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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Lena Thompson Vilhjálmur Lun Oct 17, 2011 4:14 pm

Con una mueca de cansancio dejo escapar un suspiro mientras observaba sus zapatos, hacia un rato que salía de su casa y anduvo corriendo de aquí para allá siguiendo todas las irracionales peticiones que Galería le obligaba a hacer, buscando artículos que embellecieran su cascaron en las mejores tiendas, pero así su esfuerzo había sido en vano, aquel hombre siempre quería mas, era la viva reencarnación de la avaricia… o el muerto espíritu mejor dicho porque, de el no quedaba mas que su alma. Miro a sus alrededores confundida tratando de encontrar algún sitio donde descansar, anduvo tanto rato en las calles que aun no notaba como el cielo se tornaba de tonos carmesí anunciando la puesta del sol
- Ya es hora de regresar, ya esta anocheciendo… -susurro hablándole a galería quien descansaba dentro de un muñeco de porcelana que la joven cargaba en sus brazos, sin embargo a simple vista parecía que aquellas palabras eran mas para ella que para alguien mas
- Aun no…-contesto una voz lúgubre y firme, se trataba de el, jamás desistiría de sus caprichos, jamás lo hacia, y por aquel espíritu codicioso e implacable le dieron muerte en Inglaterra. Un nuevo suspiro salió mientras bajaba la vista preocupada, ella no podía contra el, sus gritos jamás la dejarían dormir si no acataba sus ordenes y jamás encontraría a su hermana si el decidía dejarla, era así de simple, todo el elenco bailaba al son de su torcida y desafinada música
Una negación preocupada salió de sus labios pensando en la vida tan fácil que tendría de no ser por aquel hombre y un escalofrió le recorrió la espina dorsal, si el no existiese muchas puertas estarían abiertas pero otras tantas se encontrarían cerradas y eso no le gustaba, la vida que levaba en aquellos momentos era parte de las decisiones que había tomado durante mucho tiempo y arrepentirse jamás era una opción, claro, las cosas tal vez pudiesen verse de diferente manera en aquel momento, para en medio de quien sabe donde, con los pies al punto de sangrarse y rodeada de gente que no conocía mientras aquel hombre egoísta parecía simplemente disfrutar del espectáculo.
- Si que eres desconsiderado, cada vez me convenzo mas de que me odias…-comento ahora tan cansada que ni siquiera lograba mostrar un tono irónico, alrededor suyo solo se encontraban un montón de vagabundos que la miraban examinándola como tratando de encontrar una excusa para acercarse a ella, no sabia por que pero no le gustaba aquel lugar
- El pecado es mi única consideración y el dinero mi gran amor, como planeas compararte con cualquiera de los dos?-pregunto mientras soltaba una carcajada que de no ser porque Lena estaba por caer rendida hubiese sido escuchada por todos a su alrededor, sin embargo ella también so rio ante las palabras de Galería, era un ser de lo mas bizarro y jamás lograría comprender sus gustos, el estaba muerto no? Entonces para que necesitaba el dinero?, aquellas preguntas tal vez jamás serian respondidas pero al menos estarían dando vueltas un buen rato en su cabeza. Mira hacia adelante, la gente comenzaba a levantarse de las esquinas, un hombre paralitico al que la había dado unas monedas se levantaba de su silla como si nada y comenzaba a andar entre la gente, los ciegos parecían ver , aquellas pobres ancianas que pedían bajo el sol ahora salían de las tabernas con botellas de licor embriagadas por aquel dulce liquido…
- Ay dios mío…-dejo salir a penas con un hilito de voz mientras una nueva carajada inundo su cabeza
- Dicen que la corte de los milagros, es mas divertida de noche- se burlo el fantasma entre risas
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Mensaje por Gilles Davignon Jue Nov 03, 2011 3:25 pm

La vida es sólo un desquebrajo de una existencia efímeramente marchita y te marca desde el instante en que naces. Sólo se necesita de un incentivo para amar la vida, pero… ¿Cuándo no lo tienes que pasa? ¿Cómo lo encuentras? El pasar de Gilles por esta tierra ha sido desastroso y sus razones por las cuales seguir caminando han perdido completamente su sentido. Era un maldito desgraciado y no le importaba en lo absoluto, pero si la vida cansa, la existencia cuando se es un vampiro como el, asfixia… La pesadez de sus pies lo arrastróhasta lo más aledaño de París y en cada rincón se respiraba la perdición. Estaba jodidamente cansado de todo, incluso llegó a sopesar la idea de sacar su propio corazón del pecho y ofrecerlo como tributo a la reina de la noche, la luna.

Un incentivo, necesitaba de algo o alguien que avivara la llama de su patética travesía. Era una de esas noches en las que no se miraba al espejo por temor a odiarse a si mismo, repelerse de la misma manera en que odiaba a todos esos humanos; allí estaba… Rodeado de bichos raros que se retorcían entre su miseria una y otra vez, galardonándose con la basura que les rodeaba, de ser cualquier otra noche, se sentiría como en casa. Chutó una piedra que se cruzó en su camino y esta golpeó la cabeza de un indigente, pegó en su cien y murió. La muerte siempre asechaba las esquinas, él era su ángel y hubiera disfrutado el despoje de un alma, sólo dibujo una mueca en sus labios y continuó su camino.

Tenía hambre, pero no estaba seguro si beber o no, al final de cada tres días en resequedad su bestialidad relucía como nunca, sencillamente adorable. Rugió. Una víctima al azar saciaría su sed, pero no alimentaría su morbo, que era lo único que le quedaba. Se relamió los labios ¿Cómo poder olvidar a aquella perra? Sus berridos, su fuerza, el hecho de que casi le arrancara el miembro para tragárselo ¡Esa era una mujer! El mejor sexo que había tenido, lástima tuvo que matarla al final de su encuentro pasional y aún conservaba ese corazoncillo en una bolsa metido en el bolsillo izquierdo de su pantalón, de ahí provenía la pestilencia a cosa putrefacta cuando Gilles se aproximaba a alguien, todos pensaron que era tan sólo su hedor corporal… ¡Já!

Buscando hasta por debajo de las piedras algo entretenido que hacer, escuchó una voz que destilaba desde las profundidades de la corte de los milagros. Enfocó su vista y no tardó en localizarla “¡Ma petit!” Exclamaron sus pensamientos, esa era la clase de víctimas que le gustaban, niñas con apariencia de ser inocentes para así corromperlas hasta que su pobre mentecilla quede perturbada sin ningún remedio posible; en algunas ocasiones llegó a encontrarse con la sorpresa de ser sólo un rostro de niña y una bestia por dentro, como lo había hecho Kendra “su licántropa” Sacó el corazón de la difunta mencionada y habló con ella como si de una persona viva se tratara –Mi amor, con todo respeto- Hizo una señal de caballerosidad y volvió a meterlo a su pantalón. Si esa niña estaba loca, él era un desquiciado. – Buenas Noches Madeimoselle – Saludó desenfundando sus colmillos. No era necesario esconderse…
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Mensaje por Lena Thompson Vilhjálmur Jue Dic 29, 2011 6:21 pm

Podía escuchar en su cabeza las risas de galería al dejarla desamparada en medio de la corte y prácticamente sentía que cada persona que pasaba a su lado podría arrancarle los dedos si se diesen cuanta de su presencia, se llevó las manos a la cara mientras lanzaba un fuerte suspiro, lanzaba muchos de esos últimamente y sentía sui rostro cansado aun cuando al verse al espejo no encontraba ningún signo de aquello. Un horrible aroma llego hasta ella sacándola de sus cavilaciones y un extraño sentimiento lleno por completo sus sentidos, era un hedor insoportable para ella, olía justo como carne descompuesta, igual que los cadáveres de los muertos cuando se les dejaba mucho tiempo al sol o se les tiraba a un lado del camino para dejar que se pudriesen y fuesen devorados por los gusanos y los animales carroñeros, justo como sus padres después de permanecer tres semanas tirados y descuartizados en la sala de estar de la familia Van Der Wood, igual que los sirvientes que permanecieron tirados en la cocina y en todos los lugares de la casa y la comida que se descompuso en la mesa y que nadie toco jamás, un aroma insoportable para ella que logro que le fallaran las piernas y terminara sentada en el suelo con un loco fantasma riendo a sus espaladas como si se encontrase en una función del circo

- Parece que tienes compañía flor blanca, mira ahí, el amable caballero quiere jugar contigo –comento señalando a la figura que avanzaba entre las sombras hacia ella y saludaba con un respeto que resultaba completamente irónico al contrastar con la maldad que destilaban sus ojos, junto como un animal asechando una presa, y lena se sentía justo como un venado asustado en medio del bosque oscuro y con una pata rota, ladeo un poco el rostro pensando que había en aquel hombre que la asustaba como nadie y logro ver en la comisura de sus labios la aparición de un par de pequeños caninos que se asomaban lentamente, fue en ese momento en el que sus ojos se ensancharon notando aquella cualidad extraña en el hombre enfrente suyo

- B-Buenas noches Monsieur….-dijo algo insegura mientras esperaba a que su respiración se controlara por lo menos un poco antes de comenzar a hablar de nuevo, viéndolo más de cerca no parecía tan atemorizante aun cuando se preguntaba el porqué de aquellos pequeños colmillos sin embargo supuso que se trataba de algo relacionado con su herencia o alguna especie de excentricidad muy común en esos tiempos, la persona con la que vivía ahora también era algo extraña con sus costumbres acerca del tiempo y las horas para viajar y salir de día o de noche, sus costumbre alimenticias, la manera de vestir, el aura de melancolía y la frialdad de sus ojos y su piel

- Vamos Lena, pídele al amable señor que te ayude, pregúntale como salir de aquí rápido o podrías estar en peligro quedándote más tiempo aquí, míralo parece alguien confiable…-exclamo el fantasma con un tono bastante convencido de sus palabras mientras trataba de esconder en su rostro una mueca de diversión observando como su bruja se metía solita a la boca del lobo, muchas veces la ignorancia era una bendición y lo mantuvo vivo muchos años hasta que un rayo de luz ilumino sus ojos causándole un extraña y atemorizante la cual disfruto como una maldita perra, lástima que solo se viviese una vez y se muriese la misma cantidad de tiempo, pero siempre podría mostrarle a su pequeña usuaria un poco de la diversión que venía junto con la maldad el dolor y el sufrimiento

- Disculpe… usted sabe…-dijo algo insegura de sus palabras mientras el latido de su corazón se componía y volvía a su son natural, sin embargo el olor de muerte permanecía incesante alrededor- usted sabe en qué parte exactamente… de parís estamos?-susurro apenas audiblemente

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Mensaje por Gilles Davignon Lun Ene 02, 2012 2:57 pm

El corazón, ese jodido órgano vital que bombea la sangre a cada rincón del cuerpo… el de ella latía despavoridamente mientras él se acercaba cada vez un poco más. La confianza de Gilles se veía en esa sonrisa tajante y, miles de pensamientos pasaron por su cabeza. Si la pobre niña se encontraba sola en la ciudad podía raptarla y llevarla hasta el sanatorio mental en donde indicaría que se trata de un paciente nuevo. Con un inquilino más las muertes de los otros no se verían tan sospechosas, inclusive podía remplazar a alguien. Sí, sus ojos azules, sus labios rosados y ese cabello color ébano sustituiría a la desaparecida “Julia”. Rodó los ojos, no… Esta niña es mucho más joven que Julia así que tendría que arrojarle ácido en el rostro para quémalo y que así sus familiares no se dieran cuenta. Si ella gritaba y juraba no ser la tal Julia ¿Qué importa? Gilles como buen doctor, aseguraría que se trata de ella y no de otra, por lo tanto el negar su identidad la condenaría a permanecer en el sanatorio durante un año más o hasta que él así lo decida. Todo un macabro plan que lo satisfizo en demasía. La voz titubeante de la niña hizo desaparecer la sonrisa de Gilles, prestando más atención en lo que decía y preguntaba. Las del vampiro se arquearon sobre su frente, tras esa mueca se escondió una carcajada de maléficas intenciones ¡Estaba perdida y él como buen samaritano la ayudaría a encontrar su camino de regreso a casa!

