En el silencio del bosque...¿nadie escucha un grito de socorro? {Privado}

Una noche más. Una luna más que mis ojos contemplaban. Mi casa estaba en silencio porque mi madre se había ido a dormir pronto. El resfriado que acarreaba desde hacía prácticamente una semana me había tenido encerrado en casa, obviamente, por voluntad propia. Aún en mis tiempos libres no tenía ganas de salir. Mis padres, posiblemente, eran las personas que más podrían despertar mi preocupación en todo el mundo. Desde el quicio de la ventana en mi forma gatuna contemplaba una vez más la esplenda luna que se alzaba esa noche. Era lo único que podía hacer. Sentarme. Solo mirando al cielo. No me atrevía a marcharme ¿Y si le pasaba algo? Por otra parte, transformarme ya era tan habitual en mi que tampoco podía estar en forma humana las veinticuatro horas del día. Algo era algo. Bien lo sabía. Pero también sabía que dentro de mi la pantera rugía por salir del mismo mal humor que me provocaba estar encerrado en esas cuatro paredes. Me repetía a mi mismo que no debía estar así de enojado. No. Porque cuidar de mi madre no era un fastidio era un gusto. Más gusto sería que no se hubiese puesto enferma, claro está. Pero hasta que estuviese completamente sana o bien que mi padre volviera de su viaje yo tenía que ser su apoyo. Como siempre había sido.

Miré hacia detrás. Estaba todo tan oscuro que como humano me hubiese sido imposible verlo. Mi cuerpo se movió, casi involuntariamente, sin pensarlo hasta llegar a la habitación de mi madre. Subí a su cama. La respiración era buena, pausada. Maulle no con la intención de despertarla ni mucho menos, solo un aullido lastimero de la tristeza que me provocaba verla así. Su mano, débilmente, acarició mi pelaje y me recosté a su lado. Estaba seguro de que sabía que era yo. Más lo estuve en cuanto la escuché. "Ve" me dijo. "Estaré bien". Conocía mi instinto. Mi naturaleza. Y conocía mis escapadas nocturnas que siempre la tenían medio en vela por mi seguridad. Pero yo no podía evitarlo. Volví a maullar lamiendo su mejilla. Sabía que no debía hacerle caso y que debía quedarme con ella hasta que Papá llegara pero, una vez más, mi cuerpo se movió involuntariamente. Fuera de la habitación. Fuera del salón. Y la primera ventana que vi abierta fue por la que salté hacia el exterior. Una vez allí ya no había ser en la tierra que pudiese detener mi cuerpo. Me movía con rapidez. Corrí. Corrí como no lo había echo en la semana. Mis patas se movieron como si en lugar de ser un fato fuera una pantera pero me controlé. Estaba en la calle. No debía sacarla. No hasta llegar a ese lugar. Debía resistir la tentación. Y tampoco daría el gusto a nadie de que me atrapara. Esquivaba objetos. Personas. Lo que hiciese falta. En ese momento nadie era más veloz que yo, estaba totalmente convencido de ello.

En cuanto la sombra del bosque me acunó frené. Mi respiración estaba completamente agitada ¡Había sido increíble! Un subidón de adrenalina como pocas veces me había ocurrido. Respiraba pausadamente. Podía oírme a mi mismo perfectamente. Ahora ya, más tranquilo, me dediqué a caminar los metros necesarios hasta recuperar fuerzas para poder transformarme de nuevo. Sin embargo, algo perturbó mi calma. Un grito. Un grito extraño acompañado de un olor repugnante a sangre. Porque odiaba el olor a sangre y más al estar en mi forma animal que el olfato era una de las cosas más desarrolladas que tenía. Hubiese ido en otro camino solo por ese edor pero, claro, algo estaba pasando. Y no solo era mi curiosidad lo que me impulsaba a descubrirlo sino el pensamiento de que le estuviese pasando algo grabe a alguien. Tal vez, podría ser de ayuda. No lo pensé, de nuevo, cuando me encaminé ligeramente a prisa. Pisando hojas y troncos bajo mis patas. Con cuidado de no caer de morros, claro, no era para eso que había salido y mi torpeza a veces me llegaba a sorprender. Se me escapó un maullido al ver la escena. Un maullido de pura sorpresa que disimulaba lo que hubiese sido un grito con las cuerdas vocales humanas. A primera vista solo había cuerpo pero con girar un poco la cabeza se podían ver dos. Un chico desnudo. Colmillos clavados en el cuello. Sangre cayendo. Vale, no necesitaba ver más para saber lo que estaba pasando. Porque no era la primera vez que lo veía; ni tampoco la segunda. Di un paso hacia detrás en cuanto mi atención fue ahora la que captó ese ser ¿Ya había acabado con el humano y ahora venía a por mi? ¡Já! Ni en sueños.

