AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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{Flashback} Un inquisidor llamado Ruggero Rosso [Privado, posible +18]
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{Flashback} Un inquisidor llamado Ruggero Rosso [Privado, posible +18]
Una noche más llegaba, otro día para satisfacer los deseos de algún hombre. Últimamente había tenido suerte, no solamente apuestos, sino también adinerados hombres me habían escogido; economistas, comerciantes, etc. Y hoy esperaba que no fuera la excepción.
Pese al tiempo que ya llevaba en el lugar no gozaba de privilegios como el de rechazar clientes, no, tenía que someterme a cualquiera que me eligiera, así fuera un borracho, patán y gordo hombre que en un día de suerte hubiera asesinado a un hombre rico y derrochara el dinero en vino y mujeres, ay, lo triste era que mi belleza los atraía. Los odiaba, los detestaba, varias veces resulté golpeada y como si fuera mi culpa se me había castigado, que injusticia, que rabia sentía entonces. Pero todo era pasado, un suspiro del tiempo y que sin embargo, albergaba rencor en mi corazón... Rencor hacía un hombre, no, hacía un monstruo, a un vampiro que me hizo su juguete y después sin escrúpulos me abandonara aquí, en esta casa a trabajar ofreciendo mi cuerpo.
La noche transcurría y yo sentada en la barra esperaba a que alguien me tomara, si bien es cierto que como muchas yo también tendría que buscar a un hombre y no que me buscara, hoy estaba cansada, y es que hoy se cumplía un año más en este burdel, como mi aniversario. Descansé mi codo en la barra y postré mi cabeza en la mano, mis gestos tristes eran dignos para ser plasmados en alguna pintura de Renoir u otro artista que en la casa de aquel vampiro abundaban. Y otra vez, otra vez pensar en ese vampiro.
Como deseaba escapar, buscarlo y matarle, ¿cómo pudo hacerme esto cuando lo amaba? No existía respuesta, nunca lo hubo, era eso lo que me hacía odiarlo, el no saber la razón aún torturaba mi corazón y es que ay cuanto la amaba, sólo Dios era testigo de mi amor para con él. Mi mirada se perdió, la música del pianoforte dejó de sonar para mí y de pronto vi la mansión y lo vi a él, al vampiro, el me poseía, me tomaba como hasta ahora nadie lo había hecho, me poseía con amor, no solamente con deseo como cualquier hombre del burdel. Esa era la gran diferencia entre el vampiro y el resto de los hombres, -¿podré encontrar el amor, podrá alguien amarme?- era algo que indudablemente añoraba, mi príncipe azul, vaya fantasía.
Regresé al ambiente, ya me habían servido un trago, era mi aniversario de cualquier forma sería atendida por mis amigas y amigos de este local, lo que pese a todo me reconfortaba. Di un sorbo y esperé, deseando no tener que trabajar ese día, deseándolo con el corazón.
Pese al tiempo que ya llevaba en el lugar no gozaba de privilegios como el de rechazar clientes, no, tenía que someterme a cualquiera que me eligiera, así fuera un borracho, patán y gordo hombre que en un día de suerte hubiera asesinado a un hombre rico y derrochara el dinero en vino y mujeres, ay, lo triste era que mi belleza los atraía. Los odiaba, los detestaba, varias veces resulté golpeada y como si fuera mi culpa se me había castigado, que injusticia, que rabia sentía entonces. Pero todo era pasado, un suspiro del tiempo y que sin embargo, albergaba rencor en mi corazón... Rencor hacía un hombre, no, hacía un monstruo, a un vampiro que me hizo su juguete y después sin escrúpulos me abandonara aquí, en esta casa a trabajar ofreciendo mi cuerpo.
La noche transcurría y yo sentada en la barra esperaba a que alguien me tomara, si bien es cierto que como muchas yo también tendría que buscar a un hombre y no que me buscara, hoy estaba cansada, y es que hoy se cumplía un año más en este burdel, como mi aniversario. Descansé mi codo en la barra y postré mi cabeza en la mano, mis gestos tristes eran dignos para ser plasmados en alguna pintura de Renoir u otro artista que en la casa de aquel vampiro abundaban. Y otra vez, otra vez pensar en ese vampiro.
