Sex, blood & death.

Información Básica.

·Nombre del personaje: Aryel.

·Edad: 251 reales, transformada con 19.

·Fecha de nacimiento: 24 de Noviembre de 1549.

·Fecha de muerte: 24 de noviembre de 1568.

·Especie: Vampiro.

·Tipo y Clase Social: Antiguamente fue princesa. Cansada de la realeza, es feliz con la libertad que le brinda la clase media.

·Orientación Sexual: Heterosexual.

·Lugar de Origen: Moscú, Rusia.

·Habilidades:
Agilidad y reflejos sobrehumanos: Habilidad para moverse con más soltura por un sitio, utilizando brazos y piernas reaccionando mas rápido que un humano normal.
Sentidos aumentados: Aumento de percepción en los sentidos de la vista, el olfato, el gusto, el tacto y la audición.

·Poderes:
Encandilamiento: Esta habilidad hace que cualquier persona se sienta atraída ya sea físicamente o de cualquier otra manera a la persona poseedora del poder.
Persuasión: Capacidad de hacer que otras personas realicen acciones, sin que éstas puedan negarse, mediante palabras con entonación imperativa, es decir, ordenándolas.
Control mental: Poder para controlar las acciones o el razonamiento de otra persona.

Descripción Física.

No hace falta que me digáis eso de que perdéis la cabeza
por eso de que sus caderas...

Ya sé de sobra que tiene esa sonrisa y esas maneras
y todo el remolino que forma en cada paso de gesto que da.

Salvajemente bella. Posee rasgos exóticos y marcados debido a sus antepasados rusos. Ojos enormes y claros, completamente vacíos de emociones. ¿Habéis oído eso de que los ojos son el espejo del alma? En su caso es mentira. 1) No tiene alma. 2) Ha creado una inexpugnable barrera que impide que nadie explore sus sentimientos. 3) No tiene sentimientos. Labios gruesos y muchas veces entreabiertos, en una mueca lasciva, prometiendo el paraíso cuando lo único de lo que es poseedora es del más oscuro infierno. Cejas anchas y cabello tan oscuro como una noche sin estrellas, que cae sobre su espalda formando una cascada. Voluptuosa y alta, 1´75 metros de pura dinamita. Piel tersa y morena, acariciada por mil y un hombres. Dicen que tiene un tacto divino. Dedos ágiles y expertos, tan capaces de tocar una complicada melodía en el piano como a muchas otras cosas menos inocentes. Porte de princesa, la barbilla siempre bien alta. No lleva joyas, no se maquilla. Ella no es como las humanas que necesitan aparentar ser más bellas. Ella no puede ser más bella.

Descripción Psicológica.

“La oscuridad se aferra a su alma mientras las llamas del infierno consumen su corazón.”

Inhumana. Parece nacida del inframundo. ¿Quién diría que alguna vez tuvo sentimientos? Su condición de inmortal ha despertado su lado más oscuro. Mortífera y cruel, la pesadilla de cualquier ser inocente que se cruce en su camino. Sádica, violenta, despiadada, retorcida. Disfruta horrores viendo sufrir a sus víctimas. Alzarse ante ellas como un ángel oscuro, impartir justicia divina. El morbo del poder, la lascivia del dolor. El frío de los muertos invade a sus presas cuando se acerca, la oscuridad inunda sus corazones cual malvada marea.



Manipuladora, corrupta, mentirosa. Nunca jugará limpio. Las falsas promesas y agradables palabras colmarán tus oídos hasta desbordar. No las creas. Tiene tantas cualidades... Egocéntrica, incoherente, irracional. Primero Aryel, después Aryel y por último... Adivinad. Y si, por alguna casualidad del destino se equivoca, nunca lo reconocerá. Piensa en sí misma como un ser perfecto, impecable. El paraíso está reservado para los dioses, y ella se comporta como tal. Altiva, arrogante. Duras palabras son catapultadas por su lengua viperina, capaz de dejar por los suelos la autoestima de las personas. Caprichosa, posesiva, egoísta. Cumple sus deseos, obedece sus ordenes, y por encima de todo, no la hagas enfadar, serás el protagonista de un sangriento festival.


