Géraldine Fontaine

por **Géraldine Fontaine4** Jue Sep 08, 2011 11:57 am

Nombre del Personaje:
Géraldine Fontaine

-Edad:
43

-Especie:
Humana

-Tipo y Nivel Social:
Realeza

-Lugar de Origen:
Las Españas

-Descripción Física:
Géraldine Fontaine Wakrco

-Descripción Psicológica:
De mente abierta aunque de riguroso juicio. Géraldine se caracterizó por su gentileza, rápido aprendizaje de las artes las cuales domaba rozando la perfección, así como la música y la danza además de aquellos infinitos libros que ocupan la biblioteca de su hogar. A pesar de su perfeccionismo para sí misma, siempre obtuvo el agrado de las personas para con ella. Es una mujer amable, cariñosa, fiel e incluso en ocasiones no le importaba entrar en la cocina de palacio para hacer un delicioso plato a pesar de lo que dijesen los demás.
Predispone el bienestar de los demás antes que el de ella misma. Siempre procura que tod esté en orden así como la comodidad de sus huéspedes. Gran mujer, así como estratega y buena amazona. Siempre supo como decir las cosas en su momento adecuado, sin pretender herir el sentimiento de los demás, a posta. Siempre se dedicó a su deber como esposa, madre y reina rigurosamente. Ama a cualquier persona, ya se distingan según el populo en distintas clases sociales, su humildad así con el paso de los años jamás perdió su luz.
Como madre que es, cuida y ama a sus hijos como si le fuese la vida en ello.
Gracias a la cuna donde nació, le permitió saber idiomas, siendo una espléndida interprete.
Sus manos aun siguen siendo hermosas, aunque a veces se permitiese el lujo de hacer más allá de sus quehaceres como reina, siempre le gustaba bordar, dibujar, e incluso coser un botón en el momento apropiado, todo ello sin perder la elegancia y humildad propias que la hacía destacar sobre el resto de reinas.

-Historia:

“El fin justifica los medios”

-Hija menor de los reyes españoles.
-Buena hija y hermana.
-Gran estratega y amazona, le encantaban los juegos de guerras en su infancia.
(Usando caballos y arco en los terrenos que lindaban al castillo.)
-Obediente, disciplinada y gentil.
-Excelente madre, esposa y reina.

- Géraldine, querida, vamos a dar un paseo.
- Claro padre.

[ i]Así comenzó para ella el cambio de sus días, para comprometerse con el delfín Francés, fruto de la alianza con su país. El padre de Geraldine, hermano menor del monarca español le explicó el porqué de aquel inusual paseo. Ella, pese a no ser hija del monarca español, fue la clave de aquella familia para el bienestar de su tío, el cual amaba con profundo fervor como a cualquier persona de su familia cercana, para contraer matrimonio con el heredero de la corona Francesa y así afianzar el lazo con aquel país vecino.[/i]

- ¿Podré montar a caballo?
- Todos los días querida.
- ¿Crees que me dejarán danzar?
- Por supuesto, pero deberás mantener tu posición como reina. [/color]
- Pero…

Géraldine se preocupaba por lo de cualquier niña de su edad, en aquellos momentos se negaba en rotundo, salvo por su madurez. Pese a tener a penas unos 10 años de edad, aquella niña había sido criada en la mas estricta palabra de dios. Siendo su hermosura parte de su encanto natural, y las artes su pasión mas ferviente. Se entristeció al saber que ya no podría hacer lo que mas amaba, pues tendría la mirada de muchas personas ahora por encima de ella, pero una vez mas, le hizo prometer a su padre, que jamás olvidaría su naturaleza humilde, pese a ser perteneciente a las castillas.

- Mi querida niña, vas a ser alguien importante, y muy querida por tu pueblo. Piensa que serás admirada, no por tu escala social, sino por tu enorme y bondadoso corazón…

A la temprana edad de 15 años, tras explendorosos preparativos, se convirtió en la esposa de Abèlard Fontaine, cambiando así su apellido por el de su recién esposo.
Ambos, parecían desconocidos, pues así es como eran en realidad. Distantes y fríos aquella relación solo estaba por comenzar. Tras paseos en caballo y platicas bajo el radiante sol de los jardines de palacio, ambos se convirtieron en complices, en mas que eso en compañeros para toda la vida… en ese instante parecía haber cobrado vida la palabra matrimonio: Respeto, confidencialidad, amistad y amor.
Pero la juventud de Geraldine no acababa ahí.
Tras la muerte del rey, tanto ella como su esposo pasaron al trono. Pese a su juventud, la gente tan solo pensaba en cúando la mujer daría un heredero al trono, creando rumores sin sentido alguno sobre la infertilidad de la reina.
Géraldine se sintió presionada, tanto que su ánimo ya no era el mismo, era como si su luz propia se hubiese disipado con aquella alarma que se extendía sobre el pópulo. Aun así no dejó de hacer sus deberes como ahora reina de Francia que era, demostrando de lo que estaba equivocada la gente. Pero ella… ansiaba tener a un bebé entre sus brazos, su propio hijo, sangre de su sangre, para poder enseñarle, mostrarle el mundo y enseñarle a ignorar las malas lenguas que hacían derrumbar su felicidad.
Tras tiempo de intentos, por cualquier forma, encontró la solución gracias a una anciana gitana.
La mujer, al ver aquella luz que se apagaba en la mano de la mujer, le recomendó la forma de hacerlo correctamente, y con una simple ramita de romero, selló aquel pacto con los dioses.
Debía de concebir al niño, si le quería, por la noche, sin embargo, si quería una niña debía ser al alba. Tras ello, y tras la noticia de su embarazo, debía ser quemada dicha ramita, dándole las gracias a dios por aquel bendito regalo.

Entonces aquel primogénito varon, se llamó Jean-Baptiste Fontaine.

Tras aquel amargo tiempo todo fue distinto. El pueblo la aclamaba, y la veía ya de una forma mas maternal, más cercana, mas… hermosamente gentil. Su felicidad la hizo volver a creer en su felicidad, tanto como las relaciones un tanto olvidadas con España y Francia. No dudó en ayudar más en las relaciones con otros países, volviéndose quizás una gran pieza del ajedrez que supondría la monarquía de su país. Quizás eclipsando en contadas ocasiones incluso a su esposo, pues ella siempre supo como calmar los malos ánimos y los enfrentamientos con una conversación civilizada en el salón de palacio.
Curiosamente, quiso comprobar la efectividad de aquello que la anciana le dijo. Y aun con aquellas ganas de tener un bebé entre sus brazos de nuevo. Al alba, yació con su esposo entre sábanas de seda, volviendo a quedar encinta por segunda y ultima vez, por obra y gracia de Dios.

“Mi niña hermosa… la niña de mis ojos… te llamarás Dominique… Dominique Fontaine.”

Curiosidades: