¿Escuchaste? Ignoralo.......[Traian]

por **Sirenia Vídgîr** Lun Oct 24, 2011 8:01 pm

Dime que es lo que veo y te diré como eres, pero no me ciegues, no ciegues la vista al mar, no ciegues nada a tus ojos pues sin darte cuenta puedes estar metido dentro de una mar, lleno de una y mil sensación desbordante. Andaba esa noche bajo un manto de estrellas, el mismo que cada noche veía sobre mi cabeza, sonriendo abiertamente a despojo hasta que algo llamo mi atención. Mire hacia adelante y el correteo de unos pequeños animales se movieron con agilidad delante de mis ojos. Que ricura de animales, huían,... ¿Del lobo feroz? ¿O de alguna clase de caperucita roja que en realidad no era lo que toda una niña inocente era? Todo en el ambiente me envolvía con una magia que aquella y muchas de otras noches no había sentido. Algo se movía en el ambiente, quise saber que era, pero solamente me llenaba de una calidez extremadamente tierna, a la vez que sonreía de nuevo, mostrando parte de mi dentadura y enseguida puse mis pies en punta, alzando los brazos como queriendo llegar a coger una de las estrellas. Se decía, que si alguien, cogía una estrella y esta pedía un deseo que se le cumpliría y tendría vida eterna si obtuviese el corazón de una de estas, pero todo el mundo sabía que nada era lo que parecía, que eran cuentos de mentiras. Anduve un buen tramo de bosque, no más animales correteaban, todos estaban en sus escondites hasta que llegase la luz del alba y entonces, saldrían a dar los buenos días, como yo, ellos, todo el mundo.

De algún modo estaba feliz. No sé si era por el aroma en si, por el cambio climático, pero de algún modo sentía mi cuerpo flotar de alegría. ¿Qué me pasaba? No lo sabía, pero estaba mucho mejor que en otros días en el pasado. Camina, caminando iba por los bosques, arriba, abajo ¡cuidado! Me iba a dar con una rama a la altura del cuello y casi me quedo sin respiración al estar escondido, pero por ágil animal de los bosques, lo vi a tiempo y bueno, seguía mi camino poco a poco, hasta encontrarme en un claro que era bañado por la luz de la luna. Ese astro que siempre vigila a cualquier mendigo o ni hasta eso. Respire profundamente, oliendo el aroma de los bosques, como aquella sensación de paz se infiltraba por mis fosas nasales poco a poco. Me arrodille, me senté y apoyando los codos sobre la hierba eche mi pelo hacia atrás, cruce las piernas y seguía respirando para mis adentros aquel aroma, pero... ¿Que escucharon mis oído? ¿Pisadas? ¿O fue cosa de mi imaginación? De algún modo no le di importancia, era, al parecer un animalito asustado, quizás estaría perdido, pero no le dio importancia...aunque recordando aquella vez en que fui salvada por un hombre lobo, como me desmaye, no pude creer lo que mi inquietud hizo en ese momento. Me acerque hasta un tronco, envuelto por un musgo que se extendía por doquier, ahí metí un pie mío mientras me camuflaba con el árbol imitando aquella fabula de Dafne, ninfa que se convirtió en árbol para huir de Prometeo.

Había pasado un rato largo...habían sido imaginaciones mías, pero válgame, para lo que vi después fue, al sacar mi pie de aquel escondrijo de musgo y tierra, vi algo que no me gusto. Un corte en el lateral de mi pantorrilla yacía viva. ¿Cómo? Escuche cristales rotos. Genial, un beodo había tirado basura al bosque y ahora yo como basura que era, recibía el mismo trato ¿o no? ¿Era así el trato a los gitanos? No me pareció justo, pero también sería una casualidad, el sonido, pisadas, cristales. Escucha y relaciona el ambiente con tus cinco sentidos, tiembla y siente la tierra llorar de pena por tirar basura contra ella. ¡Justicia!...pero yo no podía hacer nada, era una joven, con un corte en la pierna y en verdad, estaba en mitad del bosque, aunque posible cerca a unas millas de mi campamento, pero tendría que hacer algo con mi corte. Lentamente como pude, llegue a un tronco, habiendo varios de ellos me acerque a uno cercano a los rayos de plata que rociaban las hojas verdes, ahora blancas. Menos mal. Un corte limpio, pequeño pero visible para ojos ajenos. Mi pañuelo limpiaba el líquido rubí de mi pierna, ya estaba mejor. ¿Y ahora qué?

