AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Bajo la flor del cerezo - (Privado)
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Bajo la flor del cerezo - (Privado)
Como bruja, debería saber, que cuando un sueño se repite, una y otra vez, es que existe algo dentro de él, que nos está tratando de comunicar un hecho importante, tal vez lago que cambiará nuestra forma de ver la vida, o hasta de expresarnos que ésta pronto llegará a su fin. Por supuesto, Eun Mi, lo sabía. por eso despertaba bañada en sudor, con su corazón latiendo tan deprisa que parecía estar a punto de explotar. Esa situación, se había estado dando durante el transcurso del último mes, y aunque al principio intentó no darle importancia, con el transcurrir de las semanas, el sueño se volvió mas violento y real, como si en verdad fuera un trozo de su pasado, que habría quedado borrado de sus recuerdos, tal vez porque la experiencia vivida habría sido muy traumatica.
Esa última semana, apenas si había podido dormir un par de horas, y cuando lo hacía, la voz de un pequeño retumbaba en su cabeza, un niño que suplicaba que no le hicieran daño a su amiga. Podía verle, como si ella fuera arrastrada por un mayor y la niña a quien el pequeño intenta retener fuera ella misma. Despertó en la madrugada, todavía se encontraba el cielo obscuro como una capa de terciopelo negro, lo que llevó a que la joven, decidiera levantarse y tras vestirse para cabalgar, se dispuso a cruzar la ciudad, necesitaba llegar lo antes posible al único lugar donde solía encontrar un poco de paz. Ese lugar era el Jardín Botánico, un hermoso parque, de grandes extensiones, en donde se podía encontrar casi todos los arboles y plantas de los cinco continentes. Fue así que, apenas salir de la mansión, tomó el camino que la llevaría a su destino, allí en donde podría disfrutar de la sombra de los cerezos, de la lluvia de pétalos, que pronto comenzaría. Pensar en ello, la llevó a pensar en lo fugaz de la vida, de los recuerdos, que se pierden, como la delicada flores del cerezo.
Cuando llegó al jardín, apenas había comenzado a clarar, el ambiente estaba embebido en la humedad del rocío, que permitía la concentración de los perfumes florales. Eun Mi, dejó su caballo en una caballeriza cercana y caminó por la calle principal, hasta poder tomar la arboleda, que la conduciría a la zona de flora asiática, - un sector, relativamente nuevo y muy bien cuidado, el que había sido creado como muestra de buena voluntad de parte de las autoridades políticas, con la población, cada vez mas importante de la comunidad nipona. Inspiró profundamente, cuando sus ojos contemplaron la majestuosidad de los cerezos florecidos, y de la fresca briza que se hacía presente en ese instante. Cerró los ojos y recordó una calle muy parecida, cubierto el suelo de flores de beojkkoch* y la voz del niño se hizo nuevamente presente - dang-geun*, no me olvides... -, la bruja abrió sus ojos asombrada, un dolor en su pecho la llevó a colocar su mano sobre su corazón que latía desesperada - seulpeun gae* - susurró, mientras sus ojos se llenaban de lagrimas.
Esa última semana, apenas si había podido dormir un par de horas, y cuando lo hacía, la voz de un pequeño retumbaba en su cabeza, un niño que suplicaba que no le hicieran daño a su amiga. Podía verle, como si ella fuera arrastrada por un mayor y la niña a quien el pequeño intenta retener fuera ella misma. Despertó en la madrugada, todavía se encontraba el cielo obscuro como una capa de terciopelo negro, lo que llevó a que la joven, decidiera levantarse y tras vestirse para cabalgar, se dispuso a cruzar la ciudad, necesitaba llegar lo antes posible al único lugar donde solía encontrar un poco de paz. Ese lugar era el Jardín Botánico, un hermoso parque, de grandes extensiones, en donde se podía encontrar casi todos los arboles y plantas de los cinco continentes. Fue así que, apenas salir de la mansión, tomó el camino que la llevaría a su destino, allí en donde podría disfrutar de la sombra de los cerezos, de la lluvia de pétalos, que pronto comenzaría. Pensar en ello, la llevó a pensar en lo fugaz de la vida, de los recuerdos, que se pierden, como la delicada flores del cerezo.
