Llegando a Paris /Sabrina/

por **Renata Di Alessandro** Mar Jun 22, 2010 6:39 pm

El sonido constante y retumbante de las pisadas de los caballos que tiraban de la carroza me depertó de mi ligero sueño. Recargada contra la ventana, fui sorprendida por las verdes, dulces, pero sobre todo verdes campiñas francesas que se abrían paso por el horizonte, y parecían no terminar jamás. En cierto modo me invadió una nostalgia enorme por mi hogar, pues aunque no era la primera vez que viajaba fuera de mi Italia amada, si era la primera en la cual mi estadía duraría más de la cuenta. -Extraño- murmuré para mi interior mientras me descubría a mi misma tocando de manera frenética la manga tejida en seda de mi sencillo vestido color beige. ¿Nerviosismo? No lo se. Un sentimiento, si, muy extraño.

Volteé hacia el interior cubierto de terciopelo de la carroza, que estaba segura ninguna persona que no fuera de clase alta podría costearse, aunque fue un pensamiento vago ya que sinceramente no me importaba. Siempre me había molestado el desprecio de la gente "rica" hacia los que tenían menos recursos, asi como andar por ahi presumiendo sus riquezas. Pero no tuve mucho tiempo de ponerme a debatir mis aquejos mentales, pues mi ansiedad no me permitía concentrarme en ningún tópico. Desplacé rápidamente la vista a mi alrededor, la carroza.

Dentro de esta, uno tenía que ser ciego para no poder ser capaz de distinguir a mi hermana Sabrina. Sabrina era una mujer de belleza arrolladora, con un aire de elegante superioridad y con -claro- miles de hombres embobados por ella a su alrededor, y, a pesar de que me preocupaba a veces su ambición, siempre ha sido una persona admirable. En mi caso de idolatración de hermana menor, claro,

La miré un tanto tímida y nerviosa y le esbocé una pequeña sonrisa.
-¿Qué te ha parecido, hermana, el ambiente francais?-]pregunté para distrarme.

por Invitado Miér Jun 23, 2010 2:31 am

A medida que el viaje transcurría de una forma lenta a través de los parajes nocturnos de los límites de Francia, con la mirada ausente a través de la ventanilla recordaba esa última noche en nuestro país natal, rememorando cada instante como si nuevamente se recreara entre mis memorias diabólicas de la que mi querida hermana permanecía ignorante por su propio bienestar. Me incline ligeramente desde mi asiento para acariciar su mejilla con el dorso de mi mano mientras Renata aun estaba sumida en un sueño apacible, retirando uno de sus adorables rizos de su rostro y reubicarlo tras su oreja. Las voces de mis recuerdos me hicieron retroceder instintivamente, haciendo que vagara una vez más en aquellas imágenes de nuestra última noche en nuestro Palacio Italiano.

Desde mi trono en el salón real, escuchaba las discusiones entre mis viejos consejeros y mi sequito personal que se debatían entre la posibilidad de alejarnos un tiempo de Roma dada a la histeria colectiva que el pueblo había adoptado tras tantas desapariciones y muertes misteriosas alrededor del castillo; Desde la muerte de mi esposo, el extravío sin justificación de la Corte y numerosos cadáveres encontrados en una de las montañas escarpadas, el populacho comenzaba a comentar acerca de la verídica existencia de los vampiros ¡Mi rifiuto di lasciare il Palazzo! Me levanté con un gesto severo de mi trono, aferrándome a la idea de que abandonar Italia no era una opción, ladeando mi copa de oro cuyo contenido era el suculento elixir de la vida del que algún anónimo sirviente me había proveído.