Exhaló el aire de sus pulmones como si retenerlo ahí provocara lo mismo que con los humanos. Se relamió los labios disipando las ideas que hicieron acto de presencia en su cabeza, él ya tenía el plan perfecto así que lo demás estaba de sobra. Ladeó la cabeza, se giró en varias ocasiones y enfocó la vista a lo lejos y cerca de donde se encontraban. Los muros desquebrajados, la basura en las esquina, los mendigos balbuceando su hambre. Él conocía Paris a la perfección, Francia era de él y de nadie más. Pateó una roca y metió sus manos en los bolsillos del pantalón –Seguro. Estamos en la corte de los milagros chèrie.- Respondió, dio dos pasos a la derecha y se arqueo para alcanzar a ver quién o qué se escondía tras las sombras. Actuó de maravilla fingiendo que analizaba el lugar y, ciertamente lo hacía… Buscó la forma más rápida de escaparse de ese laberíntico lugar encontrando la solución en su vampirismo, levitando ¿Qué más? -¿queréis que os ayude a salir de aquí?- Cuestionó haciendo notable el fulgor de sus ojos. Con la mano sucia, llena de cosa putrefacta tocó el hombro de Lena y después acarició su mejilla. La veía con hambre, con lujuria y demencia ¿Qué podía hacer que no fuese eso? Regresó a sus labios esa envenenada sonrisa, pensando poco, bastante poco… Abre sus fauces por completo y la muerde en el brazo.

Fingir que es un caballero cuando no lo es, le cansa… No puede pronunciar dos frases diplomáticas seguidas porque de la noche a la mañana aflorará en él esa maldad que su apariencia esconde. La sangre brotó de ella tan cálida, roja, apetecible y viscosa… Era un manjar que Gilles no se perdería en lo absoluto. Su barbilla se manchó, el vestido de ella absorbió las gotas que él no bebía. Sangre, la maldición de su naturaleza, lo corroído de su alma. Sangre, simplemente sangre. Contrajo su cabeza con la boca abierta, sus dientes se encontraron completamente teñidos por el color escarlata, su lengua era una serpiente que se movía en sus fauces como la emperatriz del infierno. El vampiro levantó las manos hacía la bóveda celeste, dando gracias por los alimentos. Bajó la mirada y clavó sus ojos en su rostro. Famélico es decir poco a como se encontraba en ese instante, demente no podría encerrar en la definición la sarta de estupideces que conglomeraron en sus pensamientos. Se le dejó ir y la tomó entre sus brazos, volviéndola prisionera de él, asegurándose de cubrir su boca con su mano para no pudiera gritar. Gilles dio un salto con su fuerza vampírica y levitó por encima de aquellos tejados desgastados de la Corte. -Sí, sí... os ayudaré pero, ¿Podréis escapar de mí?- se carcajeó sonoramente.
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Mensaje por Lena Thompson Vilhjálmur Dom Abr 08, 2012 12:29 am

Un sentimiento extraño le inundo al encontrarse con la figura de un hombre mayor que ella en medio de un lugar tan feo como era la corte de los milagros en horas nocturnas, aun siendo que parecía un hombre decente, proveniente de una buena familia y probablemente casado algo en su interior se revolvía al más mínimo geste expresado por el rostro de su ahora acompañante, observándolo podía decir que dé más joven, en la época en la que fue presentado ante la sociedad se trataba de un joven de excepcional belleza, pero ahora, no pasando de los cuarenta era un caballero increíblemente distinguido, pensaba que de seguro su esposa seria la envidia de todas las mujeres de sociedad que buscaban un buen partido, si estas no debía faltarle, claro que tampoco podía decir mucho ya que hacía años que no se mostraba en bailes o sitios concurridos, seguro que si ahora se encontrase con alguno de los viejos conocidos de su padre estos no le reconocerían.

Pero hablando de el hombre que tenía enfrente, en el todas aquellas características que en realidad deberían ser consideradas como increíblemente atrayentes a ella le parecían algo extraños, como si nada de esa apariencia fuese real, el emanaba algo de su cuerpo, una especie de aura extraña que cubría los vestigios de los fantasmas que podrían indicarle con qué clase de persona estaba tratando

- Que tanto piensas???-hablo galería a su mente, ella no podía contestarle pero seguramente que él se reía de ella si le contaba que pensaba en que se había encontrado con una persona horripilantemente hermosa, sonrió ampliamente para sí misma, conocía a una persona justo como el, con aquella bruma cubriéndole la espalada y expandiéndose hasta atrapar todo a su alrededor, ocasionalmente la bruma atraparía un espíritu pequeño y se volvería más grande, era un proceso que observo cumplirse durante los años pero aunque al inicio se sintió algo incomoda viendo aquello, el hecho de que la persona con la bruma siempre se comportase bien con ella le quitaba de preocupaciones, la confianza estúpida que tenía en la gente no le permitía pensar mal de nadie aun cuando viese directamente a la boca del infierno succionar el cielo y todos sus ángeles le gustaba permanecer creyendo que el diablo liberaría a los ángeles de dios y todo volvería a la normalidad, la maldad, era una sentimiento lógico en los seres humanos, todos tenían un poquito o demasiado dentro de si sin embargo de la misma manera la luz en las almas de las personas se mantenía siemprea ahí

“No puede haber oscuridad sin luz”

Le dijo una vez su padre tratando desvanecer los miedos de su hermana cuando esta aseguro haber visto a alguien a quien calificó como “pura maldad”, esa persona, ninguna de las dos estaba muy convencida de ello pero, días después esa misma persona entro a su casa, asesino a todos en ella con ayuda de unos pocos hombres más, secuestro a su hermana y después decidió dejarla libre se convenció a si misma de que las palabras de su padre eran ciertas

“Corre pequeña flor” le dijo “Corre antes de que me arrepienta de llevarte entre mis garras”

Casi estuvo a punto de gritar cuando el hombre la sostuvo y le cubrió los labios, noto entonces el escarlata que teñía aquella boca ajena, así, mirando hacia arriba logro ver la gran bruma dispersarse entre la soledad del callejón demostrando lo que se escondía incluso de los ojos que podían ver más allá de la vida y la muerte, una imagen horrorosa que demostraba los crímenes del perpetrador, rostros desfigurados y putrefactos extendían los brazos tratando de tocarla, entonces el pánico se apodero de ella, un miedo que no provenía de la persona que estaba atacándola sino de los muertos que con sus orbes vacía trataban de alcanzarle. Sus pies se movían frenéticamente tratando de alejarse como si un aquellos mil demonios que se chuparon el cielo saltaran sobre ella adornado sus ropajes con las alas arrancadas de sus prisioneros.

“Corre pequeña flor, corre antes de que te atrape”
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Mensaje por Gilles Davignon Miér Abr 11, 2012 9:18 pm

Interesante. De esta forma se resume cualquier ataque que denote potencial de ser divertido. Le aburrían los finales felices y aquellos que carecían de ese plus cuando las víctimas suelen correr despavoridas en busca de su salvación. Algunos desgraciados con el afán de sentarse en su gran sillón, se burlarían de la debilidad y el patético intento de las presas –como ella- de escapar a su letárgico destino, pero Gilles no es de esos. Él en verdad aprecia el esfuerzo al que someten, el espíritu y esa jodida llama de esperanza que no se disipa ni porque el viento sople en su contra. Desgraciadamente, correr no era suficiente. La chica resultó ser más ágil de lo que el mismo vampiro pudo esperar, pero claro, alguien con su experiencia cazando durante siglos, no subestimó en lo absoluto al objeto de su diversión. Una sonrisa retorcida vistió sus labios mientras observaba a lo lejos como los pies de la doncella se movían a través de la espesura de la noche. Su respiración comenzaba a agitarse y los latidos de su corazón cantaban al unísono de sus miedos, poesía pura para el demente que le acechaba.

La muerte se vestía de diferente forma, se presentaba ante los mortales con rostros irreconocibles, en este caso era el de un hombre común entre la sociedad pero poco ortodoxo. Caminó con paso seguro sobre el callejón, persiguiendo el olor de la bruja, saboreando el instante en que sus labios perforarían esa piel blanca, aterciopelada, débil… Acariciar su con impúdicas intenciones y permitirle a sus ojos ver como su sexualidad era profanada por su lengua, dedos y miembro. La asesinaría, no cabe la menor duda y después de eso quizá le entrase el ardor desesperante poseer el cadáver en un ritual sodomita. Pero esas eran tan sólo las ideas que, a manera de epifanía, se conglomeraban en su cabeza al caminar ignorando el montón de alimañas que le servían como guardia personal. A lo lejos, el vestido de la Fräulein, regocijante resplandecía bajo los rayos de una luna casi extinta, nada mejor que ver el color de la sangre perderse en esos rayos plateados con la carcajada de su predador. Como si lo necesitase, tomó una bocanada de aire, un suspiro abatido por sus ya siglos de ¿lo mismo? No, esto tenía, tiene que ser diferente.

Ajustó los guantes que llevaba en sus manos, uno por uno parecían retorcerse los dedos de sus palmas bajo la influencia de alguna especie de titiritero, obviamente no había nadie más que la locura que le acompañaba, esa demencial faceta en él que se disfraza de cordura o ¿Era al revés? Nadie nunca lo sabrá y, aunque lo supongan, estarían tan lejos de comprenderlo como si de encontrasen al otro lado de la meta, sí, en el inicio. Acarició las paredes pero, la verdad es que la sensibilidad de su piel había perecido tiempo atrás, por lo cual le fue indiferente a los clavos que sobresalían de la madera y amenazaban con cortarlo, si lo hicieron no se dio cuenta por el dolor, si no por las gotas de carmesí tonalidad que tiñeron los guantes blancos. No se preocupaba porque el costal de sangre se le fuese a escapar, después de todo, se encontraban en la corte de los milagros, un lugar lleno de insidiosos laberintos donde no se puede salir fácilmente. Pero había llegado la hora de actuar, le gustaba dar ventaja pero no tanta.

Como un ángel salido del mismísimo infierno, levitó sobre los callejones de aquella marchita construcción, sus manos se abrieron un poco flexionadas a la altura de su cintura, sus pies juntos y sus orbes negros, tan negros como la profundidad del tártaro. En la comisura de sus fauces, los colmillos le destellaban en perfecta sincronía y, detrás de ellos toda esa hilera de dientes, esperaba su turno para atacar. Se posicionó frente a ella, con una declaración de muerte. Podría haberle arrancado el cuello inmediatamente y beber los borbotones de sangre, pero eso sería tan jodidamente fácil y aburrido que no tenía caso hacerlo. Miró fijamente sus ojos durante una fracción de segundo, inculcando en ella aquel terror de ser devorada con vida. En ese momento, disfrutó y agradeció haber sido bendecido con aquellas habilidades tan propias de un vampiro, hechizó a su cuerpo… se metió hasta lo más profundo de sus pensamientos sólo para apoderarse de cada una de sus terminales nerviosas en una vana ilusión y hacerla caer en una terrible agonía mental… -¿Y bien, te defenderás?- Preguntó sin dejar de presionar su cuerpo mentalmente hasta que cayera rendida al suelo retorciéndose a causa de su dolor.
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Mensaje por Lena Thompson Vilhjálmur Miér Mayo 30, 2012 4:52 pm

Tenía unas terribles ganas de vomitar, no estaba segura de la razón pero la bilis estaba comenzando a subir por su estómago, tal vez se debía a aquella orada de espíritus que andaban a las espaldas del hombre misterioso, o probablemente se debía al hecho de que este los poseyera a tal cantidad, entonces los hilos se juntaron en su cabeza, el olor fétido, los muertos a su alrededor, y el sonido de las campanillas de viento en una vieja tienda de antigüedades, aquella donde descansaba, o más bien languidecía ese asesino de mujeres. La noche parecía más oscura de lo acostumbrado frente a sus ojos, el callejón se alargaban frente a sus ojos sin saber porque y los muros crecían a su paso, aquel era el sentimiento de sentirse atrapada, atrapada frente al peligro inminente de algo que estaba fuera de su comprensión, escuchaba a sus espaldas una risa histérica y burlona la cual no sabía si provenía de su molesto acompañante muerto o aquel hombre de la corte.