Cuando llegó al jardín, apenas había comenzado a clarar, el ambiente estaba embebido en la humedad del rocío, que permitía la concentración de los perfumes florales. Eun Mi, dejó su caballo en una caballeriza cercana y caminó por la calle principal, hasta poder tomar la arboleda, que la conduciría a la zona de flora asiática, - un sector, relativamente nuevo y muy bien cuidado, el que había sido creado como muestra de buena voluntad de parte de las autoridades políticas, con la población, cada vez mas importante de la comunidad nipona. Inspiró profundamente, cuando sus ojos contemplaron la majestuosidad de los cerezos florecidos, y de la fresca briza que se hacía presente en ese instante. Cerró los ojos y recordó una calle muy parecida, cubierto el suelo de flores de beojkkoch* y la voz del niño se hizo nuevamente presente - dang-geun*, no me olvides... -, la bruja abrió sus ojos asombrada, un dolor en su pecho la llevó a colocar su mano sobre su corazón que latía desesperada - seulpeun gae* - susurró, mientras sus ojos se llenaban de lagrimas.
- traducción:
Beojkkoch : Cerezo.
Dang-geun: Zanahoria.
Seulpeun gae: Cachorro triste.
Cosmos Baekje- Humano Clase Alta
- Mensajes : 73
Fecha de inscripción : 03/01/2016
Re: Bajo la flor del cerezo - (Privado)
Había decidido establecerse en París durante un buen periodo de tiempo, no solamente porque sus negocios lo exigieran o su hermana así lo deseará, sino que pensaba quedarse en la ciudad por sus propios deseos y metas. Kwan quería estar en la ciudad tanto tiempo como le fuera posible para buscar pistas con respecto a lo ocurrido con su tía y su primo o prima, pues desde que tenía memoria, su madre había deseado profundamente encontrarse una vez más con su hermana, saberla bien pero sobre todo, saberla feliz, claro que la ausencia de noticias durante 28 años indicaban que los deseos de su madre no eran realidad, sin embargo, el hechicero estaba decidido a descubrir que había sido de su tía.
Si bien los planes de Kwan eran claros respecto a su manera de proceder con lo que correspondía a la búsqueda de su tía, algo que no le estaba facilitando para nada llevar aquel plan en marcha, eran los numerosos contratos de exportación que necesitaba revisar, además de que Soo, insistía en que debían pasar tiempo con la comunidad coreana establecida en París, pero sobre todo, insistía en que se pusieran a disposición del embajador Gwang So; y no era que el hechicero no deseara pasar tiempo con gente que comprendiera su lengua y sus tradiciones, así como tampoco era que no deseara ponerse a disposición de tan renombrado e importante embajador de su nación. De hecho, el motivo de que Kwan tratará de mantenerse distante era el sencillo hecho de que nunca fue muy social y prefería mil veces la soledad a la compañía, detalle que Soo no soportaba y que siempre recriminaba al mayor, recordándole en cada ocasión que lo hiciera, que la única persona con la que fue capaz de abrirse y a quien llego a querer de verdad fue arrancada de su lado bruscamente muchos años atrás, cuando no era más que un chiquillo incapaz de luchar por lo que quería. Harto entonces de las recriminaciones e insistencia de Soo; Kwan se dio a la tarea de trabajar más arduamente durante toda una semana, con la única finalidad de poder regalarse a si mismo un día libre.
Cuando llegó el día, Kwan se levantó muy temprano y tras vestirse con ropas realmente sencillas, se escabulló de su residencia sin dar explicación alguna a los sirvientes que poseían y dirigió su andanza hasta un lugar que creía le brindaría la tranquilidad suficiente como para idear una forma de cumplir con todos sus cometidos sin perder la cordura o dejar algo de lado. Iba pues, al jardín botánico y tras pasar cerca de una hora caminando por las calles de París, su llegada al jardín coincidió con el horario de apertura del mismo, detalle que plasmo una sonrisa en los labios del hechicero, que entró y camino directamente a la zona más nueva del lugar; la de flora asiática.
– No hay nada mejor que el hogar para tener pensamientos claros y acertados – habló para si segundos antes de inspirar y darse cuenta de que los cerezos estaban en flor. Aquel aroma tan peculiar, trajo a la mente de Kwan un recuerdo que hubiera preferido olvidar pero que desafortunadamente estaba grabado a fuego en alma – Dang-geun… – susurró, iniciando entonces una marcha lenta por entre la vegetación hasta llegar a donde se hallaban los cerezos en todo su esplendor.
