AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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A las Ordenes del Santo Papa
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A las Ordenes del Santo Papa
Bosques de Rumania
Seis meses atrás
Con el rostro empapado de sudor, la camisa rasgada y una herida sangrante en mi pierna derecha, así me encontraba escondido entre los arboles de aquel milenario bosque en el sur de Rumania. A la cacería de una de esas asquerosas criaturas oscuras, un hombre lobo transformado y salvaje, que llevaba meses atormentando a los habitantes del poblado. Estaba allí buscando descanso, pero ciertamente mi conciencia de cazador no tomaba vacaciones. Apenas supe de aquella criatura, aliste mis armas y todo lo necesario para ir tras esa criatura maligna.
Solo fueron dos semanas de paz antes de enterarme de los ataques, precisamente un par de días antes de la primera luna llena. Agudice mis sentidos y seguí el rastro de todos los habitantes, hasta que halle al infeliz, se trataba del párroco del pueblo. Fue fácil descubrirlo, había mandado a sacar todos los crucifijos de plata y su rostro afable y gentil, ahora era amargado, agrio, sus ojos se tornaban amarillos a medida se acercaba la luna llena y sus ojeras aumentaban, clars signos que pronto ocurriría la transformación.
Lo seguí hasta el interior del bosque, al acecho con completo sigilo, cargando una daga de plata y mi revolver con balas del mismo metal. Fue en el claro del bosque donde lo observe transformarse y adquirir aquella forma antinatural, la forma de un lobo. Era un lobo joven, ágil y de sentidos agudos. Fue una lucha compleja, en un descuido mío, me salto encima e hirió mi pierna de un solo zarpazo, él infeliz, y de paso destruyo mi camisa. Observe la sangre brotar, pero por su color no había infección ni maldición, solo fue una de sus garras animales y no sus colmillos la causante de la herida. Gruñí molesto, pero eso no evito que me escondiese con agilidad en las alturas de los arboles, dando grandes saltos entre uno y otro, hasta tener la amplitud de tiro necesaria. Quite el seguro, y puse mi pulgar en el gatillo, apunte, la bala viajo ligera hasta dar contra aquella bestia.
Gruño de dolor y de furia, al sentirse herido, el impacto de la bala fue el suficiente para que este cayese al piso, a medio camino de regresar a su forma humana convulsionando. Baje del árbol a la mayor velocidad que mi pierna me permitía desplazarme, y me ubique a su lado. Busqué entre mis ropas un poco de oleo sacramental y de agua bendita, podía tratarse de una criatura del demonio, pero si le daba muerte sería bajo las leyes de Dios
- Dale, Domine requies perpetua. Bright lumen in carcere. Requiem in pace. Amen.- recite en latin mientras realizaba la señal de la santísima trinidad en su frente con el oleo sacramental.
Dichas aquellas palabras me retiré, hasta la posada donde me hospedaba, subí a mi cuarto, dispuesto a limpiar mis heridas, cuando al entrar, me encontré con un mensajero del Vaticano. Sorprendido salude al joven y le ofrecí una copa de vino, mientras mi bañera se llenaba para sumergirme en ella. Serví dos copas y tomé asiento rasgando mi pantalón ensangrentado, dejando al descubierto la herida mientras la limpiaba. El mensajero ni se inmuto por ver la sangre, se limito a beber de su copa y a entregarme el mensaje, uno muy sencillo el Papa Borgia me citaba al Vaticano con urgencia y no podía negarme. Una amarga sonrisa afloro en mis labios y asentí, le di la propina al mensajero y aseguré que en unos meses me presentaría ante el Sumo Pontífice.
Seis meses atrás
Con el rostro empapado de sudor, la camisa rasgada y una herida sangrante en mi pierna derecha, así me encontraba escondido entre los arboles de aquel milenario bosque en el sur de Rumania. A la cacería de una de esas asquerosas criaturas oscuras, un hombre lobo transformado y salvaje, que llevaba meses atormentando a los habitantes del poblado. Estaba allí buscando descanso, pero ciertamente mi conciencia de cazador no tomaba vacaciones. Apenas supe de aquella criatura, aliste mis armas y todo lo necesario para ir tras esa criatura maligna.
Solo fueron dos semanas de paz antes de enterarme de los ataques, precisamente un par de días antes de la primera luna llena. Agudice mis sentidos y seguí el rastro de todos los habitantes, hasta que halle al infeliz, se trataba del párroco del pueblo. Fue fácil descubrirlo, había mandado a sacar todos los crucifijos de plata y su rostro afable y gentil, ahora era amargado, agrio, sus ojos se tornaban amarillos a medida se acercaba la luna llena y sus ojeras aumentaban, clars signos que pronto ocurriría la transformación.
Lo seguí hasta el interior del bosque, al acecho con completo sigilo, cargando una daga de plata y mi revolver con balas del mismo metal. Fue en el claro del bosque donde lo observe transformarse y adquirir aquella forma antinatural, la forma de un lobo. Era un lobo joven, ágil y de sentidos agudos. Fue una lucha compleja, en un descuido mío, me salto encima e hirió mi pierna de un solo zarpazo, él infeliz, y de paso destruyo mi camisa. Observe la sangre brotar, pero por su color no había infección ni maldición, solo fue una de sus garras animales y no sus colmillos la causante de la herida. Gruñí molesto, pero eso no evito que me escondiese con agilidad en las alturas de los arboles, dando grandes saltos entre uno y otro, hasta tener la amplitud de tiro necesaria. Quite el seguro, y puse mi pulgar en el gatillo, apunte, la bala viajo ligera hasta dar contra aquella bestia.
Gruño de dolor y de furia, al sentirse herido, el impacto de la bala fue el suficiente para que este cayese al piso, a medio camino de regresar a su forma humana convulsionando. Baje del árbol a la mayor velocidad que mi pierna me permitía desplazarme, y me ubique a su lado. Busqué entre mis ropas un poco de oleo sacramental y de agua bendita, podía tratarse de una criatura del demonio, pero si le daba muerte sería bajo las leyes de Dios
- Dale, Domine requies perpetua. Bright lumen in carcere. Requiem in pace. Amen.- recite en latin mientras realizaba la señal de la santísima trinidad en su frente con el oleo sacramental.
Dichas aquellas palabras me retiré, hasta la posada donde me hospedaba, subí a mi cuarto, dispuesto a limpiar mis heridas, cuando al entrar, me encontré con un mensajero del Vaticano. Sorprendido salude al joven y le ofrecí una copa de vino, mientras mi bañera se llenaba para sumergirme en ella. Serví dos copas y tomé asiento rasgando mi pantalón ensangrentado, dejando al descubierto la herida mientras la limpiaba. El mensajero ni se inmuto por ver la sangre, se limito a beber de su copa y a entregarme el mensaje, uno muy sencillo el Papa Borgia me citaba al Vaticano con urgencia y no podía negarme. Una amarga sonrisa afloro en mis labios y asentí, le di la propina al mensajero y aseguré que en unos meses me presentaría ante el Sumo Pontífice.
Ciudad de Vaticano, Estados Pontificios
Tres meses atrás
Finalmente, tras negarme a acatar la orden, o más bien tras dilatar aquel encuentro, mi carruaje se detuvo frente al Vaticano. Llevaba un traje azul, y un bastón sobre el cual me apoyaba, pues aun me resentía aquella maldita herida de Rumania, sobre mis hombros una capa azul oscuro, y un sombrero inclinado, que cubría mi rostro. Baje y di las pertinentes instrucciones, a mis lacayos, sobre qué hacer con mis maletas. Si estaba allí por petición del Papa, este debería brindarme aojamiento.
Ingrese al lugar con seguridad propia, cuando un guardia me detuvo, lo mire con arrogancia y fastidio, no soportaría que un lacayo me tratase así, menos aun con el renombre que tenía mi persona y lo favores que me debía él Vaticano - Lorenzo Lombardi, el Sumo Pontífice me está esperando-dicho esto, con mi bastón me abrí el paso y me encamine hasta el Salón Papal, donde sabía encontraría a aquel hombre ungido del poder de Dios.
En efecto allí estaba sentado en su trono, rodeado de lujos, lujos que ni las mejores realezas podían alardear - Sumo Pontífice - señalé inclinándome frente a él, con una de mis rodillas al piso, y tomando su mano, para besar el anillo con del Crismón, en señal de respeto - Heme aquí para servirle-presente mis respetos y lo escuche hablar, me necesitaba para crear una Nueva Santa Inquisición, de la cual yo sería una de las cabezas. Nuestra misión, solo una, deshacernos de la mayor cantidad de seres sobrenaturales, mi misión, reunir a los cazadores y medir su desempeño, manejar sus registros de nivel, y claro reclutar a nuevos y si fuese necesario entrenarlos.
Tres meses atrás
Finalmente, tras negarme a acatar la orden, o más bien tras dilatar aquel encuentro, mi carruaje se detuvo frente al Vaticano. Llevaba un traje azul, y un bastón sobre el cual me apoyaba, pues aun me resentía aquella maldita herida de Rumania, sobre mis hombros una capa azul oscuro, y un sombrero inclinado, que cubría mi rostro. Baje y di las pertinentes instrucciones, a mis lacayos, sobre qué hacer con mis maletas. Si estaba allí por petición del Papa, este debería brindarme aojamiento.
Ingrese al lugar con seguridad propia, cuando un guardia me detuvo, lo mire con arrogancia y fastidio, no soportaría que un lacayo me tratase así, menos aun con el renombre que tenía mi persona y lo favores que me debía él Vaticano - Lorenzo Lombardi, el Sumo Pontífice me está esperando-dicho esto, con mi bastón me abrí el paso y me encamine hasta el Salón Papal, donde sabía encontraría a aquel hombre ungido del poder de Dios.
En efecto allí estaba sentado en su trono, rodeado de lujos, lujos que ni las mejores realezas podían alardear - Sumo Pontífice - señalé inclinándome frente a él, con una de mis rodillas al piso, y tomando su mano, para besar el anillo con del Crismón, en señal de respeto - Heme aquí para servirle-presente mis respetos y lo escuche hablar, me necesitaba para crear una Nueva Santa Inquisición, de la cual yo sería una de las cabezas. Nuestra misión, solo una, deshacernos de la mayor cantidad de seres sobrenaturales, mi misión, reunir a los cazadores y medir su desempeño, manejar sus registros de nivel, y claro reclutar a nuevos y si fuese necesario entrenarlos.
Ciudad de Vaticano, Estados Pontificios
Presente
Tenía a un gran número de datos de cazadores no registrados, con los cuales ponerme en contacto y otro tanto de cazadores que estaban dispuestos a unirse a las filas del Vaticano -Trabajo burocrático, que pereza- refunfuñé en mi despacho al interior del Vaticano, fastidiado por no poder ir de cacería como antes, aunque al menos eso permitió que mi pierna mejorase casi por completo. Mis viajes se habían limitado a vigilar a cazadores y a recolectar algunos datos. Nada de verdadera acción, simplemente vigilar a cada cazador y registrar los datos de aquellos sobrenaturales a quienes habían dado muerte.
Miré el reloj, ya era tarde, tiempo de salir, o más bien de irme a casa a entrenar en el sótano habilitado para ello en la residencia que se había dispuesto para mí. ME puse de pie, au sosteniéndome sobre el bastón, tomé mi capa cuando él Sumo Pontífice ingreso en el despacho, sin golpear y tomo asiento frente a mi escritorio. Arquee una ceja y voltee a verle, intentando simular mi fastidio, ciertamente estaba dispuesto a ser parte de aquel nuevo proyecto, pero no era precisamente sentado tras él escritorio que conseguiría poner en marcha aquel ambicioso proyecto -Papa Borgia, que bueno verle, gusta una copa de vino- ofrecí caminando hasta una mesa de arrimo donde una delicada botella de cristal contenía aquel liquido carmesí de la propia cosecha de la empresa que herede de mis padres. Serví dos copas y caminé hasta él con desplante y elegancia peculiares a mi - A que debo tan honrosa visita a estas hora- inquirí tomando asiento frente a él, dejando en claro que si bien mi despacho estaba en el mismísimo Vaticano, seguía siendo MI despacho y por tanto MI territorio.
Presente
Tenía a un gran número de datos de cazadores no registrados, con los cuales ponerme en contacto y otro tanto de cazadores que estaban dispuestos a unirse a las filas del Vaticano -Trabajo burocrático, que pereza- refunfuñé en mi despacho al interior del Vaticano, fastidiado por no poder ir de cacería como antes, aunque al menos eso permitió que mi pierna mejorase casi por completo. Mis viajes se habían limitado a vigilar a cazadores y a recolectar algunos datos. Nada de verdadera acción, simplemente vigilar a cada cazador y registrar los datos de aquellos sobrenaturales a quienes habían dado muerte.
Miré el reloj, ya era tarde, tiempo de salir, o más bien de irme a casa a entrenar en el sótano habilitado para ello en la residencia que se había dispuesto para mí. ME puse de pie, au sosteniéndome sobre el bastón, tomé mi capa cuando él Sumo Pontífice ingreso en el despacho, sin golpear y tomo asiento frente a mi escritorio. Arquee una ceja y voltee a verle, intentando simular mi fastidio, ciertamente estaba dispuesto a ser parte de aquel nuevo proyecto, pero no era precisamente sentado tras él escritorio que conseguiría poner en marcha aquel ambicioso proyecto -Papa Borgia, que bueno verle, gusta una copa de vino- ofrecí caminando hasta una mesa de arrimo donde una delicada botella de cristal contenía aquel liquido carmesí de la propia cosecha de la empresa que herede de mis padres. Serví dos copas y caminé hasta él con desplante y elegancia peculiares a mi - A que debo tan honrosa visita a estas hora- inquirí tomando asiento frente a él, dejando en claro que si bien mi despacho estaba en el mismísimo Vaticano, seguía siendo MI despacho y por tanto MI territorio.
Lorenzo Lombardi- Inquisidor Clase Alta
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Fecha de inscripción : 29/10/2011
Localización : Ciudad de Vaticano
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Re: A las Ordenes del Santo Papa
El día se había alzado en todo lo alto con el sol en pleno otoño, donde las hojas amarillas y naranjas caían de los árboles dejando un camino de una hojarasca que sonaba al paso de las botas y zapatos cuya dirección era el tercer edificio del Vaticano, ahí donde su Santidad realizaba sus tareas diarias y desde donde la Fe llenaba al mundo con sus palabras y bendiciones.
Tras reuniones, misas, rosarios por rezar y varios asuntos por tratar con clérigos, obispos y demás miembros del Vaticano, Su Santidad dirige su paso tranquilo y benévolo hacia el tercer edificio, sonriendo con bondad a quien se cruza, bendiciendo a quien lo pide y dejando que besen su mano, para acariciarles la cabeza quienes lo necesitan.