Giro el rostro mientras sus pies se movían rápidamente sobre la piedra de la calle, sus cabellos ya se encontraban un poco fuera de lugar y el vestido aunque ligero seguía siendo un estorbo para su andar…entonces lo escucho, gritándole a sus espaldas, aquel fantasma molesto quien le indicaba algo que a pesar de llegar a sus oídos no logro comprender, los músculos de sus pies comenzaban a resentir las andadas en carruaje y se mantenían por las sus vagabundeos en parís, lejos, muy lejos de ahí escuchaba a Francia relinchar de mal modo, siempre creyó que aquel caballo podía escuchar los ecos de los muertos, y se inquietaba cada vez que había uno cerca, ahora parecía incluso peor, se encontraba haciendo ruidos que bien a los oídos de algún extraño podrían calificarse como los del desmembramiento del mismo animal, pero las cosas no eran así, Francia al igual que ella podía sentir a una especie distinta de animal, una que andaba sobre sus dos pies, que respiraba igual que ella y que hablaba sin tener que ser precisamente un lobo, con los instintos de alguna peligrosa especie de carnívoro que mataba sin necesitarlo, el era la encarnación viviente de un monstruo de gila, que con el veneno de sus labios secaba todo a su alrededor.

“Cuando los veas lo sabrás, a aquello pecados que se escaparon de la caja de pandora y aun andan sueltos por el mundo”


Sus ojos se abrieron enormemente ente el recuerdo y la voz sonriente del juez corrupto hablándole al oído, sus pies comenzaron a perder la fuerza con la que avanzaban al principio alentando cada vez más sus pasos, miro las sombras en el suelo moviéndose de manera fantasmagórica, con monstruos creados por la luz lejana de los faros y la tenue de la luna, y ahí en el suelo que miraba, bajaron los pies de aquel mesías oscuro posicionándose ante el haciéndola sentir en las fauces de un lobo, el miedo comenzó a plagar sus sentidos dentro de su cuerpo y sin darse cuenta ya estaba arrodillada en el suelo, levanto la vista hacia su verdugo y sonrió un poco, había vivido con miedo toda su vida, desde su niñez hasta llegar a esta edad, cuando conoció a jean le prometió que nunca volvería estar asustada y ahora había roto su promesa. Suspiro profundamente cerrando los ojos con fuerza, buscando ese valor que nunca tuvo, y obviamente no lo encontró, entonces se dio cuenta de una pequeña cosa, ella no necesitaba ser valiente para vivir, no necesitaba ni una pisca de consuelo porque ya estaba acostumbrada a ello, si, seguro que moría joven, con problemas cardiacos y demás, pero la adrenalina causada por los latidos en su corazón le ayudaban a no quebrarse, abrió sus ojos nuevamente dirigiéndose hacia el hombre misterioso…Ja!! Por lo menos llamándole hombre misterioso se daba el pequeño consuelo de que no llego de algún mundo extraño diferente al suyo, le daba la sensación de que el no era indestructible.

- Usted…-pregunto temblorosa- A cuántas personas a matado? Dígame por favor, a cuantas, de qué manera lo hizo…yo sé que no soy la única…dígame, quiero saberlo todo con lujo de detalles-su voz amenazaba con quebrarse conforme hablaba, ella sabía que no tenía posibilidades de escapar, él se lo había demostrado segundos antes, pero quería saber hasta dónde había llegado la maldad de aquel hombre, quería saber que su verdugo era nada menos, que el pecado en vida, aun no sabía si moriría o viviría, pero estaba segura de que si ocurría lo segundo por lo menos seria a manos de alguien que mereciera su sangre, alguien en quien en un futuro pudiesen decir “La duquesa Lena Tompson fue asesinada la noche del …. Por el famoso asesino serial…” o algo así. Una risa sonó en su cabeza, esta vez pudo reconocer fácilmente a galería burlándose de ella, aquel fantasma, probablemente pudo leerla, claro, el podía burlarse pero, su muerte fue noticia en más de cinco países y sonó durante varios meses antes de perderse de los chismes de la sociedad, ella también tenía derecho de algo así no??
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Mensaje por Gilles Davignon Lun Jun 25, 2012 8:32 pm

El mundo y la vida son un maldito fastidio, hay que estar luchando todo el tiempo, no importa la confianza que le tengas a una persona o los buenos momentos que pasaron juntos, si la traición viste su nombre la probabilidad que te de una estocada de muerte es infinita. Los juegos mentales siempre han formado parte de su fascinación, son el estímulo que su viejo y perene cuerpo necesita para poder sentirse vivo. De nada le servía meter la mano al fuego si este no causaba el más mínimo ardor en su piel, tampoco se conmovía fácilmente con las lágrimas de sus víctimas, él no tenía corazón, nunca lo tuvo. No sabe con exactitud nada antes de su creación, ni siquiera él lo recuerda. Cuando focaliza sus pensamientos en el pasado sólo pueden encontrar la risa burlona de Lady Dubois, su mirada afilada y los colmillos que le habían dado vida eterna. Así cualquier cuenta de pudiese darle a la bruja sobre la cantidad de muertos que le perseguían en sus noches de idílica soledad, estaría incompleta.