Si bien los planes de Kwan eran claros respecto a su manera de proceder con lo que correspondía a la búsqueda de su tía, algo que no le estaba facilitando para nada llevar aquel plan en marcha, eran los numerosos contratos de exportación que necesitaba revisar, además de que Soo, insistía en que debían pasar tiempo con la comunidad coreana establecida en París, pero sobre todo, insistía en que se pusieran a disposición del embajador Gwang So; y no era que el hechicero no deseara pasar tiempo con gente que comprendiera su lengua y sus tradiciones, así como tampoco era que no deseara ponerse a disposición de tan renombrado e importante embajador de su nación. De hecho, el motivo de que Kwan tratará de mantenerse distante era el sencillo hecho de que nunca fue muy social y prefería mil veces la soledad a la compañía, detalle que Soo no soportaba y que siempre recriminaba al mayor, recordándole en cada ocasión que lo hiciera, que la única persona con la que fue capaz de abrirse y a quien llego a querer de verdad fue arrancada de su lado bruscamente muchos años atrás, cuando no era más que un chiquillo incapaz de luchar por lo que quería. Harto entonces de las recriminaciones e insistencia de Soo; Kwan se dio a la tarea de trabajar más arduamente durante toda una semana, con la única finalidad de poder regalarse a si mismo un día libre.
Cuando llegó el día, Kwan se levantó muy temprano y tras vestirse con ropas realmente sencillas, se escabulló de su residencia sin dar explicación alguna a los sirvientes que poseían y dirigió su andanza hasta un lugar que creía le brindaría la tranquilidad suficiente como para idear una forma de cumplir con todos sus cometidos sin perder la cordura o dejar algo de lado. Iba pues, al jardín botánico y tras pasar cerca de una hora caminando por las calles de París, su llegada al jardín coincidió con el horario de apertura del mismo, detalle que plasmo una sonrisa en los labios del hechicero, que entró y camino directamente a la zona más nueva del lugar; la de flora asiática.
– No hay nada mejor que el hogar para tener pensamientos claros y acertados – habló para si segundos antes de inspirar y darse cuenta de que los cerezos estaban en flor. Aquel aroma tan peculiar, trajo a la mente de Kwan un recuerdo que hubiera preferido olvidar pero que desafortunadamente estaba grabado a fuego en alma – Dang-geun… – susurró, iniciando entonces una marcha lenta por entre la vegetación hasta llegar a donde se hallaban los cerezos en todo su esplendor.
Kwan Ryong- Hechicero Clase Alta
- Mensajes : 11
Fecha de inscripción : 22/09/2017
Re: Bajo la flor del cerezo - (Privado)
Sonrió con tristeza, pues aquellos recuerdos, que por tanto tiempo habían estado encerrados en lo mas profundo de su corazón, florecían ahora, cargados de otro significado. Pues si antes aquella arboleda de cerezos en flor, representaba el momento en que su vida fue devastada, ahora, en medio de aquel Jardín Botánico, volvía a tener el dulce recuerdo de una infancia añorada, de amigos perdidos, y sentimientos olvidados.
Elevó su mirada y contempló como algunos pétalos de cerezos danzaban en la fresca brisa. Como cuando era pequeña, elevó su mano abierta, e intentó atrapar uno de aquellos frágiles pétalos, - Si logro atrapar aunque mas no fuera uno de ellos, será que he de encontrarte nuevamente, mi querido Cachorro triste - caviló, al instante de que en su mano, un pequeño copo rosado descansó tras la danza silenciosa. Su sonrisa era dulce, iluminando su rostro y mostrando a quien la pudiera contemplar, lo bella mujer que era. Mas quien la conociera bien, sabría que su alegría tenía origen en aquella ingenua tradición coreana, de atrapar los pétalos de cerezos y pedir un deseo, uno que casi fuera imposible y casi siempre referido al amor, aunque en éste caso, fuera un amor fraterno, ya que aquel amigo que permanecía en sus recuerdos, no era mas que un pequeño niño de poco mas de ocho años, en ese tiempo, en esa antigua vida, no había existido momento, ni oportunidad de crecer, para llegar a enamorarse, como solo los adultos pueden hacerlo. Por eso, ella, aún pensaba en él, como en el pequeño niño que alguna vez había sido, sin darse real cuenta de que seulpeun gae, sería ahora un hombre, tan bello y misterioso, como ese que se acercaba silencioso.