Es ahí donde, en uno de los despachos, donde se queda casi el resto del día, entre firmas y documentos, entre recomendaciones y pedimentos. Desde un oficio donde se solicita que beatifique a un santo en un lugar muy lejano, hasta los informes de las órdenes que han ido a las Indias a evangelizar a los bárbaros, la Nueva España es una de las más fieles, como siempre España ha sido.
Portugal sigue siendo un talón de Aquiles en el Vaticano, sus reyes y nobleza se niegan a entablar relaciones, por lo que algunos espías fueron a esas tierras y regresaron sin mucho éxito. Una barrera se coloca sobre Portugal y el Papa está decidido a dejarlo pendiente, mientras que reafirma sus alianzas con los demás reinos y se posiciona como un Papa fuerte, pero para eso...
Era ya muy noche cuando dirigió sus pasos a donde el Líder de la Primera Facción, el joven Lombardi prometía demasiado y sabía por su gente lo atareado que estaba durante todo este tiempo, desde que le había hecho un encargo que, confiaba, el cazador podía realizar a la perfección. Sonrió levemente, quien lo viera, observaría una sonrisa dulce, pero la mirada de Alejandro II no lo era en absoluto.
Sabía que Lombardi estaba fúrico, exasperado entre tanto papel, pero él tenía la culpa por no conseguirse una mano derecha. Alejandro II no tendría la menor objeción, a finales de cuentas lo que necesitaba era que la Facción funcionara con la perfecta sincronía de un reloj de hermosa manufactura.
"El fin, justifica los medios" avanzó hasta la puerta y con la confianza de alguien que sabe cuál es su lugar y acostumbrado a que le rindan pleitesía, pues es el Papa y Dios lo ha elegido, entra a la habitación y mira a su alrededor las montañas de papeles y el completo desorden - ordenado para su cazador - que reina en el lugar. La expresión del cazador casi lo hace reírse, pero controló magníficamente sus facciones y fue a sentarse con tranquilidad frente al escritorio en el que no podía ponerse más que una copa por cada lado y era todo, lo demás estaba lleno de reportes, historias, cartas y expedientes.
- Gracias, propiamente, hijo, Dios te bendice por esta labor maravillosa que haces - sonrió con un gesto muy aprendido, que infundía paz - sí, me apetece y más si proviene de su viñedo - dijo y esperó a que le sirvieran y luego, tomó la copa para deleitarse en el olor y al probarlo, el cuerpo y el sabor eran maravillosos - soberbio, como siempre - le observó y supo por la forma en que golpeteaba la mesa con el dedo indice lo nervioso que estaba, impaciente, parecía un gato encerrado, listo para saltar y rasguñar y matar en el momento que lo dejaran quedarse mucho más tiempo.
Tomó asiento ante él y Alejandro II se preguntó si debía hacerlo o no. La mujer le había sido fiel durante mucho tiempo, pero dudaba que siguiera siéndolo, además, eso era más propio de la Facción Cuatro y no de la Uno, mas sin embargo, no confiaba tanto en los espías, podrían decir o tener alguna forma de recopilación secreta de información y no quería que su hija estuviera fichada. No, tenía que confiar en alguien más cercano y ese era Lorenzzo.
- Te tengo una misión - dijo tranquilo - deberás tomar una mano derecha o bien, te proporcionaré una, pero este encargo no debe saberlo nadie más que tú y yo. Para mí, es una cuestión delicada que puede significar incluso una revuelta o más de una acusación en el interior del Vaticano - bebió un poco más de la copa y le miró - Lorenzzo, confío en ti más que en nadie, ¿Podrás con la misión o deberé buscar a alguien más que la ejecute?
Ya había dejado las cartas sobre la mesa, sólo faltaba que el joven decidiera, pero sobre todo, asegurarse de que guardaba silencio. Un paso en falso, pondría en entredicho el trabajo de años y Alejandro II no quería que sucediera.
Tras reuniones, misas, rosarios por rezar y varios asuntos por tratar con clérigos, obispos y demás miembros del Vaticano, Su Santidad dirige su paso tranquilo y benévolo hacia el tercer edificio, sonriendo con bondad a quien se cruza, bendiciendo a quien lo pide y dejando que besen su mano, para acariciarles la cabeza quienes lo necesitan.
Es ahí donde, en uno de los despachos, donde se queda casi el resto del día, entre firmas y documentos, entre recomendaciones y pedimentos. Desde un oficio donde se solicita que beatifique a un santo en un lugar muy lejano, hasta los informes de las órdenes que han ido a las Indias a evangelizar a los bárbaros, la Nueva España es una de las más fieles, como siempre España ha sido.
Portugal sigue siendo un talón de Aquiles en el Vaticano, sus reyes y nobleza se niegan a entablar relaciones, por lo que algunos espías fueron a esas tierras y regresaron sin mucho éxito. Una barrera se coloca sobre Portugal y el Papa está decidido a dejarlo pendiente, mientras que reafirma sus alianzas con los demás reinos y se posiciona como un Papa fuerte, pero para eso...
Era ya muy noche cuando dirigió sus pasos a donde el Líder de la Primera Facción, el joven Lombardi prometía demasiado y sabía por su gente lo atareado que estaba durante todo este tiempo, desde que le había hecho un encargo que, confiaba, el cazador podía realizar a la perfección. Sonrió levemente, quien lo viera, observaría una sonrisa dulce, pero la mirada de Alejandro II no lo era en absoluto.
Sabía que Lombardi estaba fúrico, exasperado entre tanto papel, pero él tenía la culpa por no conseguirse una mano derecha. Alejandro II no tendría la menor objeción, a finales de cuentas lo que necesitaba era que la Facción funcionara con la perfecta sincronía de un reloj de hermosa manufactura.
"El fin, justifica los medios" avanzó hasta la puerta y con la confianza de alguien que sabe cuál es su lugar y acostumbrado a que le rindan pleitesía, pues es el Papa y Dios lo ha elegido, entra a la habitación y mira a su alrededor las montañas de papeles y el completo desorden - ordenado para su cazador - que reina en el lugar. La expresión del cazador casi lo hace reírse, pero controló magníficamente sus facciones y fue a sentarse con tranquilidad frente al escritorio en el que no podía ponerse más que una copa por cada lado y era todo, lo demás estaba lleno de reportes, historias, cartas y expedientes.
- Gracias, propiamente, hijo, Dios te bendice por esta labor maravillosa que haces - sonrió con un gesto muy aprendido, que infundía paz - sí, me apetece y más si proviene de su viñedo - dijo y esperó a que le sirvieran y luego, tomó la copa para deleitarse en el olor y al probarlo, el cuerpo y el sabor eran maravillosos - soberbio, como siempre - le observó y supo por la forma en que golpeteaba la mesa con el dedo indice lo nervioso que estaba, impaciente, parecía un gato encerrado, listo para saltar y rasguñar y matar en el momento que lo dejaran quedarse mucho más tiempo.
Tomó asiento ante él y Alejandro II se preguntó si debía hacerlo o no. La mujer le había sido fiel durante mucho tiempo, pero dudaba que siguiera siéndolo, además, eso era más propio de la Facción Cuatro y no de la Uno, mas sin embargo, no confiaba tanto en los espías, podrían decir o tener alguna forma de recopilación secreta de información y no quería que su hija estuviera fichada. No, tenía que confiar en alguien más cercano y ese era Lorenzzo.
- Te tengo una misión - dijo tranquilo - deberás tomar una mano derecha o bien, te proporcionaré una, pero este encargo no debe saberlo nadie más que tú y yo. Para mí, es una cuestión delicada que puede significar incluso una revuelta o más de una acusación en el interior del Vaticano - bebió un poco más de la copa y le miró - Lorenzzo, confío en ti más que en nadie, ¿Podrás con la misión o deberé buscar a alguien más que la ejecute?
Era el Papa y todos le juraban lealtad,
y...
Así debía seguir siendo
y...
Así debía seguir siendo
Última edición por Papa Borgia el Mar Nov 22, 2011 11:51 am, editado 1 vez
Papa Borgia- Humano Clase Alta/Miembro de la Iglesia
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Re: A las Ordenes del Santo Papa
No, no podía considerarte un ferviente devoto del Vaticano y menos de los métodos que su Santidad utilizaba, podía reconocer con facilidad sus falsas sonrisas y sus gestos, era evidente cuando deseaba conseguir algo, y en ese momento, todos sus movimientos denotaban que andaba tras algo grande. Con impaciencia le serví aquel vino y me senté al otro lado de mi escritorio, mientras aquel hombre experto en rodeos, se iba por las ramas - ¡ che inconvenienti!- pensé al tiempo que golpeteaba la mesa con mi dedo índice, apenas bebí un sorbo y deje la copa allí, su presencia no me era grata menos a esas horas, cuando lo único que buscaba era salir de aquel encierro y entrenar, un poco de acción lejos de los papeleos.
Y así, como si aquel hombre comprendiese mi urgencia me dio una vía de escape, salir del Vaticano en una misión, de que se trataba no idea, pero al menos era una excusa para salir de allí. Lealtad, acaso no le había ya jurado lealtad a la inquisición, aquello era más que suficiente. Una mano derecha, no, no permitiría que aquel hombre pusiese a alguien tras sus pasos, si debía tener una, él mismo la elegiría pues necesitaba que fuese de su completa y total lealtad, alguien que no fuese a lamer las botas del Papa, alguien que supiera distinguir entre la misión contra los sobrenaturales, y la persona que se escondía tras el titulo de Sumo Pontífice.
- Santità, sto offeso- expreso con seriedad una vez que el hombre termino de exponer los términos de aquella charla - Juré lealtad cuando me uní a esta sagrada empresa, bien sabéis que actuó con suma reserva y discreción, que fuera de este templo, me comporto como un cazador más y no como, el líder de facción que soy. Y nadie sospecha el trabajo que tan arduamente realizamos- mis palabras si bien eran serenas, tenía claras notas de altanería, marcando los limites y las diferencias entre él y yo. Me puse de pie y camine hasta el borde de la ventana donde vi a la joven Borgia sentada en los jardines en soledad, como solía encontrarse, siempre esquivando su padre.
- Aunque sus últimas palabras, borran cualquier ofensa previa- rectifico sus palabras con ironía. El Papa podía decir confiar en él, pero sus diferencias de opinión eran conocidas por muchos, aun cuando solían resolverlas en privado, todos sabían que Lombardi, es decir yo, era un hombre fuerte, no solo como soldado sino también como líder, y por lo mismo sus disputas versaban sobre aquellos novatos que solo por ser adinerados, esperaban ascender en las filas, cuando no eran capaces de cargar un arma - Si usted ha venido hasta i, comprendo lo delicada de la misión, y si pone en riesgo l estabilidad de a Inquisición, mi deber, mi promesa de lealtad que orillan a aceptar, bajo voto de silencio-
Pronto los pasos de él se sintieron a mis espaldas para luego oírle hablar - Bella donna é Juliet- comentó siguiendo mi mirada hasta la planta baja, los jardines, guarde silencio y espere el continuase - Me preocupa, siempre sola. Necesito que la sigas, pero todo debe ser discreto- Y allí, las cartas que antes estaba sobre la mesa, fueron volteadas develando sus intenciones.
Y así mi mente volé aquel primer encuentro con ella, hace tan solo unas semanas, un charla casual pero interesante, muy interesante.
Ciudad de Vaticano, Estados Pontificios
Tres semanas atrás
Caminaba rumbo al nivel de entrenamiento, mientras discutía con uno de los soldados respecto a la continuidad de cierto joven en las filas., distraídos ambos en su conversación, que no se percato que cierta joven caminaba hacia él y menos prestaba atención a los comentarios de las féminas, más bien de las niñas que cotilleaban sobre él. Y así, sin más la discusión con el soldado se acabo y quedaron los tres en medio del corredor mirándose, en especial la dama que choco contra él.
- Demian, poi parlare- indico e hizo una seña para que se retirase, para luego él dedicarse a recoger todo aquel papeleo y entregárselo a la torpe muchacha que aun no pronunciaba palabra alguna. Finalmente alzo la vista, y la reconoció, por sus ojos verdes y rasgos felinos, se trataba de la joven Borgia, a quien solo había visto de lejos cuando Su Santidad intentaba hablarle.
- Buon giorno, signorina Juliet - saludo tomando su mano - Un piacere di conoscerla, Lorenzo Lombardi al vostro servizio- se presento sin soltar la delicada mano y clavando sus ojos en los de ella.
Aquel había sido un encuentro fugaz de presentaciones, pero en el que él quedo completamente intrigado por la muchacha y la preocupación que ahora su Santidad le compartía, era la misma que él tenía. Un jovencita tan hermosa, siempre sola, como si viviese solo para la inquisición. Un profundo suspiro antecedió a sus palabras - Deje todo en mis manos Su Santidad, y cuenta con mi total discreción y lealtad - aunque primero se debía lealtad a sí mismo.
Y así, como si aquel hombre comprendiese mi urgencia me dio una vía de escape, salir del Vaticano en una misión, de que se trataba no idea, pero al menos era una excusa para salir de allí. Lealtad, acaso no le había ya jurado lealtad a la inquisición, aquello era más que suficiente. Una mano derecha, no, no permitiría que aquel hombre pusiese a alguien tras sus pasos, si debía tener una, él mismo la elegiría pues necesitaba que fuese de su completa y total lealtad, alguien que no fuese a lamer las botas del Papa, alguien que supiera distinguir entre la misión contra los sobrenaturales, y la persona que se escondía tras el titulo de Sumo Pontífice.
- Santità, sto offeso- expreso con seriedad una vez que el hombre termino de exponer los términos de aquella charla - Juré lealtad cuando me uní a esta sagrada empresa, bien sabéis que actuó con suma reserva y discreción, que fuera de este templo, me comporto como un cazador más y no como, el líder de facción que soy. Y nadie sospecha el trabajo que tan arduamente realizamos- mis palabras si bien eran serenas, tenía claras notas de altanería, marcando los limites y las diferencias entre él y yo. Me puse de pie y camine hasta el borde de la ventana donde vi a la joven Borgia sentada en los jardines en soledad, como solía encontrarse, siempre esquivando su padre.