Alce mis ojos hacia el ventanal descomunal, observando mi reflejo entre la oscuridad, perdiéndome en los pequeños destellos cristalinos que emanaban de mi corona y que irradiaban al lugar de color ante la luz de los candelabros, mientras fuera de las murallas de mi hogar, se engendraba el ideal de investigar a las monarcas con el fin de desentrañar la verdad y forjaban ejecuciones de los que ellos consideraban “diferentes”. Tuve que reconsiderar sus propuestas ya que Renata estaría implicada en todo éste embrollo al que le había arrastrado a pesar de que ella desconocía la naturaleza de su única familia Preparen todo, partiremos hacia el Palacio de Invierno en Paris antes del solsticio… Hice contacto visual con uno de mis más prudentes alquimistas Sir Thorn, encuentre a la princesa Renata, dígale que emprenderemos éste viaje con fines políticos… Haga todo lo que sea necesario para que no sospeche… Apreté la quijada y me conduje a la soledad de mis aposentos mientras todos los sirvientes disponían de los arreglos pertinentes a nuestra mudanza temporal. En efecto, tres noches después estábamos abordando nuestro carruaje real a la llegada del crepúsculo, ordenando al conductor que forzara a los corceles a cabalgar a toda velocidad antes de que el primer rayo de luz solar tocara nuestro transporte.

Horas después, volví a la realidad por la voz melodiosa de mi hermana que despertaba de su ensoñación con una de sus típicas sonrisas. Mia cara sorella. Murmuré en nuestra lengua natal al referirme a ella como “Mi querida hermana”. Me complace mucho éste nuevo ambiente… Tal vez sea lo que ambas necesitamos después de dilapidar nuestra energía en la rutina de nuestro reino… Bufé con mi toque irónico habitual, aunque en mi mente rondaban ideas muy distintas a lo antes mencionado. Renata era la única sobreviviente de nuestro linaje, mi compañera y confidente además de Amelie, y aunque no conocía completamente la verdad de mi naturaleza, en algún momento lo haría cuando le concediera el beso eterno y filoso de la inmortalidad. Lo que importa es que te guste a ti, después de todo, dicen que París cambia la vida de quien more entre sus parajes… Concreté con un sentido implícito y subliminal.

por **Renata Di Alessandro** Miér Jun 23, 2010 11:07 pm

Después de haber preguntado sobre el lugar a Sabrina, para despejar mi sobresaturada mente, esta respondio cariñosa hacía mi y con su clásico toque pícaro para decir las cosas. Baje la vista ligeramente y se la devolví con el mismo afecto. Generalmente no me permitía expresar mis sentimientos con la gente, solían tacharme de fría aunque no me importara; Después de todo..sin mi hermana estaría sola por el mundo,como una flecha perdida, sin dirección alguna.

-Se, sapere ti amo--respondi también en mi idioma original, el del amor y los artistas; el italiano. Solíamos comunicarnos de esta manera, aunque los poco conocedores de las lenguas románticas quedarían abatidos al no comprende,r convirtiendo nuestro sencilla conversación en todo un "dialecto secreto".

-Si, concuerdo contigo; me parece de lo más oportuno el cambio de entorno, más estoy casi segura que este país, aunque comparta el aire mediterráneo, dista mucho de nostra bella Italia- -expresé contradictoria-Pero como vos sabeís, no es precisamente por su belleza por lo que se caracteriza el lugar, si no como la metrópli europea de las diversiones y el entretenimiento-dije regresando a su comentario

Si bien he oído, aquí es hogar de brujas, de las verdaderas que hechizan y conjuran, así como de gitanos que danzan y venden productos al libre albedrío de la gente.-mencioné entremezclando tonos interesados y reveladores-Y aunque eso moleste a nuestros compañeros aristócratas-pausé entre dientes-Sepa usted, hermana, mi curiosidad por prácticas tan complejas como las que van en contra de la inquisición-paré considerando si Sabrina pensaría mal sobre eso-Pero claro, ¡Jesus mil veces si eso atente contra alguien!-alerté con cierto susto fingido y alarmante mientras me persignaba teatralmente y sonreí con el sarcásmo casi pintado en el rostro.

