“Un cerezo negro” [Libre]

¿Qué es lo que busca una bruja para sentirse feliz? ¿Qué es lo que necesita para poder vivir? Insulsas preguntas que nunca se lograba contestar. Sin embargo, aún no sabiendo que debía hacer ni el porqué lo hacía seguía ahí..., viviendo.
Un suspiro imperceptible le delató su ratíquico estado de ánimo, sentada en un suave cojín en aquel café, apreciando el bordado delicado de la tersa tela que decoraba la mesa donde yacía espumoso y humeante su té de hierbas rojas. El aroma de el brebaje enajenaba su olfato, con deleite dio un sorbo dejando que el caliente líquido se derramara al interior de su boca. Aún con la taza entre sus delicadas y blancas manos admiró la estancia, mujeres y hombres cotilleando ensimismados en sus perfectos mundos de cristal herrado por sus propias manos.
Cerró sus ojos pensando en lo difícil que era para ella poder llevar una vida como aquellos comensales que teñían de diversión su fantasiosa vida. A lo lejos percibía el efluvio encantador de alguien que no existía, suspiró despejando su mente de vanalismos y sentimentalismos irreales.
A escasos segundos de abrir los ojos, una hermosa melodía sonó a su alrededor. Impregnando al viento con notas perfectas labradas majestuosamente, envolviéndola en un momento bastante íntimo. Así con la mirada perdida en su fuero interno que despertaba renaciendo cual ave fenix abrió los ojos, embelasamada de aquella fabulosa melodía que la llevaba a viajar a lugares inimaginables. Buscó con las pupilas dilatadas de aquel placer producido por las notas que alcanzaban reconditos lugares de su interior, encontrándose con el hombre que producía aquel esplendor.
Una sonrisa curvó sus perfilados labios rojos, ladeando la cabeza sus serpenteantes rizos envolvieron su rostro, encantada por aquella música se perdió en la mirada de aquel caballero anhelando cada nota musical que él quisiera dedicarle.

Cada nota le obligaba a prestar atención, el aire impregnado de aquel instrumento maravillosamente tocado. Perdiéndose en la mirada de aquel sujeto, en el intenso azul cual vástago cielo de una mañana de primavera. Mordió su labio inferior con suavidad intentado aclarar su mente danzante entre notas ajenas.

En cuanto la melodía terminó se vio liberada, sonrió irguiéndose en su asiento con un leve nerviosismo. A penas y se disponía a aplaudir, impidiendoselo la visión ocupada por el interprete que se acercaba a ella. ¿Será posible que venga hacía a mí ? se preguntó la bruja dubitativa.
Aunque no tuvo que pensarlo demasiado, puesto que el músico ya se encontraba frente a ella, sonrió ladeando ligeramente la cabeza. Un segundo le costó reaccionar para pronunciar palabra cuando el caballero hizo un acto puro de cortesía. Rió por lo bajo asintiendo con gentileza, sintiendo los labios sobre su fina piel.

Cogió la flor llevándola instintivamente a comprobar su exquisito aroma con el olfato. -Es un placer monseiur, mi nombre es Galatea Mozambique- se presentó con la voz cargada de las feromonas que nunca intentaba cubrir, -ha sido una hermosa melodía, es uested un excelente interprete- elogió con secillez, sonrió afablemente acariciando el tallo de la flor con sus dedos, -gracias por flor y por el elogio es usted todo un caballero- colocó un rizo detrás de su oreja sin dejar de sonreirle, -oh que distraída, ¿gusta sentarse? ¿quiere que le traigan algo de beber?.

Cada vocablo parecía ejercer un poder de atracción sobre la bruja, como si de un imán se tratara. ¿Qué le esperaba en ésta fría noche? Hacía unos minutos había estado mirando el atardecer, aquellos colores brillantes que le demostraban que aún el final del día tenía maravillas que experimentar. Mientras caminaba hacía el elegante cafe el cielo se fue llenando de finas perlas, adornando la oscuridad..., el crepúsculo.Hasta ese momento creyó que el día había terminado y que solo le esperaba la misma monotonía de siempre. Que equivocada estaba.

Observó con la curiosidad y timidez felina que en tantas ocasiones solía relucir en su ser independiente al hombre que se movía con tal elegancia que parecía irreal. ¿Sería prudente decir que era perfecto?.

Escuchar hablar a una persona de tal forma le era ajeno, desconocido para sus oídos americanos. Una sonrisa delineó sus finos labios al escucharle, entrecerrando los ojos pensó en lo que él le decía.

-Supongo que no he sido muy buena en incubrir mis emociones- comentó mientras sus dedos se entretenían nerviosos en la espina de la rosa.

Colocando la flor sobre la mesa con delicadeza, temiendo que los pétados de la rosa pudieran verse dañados, observó con aprecio la forma en que el joven músico se deleitaba con aquel líquido que ella misma había degustado. Por un momento quiso saber que era precisamente lo que él pensaba en ese instante, conocerle es lo que deseaba en esa noche crispada en miles de emociones.

-Tenedlo por seguro caballero, es difícil contar con tan gratos acompañantes, me honra con su presencia- áñadió con una leve sonrisa de eterna sinceridad. Fijando su mirada en la del músico perdiéndose nuevamente en la profundidad de sus ojos, sintiendo que él era capaz de ver más allá de lo que realmente quería mostrar.

Sonrió de lado con timidez, con sus mejillas adquiriendo un tono rosado. Sonrojada y sin dejar de observarle preguntó -¿suele interpretar hermosas melodías en estos lugares con frecuencia?

Su corazón latía con fuerza ante las palabras del joven frente a ella, puesto que le envolvían en un torbellino sin fin de emociones jamás sentidas, reprimidas en la alborada de su vida. Los murmullos de las personas a su alrededor se convertían en suaves melodías interpretadas para un momento como el que vivía, compartido con un ser al que le atraía al grado tal de sentirse un instrumento más de aquella sinfonía.
La intensa mirada de la bruja dilataba sus pupilas, dejando que una sonrisa afable cargada de ternura surcara sus labios con delicada premura. Nadie nunca le había dedica una sola palabra que no fuera de aprecio fingido, nadie había mencionado característica que él ahora veía. Siempre sola, esperando entre las sombras aquel que una sonrisa le dedicara.
-Sus palabras son música para mis oídos caballero, no abuse de ellas que después retractarse será su suplicio- dijo con suavidad tomando entre sus manos la taza de finos detalles, relieves en dorado que reflejaban un matiz de posibilidades en una noche tan singular en donde una fantasí pronto parecía terminar.
El deleite que le producía escucharle se comparaba a aquel que le producía el uso de su propia mágia, algo que podía hacer por el simple capricho de hacerlo. Una palabra en especial quedó flotando entre ellos, grabándose en la mente como si la escuchase por vez primera..., Libertad. Aún con la sonrisa en los labios se atrevió a pregunta, -¿A qué se refiere a que ahora que es libre?- la curiosidad taladraba sus sentidos, ahora podía sentir esa emoción descarrilada en su interior.
De prontos todos sus sentidos, o la mayoría de ellos fueron directo al hombre que con tal devosión le hablaba, haciéndole caer en el abismo de las esperanzas. Quizá fuesen falsas, pero a fin de cuentas seguían siendo esperanzas. Delicadas y frágiles cual cristal que debía proteger con la sutileza misma de su persona. Clavó su perlada mirada esmeralda en aquel joven, quien le observaba con la misma profundidad de la que era capaz.
-Supongo que debía tener un atributo tan encantador como usted monseuir, mi mirada solo refleja lo que su melodía ha causado en mí. Consecuencias de las delicadas notas musicales que acallaron el dolor en mi corazón.

Sonrió con suavidad aunque entendiendo aquellas palabras más de lo que hubiese querido, puesto que el tema del amor le era tan ajeno como su propio poder. En estas circunstancias se sentía abstraída como si no fuese más que producto de su imaginación. Suspiró bajando la mirada hacía sus manos que yacía sobre la mesa que sin pensar ya había entrelazado, mordió su labio inferior pensando en la cruel broma del destino. Le ponía enfrente a alguien que le daba ¿esperanzas? pero que no era más que una ilusión pues nunca llegaría a ser más que un caballero con afán de sentirse bien consigo mismo.

-Pues he de decir que me alegro de que ahora podáis sentiros feliz por su libertad. Y que haya experimentado la dicha del amor, aunque fuese solo a costa de algo tan preciado- dijo con voz apenas audible, ahora pensaba que había sido absurdo haberse entusiasmado con aquel caballero..., demasiado.

