AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Un agitado momento [privado/ruggero]
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Un agitado momento [privado/ruggero]
Nietzsche escribió, "El individuo siempre ha tenido que luchar para evitar ser dominado por la tribu."
Los ojos de la chica se perdieron en el vacío, eran azules como las profundidades del mar, y oscuros como las aguas avísales, cubiertos de los rayos del sol estos ojos misteriosos mostraban lo distraída que estaba pensando en sus problemas, a ella no le gustaba andar afuera de su casa durante la noche, pero por culpa del trabajo había tenido que verse obligada a estar en las calles después de que el sol cállese, esa semana especialmente se encontraba alterada, un par de caballos se enfermaron de modo que tuvo que permanecer fuera incluso hasta la madrugada, y el viaje de regreso fue una pesadilla en vivo.
Pero hoy las cosas serian diferentes ya que era su día libre, lo cual no significaba realmente que pusiese descansar, pues viviendo en un sitio tan retirado le resultaba casi imposible surtirse de una despensa durante los días hábiles, pero podía levantarse temprano y volver antes de que la noche apareciese, ella tenia suficiente dinero ahorrado para contratar a alguien que se encargara de todo eso, sin embargo nuevamente se negaba a dejar que alguien extraño se metiera en su vida, suspiro, además estaba nuevamente el inconveniente de que la mayoría de las personas no deseaban tener un trabajo en el que tuviesen que viajar constantemente a un cementerio.
“Piénsalo Miranda Prishcop, ¿Cuál seria la solución perfecta?” Se pregunto, sabia la respuesta, tenia que dejar su trabajo, pero le tenia demasiado aprecio a su jefe como para hacerlo, además le gustaba lo que hacia y se divertía en los establos, “¿Quizás en serio necesitas contratar aun cochero ¿O puedes aguantar así mucho tiempo mas?” La respuesta llego enseguida cuando vio a la gente correr a su alrededor peleando por las ofertas, no, no quería a esa gente entrometerse en su vida privada, mucho menos alguien que criticara su forma de vestir o comportarse, ella era alguien abierta a comentarios, quejas o sugerencias acerca de su comportamiento, no era una persona que callera rápidamente en provocaciones, pero cuando se tocaban esos temas la gente solía ser bastante cruda.
- Quiero manzanas, me gustan mas las rojas que las verdes así que si puede que sean solo esas, además quiero peras, uvas y ¿Seria tan amable de decirme donde venden el queso? Si puede también dígame donde venden veneno para ratas, hay una gran población en mi casa y quiero acabar con ellas lo mas rápido posible-El hombre la atendió rápidamente mirándola extrañado, ella tenia encima las ropas propias de un hombre, pantalones, camisa y el típico saquillo café, su cabello se encontraba atado en una simple coleta la cual dejaba escapar varios rebeldes mechones, los cuales se posaban desordenados sobre su rostro, debido a que no era una mujer muy exuberante a primera vista era difícil notar si se trataba de una chica o un chico muy hermoso, sin embargo su voz la delataba por completo.
Miranda tomo sus cosas girándose de inmediato, no le gustaba el mercado porque era un sitio donde podía verse una gran cantidad de personas, tantas que la hacían sentirse afectada, tenia ganas de salir rápidamente del escrutinio publico, sus pasos avanzaron sobre la tierra llena de hojas secas y hierba sin cortar, la gente gritaba y se movía rápidamente, Miranda suspiro “Cálmate Miranda Priscop ¿Cuántas veces tienes que repetírtelo para realmente hacerlo?”. Un jalón fue suficiente para que Miranda cerrara los ojos y suspirara fuertemente
- Ladrón! Un maldito ladrón!-Grito la chica echándose a correr detrás de el hombre que acababa de arrancarle la cesta de frutas del brazo, a ella no le faltaba el dinero, pero todo lo que tenia se lo había ganado con su trabajo, sonrió esquivando a la gente apenas por un cabello, por cosas como esas las mujeres debían llevar siempre pantalones en lugar de pavorosos vestidos, se repetía Miranda mientras trataba de no perder de vista al rufián.
Miranda Nightleaf- Humano Clase Media
- Mensajes : 19
Fecha de inscripción : 24/01/2013
Re: Un agitado momento [privado/ruggero]
Estella había caído enferma y Chiara había encargado a su amado esposo traer la despensa... - ¿Cómo se podía negar él a la persona que más amaba? -, por supuesto que ella hubiera deseado acompañarle pero Estella no se lo había permitido, era muy sobre protectora y en el estado avanzado de Chiara todo le parecía peligroso y Ruggero caía en las órdenes de su querida ama de llaves, después de todo no quería que su esposa como los hijos que de él ella esperaba, se pusieran en peligro por satisfacer un capricho de la mujer a la que más amaba por mucho que lo doliera al mismo Ruggero.
Llegó al mercado, él no era el típico hombre de clase alta que se sintiera rebajado al convivir como ahora, con la clase media o la baja, no, él había sido un mortal y despiadado inquisidor, un demonio que Chiara había purificado. por ello, se movía entre las masas cómodo.