Como deseaba escapar, buscarlo y matarle, ¿cómo pudo hacerme esto cuando lo amaba? No existía respuesta, nunca lo hubo, era eso lo que me hacía odiarlo, el no saber la razón aún torturaba mi corazón y es que ay cuanto la amaba, sólo Dios era testigo de mi amor para con él. Mi mirada se perdió, la música del pianoforte dejó de sonar para mí y de pronto vi la mansión y lo vi a él, al vampiro, el me poseía, me tomaba como hasta ahora nadie lo había hecho, me poseía con amor, no solamente con deseo como cualquier hombre del burdel. Esa era la gran diferencia entre el vampiro y el resto de los hombres, -¿podré encontrar el amor, podrá alguien amarme?- era algo que indudablemente añoraba, mi príncipe azul, vaya fantasía.
Regresé al ambiente, ya me habían servido un trago, era mi aniversario de cualquier forma sería atendida por mis amigas y amigos de este local, lo que pese a todo me reconfortaba. Di un sorbo y esperé, deseando no tener que trabajar ese día, deseándolo con el corazón.
Alexês Nyíri- Vampiro Clase Alta
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Re: {Flashback} Un inquisidor llamado Ruggero Rosso [Privado, posible +18]
El orgulloso inquisidor volvía a París, su llegada no se debía a placer, no estaba por voluntad propia pero sin duda siempre aprovechaba esa oportunidad para beber y descansar con el calor de una mujer.
En esa noche no importaba la razón de su estancia en la ciudad de luz, lo que importaría sería lo que haría y todo mundo que lo conocía sabía donde lo encontraría si se le buscara... En un burdel.
Ruggero era un inquisidor diferente, él creía que no se necesitaba ser casto para servir a Dios, es más, satisfaciendo los deseos hacía que el hombre trabajara mejor. Un debate con sus superiores que le permitían hacer lo que quisiese pero que no estaban de acuerdo y claro, el inquisidor no tenía permitido "corromper a otros" con lo mismo; aunque a Ruggero no le interesaba que sus iguales cedieran a los placeres carnales, dentro de la orden era bien sabido que existían relaciones entre mismos inquisidores, lo escandaloso con él tal vez eran los burdeles y la manía de estar con diferentes mujeres.
Muchos que analizaban la actitud del inquisidor no alcanzaban a comprender su mentalidad, ¿cómo alguien que había desertado por una mujer. Después de muerta buscaba refugio en burdeles? Entrar en la mente del inquisidor no era fácil, al menos no psicológicamente, pues los condenados no tenían problemas y poco les importaba lo qué él hiciera o dejase de hacer.
Hoy Ruggero se había decidido por un nuevo burdel, el corazón de Ruggero le ordenaba acostarse con mujeres diferentes por una razón que prefería no compartir... No volver a enamorarse, no reemplazaría a Jade por otra, no entregaría a nadie más el amor que Jade recibió en aquellos años de completa felicidad y cuando embriagado por el vino Ruggero recordaba eso, lloraba desconsolado como un niño, lo único que lo relajaba, que lo hacía olvidarse del terror que ocasionaba eran ellas.
Normalmente Ruggero no se interesaba en saber el nombre del burdel al que entraba, pero extrañamente esa noche lo hizo, la atmósfera de la fachada le agrado, la música del pianoforte era amena. Así, al compás de una original melodía, Ruggero ingresó al burdel. Como un cazador, un asechador los ojos del inquisidor analizaron el ambiente. El lugar gozaba de instalaciones dignas de la realeza y las cortesanas eran hermosas, el cuerpo del inquisidor reacción a la estimulación que su mente comenzaba a desarrollar, la excitación de verse en la cama con una o dos cortesanas era de lo más placentero.
Ruggero dio unos pasos hacía adelante, no por voluntad propia sino por un empujón que recibió al que no reaccionó, pues él lo había provocado al obstaculizar la entrada. Y comenzó andar, al fondo una morena, quizás de descendencia morena le coqueteaba, sí aquella mujer lo complacería esa noche. Fue entonces que la vio, de perfil y con el cabello dorado, era... ¿Jade?