Con su mano cerrada en un puño, para no perder su tan preciado tesoro, cerró sus ojos y pidió su deseo - Seulpeun gae... vuelve a mi - dijo en voz alta, sin importar que aquel caballero pasaba a su lado, - prometiste que volveríamos a caminar juntos bajo las flores del cerezo - sonrió con tristeza, llevó su mano a sus labios y besó el pequeño pétalo. Cuando llegara a su mansión, lo guardaría entre las paginas de su diario, aquel en que cada noche, escribía un sijo, en el que plasmaba su melancolía, por esa vida que debería haber vivido, pero que se la habían arrebatado, casi dieciocho años atrás.
Elevó su mirada y contempló como algunos pétalos de cerezos danzaban en la fresca brisa. Como cuando era pequeña, elevó su mano abierta, e intentó atrapar uno de aquellos frágiles pétalos, - Si logro atrapar aunque mas no fuera uno de ellos, será que he de encontrarte nuevamente, mi querido Cachorro triste - caviló, al instante de que en su mano, un pequeño copo rosado descansó tras la danza silenciosa. Su sonrisa era dulce, iluminando su rostro y mostrando a quien la pudiera contemplar, lo bella mujer que era. Mas quien la conociera bien, sabría que su alegría tenía origen en aquella ingenua tradición coreana, de atrapar los pétalos de cerezos y pedir un deseo, uno que casi fuera imposible y casi siempre referido al amor, aunque en éste caso, fuera un amor fraterno, ya que aquel amigo que permanecía en sus recuerdos, no era mas que un pequeño niño de poco mas de ocho años, en ese tiempo, en esa antigua vida, no había existido momento, ni oportunidad de crecer, para llegar a enamorarse, como solo los adultos pueden hacerlo. Por eso, ella, aún pensaba en él, como en el pequeño niño que alguna vez había sido, sin darse real cuenta de que seulpeun gae, sería ahora un hombre, tan bello y misterioso, como ese que se acercaba silencioso.
Con su mano cerrada en un puño, para no perder su tan preciado tesoro, cerró sus ojos y pidió su deseo - Seulpeun gae... vuelve a mi - dijo en voz alta, sin importar que aquel caballero pasaba a su lado, - prometiste que volveríamos a caminar juntos bajo las flores del cerezo - sonrió con tristeza, llevó su mano a sus labios y besó el pequeño pétalo. Cuando llegara a su mansión, lo guardaría entre las paginas de su diario, aquel en que cada noche, escribía un sijo, en el que plasmaba su melancolía, por esa vida que debería haber vivido, pero que se la habían arrebatado, casi dieciocho años atrás.
Cosmos Baekje- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 03/01/2016
Re: Bajo la flor del cerezo - (Privado)
Kwan camino con calma y decisión hasta el área de vegetación asiática, siendo recibido al llegar por los árboles de cerezo llevados hasta las tierras parisinas y por unos breves segundos se sintió nuevamente en su hogar. La sonrisa que hubiera aparecido en sus labios al detectar el característico olor de las flores de cerezo solo se ensancho, iluminando su rostro. Montones de pétalos de flores de cerezo caían en una danza silenciosa, invitando a Kwan a no permanecer estático en un solo lugar.
Con pasos cada vez más lentos y la mirada perdida del todo en los pétalos que danzaban a su alrededor, el Ryong no prestó atención al hecho de que no era la única persona contemplando aquel maravilloso espectáculo. De hecho, tan indiferente le resultaba la muchacha que se encontraba estática un poco más adelante que él, continuo su camino sin siquiera detenerse a observar su rostro un solo segundo, en parte porque su mente estaba muy lejos de ahí, en una niña a quien no pudo proteger y a quien ansiaba encontrar por imposible que eso fuera.
La mirada de Kwan abandono a los pétalos traviesos que trataban de tocarlo y se enfoco en el camino que debía seguir, ese que se encontraba flanqueado por los arboles de cerezo; sin embargo, sus pasos se detuvieron repentinamente cuando pasaba detrás de la muchacha, quien como si de una niña se tratase pedía un deseo al pequeño pétalo que acabara de atrapar, más no fue el que atrapara el pétalo lo que llevó al Ryong a detenerse, mucho menos el deseo que emitía o la promesa de la que hablaba; lo que provoco pues que el hechicero se detuviera fue el peculiar apodo que llegaba hasta sus oídos.