Volvió a sonreir levantando la mirada, -me encanta saber que puedo reflejar algo más que un sentir, que pueda transmitir una emoción tan distinta a lo que realmente pueda sentir- añadió con un poco de titubeo en su hablar, no creía del todo aquellas palabras, puesto que hermosa ni un mirar de belleza natural no se creía poseedora.

-Me alegro que también sea capaz de transmitir lo que usted transmitio con su melodía- terminó diciendo con una sonrisa gentil, quizá lo que un día su amiga la bruja le había dicho era verdad, "algunos hombres pueden enseñarte a amarte".

off: sorry..., sorry jeh los exámenes finales pero ya por fin terminaron =) Siento que hayas estado en el hospital, espero ya estéis mejor os mando besitos para vuestra recuperación jhijhi

Al escuchar las palabras del joven frente a ella no pudo evitar sentirse decepcionada por ello, aunque por un escaso momento le dio cierta felicidad que él compartiera algo de sí mismo aun cuando de defectos se tratara. La idea del amor había sido entretejida por la bruja como un cúmulo de sentimientos que jamás llegaría a experimentar, pues su condición no le permitía hacerlo, el porque era una pavada, pues los seres nacientes de la oscuridad no podían compartir mas que desdicha y sufrimiento; así era el ideal de sus predecesores que confirmaron aquellos pensares.

-¿Qué es eso que añora? Espero no se trate de la idea de un felices por siempre, porque le aseguro que está buscando en vano caballero. Aunque no puede considerar mi opinión pues no tengo certeza de ello, mas que una más diplomática- comentó rodeando el borde de la taza con el dedo índice, sin dejar de observarle, pues a fin de cuentas eso era exactamente lo que haría..., observar. Ser una espectadora mas de su propia vida.

Tan distraída estaba en la conversación que mantenía con aquel gallardo caballero que minutos antes de que una simpática melodía intepretada por otro músico terminara. Sonrió sintiéndose ensimismada, o bien embelasamada en las palabras del no tan extraño sujeto, ajena a la realidad que le rodeaba, distinta hasta cierto punto y lo peor es que le gustaba. Sentía un exquisito placer estar allí, compartiendo una velada con alguien que no fueran sus secretos ni las sombras que todo tiempo le rodeaban.

Rio con suavidad ante el comentario, mientras se preguntaba si realmente él pensaba eso o solo era mera cortesía. -Es usted muy amable al decir tal cosa, pero no creo que la palabra única sea la que me describe. Considero que se ha hecho falsas expectativas de mi persona señor- añadió negando con la cabeza sutilmente haciendo que sus rizos serpentearan sobre su rostro, -es más, me atrevo a decir que los conocidos para mí son tan escasos que comienzo a creer que París es un espejismo creado por mi subconsciente- sonrió afable con una mirada solitaria.

Suspiró cogiendo su taza, miró en su interior el color dorado del té, leyendo en el lo que siempre, su triste vida solitaria. Dio un sorbo comprobando que su bebida ahora estaba fría, acto seguido su mente recordó algo que se le había pasado de largo. Alzó la mirada escudriñando el rostro del caballero, vampiro, pensó con una sonrisa de satisfacción curvándole los labios. Volvió a bajar la mirada mientras su sonrisa se difuminaba, -veo que compartimos más que una noche de soledad- murmuró quedito sabiendo que él le escucharía.

Una vez más volvía a parecerle un hombre sabio, un ser que se expresada de la forma en que ella nunca podría. Un ser capaz de comprender su existencia en el mundo ambiguo en el que habitaban, aquel que podía entender su psique. Con una enorme alevosía y admiración por él, y por lo que buscaba en su vida, como si aún conservara la esperanza en algo que hacía mucho había dejado de existir. Sonrió con complicidad ante aquellas palabras cargadas de cierto sentimentalismo.

-Que encantadora añoranza, me hace pensar que quizá se pudiera encontrar tal ser con vosotros, como si en verdad existiera..., como si aún hubiera esperanzas- musitó dejando escapar un suspira ante su falta de intuición, de amor por la vida o más bien la aferración hacía ella, quizá solo eran ironías de lo que hacía unos minutos había pensado, de las esperanzas que se había hecho.

Se quedó mirando al hombre en cuestión, escuchando la melodía al fondo que comenzaba a despertar su curiosidad por el caballero, incrementándola. ¿Por qué experimentaba aquello..., esos extraños sentimientos? Suspiró recargándose con delicadeza en su tan cálido y cómodo respaldo, sin que su mirada quisiera apartarse de su compañero, con una ligera sonrisa delineando sus labios y sus mejillas con un suave teñir sonrosado.

