AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Entre robos y mercados [Kharalian]
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Entre robos y mercados [Kharalian]
No sabia ni siquiera por que había tomado este camino para ir hacia mi casa, era más largo incluso mas difícil, notando como mis pies andaban hacia el mercado dispuestos a traspasarlo no tuve mas remedio que acceder en vez de dar media vuelta.
En cada esquina había un puesto de cada cosa que te pudieras imaginar, comida, joyas, telas, objetos que prácticamente se caían a pedazos, las voces iban y venían de un lado para otro llamando la atención de cada persona que pasase al lado, este no era mi caso, debía caminar varios metros mas para conseguir salir de ahí y ningún vendedor me iba a entretener, pero por si acaso la mascara de frialdad y seguridad se instalo en mi rostro, las personas me miraban algunas con curiosidad otras con miedo, realmente a veces me entretenía ser así, cada persona era diferente, cuando mas fría y calculadora fueras mas se te acercaban pero tenias la ventaja de que nadie te podía hacer daño, por que nadie era lo suficiente importante para ti.
Salí de mis pensamientos cuando note como un cuerpo chocaba contra mi, cerré unos segundos mis ojos ante el golpe para después abrirlos, encontrándome a un muchacho no mayor de 18 años mirándome con terror, como si tuviese miedo hacia algo, entendí el que cuando un vendedor llego corriendo hasta nosotros, no sabia por que pero me puse delante del muchacho mirando a los ojos al comerciante.
-¿Cuál es el problema señor?-cruce mis brazos sobre mi pecho, notando la mirada del vendedor sobre mi analizándome-Hable no tengo todo el día-mi voz sonó como una orden y demasiado seria haciendo que el hombre entendiera que no jugaba.
-Me ha robado-aseguró…-Una manzana y un trozo de melón, debo entregarle a la policía-esta vez los ojos del hombre se centraron en el muchacho, saliendo de su pecho una especie de gruñido.
-Bien, somos personas no animales así que deje de gruñirle-saca de su bolso unas cuantas monedas que serian mas que suficientes-Tome, esto lo cubre, ahora váyase-eleva una ceja retándolo a que se opusiera, el hombre la analiza una vez mas antes de apretar los puños y girar su cuerpo dirigiéndose hacia su puesto, frunciendo el ceño se gira hacia el muchacho-Bien…dime por que sin conocerte te he salvado de una cárcel segura y casi me parte en dos ese gorila-bromea levemente mirando los ojos de ese muchacho que había despertado en ella algo de curiosidad sin saber por que.
En cada esquina había un puesto de cada cosa que te pudieras imaginar, comida, joyas, telas, objetos que prácticamente se caían a pedazos, las voces iban y venían de un lado para otro llamando la atención de cada persona que pasase al lado, este no era mi caso, debía caminar varios metros mas para conseguir salir de ahí y ningún vendedor me iba a entretener, pero por si acaso la mascara de frialdad y seguridad se instalo en mi rostro, las personas me miraban algunas con curiosidad otras con miedo, realmente a veces me entretenía ser así, cada persona era diferente, cuando mas fría y calculadora fueras mas se te acercaban pero tenias la ventaja de que nadie te podía hacer daño, por que nadie era lo suficiente importante para ti.
Salí de mis pensamientos cuando note como un cuerpo chocaba contra mi, cerré unos segundos mis ojos ante el golpe para después abrirlos, encontrándome a un muchacho no mayor de 18 años mirándome con terror, como si tuviese miedo hacia algo, entendí el que cuando un vendedor llego corriendo hasta nosotros, no sabia por que pero me puse delante del muchacho mirando a los ojos al comerciante.
-¿Cuál es el problema señor?-cruce mis brazos sobre mi pecho, notando la mirada del vendedor sobre mi analizándome-Hable no tengo todo el día-mi voz sonó como una orden y demasiado seria haciendo que el hombre entendiera que no jugaba.
-Me ha robado-aseguró…-Una manzana y un trozo de melón, debo entregarle a la policía-esta vez los ojos del hombre se centraron en el muchacho, saliendo de su pecho una especie de gruñido.