Soltó al chico que, de refilón, me pareció que estaba en una especie de trance. Porque no se resistía. No hacía nada. Estaba absolutamente quieto. ¿Sería seguro transformar mi otra apariencia allí? ¿Se daría cuenta? ¡Ah! Qué problemático. Sin embargo, el hombre venía hacia mi así que o hacía algo o era gato muerto. Maullé de nuevo mientras mi cuerpo iba reculando hacia detrás. Un paso que daba él para adelante otro que daba yo hacia detrás. No era estúpido. No iba a querer acariciarme obviamente. Y fuese cual fuese su magia mi mente no era una debilucha. No me dejaría embaucar, ese era un curso que había aprendido hacía tiempo. En cuanto mi culo chocó contra el árbol y el demonio rió me entró un escalofrío. Su mano se acercaba. ¡Ya era hora!. No esperé ni a estar completamente transformado para lanzarme a su cuello que, en cuanto fue atrapado por mis afilados dientes, crujió. Tal vez de haber sido un niño primerizo me hubiese asustado pero, por suerte o desgracia, ya había escuchado ese sonido con anterioridad. Ahora quien tenía la sangre en la boca era yo y ¡Puag! Qué asquerosidad por favor. Sangre de vampiro, porquería. Pero no me había quedado de otra. El cuerpo ajeno cayó a un lado casi degollado, sin embargo, no había muerto. O eso me pareció. Solo permanecería inconsciente. Y ahora estaba totalmente expuesto frente a ese humano.

Muerto el perro se acabó la rabia.
Esa era una de las frases mas típicas que había escuchado en toda mi vida, irónicamente teniendo en cuenta lo que "era" yo. También por esa misma razón solía hacerme mucha gracia. Pues bien, en ese momento el perro ya estaba muerto. Casi muerto. Inconsciente por lo menos. La sangre salía de su cuello después del boquete que le había echo con mis dientes y yo intentaba escupirla fuera de mi boca. Porque sabía francamente mal. De convertirme en humano posiblemente tendría parte del rostro manchado ¡Ugh! Parecería un vampiro, como él. De todas maneras transformarme en ese momento no era una de mis opciones ¿Por qué? Porque enseguida descubrí los ojos del chico clavados en mi. Ahora parecía desorientado. Completamente. Pero si que pude notar que tenía control sobre si mismo, ya no tenía ese semblante de inconsciencia. Ya no era "sonámbulo" así que, supuse, que aquello había sido producto de algún tipo de magia que el ser dominaba. Y que por suerte a mi no me había afectado. O hubiese acabado siendo humano con la yugular a su disposición ¡Que repelús! Solo de pensarlo se me erizaba la piel. Solté un pequeño gruñido asqueado, gruñido que vino acompañado de un ligero movimiento defensivo. Escuché algo. En cuanto miré hacia delante otra vez y me dejé de tonterías con mis pensamientos vi que era el humano. Venía hacia mi.