El inquisidor se congeló y un frío le recorrió el cuerpo, por primera vez creía ver a su ex esposa en otra mujer, en una cortesana. Pero era sin duda idéntica, salvo el color de su cabello, a la amada de Ruggero, el corazón se le agitó y las lágrimas vencieron su voluntad y salieron. - Dios, ¿acaso cruzas a esta mujer igual a mi amada esposa que en gloria esté para torturarme? - casi oró mientras se acercaba a ese rostro triste, - No, ¿soy yo el que está equivocado, la acercaste a mí para apaciguar mi sufrimiento? - el llanto del inquisidor se había desvanecido para cuando llegó y se sentó frente a la mujer que compartía las mismas facciones que su esposa muerta y cuando ésta le dedicó un par de palabras a Ruggero se le hizo un nudo en la garganta, era la misma voz de Jade, era como si hubiera sobrevivido y se hubiera teñido el cabello, el inquisidor estuvo a punto de perder la cordura y lanzarse a ella, abrazarla y colmarla de tiernos besos mientras le pedía perdón por fallarle. Sin embargo, con las palabras de cortesana Ruggero se calmó, comprendió que no era Jade.
- ¿Cómo es posible que una mujer tan hermosa como lo es usted no tiene aún un acompañante? - le tomó de la mano que había abandonado el vaso con la bebida a medio terminar, - oh, bella dama permitidme estar con usted esta noche. Su belleza me ha abrumado, me habéis conquistado el corazón - y le besó la mano, ansioso a la respuesta que la cortesana pudiera darle.
En esa noche no importaba la razón de su estancia en la ciudad de luz, lo que importaría sería lo que haría y todo mundo que lo conocía sabía donde lo encontraría si se le buscara... En un burdel.
Ruggero era un inquisidor diferente, él creía que no se necesitaba ser casto para servir a Dios, es más, satisfaciendo los deseos hacía que el hombre trabajara mejor. Un debate con sus superiores que le permitían hacer lo que quisiese pero que no estaban de acuerdo y claro, el inquisidor no tenía permitido "corromper a otros" con lo mismo; aunque a Ruggero no le interesaba que sus iguales cedieran a los placeres carnales, dentro de la orden era bien sabido que existían relaciones entre mismos inquisidores, lo escandaloso con él tal vez eran los burdeles y la manía de estar con diferentes mujeres.
Muchos que analizaban la actitud del inquisidor no alcanzaban a comprender su mentalidad, ¿cómo alguien que había desertado por una mujer. Después de muerta buscaba refugio en burdeles? Entrar en la mente del inquisidor no era fácil, al menos no psicológicamente, pues los condenados no tenían problemas y poco les importaba lo qué él hiciera o dejase de hacer.
Hoy Ruggero se había decidido por un nuevo burdel, el corazón de Ruggero le ordenaba acostarse con mujeres diferentes por una razón que prefería no compartir... No volver a enamorarse, no reemplazaría a Jade por otra, no entregaría a nadie más el amor que Jade recibió en aquellos años de completa felicidad y cuando embriagado por el vino Ruggero recordaba eso, lloraba desconsolado como un niño, lo único que lo relajaba, que lo hacía olvidarse del terror que ocasionaba eran ellas.
Normalmente Ruggero no se interesaba en saber el nombre del burdel al que entraba, pero extrañamente esa noche lo hizo, la atmósfera de la fachada le agrado, la música del pianoforte era amena. Así, al compás de una original melodía, Ruggero ingresó al burdel. Como un cazador, un asechador los ojos del inquisidor analizaron el ambiente. El lugar gozaba de instalaciones dignas de la realeza y las cortesanas eran hermosas, el cuerpo del inquisidor reacción a la estimulación que su mente comenzaba a desarrollar, la excitación de verse en la cama con una o dos cortesanas era de lo más placentero.
Ruggero dio unos pasos hacía adelante, no por voluntad propia sino por un empujón que recibió al que no reaccionó, pues él lo había provocado al obstaculizar la entrada. Y comenzó andar, al fondo una morena, quizás de descendencia morena le coqueteaba, sí aquella mujer lo complacería esa noche. Fue entonces que la vio, de perfil y con el cabello dorado, era... ¿Jade?