-Bien, somos personas no animales así que deje de gruñirle-saca de su bolso unas cuantas monedas que serian mas que suficientes-Tome, esto lo cubre, ahora váyase-eleva una ceja retándolo a que se opusiera, el hombre la analiza una vez mas antes de apretar los puños y girar su cuerpo dirigiéndose hacia su puesto, frunciendo el ceño se gira hacia el muchacho-Bien…dime por que sin conocerte te he salvado de una cárcel segura y casi me parte en dos ese gorila-bromea levemente mirando los ojos de ese muchacho que había despertado en ella algo de curiosidad sin saber por que.
Anelise Roberts- Hechicero/Realeza
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Re: Entre robos y mercados [Kharalian]
Había sido un día de trabajo tranquilo, cargar de un lugar a otro cajas, canastos, y un sinnúmero de otras cosas, según el capricho del que entonces era su jefe, un hombre corpulento, y tal vez un poco malhumorado, o al menos era eso lo que veía al joven Kharalian, porque a ojos del resto, su jefe no era más que uno de los hombres más abusadores y gruñones de todo el mercado, y eso era bastante decir ya que el lugar era inmenso.
Observaba a unos niños jugar y estrellarse a ratos contra aquellos que habían venido a probar las delicias que el mercado ofrecía, pero sin descuidar en absoluto el puesto temporal de vigilante del puesto de frutas y verduras de aquel hombre que había regateado a más no poder el salario por aquellas horas de trabajo. Suspiraba, con los codos apoyados en las rodillas y la cabeza sujetada por las manos, evidentemente aburrido ¡Casi prefería estar cargando pesadas cargas de un lugar a otro! Cualquier cosa con tal de no estar ahí sentado mirando a la gente pasar. Hasta que de pronto aquella frágil tranquilidad se destrozó en mil pedazos al son de los golpes que el dueño del puesto le daba con una escoba.
¿Robar? ¿Él? ¡Pero si apenas se había movido de su sitio! No, debía ser un error, seguramente había sacado mal la cuenta de las ventas del día, o tal vez se hubiera equivocado en una entrega, pero él en ningún momento había tocado la dichosa fruta más que para ponerla en su lugar en la mañana. El hombre no le dejó explicarle, ni siquiera hablar, para que pudiese demostrar su inocencia, así que ante las amenazas de entregarlo a la policía trato a tiendas de huir del lugar, pero el miedo le había jugado una mala pasada, haciendo que se estrellara contra una señorita que pasaba por el lugar.
Por unos instantes la miró con unos ojos suplicantes de ayuda, hasta que pensó que no podía hacer nada, que debía enfrentarlo y responder ante él, o eso creyó hasta que la joven se puso frente a él encarando sin miedo al dueño del puesto. ¡Apenas y podía creerlo! ¡Lo estaba defendiendo! Sabía perfectamente que no había mucha gente que se preocupara por el resto, más aun por la gente de su clase, ya que obviamente las prendas de la joven denotaba que no era del lugar.
Cuando vio que le entregaba unas monedas al que hasta unos instantes había sido su jefe, ya que ahora podía darse por despedido, abrió los ojos de sobremanera. Nunca antes nadie lo había ayudado de esa manera, aun menos tomándose la molestia de pagar algo. Parpadeó un par de veces, aun perplejo, mientras la señorita le hablaba.
- Yo no… no lo sé… - dijo bajando la cabeza, en señal de agradecimiento y respeto, hasta que pensó que era lo apropiado que se lo compensara – Muchas gracias, pero no debió… yo… prometo que voy a pagarle… pero no fue mi culpa, yo no… yo no robé nada – dijo ya casi trastabillando por el nerviosismo al tiempo que negaba con la cabeza.
Observaba a unos niños jugar y estrellarse a ratos contra aquellos que habían venido a probar las delicias que el mercado ofrecía, pero sin descuidar en absoluto el puesto temporal de vigilante del puesto de frutas y verduras de aquel hombre que había regateado a más no poder el salario por aquellas horas de trabajo. Suspiraba, con los codos apoyados en las rodillas y la cabeza sujetada por las manos, evidentemente aburrido ¡Casi prefería estar cargando pesadas cargas de un lugar a otro! Cualquier cosa con tal de no estar ahí sentado mirando a la gente pasar. Hasta que de pronto aquella frágil tranquilidad se destrozó en mil pedazos al son de los golpes que el dueño del puesto le daba con una escoba.
