Solo son negocios...[Marianne]

por **Leandro Cacciatore** Miér Sep 07, 2011 9:07 am

Just Business

Seis de la tarde en la mansión Cacciatore. Aquél astro comenzaba a caer en aquellas pomposas finas telas que llevaban cada una de los ventanales de sus aposentos. Las luces amarillentas comenzaban a brilla y a alumbrar las finas decoraciones de las paredes. En uno de los despachos de la mansión él... el Cacciatore yacía en total silencio, de fondo se escuchaba solamente una pequeña tararear una canción, así era Zerenade; su hija canturreando alguna de sus tan peculiares y misteriosas canciones de horror, él se encontraba sentado en medio de su despacho, leyendo algunas peticiones que, cómo era obvio le encantaba sumergirse personalmente en su negocio antes de darlas a algún empleado.

Firmando de una manera peculiar, a él siempre le habría encantado dejar aquellas tan buenas costumbres del pasado, ocupando una pluma y tinta de china que hacía que el papeleo fuera único, no entendía bien los nuevos métodos, aquellos métodos en los que como era de esperarse los humanos evolucionaban, siempre para mal. Un leve toque en aquella habitación se escuchó, definitivamente no era su hija, ya que ella siempre tenía alguna peculiar forma de llamar su atención, como lo era el gritar hasta que el Cacciatore caso le hiciera. Se trataba de su mayordomo Marduk. -- Buenas noches, ¿Se puede saber a que se debe su interrupción? -- Sentenció el trajeado un tanto molesto, por lo regular sus empleado sabían que no le agradaba la ídea de interrumpir y menos aún cuando en trabajo se encontraría.

-- Per... perdone mi señor... pero le ah llegado éste pergamino... -- Se disculpó caminando de forma apresurada al entrar al despacho hasta llegar frente al escritorio del vampiro. -- Lárgate... -- Sentenció al vampiro mientras de reojo observaba aquél pergamino en su escritorio. Escuchó como aquél hombre salía del despacho cerrando lo más lento posible. Realmente era un poco antisocial el vampiro por lo que solo se veía muy de vez en cuando en alguna fiesta, su presencia era más que reservada y aquello no cambiaría. La curiosidad varios minutos después le corroyó a tal punto que tomó aquel pergamino.

Spoiler:

Firmaba aquella carta varios de sus antaño amigos, unos vampiros otros simples mortales; sin embargo sabía que al menos así su estatus social se mantendría al margen para seguir expandiendo aquellas empresas. Sabía muy bien que en aquél baile se encontraría con todo tipo de cosas en las que solo los presentes sabrían realmente el motivo. Bailes, sensualidad pecado, tantas cosas juntas en una sola noche, aunque para él aquellas escenas eran de lo más trivial, tendría que acudir.

Las noches pasaron rápidamente aquélla noche parecía de lo más normal el sonido de su transporte ya esperaba a las afueras de la mansión. Él como siempre lucía más que excelente, elegante, como todo el caballero que era vestía un traje en corte italiano de un color grisáceo tenue, así como una camisa en color rojo sangre y una corbata dorada, aquella noche seguramente tendría que socializar con más de alguna bella dama, y tal vez aquella sería una nueva oportunidad para conseguir más socios. Su antifaz solo lo llevó en su mano derecha, se lo colocaría minutos antes de entrar. Así el vampiro caminó por toda la recepción de la mansión hasta por fin internarse en su carroza y esperar así que el joven mozo le llevará hasta el Palacio Royal.

El tramo parecía casi interminable hasta que escuchó como varios hombres hablaban para así darle la entrada al fin al vampiro a lo que era la explanada del palacio. Aquellos le molestó un poco, comos e atrevían a cuestionar la invitación que la misma realeza habría hecho al Cacciatore; sin embargo aquello lo guardaría para después. Solo se limitó a colocarse de una manera muy pulcra aquél antifaz sobre su fino y delicado rostro. Así unos segundos después bajó del carruaje caminando de manera lenta hasta saludar a varios miembros reales de otros países con los que claro tenía negocios entre manos. Así el vampiro saludó besando todas y cada una de las manos de las damas e inmediatamente su mirada se concentró en una en particular. No dudo un segundo en preguntar a una reina acerca de la presencia de una bella humana tomando unos bocadillos.