El inquisidor se congeló y un frío le recorrió el cuerpo, por primera vez creía ver a su ex esposa en otra mujer, en una cortesana. Pero era sin duda idéntica, salvo el color de su cabello, a la amada de Ruggero, el corazón se le agitó y las lágrimas vencieron su voluntad y salieron. - Dios, ¿acaso cruzas a esta mujer igual a mi amada esposa que en gloria esté para torturarme? - casi oró mientras se acercaba a ese rostro triste, - No, ¿soy yo el que está equivocado, la acercaste a mí para apaciguar mi sufrimiento? - el llanto del inquisidor se había desvanecido para cuando llegó y se sentó frente a la mujer que compartía las mismas facciones que su esposa muerta y cuando ésta le dedicó un par de palabras a Ruggero se le hizo un nudo en la garganta, era la misma voz de Jade, era como si hubiera sobrevivido y se hubiera teñido el cabello, el inquisidor estuvo a punto de perder la cordura y lanzarse a ella, abrazarla y colmarla de tiernos besos mientras le pedía perdón por fallarle. Sin embargo, con las palabras de cortesana Ruggero se calmó, comprendió que no era Jade.
- ¿Cómo es posible que una mujer tan hermosa como lo es usted no tiene aún un acompañante? - le tomó de la mano que había abandonado el vaso con la bebida a medio terminar, - oh, bella dama permitidme estar con usted esta noche. Su belleza me ha abrumado, me habéis conquistado el corazón - y le besó la mano, ansioso a la respuesta que la cortesana pudiera darle.
Ruggero Rosso- Inquisidor Clase Alta
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Re: {Flashback} Un inquisidor llamado Ruggero Rosso [Privado, posible +18]
Observé de reojo a un galante hombre que se acercaba, estaba convencida que me tomaría, pero era tan extraño, parecía que lloró, que importaba, quería estar sola y sin embargo, no pude levantarme, algo en mi hizo que lo esperara. Al fin llegó y se sentó enfrente de mí, la forma en la que me miraba me turbó, era como si me conociera, o más bien como si quisiera reconocerme de algún cruce del pasado. Yo no lo conocía, nunca lo había visto en el burdel pero la forma en la que sus ojos me contemplaban con familiaridad me dieron una esperanza, -¿y si me conoció en Escocia cuando era la prisionera/amante de ese vampiro?- si era así tenía que averiguarlo.
-Buenas noches Monsieur, no lo había visto por aquí antes-
Dije y con mis palabras pareció despertar de una ilusión, me di cuenta que me confundía con alguien y ya caía en la cuenta de que yo no era esa persona.
-Me halaga el cumplido extranjero, pero he de decirle que soy costosa si vos estas dispuesto a pagar-
Si la madamás me hubiera escuchado decir aquello seguramente recibiría un castigo, era una clara indirecta de dejarla en paz. Aunque la verdad era que deseaba que aquel hombre continuara con ella. Y ahora me dediqué a contemplarle, le coquetee ladeando mi cabeza con pereza, mi cabello cayó al costado y motivado por la gravedad acarició la barra; continué con mi seducción y llevé uno de mis dedos a la boca, lo succioné tan sólo una vez y lo liberé de mi boca, pestañeé con languidez esperando su respuesta, esperando una afirmación.
Me levanté de mi asiento y caminé hasta estar detrás de él, posé mis manos sobre el par de hombros masculinos, era un hombre musculoso, de esos cuerpos que son tallados por el trabajo, debajo de esa camisa me imaginaba una escultura y de pensarlo sonreí. Recargué mi cuerpo a suyo, dejando que mis pechos fueran presionados por mi propio peso sobre el de él.
-Tenga por seguro Monieur que soy buena compañía-
Le susurré al oído, mis labios alcanzaron a rozar el pómulo antes de reincorporarme y comenzar un masaje a esos tensos y endurecidos hombros, sometidos quizás a maltratos y vasto trabajo. Note como sus hombros se dejaron dominar por mis expertas manos, su cuerpo cedía y las sentí deseos acostarme con él, era la clase de hombres que me provocan atracción. La noche sería buena, él lo haría feliz.
No podía ver sus expresiones por completo pero note algo, sonreía lo que me dio pie a continuar, fui bajando mis manos por la amplia espalda y cerré mis ojos, lo imaginé desnudo y me excité, desee a ese hombre, tenía que ser mío y de pronto me arrepentí de mis palabras, sólo deseaba algo, no me obligara a rogarle ya que los deseos de posesión eran mayores en mí.
-Buenas noches Monsieur, no lo había visto por aquí antes-
Dije y con mis palabras pareció despertar de una ilusión, me di cuenta que me confundía con alguien y ya caía en la cuenta de que yo no era esa persona.