¿Robar? ¿Él? ¡Pero si apenas se había movido de su sitio! No, debía ser un error, seguramente había sacado mal la cuenta de las ventas del día, o tal vez se hubiera equivocado en una entrega, pero él en ningún momento había tocado la dichosa fruta más que para ponerla en su lugar en la mañana. El hombre no le dejó explicarle, ni siquiera hablar, para que pudiese demostrar su inocencia, así que ante las amenazas de entregarlo a la policía trato a tiendas de huir del lugar, pero el miedo le había jugado una mala pasada, haciendo que se estrellara contra una señorita que pasaba por el lugar.
Por unos instantes la miró con unos ojos suplicantes de ayuda, hasta que pensó que no podía hacer nada, que debía enfrentarlo y responder ante él, o eso creyó hasta que la joven se puso frente a él encarando sin miedo al dueño del puesto. ¡Apenas y podía creerlo! ¡Lo estaba defendiendo! Sabía perfectamente que no había mucha gente que se preocupara por el resto, más aun por la gente de su clase, ya que obviamente las prendas de la joven denotaba que no era del lugar.
Cuando vio que le entregaba unas monedas al que hasta unos instantes había sido su jefe, ya que ahora podía darse por despedido, abrió los ojos de sobremanera. Nunca antes nadie lo había ayudado de esa manera, aun menos tomándose la molestia de pagar algo. Parpadeó un par de veces, aun perplejo, mientras la señorita le hablaba.
- Yo no… no lo sé… - dijo bajando la cabeza, en señal de agradecimiento y respeto, hasta que pensó que era lo apropiado que se lo compensara – Muchas gracias, pero no debió… yo… prometo que voy a pagarle… pero no fue mi culpa, yo no… yo no robé nada – dijo ya casi trastabillando por el nerviosismo al tiempo que negaba con la cabeza.
Mihail Kharalian Balcêscu- Realeza Rumana
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Re: Entre robos y mercados [Kharalian]
Observando bien sus facciones cualquiera podía ver que ese muchacho no era lo que aparentaba, sus incipiente barba, su pelo negro esa cara marcada y dura, estaba segura que no tenia mas de 18 años, pero…si estaba segura de una cosa, ese chico había tenido que crecer muy rápido.
Observándole mientras hablaba, veía sus ropas, casi rotas, podía distinguir un par de tatuajes, en su cuerpo, Anelise era muy critica respecto a los detalles, cada persona era un mundo, y este chico era uno poco descubierto, sin saber por que le causo curiosidad, ternura quizás? ,no podía ser, Anelise no sentía ternura, ella no era así perdió esos sentimientos hacia mucho tiempo, nadie podía entrar en su vida, no lo permitiría, pero eso no daba paso a que sintiera curiosidad como cualquier humano normal…bueno normal…
Sabia las miradas que estaba recibiendo, sabia que el escándalo montado en el mercado seria la comidilla del día siguiente, ya se imaginaba los chismes que correrían, una mujer se impuso a un hombre como podía eso suceder, rodó los ojos ante ese pensamiento, entupidos retrógrados.
Volviendo sus pensamientos al chico observo como bajaba la cabeza cuando la daba las gracias casi como forma de respeto y gratitud, Anelise estaba acostumbrada a eso cuando vivía en su país, por el mero hecho de su nobleza, pero ahora ella no era esa persona que dejo atrás…su mano se eleva hacia el mentón del muchacho levantándolo, para observar sus ojos-Jamás bajes la mirada-casi ordena pero en el fondo era un consejo-Solo los cobardes y los ladrones lo hacen…básicamente lo mismo, y tu no eres nada de eso…o me equivoco?, tienes algo que esconder para agachar la mirada?-sonríe en su dirección-Quieres devolverme el dinero?-piensa unos segundos-Harás pequeños trabajos para mi…te parece?, te gustan las flores?-ríe-alguna vez tendrás que hacer de mensajero-rueda los ojos…-Aceptas?-estira su mano hacia el-Anelise Roberts-se presenta, con voz segura y algo sedosa como era costumbre en ella, esperando que el muchacho aceptase.