-Oh, no se disculpe caballero, soy yo la que se sugestiona a sí misma. Es más la que debe disculparse es vuestra servidora- añadió con cortesía mientras colocaba sus manos sobre su regazo, donde podría masajearlas nerviosamente como una de sus latentes manías. -¿Qué añoro?- preguntó dubitativa, volvió a suspirar haciendo que un rizo que caía sobre su frente oscilara gracilmente, -por mucho tiempo creí que lo único que quería era dejar de ser lo que soy. Pero ahora me doy cuenta que lo que siempre he buscado es la esperanza de una vida felíz, la dicha de compartir momentos memorables y aburridos, la monotonía de una vida de soledad transofrmada en alegría compartida, la libertad de sonreir sin ser juzgada y de hablar sin ser callada. Poseer la fortuna de ser quien soy, y que nadie estime que soy inadecuada - sonrió alzandose de hombros con delicadeza, -aunque puede que sea un pensamiento utópico.

¿Quizá encuentre la esperanza en sus ojos? una pregunta que ella se planteaba ahora, pues ella sí había encontrado la esperanza, un sentimiento que comenzaba a ser algo especial en su existencia. Esperanza... ya no le parecía tan alejada, tan ajena a ella, hoy le daba la impresión de poder palparla, de estar sosteniéndola entre sus manos, de poder guardarla como un tesoro que podía ser disfrutado única y exclusivamente por ella.

-Por supuesto que sería maravilloso, y me encantaría poder experimentarla- sonrió, aunque se quedó callada por un par de segundos, volvió a sonreirle delineando el borde del mantel artesanal con sus níveos dedos, -no he tenido siquiera la dicha de encontrar el amor, creo que estoy destinada a pasear por este mundo sola, quizá el destino no tiene deparado un gran amor para mí.

Suspiró con una leve sonrisa asomándose en sus labios, -y no se preocupe, me agradan las personas conversadoras, el mayor deleite para mí es descubrir la existencia de quienes me rodean- su sonrisa se ensanchó aun cautivada por las emociones que él le hacía sentir.

¿Por qué las palabras del caballero llenaban de dicha su frágil alma? ¿por qué él decía justo lo que sus oídos querían escuchar? Sin duda este momento le era inolvidable un suceso que intentaría guardar en su memoria aun cuando solo quedara en un momento. Su corazón se aceleró a mil por hora, repiqueteando frenético ante el contacto de aquel caballero, no pudiendo evitar que su sonrisa y su alma diera un vuelco de alegría, ¿era malo sentirse así?

-Gracias monseiur, sus palabras son mejores que la melodía que ha interpretado, agradezco que piense que pasar estos momentos en mi compañía le hacen feliz- dijo ahora sonrojada, dando un suave apretón a la mano de su acompañante como si quisiera comprobar su existencia, -usted también ha hecho de mi monótona noche, una velada colmada de sensaciones que producen en mí una felicidad infinita.

Precisamente a eso se refería la bruja, a saberse sin nadie, sin ninguna amistad, sin siquiera poseer una mascota fiel a la cual llamar amigo, no poseía nada en este mundo más que su magia. ¿Podría llamarle amor a su poder? Honestamente no creía eso, si bien apreciaba lo que tenía, las habilidades curativas y el placer de experimentar con la naturaleza, no podía considerar que amaba su poder, más bien le temía. Un sentimiento que la hacía débil, al menos ante sus propios ojos.

-Quizá sea paciencia la que me falte, o simplemente deba aprender a conformarme, quizá mi ambición de posesión sea más grande que las verdaderas ganas de amar. No me mal entienda, soy feliz estando sola, la soledad es una gran amiga y consejera, aunque...- calló pensando sus palabras con detenimiento, nunca pensaba en temas que le fueran difíciles de entender, temas relacionados con problemáticas de la humanidad sentimiental. Ese le era un tema ajeno al que prefería rehuirle y engañarse de que en efecto era mejor compartir su vida con la soledad que estar en compañía de alguien quien fuese a irse algún día, y no es que lo hubiese vivido, pero lo había presenciado tantas veces que se sentía parte del dolor mismo, -... a veces la compañía de un ser diferente, pensante y que pueda responderme y no solo escuchar, también es bien recibido por mí.