Buscando senderos de gloria
Viajan los sueños que nacen en mi
Perdidos en el horizonte
Donde la magia nunca debe morir
Allá¬ se esconde un hechizo
Entre las notas de un bello cantar
Donde la voz de las sirenas
Se funde con el mar
Sus ojos son como estrellas
Que brillan en la oscuridad
Tocar su mano es poder
Tocar el cielo
Su dulce canto me atrapa
Su voz me guía hacia allá¬
Mas allá de las nubes
Allá donde quise vivir

Comenzaba de nuevo a cantar, era mi pasión y siempre lo haria por siempre jamas. Quien quisiera escucharme que me atendiera a las palabras de dolor, a las palabras que llamaban al aullido de un antiguo y fugaz beso, bajo las estrellas del firmamento que jamas perdian su brillo, ese brillo tan especial que por mucho que pudiera hacer, solo podia responderlas con el don del canto que me fue otorgado por las sirenas, por aquel mito el cual vine en un cesto de mimbre;

Quiero huir lejos de tus engaños
Fingir que mi sueño acaba
Maldecir el embrujo de tus encantos.
Y comenzar de nuevo a vivir
Envuelto en un manto de seda
Buscando la llama de la pasión
Llegas embrujado a mi destino
Perdí la cordura y la razón.
Quise escapar de su canto
Mas nunca pude imaginar
Que si un dia yo parto
Su canto por siempre morirá
Sus ojos son como estrellas
Que brillan en la oscuridad
Tocar su mano es poder
Tocar el cielo
Y aunque su canto me atrape
Debo marcharme de allá
Donde se esconde el hechizo
Que no me deja vivir
Quiero huir lejos de tus engaños
Fingir que mi sueño acaba
Maldecir el embrujo de tus encantos.
Y comenzar de nuevo a vivir

por **Miklós Valborg** Jue Oct 27, 2011 10:26 pm

<< La venganza es una puta que seduce a cualquiera, donde sea >>

La absenta estaba demostrando – una vez más – sus dotes curativas. Los demonios se mantenían a raya, no importaba cuánto se arrastraran, rugieran o arañaran; la capa de letargo que encubría sus recuerdos se potenciaba con cada trago que bajaba por su garganta. Los gritos de dolor y humillación, sin embargo, estaban lejos de poder ser silenciados; eran una sonata, una poesía, un ritual invocando a la muerte que como cada noche, faltaría a la cita. La voz del vampiro era una sombra que se mantenía arraigada en una esquina de su mente, disfrutando del paisaje negro, de ese odio insano que guiaba sus pasos y movimientos; un soldado que camuflaba su presencia esperando hacer uso del factor sorpresa para hacerlo errar en aquello que lo definía: la cacería. Una pérdida de tiempo. No había cabida para la desconcentración, incluso cuando se encontraba bajo los efectos del alcohol. Desde que Traian había escapado del infierno había estado consumiendo cualquier líquido que pudiese combatir los recuerdos para aventurarse a dormir, e incluso en sueños las pesadillas le abrazaban, le susurraban. No había descanso para él, lo sabía y lo aceptaba como aceptaba todo lo que le rodeaba por mucho que lo odiara. Era esa aceptación lo que había hecho de sí un renombrado cazador. La Cobra. Así había sido bautizado por las camaradas con que se vio obligado a formar equipo, muchos de los cuales habían caído en las trampas que había tendido. Traian no sabía de honor, solo respondía a sí mismo, era una Ley, su Ley. No importaba cuántos tuvieran que caer para alcanzar la meta, lo hacía sin remordimiento, sin replantearse un cambio de idea. No necesitaba de nadie cuando tenía una familia consigo. Su mente era su amiga, sus armas las amantes que exigían su compañía y la cacería era esa mujer que siempre aguardaba tener un encuentro con él.