- Aunque sus últimas palabras, borran cualquier ofensa previa- rectifico sus palabras con ironía. El Papa podía decir confiar en él, pero sus diferencias de opinión eran conocidas por muchos, aun cuando solían resolverlas en privado, todos sabían que Lombardi, es decir yo, era un hombre fuerte, no solo como soldado sino también como líder, y por lo mismo sus disputas versaban sobre aquellos novatos que solo por ser adinerados, esperaban ascender en las filas, cuando no eran capaces de cargar un arma - Si usted ha venido hasta i, comprendo lo delicada de la misión, y si pone en riesgo l estabilidad de a Inquisición, mi deber, mi promesa de lealtad que orillan a aceptar, bajo voto de silencio-
Pronto los pasos de él se sintieron a mis espaldas para luego oírle hablar - Bella donna é Juliet- comentó siguiendo mi mirada hasta la planta baja, los jardines, guarde silencio y espere el continuase - Me preocupa, siempre sola. Necesito que la sigas, pero todo debe ser discreto- Y allí, las cartas que antes estaba sobre la mesa, fueron volteadas develando sus intenciones.
Y así mi mente volé aquel primer encuentro con ella, hace tan solo unas semanas, un charla casual pero interesante, muy interesante.
Ciudad de Vaticano, Estados Pontificios
Tres semanas atrás
Caminaba rumbo al nivel de entrenamiento, mientras discutía con uno de los soldados respecto a la continuidad de cierto joven en las filas., distraídos ambos en su conversación, que no se percato que cierta joven caminaba hacia él y menos prestaba atención a los comentarios de las féminas, más bien de las niñas que cotilleaban sobre él. Y así, sin más la discusión con el soldado se acabo y quedaron los tres en medio del corredor mirándose, en especial la dama que choco contra él.
- Demian, poi parlare- indico e hizo una seña para que se retirase, para luego él dedicarse a recoger todo aquel papeleo y entregárselo a la torpe muchacha que aun no pronunciaba palabra alguna. Finalmente alzo la vista, y la reconoció, por sus ojos verdes y rasgos felinos, se trataba de la joven Borgia, a quien solo había visto de lejos cuando Su Santidad intentaba hablarle.
- Buon giorno, signorina Juliet - saludo tomando su mano - Un piacere di conoscerla, Lorenzo Lombardi al vostro servizio- se presento sin soltar la delicada mano y clavando sus ojos en los de ella.
Aquel había sido un encuentro fugaz de presentaciones, pero en el que él quedo completamente intrigado por la muchacha y la preocupación que ahora su Santidad le compartía, era la misma que él tenía. Un jovencita tan hermosa, siempre sola, como si viviese solo para la inquisición. Un profundo suspiro antecedió a sus palabras - Deje todo en mis manos Su Santidad, y cuenta con mi total discreción y lealtad - aunque primero se debía lealtad a sí mismo.
Lorenzo Lombardi- Inquisidor Clase Alta
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Re: A las Ordenes del Santo Papa
Las actitudes de Lorenzo son más que obvias para Alejandro II, quien sabe el cuidado a tener con el hombre, es un varón bastante responsable a quien le agrada tener entre sus filas, pero también, muy terco y con ideas muy románticas respecto de la Inquisición. El hombre que tiene que detener por todos los medios, atarlo más a sus deseos, colocarlo bajo su pie. Mantenerlo así y la única forma es...
Justamente la mujer que ambos miran por la ventana, los ojos del Papa observan de reojo, pero atentos, a Lorenzo. Conocedor de las emociones humanas, sabe leerlas con facilidad y no hay duda de que él está interesado en Juliet quien, por otro lado, se le está yendo de las manos y prefiere atarla al Inquisidor. Sabe bien que las cosas pueden salírsele de control como ambos se enamoren y estén juntos, dándose apoyo el uno al otro.
Para eso, tiene a Tamina... sonríe con ese triunfo que sabe, será suyo... aspira profundamente con satisfacción, una victoria es mejor que cualquier orgasmo, le da la espalda y vuelve a la copa de vino, para beber otro trago. Exquisita cosecha, como la pequeña que había adoptado hace muchos años y que ahora le dará la mejor oportunidad de su vida. Juliet es justamente el as con el cual derrotará por siempre a Lorenzo y le tendrá fiel a su persona.
Aún más después de lo que ha hecho por él. Sus palabras aceptando la misión le hacen sonreír, sí, ya sabía con anticipación que esa sería la respuesta. Se atraen, lo ha notado, los vio aquélla vez cruzarse por el pasillo, la confusión de su hija y la admiración del Inquisidor. Juliet es una preciosa niña, aún a pesar de sus 27 años, siempre ha estado sola. En parte por culpa del mismo Alejandro II, pero ahora, el momento ha llegado.
La casará con Lorenzo, le conviene, no sólo obtendrá la fidelidad del hombre más peligroso de toda la Inquisición, porque más eran los soldados y más unidos se encontraban que las demás Facciones y él tenía un tremendo control sobre lo mismos. Por más que las otras Facciones se unieran, sería una masacre. Así que tiene un punto a su favor; el otro es que el italiano proviene de una magnífica familia de cazadores, lo que le da a Alejandro II la oportunidad de tener, en caso de alguna desavenencia, el voto de un clan honorable de inquisidores. El tercer punto, por Gabriel Arcángel, el buen vino que se cosecha en sus viñedos.
Y gratis.
Sonríe con alegría, esta noche será provechosa. Bastante provechosa. Ahora, a dar el golpe maestro sobre la cordura de Lorenzo.
- Los informes me indican que mi hija después de su última misión en París, está siendo seducida por un chupasangres - le observa con expresión indiferente, pero analiza bien sus reacciones - entenderás como yo, la urgencia de que alguien la separe de él, en caso de ser cierta la información. No mates al vampiro, no tiene sentido porque es un antiguo bastante poderoso, no quiero perder a ambos, ni siquiera a uno solo - deja la copa y en eso, es completamente sincero - tienes que confirmar y en el momento que lo sepas, alejarla de él a la fuerza y traerla... en caso de ser cierto el rumor, mandaré a un nutrido grupo a exterminar al vampiro que intenta tomar la virtud de mi hija... si no es que ya lo hizo.
Mira la copa con fingida molestia, dejando que el hombre digiera la posibilidad de que Juliet esté en otros brazos. Conoce a los italianos, su apasionado y celoso carácter, que la imaginara para él y luego, bajo el cuerpo de otro, puede ser el suficiente aliciente para que el Inquisidor se apresure y evite que Juliet haga cualquier barbaridad.
- Ella vuelve a París hoy en la noche, la seguirás pasado mañana y - mira a Lorenzo con intensidad - te recompensaré muy bien, sólo no le falles - dice con intención, que en su mente se clave la idea de que no es al Papa a quien le fallará... no, es a Juliet... - creo que tú mejor que nadie entiende lo que es perder a un ser querido en manos de un sobrenatural - ahí está, la llaga es tocada... completa y ligera manipulación.
Justamente la mujer que ambos miran por la ventana, los ojos del Papa observan de reojo, pero atentos, a Lorenzo. Conocedor de las emociones humanas, sabe leerlas con facilidad y no hay duda de que él está interesado en Juliet quien, por otro lado, se le está yendo de las manos y prefiere atarla al Inquisidor. Sabe bien que las cosas pueden salírsele de control como ambos se enamoren y estén juntos, dándose apoyo el uno al otro.
Para eso, tiene a Tamina... sonríe con ese triunfo que sabe, será suyo... aspira profundamente con satisfacción, una victoria es mejor que cualquier orgasmo, le da la espalda y vuelve a la copa de vino, para beber otro trago. Exquisita cosecha, como la pequeña que había adoptado hace muchos años y que ahora le dará la mejor oportunidad de su vida. Juliet es justamente el as con el cual derrotará por siempre a Lorenzo y le tendrá fiel a su persona.
Aún más después de lo que ha hecho por él. Sus palabras aceptando la misión le hacen sonreír, sí, ya sabía con anticipación que esa sería la respuesta. Se atraen, lo ha notado, los vio aquélla vez cruzarse por el pasillo, la confusión de su hija y la admiración del Inquisidor. Juliet es una preciosa niña, aún a pesar de sus 27 años, siempre ha estado sola. En parte por culpa del mismo Alejandro II, pero ahora, el momento ha llegado.
La casará con Lorenzo, le conviene, no sólo obtendrá la fidelidad del hombre más peligroso de toda la Inquisición, porque más eran los soldados y más unidos se encontraban que las demás Facciones y él tenía un tremendo control sobre lo mismos. Por más que las otras Facciones se unieran, sería una masacre. Así que tiene un punto a su favor; el otro es que el italiano proviene de una magnífica familia de cazadores, lo que le da a Alejandro II la oportunidad de tener, en caso de alguna desavenencia, el voto de un clan honorable de inquisidores. El tercer punto, por Gabriel Arcángel, el buen vino que se cosecha en sus viñedos.
Y gratis.
Sonríe con alegría, esta noche será provechosa. Bastante provechosa. Ahora, a dar el golpe maestro sobre la cordura de Lorenzo.
- Los informes me indican que mi hija después de su última misión en París, está siendo seducida por un chupasangres - le observa con expresión indiferente, pero analiza bien sus reacciones - entenderás como yo, la urgencia de que alguien la separe de él, en caso de ser cierta la información. No mates al vampiro, no tiene sentido porque es un antiguo bastante poderoso, no quiero perder a ambos, ni siquiera a uno solo - deja la copa y en eso, es completamente sincero - tienes que confirmar y en el momento que lo sepas, alejarla de él a la fuerza y traerla... en caso de ser cierto el rumor, mandaré a un nutrido grupo a exterminar al vampiro que intenta tomar la virtud de mi hija... si no es que ya lo hizo.
Mira la copa con fingida molestia, dejando que el hombre digiera la posibilidad de que Juliet esté en otros brazos. Conoce a los italianos, su apasionado y celoso carácter, que la imaginara para él y luego, bajo el cuerpo de otro, puede ser el suficiente aliciente para que el Inquisidor se apresure y evite que Juliet haga cualquier barbaridad.
- Ella vuelve a París hoy en la noche, la seguirás pasado mañana y - mira a Lorenzo con intensidad - te recompensaré muy bien, sólo no le falles - dice con intención, que en su mente se clave la idea de que no es al Papa a quien le fallará... no, es a Juliet... - creo que tú mejor que nadie entiende lo que es perder a un ser querido en manos de un sobrenatural - ahí está, la llaga es tocada... completa y ligera manipulación.
No necesita más para espolear el ánimo de Lorenzo.
Absolutamente nada más.
Papa Borgia- Humano Clase Alta/Miembro de la Iglesia
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Re: A las Ordenes del Santo Papa
Ciertamente Juliet no solo era hermosa y elegante, era inteligente y su conversación era del todo cautivante. Así lo pude comprobar en un segundo encuentro casual, si el edificio era enorme y por ello encontrarse con alguien en los corredores era muy difícil. Primero por lo grande del lugar y segundo por la gran cantidad de trabajo, la mayoría de los inquisidores tenían que someterse no solo a largas horas de entrenamiento, sino también a largas jornadas de entrenamiento y lectura de reportes. Los soldados en su mayoría estaban en los pisos de entrenamientos, yo mismo pasaba largas horas corrigiendo posturas y uso de armas. Si no estábamos en clases prácticas, eran teóricas, a lo que debía sumar el papeleo y organizar misiones, tiempo no tenía, llegaba antes que el alba aclarase y me retiraba muy entrada la noche. Pero curiosamente aquella tarde, volvía tropezar con ella, o más bien ella conmigo
Ciudad de Vaticano, Estados Pontificios
Dos semanas atrás
Era cerca del medio día, la luz se filtraba por los ventanales del escritorio, por lo que decidí salir de mi despacho y dar un paseo por los jardines, disfrutar algo de libertad en aquel claustro. Tomé una carpeta con antecedentes de cazadores que debía reclutar, los leería en uno de los patios marmolados que se encontraban en el interior del edificio, un lugar donde era seguro revisar aquellos documentos. Camino a aquel lugar una joven soldado me saludo, con un extraño gesto, que supuse era un coqueteo, pero que ignore, no pretendía involucrarme con una subalterna, se podría prestar a malos entendidos.
Tome asiento al pie de uno de los pocos árboles del lugar, un cedro que brindaba la sombra apropiaba para poder trabajar, a esas horas Borgia no se encontraba y no tendría que tolerar sus interrupciones. Por fortuna corría una suave brisa que alboroto su cabello, pero no se preocupo de ello, le ayudaba a disfrutar de aquella sensación de libertad que tanto añoraba. Minutos tardo en perder la concentración, pues una suave voz femenina atrajo mi atención, como si de un ronroneo se tratase. Alce la vista y la vi, con un elegante vestido color obispo con detalles azul cielo, despampanante sin duda, su cabello a medio tomar y ceño fruncido, señal que algo no iba bien.
Me incorpore, ansioso de encontrarla, pero preocupado por su gesto - Buon giorno, signorina Juliet - llame su atención mientras aceleraba el paso para alcanzarle, no sin cierta dificultad, pues mi pierna aun estaba resentida - Che sorpresa trovare nei giardini- comente tomando su mano para besarla, sin dejar de ver aquellos ojos azules que parecían hechizar a quien osase mirarlos. Esbozo una sutil sonrisa y me saludo con aquella voz que parecía más cercana a un ronroneo felino que a la voz típica de una mujer.
Se veía preocupada, pero se negó a darme sus razones, aunque parecía agradecida que la sacasen de sus pensamientos. Pasamos la siguiente hora, bajo la sombra de aquel cedro, hablando de política, religión, viajes y misiones, una charla común entre inquisidores. Pero también me dejo conocer parte de sus gustos e intereses, lo que, si fuese posible me encandilo aun más.
Fue en aquella conversación que supe de misión en Francia, de la cual no dio detalles, aludiendo que aquello pertenecía a su Facción y no podía entregarme tal información. Asentí, sin reparar en aquella negativa, hasta ahora, en que Alejandro II sacaba otra carta, sus sospechas sobre un romance entre la joven Borgia y un vampiro. Gruñí con enfado hacia mis adentros y mi semblante se endureció, no solo por preocupación sino también por celos. La sola idea de ella con otro hombre, de ella única física y emocionalmente a alguien más me atormento, y que aquel fuese un vampiro, fue aun más mortificante.