Observándole mientras hablaba, veía sus ropas, casi rotas, podía distinguir un par de tatuajes, en su cuerpo, Anelise era muy critica respecto a los detalles, cada persona era un mundo, y este chico era uno poco descubierto, sin saber por que le causo curiosidad, ternura quizás? ,no podía ser, Anelise no sentía ternura, ella no era así perdió esos sentimientos hacia mucho tiempo, nadie podía entrar en su vida, no lo permitiría, pero eso no daba paso a que sintiera curiosidad como cualquier humano normal…bueno normal…
Sabia las miradas que estaba recibiendo, sabia que el escándalo montado en el mercado seria la comidilla del día siguiente, ya se imaginaba los chismes que correrían, una mujer se impuso a un hombre como podía eso suceder, rodó los ojos ante ese pensamiento, entupidos retrógrados.
Volviendo sus pensamientos al chico observo como bajaba la cabeza cuando la daba las gracias casi como forma de respeto y gratitud, Anelise estaba acostumbrada a eso cuando vivía en su país, por el mero hecho de su nobleza, pero ahora ella no era esa persona que dejo atrás…su mano se eleva hacia el mentón del muchacho levantándolo, para observar sus ojos-Jamás bajes la mirada-casi ordena pero en el fondo era un consejo-Solo los cobardes y los ladrones lo hacen…básicamente lo mismo, y tu no eres nada de eso…o me equivoco?, tienes algo que esconder para agachar la mirada?-sonríe en su dirección-Quieres devolverme el dinero?-piensa unos segundos-Harás pequeños trabajos para mi…te parece?, te gustan las flores?-ríe-alguna vez tendrás que hacer de mensajero-rueda los ojos…-Aceptas?-estira su mano hacia el-Anelise Roberts-se presenta, con voz segura y algo sedosa como era costumbre en ella, esperando que el muchacho aceptase.
Anelise Roberts- Hechicero/Realeza
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Re: Entre robos y mercados [Kharalian]
Realmente no entendía cómo podía meterse en problemas tan seguido, era uno detrás de otro, y todos relacionados con el trabajo, como si el burlesco destino se confabulara para no hacer del trabajo algo propio de él ¿Pero cómo podría ser de otra manera? Todos necesitaban una forma de ganarse la vida, fuera por tener algo que llevarse a la boca o fuera por buscar una especie de realización personal, esto en el mejor de los casos. Y ahora volvía a retroceder, a tener que hacer quien sabe qué para ya joven que lo había salvado de un castigo seguro, y al contrario de lo que pareciera, aquella idea de un deber inquebrantable, lejos de ser una molestia, le hizo sentir algo familiar en el pecho, algo cuyo significado exacto desconocía y que solo podía interpretar como una sensación del pasado que su cabeza insistía negarle.
Forzado por aquella mano levantó el mentón hasta encontrarse con la segura mirada de la mujer que lo regañaba al tiempo que lo aconsejaba y le hacía un ofrecimiento al que obviamente no podía negarse. A lo segundo negó, no se equivocaba porque no era un ladrón, y buscaría una manera de demostrárselo si fuese necesario para que su impresión de él quedara limpia de injustas calumnias. Por unos instantes la seguridad que desprendía la mujer lo apabullaba, haciéndole sentir una sana envidia, porque si bien siempre contaba con esperanza para lo que fuera, también contaba con un lado realista, y sabía que de seguridad no tenía lo suficiente.
Tuvo que despabilar cuando vio aquella mano extenderse hacia él como forma de que sellaran el trato, tras lo cual parpadeó un par de veces, perplejo, aunque sabiendo que no tenía otra opción que aceptar. No era solo por el dinero que justamente le debía, sino que también por haberlo defendido de forma tan férrea ante semejante sujeto. Se lo debía en más de una manera. Así que solo asintió y estrechó suavemente su mano, con una decisión pocas veces vista en él.
- Usted dirá lo que tengo que hacer y cuándo me necesite para ello – dijo encogiéndose de hombros ligeramente – Ah, y mi nombre es Kharalian, o así me llaman todos – comentó con una pequeña sonrisa en sus labios, aunque aquel asunto no tenía nada de gracioso, porque si bien lo llamaban así desde que estaba en el orfanato, no sabía a ciencia cierta si ese era su verdadero nombre.
