Un primer encuentro algo agitado(Aurôra)

Necesitaba encontrar algo, alguien, no sabía muy bien el qué, pero no se sentía capaz de quedarse en ninguna parte, por lo que Zulema se dio cuenta de que se estaba volviendo liberal como una gitana. Necesitaba libertad, salir y contemplar las calles de París, por lo que no podía dejarse capturar por aquellos que podrían llevarla a un hospicio. Por lo menos sabía que podía confiar en Jacqueline, pero desgraciadamente Zulema había tropezado dos veces con la misma piedra y se había vuelto a perder.
Llevaba el mismo vestido verde esmeralda de los últimos días, pero ya no estaba tan arrugado y sucio como antes, más bien parecía estar algo gastado, pero por lo demás estaba perfecto. Correteó un poco entre la gente para confundirse mejor entre ella, pues odiaría ser descubierta por quién no debía. No tenía ni idea de adónde podría ir y qué es lo que haría para comenzar a hacer algo por su vida, algo que no fuese robar o...algo que era infinitamente peor de lo que ella se imaginaba, algo que ella no entendía todavía.
Aún así estaba demasiado distraída observando todo lo que había a su alrededor como para sentirse demasiado triste, o dejarse llevar por la magnitud de la pérdida que había sufrido, al menos por el momento...¡era todo tan interesante! Zulema no tenía ni idea de que París podía ser tan infinatemente interesante y llena de vida. A Zulema le fascinaban los lugares llenos de tanta actividad, las gentes ricamente vestidas, las conversaciones, los espectáculos callejeros, los edificios...era todo sencillamente delicioso.
Pero de todos modos seguía echando de menos su antigua vida. Amaba el bosque en el que había vivido con sus padres, aquellos dos brujos tan poderosos que...habían caído de aquella forma. Al pensar en ello una lágrima se escapó de los ojos de Zulema, quién se limpió la lagrimilla con la mano, tratando de ser fuerte. Apretó los labios, pensando en la decisión que había tomado hacía ya días.
Y fue entonces cuando alguien la encontró.
Al principio pensó que quizás fuese Jacqueline, por lo que sonrió y se giró para ver quién estaba detrás de ella, pero luego se dio cuenta de que era alguien a quién no se esperaba, pero que conocía demasiado bien...
Era uno de los cazadores que mataron a sus padres.
Zulema, a pesar de su insensatez natural, no se quedó a contemplar con asombro al asesino ni a lanzarse encima suya para sofocar su rabia. Simplemente se limitó a gritar y a salir corriendo como si la persiguiese el mismísimo diablo.
Aunque claro, probablemente así era. Zulema deseó con todas sus fuerzas poder hacer lo mismo que hacían sus padres, usar esa magia que tan útil les había sido, pero desgraciadamente no podía. Porque era una niña, ¡solamente una niña!
Maldita sea...
Zulema se abría paso entre la gente y trataba de confundirse entre ella con la esperanza de que alguien la salvara. No le gustaba ser de esas que están en apuros. Pero desgraciadamente así estaba.