– Disculpe, ¿Ha deseado encontrar a quién?... – preguntó, girando entonces el rostro solo para notar como es que el cabello de la mujer era un tanto rojizo. La respiración de Kwan se contuvo en ese instante y de sus labios salió el apodo que poco antes sintiera la pertenecía a un espectro pero que ahora, podría pertenecerle a un ángel – ¿Dang-geun?.
Con pasos cada vez más lentos y la mirada perdida del todo en los pétalos que danzaban a su alrededor, el Ryong no prestó atención al hecho de que no era la única persona contemplando aquel maravilloso espectáculo. De hecho, tan indiferente le resultaba la muchacha que se encontraba estática un poco más adelante que él, continuo su camino sin siquiera detenerse a observar su rostro un solo segundo, en parte porque su mente estaba muy lejos de ahí, en una niña a quien no pudo proteger y a quien ansiaba encontrar por imposible que eso fuera.
La mirada de Kwan abandono a los pétalos traviesos que trataban de tocarlo y se enfoco en el camino que debía seguir, ese que se encontraba flanqueado por los arboles de cerezo; sin embargo, sus pasos se detuvieron repentinamente cuando pasaba detrás de la muchacha, quien como si de una niña se tratase pedía un deseo al pequeño pétalo que acabara de atrapar, más no fue el que atrapara el pétalo lo que llevó al Ryong a detenerse, mucho menos el deseo que emitía o la promesa de la que hablaba; lo que provoco pues que el hechicero se detuviera fue el peculiar apodo que llegaba hasta sus oídos.
– Disculpe, ¿Ha deseado encontrar a quién?... – preguntó, girando entonces el rostro solo para notar como es que el cabello de la mujer era un tanto rojizo. La respiración de Kwan se contuvo en ese instante y de sus labios salió el apodo que poco antes sintiera la pertenecía a un espectro pero que ahora, podría pertenecerle a un ángel – ¿Dang-geun?.
Kwan Ryong- Hechicero Clase Alta
- Mensajes : 11
Fecha de inscripción : 22/09/2017
Re: Bajo la flor del cerezo - (Privado)
Guardó aquel pequeño pétalo en la pequeña bolsa de piel, que colgaba de su muñeca, se encontraba acomodando los guantes de cabritilla, cuando la voz de alguien que se encontraba cerca de ella llamó su atención. Levantó su mirada y le observó, no creía conocerlo, - en verdad, no conocía a nadie allí en París -, por lo que pensó en que sería uno de los tantos coterraneos que habían llegado al país, desde hacía poco mas de dos años y que frecuentaban tanto la embajada, como el pequeño local de comidas que se encontraba en las cercanías del puerto. Claro que ella jamás había ido al puerto, y no podía conocerlo de allí, por lo que seguramente podría ser de alguna de las actividades culturales, realizadas por la embajada. Sonrió algo confundida por como el extraño caballero le preguntaba tan abiertamente por su deseo, inoportunamente expresado en voz alta. Sonrió, intentando encontrar la respuesta justa para explicar porque de aquel deseo, mas quedó helada, cuando el hombre le llamó Dang-geun, pues solo una persona solía llamarla así.
Instintivamente, hizo unos pasos hacia atrás, buscando donde poder aferrarse, pues las piernas le temblaron, -¿Dang-geun? - dijo casi con un hilo de voz, -¿porque me llama así? - dijo, mientras buscaba con la mirada un banco cercano que había creído pasar apenas un instante atrás, cuando aún caminaba por la rosada arboleda. Al divisar aquel lugar, fue retrayendo sus pasos, al igual que un cangrejo que camina por la dorada arena de la playa. Cuando su mano derecha acarició el brazo del banco, se dejó caer en éste, - ¿quien es usted? - susurró, manteniendo su mirada fija en la ajena. Entonces, algo en ésta la hizo temblar, no de miedo, sino de emoción. - Los deseos no se cumplen, solo los niños creen en ellos, y yo no he creído desde que dejé mi querido pueblo en Corea - pensó, mientras sus ojos mostraban el estupor, y la tristeza, al recordar un tiempo querido, pero perdido para siempre. Mas aquellos ojos, dulces y tristes, le recordaron ese amigo que jamás olvidó, ese cachorro de mirada triste, su querido seulpeun gae. De sus labios surgió ese apodo, - en verdad esto puede ser posible - susurró.
