Llamando a las almas ( Rachel Charpentier)

por Invitado Sáb Oct 29, 2011 5:45 pm

Cuentan que la curiosidad de un niño es algo precioso y maquiávelico a la vez, precioso porque le abre las puertas del mundo haciéndolo partícipe de el, maquiávelico porque rompe todos los misterios de los adultos, transformándolos en hechos descubiertos y futuras peleas entre cónyuges u otros acontencimientos que me costaría específicar en éstos momentos.

Últimamente viajaba a lugares recónditos gracias a mis hijas de la magia, mis nietas a las que tomé como aprendices. Por ser brujas jóvenes no carecían de fundamentos, sabían perfectamente que aquellos lugares eran líneas fuertes de magia y que se podía trabajar con facilidad. O quizá, era donde se sentían uno con la naturaleza, libres y tranquilas, de todas formas aquellas decisiones de lugares de trabajo sólo las favorecerían notablemente en su crecimiento como futuras grandes brujas.

En ésta ocasión, una bruja inteligente, que ejercía respeto por mí y por ella con tanta fuerza que lograba mi admiración tendría su primera clase conmigo. Su nombre era Rachel Charpentier, mentiría si dijera que en éste encuentro mi corazón estaba tranquilo, el día de ayer había estado en la casa de magia viendo cómo sería trabajar con aquella muchacha. Los resultados me sorprendieron gratamente. A través de un conjuro para nada simple, sabiendo su nombre, pude notar que dones la acompañaban, por fortuna compartía conmigo dos dones: el primero el don de la hechicería y el segundo el don de la nigromancia. Quizá fue eso lo que me impulsó a ser su maestro puesto que al querer ver el estado de su corazón me topé con una barrera. Aquella bruja me tendría que explicar algunas cosas más adelante.

Rachel había elegido la fuerza inexplicable del bosque como su custodio aquella noche. Al ser ambos brujos nigromantes lo mejor era reunirnos al atardecer o a la noche, donde podríamos desarrollar mejor ese don. Hablo en plural porque todo maestro brujo aprende algo de sus estudiantes, siempre hay que estar abierto al cambio. No era la primera vez que los jóvenes me sorprendían.

Vestido de Capitán pero con mi capa azul, mi sombrero negro con una línea también azul y mi fiel bastón que guardaba sus conjuros de protección y de salud llegué al claro del bosque. La luna clareaba todo a su paso, teñía de hilos platinados las copas de los árboles mientras bañaba con aire misterioso dos rocas de gran dimensión que enseguida tomé como asiento.

Al haber escuchado una fuerte ráfaga, hablé al aire.- Buenas noches...- Sonreí mostrando mis dientes. He de confesar que no esperaba respuesta alguna, podría ser el viento quien se haga presente aquella noche.

Un sonido más fuerte llegó a mí, cerré mis ojos, como si estuviera a punto de dejarme llevar por Morfeo y allí la vi: Una cortina rubia movida por el viento, con grácil figura y cientos de espíritus siguiéndola, Rachel Charpentier se acercaba a nuestro encuentro