-Me halaga el cumplido extranjero, pero he de decirle que soy costosa si vos estas dispuesto a pagar-
Si la madamás me hubiera escuchado decir aquello seguramente recibiría un castigo, era una clara indirecta de dejarla en paz. Aunque la verdad era que deseaba que aquel hombre continuara con ella. Y ahora me dediqué a contemplarle, le coquetee ladeando mi cabeza con pereza, mi cabello cayó al costado y motivado por la gravedad acarició la barra; continué con mi seducción y llevé uno de mis dedos a la boca, lo succioné tan sólo una vez y lo liberé de mi boca, pestañeé con languidez esperando su respuesta, esperando una afirmación.
Me levanté de mi asiento y caminé hasta estar detrás de él, posé mis manos sobre el par de hombros masculinos, era un hombre musculoso, de esos cuerpos que son tallados por el trabajo, debajo de esa camisa me imaginaba una escultura y de pensarlo sonreí. Recargué mi cuerpo a suyo, dejando que mis pechos fueran presionados por mi propio peso sobre el de él.
-Tenga por seguro Monieur que soy buena compañía-
Le susurré al oído, mis labios alcanzaron a rozar el pómulo antes de reincorporarme y comenzar un masaje a esos tensos y endurecidos hombros, sometidos quizás a maltratos y vasto trabajo. Note como sus hombros se dejaron dominar por mis expertas manos, su cuerpo cedía y las sentí deseos acostarme con él, era la clase de hombres que me provocan atracción. La noche sería buena, él lo haría feliz.
No podía ver sus expresiones por completo pero note algo, sonreía lo que me dio pie a continuar, fui bajando mis manos por la amplia espalda y cerré mis ojos, lo imaginé desnudo y me excité, desee a ese hombre, tenía que ser mío y de pronto me arrepentí de mis palabras, sólo deseaba algo, no me obligara a rogarle ya que los deseos de posesión eran mayores en mí.
Alexês Nyíri- Vampiro Clase Alta
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Re: {Flashback} Un inquisidor llamado Ruggero Rosso [Privado, posible +18]
- ¿Extranjero? Sí lo soy - respondió el inquisidor siguiendo con sus ojos el movimiento de la cortesana, ésta comenzó a brindarle un masaje, aquella manos delgadas sobre sus hombros enfundados en su chaqueta recordaron los de Jade. Y más que un bello recuerdo, le pareció una tortura.
- Estoy seguro que vuestras manos pueden hacer otra cosa bella dama, no poseo francos pero no tengo dudas a que mis monedas de oro no tengan ningún valor - y de uno de los bolsillos de su chaqueta sacó una bolsa pequeña de piel llena de monedas y la depositó en la barra, - tienen el emblema real de Francia - y sacó una moneda para que la observara.
El masaje continuó, la cortesana no dijo nada, quizás esperaba que los hombros se liberaran totalmente de la tensión, luego, sus manos bajaron por la espalda, moldeando la figura y Ruggero olvidó el rostro de la mujer que estaba a su espalda, olvido el recuerdo de Jade y se embriagó por el olor a tabaco e inciensos que aderezaban el burdel, si, él estaba en un burdel y tomaría a la cortesana, la poseería de mil formas.
- Dime, ¿cuál es vuestro nombre? - y al decirlo el masaje terminó, Ruggero sintió el peso de ella sobre su cuerpo de nuevo, los pechos suaves y alzados por el escoté le excitaron, los labios de ella tocaron casi el pómulo de la oreja y en un susurró cálido lo pronunció con una voz tan sensual que hizo fantasear al inquisidor.
- Estoy seguro que vuestras manos pueden hacer otra cosa bella dama, no poseo francos pero no tengo dudas a que mis monedas de oro no tengan ningún valor - y de uno de los bolsillos de su chaqueta sacó una bolsa pequeña de piel llena de monedas y la depositó en la barra, - tienen el emblema real de Francia - y sacó una moneda para que la observara.
El masaje continuó, la cortesana no dijo nada, quizás esperaba que los hombros se liberaran totalmente de la tensión, luego, sus manos bajaron por la espalda, moldeando la figura y Ruggero olvidó el rostro de la mujer que estaba a su espalda, olvido el recuerdo de Jade y se embriagó por el olor a tabaco e inciensos que aderezaban el burdel, si, él estaba en un burdel y tomaría a la cortesana, la poseería de mil formas.