Un gruñido escapó de su pecho mientras acercaba la botella a su boca. - ¿No es irónico? Sus zancadas se tornaron pausadas, aunque ya había recorrido un buen tramo bajo el cobijo de los árboles que estaban obligados a hacer guardia. Caminaba con la botella en la mano. Su mente podría parecer perdida en el ayer pero eso no era nada nuevo, ese era el estado en que usualmente trabajaba. No importaba en qué situación se encontrara, siempre estaba alerta, escudriñando los alrededores, atisbando amenazas en todo lo que le rodeaba. Si no estaba provocando a sus compañeros, estaba gritándole al enemigo. Traian tenía un sentido negro de ver las cosas. – Juzgaba a mi amo, - escupió la palabra con repudio, él mismo se sentía de esa manera -, por su afán a beber sangre mientras que yo... El pensamiento se fracturó cuando la voz de una ninfa atravesó el aire. El sonido que llegaba, aunque odiaba admitirlo, era un hechizo lanzado al cielo para atrapar en sus redes a cualquier ser que se detuviera a escuchar. Traian sonrió con esa amargura tan clara en su rostro. La última gota pasó por su garganta y con un humor que hacía verle poseído por el diablo, tiró la botella contra uno de los robles que se alzaban amenazadores. Cientos de fragmentos cayeron en todas direcciones, el efecto y la velocidad con que había lanzado el objeto era una pequeña muestra de su mortal puntería. El canto cesó ante el sonido ensordecedor que hizo eco hasta las entrañas del bosque, la tierra misma. Siguió el rastro de aquélla voz, ¿quién demonios era tan idiota como para aventurarse a los peligros de la noche? Las mujeres nunca habían tenido esa vena de raciocinio, lo había visto en todos los lugares a los que había sido asignado, siempre había una de ellas haciendo de las suyas, jugando a ser estúpidamente valientes. El enemigo nunca dudaría en someterla y aunque era seguro que Traian pasaría de ella si se veía obligado, no podía evitar ir a su encuentro. ¿Quién y qué era? ¿Una cazadora? ¿Uno de los demonios que cazaba? La idea latía al son de una excitación, que hacía arder sus venas.

por **Sirenia Vídgîr** Vie Oct 28, 2011 7:14 am

De nuevo y de nuevo seguía molestándome aquel corte en mi pierna. Un sonido en chispas retumbo en el bosque ¿Fuego? No, pareció algo más agudo. Posiblemente a lo lejos, en el campamento, podría estar batallando otra pelea innecesaria de la que saldrían heridos muchas personas, de nuevo. Mi pelo caía en cascada hacia abajo hasta cubrir mi rostro por completo, mis aretes de plata rozando la curva de mi cuello, ladeado a un lado manteniendo cerca mi mejilla a mi hombro mientras observaba con detenimiento el corte que cubría el pañuelo. ¿Quién diantres había dejado basura en el bosque? La madre naturaleza, núcleo de toda vida se debilitaba con disimulo, a escondidas de a los que dio vida en alguna vez y con ello la gente aprovecha para ayudarla, a que muera aun mucho más rápido. Pobre mujer encerrada en hojas verdes y cuerpo de roble en tierra, como el viento acaricia sus hojas, como algunas veces la lluvia la baña de sus mentiras y a veces de los malos augurios que hechiceros o gente de mi calaña suelen proceder a altas horas de la madrugada. Recién vino gente al campamento, yo desconfiaba de ellos y aun lo hago. Pero, de repente tuve que interrumpir el cuidado de mi rodilla para proceder a la vista de unas pisadas que por mera intuición, mis ojos miraron con cuidado, sin levantar la cabeza, tan solo moví mis ojos hacia delante para verle. Un hombre. Seriedad, indiferencia, Ignorancia.

