Llegando a Paris (Concluido)

Una caminata silenciosa, tranquila redondeando toda la hermosura posible enfundada en una luna llena capaz de embelesar hasta el más inútil creyente de la belleza opacaba por completo esos pensamientos. Sin duda parecía un paisaje falsamente grabado sobre el cielo por una artista magnífico. Tenía poco de haber llegado a París y ya lo sentía omo mi hogar, sabía que quizá sería un hogar provisional pero no importó en lo absoluto era una ciudad magnífica llena de historia, cultura, filosofía para despilfarrar por montones. Sonreía infantilmente levantando el rostro sin percatarme de mi alrededor en lo absoluto.

De repente me vi hallada en medio de un agujero lleno de lodo, mi distracción había superado una vez más mi cordura, suspiré enfadada sacudiéndome los zapatos ya ensuciados; me alcé un poco el vestido con la capa y el abrigo envueltos todo un desastre de hecho. Negué con la cabeza de un lado a otro pero pronto tuve algo más para ooncentrarme pues una chica estaba parada con pieles envueltas, muy elegante y bonita. Me acerqué ligeramente mirando su rostro, se me hizo vagamente familiar pero no hice comentario alguno.

-De verdad que sabéis apreciar lo hermoso de la vida- murmuré a su lado observando lo mismo que ella, al parecer teníamos gustos compartidos, eso ya era un aliento enorme, saqué mis manos del bolsillo caliente para frotarlas.

-¿Sois nueva en la ciudad?- pregunté mirándola por primera vez directamente sonriendo

Todo pintaba algo perfecto raro para estas épocas del año dónde hasta la nariz se te congelaba por el frío, las manos se entumían y no quedaba mucho oxígeno disponible en el cerebro para pensar claramente; el cabello hasta lo tenía con pequeños pedacitos de hielo alojándose sobre mi piel, blanquecina secándose debido a la temperatura tan baja.

Estaba esperando la respuesta por la chica cuando noté que no estábamos solas, en esta ocasión un chico nos miraba directamente con una sonrisa en los labios; bajé la mirada hasta su rostro contestándole la sonrisa cortésmente.

-¿Verdad que es una noche hermosa?-le pregunté mirando nuevamente al manto azulado situando nuevamente la cabeza cerca del muchacho que lucía apenas sus facciones sobre el pequeño reflejo de los faroles, sin desistir de mi sonrisa hice una pequeña reverencia con la cabeza y las manos.

-Disculpadme por mis modales, soy Kya- sentencié volviendo a mi psotura principal mirando a la otra chica, era de rostro fino, bien esculpido, él era alto, de rostro también perfilado y los tres al parecer estábamos bastante entretenidos con el paisaje, odiaba romper la monotonía sin embargo, el silencio estaba muy lejos de hacerme sentirme cómoda. Ladeé la cabeza dejando mi cabello al aire libre centrándome sobre los edificios ésta vez.

-Al parecer madame es recién llegada, tanto o poco menos que yo también he venido desde lejos ¿Y usted? ¿Podría indicaros algún sitio de descanso?- interrogué al hombre distrayéndome con la vista enunciada ante nuestros cuerpos, pues podía uno detenerse a admirar sigilosamente la hechura, las fogatas en el fondo, los campos, los bosques acompañados por el reflejo escarlata escondido entre las nubes.

(espero que no les importe que me alla metido por aqui mis preciosas damas)

Miré al gallardo caballero con cuidado pues sus gestos eran absolutamente magníficos, se percibía cultura social así que desperó mi interés de repente pues tenía aire adulador, de clase alta posedor de algunas riquezas, esta información no tardó en salir a la luz cuando mencionó la mansión a pocos kilómetros de allí. No podía negarlo al mencionar el lugar más cercano encontrábase a tres kilómetros de distancia mi ánimo prontamente se desvaneció sin embargp aceptar su oferta no me parecía tan mala idea.

Madame Lisa se presentó con él con tono dulce y sincero, sin duda podíase ver en ella honestidad con un gran corazón algo distinto en las calles andariegas dónde me encontraba meses atrás rodeada por humanos completamente distintos dónde al paerecer la generosidad no era su fuerte. Él caballero se presentó como Kendal Rose sin duda era un nombre peculiar sin duda; se portaba sobre todo sus modales a pensar cosas indirectas tanto buenas como malas.

