Justice [Privado]

Desperté en medio de lo que parecía un atardecer, con una pesadilla, hacía siglos que no soñaba aquello, sentí una agitación en la sangre, tuve que salir de la habitación, la mansión estaba casi sellada de toda luz del amanecer, entre en una cámara cuyo lugar era el más personal, alce la pesada loseta que despistaba su ubicación. Entre ahí sin luz, pero no al tanteo, apenas un gesto se dibujó en mi rostro, el viejo ataúd yacía ahí, recuerdo las veces que me introduje a descansar, era más cómodo que una cama, el oro y las piedras preciosas que adornaban su cruz podían brillar tanto como el sol, pase la mano sobre su cubierta dorada y sin pensarlo dos veces, me encerré en un sueño profundo, más que el de la muerte.

Pero de nada sirvió, por horas estuve latente en el mismo limbo, repitiendo esas imágenes una y otra vez, recordando aquel castillo en Italia, donde fui atacado por aquel ser, era muy joven pero demasiado inteligente, aquella noche cuando elimino a uno de los cinco elementos vampíricos que teníamos gobernando en aquel entonces el misterio de las sombras.

No pude contener la ira que transitaba en mis venas, recordando una tras otra vez su sonrisa estúpida, cuando nos traiciono, pero nosotros fuimos demasiado idiotas para confiar en él y el reinado que llevábamos declino ante el poder de unos cuantos, sobreviví en aquel entonces, no por ser el rey de las tinieblas y el más poderoso de los cinco, sino por el sacrificio de los demás que en mis manos dejaban sus deseos de venganza contra el traidor.

Nunca pude encontrarle, viaje por todos los rumbos, buscando su rastro, pero la rata tenía un buen escondite, regrese muchas veces a aquel castillo maldito del apellido Dunkelheit, pero tampoco nadie entre ese mundo paralelo al humano supo de él, pues no era estúpido, a mis dominios nadie entraba, mucho menos donde gobierno aun como el heredero.

Después de recordar aquello, abrí el ataúd con una ira jamás desatada en mí, fue como si me hubiera perdido, entre aquel sueño y la realidad, la semilla que anidaba dentro de mí, crecía arraigando sus raíces, dando frutos ‘Isaí de Borbón’ tenía que morir esa misma noche.

Sin dudarlo, salí de la mansión, sin dejar rastro o algún indicio, incluso sí que aquellos ‘tres’ que habitaban ya conmigo el recinto, supieran algo de mí. Surque París como si me fuera tan fácil, por momentos me remonte a aquella noche, cuando mandamos lo que sería el mensaje de nuestra victoria en manos de Isaí, le confié todo el plan esa noche, una noche como esta, donde las estrellas y su resplandor estaban demás en el firmamento.

Volví a caminar sobre la tierra, tratando de calmar mi sed, mi ira, pero era imposible, achique los ojos cuando vi a alguien aparecerse en la escena, el olor seductor de la sangre era fuerte, vivas, jovial y sensual, sin dudas, se trataba de una mujer, a penas las luces de la farola encendida, me revelaron, su belleza.

El viento de otoño soplaba fuerte, observe como se oleaban las telas del vestido que poseía, y cuando observe aquel rostro, obligándome a encontrarme con esos orbes hermosos y esa cabellera dorada… Reconocí de quien se trataba, aquella joven que era la adoración de mi humanidad, una preciada joya sin dudas, pero su sangre era peculiar, no como la última vez.

-Madame Caracciolo, buenas noches – Bromee sonriendo, acercándome con esa sensualidad felina, cuando alguien esta tras su presa – Que alegría verle por aquí – tome su mano y bese su dorso con delicadeza – Una muñequita tan preciosa no debe estar aquí sola. – Me incorpore, buscando su mirada, aunque la mía tenía un tinte diferente ‘La justicia’, no era amable, tampoco poética, esta vez podía verse la trasparencia de la bestia oscura que llevaba dentro.