Al instante cate el procedimiento que tenía más que aprendido desde hace mucho tiempo. El encontrarse con desconfiados era el equivalente de encontrarse con extraños que te atacaban al instante, como si fueras una amenaza para ellos, como si quisieras que te unieras a las sombras que habitaban en la noche. El bajo de mi falda baja dichosa por la longitud de mis piernas, ocultando cualquier incidente causado por los descuidos del homosapiens que evoluciono a un estado mucho peor. Al hombre, al humano con raciocinio para el día y lujuria para la noche. Mi mirada se clava en la figura de aquel hombre, estudiándole de arriba abajo por si algo me alerta de algún peligro, mi mirada, fija un rato deje puesta para examinar su aura sin que diera a entender mucho mas. Un Aura, gris, perla, gris de nuevo pero que se quedo en el tono borgoña de los caros vinos de crianza, podría señalar solo una cosa. Me equivocaría, al parecer no naci con alguna clase de especialidad adivinatoria para creer con certeza que fuera quien creía que era. Deje de mirarle, moviéndome lejos de aquel hombre que me miraba con seriedad, al menos compartíamos la misma emoción el uno con el otro. ¡FUERA! Quería que estuviera, lejos de los bosques, donde era mi hogar, el único que tenia, esto había sido como si un ladrón hubiera interrumpido en la propiedad de alguien sin permiso. De nuevo podría estar equivocándome al pensar que fuera un ladrón o alguna clase de malhechor que está siendo buscado por la policía. Mucho pensaba, mucho tenía que decirle, pero poco actuaba, me movía aun hacia atrás, vigilando hábiles mis movimientos de una posible torpeza cayéndome al suelo, pero no paso nada, conseguí esconderme detrás de aquel ancho tronco de roble en el que me senté a cantar, en el que mire el corte en mi pierna.

-¡FUERA!-Ya dije algo, era un comienzo porque, un temblor invadió mi cuerpo, estaba huyendo vil cobarde, pero ¿Qué puedo hacer en mitad del bosque, sin ningún arma en mis manos...? El parecía tener experiencia en el campo de batalla, tenía el aspecto de mil batallas en su rostro, su aura era, sin duda entraba en mi lista hecha y que guardaba en secreto, era la única con este don, por lo menos en mi campamento y en lo que mis conocimientos se refería, no conocía a nadie con percepción del aura y que contenía una lista negra, con la gente que contenía ese aura alrededor de su karma- Por mil lunas te digo que alejes tus pies lejos de estos verdes...-iba a continuar pero el tronco de momentos atrás, golpeo mi espalda, haciéndome chocar contra este y hacer que me diera la vuelta por unos segundos. Volví mi mirada al hombre y después al tronco de los cristales, alternando mi expresión asustada de tanto en tanto, de mirada en cuerpo y del cuerpo de aquel hombre al tronco de nuevo para seguir andando hacia atrás, lejos del tipo. ¿Podría ser verdad que los más extraños y peligrosos son los que a veces no hablan? Bastaba con mi cobardía en no poder dirigirle una palabra coherente. Alce mi mirada para verle a los ojos, orgullosa, como yo era, pero aun con cierto aire desconfiado en mis ojos. No quería que pensara que se iba a salir con la suya-¿Qué hacéis aquí? ¡HABLAD! ¿No sabéis que profanáis...?-comenzaba a cohibirme, pero diantres, estaba comportándome como una tonta. En un momento estaba asustada, huía y de repente wala, me convierto en alguien valiente, pero al segundo me cohíbo. Baje mi mirada, mi cuerpo se volvió a encoger en el sitio, pero le señale con el dedo, inquisitoriamente, volviendo mi mirada mientras ponía punto y final con una pose cerrada, cogida de los vuelos y volantes de mi falda con la otra mano libre que tenia, la otra le señalaba en la distancia, como si le apuntara por algún crimen, aunque posiblemente estuviera a punto de hacer uno.

-Si tu quieres amar o sano machacar, grito su chillido para que un giro nade ni a mi urges solo-Un antiguo dicho, del campamento que se profanaba a los aterrados de todos los rincones a purgar en el mar de una mujer. Habría una y mil maneras de interpretar dicha frase, historias, leyendas marinas de criaturas marinas que de un beso del mar llegas al núcleo de sus profundidades, sabiendo o no, también se decía ese dicho, “Si tu quieres amar o sano machacar, grito su chillido para que un giro nade ni a mi urges solo” Si quieres ama o machácate por amar los mares o nada y olvida de purgar en una mujer, volver a donde empezaste. Una historia no comenzaría de nuevo, no seguiría su cauce, pero aquella noche me quería quedar a ver qué intenciones tenía aquel hombre, aquel el cual seguía con mi dedo inquisitorial, apuntándole con firmeza en la distancia que nos separaba.

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