Con sombrero en mano, Lisa volvió la mirada al cielo diciéndole que on quería ser una molestia para hospedarse en su vivienda, mordí mi labio inferior al respecto pensativa al aprecer ella no tenía muchos problemas con estabilizarse; el frío comenzó a corroer por las venas pues el viento acrecentaba azotando sobre los árbols moviendo las copas agresivamentde de un lado a otro, miré anonadada aquél espectáculo pues asemejaba a una obra terrorífica con toque artesanal aemejando a una pintura del periodo renacentista que valdría milones. Salí del ensimismamiento recordando la prescencia de ambos.

-Monsieur Kendal, sin duda os agraedezco cuestro gesto al igual que madame Lisa eso habláis muy bien de vos como persona he de admitiros- le dije abrazándome por los hombros tratando de calentarme. imaginé pequeños copos desprenderse del cielo para tapizar París con una nevada, hubiese podido ser fantástico apreciar tal cosa recién llegando a la ciudad.

-En cuánto a vuestra oferta supongo si sigo caminando saldrán ampollas sobre mis pies, diré que no me quejo al respecto pues vale cada céntimo la pena observar todo esto a pesar de las complicidades del clima ¿No es así? así que por mi parte seríais un halago acompañaros hasta vuestro recinto sin embargo, ¿Antes podríamos conocer algo de París? ya que ambas viviremos aquí o eso supongo- miré a Lisa con un gesto interrogativo esperando asintiense o negare mi afirmación.

-Claro esto es sólo si ambos se muestran de acuerdo siempre me ha gustado la aventura y poder conocer el sitio dónde me mudaré, este sitio en particular parece ser ameno con grandes cosas por descubrir- me animé señalándoles a ambos el paisaje trascendiendo más allá del misterio común esperando a ser conocido ambiguamente.

Esperé la reacción de ambos mientras tanto pensé en el fortunio de cruzarme con dos extraños pues parecía no ser del todo una casualidad,monsieur era bastante cabellerosop y Lisa parecía ser alguien con quién podía entablar una buena amistad. Entonces, me imaginé cosas fueras de su lugar: un triángulo amoroso comenzado esa misma noche, cada una luchando a su modo por obtener el amor del caballero dándolo todo, entregándose fieramente a conquistar al objetivo pasando por un sin fín de aventuras, cuando desperté de mis locuras sonreí.

-Creo que he podido encontrar un buen tema para un libro- les dije a ambos bromista negando con la cabeza, eché un cabello hacia atrás que insisitía en salir a al superficie con los aironazos, me llevé un dedo pensativo a la boca.

-Entonces. ¿Qué pensáis al respecto de conocer vuestra nueva ciudad?- pregunté ansiosa esperando como niña una aceptación, sino, habría después más oportunidad, sólo que era muy distinto andar de aventura con dos desconocidos, a merodear sola.

En definitivo no me detuve a pensar en el cansancio del viaje, ya llevaba algunos días en la ciudad más Lisa recién arribaba a las puertas parisinas, a pesar de mostrarse en acuerdo con mi sugerencia comprendí en que mi interés personal se estaba viendo demasiado obvio sólo por damre gusto bien lo había mencionado monsieur Kendall debía estar cansada con tanto zarandeo dejando fuera el frío capaz de congelar hasta la punta de los cabellos en nosotros los humanos. Me sorprendí gratamente cuando la capa de Rose se colocó sobre mis hombros no llevaba mucho abrigo, en cambio le agradecí con una humilde sonrisa pronunciándose sobre mis labios dejando entrever apenas mi dentadura con los hoyuelos grabados sobre mi mejilla.

Presté atención a lo dicho pues al parecer ambos gozaban de transporte, ¿Porqué entonces me mostraba tan distinta? prefiriendo ver los paisajes, sintiéndolos y viviéndolos como si fuese parte de ellos; teniendo la nariz completamente roja estaba lejos de impedirme en hacerme cesar frente a mirar los árboles blanquizcos, los techos plasmados de tinta blanca asumiendo el paisaje de leves algodones esponjados. Si, al tacto eran helados hacían titiritar aquellas pequeñas partículas pero sin duda eran maravillosas.

-Creo que entonces cederé a vuestros deseos, como bien menciona monsieur Kendal vos debéis venir cansada por tantas horas dento del carruaje si gustáis tendremos muchos días en adelante por conocer de París tanto que podremos sentirlo correr por vuestras venas y si usted caballero os gusta acompañar el menos puedo deciros estaré gratamente complacida así podéis conocer mi residencia después se halla casi en el centro ahora que invadiré vuestro hogar trataré de no ser una lata - musité algo pensativa viendo como ella comenzaba a caminar. A unos cuantos pasos una mujer algo anciana comenzó a despepitar más prontamente guardó silencio cuando nos vio a lado del joven.

