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AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Historias en la Cripta~[Lyan Adonay]
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Historias en la Cripta~[Lyan Adonay]
por Moira Andersen Dom Sep 25, 2011 7:11 pm
-Qué melancólico resulta todo en un día como hoy. ¿Será la esencia natural de este sitio o he venido en un mal día...?-.
Divagué a medida que divisaba el cielo encapotado de nubes, y jugueteaba con las puntas de los zapatos revolviendo las hojas secas que rodeaban el banco en que me había sentado. Reflexioné durante un segundo acerca de las diferencias entre el dulce, soleado Père-Lachaise y el cementerio en que me encontraba ahora, tan solemne y taciturno.
No puedo evitar tender a lo soleado por lo general, pero había algo en ese lugar que me resultaba fascinante. Ese aire regio y romántico a la vez.
Me puse en pie de un salto haciendo crujir el manto orgánico bajo mis pies,y me dispuse a seguir recorriendo los magníficos panteones que olían a musgo y a nostalgia.
Mármoles fúnebres, ángeles hastiados, todo me resultaba tan poético...
Leí los nombres grabados, y comencé a imaginar los maravillosos romances y vivencias de sus residentes. Desenguanté mi mano derecha y acaricié la tapa de una tumba alta que estaba algo apartada de las más céntricas.
El frío me hizo temblar, y me gustó esa sensación. Apreté la palma con ahínco hasta que estuvo totalmente plana contra la suave roca. Cerré los ojos, como si esa conexión física hubiera creado algún tipo de vínculo espiritual con el que podría ser partícipe del maravilloso pasado de algún difunto.
Sentí un escalofrío que me sacó del ensimismamiento en que me hallaba y al abrir los ojos vi, a escasos metros de mí, un muchacho joven que me observaba.
Sobresaltada, quité mi mano con rapidez y me volví a colocar el guante con torpeza.
-Oh, qué bochorno...- murmuré sonrojada, lo suficientemente alto como para que el desconocido me pudiera escuchar. -No crea que soy descortés o que desvarío, es sólo que... De veras, lo siento mucho-.
Divagué a medida que divisaba el cielo encapotado de nubes, y jugueteaba con las puntas de los zapatos revolviendo las hojas secas que rodeaban el banco en que me había sentado. Reflexioné durante un segundo acerca de las diferencias entre el dulce, soleado Père-Lachaise y el cementerio en que me encontraba ahora, tan solemne y taciturno.
No puedo evitar tender a lo soleado por lo general, pero había algo en ese lugar que me resultaba fascinante. Ese aire regio y romántico a la vez.
Me puse en pie de un salto haciendo crujir el manto orgánico bajo mis pies,y me dispuse a seguir recorriendo los magníficos panteones que olían a musgo y a nostalgia.
Mármoles fúnebres, ángeles hastiados, todo me resultaba tan poético...
Leí los nombres grabados, y comencé a imaginar los maravillosos romances y vivencias de sus residentes. Desenguanté mi mano derecha y acaricié la tapa de una tumba alta que estaba algo apartada de las más céntricas.
El frío me hizo temblar, y me gustó esa sensación. Apreté la palma con ahínco hasta que estuvo totalmente plana contra la suave roca. Cerré los ojos, como si esa conexión física hubiera creado algún tipo de vínculo espiritual con el que podría ser partícipe del maravilloso pasado de algún difunto.
Sentí un escalofrío que me sacó del ensimismamiento en que me hallaba y al abrir los ojos vi, a escasos metros de mí, un muchacho joven que me observaba.
Sobresaltada, quité mi mano con rapidez y me volví a colocar el guante con torpeza.
-Oh, qué bochorno...- murmuré sonrojada, lo suficientemente alto como para que el desconocido me pudiera escuchar. -No crea que soy descortés o que desvarío, es sólo que... De veras, lo siento mucho-.
Moira Andersen- Humano Clase Alta
- Mensajes : 24
Fecha de inscripción : 12/09/2011
Localización : El Foyer de danza de la Ópera Garnier
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