Mírala pasar. Observa como contonea sus caderas, como sus infinitas piernas avanzan con seguridad. Y sin embargo, algo te mantiene clavado al suelo. Ese deseo te hace su esclavo. Sensual, provocadora. Comienza el juego. Tal vez ese halo tan enigmático que la envuelve la haga aún más inalcanzable. Te cautiva con una mirada, sabes que la deseas. Cada uno de los poros de su cuerpo gritan pidiendo el contacto con tu piel. Te acercas y ella te hace creer que es tuya. Esta noche se alimentará. Ahora, dejemonos de habladurías y seamos sinceras. Lujuriosa y pecadora. Disfruta con el sexo cual perra en celo. Su cuerpo te hará disfrutar de tus pasiones más bajas. Y ten cuidado, crea adicción.


Dios. El invento de algunos seres poderosos para seguir siéndolo. Aryel dejó de creer en las divinidades cuando era muy pequeña. En el momento en el que vio a su madre tendida en la cama, sin vida, decidió que ningún Dios “bueno y benevolente” dejaría que eso ocurriese. Con sus propias teorías sobre todo, la rusa es jodidamente inteligente. Posee una mente intrincada y compleja, alentada además por los conocimientos que recibió de grandes maestros rusos cuando era pequeña. Ha visto y hecho muchas cosas en sus dos siglos y medio de existencia, aumentando de forma considerable su cultura.


Libre como el viento, sin dueños, sin freno. Salvaje, imprevisible, se deja guiar por sus instintos, cumple todas y cada una de sus apetencias. Ella misma se califica como una “fiera incontrolable”. Tan independiente como puede. El libertinaje es su religión. No soporta a la aristocracia, que se rige por tan estricto protocolo. Le encanta escandalizar a las personas de su alrededor siendo tan depravada y liberal.

Datos Familiares.

·Iván Vasilievich IV de Rusia, el Terrible. [Padre] [Muerto] [5 de agosto de 1530 - Moscú, 18 de marzo de 1584]. Fue coronado Gran Príncipe de Moscú a los tres años, tras la muerte de su padre. Sin embargo el reino fue administrado por su madre, asesinada por los boyardos cinco años después de su coronación. Nombrado zar de Rusia con tan solo dieciséis años, en 1547. En este mismo año se casó con Anastasia Romànov. Éste fue su matrimonio más próspero, aunque tuvo muchos más. Tras la muerte de su primera esposa, se vuelve un gobernante psicópata, fanático religioso y autoritario.

·Anastasia Románov Zajárina. [Madre] [Muerta] [1530 - 7 de agosto de 1560]. Fue escogida como esposa de Iván mediante una selección entre todas las nobles con edad de casarse. Tenía una discreta influencia para mitigar el carácter impulsivo y violento de su marido. En el verano de 1960, enferma y muere.

Historia.

[Svetlana Vasilievich]

La bestial paliza propinada a la muchacha resonaba por todo el castillo. Los golpes, jadeos, gritos y maldiciones retumbaban, intentando huir de la locura del zar de Rusia. Los criados se tapaban los ojos con las manos y hacían oídos sordos, se escondían en cualquier lugar lejano, ignorando la ferocidad de su señor. Nadie más fue testigo de aquel brutal acontecimiento. Todo se reducía a los lazos familiares. Padre e hija. Ella tendida en el suelo cual muñeca de trapo, él erguido ante su cuerpo inconsciente y magullado. Una última patada le fue propinada a la princesa antes de que el ondear de la capa de Iván IV, el Terrible se perdiera entre el laberinto de pasillos.

***

En los más oscuros suburbios de Moscú se oían rumores. Rumores horribles, los cuales hablaban de la falta de cordura del hombre que los gobernaba. Achacaban esa peligrosa locura a la muerte de su esposa -Anastasia Románov- hacía unos meses. Al parecer, se dedicaba a tranquilizar su psicótica mente con las personas que vivían en el interior del castillo. Pero, ¿qué pasaría cuando se cansara? ¿Sería el pueblo la víctima de sus ataques de ira?

Por otro lado, en el interior del castillo, éste era un secreto a voces. Todo el mundo sabía de su existencia, pero nadie tenía el valor suficiente como para reconocerlo en voz alta. Nadie... Con algo de sentido común. Al parecer, Svetlana Vasilievich, hija primogénita del psicópata y su enterrada mujer, carecía de este interesante atributo. ¿Qué mejor forma de ganarse una paliza que la de recordarle a su padre su reciente locura y el motivo de ésta? El hombre reía a carcajada limpia con cada uno de los golpes que hacían gemir a su hija. No obstante, no volveré a aburriros con otro relato sobre como acabó la princesa en el suelo. Solo diré que a base de cada uno de aquellos porrazos ganó sentido común. Aunque también frialdad, altivez y lejanía ante cualquier persona. La joven muchacha aprendió a no encontrarse cerca cuando el zar iba a ser informado de una mala noticia. Mejor dicho, aprendió a no acercarse, a ser invisible. Lo rehuía en la medida de lo posible. Cuando sus ojos se topaban por un casual, la locura del hombre se colaba dentro de ella, y tardaba días en olvidar el encuentro. El tiempo corría sin perdonar a nadie. Ivan el Terrible volvió a casarse. Tres o cuatro veces. A una de ellas la mató. Nunca llegó a sentir nada por ninguna. Tan solo eran piezas a escala real de su ajedrez gigante. Peones que debían ser utilizados y después deshechados. Tuvo incontables hijos con cada una de sus esposas. Svetlana nunca conoció ni a la mitad de sus “hermanos”. Tampoco lo necesitaba. Se aislaba de la realidad, ansiaba libertad. Pero una eterna condena fue lo único que consiguió.