Pero independiente de lo que yo pudiese sentir hacia aquella joven, lo importante era su bienestar - Comprendo la gravedad de la situación, no pondré la vida de ella en peligro, y me encargare de averiguar bien quien es aquel vampiro Su santidad. - Asentí volteando a verle, antes de tomar mi bastón y un expediente - Este es el expediente de quien será mi mano derecha, ella se hara cargo de todo en mi ausencia. La encontraré en Paris, la pondré al tanto de los asuntos que debe atender y la enviaré a presentarle sus respetos - Cambie de tema, buscando borrar el semblante sombrío que cruzaba por mi rostro - Ahora, si me disculpa, he de retirarme para preparar mis cosas para el viaje. - Abrí la puerta del despacho dispuesto a salir, cuando voltee a verle - Le agradeceré pida a los tecnólogos me envíen algunas nuevas armas para mi kit -
Sin más me retiré del despacho y salí del edificio hacia los jardines exteriores, aquellos que eran la antesala y el frontis de aquel fastuoso edificio, allí me esperaba mi carruaje, pero también estaba Juliet, con la mirada perdida, lejos no solo de la ciudad, sino también de ella misma. En silencio tome asiento junto a ella, bellísima, llevaba otro de sus elegantes vestido este era azul oscuro, con aplicaciones en gris claro, se veía aun más hermosa ante la tenue luz de luna que el cuarto menguante nos ofrecía - Buonanotte signorina Juliet. Ancora in Vaticano- comente, atrayendo sus pensamientos hacia í
Ciudad de Vaticano, Estados Pontificios
Dos semanas atrás
Era cerca del medio día, la luz se filtraba por los ventanales del escritorio, por lo que decidí salir de mi despacho y dar un paseo por los jardines, disfrutar algo de libertad en aquel claustro. Tomé una carpeta con antecedentes de cazadores que debía reclutar, los leería en uno de los patios marmolados que se encontraban en el interior del edificio, un lugar donde era seguro revisar aquellos documentos. Camino a aquel lugar una joven soldado me saludo, con un extraño gesto, que supuse era un coqueteo, pero que ignore, no pretendía involucrarme con una subalterna, se podría prestar a malos entendidos.
Tome asiento al pie de uno de los pocos árboles del lugar, un cedro que brindaba la sombra apropiaba para poder trabajar, a esas horas Borgia no se encontraba y no tendría que tolerar sus interrupciones. Por fortuna corría una suave brisa que alboroto su cabello, pero no se preocupo de ello, le ayudaba a disfrutar de aquella sensación de libertad que tanto añoraba. Minutos tardo en perder la concentración, pues una suave voz femenina atrajo mi atención, como si de un ronroneo se tratase. Alce la vista y la vi, con un elegante vestido color obispo con detalles azul cielo, despampanante sin duda, su cabello a medio tomar y ceño fruncido, señal que algo no iba bien.
Me incorpore, ansioso de encontrarla, pero preocupado por su gesto - Buon giorno, signorina Juliet - llame su atención mientras aceleraba el paso para alcanzarle, no sin cierta dificultad, pues mi pierna aun estaba resentida - Che sorpresa trovare nei giardini- comente tomando su mano para besarla, sin dejar de ver aquellos ojos azules que parecían hechizar a quien osase mirarlos. Esbozo una sutil sonrisa y me saludo con aquella voz que parecía más cercana a un ronroneo felino que a la voz típica de una mujer.
Se veía preocupada, pero se negó a darme sus razones, aunque parecía agradecida que la sacasen de sus pensamientos. Pasamos la siguiente hora, bajo la sombra de aquel cedro, hablando de política, religión, viajes y misiones, una charla común entre inquisidores. Pero también me dejo conocer parte de sus gustos e intereses, lo que, si fuese posible me encandilo aun más.
Fue en aquella conversación que supe de misión en Francia, de la cual no dio detalles, aludiendo que aquello pertenecía a su Facción y no podía entregarme tal información. Asentí, sin reparar en aquella negativa, hasta ahora, en que Alejandro II sacaba otra carta, sus sospechas sobre un romance entre la joven Borgia y un vampiro. Gruñí con enfado hacia mis adentros y mi semblante se endureció, no solo por preocupación sino también por celos. La sola idea de ella con otro hombre, de ella única física y emocionalmente a alguien más me atormento, y que aquel fuese un vampiro, fue aun más mortificante.
Pero independiente de lo que yo pudiese sentir hacia aquella joven, lo importante era su bienestar - Comprendo la gravedad de la situación, no pondré la vida de ella en peligro, y me encargare de averiguar bien quien es aquel vampiro Su santidad. - Asentí volteando a verle, antes de tomar mi bastón y un expediente - Este es el expediente de quien será mi mano derecha, ella se hara cargo de todo en mi ausencia. La encontraré en Paris, la pondré al tanto de los asuntos que debe atender y la enviaré a presentarle sus respetos - Cambie de tema, buscando borrar el semblante sombrío que cruzaba por mi rostro - Ahora, si me disculpa, he de retirarme para preparar mis cosas para el viaje. - Abrí la puerta del despacho dispuesto a salir, cuando voltee a verle - Le agradeceré pida a los tecnólogos me envíen algunas nuevas armas para mi kit -
Sin más me retiré del despacho y salí del edificio hacia los jardines exteriores, aquellos que eran la antesala y el frontis de aquel fastuoso edificio, allí me esperaba mi carruaje, pero también estaba Juliet, con la mirada perdida, lejos no solo de la ciudad, sino también de ella misma. En silencio tome asiento junto a ella, bellísima, llevaba otro de sus elegantes vestido este era azul oscuro, con aplicaciones en gris claro, se veía aun más hermosa ante la tenue luz de luna que el cuarto menguante nos ofrecía - Buonanotte signorina Juliet. Ancora in Vaticano- comente, atrayendo sus pensamientos hacia í
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Re: A las Ordenes del Santo Papa
Lo puede oler, sentir como la tela de sus ropajes mientras finge estar concentrado en la copa de vino que tiene servida. Los rumores en el Vaticano y la Inquisición son peores que los de una mujer con sus cotillas amigas, van y vienen de formas impresionantes, destruyendo reputaciones o dando ideas como las que ahora el Papa tiene en la cabeza. Concibió su plan hace ya muchos meses atrás, cuando Lorenzo se rebeló ante él de forma tajante, a pesar de que tenían una gran amistad.
Era un asunto tan monótono como la quema de una bruja que el Papa quería salvar porque le hacía una buena labor con los gitanos, pero Lorenzo se le enfrentó con una convicción que le hizo ver qué tan peligroso sería tenerlo en su contra. El no contar con él implicaría muchas bajas en sus puntos, en su posición, más tomando en cuenta que el anterior Papa había sido muerto en circunstancias bastante violentas y eso era lo que quería evitar. Sin embargo, tenerlo con él y descontento, podría ser peor, así que tenía que controlarlo de alguna forma.
Y un día miró a Juliet y noto qué hermosa era, la forma en que actuaba, su sensualidad innata, el buen cuerpo que podría enloquecer a cualquiera, el tipo de mujer que a Lombardi encularía sin duda alguna, que obsesionaría y enloquecería por tenerla consigo y luego de ello, por conservarla... así que decide ponérsela entre los ojos. Hace mucho tiempo que escucha a las mujeres sobre la forma en que él se comporta, cómo les atrae, les conquista con una mirada, con una sonrisa. Y aunque sabe que su hija no es una tarada más, que Lorenzo tiene puntos a su favor, no puede arriesgarse, tiene que estar seguro de que ambos se verán las caras y terminarán interesados el uno en el otro.
Tiene que ser contundente en su plan, por lo que manda al hermano mayor de Juliet a investigarla. No tiene éste, a diferencia de la cambiaformas, ninguna facultad interesante, más que le es completamente fiel y hará por Alejandro II lo que sea. De todas formas, hurga a su vez en el pasado de Lorenzo, sobre su esposa fallecida, sobre la forma en que se ha encerrado en sí mismo y sabe que puede complementarse a la perfección con Juliet por eso, porque se identifican, además los gustos son muy parecidos y la forma de seducir de Lorenzo podría hacer mella en la coraza de su hija. No hay forma de errar.
Sabiendo que Juliet, con ayuda de su hermano, fija los ojos en Lorenzo, que sí le llama la atención y que el Inquisidor puede tener una oportunidad, es cuando el Papa empieza a actuar. Ordena a un lazarillo que le informe en todo momento los movimientos de Lorenzo en cuanto acepta estar a la cabeza de la Primera Facción, lo necesita mantener ahí dentro del Edificio para que su plan rinda frutos; si va a estar saliendo en misiones será mucho más complicado a menos que le mande a Juliet a acompañarle y eso hará que el Líder e la 4ta. Facción esté metiendo las narices.
No, afortunadamente Dios vino en su ayuda, esa herida en la pierna de Lorenzo hace las delicias de Alejandro II porque le impide ir a misiones y aparte, las mujeres se derriten al verlo caminar con el bastón, tan gallardo él, tan atractivo... tan cuidable, tan tierno, tan...
"Quiera Dios que ilumine a esas cabezas huecas que sólo babean"
En cuanto sabe que Lorenzo va a salir de su despacho, el mismo Papa se hace el encontradizo, enviando a ese mismo lazarillo a sacar a Juliet de sus oficinas por cualquier pretexto, con la idea de juntarlos y presentarlos. Para eso, manda a su hija a con una nueva diseñadora de modas que está creando revolución en Paris, para que se compre vestidos que le favorezcan la figura y que el Inquisidor, de rica cuna, vea en ella a un igual y no a una tonta sin cerebro como las que había en los pasillos.
Aunque varias veces le resulta la jugada, nunca puede reunirlos porque la cabezonería de su hija es mayor y siempre le huye cuando lo ve en los pasillos, a sabiendas de que tiene algo entre manos. Así es como nunca logra que ambos se conozcan de esa forma tan... "casual". Por lo que piensa reunirlos en una cena ofrecida a todos los Líderes de Facción, así podrán conocerse y como todos son hombres a excepción de ella, no hay forma que Lorenzo no se fije en su hija. Claro, estaba el doble filo, que TODOS se sintieran atraídos por ella... pero ya sería mucha mala suerte.
"Dios, por favor, te ruego todos los días, pero no me hagas renegar"
E increíble o no, Dios le ayudó. Esa vez que el Papa iba a encontrarse a con Lorenzo, resultó que su hija estaba demasiado ocupada con los documentos que le había enviado y terminaron chocando. ¡Gracias, Dios mío! Pensó y sonrió con satisfacción al ver la cara de idiota de Lorenzo al ver lo atractiva que era su hija, que como toda dama (bien la había educado) había esperado a que él recogiera sus documentos y se los entregara.
¿Amor a primera vista? Por parte de Lorenzo sí. Se le veía abrumado ante la belleza de su hija y no podía hacer más que tomar su mano y besarla con galantería, sacando el tipo. Jajajaja, qué divertida se había dado mirando al par, uno que no sabía qué hacer con la preciosura que tenía frente a él y la otra sintiéndose incómoda y turbada; afortunadamente, conocía muy bien a su hija y reconocía que todo el tiempo había estado deslumbrada por la gallardía del Inquisidor.
¡Ahhhh, todo iba perfecto! Y más cuando por la ventana, pudo verles otro día, ella iba molesta porque había platicado con Alejandro II sobre Tamina y en uno de sus pésimos episodios donde hablaba con ella misma, se encontró al Inquisidor. ¿Se encontró? ¡Ja! Nunca había visto correr tan rápido a Lorenzo, ni siquiera en un ataque. Parecía un jovenzuelo y no un adulto de más de 30 años... sí, su hija ya estaba vieja para algunos ojos, pero no para ese Soldado y menos tomando en cuenta que seguía virgen.
Sí, estaba más que seguro que lo era y tomándose una taza de té, se había quedado presenciando su plática. Las sonrisas alegres de su hija, el coqueteo discreto, pero que atrapaba con facilidad a Lorenzo que al paso del tiempo iba acercando más y más su cuerpo a ella. Hasta que Alejandro II había decidido intervenir, enviando a un chiquillo a por Juliet, requiriéndole su presencia. La expresión de ambos había sido de reticencia por separarse, pero su hija sabía cómo era él cuando la exigía y aunque Lorenzo había intentado que se quedara con él (el chiquillo le había contado después al Papa tras que él le dio un pan con mantequilla, que el Inquisidor le había ordenado decirle que tenían una reunión importante y que luego la enviaba).
Importante, sí, cómo no... reunión para intentar seducirla más bien.
Afortunadamente, su hija sabe cómo es Alejandro II cuando se enoja, así que va a con su padre, dejando a un Lorenzo tieso del coraje, algo que le gusta al Papa, una de cal por las que van de arena. Además, tiene que ir degustándola poco a poco, para que al final, se quede con ella para siempre. Si se la come de un bocado, se hastiará y no quiere eso.
Y ahora, le mira tenso, muerto de celos por lo que le había dicho, no duda, se levanta, sus expresiones son tensas, sus movimientos muy rídigos, está estresado, listo para el combate, para salir y defender a Juliet como jamás lo hizo con su esposa... Touché. Muchas palabras después, lo ve salir con ese bastón a todo lo que puede. Ahhh qué bien se siente manipularlos.
- Jajajajajajaja - toma la botella de vino y se sirve de nuevo, para acercarse a la ventana y sonríe al ver a su hija sentada, esperándole. Sí, le espera a él, a Alejandro II... Todo está fríamente calculado y su risa se convierte en una carcajada mayor al ver a Lorenzo sentarse a su lado sin dudarlo.
- ¿Ahora quién le besa el culo a quién, Lombardi? - bebe un poco de más vino.
Era un asunto tan monótono como la quema de una bruja que el Papa quería salvar porque le hacía una buena labor con los gitanos, pero Lorenzo se le enfrentó con una convicción que le hizo ver qué tan peligroso sería tenerlo en su contra. El no contar con él implicaría muchas bajas en sus puntos, en su posición, más tomando en cuenta que el anterior Papa había sido muerto en circunstancias bastante violentas y eso era lo que quería evitar. Sin embargo, tenerlo con él y descontento, podría ser peor, así que tenía que controlarlo de alguna forma.
Y un día miró a Juliet y noto qué hermosa era, la forma en que actuaba, su sensualidad innata, el buen cuerpo que podría enloquecer a cualquiera, el tipo de mujer que a Lombardi encularía sin duda alguna, que obsesionaría y enloquecería por tenerla consigo y luego de ello, por conservarla... así que decide ponérsela entre los ojos. Hace mucho tiempo que escucha a las mujeres sobre la forma en que él se comporta, cómo les atrae, les conquista con una mirada, con una sonrisa. Y aunque sabe que su hija no es una tarada más, que Lorenzo tiene puntos a su favor, no puede arriesgarse, tiene que estar seguro de que ambos se verán las caras y terminarán interesados el uno en el otro.
Tiene que ser contundente en su plan, por lo que manda al hermano mayor de Juliet a investigarla. No tiene éste, a diferencia de la cambiaformas, ninguna facultad interesante, más que le es completamente fiel y hará por Alejandro II lo que sea. De todas formas, hurga a su vez en el pasado de Lorenzo, sobre su esposa fallecida, sobre la forma en que se ha encerrado en sí mismo y sabe que puede complementarse a la perfección con Juliet por eso, porque se identifican, además los gustos son muy parecidos y la forma de seducir de Lorenzo podría hacer mella en la coraza de su hija. No hay forma de errar.