Instintivamente, hizo unos pasos hacia atrás, buscando donde poder aferrarse, pues las piernas le temblaron, -¿Dang-geun? - dijo casi con un hilo de voz, -¿porque me llama así? - dijo, mientras buscaba con la mirada un banco cercano que había creído pasar apenas un instante atrás, cuando aún caminaba por la rosada arboleda. Al divisar aquel lugar, fue retrayendo sus pasos, al igual que un cangrejo que camina por la dorada arena de la playa. Cuando su mano derecha acarició el brazo del banco, se dejó caer en éste, - ¿quien es usted? - susurró, manteniendo su mirada fija en la ajena. Entonces, algo en ésta la hizo temblar, no de miedo, sino de emoción. - Los deseos no se cumplen, solo los niños creen en ellos, y yo no he creído desde que dejé mi querido pueblo en Corea - pensó, mientras sus ojos mostraban el estupor, y la tristeza, al recordar un tiempo querido, pero perdido para siempre. Mas aquellos ojos, dulces y tristes, le recordaron ese amigo que jamás olvidó, ese cachorro de mirada triste, su querido seulpeun gae. De sus labios surgió ese apodo, - en verdad esto puede ser posible - susurró.
Cosmos Baekje- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 03/01/2016
Re: Bajo la flor del cerezo - (Privado)
Era abrupta y grosera la manera en la que abordaba a la desconocida en el jardín, pero no existía en ese instante poder que pudiera hacer que Kwan actuara de manera prudente, mucho menos después de haber escuchado de labios de aquella muchacha el apodo que su quería amiga usara para referirse a él tantos años atrás. Cierto era que al mirarla no existía nada que evocara el recuerdo de aquella chiquilla que fuera alejada de él hacía tanto tiempo y sin embargo, algo en él se removía pidiéndole saber con desespero la identidad de aquella mujer.
Lentamente el Ryong comenzó a acercarse más a ella, pero al tiempo que él se acercaba, ella se alejaba, siendo el momento en que pudo la dama sentarse en una banca cuando finalmente la voz volvió a salir de sus labios, pidiendo porque Kwan le explicara el motivo que le llevaba a llamarle de aquella manera. En los ojos ajenos el hechicero podía ver temor, desconcierto pero también esperanza, una que de manera inevitable él también sentía en lo profundo de su corazón.
– Le pido que no se aleje y sobre todo que no me tema – pidió antes de dar un paso hacía atrás, dejándole más espacio a la joven – le he llamado de esa manera porque me ha hecho recordar a alguien que conocí hace muchos años – observó a los cerezos en flor y sonrió – alguien a quien he deseado ver desde que fue alejada de mi – suspiro antes de volver su vista a la de la joven a quien seguramente no le interesaría la historia de un desconocido y su amiga, pero a la que sencillamente tenía que contarle si es que la confusión de Kwan la perjudicaba.
Los ojos de la dama se mantenían fijos sobre los de Kwan y por algunos minutos, ambos se contemplaron en silencio. Ella pedía saber su nombre, pero antes de que el Ryong pudiera responder, la joven le llamó por aquel apodo que su amiga usara siempre para referirse a él y de manera inevitable sonrió.
– Yo no creo que esto sea solo una casualidad, sería demasiado cruel de parte del destino que así fuera – respondió a la joven – pero para salir de dudas; mi nombre es Kwan… ¿Eres acaso tu Eun Mi? – si era ella, una de sus búsquedas podría darse por finalizada después de muchos años.
Lentamente el Ryong comenzó a acercarse más a ella, pero al tiempo que él se acercaba, ella se alejaba, siendo el momento en que pudo la dama sentarse en una banca cuando finalmente la voz volvió a salir de sus labios, pidiendo porque Kwan le explicara el motivo que le llevaba a llamarle de aquella manera. En los ojos ajenos el hechicero podía ver temor, desconcierto pero también esperanza, una que de manera inevitable él también sentía en lo profundo de su corazón.
– Le pido que no se aleje y sobre todo que no me tema – pidió antes de dar un paso hacía atrás, dejándole más espacio a la joven – le he llamado de esa manera porque me ha hecho recordar a alguien que conocí hace muchos años – observó a los cerezos en flor y sonrió – alguien a quien he deseado ver desde que fue alejada de mi – suspiro antes de volver su vista a la de la joven a quien seguramente no le interesaría la historia de un desconocido y su amiga, pero a la que sencillamente tenía que contarle si es que la confusión de Kwan la perjudicaba.