El primer día del resto de su eternidad resultó ser veinticuatro de noviembre. Diecinueve años, pequeña. Svetlana odiaba sus cumpleaños. Significaba que toda la atención del zar recaería sobre su persona. Y eso era, cuanto menos, peligroso. Refugiarse en su habitación no era buena idea. Decidió acudir fielmente a la fiesta organizada en su conmemoración, y retirarse pronto excusándose por indisposición. Y así lo hizo. Solo tuvo que cruzar con su padre un par de palabras y un frío abrazo. Después de miles de falsas sonrisas y muchas conversación superficiales e innecesarias, decidió que era hora de marcharse. Se armó de coraje y le explicó su falsa situación a Ivan IV, El Terrible. Cuando acabó de hablar, pudo entrever en sus ojos una chispa de ira. Sin embargo, fue tan efímera que podría habérsela imaginado. La dejó marchar con un solo gesto. Todo iba bien, hasta que llegó a su habitación. Allí había... Alguien. Podéis imaginaros como acabó la noche, ¿verdad? Su virginal cuerpo fue violado, su impoluta garganta profanada. Era una imagen desoladora. Aquella aberración de la naturaleza estuvo a punto de matarla. Tal vez hubiese sido lo mejor, olvidar todo el sufrimiento. Sin embargo, ese cruel y caprichoso dios al que llamamos destino se la jugó una vez más. La sangre que emanaba de su cuerpo desgarrado amenazaba con inundar la cama en la que el vampiro la tenía prisionera. Ella, a punto de caer inconsciente, escuchó las palabras de aquel monstruo con cara angelical. “Las leyendas son ciertas, princesa, sois demasiado hermosa. Demasiado hermosa para que dejéis de existir. Por cierto, tened cuidado con el sol.” Sus palabras destilaban socarronería. A partir de ese instante, la rusa no recuerda nada, pero os puedo describir como el vampiro se mordió a si mismo la lengua para después besarla de forma lasciva. Puedo contaros como pronto se aburrió de un cuerpo inerte, y también puedo redactaros sus últimas palabras antes de marchar. “Volveremos a vernos”.

Así que, su corazón dejó de latir a los diecinueve años de nacer. Se levantó más inhumana que nunca, con frialdad y elegancia. Recordó la noche anterior con fascinación y repugnancia. Le parecía estar acordándose de la vida de otra persona. Ya no se sentía Svetlana. Ya no era Svetlana. Pensó en que tendría que cambiarse de nombre, pero no urgía. Sabía perfectamente en lo que se había convertido. Un ser inmortal, una vampiresa. Ella no solía creer en las leyendas, pero había escuchado historias de estos seres pálidos que se alimentaban de sangre. Recordó las palabras del vampiro. El sol, por supuesto. Así que decidió pasar el día en la biblioteca de palacio. Desde ese momento, aprendió todo lo que necesitaba para seguir existiendo en los libros. Leyó historias e historias sobre los pálidos que nunca había creído posibles. Cazaba cuando caía la noche. Cuantos más humanos despedazaba, más comprendía a su padre. Simples peones. Y estos pensamientos la llevaron a interesarse más por él. Su padre no era un pálido, pero sí tenía el corazón tan frío como uno de ellos. Así que, sin quererlo, se convirtió en su mano derecha. ¿Qué más le quedaba? No conocía a nadie más, ¿qué mejor que aliarse con alguien que en su día te quiso?

Un oscuro día de invierno, cuando la neófita ya llevaba meses existiendo, se sinceró con su padre. Le explicó su situación, su fuerza y sus poderes. Y él, consumido por la locura, la aceptó sin problema alguno. Juntos, fueron el azote de sus enemigos. Todos se doblegaban ante la vampiresa, e Iván IV de Rusia, el Terrible los tortutraba hasta matarlos. Después, ella se alimentaba de sus cuerpos, sin tener que esforzarse por cazar. Formaban un buen equipo, e incluso llegaron a apreciarse, en conmemoración a los viejos tiempos.