Sabiendo que Juliet, con ayuda de su hermano, fija los ojos en Lorenzo, que sí le llama la atención y que el Inquisidor puede tener una oportunidad, es cuando el Papa empieza a actuar. Ordena a un lazarillo que le informe en todo momento los movimientos de Lorenzo en cuanto acepta estar a la cabeza de la Primera Facción, lo necesita mantener ahí dentro del Edificio para que su plan rinda frutos; si va a estar saliendo en misiones será mucho más complicado a menos que le mande a Juliet a acompañarle y eso hará que el Líder e la 4ta. Facción esté metiendo las narices.
No, afortunadamente Dios vino en su ayuda, esa herida en la pierna de Lorenzo hace las delicias de Alejandro II porque le impide ir a misiones y aparte, las mujeres se derriten al verlo caminar con el bastón, tan gallardo él, tan atractivo... tan cuidable, tan tierno, tan...
"Quiera Dios que ilumine a esas cabezas huecas que sólo babean"
En cuanto sabe que Lorenzo va a salir de su despacho, el mismo Papa se hace el encontradizo, enviando a ese mismo lazarillo a sacar a Juliet de sus oficinas por cualquier pretexto, con la idea de juntarlos y presentarlos. Para eso, manda a su hija a con una nueva diseñadora de modas que está creando revolución en Paris, para que se compre vestidos que le favorezcan la figura y que el Inquisidor, de rica cuna, vea en ella a un igual y no a una tonta sin cerebro como las que había en los pasillos.
Aunque varias veces le resulta la jugada, nunca puede reunirlos porque la cabezonería de su hija es mayor y siempre le huye cuando lo ve en los pasillos, a sabiendas de que tiene algo entre manos. Así es como nunca logra que ambos se conozcan de esa forma tan... "casual". Por lo que piensa reunirlos en una cena ofrecida a todos los Líderes de Facción, así podrán conocerse y como todos son hombres a excepción de ella, no hay forma que Lorenzo no se fije en su hija. Claro, estaba el doble filo, que TODOS se sintieran atraídos por ella... pero ya sería mucha mala suerte.
"Dios, por favor, te ruego todos los días, pero no me hagas renegar"
E increíble o no, Dios le ayudó. Esa vez que el Papa iba a encontrarse a con Lorenzo, resultó que su hija estaba demasiado ocupada con los documentos que le había enviado y terminaron chocando. ¡Gracias, Dios mío! Pensó y sonrió con satisfacción al ver la cara de idiota de Lorenzo al ver lo atractiva que era su hija, que como toda dama (bien la había educado) había esperado a que él recogiera sus documentos y se los entregara.
¿Amor a primera vista? Por parte de Lorenzo sí. Se le veía abrumado ante la belleza de su hija y no podía hacer más que tomar su mano y besarla con galantería, sacando el tipo. Jajajaja, qué divertida se había dado mirando al par, uno que no sabía qué hacer con la preciosura que tenía frente a él y la otra sintiéndose incómoda y turbada; afortunadamente, conocía muy bien a su hija y reconocía que todo el tiempo había estado deslumbrada por la gallardía del Inquisidor.
¡Ahhhh, todo iba perfecto! Y más cuando por la ventana, pudo verles otro día, ella iba molesta porque había platicado con Alejandro II sobre Tamina y en uno de sus pésimos episodios donde hablaba con ella misma, se encontró al Inquisidor. ¿Se encontró? ¡Ja! Nunca había visto correr tan rápido a Lorenzo, ni siquiera en un ataque. Parecía un jovenzuelo y no un adulto de más de 30 años... sí, su hija ya estaba vieja para algunos ojos, pero no para ese Soldado y menos tomando en cuenta que seguía virgen.
Sí, estaba más que seguro que lo era y tomándose una taza de té, se había quedado presenciando su plática. Las sonrisas alegres de su hija, el coqueteo discreto, pero que atrapaba con facilidad a Lorenzo que al paso del tiempo iba acercando más y más su cuerpo a ella. Hasta que Alejandro II había decidido intervenir, enviando a un chiquillo a por Juliet, requiriéndole su presencia. La expresión de ambos había sido de reticencia por separarse, pero su hija sabía cómo era él cuando la exigía y aunque Lorenzo había intentado que se quedara con él (el chiquillo le había contado después al Papa tras que él le dio un pan con mantequilla, que el Inquisidor le había ordenado decirle que tenían una reunión importante y que luego la enviaba).
Importante, sí, cómo no... reunión para intentar seducirla más bien.
Afortunadamente, su hija sabe cómo es Alejandro II cuando se enoja, así que va a con su padre, dejando a un Lorenzo tieso del coraje, algo que le gusta al Papa, una de cal por las que van de arena. Además, tiene que ir degustándola poco a poco, para que al final, se quede con ella para siempre. Si se la come de un bocado, se hastiará y no quiere eso.
Y ahora, le mira tenso, muerto de celos por lo que le había dicho, no duda, se levanta, sus expresiones son tensas, sus movimientos muy rídigos, está estresado, listo para el combate, para salir y defender a Juliet como jamás lo hizo con su esposa... Touché. Muchas palabras después, lo ve salir con ese bastón a todo lo que puede. Ahhh qué bien se siente manipularlos.
- Jajajajajajaja - toma la botella de vino y se sirve de nuevo, para acercarse a la ventana y sonríe al ver a su hija sentada, esperándole. Sí, le espera a él, a Alejandro II... Todo está fríamente calculado y su risa se convierte en una carcajada mayor al ver a Lorenzo sentarse a su lado sin dudarlo.
- ¿Ahora quién le besa el culo a quién, Lombardi? - bebe un poco de más vino.
Victoria, más placentera que un orgasmo...
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Re: A las Ordenes del Santo Papa
Suspira y niega, mientras que analiza las cartas y los informes que su mano derecha le entregó hacía unos minutos. Su cabeza está llena de tantas cosas hoy en día, desde la preocupación sobre qué trae entre manos ahora su padre, porque la ha pedido ex profeso no moverse de ahí, que debe esperarle... algo malo seguramente, pero bueno, ahí estaba ella, paciente, mientras la información es comida por sus ojos y su cerebro va captándolo todo, etiquetándolo, haciendo algunas marcas con un carboncillo especial para no olvidarse de consultarlo con los debidos miembros de las Facciones.
Deja el carboncillo a un lado y se talla los ojos, suspirando y mirando al frente, está nerviosa por la situación en París. Ese Santhiago la tocó demasiado profundo y aún ahora está confundida en si aceptarle en su vida o qué hacer con él. Matarle no es ya una opción, porque no tiene la fuerza, lo sabe ahora; pero hacerse la ignorante y escapar no es la respuesta a sus preguntas tampoco.
Cierra los ojos y se pasa el dedo índice repetidamente por debajo de las fosas nasales, deshaciéndose de una comezón que, sabe, está siendo provocada por el stress.
Pronto, necesitará transformarse e ir a explorar por ahí, quizá atrapar a una ardilla, un conejo, bah, algo así y comérselo. Eso la relaja, también que le rasquen el lomo y sonríe contenta; sí, algo así le apetece... puede convertirse en un gatito e ir a por la cocinera, esa siempre la acaricia y acicala hasta que Juliet pide paz. Ronronea imaginándoselo y asiente, sí, por qué no. Un poco de leche calientita, una manta suavecita... mmmhhhh...
Una voz la saca de golpe de su fantasía y no puede evitar dar un salto sobresaltada, voltea a mirar al causante de su exabrupto y se encuentra con los ojos más azules que, jura por Dios, ha visto en su vida. Suelta el aire que, no sabe, está conteniendo y sonríe levemente, regresando con impropia timidez su vista a los apuntes. Su voz barítona siempre hace mella en su corazón, en su coraza.
El más gallardo de los Inquisidores, atractivo, galante, caballeroso, educado... el mejor partido de todos, podrían decir misa de Xavier o Tarsil, pero Lorenzo es el más asediado de los Líderes de Facción. Las chicas se derriten ante su presencia, ante esa voz tan deliciosa, que la hace estremecer desde la primera vez que se conocieran, no cuando él recuerda, si no mucho más atrás.
De eso ya hace muchos años, pero aún ahora, teniéndolo a su lado, sus ojos emboban a la mujer que siempre se obliga a mantener el tipo, a no perder el estilo ante él y a sonreírle con educación. No puede mostrarse tal cual es, porque aunque Lombardi sea un compañero de la organización, jamás se ha mostrado interesado en ella. Esa es la razón por la que siempre que lo veía con su padre y éste le llamaba, se preocupaba por esquivarlos, fingir mucho trabajo o algo parecido, para no acercarse y que el Papa, siempre atento, descubriera lo que el corazón de su hija siempre le ha ocultado. Un interés genuino, pero al mismo tiempo, prohibido, porque él es parte de la Inquisición y seguramente no se interesará en una mujer como ella, una cambiaformas, lo que tanto persigue.
- Così, come sempre, in attesa di mio padre, come ha lasciato questa sera, il signor? *- le hace un saludo con la cabeza, para responder al suyo, siempre poniendo una distancia entre ellos, tiene que hacerlo, no puede ilusionar a su corazón con un Inquisidor como él, como ninguno, era una aberración más que persiguen, así que no puede darse un lujo como pensar que él la corresponderá. Aunque no puede negarlo, sus ojos, su propio aroma, ese tan masculino a café, a pólvora y... ese tan atractivo rostro, con esas facciones que con los ojos cerrados puede recordar con facilidad, la hacen permanecer a veces despierta durante muchas horas. Ojalá fuera tan sencillo como le es a su hermana Tamina, que se ha reencontrado con el amor...
Hoy él luce un traje gris, con esa camisola de color blanco que tanto le hace brillar sus orbes, quién fuera esa prenda para acariciar su piel, para sentir su calor y ser arropada por él mismo. Tener un contacto más próximo, rozarlo, sonreírle, escuchar su risa. No aprende, sigue lastimándose, como aquélla vez que se lo encuentró en los pasillos donde casi pierde la cabeza, de no ser porque le dio unos segundos para tranquilizarse. ¿Por qué se martiriza tanto? ¿Por qué?
Es que no puede sacárselo de la mente, ese cabello oscuro, que adorna su rostro, con algunos rebeldes que se sueltan de vez en vez del peinado; unos mechones que ahora trae largos porque no tiene misiones desde su llegada de Rumanía, donde había enfrentado a un hombre-lobo y su pierna había resultado herida. Casi le da un soponcio cuando se enteró de eso. Afortunadamente, va mejorando y cada vez se hace más latente que pronto dejará el bastón, para caminar de esa forma tan regia, elegante y masculina que siempre ha tenido y le gusta tanto.
Aunque su cuerpo no desmerece a pesar de que no salga a misiones. Más de una vez Jaden, su mano derecha, ha llegado molesto porque Lorenzo está acaparando la sala de entrenamiento. El cambiaformas tiene un carácter de los mil demonios, pero al menos así Juliet sabe que Lorenzo sigue en forma. Sin embargo, es su corazón lo que la atrae, su forma tan amable de conducirse, sus modales educados y agradables, todo lo contrario de ella, que enojada manda lejos hasta el mismo Papa.
La Perra de Borgia, así le llaman por su forma tan brutal de ser a veces, de hacer llorar a las integrantes de la Inquisición que, pocas, pero hay. De enfrentarse a los soldados que piensan que, por su belleza y ser hija del Papa pueden decirle cualquier barbaridad. Más de una vez llegaron chillando con Lorenzo pidiendo que le pusiera un alto. Desconoce por qué el signore Lombardi no lo hace, pero mientras tanto, Juliet se la pasa dándole una lección a cuanto soldado se le rebela y si tiene que dejar sin hijos a todos los miembros de la Inquisición... pues.. ni modo.
Mientras tanto, regresa su mirada a su carboncillo y luego, al caballero ante ella, controlándose lo más que puede. De repente, hace mucho calor y la idea de irse a con Santhiago, ese vampiro, no le es tan problemática. Al menos estará lejos de una tentación mucho mayor.
Deja el carboncillo a un lado y se talla los ojos, suspirando y mirando al frente, está nerviosa por la situación en París. Ese Santhiago la tocó demasiado profundo y aún ahora está confundida en si aceptarle en su vida o qué hacer con él. Matarle no es ya una opción, porque no tiene la fuerza, lo sabe ahora; pero hacerse la ignorante y escapar no es la respuesta a sus preguntas tampoco.
Cierra los ojos y se pasa el dedo índice repetidamente por debajo de las fosas nasales, deshaciéndose de una comezón que, sabe, está siendo provocada por el stress.
Pronto, necesitará transformarse e ir a explorar por ahí, quizá atrapar a una ardilla, un conejo, bah, algo así y comérselo. Eso la relaja, también que le rasquen el lomo y sonríe contenta; sí, algo así le apetece... puede convertirse en un gatito e ir a por la cocinera, esa siempre la acaricia y acicala hasta que Juliet pide paz. Ronronea imaginándoselo y asiente, sí, por qué no. Un poco de leche calientita, una manta suavecita... mmmhhhh...
Una voz la saca de golpe de su fantasía y no puede evitar dar un salto sobresaltada, voltea a mirar al causante de su exabrupto y se encuentra con los ojos más azules que, jura por Dios, ha visto en su vida. Suelta el aire que, no sabe, está conteniendo y sonríe levemente, regresando con impropia timidez su vista a los apuntes. Su voz barítona siempre hace mella en su corazón, en su coraza.
Lorenzo Lombardi
El más gallardo de los Inquisidores, atractivo, galante, caballeroso, educado... el mejor partido de todos, podrían decir misa de Xavier o Tarsil, pero Lorenzo es el más asediado de los Líderes de Facción. Las chicas se derriten ante su presencia, ante esa voz tan deliciosa, que la hace estremecer desde la primera vez que se conocieran, no cuando él recuerda, si no mucho más atrás.