Los ojos de la dama se mantenían fijos sobre los de Kwan y por algunos minutos, ambos se contemplaron en silencio. Ella pedía saber su nombre, pero antes de que el Ryong pudiera responder, la joven le llamó por aquel apodo que su amiga usara siempre para referirse a él y de manera inevitable sonrió.
– Yo no creo que esto sea solo una casualidad, sería demasiado cruel de parte del destino que así fuera – respondió a la joven – pero para salir de dudas; mi nombre es Kwan… ¿Eres acaso tu Eun Mi? – si era ella, una de sus búsquedas podría darse por finalizada después de muchos años.
Kwan Ryong- Hechicero Clase Alta
- Mensajes : 11
Fecha de inscripción : 22/09/2017
Re: Bajo la flor del cerezo - (Privado)
Aquella sonrisa en los labios del caballero, ademas de esos ojos, le hicieron contener la respiración, expectante ante el momento de que él revelaría su nombre. El corazón le dio un vuelco en el pecho, cuando de los labios ajenos, surgió el nombre tanto tiempo esperado, pero aún mas, fue la sorpresa, cuando su nombre fue pronunciado. La voz se le había esfumado, las lagrimas surgieron de sus orbes, con la brutalidad y la fuerza de la crecida del río. Su garganta se había cerrado y solo pudo atinar a mover su cabeza de forma afirmativa, mientras su sollozo lograba soltar el nudo que lo atrapaba en su pecho.
Con una mano extendida, le intentó tomar de su abrigo, mas su otra mano, aferraba su pecho, que dolía y no podía manejar la sensación de la que era presa en ese instante. Momentos después, pareció que la angustia guardada durante tantos años, por fin iba dando paso a la tranquilidad y la felicidad de haber encontrado a quien era su mejor y único amigo. Inspiró profundo, - Ayyyyy... ayyyy - lloró por un instante mas - Kwang... cuanto he suplicado al cielo por encontrarte algún día... temí no poder volver a verte jamás - se lamentó, mientras temblando se levantaba de la banca y caminaba a donde él se encontraba. Sin poder contenerse, hizo algo que siempre hacía cuando eran niños y por alguna razón, necesitaba refugio. Buscó el pecho de su amigo, aferrándose a él, como si no existiera otro ser mas en su vida. -Kwang, dime que en verdad eres tú y no un espejismo... que no te desvanecerás cuando abra mis ojos - dijo en voz alta, temía abrir sus ojos y encontrarse abrazando la nada. Inspiró profundo, un agradable aroma a perfume masculino inundó sus sentidos, suspiró sonriendo, pues aunque se estuviera comportando in apropiadamente, aunque sus sentidos le jugaran una mala pasada, en ese instante era de nuevo feliz, como antes de que su pesadilla comenzara.
Con una mano extendida, le intentó tomar de su abrigo, mas su otra mano, aferraba su pecho, que dolía y no podía manejar la sensación de la que era presa en ese instante. Momentos después, pareció que la angustia guardada durante tantos años, por fin iba dando paso a la tranquilidad y la felicidad de haber encontrado a quien era su mejor y único amigo. Inspiró profundo, - Ayyyyy... ayyyy - lloró por un instante mas - Kwang... cuanto he suplicado al cielo por encontrarte algún día... temí no poder volver a verte jamás - se lamentó, mientras temblando se levantaba de la banca y caminaba a donde él se encontraba. Sin poder contenerse, hizo algo que siempre hacía cuando eran niños y por alguna razón, necesitaba refugio. Buscó el pecho de su amigo, aferrándose a él, como si no existiera otro ser mas en su vida. -Kwang, dime que en verdad eres tú y no un espejismo... que no te desvanecerás cuando abra mis ojos - dijo en voz alta, temía abrir sus ojos y encontrarse abrazando la nada. Inspiró profundo, un agradable aroma a perfume masculino inundó sus sentidos, suspiró sonriendo, pues aunque se estuviera comportando in apropiadamente, aunque sus sentidos le jugaran una mala pasada, en ese instante era de nuevo feliz, como antes de que su pesadilla comenzara.
Cosmos Baekje- Humano Clase Alta
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