por Invitado Miér Jun 23, 2010 11:50 pm

Una risa melodiosa y completamente sincera escapo de mis labios al escuchar tan maravilloso discurso proveniente de mi hermana. Su curiosidad, solo era un extraordinario don que compartíamos por genética más que por cualquier rasgo adquirido de la personalidad, después de todo, sentía aquel mismo deseo de conocer los límites de la extrañeza humana aunque desde mi punto de vista, ambas diferíamos con marcadas diferencias. Entretenimiento… Repetí ausentemente, jugando ausentemente con uno de los rizos que escapaban por debajo de mi corona resplandeciente. Es algo que precisamente deseo encontrar, Renata… Concreté casi de una forma sombría, observándola por debajo de mis largas pestañas con un extraño cinismo maquiavélico.

Lleve uno de mis dedos perfilados hacia mis labios, a medida que mi atención se volcaba por completo en los ojos tan inverosímiles de mi hermana; Tan dulce e inocente, casi con una mística sobriedad e interés por el mundo con el que yo había jugado cientos de veces a sus espaldas. La amaba, pero odiaba su mortalidad… Era como una muñeca de porcelana con la que debía medir mi comportamiento, no podía abrazarla demasiado fuerte o perder la concentración cuando estaba junto a ella o la vida inmortal que pretendía compartir junto a ella, se vería esfumada por mi imprudencia. No sabía que te interesara la hechicería, querida… Dije con un tono divertido mientras escuchaba a uno de mis alquimistas aclarar su voz ante esa revelación… ¿Qué pensaría ella si supiera que toda su vida ha estado rodeada de ellos? ¿Qué mi sequito eran conformados en su mayoría por hechiceros con preferencias oscuras y personas que disfrazaban su ciencia con descubrimientos sanguinarios?

Despreocúpate de la aristocracia, de ellos yo me encargaré yo… Muchas veces debemos atender el llamado de nuestro instinto cuando sea requerido, solo… Intenta no meterte en problemas… Le guiñé el ojo, articulando meticulosamente una estrategia para adentrarla un poco en mi mundo… ¿Acaso no era un mismo planeta? Diferentes naturalezas mescladas en un sinfín de variables donde Renata era mi única prioridad, y que su inmunda deidad les protegiera de invocar mi furia a través de ella, ya que si era capaz de matar solo por diversión, la persona que osara acercársele con algún propósito maligno no le alcanzarían las lagrimas de sangre para llorar la desgracia que recaería sobre su espíritu.

Me acomode sobre mi asiento, cruzando las piernas grácilmente y perdiendo una vez más mi mirada en sus dulces ojos Querida hermana… Hay millones de misterios que pueden ser develados cuando menos lo imaginas, cuando estés preparada, habrá uno que deseo mostrarte… Concreté casi con un aire nostálgico hasta que nuestro carruaje finalmente se detuvo, fruncí el ceño con algo de contrariedad y traté de vislumbrar a través de la ventanilla nuestra precisa ubicación. ¿Qué sucede? ¿Por qué nos hemos detenido? El amanecer llegará en unas cuantas horas y… Comencé a discutir con el chofer de la carroza con un tono soberbio hasta que se pudieron escuchar algunos aullidos de los lobos. Quédate en la carroza… Le manifesté a Renata con un tono seco mientras uno de nuestros súbditos me ayudaba a bajar… ¿Son lo que creo que es? Enarque una ceja expectante a mi alrededor, una de las cosas que odiaba de París, era el aroma a perro mojado de ciertas razas… Mi mano atrajo por el cuello a uno de los hechiceros para enfocar mis ojos ahora ennegrecidos por la furia a la vez que les susurraba tratando de hacer discretas mis palabras a los oídos de mi hermana Mátalos sin piedad, y traedme su piel cuando acaben… Lo solté al mismo tiempo que esbozaba una sonrisa Tal vez pueda hacerme un bonito abrigo con ellos… Regrese con mi porte real al carruaje, sintiendo como éste se ponía a toda marcha mientras el otro se quedaba atrás para acatar mis órdenes.

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