sonido. Alguien venía.

Caminé pegado a la acera hasta que vi como la figura se desenvolvía poco a poco en la niebla, dejándose ver. Parecía un chico joven. No entendí muy bien que ocurrió, pero me detuve en seco y terminó empujándome.

El golpe me dolió y fue un culetazo que me dejó los pantalones mojados al caer al pavimento. Era, desde luego, muy poco caballeresco. Me levanté despacio y me coloqué la capa, cerrándola. Me limpié el barro que se me había pegado, pero lo di por imposible, ya se encargaría la ama de llaves.

Fue entonces que lo vi. Ese aura centelleante que palpitaba como un corazón. Me puse con todos mis sentidos abiertos y apreté los puños. Si era un vampiro, no querría arriesgarme, sería peligroso llamar la atención y que, en una noche con una climatología tan adversa, prefería retirarme a un lugar seguro, hasta el amanecer.

-Buenas noches, caballero, ¿está todo en orden? Parecía que había perdido algo y no ha dudado en derribarme.-Relajé la voz con algo de falsedad para que no sintiese que soy una amenaza.

Guardo mi atrapa sueños en el bolsillo del pantalón y me alejo de aquel hombre que tiene colores muy altos a su alrededor, las figuras que lo conformas se alteran en cada momento y hasta el aire se densa como miasma cerca de él se vuelve seco y marchito el aire que me cuesta respirar cerca de él, debo protegerme de él. Murmuro unas palabras antiguas de manejo del viento a mi alrededor pero el hambre no me deja concentrarme solo puedo crear una barrera entre los dos y evito que se acerque él tiene algo que no me inspira para nada confianza y sus figuras son más que aterradoras que gritan a todo pulmón peligro, tal como los que están atrás de él, a un lado y más allá. Si son figuras extrañas, pequeñas y grandes. Maldito, maldito chasqueando la lengua por no poder tener un pincel y dibujar esas pequeñas almas, solo sujeto con fuerza mi atrapa sueños

Toso y arreglo mis ropas, suspiro agradeciendo que no me descubriera que era mujer, carraspeo más y pongo una voz gruesa —Perdí mi cordura pero ya la recuperé—esa voz me hace toser y recupero la mía —Solo fue un pequeño roce nada más además entre que usted se caiga y que se me pierda mi único amuleto de protección, pues escojo lo primero ¿no lo cree?— la barrera trato de mantenerla pero las tripas me rugen de hambre tal como se rompe mi concentración de mantenerle en pie.

Miro a un lado y luego al otro —No, esas no eran las palabras que debo decir, me disculpo por haberlo empujado no veía el camino solo puedo mirar aquello que no puedo perder por nada del mundo o las almas del infierno aparecerían— me rio muy dramáticamente recordando que cuando digo esas palabras debo reír, pero es una risa tan fingida y muy rara así que solo hago una reverencia femenina que no quedaba para nada con mis atuendos. Miro de un lado a otro pero solo veo aquellas criaturas de lado de cada persona, en sus espaldas, son sus deseos oscuros y veo que el hombre los tiene pero no en mucho número, veo su alma más y más que tengo que cerrar los ojos mejor y doy pasos con mis manos hacia adelante para no chocar y tocar lo que este delante de mis ojos —disculpe pero es mejor que siga el camino usted tiene colores muy peligrosos y por ahora yo también porque me paso a sus criaturas por haber pedido mi amuleto— susurro a lo bajo

¿Quién creía que era yo?¿acaso pensaba que era un enemigo? Bueno, cualquiera en medio de la oscuridad, en aquellos días, era más que sospechoso de ser un aliado de las tinieblas. Pero entonces me di cuenta. Un destello, una vibración en los planos de la realidad, algo se intentó levantar entre nosotros. Había conjurado una barrera y parecía querer defenderse. Si hubiese sido un vampiro aquel muchacho no se hubiese enterado de que yo andaba por allí.

Pero los cientos de colores de su aura se habían tornado rojos, peligrosos. Di un ligero paso hacia atrás y me quité el gorro, dejando ver mi rostro y le sonreí enseñando los dientes.-Chaval, si te hubiese querido matar, estarías muerto. PEro no me compares con un vil ser que ha nacido de las entrañas de la oscuridad. Somos del mismo gremio.- Miré hacia ambos lados para asegurarme de que nadie nos escuchaba.-Yo también soy un hechicero, no tienes nada que temer.
-Me acerqué manteniendo una distancia prudente y suspiré despacio.

Los hechiceros eramos el gremio más desunido jamás. Es dificil reconocernos entre nosotros y, además, solemos estar todos peleados con todos. Le sonreí tendiendo mi mano y le miré con los ojos más sinceros.-He visto que no has podido levantar esa barrera y aguantara. ¿Tienes hambre o estás enfermo?-Dije despacio. La experiencia con la magia me había dado el suficiente conocimiento, y también las vivencias personales, para saber que la magia fluye cuando uno está sano y con energías. Si aquel chico estaba enfermo o tenía hambre, ya le hubiese valido rezar a la Virgen si hubiese sido un vampiro o licántropo.

Pero sabía que no confiaría en mí tan fácilmente. Así que levanté mis manos y me concentré, entrecerrando mis ojos. Una barrera transparente se levantó alrededor nuestro poco a poco, hasta crear una cúpula que nos aislaba del exterior. Luego, saqué un mechero que llevaba siempre encima y el fuego iluminó aquel lugar envuelto en un mar de niebla.