Sin embargo, apenas pasaron unos cuantos años antes de que la única persona que la ataba a su antiguo yo contrajera una enfermedad mortal. La joven pensó en transformarlo, mas se arrepintió pronto. Debía dejarlo ir, a él y a su único compañero, el dolor, que lo había guiado desde la muerte de Anastasia y que nunca lo dejaría tranquilo. Así que, tras observar como su padre dejaba el mundo de los vivos, se marchó. Renunció a su condición de princesa, a su matrimonio concertado, a su futuro reino. Renunció a la familia restante, a su antigua personalidad y a su nombre. Renunció a su antiguo yo.

[Aryel]

Viajó a innumerables lugares a lomos de un pura sangre robado en uno de los establos reales de Rusia. Intentaba no alejarse demasiado de la civilización, pues le hubiese sido imposible alimentarse. En ocasiones, cuado la garganta le ardía, se alimentaba de su corcel. No demasiado, estaba claro, pues tenía que seguir rindiendo. No se estableció en ningún lugar, no hechó raices en ninguna ciudad. Tal vez pasaba semanas, incluso algún que otro mes en sitios donde la sangre le fuese agradable. Era la culpable de las enormes matanzas que se producían, y disfrutaba enormemente con ello. También adoraba los juegos. Encandilaba a algún hombre agraciado, y fingía ser la víctima. Sexo, sangre y muerte. Y cuando estos tres factores se juntaban, se sentía como Dios. Conforme el tiempo pasaba, esta sensación se fue haciendo prpetua. Le encantaba impartir justicia divina, decidir quien merecía morir y quien continuar existiendo.

Una obscura noche de otoño del siglo XVIII, la mujer se encontraba en una taberna de las afueras de Bucarest, Rumanía. Oculta bajo la capucha de una negra capa, se entretenía escuchando las canciones de un bardo aficionado. Una de ellas le llamó la atención. Hablaba sobre un ángel guardián que había descendido del cielo para luchar por la parte buena de las personas. Aryel, lo llamaban. Era una historia bonita y con mucho significado, y a la rusa le pareció que sería una divertida ironía la de rebautizarse con ese nombre. Cuando el bardo acabó su actuación y se acercó a la barra para tomar una cerveza, la mujer se quitó la capa y se situó a su lado. “Soy Aryel” le susurró al oído. El joven quedó prendado de su belleza inhumana y no pudo más que asentir y balbucear un par de palabras incoherentes. Pobrecillo. La noche acabó como apuntaban las predicciones. Sexo, sangre y muerte.

***

Aryel siguió viajando durante muchos años, hasta que a finales del siglo XVIII, llegó a París. Enamorarse de aquella ciudad era decir poco. Adoraba la oscuridad que creaban las innumerables luces. ¿Qué encontraría en aquellos callejones llenos de secretos? Todos y cada uno de sus habitantes parecían ocultar algo. Así que, contra todo pronóstico, se instaló allí.

Actualmente, y tras quince años de su llegada a París, sigue igual de enamorada de la ciudad. Llegó sin nada, pero poco a poco se hizo un hueco. Nada más conseguir algo de dinero, comenzó a trabajar. Prestamista. Una cruel y corrupta prestimista, que juega con la pobreza de la gente. ¿Necesitas dinero? Ella te lo proporcionará. Pero devuelvelo en el plazo y con intereses o... Atente a las consecuencias.


·Hay un única forma de conseguir que se ría verdaderamente: Tocando un punto al este en su pie izquierdo, pero es un dato que nunca ha revelado a nadie.
·Conoce numerosos idiomas, entre los que se encuentra el ruso, el rumano y el francés. Hay unos cuanto más que domina bastante bien y algún otro que chapurrea.
·Le encanta tratar con vampiros antiguos, aunque odia que la infravaloren.
·Nunca ha hablado con nadie de su pasado de humana.
·Adora vestir cómodamente. Incluso a veces lleva ropa de hombre, le da mucha más libertad de movimientos.
·Le gustan el alcohol y el tabaco. Si fuese humana, sus pulmones estarían negros y su hígado moribundo.
·Le encanta aterrorizar a sus víctimas antes de alimentarse.
·Le gusta el oficio de prestamista. No es que necesite el dinero para sobrevivir pero disfruta aprovechándose de los humanos.