La señora Pitsbull como la había presentado parecía ser sumamente dulce y con carácter dispuesto para someter a tal caballero; no pude evitar reír ante el comentario pronunciado de casi estar congeladas, la verdad no se equivocaba, parecíamos esculturas en hielo un poco modernizadas con humanos dentro, los cabellos comenzaron a endurecerse al respecto, tomé un pedazo mirándolo distraídamente.

-Sin duda monsieur Kendal creo que esta mujer tiene más armas para hablar que cualquier dama que haya conocido- murmuré mirándola, pero miré sus ojos adentrándome en ellos sintiendo curiosidad por saber de ella, salí de los pensamientos cuando él dijo algo sobre no ser atractivo, la respuesta de la nana fue aún mejor.

Sin duda parecía una relación forjada en la confianza con amor de por medio sin ser difícil demostrarlo, miré a Lisa por su comentario anterior.

-Lisa, en efecto, París es un sitio sumamente helado pero deberiáis mirar los amaneceres con el sol saliendo en el norte, en este caso concentraros en la noche, el silencio, las montañas hablando por sí solas dándonos uno de los regalos más asombrosos de la naturaleza tal como esto- sentencié alzando las manos señalando todo ese espectacular paraje.

Miré algo dubitativa a Rose, estaba tan perdido en su mundo como solía hacerlo, tomé del brazo a Lisa como si fuésemos grandes amigas, no me inquietaba en lo absoluto estar con ella de ese modo; a fin de cuentas éramos nuevas relativamente, ella me agradaba pues pensé que tampoco sería tan descabellada la idea de poseer una amiga por estos lugares. Entre tanta distracción recordé que traía una barra de chocolate en mi bolsito, la saqué partiéndola exactamente en cuatro.

-Si no quita el frío al menos hará que lo ovidemos- les dije a los tres quitándome suavemente el guante tapando mi mano; un gesto travieso caminó sobre mi cabeza, antes de subirme no desperdiciaría la oportunidad en lo absoluto. Disimuladamente mi mano había terminado en la nieve formando una pequeña bolita que fue a dar a la cabeza del chico, alcé los hombros con gesto inocente entremezclado con angelical.

- He de mencionaros, no me he percatado de quién ha cometido tal delito ¿Lisa, usted habéis visto al culpable?- le pregunté bromista sin soltarla, estaba convirtiéndome de nuevo en una adolescente no parando se sonreír, extrañamente, me sentía muy feliz, estaba cómoda pero también había sentimientos encontrados. Pasaría la noche en un sitio desconocido dónde al parecer el sentido hogareño se hacía bastante presente, era algo de lo que tenía años sin vivirlo. Mi experienci a como humana era anormal a las demás vidas pues mi padre estaba condenano a vivir en la eternidad, yo debía tomar una decisión pronto.

Los miré a ambos, Lisa poseía un gran rubor sobre su rostro debido al frío, aún así despertaba ternura, calidez sobre su persona por la grandeza de su corazón a simple vista mirando a Kendal era indiscutiblemente atrayente a la pupila femenina, alto, garboso, se estaba mostrando atento combinado con hospitalario algo poco común sin duda.

Después, medité sobre lo dicho por su nana aquellos lugares desechos, sin cuidados pertinentes para recibir a su clientela llamábanse hoteles cobrando grandes cantidades por apenas brindar un servicio medio bueno con comida bastante desagradable. Cerré los ojos pensando en las cantidades de historias relatadas en aquellos cuartos, muchas leyendas podían salir también aventuras atrapadas inquietantes. Volví abrirlos observando cándidamente todo a mi alrededor pensé en irme con calma pues para este instante yo estaba viviendo mi propia aventura sin querer negarlo me llegué a la conclusión de amar ser humana, escuchar mi corazón, sentir mi respiración tranquila o acelerada sonreír sin sentir amenzada por matar, por otro lado ese hombre amándome y protegiéndome como todo padre a su hija suplicábame por compartir a su lado el efímero tiempo, estaba confundida ahora sólo me propuse olvidar y disfrutar...

(nota: lamento la demora, puente vacacional en mi estado)


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