Un conde, una región en la antigua Francia, millones de asesinatos, mudanzas, cambios de identidad, Siempre mostró ser culto aunque no reflexivo, ávido de riquezas pero despilfarrador. Desde entonces se entregó a los más locos dispendios para satisfacer sus más caros caprichos. Tenía pasión por todas las artes, especialmente por la música. Se exacerbaba con los cantos gregorianos, llegando al éxtasis. Si oía decir que se había escuchado una hermosa voz, no descansaba hasta conseguir llevar a su servicio a quien la poseía, por muy lejos que estuviera, como los cantores contratados en Poitiers, André Buchet, de Vannes y Jean de Rossingol, de La Rochelle, a quienes pervirtió haciéndoles partícipes de sus orgías y crímenes. Consiguió, en su exaltación religiosa, ser nombrado canónigo de Saint-Hilaire-de-Poitiers y se rodeó de una comitiva de cincuenta eclesiásticos, junto con 200 soldados de caballería, cuya sede se encontraba en la capilla de los Saints-Innocents, en Machecoul. Juntos recorrían los pueblos y las aldeas buscando niños y adolescentes prometiéndoles que los harían pajes en los castillos del señor Davignon. Siempre en lugares lejanos, incluso en algunas ocasiones el propio Gilles con amabilidad acudía personalmente a las casas de los plebeyos para asegurar a los parientes de los niños un prometedor futuro. De las víctimas los padres no tenían más noticias y, si preguntaban, les respondían que estaban bien. Pronto la gente se alarmó y de Davignon recurrió a los raptos. Se llegaron a contabilizar hasta 1.000 desapariciones de niños de entre 8 y 10 años en Bretaña. Pero la gran locura llegaba por la noche cuando él y sus esbirros se dedicaban a torturar, vejar, humillar y asesinar a los niños previamente secuestrados. Pero él no tenía forma de recordar esta información, todo ocurrió cuando aún era humano.

Una vez se aprovechó de unos niños que eran mendigos y que fueron a pedir limosna inocentemente a su castillo. Gilles los violó y desmembró. A algunos los violó ya muertos y con las entrañas al aire. Una vez muertos, los abrazaba fuertemente y deliraba; en otras ocasiones se reía ante los últimos estertores del niño y muchas veces cortaba la vena yugular haciendo brotar la sangre, lo que le producía gran placer. En algunas ocasiones cuando asesinaba a una de sus víctimas se arrepentía y juraba partir hacia Tierra Santa para redimir sus pecados, pero al poco tiempo volvía a cometer las mismas atrocidades. Al parecer, el humano y el monstruo no eran tan diferentes, no había cambiado en nada. Observó el miedo de la bruja en sus ojos, el terror por lo ocurrido y la efímera valentía que vaciló en sus pensamientos, pero ya era demasiado tarde y él no tenía porque responder preguntas estúpidas. ¿Para qué quería saberlo? Sólo era una más entre los millos a los cuales despojó de sus vidas. –La verdad pettit es que no recuerdo nada de lo que he hecho, sólo sé que disfruto de cada gota de sangre que se derrama sobre la fina piel de los humanos. Me encanta torturarlos y violarlos de vez en cuando.- La voz ardentosa del vampiro recorrió la obscuridad y la distancia para entrometerse entre aterradores alaridos hasta los sentidos de Lena. Sus ojos se desorbitaron al hablar y aunque pudo perder la consciencia sabía perfectamente en donde se encontraba y lo que hacía. La mueca en sus labios, era una sonrisa desfigurada que disfrutaba la demostración de sus caninos. Se acuclilló frente a ella, mantuvo sus ojos puestos en sus orbes azules –Adoro a los niños. Corté las cabezas de varios niños recién muertos y hacía competiciones para elegir los rostros más bellos. Todas esas cabezas fueron ensartadas en picas y almacenadas en uno de mis castillos.-

Parecía mentira que lo dijese a la ligera, sin importarle en lo más mínimo la cantidad de atrocidades que cometía. La verdad es que Gilles no vive en un mundo real, está al tanto de los hechos pero su mete no los procesa como tal, para él todo es un juego, un sueño. Incluso el afán por pervertir a su neófito le ha atraído grandes consecuencias fatalistas que para él no son más que simple entretención, algo tenía que hacer para no perder la cabeza en medio de la eternidad ¿No? Los Argeneau, sólo formaban parte de sus fiestas, sólo juguetes y nada más. Dejó salir un fuerte suspiro, como quien se lamenta de algo que hizo o que está a punto de hacer. Chasqueó la lengua, negó con su cabeza un par de veces, se encogió de hombros y se mofó ante la ridícula esencia de la bruja. Sin más nada, la rodeó hasta quedar a su espalda, vaciló antes de inclinarse y alcanzar su cuello con sus fauces. La mordió al lado de su yugular. –Uhmmm- se quejó lleno de éxtasis -¿Sabías que si sabes donde morder, la víctima no tiene que morir?- Susurró en su oído y volvió a clavar ese par de colmillos sobre la fina piel de Lena Tompson –¿Te cuento un secreto?- Se carcajeó como vil demente relamiéndose los labios –matar, también aburre-
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Mensaje por Lena Thompson Vilhjálmur Jue Sep 27, 2012 9:54 pm

Escucho a sus espaldas una risa socarrona, para nada extraña y bastante molesta, era su fantasma, Galería Marlon, durante el tiempo que llevaban juntos le había descrito en sus diarios como un ángel malvado, con un terrible sentido del humor propio de aquel mote que le dio, podía ver la sombra borrosa a espaldas de aquel hombre extraño, se mantenía a una distancia prudente de modo que no pudiese ser jalado por la nube negra que le rodeaba, debió haber sabido que aquella masa negra tenía algún significado, probablemente aun no lo comprendía completamente pero sabía que no podía ser bueno, miro detenidamente sus blanquecinos labios los cuales susurraron algo que ella no alcanzo a traducir. Ella cerro los ojos fuertemente tratando de sacarse de la cabeza esa expresión de víbora ponzoñosa que se alcanzaba a apreciar en la sombra, nuevamente pensamientos fatalistas la invadían, ¿¿Porque la última cosa que debía ver era precisamente a aquel fantasma??

