Una tarde de recuerdos [Maryeva Aude]

por Invitado Mar Oct 18, 2011 9:17 pm

El cielo gris, la brisa del viento era leve, pero eso no evitaba ver a los humanos muy bien abrigados, de esa forma me dejo claro que estábamos debajo de los 9 grados.
Siguiendo con la vestimenta correspondiente para ese día, me coloque un abrigo lardo de color negro recto, con una tela roja por dentro que ayudaba a mantener el calor en mi cuerpo, mis manos tenían unos guantes de cuero, estos, estaban dentro de los bolsillos de mi abrigo.

Me encontraba de pie, frente a frente a una helada lapida.

Katherinne Holmes
1717 – 1753

Mis ojos estaban inmóviles, observaban su nombre, que con tan solo repetirlo en mi mente, me llevaba a la sincera sonrisa de una mujer que supo vivir su vida, a pesar de que nunca quiso tenerla. Siempre jovial, hermosa, admirada, envidiada por muchas mujeres…
Debajo de su lapida, había varios ramos de flores, el mío, era el ultimo que quizás recibiría en el día, eso significaba que su familia ya había venido a visitarla.

La última vez que nos vimos, ella tenía la misma edad que yo represento ahora, 30 años…
Recuerdo que se sintió contenta al saber que por fin me había alcanzado, y que desde esa edad, me miraría con otros ojos, con otra perspectiva, como a un amigo.
Nadie supo sobre su excitante aventura, solo ella sabía lo poco ético que estaba haciendo con su familia… pero aun pienso que yo fui el responsable. Siempre fui yo quien la iba a visitar a su habitación, fui yo quien le robo un beso, fui yo quien la sedujo para que mantuviéramos una relación en silencio, ¿Qué hubiese pasado si fuera lo que soy? ¿se hubiera fijado en mi?... yo creo sí.
Es por eso que Katherinne ha pasado a estar en el grupo favorito de mis difuntos amigos, ha sido la única mujer que tuvo la fuerza sufriente para detenerme y decirme… “basta, ya no más”. Aun que por más que quería que siguiéramos juntos, nunca utilice mis dotes de vampiro para contra arrestar sus decisiones.

De pronto, me vi obligado a cerrar mis ojos y recordar que aun estaba de pie frente a una lapida fría y dura como el hielo, había vuelto de mis recuerdos.
Alce la mirada, mis ojos estaba un poco rojos, sobre todo la parte debajo, dejé escapar un suspiro, se observaba cálido y muy profundo.

Mis manos aun estaban en mis bolsillos, fingiendo que estaba escapando de la brisa helada. Caminaba por un camino de tierra, a mis lados, había más tumbas, todas de distinto tamaño y decoración.
Observe que al fondo había una silueta, que se había colocado de pie luego de dejar unas flores en una tumba, al paso que iba, me acercaba a esa silueta, de pronto se convertiría en una mujer.

Off:

por **Eva** Mar Oct 18, 2011 10:16 pm

La noche ya estaba encierme y en cualquier momento cerrarían el cementerio, si es que lo hacían. Algo que no pude dejar de hacer como un rito ancestral fue ir al Cementerio – A quien pretendía ir a visitar? – pensé, mientras estrujaba insistentemete aquel ramo de flores niveas, que le habia comprado a una niña de ropas raidas y mirada triste. Mis manos estaban enguantadas en los guantes de antílope, el frio comenzaba a ser molesto, que suerte que los había comprado antes de venir a este sitio frio y solitario.
_ Madre – susurre, como temiendo que el viento se llevara mis palabras – vengare tu vida desperdiciada, el destino de tener que abandonar tus tierras por culpa de esas bestias, de algún modo lo conseguiré. – observé que a mi alrededor tenía un par de tumbas bien ornamentadas, ángeles, querubines regordetes, arabescos, cruces de metal, piedra e incrustaciones de diferentes materiales, se notaba que estaba en la parte del cementerio dedicado a la clase pudiente. Me fije en una tumba, con una escultura de una joven yacente, de bucles que caían en cascada sobre una almohada mullida, como si estuviera durmiendo plácidamente, con sus manos unidas y sus dedos entrelazados con un rosario en ellos, además en su cabecera lloraba un ángel que parecía que intentaba proteger con sus alas tan bella ninfa dormida. Pude leer su nombre escrito en letras doradas en un mármol a los pies del monumento – Sophie Valois - repetí el nombre mentalmente _ tú mismo nombre madre. Decidí dejar las flores en esa loza ya que me pareció que su rostro se asemejaba al de mis recuerdos infantiles.
Sentía que el corazón me dolía, era una mezcla rara de odio y de angustia. _Y ahora? – dije en vos alta, mientras pensaba donde me espera el carruaje que me llevaría a casa de Tía Celia.
Levante la vista y me fui fijando en las cientos de tumbas y nichos que salpicaban el tétrico paisaje. Mire a mi derecha y sobre un simple sendero de tierra, distinguí a un hombre que con el mentón pegado al pecho parecía estar hablando con alguien. Agudicé el oído, pero solo podía percibir la respiración contenida como si estuviera recordando algo que lo atormentaba. Me compadecí, tantas veces me sentí de la misma manera frente a la tumba de mi madre.
La curiosidad, mato al gato – Pensé mientras caminaba con paso lento pero seguro, atenta, hacia donde el extraño se encontraba, quería saber si era la tumba de su padre, su madre, su novia… o su amante. _ ay Señor!!! – dije mientras me acercaba – Esta maldita manía de espiar, que me sigue a todas partes, algún día me hará vivir un buen susto, por meter los bigotes donde no me llaman.

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