Trece años atrás... Héla ahí, en Venecia, donde su padre fue a realizar algunas alianzas con los Lombardi; a sus 14 años aún es una delgaducha, con una carita más que infantil y sin ánimos de ofender, sin cuerpo siquiera de mujer. ¿Cuándo se desarrollaría? Nadie podía saberlo, aunque no la tranquilizaba del todo, su hermana Tamina estaba igual o peor tal y como la vió la última vez. Iba del lado de su padre, con un vestido si bien bonito, no lo suficiente como para realzar la poca o mucha belleza que esa hermosa cara blanquísima cual leche y los ojos tan azules como el cielo, tenía. Así que Juliet se consuela pensando que un día, un día será tan bella que todos se detendrán a su paso y la mirarán embobados. Mientras tanto, bueno, héla ahí, frente a las personas que salen a saludar y entre ellos, destaca un joven de unos 19, 20 años. Si los ojos de Juliet eran preciosos, los suyos le quitan la respiración. Lo mira arrobada y no atina a sonreír, a mostrarle que, bajo su rostro infantil, es bonita. Sólo se queda mirándolo, observando su hermoso rostro, que va perdiendo ya los rasgos juveniles y se transforma en un adulto. Su corazón martillea fieramente cuando él toma entre sus manos la de Juliet y baja la cabeza, besándola suavemente, con galanura, pero lo que más le roba el corazón, son esos orbes masculinos, que miran su mano, aún manteniendo los labios en la piel femenina; alza la vista y se clava en los ojos de la joven que se sonroja levemente, tragando saliva y a duras penas le sonríe. El joven suelta suavemente su mano y sonríe a su vez, haciendo una reverencia que Juliet atina a responder con mucha suerte, de una forma impecable. Sintiendo en su mano la quemazón del beso, en su corazón, la cicatriz de la experiencia y en su alma el sufrimiento de la decepción cuando se entera que está por casarse. |
De eso ya hace muchos años, pero aún ahora, teniéndolo a su lado, sus ojos emboban a la mujer que siempre se obliga a mantener el tipo, a no perder el estilo ante él y a sonreírle con educación. No puede mostrarse tal cual es, porque aunque Lombardi sea un compañero de la organización, jamás se ha mostrado interesado en ella. Esa es la razón por la que siempre que lo veía con su padre y éste le llamaba, se preocupaba por esquivarlos, fingir mucho trabajo o algo parecido, para no acercarse y que el Papa, siempre atento, descubriera lo que el corazón de su hija siempre le ha ocultado. Un interés genuino, pero al mismo tiempo, prohibido, porque él es parte de la Inquisición y seguramente no se interesará en una mujer como ella, una cambiaformas, lo que tanto persigue.
- Così, come sempre, in attesa di mio padre, come ha lasciato questa sera, il signor? *- le hace un saludo con la cabeza, para responder al suyo, siempre poniendo una distancia entre ellos, tiene que hacerlo, no puede ilusionar a su corazón con un Inquisidor como él, como ninguno, era una aberración más que persiguen, así que no puede darse un lujo como pensar que él la corresponderá. Aunque no puede negarlo, sus ojos, su propio aroma, ese tan masculino a café, a pólvora y... ese tan atractivo rostro, con esas facciones que con los ojos cerrados puede recordar con facilidad, la hacen permanecer a veces despierta durante muchas horas. Ojalá fuera tan sencillo como le es a su hermana Tamina, que se ha reencontrado con el amor...
Hoy él luce un traje gris, con esa camisola de color blanco que tanto le hace brillar sus orbes, quién fuera esa prenda para acariciar su piel, para sentir su calor y ser arropada por él mismo. Tener un contacto más próximo, rozarlo, sonreírle, escuchar su risa. No aprende, sigue lastimándose, como aquélla vez que se lo encuentró en los pasillos donde casi pierde la cabeza, de no ser porque le dio unos segundos para tranquilizarse. ¿Por qué se martiriza tanto? ¿Por qué?
Es que no puede sacárselo de la mente, ese cabello oscuro, que adorna su rostro, con algunos rebeldes que se sueltan de vez en vez del peinado; unos mechones que ahora trae largos porque no tiene misiones desde su llegada de Rumanía, donde había enfrentado a un hombre-lobo y su pierna había resultado herida. Casi le da un soponcio cuando se enteró de eso. Afortunadamente, va mejorando y cada vez se hace más latente que pronto dejará el bastón, para caminar de esa forma tan regia, elegante y masculina que siempre ha tenido y le gusta tanto.
Aunque su cuerpo no desmerece a pesar de que no salga a misiones. Más de una vez Jaden, su mano derecha, ha llegado molesto porque Lorenzo está acaparando la sala de entrenamiento. El cambiaformas tiene un carácter de los mil demonios, pero al menos así Juliet sabe que Lorenzo sigue en forma. Sin embargo, es su corazón lo que la atrae, su forma tan amable de conducirse, sus modales educados y agradables, todo lo contrario de ella, que enojada manda lejos hasta el mismo Papa.
La Perra de Borgia, así le llaman por su forma tan brutal de ser a veces, de hacer llorar a las integrantes de la Inquisición que, pocas, pero hay. De enfrentarse a los soldados que piensan que, por su belleza y ser hija del Papa pueden decirle cualquier barbaridad. Más de una vez llegaron chillando con Lorenzo pidiendo que le pusiera un alto. Desconoce por qué el signore Lombardi no lo hace, pero mientras tanto, Juliet se la pasa dándole una lección a cuanto soldado se le rebela y si tiene que dejar sin hijos a todos los miembros de la Inquisición... pues.. ni modo.
Mientras tanto, regresa su mirada a su carboncillo y luego, al caballero ante ella, controlándose lo más que puede. De repente, hace mucho calor y la idea de irse a con Santhiago, ese vampiro, no le es tan problemática. Al menos estará lejos de una tentación mucho mayor.
Dimmi dimmi dimmi che si può volare
camminare insieme e poi toccare il cielo.
camminare insieme e poi toccare il cielo.
Off rol: *así es, como siempre, esperando a mi padre, qué tal le ha ido esta noche, señor?
Tamina Juliet Borgia- Condenado/Cambiante/Clase Alta
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Fecha de inscripción : 19/09/2011
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Re: A las Ordenes del Santo Papa
Por la reacción de la joven Borgia supuse la había abstraído de pensamiento lejanos, muy lejanos y sin duda muy ocultos, pues su cara de preocupación, por no decir terror al verme, dejo muy en claro que mi presencia le sorprendía y no era del todo grata. Quizás su mente ya hubiese viajado a Parías antes que ella, ante el anhelante deseo de encontrarse con aquel vampiro. - “¡vampire maledetto!”- pensé para mis adentro con enfado, como la hija de Borgia se había podido encandilar de un chupasangre. Encandilar, pues no cabía en sí, la idea que una mujer tan virtuosa se enamorase de un ser tan repulsivo. Gruñí con enfado y mi gesto se ensombreció ante aquellos pensamientos, quizás fuesen celos, quizás preocupación, pero lo cierto es aquello me incomodaba y mis intereses estaban comprometidos en aquella misión. Pero la voz femenina actuó como la música que calma a la bestia, la bestia interior que se desataba al imaginarla en brazos de otro hombre, pero su melodiosa y particular voz calmó mis sentidos e instintos de cazador.
- Il Padre vostro, Santità, non credo che sia in grado di ritirarsi presto- respondí, con voz serena, contrario a mi yo interno, recordando que Borgia se había quedado en mi despacho, bebiendo, sin duda pronto se acabaría toda mi reserva, ello y los rumores que había mandado a buscar a una de las infelices condenadas por hechicería, sin duda su Santidad dejaría a un lado los rezos y los rosarios, y se encargaría de “redimir” a la joven, que seguramente estaba allí, no por ser hechicera sino por ser una mujer hermosa que despertada los más bajos deseos de aquel hombre santo, otro maldito más. - Questo nel mio studio - señale con el bastón hacia ventana desde la que hace unos momentos la había observado, y luego antes de responder pensé - “Esta en mi despacho, bebiendo y preparándose para una noche de “Santa” lujuria” - pero guardé mis palabras, y mentí, no sabía hasta que punto Juliet conocía la doble vida del Santo Hombre - Verificate alcuni record- concluí la frase, mentira que resultaba extraña, pues era sabido por todos que jamás permitía a nadie, menos a Borgia, quedarse revisando mis documentos. Pero por fortuna para mí, los expedientes tenían dos copias, una copia oficial, la que dejaba en el Vaticano y una copia extra oficial, con datos sensibles de mis soldados, datos que podía servir para manipularlos.
Tal como era de esperar Juliet me miro extrañada, sin comprender porque su padre estaba en mi despacho revisando expedientes y yo estaba en los jardines conversando con ella - Mañana debo viajar con urgencia a Italia a una misión, y no se cuanto tarde. - explique, mintiendo sobre mi verdadero destino - Mientras Haydee no llegué a Roma, el manejara algunos asuntos - Dicen que hombre precavido vale por dos, bueno, yo soy desconfiado y desde el momento en que fui convocado a la ser líder de facción, supe que necesitaría alguien en quien confiar a ciegas y ella era Haydee Tebelyn-Danglars. Sus negocios no eran los más limpios, pero si los fines, aniquilar sobrenaturales y sería capaz de llevar cortas las riendas de Borgia, cada vez que me ausentase, la razón, Haydee, no se dejaba llevar por la fe. Por lo mismo le escribí hace meses, indicándole se mantuviese cerca de los Estados Pontificios, alerta a mi llamado, solo bastaba enviar un emisario con una nota, y ella llegaría a al brevedad a tomar su cargo.
Apenas terminé de hablar, o más bien mientras hablaba la mirada de Juliet se clavo indescifrable, como una animal lastimado, mirada que me confundió, pues yo espera su interrogante y no sus reproches - Haydee, es una gran cazadora con quien compartí largas misiones, y será mi mano derecha desde hoy - aclaré, sin entrar en detalles respecto a la relación que tengo con aquella joven. La vi asentir, la escuche asentir, pero esta vez su voz era fría, quizás fuese el cansancio, así que tome una decisión. La idea llevaba un rato rondándome y esta parecía la oportunidad apropiada, tome su mano en un gesto involuntario que manifestaba mis intenciones de protegerla - La mia carrozza in attesa, ha portato a casa la signorina Juliet- Afirmé, no me detuve a preguntar, ni a esperar respuesta me puse de pie y ofrecí mi brazo. Pero ella dudo, lo vi en sus ojos, pero de inmediato borré la duda con mis palabras - Se que hoy viaja, su padre me lo informo y me pidió la llevase, para que descanse unas horas antes de irse a su misión. Le aseguro que él no la reprochará, y estará agradecido al saber que su preciada hija llegara con escolta a casa-
* Vuestro Padre, Su Santidad, no creo que esté en condiciones de retirarse pronto.
*Esta en mi despacho, revisando algunos expedientes
*Mi carruaje espera, la llevo a casa señorita Juliet
Lorenzo Lombardi- Inquisidor Clase Alta
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Fecha de inscripción : 29/10/2011
Localización : Ciudad de Vaticano
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Re: A las Ordenes del Santo Papa
Me gusto como soy, pocas son las veces que me miro con inconformidad,
excepto cuando se refiere a tí, entonces, mi amor, me odio...
Porque mi realidad es la que nos separa, para siempre.
¿Por qué he de ser tu presa y tú mi cazador?
Mejor caza mi corazón, mi vida, házme tuya para siempre.
No me importaría morir... si es entre tus brazos...
excepto cuando se refiere a tí, entonces, mi amor, me odio...
Porque mi realidad es la que nos separa, para siempre.
¿Por qué he de ser tu presa y tú mi cazador?
Mejor caza mi corazón, mi vida, házme tuya para siempre.
No me importaría morir... si es entre tus brazos...
Al devolver la mirada le capta molesto, quizá tuvo un mal día, quiere acariciarle el rostro o reconfortarlo con un abrazo, pero prefiere sonreír levemente y bajar la mirada, aunque un gruñido masculino la obliga a verlo un leve instante, buscando con sus ojos la razón por la cual está tan en desacuerdo con ¿su presencia? ¿Su trabajo? No sabe qué es lo que hace gruñir a Lorenzo, cuando normalmente es tan dueño de sus actitudes y comportamientos.
- Ha avuto una brutta giornata, penso ma la notte è ancora giovane e il cielo è bello, dimenticare le vostre preoccupazioni e prendere un momento di relax.*
Aunque qué daría por ser ella quien le ayude a relajarse, a darle un masaje con algunas esencias, conforme aprendió de una compañera, para tranquilizar el dolor de los músculos tras una misión complicada. Aunque las palabras de Lorenzo sobre que su padre no saldrá rápido, le rompen la burbuja. Ah, genial y ella mañana tiene que partir a París. Puede dormir en el viaje, pero quería al menos hacer algunas cosas antes de irse a dormir. Ahora las hará desvelándose. Adiós a ese delicioso momento con la cocinera. Suspira de resignación y mira los documentos, al menos los terminará. Se coloca mejor la capa ante un poco de frío que hace y sonríe levemente al Inquisidor.
- Grazie per avermelo detto, almeno so cosa aspettarmi - se encoge de hombros, pero el resto de las palabras de Lorenzo hacen que lo mire extrañada, ¿Su padre en la oficina de Lorenzo y él no estaba cuidándola? Sabe que el Inquisidor es muy territorial. No hay hombre más celoso de su espacio que él. Pocos pueden entrar en su despacho, estar ahí platicando con el signore Lombardi, imposible. ¿Y ahora decía que su padre estaba...? Alza la mirada hacia la ventana y por un instante jura que él está mirándolos. Algo trae entre manos y no le agrada eso.
Y una palabra de todo lo dicho por Lorenzo se fija en su mente "Haydeé", la hermosa cazadora que siempre está con él, que es su mejor ayudante, su aliada incondicional y a la que en ocasiones lleva consigo para alguna misión, en la que confía, la pelirroja de ojos grises y desvía la mirada, tragando saliva, conteniéndose en el dolor, en los celos que la envuelven lentamente, quizá no sea mala idea quedarse con el vampiro. Regresa la mirada por educación a Lorenzo y asiente ante sus palabras, aunque procura cambiar la expresión sabe que no puede, siempre "Haydée" ha sido un golpe directo a su abdomen.
Los rumores cuentan que será la próxima señora Lombardi. Tan juntos que están y ahora ella es la elegida por el Inquisidor como su mano derecha. Oh Dios, ¿Por qué eres tan cruel?. Debe alejarse de él de inmediato, evitarle como antes lo hacía. Dejar que se aproxime es un dolor inmenso en el corazón y un carbón al rojo vivo en la mente. Tiene que entrar en todas las misiones que sean posibles para no estar en el mismo edificio que él en tanto sana su pierna y vuelve a salir de cacería; seguramente Jaden estará feliz por ello, porque tendrá todo el control de la Quinta Facción.
- Sí - dijo tras asentir con la cabeza - es una buena Inquisidora - sonríe a duras penas, obligando al nudo que se le formó en la garganta a pasar hasta su estómago, pero lo siente como hiel, horrible y ácido. Necesita irse ya o hará una tontería completa. Sí, alejarse de él de una vez por todas. Aceptar al vampiro y luego...