Aquel secreto que guardo celosamente hasta su muerte jamás seria revelado si ella moría, al menos no tendría la satisfacción de verlo cruzar después de ser vencido en una de sus engañosas partidas, Galería Marlon tenía un tesoro escondido, no, él tenía dos tesoros escondidos, el primero no le interesaba a Lena lo suficiente como lo segundo, se trataba de una extensa colección de arte resguardada en algún sitio en el medio oriente, durante su juventud fue un hombre prominente que vivió con los lujos propios de una persona nacida en la clase alta, él tuvo una niñez tan parecida a la de ella y al mismo tiempo tan diferente, sus padres fueron grandes comerciantes de arte, se presumía que podían obtener cualquier obra chasqueando los dedos, el padre de Galería poseía una labia increíble capaz de convences a un rey de dejar su corona a cambio de un pedazo de lana, cosa que ninguno de sus hijos heredo, Marlon y Venus nacieron con mala estrella, ella hundida en la enfermedad no podía mover las piernas mientras que la debilidad de su cuerpo no le permitía salir afuera, las enfermedades la aquejaban casi todo el tiempo a diferencia de el quien supero su condición débil rápidamente. Se dice que debido a la envidia que sentía Marlon hacia su padre lo asesino vilmente una tarde de agosto en la que los sirvientes se tomaron la tarde libre, la única que presencio el crimen fue su hermana sin embargo nadie logro que ella confesase lo que vio, cinco meses después pario a un niño cuyo rostro era idéntico al de los gemelos, su cuerpo débil no soporto lo suficiente, el niño desapareció después de un tiempo de modo que jamás se supo nada del resto de la familia. Marlon se volvió juez, el hombre con el que los criminales quería tratar si querían quedar impunes, ¿El precio? Solamente alguna verdadera obra de arte que valiese el pecado cometido, la avaricia se lo trago después de un tiempo y esta misma el mato, sin embargo de su tesoro no se supo nada.

El segundo era uno al que al parecer solamente ella consideraba importante, su hermana, desaparecida el mismo día de la muerte de sus padres, la razón por la que Galería murió durante aquel horrible incendio, tratar de dar con ella era como buscar una aguja en un pajar, otro secreto celosamente grabado en la mente del espíritu que se supone ella misma debía debelar para poder vivir el resto de su vida en paz, sin embargo la sensación de que aquella meta se alejaba rápidamente de sus manos, era como si la joven bruja intentase inútilmente de parar las corrientes del viento con una mano, tapar el sol con un dedo, parar la lluvia con el pensamiento o detener el paso del tiempo con solo quererlo, podía seguir repitiendo metáforas pero con eso se entendía.

- Niños…??-Pregunto casi en un susurro, a penas y salieron los sonidos de su garganta imaginándose lo que habría hecho aquel hombre en días pasados, las imágenes que plagaron su imaginación fueron suficientes como para que la recorriese un escalofrió antes de sentir aquellos incisivos clavarse en su cuello, la voz se ahogó en su garganta mientras quedaba completamente quieta escuchando al hombre succionar lentamente la sangre de sus venas, arqueo la espalda levantando el rostro por el dolor intentando no gritar mientras alcanzaba a ver al espíritu desaparecer con una expresión seria en su rostro, cerró los ojos queriendo decir algo para cambiar el rumbo de los hechos sin embargo su cerebro también había quedado en blanco, el fantasma comenzó a materializarse mostrándose como siempre, con el antifaz y ropa a juego con la chica, el muñeco había quedado abandonado a un lado de la calle. La sonrisa en el rostro del muerto apenas y alcanzaba a distinguirse debajo del metal trabajado con un intricado diseño, él se quedó quieto observando la escena, aun decidiendo si intervenir o disfrutar del espectáculo.
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Mensaje por Gilles Davignon Jue Oct 04, 2012 12:32 am


Aquella chica no suponía para él un reto, algo que realmente le desquebrajara la cabeza o lo resumiera a copos de cenizas sobre el manto de un amanecer. No fue una sorpresa para él tener que sostenerla por la cintura mientras succionaba las gotas de su sangre. Era deliciosa, con ese característico sabor particular de las brujas, se dice que la esencia del alma y lo que somos se guarda íntimamente en las filas de esa bruta joya carmín que corre silenciosamente por las venas, bombeada por el corazón y deseada por los hombros incluso aunque no beban de ella. Para Gilles, eso no era un mito. Podía rastrear la línea en el linaje de Lena más allá de lo que su mente pudiese imaginar. Cada mortal sabe diferente, eso es un hecho, sin embargo, existen similitudes entre la sangre que es lo que hace la comparación y la exploración hasta las ramas más alejadas de su familia. La bestia sonrió de medio lado. Sentir, vivir, querer sufrir lo mismo que la víctima no es una enfermedad, se llama compasión y el ingrato deseaba poder saber qué era lo que ella pensaba en una situación tan jodidamente incómoda como esa. ¿Sería Lena diferente a los demás o también estaría recordando toda su vida, viéndola pasar como una película ante sus ojos? Se mofó ante la absurda idea, los humanos no ven toda su vida al morir, sólo los fragmentos de sus memorias más felices y los rencores guardados que ya no tiene caso seguir alimentándolos, así es… él mejor que nadie lo sabía pues ya había muerto una vez.

Carraspeó. Su nariz arrugada le advirtió la presencia de un ‘algo’ detrás de él y después colocándose al frente. ¿Quién era? No, no, no. ¿Qué era? Gilles soltó el cuerpo de la chica dejándola caer sobre el suelo y sosteniéndole del cabello para que su piel no tocara la sucia tierra. Suficiente tenía con ser él el maldito podrido como para que ella vistiera una capa de lodo que restaría el sabor de su sangre. Levantó la mirada hacia el cielo como una súplica desconocida a la divinidad inexistente. Los restos del líquido escarlata corrieron por lo largo y ancho de su barbilla bañando por completo su cuello en una majestuosa cascada rojiza. Abrió la boca para decir algo pero entendió que sería inútil. Aquel espectro lucía un antifaz, ¿Acaso no sabía que el baile de máscaras había pasado de moda años atrás? Como sea, Gilles no estaba ahí para dar clases de vestimenta a nadie y por supuesto, lo menos que quería hacer era dar explicaciones a alguien que no las ha pedido y tampoco las necesita. Hizo resoplar sus labios y levantó a la chica con el mínimo de los esfuerzos. Se saboreó el arco de su cuello pero no iba a ser ese lugar en donde calvaría los colmillos la siguiente ocasión. Gracias a sus movimientos rápidos debido a su condición, ambos fueron a dar al lado más estrecho del callejón en donde un monolito descansaba en la obscuridad. La recostó insistiendo que tocase el frío de la piedra con la espalda. Se posicionó sobre ella impidiendo que esta se moviese, claro… podía utilizar sus trucos de magia y ese tipo de cosas, pero la verdad es que eso, era precisamente lo que él buscaba de la mujer, así la incitaría a defenderse o terminaría por aburrirse de ella y desecharla como a las demás.