-- Disculpe su majestad... ¿Quién es aquella bella mújer? -- Preguntó el vampiro curioso esperando una respuesta para lo cuál la reina simplemente contestó que era una de las más famosas diseñadoras de París. Su mente simplemente se concentró en pensarlo bien ¿Estará bien acercarse a ella?. El siguiente movimiento borró toda duda al caminar lentamente dando las gracias antes a la reina y así con un paso elegante acercarse con la misma excusa de tomar unos bocadillos del bufete. -- Buenas noches... siempre es lo mismo... creo que nunca entenderán que hábemos personas que odiamos el pescado -- Dijo en voz baja tomando unas galletas y así mirar a la mujer. -- Ohh perdone señorita. Cacciatore... Leandro Cacciatore... -- Se presentó el vampiro tomando la mano de la dama y así darle un pequeño beso.

por **Marianne Cromwell** Jue Sep 29, 2011 7:39 pm

Su regreso a París tras su nombramiento como Grande de España, la había dejado justamente en una vorágine de fiestas, cenas, reuniones que nunca se terminaban. Mientras intentaba jalar aire para prepararse al siguiente evento, tenía que ver la creación del Club Louvier y sobre todo, los desplantes de su tutor que la veía escapársele de entre los dedos e intentaba retenerla sin éxito, porque se le resbalaba como agua entre las manos. Marianne ya tenía otra perspectiva de su realidad, de las personas que la rodeaban y de los principios que debían regir su vida. Era, sin duda, una mujer que crecía a pasos agigantados a diferencia de Sebastián, que cada vez parecía más y más desplazado por la pequeña jovencita de 17 años.

Ese día las cartas habían sido respondidas, los pedidos tomados, los diseños entregados, así que se sentaba a degustar de un chocolate caliente cuando su fiel Juan llegó hasta ella y le sonrió levemente. Tras un breve intercambio de palabras, Marianne hacía de nuevo pucheritos. Una fiesta, una mascarada nada más y para colmo, no sólo tenía que diseñar los vestidos (que era lo más divertido e interesante del mundo), si no que también tenía que asistir. Y sería en un mes, por lo que tenía que ser más rápida y tener todo listo en tiempo, aunque volvía a lo mismo: las telas. No conocía a un buen textilero en París, por lo que sus telas eran importadas de Italia, España e Inglaterra.

Si tan sólo tuviera a alguien que pudiera proporcionárselas en París, saldrían mucho más baratas y sobre todo, las conseguiría con menos tiempo. Era uno de sus dilemas, cuando alguien le mencionó que justamente el señor Cacciatore estaría en la fiesta de mascaradas, que podría contactarlo y entablar un buen negocio, lo cual iluminó la carita de Marianne y le hizo sonreír como hace mucho no hacía, al haberse quitado un peso de encima.

Así fue que se lució con los vestidos encargados para esa fiesta y se afanó en el suyo, de igual forma, para conseguir aún más pedidos y que Club Louvier anduviera en boca de todos, como hoy en día lo hacía. Tenía que seguir a la vanguardia, empujando ciclos y creando nuevas modas para que la gente siguiera comprándole no sólo en ese verano, si no durante muchos, muchos más. E incluso, hizo algo nunca antes visto: les puso su apellido a sus creaciones.

Así fue que hubo nobles con diseños "Louvier" luciéndolos como pavos reales, sabiendo que pocas tenían acceso a esa clase de vestidos por la importación de telas. Además, de que en cuanto un diseño era usado, Marianne le ponía el nombre de la que la inspirara, así, había vestidos "Louvier, Dominique", "Louvier, Acheron" y demás.

Esa noche, llegó con un vestido del 1700 y una máscara sevillana, que le hacía ver muy linda e incitaba los celos, envidias y miradas de las mujeres que la observaban. Un "Louvier, Marianne" sin duda alguna, se pavoneaba por la fiesta, saludando a propios y extraños, sonriendo divertida con los conocidos y ofreciendo modelar el vestido con gente ajena a ella. Bebía algo de agua natural (pocas veces vino) y charlaba feliz de un lado a otro.

vestido y máscara veneciana:

Elegía algunos de los bocadillos de pescado (sus favoritos) cuando escuchó a alguien reclamar por ello, volteó a verle y bajo el antifaz sonrió. El hombre era atractivo, de esos que te hacían voltear la cabeza y mirarlo dos veces, pero sus mohines eran iguales a los de Granchester cuando quería algo y la hacía sonreír con ternura.

- Sí, tiene razón, ¿A quién se le ocurriría? - y tomó otro dejándolo en su plato, para después, tomar su mano- mucho gusto, soy Marianne Louvier - y se quedó callada, sería una grosería manifestar su interés por sus negocios en lugar de disfrutar su compañía, así que decidió primero el placer, luego el deber o los negocios, como ella lo apreciaba - ¿Disfruta la fiesta? Es realmente buena y su disfraz, magnífico, la tela de su traje sobre todo - bueno, no podía dejar a un lado el admirar un buen diseño.

A finales de cuentas, de eso hacía sus sueños.

Solo son negocios...[Marianne]

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