Soltó la mano de la señorita, sintiendo una calidez tal vez injustificada, aunque dando un paso atrás, porque ahora era técnicamente su empleado, así que tenía que comenzar a comportarse como tal, lo que creía le quitaba ciertas licencias, siendo la primera de ellas la de estar demasiado cerca y mirándola fijamente a los ojos por un tiempo prolongado. Y aunque tal vez aquellas reglas tácitas no fueran más que producto de un mecanismo de defensa que le hacía separar lo personal para no volver a ser dependiente de aquellos que le procuraban trabajo, era un código que debía seguir por su propio bien, para que no le volviesen a suceder cosas horribles de las que todos los días se arrepentía.
Forzado por aquella mano levantó el mentón hasta encontrarse con la segura mirada de la mujer que lo regañaba al tiempo que lo aconsejaba y le hacía un ofrecimiento al que obviamente no podía negarse. A lo segundo negó, no se equivocaba porque no era un ladrón, y buscaría una manera de demostrárselo si fuese necesario para que su impresión de él quedara limpia de injustas calumnias. Por unos instantes la seguridad que desprendía la mujer lo apabullaba, haciéndole sentir una sana envidia, porque si bien siempre contaba con esperanza para lo que fuera, también contaba con un lado realista, y sabía que de seguridad no tenía lo suficiente.
Tuvo que despabilar cuando vio aquella mano extenderse hacia él como forma de que sellaran el trato, tras lo cual parpadeó un par de veces, perplejo, aunque sabiendo que no tenía otra opción que aceptar. No era solo por el dinero que justamente le debía, sino que también por haberlo defendido de forma tan férrea ante semejante sujeto. Se lo debía en más de una manera. Así que solo asintió y estrechó suavemente su mano, con una decisión pocas veces vista en él.
- Usted dirá lo que tengo que hacer y cuándo me necesite para ello – dijo encogiéndose de hombros ligeramente – Ah, y mi nombre es Kharalian, o así me llaman todos – comentó con una pequeña sonrisa en sus labios, aunque aquel asunto no tenía nada de gracioso, porque si bien lo llamaban así desde que estaba en el orfanato, no sabía a ciencia cierta si ese era su verdadero nombre.
Soltó la mano de la señorita, sintiendo una calidez tal vez injustificada, aunque dando un paso atrás, porque ahora era técnicamente su empleado, así que tenía que comenzar a comportarse como tal, lo que creía le quitaba ciertas licencias, siendo la primera de ellas la de estar demasiado cerca y mirándola fijamente a los ojos por un tiempo prolongado. Y aunque tal vez aquellas reglas tácitas no fueran más que producto de un mecanismo de defensa que le hacía separar lo personal para no volver a ser dependiente de aquellos que le procuraban trabajo, era un código que debía seguir por su propio bien, para que no le volviesen a suceder cosas horribles de las que todos los días se arrepentía.
Mihail Kharalian Balcêscu- Realeza Rumana
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Re: Entre robos y mercados [Kharalian]
Observo las formas del muchacho después de acabar de darla la mano, cuando sus manos se soltaron sintiendo una sensación de frió en su cuerpo, tonterías pensó, simplemente la sensación de que el muchacho la llamó la atención , se justifico así misma.
Anelise era muy crítica y analítica, cada pequeño detalle del muchacho estaba en su cabeza almacenado para futuras conversaciones, girando su cuerpo empieza a andar esperando que le siguiera, con una sonrisa habla.
-No eres mi empleado total-asegura-quiero que me trates como una persona normal, nada de usted o agachar la cabeza –su voz suena suave pero segura-Me gusta que me miren a los ojos cuando hablo, es algo que me demuestra valentía y sinceridad-atraviesa el mercado saliendo de el rápidamente.
-Solo serás una especie de amigo que de vez en cuando me hace un favor, accedo a esto por que intuyo que sino no estarías conforme con que te dejara ir y listo-mira sus ojos esperando una contestación-Solo será hasta que yo crea que has saldado tu cuenta, seré justa y decente , puedes confiar en mi K-dice suavemente su abreviatura por si le molesta-debemos ir a mi casa, ahí es donde me dirigía cuando me tropecé con un cromañon-bromea guiñándole un ojo a la vez que observaba las calles parisinas con mucha gente al ser fin de semana, niños jugando en parques, árboles moviéndose por el viento y…-Pero que demonios-miro hacia abajo al ver como un perro se había tropezado contra ella, riendo agacha su mano acariciándole, le encantaban los caninos era una de sus facetas escondidas, al darse cuenta de ello se incorporo y con algo de pena esquivo al perro , prosiguiendo su camino, había tanto que esconder en su vida que simples fallos la delataban de cómo era verdaderamente-Estamos llegando-dice simplemente señalando una mediana casa a las afueras de la ciudad parisina-A partir de hoy tu vida cambiara…tanto profesionalmente como sicológicamente, sacaré el hombre que llevas escondido-abre la verja de la casa y le deja pasar antes-Bienvenido a mi hogar-susurra posándose a su lado, empezando a pensar las tareas de K.