El cuerpo del vampiro se introdujo en medio de las piernas de Lena. Bajó hasta el sitio de su cáliz y lo acarició con la punta de su lengua. ¿La ropa? No importó y como tiras de papel, las rasgó por completo con las uñas largas que éste vestía al término de sus largos y huesudos dedos. Ver su sexo floreciendo frente a él, le trajo miles de recuerdos. Cosas que creyó perdidas en su memoria pero que justo entendía que sólo hacía falta un incentivo para poder recuperarlas. Con la punta de su colmillo derecho, rasgó superficialmente los labios de su intimidad. La sangre que emanó de la herida fue recogida por la punta de su lengua y, en lugar de tragarla, la dejó a la espera hasta que pudo ascender por el vientre de Lena y llegar hasta sus labios. Los besó. Su saliva, la sangre y los fluidos de la bruja se habían combinado con la saliva de Gilles. El éxtasis fue caótico, había miedo por parte de la chica y excitación por parte del vampiro. Pero eso era simplemente el comienzo de un juego que a Gilles le apetecía evocar esa noche y, si aquel mirón se lo permitía, cumpliría una fantasía más a expensas de una mujer incapaz de reaccionar al boicot en su cuerpo.

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Mensaje por Lena Thompson Vilhjálmur Jue Ene 03, 2013 9:44 pm


“Si todo sigue así, moriré, eso es malo... morir no es para mi.”


Perdida en la infinidad del espacio muchos recuerdos que no sabia que tenia pasaron por su cabeza, comenzaron a sonar vívidamente las voces de las personas que conocía alrededor de su vida, además de personas que jamás conoció, el familiar sonido de el mazo golpeando en el juzgado, pero ella solamente había estado en estos una sola vez así que no era posible que le resultase familiar, dirigió sus pupilas hacia donde pudiese sentirse mejor, lejos de aquel hombre que con el poder del miedo estaba invadiendo su intimidad, ella solamente quería perderse mas y mas lejos, allá donde residían las estrellas mas hermosas del cielo, su vista se nublo cuando la voz de una mujer le llamo a lo lejos proclamando ser su madre, nuevamente aquella voz era demasiado vieja para ser realmente ella, de hecho, estaba segura que su mama apenas y había llegado a la treintena antes de aquel desgraciado incidente que acabo con su vida, su pecho comenzó a necesitar cada vez mas el aire cuando sintió un par de manos frías bajo su cuerpo mientras otro par se encontraba en su espalda sosteniéndola, abrazándola aprensivamente como si quisiera perforar sus pulmones con aquel gesto, su piel se sentía igual que siempre, pero su interior estaba ardiendo, ardía en las llamas del infierno sufriendo el ardor de la muerte girar alrededor de su alma hasta comenzar a consumirla, estaba experimentando una de las muertes mas crueles del mundo, la cruel muerte de alguien que no era ella, porque ella estaba viva!!!, entreabrió los labios secos con la incertidumbre al hilo de su lengua, sin atreverse a decir ni una sola cosa, lo que estaba pasando dentro de ella era algo que jamás antes había experimentado. Sus dientes se apretaron cuando abrió los ojos encontrándose completamente bien, pero en un sitio que no conocía, un lugar oscuro lleno de barrotes y cadenas, la oscuridad estaba por volverla loca cuando el sonido de gotas cayendo comenzaron a acompañarla, estaba atrapada en un laberinto ajeno a su cuerpo, en un sitio en el que no había salida alguna a menos que el carcelero se dignara a dejarla salir.

- No puedes tocar a la niña-Afirmo la bruja sonriendo lascivamente mientras dirigía la vista al vampiro que se cernía sobre su cuerpo, alargando la mano acaricio los suaves cabellos del hombre de un modo bastante mimoso, como estuviese dándole un cariñito a su gato o perro favorito, una mueca antes vista en ella apareció entonces cuando con la otra mano acomodo los cabellos que habían sido sacados de su lugar momentos antes durante la persecución en medio del callejón, sin embargo aquel peinado pareció flaquear ante el toque pues se desvaneció de inmediato cubriendo parte de su cara con el, un resoplido molesto salió de la chica quien esta vez utilizo las dos manos para alejar todos los mechones de su vista- Siempre pienso que las mujeres tiene una problemática manera de ser, pero quien diría que todo en ellas seria tan problemático, ser una mujer realmente no es nada placentero sabes?-Gruño con voz melosa mientras colocaba las manos en el rostro inclinado del hombre, blancas y delicadas se pasearon por encima de la piel ajena sin ninguna pena aparente- Pero como iba diciendo no puedes tocar a la niña, si lo haces no me será útil, no, no será para nada útil, de hecho, no me servirá para nada muerta, mucho menos en un manicomio, que es donde terminara si sigues con esto, así que te pido amablemente que no toques a la niña…-Su mirada mientras ladeaba el rostro se mostraba amable, dentro de ella la voz de la verdadera dueña del cuerpo gritaba desesperada, atrapada en su propio recipiente de carne y hueso no era capaz de mostrarse defendiéndose con sus propias uñas y dientes, una suerte demasiado buena teniendo en cuenta que Lena no era mas mortífera que un bebé pingüino. Un suspiro del mas allá rezo por ella, porque el espíritu no la abandonara jamás, pues las desgracias atraídas por los muertos a menudo repelen las que son creadas por humanos, alguien como Lena es la clase de persona que simplemente necesita el dolor, porque es la razón mas grande para vivir, el espíritu causante de sus desgracias es sin duda la cuerda que hace girar sus engranes.
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