Vale ¿Tenía que salir corriendo? Eso hubiese sido lo habitual. Cuando los humanos se acercaban a mi yo salía por patas porque sino acabaría con algo clavado en el pecho. O tal vez me disecarían para ponerme en un museo. Había tan pocas panteras de mi color blanco que realmente asustaba el tema. Yo en mi vida a penas había visto unas cuantas. En cualquier caso, nunca me había dejado caza. Y por extraño que parezca no huí. No podía. Ese chico no quería hacerme daño. Obviamente no le conocía ni nada que le pareciese, porque no me sonaba de nada, pero independientemente de eso se le veía tan débil. Mi corazoncito me dijo que ya que le había quitado a ese "muerto" de encima -literalmente.- ahora debía hacer un poco más. Las cosas las haces o no las haces, pero no las dejes a medias. Recordaba las palabras que mi padre me había dicho en muchas ocasiones. Y mi madre no en tantas pero si en algunas cuantas. Ambos se parecían mucho en ese sentido y, como yo era su hijo de vida pues se me habían pegado esas tan "malas" costumbres. Muy bien, no me iría. Eso sí, la práctica era más jodida que la teórica. Porque no pude evitar quedarme algo pasmado cuanto más cerca estaba. Eran mis instintos. No podía evitarlo. Me habían perseguido tantas veces que ahora mi propio cuerpo me gritaba que corriese. ¡Imbécil! Acabarás muerto por tu estupidez. Me repetía una y otra vez pero mi cuerpo allí seguía. Quieto. Casi como si de verdad estuviese disecado o petrificado. Esto iba a ser "divertido".

En cuanto una de su manos se puso sobre mi pelaje me dio un vuelco al corazón. Tranquilo, no va a hacerte nada, eres una pantera grande y fuerte. Sí, podía repetírmelo todo lo que quisiera pero la desconfianza ahí seguía. Primero una mano, luego la otra, luego los brazos. Acabó rodeándome el cuello. Cualquiera hubiese gruñido y, aunque puede que morderle no fuese la mejor opción, como mínimo habría salido corriendo. Todavía tenía una oportunidad. Claro que yo no era cualquiera ni mucho menos así que como el chico que mis padres habían criado le acaricie el cuello con el morro en cuanto su cuerpo cayó sobre el mío. ¡Si que pesaba el condenado! ¿Se había desmayado? Por un momento me entró el pánico. Había que analizar la situación: Estaba yo, el humano encima de mi medio muerto o como mínimo inconsciente, tal vez habían más compañeros del vampiro cerca, no sabía como llevármelo de allí. ¡Uff! La situación se me pintaba mala. Horrible. Catastrófica. Y podría seguir así con muchos adjetivos no precisamente buenos. Relájate, relájate. Ahora ya no tenía miedo por lo que pudiese hacerme porque estaba claro que le era imposible hasta moverse.

Como buenamente pude, dándole un poco con el morro, conseguí cargarlo a mi espalda. ¡Joder! Una vez más sentí todo su peso. Claro, no estaba acostumbrado precisamente a servir como burro de carga. Pero a su favor debía decir que pesaba menos que una pantera de mi tamaño, que fue la única cosa que llevé a mi espalda. Ya hacía mucho de eso, pero todavía lo recordaba. Ahora la cuestión era ¿A dónde?. Piensa piensa piensa. Por lo pronto empecé a caminar con la intención de alejarme de allí, había demasiada sangre como para que otros animales no acudieran. O quien sabe si ese espécimen tenía amigos por la zona. Tenía que pensar rápido mientras, por el contrario, caminaba lento echándole siempre un ojo al humano. No es que fuese un paquete pero no quería pederlo por el camino, no podría volver solo. Un trueno anunció la llegada de posible tormenta. La cosa mejoraba por momentos. Y yo ya me había arrepentido de salir de casa vete tu a saber cuantas veces. Lo habría echo una más de no ser porque un rayito me iluminó, literalmente hablando. Gracias a esa luz la entrada a una pequeña cueva llegó hasta mi vista, agudizada en todo momento y no dude ni un segundo en casi correr hacia ella. Más cuando mi olfato ya predecía la lluvia que estaba de camino y que no tardaría más de unos cuantos minutos en llegar. Por suerte, nosotros ya estaríamos a cubierto para entonces.