Anelise era muy crítica y analítica, cada pequeño detalle del muchacho estaba en su cabeza almacenado para futuras conversaciones, girando su cuerpo empieza a andar esperando que le siguiera, con una sonrisa habla.
-No eres mi empleado total-asegura-quiero que me trates como una persona normal, nada de usted o agachar la cabeza –su voz suena suave pero segura-Me gusta que me miren a los ojos cuando hablo, es algo que me demuestra valentía y sinceridad-atraviesa el mercado saliendo de el rápidamente.
-Solo serás una especie de amigo que de vez en cuando me hace un favor, accedo a esto por que intuyo que sino no estarías conforme con que te dejara ir y listo-mira sus ojos esperando una contestación-Solo será hasta que yo crea que has saldado tu cuenta, seré justa y decente , puedes confiar en mi K-dice suavemente su abreviatura por si le molesta-debemos ir a mi casa, ahí es donde me dirigía cuando me tropecé con un cromañon-bromea guiñándole un ojo a la vez que observaba las calles parisinas con mucha gente al ser fin de semana, niños jugando en parques, árboles moviéndose por el viento y…-Pero que demonios-miro hacia abajo al ver como un perro se había tropezado contra ella, riendo agacha su mano acariciándole, le encantaban los caninos era una de sus facetas escondidas, al darse cuenta de ello se incorporo y con algo de pena esquivo al perro , prosiguiendo su camino, había tanto que esconder en su vida que simples fallos la delataban de cómo era verdaderamente-Estamos llegando-dice simplemente señalando una mediana casa a las afueras de la ciudad parisina-A partir de hoy tu vida cambiara…tanto profesionalmente como sicológicamente, sacaré el hombre que llevas escondido-abre la verja de la casa y le deja pasar antes-Bienvenido a mi hogar-susurra posándose a su lado, empezando a pensar las tareas de K.
Anelise Roberts- Hechicero/Realeza
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Re: Entre robos y mercados [Kharalian]
Suspiró aliviado cuando le dijo que no sería su empleado a tiempo completo, porque de lo contrario no hubiese tenido tiempo para cumplir con sus otras tareas en el mercado, aunque por otro lado seguía siendo un poco reticente a aquello de que la tratara como una persona normal ¿Eso hacía, no? Estaba por lo demás acostumbrado a tratar con sumo respeto a las personas, y aún más a aquellas que se constituían como superiores. Ya había tenido un par de malas experiencias, de las primeras cosa que conseguía recordar, cuando había quitado esa barrera entre empleado y empleador, para ver más allá de una persona que remuneraba su trabajo e intentar ver a un amigo o a alguien que lo cuidase. Había sido decepcionado, pero no por ello había dejado de tener fe en las personas, simplemente… simplemente no quería volver a sentir que lo dejaban solo.
Por un lado sentía la imperiosa necesidad de contestarle para que supiera un poco quien era exactamente la persona con la que estaba tratando, pero esas ganas se veían socavadas por la seguridad con que la joven seguía hablando, no dándole espacio siquiera para replicar, y en todo caso ¿De qué iba a quejarse? Sabía que ella tenía razón, que no aceptaría que lo dejara irse así como así luego de haber pagado una deuda, aunque su fuente fuera por lo demás injusta y yaciera solo en el capricho de un hombre iracundo.