Sonrió con un suave asentimiento, sin duda compartía aquel pensar, una melodía podía percibirse hasta en el silencio compartido, con palabras jamás expresadas. -Nada me complacería más que seguir escuchando la perfecta melodía que sus palabras simbolizan para mí- comentó sin dejar atrás su sonrisa de complicidad y alevosía. -Por supuesto, la noche aún es joven y nosotros aún más, espero nos depare más gratas sorpresas como la que he tenido la dicha de experimentar hasta ahora.

Hizo un gesto a la dulce camarera que le había atendido, sinceramente esperaba que esto marchara bien, porque al menos un grato recuerdo de parís sobreviviría en su memoria donde los pensamientos faltos de pensamientos dignos de recordarse se agolpaban entre volutas de ilusiones fallidas. -Permítame, ser yo quien invite esta noche- sonrió cogiendo su bolso sin que su mirada se viera perdida de la de aquel caballero que vino a alumbrar su oscura velada.

Spoiler:

Un sentimiento voraz que consumía su interior se agolpaba en su ser haciéndole experimentar sensaciones nunca antes sentidas por Galatea. Era ridículo pensar que una persona como ella era capaz de sentir percibiendo cosas a su alrededor que no se había dado cuenta que existían. Quizá solo era que su mente se encontraba más despierta, alerta, o pudiera ser que por fin veía con detenimiento todo cuento le rodeaba porque en su entorno se encontraba aquella persona que podía provocar en esas y muchas más sensaciones. Y es que parecía que el caballero frente a ella tenía la capacidad de entenderle, de comprender cada sentir que muchas veces caía en la deprimente autocompasión que él no poseía y se daba cuenta de que pudiera ser que ella aprendiera las nuevas manías de ver un mundo. Porque sí, la soledad aunque su fiel y única compañía eterna, también le envolvía entre sus cobijadores brazos del individualismo, le mantenía prisionera sintiendo su vida ajena, como si ella fuese solo una espectadora más.

Sin embargo era cierto, en más ocasiones de la que fuera capaz de admitir había necesitado de algunas palabras de aliento que no fueran producto del viento susurrante, una mirada significativa que le indicara que todo marcharía bien solo porque estaría acompañada de la persona que le hiciera sentir segura, la persona que le dedicara una dulce sonrisa desinteresada porque simplemente se le antojaba obsequiarle una mueca de amistad, o aquella que le abrazara cuando sentía el alma abandonarle el cuerpo por la vida solitaria que llevaba…, incluso había necesitado un silencio compartido conformándose con saber que en algún lugar existe una persona pensado en ti. Pero nada de eso nunca tuvo la fortuna de tenerlo.

- Tiene razón, después de todo somos humanos- frunció ligeramente el ceño pensando en lo que la palabra humano significaría para ellos, ya que no le definían del todo, suspiró mordiendo su labio inferior -…, y necesitamos la compañía de vez en vez para recordarnos de que somos parte de un todo, del mundo- se alzó sutilmente de hombros, correspondiendo a la sonrisa del hombre. Este
momento se estaba dando de la manera más peculiar que hubiese encontrado. No solía hablar con desconocido -aunque para conocer a alguien se necesita primero conocer a un desconocido-, pero ahora
podía sostener una conversación decente con él, donde no pudiera relucir su misticismo compartido.


La idea de salir con él en otra ocasión le fue más que regocijante, y más cuando en sus manos hallo un cobijo enternecedor y prometedor que hizo disparar su corazón en un latir eufórico. Asintió haciendo oscilar sus rizos al tiempo que su sonrisa alcanzaba de alegría a su mirar. -Eso sería más que agradable caballero. No hay mejor persona por la que decida dejar entre sombras a la soledad que con usted-.

Alzó la mirada hacia la camarera con una suave sonrisa entre los labios -me alegro que acepte porque me ha dado un honor- dijo para acto seguido pedir un café de especies, su favorito por su exótico aroma y el vapor de agua que inundaba sus pulmones haciéndole sentir por momentos cobijada por la efímera noche. La camarera tomó sus órdenes para después alejarse, la bruja le siguió con la trémula mirada para volverse con Asagi quien volvía interrumpir sus cavilaciones con sus palabras que eran cual caja musical para Galatea. -tenga por seguro que en lo que respecta a la luz proveniente de su persona, ha iluminado más de lo que esperaba convirtiendo el vació en un recuerdo de antaño- al menos hasta que otra vez volviera a sumirse en la melancolía de su vida y en la quietud de su existencia.