- Dime, ¿cuál es vuestro nombre? - y al decirlo el masaje terminó, Ruggero sintió el peso de ella sobre su cuerpo de nuevo, los pechos suaves y alzados por el escoté le excitaron, los labios de ella tocaron casi el pómulo de la oreja y en un susurró cálido lo pronunció con una voz tan sensual que hizo fantasear al inquisidor.
Ruggero Rosso- Inquisidor Clase Alta
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Re: {Flashback} Un inquisidor llamado Ruggero Rosso [Privado, posible +18]
- Mi nombre es Alexês extranjero -
Susurré a su oído y con mi lengua le lamí una vez el pómulo para reincorporarme y en un giro ocupar de nuevo mi asiento.
- Por supuesto que son bienvenidas las monedas que vos tenes en ese bolsillo, pero tenes que depositar en la alcancía -
Me mordí el labio inferior y llevé mis manos a mis pechos alzándolos aún más, luego los liberé y le guiñé el ojo. El extranjero tomó la bolsa e hizo lo que le sugerí, atrapé su mano cuando dejó la bolsa entre mis pechos e hice que tocara mi cuello, guíe su mano por mi clavícula, mis pechos bajo ese provocador escote, le hice sentir mi vientre y empujé su mano al final.
- ¿Diga como os puedo llamar, pero en el camino o aguarde a que estemos solos? -
Me levanté y lo tomé de la mano. El burdel tenía dos pisos y mi habitación estaba en el primero, cuando nos dirigimos a las escaleras un centinela se acercó, yo tomé de entre mis pechos la bolsa y se la arrojé. El la capturó con una sola mano y no nos detuvo. Subimos rápido, como dos deseosos amantes. Realmente mi habitación no estaba muy lejos por lo que el recorrido no fue largo, giré el picaporte y entramos. Mi atmósfera era una de las más populares en el burdel, el olor a incienso siempre despertaba la lujuria en los hombres y en ocasiones en mí también.
- ¿Y bien extranjero, cuál es su nombre? -
Le dije mientras lo empujaba al lecho, lo tiré en éste antes de recibir una respuesta y me senté entre sus piernas, de forma provocativa. La forma en la que me miraba me excitó y tomándole uno de sus dedos lo llevé a mi boca, lo succioné un par de veces y al sacarlo lo guié por mi cuello hasta el canalillo de mis pechos.
Susurré a su oído y con mi lengua le lamí una vez el pómulo para reincorporarme y en un giro ocupar de nuevo mi asiento.
- Por supuesto que son bienvenidas las monedas que vos tenes en ese bolsillo, pero tenes que depositar en la alcancía -
Me mordí el labio inferior y llevé mis manos a mis pechos alzándolos aún más, luego los liberé y le guiñé el ojo. El extranjero tomó la bolsa e hizo lo que le sugerí, atrapé su mano cuando dejó la bolsa entre mis pechos e hice que tocara mi cuello, guíe su mano por mi clavícula, mis pechos bajo ese provocador escote, le hice sentir mi vientre y empujé su mano al final.
- ¿Diga como os puedo llamar, pero en el camino o aguarde a que estemos solos? -
Me levanté y lo tomé de la mano. El burdel tenía dos pisos y mi habitación estaba en el primero, cuando nos dirigimos a las escaleras un centinela se acercó, yo tomé de entre mis pechos la bolsa y se la arrojé. El la capturó con una sola mano y no nos detuvo. Subimos rápido, como dos deseosos amantes. Realmente mi habitación no estaba muy lejos por lo que el recorrido no fue largo, giré el picaporte y entramos. Mi atmósfera era una de las más populares en el burdel, el olor a incienso siempre despertaba la lujuria en los hombres y en ocasiones en mí también.
- ¿Y bien extranjero, cuál es su nombre? -
Le dije mientras lo empujaba al lecho, lo tiré en éste antes de recibir una respuesta y me senté entre sus piernas, de forma provocativa. La forma en la que me miraba me excitó y tomándole uno de sus dedos lo llevé a mi boca, lo succioné un par de veces y al sacarlo lo guié por mi cuello hasta el canalillo de mis pechos.
Alexês Nyíri- Vampiro Clase Alta
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