¿K? Suspiró y bajo la cabeza, tanto que apenas se percató de las palabras posteriores y de las caricias que la señorita Roberts le regaló al canino, de los pocos recuerdos que tenía tenían que venirle a la cabeza los que creía eran los peores de todos. Solían llamarle así por desprecio, por el solo hecho de no mencionar siquiera su nombre porque según los sacerdotes de aquel pobre orfanato en Rumania, era un nombre que ya estaba maldito. Quizás esta vez podía tener una connotación diferente, no parecía que lo dijeran con mala intención, además ¿Qué podría saber una joven como ella de maldiciones que tiempo atrás habían quedado enterradas en tierras lejanas? No, ella seguramente lo decía de forma amable, o eso fue lo que se obligó a creer.
Pensando en ello iba que apenas se dio cuenta de que ya habían salido del mercado e incluso del centro de la ciudad, solo despabiló en cuanto le dijeron que ya habían llegado, y entonces se encontró atravesando la cerca de una hermosa casa.
- ¿Cambiar? – preguntó no entiendo a lo que se refería con todo eso – Yo no escondo nada – dijo con el ceño fruncido, pensando erróneamente que la señorita creía que él le estaba ocultando algo - ¿Está segura de que es una buena idea? Puedo pagarle de otro modo, creo que tengo algo de dinero en casa… - susurró de forma apenas audible.
Le había escuchado algo de ser amigos, pero ¿Cómo iban a ser amigos? Ella era una señorita de clase alta, y él no era más que un pobre chico que se desvivía trabajando para conseguir algo de comer todos los días. Y sí, tal vez la vida no fuese justa, pero tampoco cabían quejas, solo debía aprender a estarse en el lugar que le había tocado. Se detuvo apenas hubo entrado, ¿Era arrepentimiento? Era un cúmulo de cosas, pero por sobre todo, el miedo a meterse en aun más problemas.
Por un lado sentía la imperiosa necesidad de contestarle para que supiera un poco quien era exactamente la persona con la que estaba tratando, pero esas ganas se veían socavadas por la seguridad con que la joven seguía hablando, no dándole espacio siquiera para replicar, y en todo caso ¿De qué iba a quejarse? Sabía que ella tenía razón, que no aceptaría que lo dejara irse así como así luego de haber pagado una deuda, aunque su fuente fuera por lo demás injusta y yaciera solo en el capricho de un hombre iracundo.
¿K? Suspiró y bajo la cabeza, tanto que apenas se percató de las palabras posteriores y de las caricias que la señorita Roberts le regaló al canino, de los pocos recuerdos que tenía tenían que venirle a la cabeza los que creía eran los peores de todos. Solían llamarle así por desprecio, por el solo hecho de no mencionar siquiera su nombre porque según los sacerdotes de aquel pobre orfanato en Rumania, era un nombre que ya estaba maldito. Quizás esta vez podía tener una connotación diferente, no parecía que lo dijeran con mala intención, además ¿Qué podría saber una joven como ella de maldiciones que tiempo atrás habían quedado enterradas en tierras lejanas? No, ella seguramente lo decía de forma amable, o eso fue lo que se obligó a creer.
Pensando en ello iba que apenas se dio cuenta de que ya habían salido del mercado e incluso del centro de la ciudad, solo despabiló en cuanto le dijeron que ya habían llegado, y entonces se encontró atravesando la cerca de una hermosa casa.
- ¿Cambiar? – preguntó no entiendo a lo que se refería con todo eso – Yo no escondo nada – dijo con el ceño fruncido, pensando erróneamente que la señorita creía que él le estaba ocultando algo - ¿Está segura de que es una buena idea? Puedo pagarle de otro modo, creo que tengo algo de dinero en casa… - susurró de forma apenas audible.
Le había escuchado algo de ser amigos, pero ¿Cómo iban a ser amigos? Ella era una señorita de clase alta, y él no era más que un pobre chico que se desvivía trabajando para conseguir algo de comer todos los días. Y sí, tal vez la vida no fuese justa, pero tampoco cabían quejas, solo debía aprender a estarse en el lugar que le había tocado. Se detuvo apenas hubo entrado, ¿Era arrepentimiento? Era un cúmulo de cosas, pero por sobre todo, el miedo a meterse en aun más problemas.
Mihail Kharalian Balcêscu- Realeza Rumana
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Re: Entre robos y mercados [Kharalian]
Le observo atentamente, sabia todo lo que estaba pasando por su cabeza, ese chico tenia miedo…miedo de ser dañado, destruido, de meterse en problemas, era algo notorio en el, su mirada era como la de un niño pequeño que lo único que quiere es ser protegido, pero su otra parte era la de un hombre que quería ser autosuficiente pero que no podía por sus miedos a lo largo de su corta vida, era algo difícil de abordar con facilidad.