Sus ideas vuelan como palomas asustadas por un gato cuando él se pone en pie y la invita a irse con él, por ¿Instrucciones de su padre? Voltea a mirar a la ventana, sin ver a nadie más y luego su mirada se encuentra con la de Lorenzo. ¿Sería capaz de ir con él en su carruaje hasta su casa sin hacerle nada en el camino? Haydeé es la elegida, no ella. Una Inquisidora, una humana. No una cambiaformas. Qué horrible se siente eso, el pensar, el creer, pero esa es su realidad. ¡Mil veces maldita!
Se pone en pie tras tomar todas sus cosas, le mira ofrecerle el brazo y sonreírle, qué guapo es... ojalá hubiera nacido humana, ojalá, pero él... es su cazador, tiene en su poder su corazón, pero no puede tener más. No, ya no. Hace una educada reverencia y piensa con rapidez, para decirle:
- Signore grazie per il vostro invito, ma se mio padre non ancora andare a casa, mi piacerebbe degli orecchini che ho, perché domani è troppo tardi per risolverli... - listo, ya está dicho, ahora a irse. Así que tras una sonrisa amable, empieza a caminar hacia su despacho, con paso firme y elegante como siempre se le ha caracterizado. Algún día se arrepentirá de no haber ido en su carruaje, miente, ya se siente triste por ello, pero mil veces a darle una decepción mayor.
Off Rol: *- Ha tenido un mal día, me parece, pero la noche aún es joven y el cielo está hermoso, olvídese de sus preocupaciones y tómese un instante de relajación.
* Gracias por habérmelo dicho, al menos ya sé qué esperar.
* Señor, le agradezco su invitación, pero si mi padre no va a irse aún a casa, me gustaría terminar algunos pendientes que tengo, puesto que mañana ya será tarde para resolverlos..
- Ha avuto una brutta giornata, penso ma la notte è ancora giovane e il cielo è bello, dimenticare le vostre preoccupazioni e prendere un momento di relax.*
Aunque qué daría por ser ella quien le ayude a relajarse, a darle un masaje con algunas esencias, conforme aprendió de una compañera, para tranquilizar el dolor de los músculos tras una misión complicada. Aunque las palabras de Lorenzo sobre que su padre no saldrá rápido, le rompen la burbuja. Ah, genial y ella mañana tiene que partir a París. Puede dormir en el viaje, pero quería al menos hacer algunas cosas antes de irse a dormir. Ahora las hará desvelándose. Adiós a ese delicioso momento con la cocinera. Suspira de resignación y mira los documentos, al menos los terminará. Se coloca mejor la capa ante un poco de frío que hace y sonríe levemente al Inquisidor.
- Grazie per avermelo detto, almeno so cosa aspettarmi - se encoge de hombros, pero el resto de las palabras de Lorenzo hacen que lo mire extrañada, ¿Su padre en la oficina de Lorenzo y él no estaba cuidándola? Sabe que el Inquisidor es muy territorial. No hay hombre más celoso de su espacio que él. Pocos pueden entrar en su despacho, estar ahí platicando con el signore Lombardi, imposible. ¿Y ahora decía que su padre estaba...? Alza la mirada hacia la ventana y por un instante jura que él está mirándolos. Algo trae entre manos y no le agrada eso.
Y una palabra de todo lo dicho por Lorenzo se fija en su mente "Haydeé", la hermosa cazadora que siempre está con él, que es su mejor ayudante, su aliada incondicional y a la que en ocasiones lleva consigo para alguna misión, en la que confía, la pelirroja de ojos grises y desvía la mirada, tragando saliva, conteniéndose en el dolor, en los celos que la envuelven lentamente, quizá no sea mala idea quedarse con el vampiro. Regresa la mirada por educación a Lorenzo y asiente ante sus palabras, aunque procura cambiar la expresión sabe que no puede, siempre "Haydée" ha sido un golpe directo a su abdomen.
Los rumores cuentan que será la próxima señora Lombardi. Tan juntos que están y ahora ella es la elegida por el Inquisidor como su mano derecha. Oh Dios, ¿Por qué eres tan cruel?. Debe alejarse de él de inmediato, evitarle como antes lo hacía. Dejar que se aproxime es un dolor inmenso en el corazón y un carbón al rojo vivo en la mente. Tiene que entrar en todas las misiones que sean posibles para no estar en el mismo edificio que él en tanto sana su pierna y vuelve a salir de cacería; seguramente Jaden estará feliz por ello, porque tendrá todo el control de la Quinta Facción.
- Sí - dijo tras asentir con la cabeza - es una buena Inquisidora - sonríe a duras penas, obligando al nudo que se le formó en la garganta a pasar hasta su estómago, pero lo siente como hiel, horrible y ácido. Necesita irse ya o hará una tontería completa. Sí, alejarse de él de una vez por todas. Aceptar al vampiro y luego...
Sus ideas vuelan como palomas asustadas por un gato cuando él se pone en pie y la invita a irse con él, por ¿Instrucciones de su padre? Voltea a mirar a la ventana, sin ver a nadie más y luego su mirada se encuentra con la de Lorenzo. ¿Sería capaz de ir con él en su carruaje hasta su casa sin hacerle nada en el camino? Haydeé es la elegida, no ella. Una Inquisidora, una humana. No una cambiaformas. Qué horrible se siente eso, el pensar, el creer, pero esa es su realidad. ¡Mil veces maldita!
Se pone en pie tras tomar todas sus cosas, le mira ofrecerle el brazo y sonreírle, qué guapo es... ojalá hubiera nacido humana, ojalá, pero él... es su cazador, tiene en su poder su corazón, pero no puede tener más. No, ya no. Hace una educada reverencia y piensa con rapidez, para decirle:
- Signore grazie per il vostro invito, ma se mio padre non ancora andare a casa, mi piacerebbe degli orecchini che ho, perché domani è troppo tardi per risolverli... - listo, ya está dicho, ahora a irse. Así que tras una sonrisa amable, empieza a caminar hacia su despacho, con paso firme y elegante como siempre se le ha caracterizado. Algún día se arrepentirá de no haber ido en su carruaje, miente, ya se siente triste por ello, pero mil veces a darle una decepción mayor.
Mil veces.
Off Rol: *- Ha tenido un mal día, me parece, pero la noche aún es joven y el cielo está hermoso, olvídese de sus preocupaciones y tómese un instante de relajación.
* Gracias por habérmelo dicho, al menos ya sé qué esperar.
* Señor, le agradezco su invitación, pero si mi padre no va a irse aún a casa, me gustaría terminar algunos pendientes que tengo, puesto que mañana ya será tarde para resolverlos..
Tamina Juliet Borgia- Condenado/Cambiante/Clase Alta
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Re: A las Ordenes del Santo Papa
Expectante era mi estado ante la respuesta de Juliet, quizás, lejos de la supervisión de su padre ella se liberase y dejase de esquivar mi mirada. Esperaba ansioso ver en sus ojos algún destello, alguna señal que descartase cualquier relación de ella con un vampiro, pero ella me evitaba - ¿acaso me evitaba? ¿acaso ocultaba algo?- bufe con enfado ante esa idea, y mayor aun fue la decepción cuando rechazo mi brazo e invitación - ¿Qué le pasa a esa mujer?- toda lógica indicaba que lo más sensato era aceptar la invitación, en pocas horas viajaba y evidentemente de allí no se iría antes que el alba aclarase. Tozuda mujer, actuaba como si yo le hubiese hecho algún daño, o peor como si intentase ocultar algo, pues que mujer huyese así escabulléndose por los pasillos no era buena señal, algo ocurría y no dejaría aquello a medias.
Era un cazador, habituado a lidiar con criaturas sobrenaturales, a asecharlos apra asi poder cazarlos con tranquilidad, a medir el tiempo preciso para actuar. Pero en ese momento no había tiempo de esperar el momento adecuado, ella viajaría y yo iria tras sus pasos, pero debía saber a qué enfrentarse, le seguí. No era difícil identificar donde ella iría, a su propio despacho, seguramente allí descansaría a la espera que su padre se desocupase. Sin golpear, sin esperar ingresé al despacho, cerrando tras de mí la puerta, pusé el pestillo y clave mis ojos en los verde de ella que me miraban incrédula, pero por sobre todo abatida. - Juliet- pronuncie su nombre, pero de inmediato me corregí - Signorina Borgia, dobbiamo parlare smi voz era calmada, pero autoritaria a la vez, no deseaba espantarla, pero si deseaba comprenderla, por una razón superior a mi razón, me apremiaba descubrir que se escondía tras aquellos ojos, esos ojos que me hipnotizaban e intrigaban de igual modo.
La observe unos segundos mientras ella me miraba sin decir palabra, muy cerca de la chimenea, apoyada en una mesilla auxiliar, tras la cual podía apostar había una jarra con leche, su costumbre. Finalmente caminé hasta ella, con calma hasta quedar muy cerca de joven, con la vista fija en ella. Hermosa, cautivante, un mujer única sin duda, Con delicadeza aparté un mechón rebelde que caía sobre su rostro, y acaricioé su mejilla - I tuoi occhi, rivelano più di fatica susurré cerca de su rostro, ella era apena unos centímetros más baja que yo, así que el aliento de ella invadía mis sentidos, aquel dulce aliento a malva y su aroma a madreselva, una mujer elegante hermosa… pero con aquel aire salvaje que tanto le intrigaba, quizás debiese seguir mi intuición y aclara mis sospechas, pero no, si así era, esperaría a de su boca aquella confesión. Ahora de su boca me interesaba una sola cosa, bueno dos y me debatía cual pedir primero - Bella ragazza in fuga da un cacciatore acaricié sin reparos las facciones femeninas, memorizándolas con su tacto, su piel tersa, sus rasgos felinos, una bella mujer de aquello no había quien dudase.
- Sei bella, molto bella pronuncié al borde de sus labios, antes de besarlos, un beso delicado y temeroso que ella se escabullese. Aquel beso fue mejor de lo que hubiese esperado, labios suaves femeninos y con aquel dulzor que su aliento anunciaba. Fue apenas un roce, un roce de unos segundos, que bien hubieran sido una eternidad pues anhelaba besarla con más pasión, pero me contuve - scusa susurré alejándome de los labios de ella, pero sin dejar de sostener entre mis manos el rostro femenino. Ella ronroneo y ladeo su cabeza en un gesto que demostraba su total comodidad, sonreí ante aquello, le encantaban aquellas reacciones de ella, siempre que la observaba a lo lejos, notaba algún gesto felino.
Le mire con ternura, si uan ternura que pocas veces afloraba en mis ojos, acostumbrado ser un cazador frio e indiferente, pero aquella mirada reservada solo para momentos y personas especiales, afloro allí espontáneamente ante los movimientos de ella. - Quale bambina nascosta in quegli occhi? inquirí si apartar la mirada de los ojos de ella, un contacto visual que podía decir más que mil palabras . - Perché hai fuggire? Che cosa stai nascondendo? Allí en un suave siseó expuse lo segundo que ansiaba recibir de sus labios.
Lo curioso era, que en aquel tiempo que llevaban así, ella no había hecho ningún intento por alejarse de mi, por huir, parecía entrada a la escena, derrotado por algo superior a ella misma. No sabia bien que esperar, pues si bien el rechazo no era inicial, podía llegar en cualquier momento.
- Juliet...-susurré su nombre, a la espera que ella hablase o hiciese algo más que mirarme como adormilada
- Mil secretos en una mirada,
Mil palabras sin pronunciar
Mil revelaciones por venir,
Solo un gesto define el porvenir.-
Mil palabras sin pronunciar
Mil revelaciones por venir,
Solo un gesto define el porvenir.-
* Señorita Borgia, necesitamos hablar.
*Tus ojos revelan más que cansancio
*Bella niña en fuga de un cazador
*Mi carruaje espera, la llevo a casa señorita Juliet
*Eres hermosa, muy hermosa
*¿Qué ocultas pequeña niña tras aquellos ojos
*¿Por qué huyes? ¿De qué te ocultas?
Lorenzo Lombardi- Inquisidor Clase Alta
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Fecha de inscripción : 29/10/2011
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DATOS DEL PERSONAJE
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Re: A las Ordenes del Santo Papa
He huído durante tanto tiempo que ahora que estás ante mí...
Tengo miedo de que todo sea un sueño.
Abrázame amor, no me dejes ir, manténme entre tu cuerpo,
enséñame que todo ésto, es cierto.
Tengo miedo de que todo sea un sueño.
Abrázame amor, no me dejes ir, manténme entre tu cuerpo,
enséñame que todo ésto, es cierto.
Pone tierra de por medio entre él y sus anhelos, cierra los ojos y siente un hueco en el estómago, camina con rapidez, indefensa ante la fuerza de su corazón que le exige que vuelva a con él, que le deje llevarla en su carruaje, que siga a su lado, para oler su aroma, escuchar su voz, ver su sonrisa. Cierra los ojos con fuerza, con mucho más ímpetu. Jala aire profundamente, se siente ahogar en una enorme masa de agua que ahora mismo es su corazón, que le impide a sus pulmones realizar sus labores básicas.
Sus pies caminan en automático mientras sonríe con amargura, cuántos días ha rogado por tenerlo con ella, por ser digna de acariciar su rostro, de besar su mejilla y escuchar su risa en su oído, antes de sentir su calor entre sus brazos. Sueños, viles sueños, bromas macabra, que se ríen del que ahora él la busque, que se empeñe en hablar con ella, que...
Que el brillo de sus ojos y sus actitudes la hagan ilusionarse tanto, con cuentos que jamás se harán realidad. Otro suspiro y llega a su despacho, abriendo la puerta y cerrándola tras ella, apoyándose en la solidez de la misma. Recargando la cabeza en la madera, mirando al techo, alegrándose porque Jaden no esté. Se pasa las manos por el rostro y desprende las cálidas gotas que inundaban los ojos azules, hermosos como el mar. Mira al frente y sonríe con pesar.
Aspira de nuevo y se acerca a la mesita, donde su jarra la mira acusadoramente, reprochándole que lo tenía para ella, sólo era un viaje, si hubiera...
"El hubiera no existe, Juliet. No para tí. ¿Cuántas veces no deseaste estar con tu hermana, reír a su lado y abrazarla. Consolarte contra su pecho y llorar tanto, hasta que las lágrimas se acabaran? ¿Cuántas? Ella ha tenido la mejor vida, pero no por ello la culpo de su suerte, no la maldigo. Al contrario, viéndola de lejos, sé que ella jamás habría sobrevivido. Muchos dirán que estoy en lo alto de la 5ta. Facción por ser hija del Papa y quizá sea cierto, pero si no lograra obtener tandos datos jugosos... ¿Cuántas veces no estuve a punto de morir? He logrado mucho, pero estoy sola. Completamente sola."