Se plantó ante un puesto de frutas, tenía una lista muy larga y aunque parecería imposible que él llevara todo lo que le habían escrito en aquel pedazo de papel, pero no para Ruggero, no para él que tomaría un coche y pensar en ello le hizo sonreír. Levantó la mano para hacer el primer pedido pero entonces se le cruzó una anciana, - Disculpe - dijo como sí él hubiera tenido la culpa. Pronto dos mujeres más se le adelantaron y cuando menos se percató ya estaba afuera, el ex inquisidor río, le iba a ser difícil es empresa, que interesante.
No quiso quedarse en ese puesto por lo que caminó a otra zona del mercado cuando escuchó con claridad la palabra ladrón. El ex inquisidor miró a todas direcciones y vio como un hombre corría con un canasto lleno, seguramente se trataba de él.
- Por los viejos tiempos - Ruggero comenzó a correr detrás de él y al estar cerca se arrojó a él derribándole. El cesto cayó con todo su contenido, el ladrón intentó defenderse soltando burdos golpes a Ruggero, sin saber la experiencia del ex inquisidor, rápidamente lo sometió y lo dejó inconsciente. Para ese momento la mujer ya había llegado a ellos. - Oh disculpeme, he sido muy torpe y su mandado se ha echado a perder - el ex inquisidor pensó en irse pero pensó en su amada y para ella no le parecería correcto, si Ruggero había cometido un error tenía que remediarlo. - ¿Sabe?, permita que reponga todo lo que se cayó, hoy me tocaron las compras y no se como desenvolverme es otro mundo para mí. De esa forma puedo yo también aprovechar para comprar algo que esto es una guerra -
Llegó al mercado, él no era el típico hombre de clase alta que se sintiera rebajado al convivir como ahora, con la clase media o la baja, no, él había sido un mortal y despiadado inquisidor, un demonio que Chiara había purificado. por ello, se movía entre las masas cómodo.
Se plantó ante un puesto de frutas, tenía una lista muy larga y aunque parecería imposible que él llevara todo lo que le habían escrito en aquel pedazo de papel, pero no para Ruggero, no para él que tomaría un coche y pensar en ello le hizo sonreír. Levantó la mano para hacer el primer pedido pero entonces se le cruzó una anciana, - Disculpe - dijo como sí él hubiera tenido la culpa. Pronto dos mujeres más se le adelantaron y cuando menos se percató ya estaba afuera, el ex inquisidor río, le iba a ser difícil es empresa, que interesante.
No quiso quedarse en ese puesto por lo que caminó a otra zona del mercado cuando escuchó con claridad la palabra ladrón. El ex inquisidor miró a todas direcciones y vio como un hombre corría con un canasto lleno, seguramente se trataba de él.
- Por los viejos tiempos - Ruggero comenzó a correr detrás de él y al estar cerca se arrojó a él derribándole. El cesto cayó con todo su contenido, el ladrón intentó defenderse soltando burdos golpes a Ruggero, sin saber la experiencia del ex inquisidor, rápidamente lo sometió y lo dejó inconsciente. Para ese momento la mujer ya había llegado a ellos. - Oh disculpeme, he sido muy torpe y su mandado se ha echado a perder - el ex inquisidor pensó en irse pero pensó en su amada y para ella no le parecería correcto, si Ruggero había cometido un error tenía que remediarlo. - ¿Sabe?, permita que reponga todo lo que se cayó, hoy me tocaron las compras y no se como desenvolverme es otro mundo para mí. De esa forma puedo yo también aprovechar para comprar algo que esto es una guerra -
Ruggero Rosso- Inquisidor Clase Alta
- Mensajes : 175
Fecha de inscripción : 18/08/2012
Edad : 37
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Re: Un agitado momento [privado/ruggero]
¿Cuál era el punto de ser una mujer en una sociedad meramente machista? Nacer como el eslabón mas débil dela cadena alimenticia resultaba en ocasiones un asunto bastante agobiante, necesitaba un tiempo largo y tendido para encontrar una respuesta que satisficiera su ímpetu, sin embargo se negaba a buscarla porque sabia que dicha respuesta simplemente no existía, por ello se apaciguaba con la idea que le decía que al parecer nació en un mal momento de la historia, precisamente en ese caótico instante en el que nada era lo que parecía y donde la criatura mas inocente podía resultar se una maldita alimaña del demonio, también justo en el instante el que la pureza y decencia se marcaban por tu apariencia y no por tu carácter, que es como debería ser.
Para Miranda Prishcop resultaba una verdadera lata el ser una chica diferente de entre el resto de las damas, en realidad es cierto que nadie en el mundo es igual, nadie pensaba de la misma manera y todos tenían algo que los distinguía del resto de las personas, pero ella era demasiado diferente, generalmente cuando eso sucedía había de dos sopas, todos te admiraban o todos te despreciaban, ella no tenia el dinero suficiente como para pertenecer a la primera pero tampoco le resultaba atractiva la idea de serlo, sin embargo el ser de la segunda la había dejado en esta situación, corriendo como una tonta detrás de un hombre que decidió robarle el canasto de las compras.