Escucho lo que la dijo-No pretendo que cambies como eres…quiero que apartes el miedo que he visto en tu mirada , quiero que aunque nos conozcamos de poco, seas feliz con lo que eres-miro su casa, era acogedora aunque pareciera lo contrario por la dueña que tenia, Anelise guardaba en el fondo de su corazón todos los sentimientos buenos y malos desde la muerte de sus padres , odiaba ser noble cuando recordaba todo eso…odiaba ser bruja…
Cerro unos segundo los ojos escuchando su alrededor, captando con su nariz el olor de su jardín, orquídeas en su mayoría, instantáneamente se relajo y olvido los problemas que tenia y se avecinaban.
-Quieres trabajar aquí? Sin ningún tipo de deuda salvo la que tengas en tu cabeza o prefieres quedarte sin dinero y que tú dinero vaya destinado a los pobres? Por que no te aceptare el dinero tenlo claro-le sonríe andando hacia su puerta, abriéndola lentamente, escuchando como las bisagras hacen un chirrido al ceder a la fuerza-Pasas?-deja la puerta abierta observando su casa tranquila, sin mayor lujos que los de una casa normal, el salón era un espacio abierto donde grandes ventanales iluminaban directo el sofá, una chimenea muy útil para el frió parisino, la cocina a la izquierda era algo sencillo y simple no la gustaba los lujos aunque no podía evitar tener algunos cuadros de pintores algo reconocidos, unas escaleras de mármol adornados con madera oscura de roble daban a la segunda planta, y su lugar de tranquilidad el jardín, se podía ver la puerta para el exterior donde orquídeas era la flor mas abundante, sonriendo sincera se gira para mirarle-Tu decides K…te protegeré…te cuidare-se acerca a el posando su palma abierta en su mejilla-Y te enseñare a ser feliz…tendrás un trabajo en el que estarás seguro y cobraras…déjame ayudarte-bajo la mano por si le había molestado y me quedo mirándole a los ojos esperando.
Escucho lo que la dijo-No pretendo que cambies como eres…quiero que apartes el miedo que he visto en tu mirada , quiero que aunque nos conozcamos de poco, seas feliz con lo que eres-miro su casa, era acogedora aunque pareciera lo contrario por la dueña que tenia, Anelise guardaba en el fondo de su corazón todos los sentimientos buenos y malos desde la muerte de sus padres , odiaba ser noble cuando recordaba todo eso…odiaba ser bruja…
Cerro unos segundo los ojos escuchando su alrededor, captando con su nariz el olor de su jardín, orquídeas en su mayoría, instantáneamente se relajo y olvido los problemas que tenia y se avecinaban.
-Quieres trabajar aquí? Sin ningún tipo de deuda salvo la que tengas en tu cabeza o prefieres quedarte sin dinero y que tú dinero vaya destinado a los pobres? Por que no te aceptare el dinero tenlo claro-le sonríe andando hacia su puerta, abriéndola lentamente, escuchando como las bisagras hacen un chirrido al ceder a la fuerza-Pasas?-deja la puerta abierta observando su casa tranquila, sin mayor lujos que los de una casa normal, el salón era un espacio abierto donde grandes ventanales iluminaban directo el sofá, una chimenea muy útil para el frió parisino, la cocina a la izquierda era algo sencillo y simple no la gustaba los lujos aunque no podía evitar tener algunos cuadros de pintores algo reconocidos, unas escaleras de mármol adornados con madera oscura de roble daban a la segunda planta, y su lugar de tranquilidad el jardín, se podía ver la puerta para el exterior donde orquídeas era la flor mas abundante, sonriendo sincera se gira para mirarle-Tu decides K…te protegeré…te cuidare-se acerca a el posando su palma abierta en su mejilla-Y te enseñare a ser feliz…tendrás un trabajo en el que estarás seguro y cobraras…déjame ayudarte-bajo la mano por si le había molestado y me quedo mirándole a los ojos esperando.
Anelise Roberts- Hechicero/Realeza
- Mensajes : 40
Fecha de inscripción : 28/09/2011
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