Por fin de vuelta (libre)

por **Regine Kardec** Miér Sep 28, 2011 9:21 pm

-Nada como estar en casa – pensó mientras admiraba las voluptuosas formas que se dibujaban por la tarde en París. Un hermoso vestido color durazno abrazaba sus exquisitas formas y el corsé ajustado resaltaba la forma de sus senos. Su cabello abrazaba como cascada sus hombros contenido solamente por el enorme sombrero coronado de flores del mismo color de su ropaje. Algún sirviente más de la mansión la acompañaba unos pasos atrás mientras sostenía una sombrilla decorada con encajes por encima de su cabeza, no sin esfuerzo ya que su estatura era prominente, para guardarla del sol.

El sol bañaba las calles, soberbio, como si no llegara el momento en que inevitablemente fuera consumido por la dulce oscuridad. Ella caminaba con la barbilla alta, moviendo rítmicamente la cadera de derecha izquierda con la mayor delicadeza que puede verse en una mujer, saludando de cuando en cuando a las personas que agitaban su mano con el propósito de sentirse reconocidas. Otras tantas murmuraban cuando creían que Regine no las miraba, y fuera de provocarle algún tipo de rencor, le complacía saber que el largo viaje que habían realizado recientemente su padre y ella no había causado que las habladurías en torno a su familia cesaran. Siempre había encontrado un placer, casi morboso, en encontrarse en la boca de todos, para bien o para mal, aunque predominara la segunda.

Un hombre congraciado con su padre se acercó hasta ella, para intercambiar palabras corteses y para saciar su curiosidad concerniendo la razón de nuestro viaje. – Claro es un placer estar de vuelta, y por supuesto, mi padre a regresado conmigo- le dijo al hombre, su voz resonó como el tintineo delicioso de pequeñas campanas. Ella estiró la mano y permitió que el hombre la besara, para después despedirse con una muy discreta reverencia. Siguió caminando por ahí, sin muchas intenciones más que demostrarle a todo el mundo que había regresado, más hermosa y orgullosa de su condición que nunca.

Notó que una persona la miraba desde que había comenzado su paseo, lo cual no le pareció extraño hasta que aquella criatura se acercó y le dijo –¿No eres tu la…?- y cortó la frase, Regine volteó el cuerpo hasta encararlo y lo miró bajando solo la mirada, esperando. -¿No eres tu…? –Volvió a decir la persona de nuevo sin terminar. –Mi nombre es Regine Kardec – le dijo con un tono de voz frío e indiferente - ¿Puedo ayudarte? –