Su rostro estaba tan fruncido que una mueca bastante peculiar se formo en su rostro, sin embargo esta desapareció en el instante en que un tercero entro en escena, se trataba de un hombre joven, quizás en la treintena, quien se había lanzado en la ayuda de la joven muchacha, ella no estaba acostumbrada a eso, generalmente se las arreglaba sola cuando se encontraba fuera de casa, la gente de afuera no era muy amable y sus conocidos tenían bastante claro que Miranda Priscop no era una damisela en apuros, la mayoría se equivocaba con sus impresiones llevándolas al los extremos, Miranda Prishcop era por sobre todas las cosas una mujer, una mujer que quería ser independiente, alguien que deseaba sentirse libre, sin embargo ella no renuncio a su feminidad por ello, mejor dicho, ella había sido prácticamente orillada a renunciar a ella para poder seguir llevando la clase de vida que ahora tenia.
- ¡Oh!-Exclamo sorprendida la chica llevándose las manos a la boca con una mueca de sorpresa al ver como el ladrón era sometido fácilmente al tiempo que un dejo de envidia con un toque de admiración recorría su estomago, para ella probablemente seria un poco difícil hacer algo como aquello teniendo en cuenta la inferioridad física que las mujeres poseían con los hombres- No se preocupe…-Exclamo dirigiendo la mirada hacia su fruta, era una lastima verla desperdiciada sin embargo se consoló pensando que de igual forma terminaría perdiéndola si el hombre no hubiese intervenido- Le tomare la palabra…-Exclamo con seriedad y levantando la vista hacia él, Miranda Prishcop no era conocida precisamente por su buen humor aunque tampoco por ser gruñona, seria mas correcto decir que la seriedad era su mayor aliada- Porque usted no parece el tipo de persona que se mete en el mercado a comprar su propia comida…Por cierto, gracias por la ayuda, generalmente eso no me pasa-Termino entonces sonriendo un poco de manera comprensiva, aquel hombre le recordaba un poco a su jefe, de buen corazón y experto en su rama pero un completo torpe en otros ámbitos.
Para Miranda Prishcop resultaba una verdadera lata el ser una chica diferente de entre el resto de las damas, en realidad es cierto que nadie en el mundo es igual, nadie pensaba de la misma manera y todos tenían algo que los distinguía del resto de las personas, pero ella era demasiado diferente, generalmente cuando eso sucedía había de dos sopas, todos te admiraban o todos te despreciaban, ella no tenia el dinero suficiente como para pertenecer a la primera pero tampoco le resultaba atractiva la idea de serlo, sin embargo el ser de la segunda la había dejado en esta situación, corriendo como una tonta detrás de un hombre que decidió robarle el canasto de las compras.
Su rostro estaba tan fruncido que una mueca bastante peculiar se formo en su rostro, sin embargo esta desapareció en el instante en que un tercero entro en escena, se trataba de un hombre joven, quizás en la treintena, quien se había lanzado en la ayuda de la joven muchacha, ella no estaba acostumbrada a eso, generalmente se las arreglaba sola cuando se encontraba fuera de casa, la gente de afuera no era muy amable y sus conocidos tenían bastante claro que Miranda Priscop no era una damisela en apuros, la mayoría se equivocaba con sus impresiones llevándolas al los extremos, Miranda Prishcop era por sobre todas las cosas una mujer, una mujer que quería ser independiente, alguien que deseaba sentirse libre, sin embargo ella no renuncio a su feminidad por ello, mejor dicho, ella había sido prácticamente orillada a renunciar a ella para poder seguir llevando la clase de vida que ahora tenia.
- ¡Oh!-Exclamo sorprendida la chica llevándose las manos a la boca con una mueca de sorpresa al ver como el ladrón era sometido fácilmente al tiempo que un dejo de envidia con un toque de admiración recorría su estomago, para ella probablemente seria un poco difícil hacer algo como aquello teniendo en cuenta la inferioridad física que las mujeres poseían con los hombres- No se preocupe…-Exclamo dirigiendo la mirada hacia su fruta, era una lastima verla desperdiciada sin embargo se consoló pensando que de igual forma terminaría perdiéndola si el hombre no hubiese intervenido- Le tomare la palabra…-Exclamo con seriedad y levantando la vista hacia él, Miranda Prishcop no era conocida precisamente por su buen humor aunque tampoco por ser gruñona, seria mas correcto decir que la seriedad era su mayor aliada- Porque usted no parece el tipo de persona que se mete en el mercado a comprar su propia comida…Por cierto, gracias por la ayuda, generalmente eso no me pasa-Termino entonces sonriendo un poco de manera comprensiva, aquel hombre le recordaba un poco a su jefe, de buen corazón y experto en su rama pero un completo torpe en otros ámbitos.
Miranda Nightleaf- Humano Clase Media
- Mensajes : 19
Fecha de inscripción : 24/01/2013
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