La mejor de las visitas [Doreen Caraccolio]

No me di cuenta el tiempo en el me había quedado completamente dormida. Hace demasiado tiempo no había dormido de manera tan profunda y placentera, de hecho no había tenía ni sueños ni pesadillas. Pegué un grito suave cuando observe el rostro de uno de los vigilantes que me había puesto Milo alado de la cama. El pobre hombre tenía un rostro de susto que incluso ni yo misma nunca había tenido. Era de esperarse, el que no llegara a la casa de la noche había espantado a todos. Me dispense con el caballero. Tomé una nota del buró que se encontraba alado de mi escribiendo una nota dirigida a Sybelle, indicando que estaba bien, que todo estaría bien pero necesitaba un espacio para mi sola. Abracé al grandulón lo cierto era que le tenía un cariño enorme, siempre me cuidaba con gusto lo mínimo que podía hacer por él era darle buenos tratos y evitarle los dolores de cabeza.

En cuanto se fue abrí el closet de aquella habitación. Sonreí al ver vestidos nuevos. Seguramente mi nueva madre había hechos estos en mi ausencia esperando que volviera unos días a su lado. Dejé la bata de dormir doblada en la orilla de la cama y me adentré a tomar una ducha con agua caliente. Aquel día había amanecido frío por lo que debía ser cuidadosa con mi arreglo. Salí del baño colocando la ropa interior, sequé mi cabello. De entre los vestidos que había en el armario saque uno color vino. Era muy bonito, el corsé tenía detalles plateados, piedras de tonalidades diferentes. Comencé a vestirme. El cabello lo cepille y coloqué una especie de coleta en lo alto de la cabeza solo para que no me molestara con el viento al chocar mi rostro. Al final retoqué mis labios con un tono carmín, por extraña razón me sentía bonita, me gustaba como me veía. Salí de la habitación bajando las amplias escaleras. Al entrar a la cocina tome un vaso de leche y una galleta para que no me diera demasiada hambre hasta la hora del almuerzo. Estaba a punto de salir cuando al asomarme vi un hermoso carruaje blanco. Hice una mueca un poco espantada pero aquel hombre sonrió para mi, como encandilado. Me puse nerviosa y salí del recinto sin olvidar el chal del mismo color para cubrirme del fresco del día. Aquel hombre me aclaro que era enviado del señor Reid con la finalidad de llevarme a su casa, con total comodidad, y sin poder entretenerme en el camino .

Subí al carruaje. Estaba completamente apenada pero el hombre me veía con fascinación. No tardamos mucho en llegar a su residencia. Me sentí bastante pequeña cuando vi todo aquello tan hermoso. Nunca había tenido tantas comodidades. O había visto tanto lujo solo estando con Darcy, y este me daba todo lo necesario. Baje el carruaje lentamente observando a mi alrededor. Algunas personas del servicio me recibieron en la entrada y les sonreí con amabilidad - Buenos días - Susurré apenada sintiendo que tal vez no había sido buena idea el aparecerme - ¿Y el señor Reid? - Susurré completamente sonrojada. Una de las señoritas me indico el camino. Observé la casa bastante nerviosa, tímida, confundida. Pronto escuché unos pasos detrás de mi giré mi cuerpo con lentitud hasta encontrarme con sus ojos, aquellos brillaban de manera hermosa. Camine con torpeza hasta llegar a él y poder abrazarlo - He llegado como le he prometido señor Reid - Mordí mi labio inferior separándome por completo, incomoda de las miradas que se posaban sorprendidas sobre ambos. Lo mire de pies a cabeza con una sonrisa en los labios - Disculpe creo que debería ir a arreglarme mejor a mi casa, no me veo lo suficientemente bien como para estar a su lado - Baje la mirada. Todo en aquel lugar era perfecto, todo menos yo, sin embargo el saber que estaba frente a mi, que no dejaría que me pasará nada tranquilizo mi cuerpo. Suspiré alzando la mirada, con el rostro encantadamente sonrojado le dedique una de mis mejores sonrisas.