Hundida en sus pensamientos, no nota que hay alguien que la sigue hasta que la puerta se abre, da un salto y voltea para ver azorada a Lorenzo entrar, el viento ha agitado su cabello y algunos mechones caen sobre su masculino rostro. Ojalá fuera su elegida, para acercarse sin problemas y hacer a un lado esos rizos rebeldes. La mirada masculina parece decidida, haciendo que la cambiaformas tiemble cuando le ve echar el pestillo y dirigirse hacia sí misma.
Su voz pronunciando su nombre hace que muestre en sus ojos azules una tristeza más profunda que su alma. Se está martirizando otra vez, ¡Maldita sea, Juliet, ubícate! se exige con fiereza y asiente ante sus palabras. Hablar, claro, su tono de voz no admite réplica y el día fue tan pesado, que definitivamente ya le da igual. Si quiere hablar, avante, si la presiona, tendrá una sorpresa tal, que se arrepentirá durante mucho tiempo de haber exigido tanto.
Tras ella, siente la mesita, ojalá pueda voltear y tomar al menos un vaso de leche de su jarra, pero recuerda que se acabó todo su contenido antes de salir, temerosa de que se echara a perder. Asiente aceptando su situación y aspira aire para tallarse los ojos un instante, sofocando el bostezo del agotamiento mental y físico. Ante ella, cuando termina de tallarse los ojos, puede verlo ante sí. Sus orbes recorren todo su rostro, su frente, su nariz... esos labios que la incitan y ladea la cabeza sólo un poco, fascinada por su belleza, increíble que un hombre sea tan atractivo y tenga tan buen corazón. Uno que había arrebatado el suyo hacía ya tantos años.
La caricia masculina cae sobre su mejilla y un ronroneo es contenido; no, no debería, pero se siente tan bien la calidez de sus dedos contra ella... sus ojos le observan y aunque su mano se levanta dos centímetros de su costado, vuelve a caer. Él puede hacer con ella lo que quiera, porque el amor que siente por él puede... ¿Amor? Sonríe... sí, lo amaba y como él ahora mismo lo dice, acariciando su rostro con ambas manos, haciéndola estremecer de cariño y anhelo... sí, es una niña en fuga de su cazador, huyéndole, de ese maravilloso inquisidor llamado Lorenzo.
Su rostro se va acercando al de ella ¿Será que Dios por fin... por fin... ha oído sus plegarias? El beso es tan delicioso, la hace anhelar, tener fe... la unión de sus labios, junta todos los pedazos de su corazón, eleva su mano y se queda en el aire, temblorosa... prueba su aliento a café y vino, uno delicioso, como su propio ser. Un gemido dulce, una mirada tierna y vuelve a cerrar los ojos. Rogando al cielo porque ese magnífico momento nunca termine. Nunca....
- Scusa - su voz llega entre sueños y suspira, ronronea con dulzura sonriendo levemente, ladeando mi rostro para acariciar su mano con su mejilla, en un mohín dulce y tierno, muy felino, está donde quiere estar... sus disculpas... oh Dios, no le importan, su mano es callosa, pero su corazón sólo piensa que es de él... Lorenzo... abre los ojos y observa la mirada del Inquisidor, es tan tierna... como nunca se la viera para nadie y su corazón rebota en su pecho, intensamente guardando una esperanza, algo que le indique que tiene una oportunidad de tener sus besos, sus caricias...
Sus labios se abren sin decir ninguna palabra, no puede, no quiere echar a perder el momento, ese instante en el que... si lo dice... el siseo masculino tensa el cuerpo femenino de forma imperceptible, su mano lentamente va subiendo, necesitando tocarlo como él la roza a ella. Su nombre en los labios masculinos vuelve a romper su corazón... por fin acarcia su rostro, de una forma temblorosa, pero con mucho sentimiento, con el amor que, sí, que ella le tiene. Que le ha guardado durante tanto tiempo. Su sonrisa se vuelve trémula y niega. Una y otra vez, niega con la cabeza, mientras le mira y una lágrima resbala por su mejilla, tan cerca... tan lejos...
Los ojos azules se llenan de lágrimas y se encoge de hombros, incapaz de pronunciar palabra... ¿Qué debe decirle? "Huyo de tí porque soy una cambiaformas y se que es algo que siempre has odiado". Otra lágrima cae al piso y vuelve a negar. El pecho le duele a cada respiración. Sonríe a duras penas, riendo por la ironía de la vida. Ahí lo tiene, le corresponde y... y...
Se lleva las manos al rostro para contener el sollozo, es cuando lo oye, los pasos tras la puerta, quizá imperceptibles para el oído humano, pero no para el de ella, tan aguzado... alza la mirada a Lorenzo y acorta la distancia entre ellos, besándolo con todo el amor que le tiene, acariciando sus labios con un roce dulce, tierno, donde él sepa la magnitud de sus sentimientos hacia él y al mismo tiempo, lo doloroso que le es... sus manos acarician su rostro una, la otra, su cabello, sintiendo la sedosidad del mismo, desprendiéndole del moño que lo sujeta y hundiendo sus dedos en él. Sus labios siguen en la caricia, hasta que oye cómo buscan las llaves fuera de la habitación... le aprieta contra su cuerpo y termina el beso, mirándolo a los ojos.
- Ahora lo sabes - besa de nuevo sus labios con rapidez para preservar su sabor, su calor - Ora sapete quanto siete importanti, ma tutto questo è impossibile... Mi dispiace essere così stupidi... così incoerente...
Se separa de él una vez más, limpiándose el rostro con rapidez, tomando un sombrero... llevando en una de sus manos el lazo que recoge los cabellos masculinos, escondiendolo en un bolsillo de su vestido, quitando el pestillo a tiempo y ocultando a Lorenzo ante su padre que trae las llaves a punto de abrir sin haber tocado, una trampa más, pero que astutamente Juliet le ha impedido.
- Creí que tardarías más - cierra tras ella, con rapidez, pero con el tiempo necesario para que él no sospeche, impidiendo que el Papa pueda asomar la cabeza, colocándose el sombrero con la intención de que él no pueda ver su rostro lloroso, obligándose a recomponer el tipo - vámonos ya, mañana tengo que salir de viaje, sabes eso - se asegura de que la puerta esté bien cerrada y toma el brazo de su padre, el sombrero es toda una magnífica idea, porque, aunque no combine con sus ropas, el Papa no puede ver su cara y preguntar.
- ¿No vas a cerrar con llave? - su padre la mira suspicaz, así que ella finge con rapidez negando.
- No, Jaden me dejó una nota indicándome que regresará y que ha perdido la llave, ya sabes que no pierde la cabeza porque la trae pegada - ruega porque su padre se crea la mentira, pero al ver que camina para irse juntos, suspira tranquila.
- Creí que te llevaría Lombardi, vi afuera su carruaje, pero ahora no está - dice el Papa avanzando con ella por los pasillos, alejándose en pos de su propio transporte.
- Sí, algo me dijo - susurra ella - pero sabes bien que si sé que me das una orden, tengo que obedecerla, así que decliné la invitación - de reojo voltea a ver la oficina, rogando porque Lorenzo haya escuchado todo y no salga, no aún.
- ¿Buscas algo? - siempre inquisitivo y atento, si la cambiaformas no tiene cuidado... Lorenzo podría estar en problemas.
- No, sólo me aseguraba que la puerta estuviese bien cerrada, es todo - dice con frialdad - y dime ¿Qué tal el juicio de la bruja? - mejor cambiarle de tema.
- A eso voy - dice sonriendo con una mirada que Juliet le conoce bien: lascivia - te dejo en el carruaje y regreso, para que no digas que soy mal padre - le palmea la mano - así puedes llegar temprano a empacar.
Sí y a culparse y reprocharse una y otra vez lo débil que había sido...
Sus pies caminan en automático mientras sonríe con amargura, cuántos días ha rogado por tenerlo con ella, por ser digna de acariciar su rostro, de besar su mejilla y escuchar su risa en su oído, antes de sentir su calor entre sus brazos. Sueños, viles sueños, bromas macabra, que se ríen del que ahora él la busque, que se empeñe en hablar con ella, que...
Que el brillo de sus ojos y sus actitudes la hagan ilusionarse tanto, con cuentos que jamás se harán realidad. Otro suspiro y llega a su despacho, abriendo la puerta y cerrándola tras ella, apoyándose en la solidez de la misma. Recargando la cabeza en la madera, mirando al techo, alegrándose porque Jaden no esté. Se pasa las manos por el rostro y desprende las cálidas gotas que inundaban los ojos azules, hermosos como el mar. Mira al frente y sonríe con pesar.
Aspira de nuevo y se acerca a la mesita, donde su jarra la mira acusadoramente, reprochándole que lo tenía para ella, sólo era un viaje, si hubiera...
"El hubiera no existe, Juliet. No para tí. ¿Cuántas veces no deseaste estar con tu hermana, reír a su lado y abrazarla. Consolarte contra su pecho y llorar tanto, hasta que las lágrimas se acabaran? ¿Cuántas? Ella ha tenido la mejor vida, pero no por ello la culpo de su suerte, no la maldigo. Al contrario, viéndola de lejos, sé que ella jamás habría sobrevivido. Muchos dirán que estoy en lo alto de la 5ta. Facción por ser hija del Papa y quizá sea cierto, pero si no lograra obtener tandos datos jugosos... ¿Cuántas veces no estuve a punto de morir? He logrado mucho, pero estoy sola. Completamente sola."
Hundida en sus pensamientos, no nota que hay alguien que la sigue hasta que la puerta se abre, da un salto y voltea para ver azorada a Lorenzo entrar, el viento ha agitado su cabello y algunos mechones caen sobre su masculino rostro. Ojalá fuera su elegida, para acercarse sin problemas y hacer a un lado esos rizos rebeldes. La mirada masculina parece decidida, haciendo que la cambiaformas tiemble cuando le ve echar el pestillo y dirigirse hacia sí misma.
Su voz pronunciando su nombre hace que muestre en sus ojos azules una tristeza más profunda que su alma. Se está martirizando otra vez, ¡Maldita sea, Juliet, ubícate! se exige con fiereza y asiente ante sus palabras. Hablar, claro, su tono de voz no admite réplica y el día fue tan pesado, que definitivamente ya le da igual. Si quiere hablar, avante, si la presiona, tendrá una sorpresa tal, que se arrepentirá durante mucho tiempo de haber exigido tanto.
Tras ella, siente la mesita, ojalá pueda voltear y tomar al menos un vaso de leche de su jarra, pero recuerda que se acabó todo su contenido antes de salir, temerosa de que se echara a perder. Asiente aceptando su situación y aspira aire para tallarse los ojos un instante, sofocando el bostezo del agotamiento mental y físico. Ante ella, cuando termina de tallarse los ojos, puede verlo ante sí. Sus orbes recorren todo su rostro, su frente, su nariz... esos labios que la incitan y ladea la cabeza sólo un poco, fascinada por su belleza, increíble que un hombre sea tan atractivo y tenga tan buen corazón. Uno que había arrebatado el suyo hacía ya tantos años.
La caricia masculina cae sobre su mejilla y un ronroneo es contenido; no, no debería, pero se siente tan bien la calidez de sus dedos contra ella... sus ojos le observan y aunque su mano se levanta dos centímetros de su costado, vuelve a caer. Él puede hacer con ella lo que quiera, porque el amor que siente por él puede... ¿Amor? Sonríe... sí, lo amaba y como él ahora mismo lo dice, acariciando su rostro con ambas manos, haciéndola estremecer de cariño y anhelo... sí, es una niña en fuga de su cazador, huyéndole, de ese maravilloso inquisidor llamado Lorenzo.
¿Por qué, Dios, por qué?
Su rostro se va acercando al de ella ¿Será que Dios por fin... por fin... ha oído sus plegarias? El beso es tan delicioso, la hace anhelar, tener fe... la unión de sus labios, junta todos los pedazos de su corazón, eleva su mano y se queda en el aire, temblorosa... prueba su aliento a café y vino, uno delicioso, como su propio ser. Un gemido dulce, una mirada tierna y vuelve a cerrar los ojos. Rogando al cielo porque ese magnífico momento nunca termine. Nunca....
- Scusa - su voz llega entre sueños y suspira, ronronea con dulzura sonriendo levemente, ladeando mi rostro para acariciar su mano con su mejilla, en un mohín dulce y tierno, muy felino, está donde quiere estar... sus disculpas... oh Dios, no le importan, su mano es callosa, pero su corazón sólo piensa que es de él... Lorenzo... abre los ojos y observa la mirada del Inquisidor, es tan tierna... como nunca se la viera para nadie y su corazón rebota en su pecho, intensamente guardando una esperanza, algo que le indique que tiene una oportunidad de tener sus besos, sus caricias...
De ser suya...
Sus labios se abren sin decir ninguna palabra, no puede, no quiere echar a perder el momento, ese instante en el que... si lo dice... el siseo masculino tensa el cuerpo femenino de forma imperceptible, su mano lentamente va subiendo, necesitando tocarlo como él la roza a ella. Su nombre en los labios masculinos vuelve a romper su corazón... por fin acarcia su rostro, de una forma temblorosa, pero con mucho sentimiento, con el amor que, sí, que ella le tiene. Que le ha guardado durante tanto tiempo. Su sonrisa se vuelve trémula y niega. Una y otra vez, niega con la cabeza, mientras le mira y una lágrima resbala por su mejilla, tan cerca... tan lejos...
Los ojos azules se llenan de lágrimas y se encoge de hombros, incapaz de pronunciar palabra... ¿Qué debe decirle? "Huyo de tí porque soy una cambiaformas y se que es algo que siempre has odiado". Otra lágrima cae al piso y vuelve a negar. El pecho le duele a cada respiración. Sonríe a duras penas, riendo por la ironía de la vida. Ahí lo tiene, le corresponde y... y...
Se lleva las manos al rostro para contener el sollozo, es cuando lo oye, los pasos tras la puerta, quizá imperceptibles para el oído humano, pero no para el de ella, tan aguzado... alza la mirada a Lorenzo y acorta la distancia entre ellos, besándolo con todo el amor que le tiene, acariciando sus labios con un roce dulce, tierno, donde él sepa la magnitud de sus sentimientos hacia él y al mismo tiempo, lo doloroso que le es... sus manos acarician su rostro una, la otra, su cabello, sintiendo la sedosidad del mismo, desprendiéndole del moño que lo sujeta y hundiendo sus dedos en él. Sus labios siguen en la caricia, hasta que oye cómo buscan las llaves fuera de la habitación... le aprieta contra su cuerpo y termina el beso, mirándolo a los ojos.
- Ahora lo sabes - besa de nuevo sus labios con rapidez para preservar su sabor, su calor - Ora sapete quanto siete importanti, ma tutto questo è impossibile... Mi dispiace essere così stupidi... così incoerente...
Se separa de él una vez más, limpiándose el rostro con rapidez, tomando un sombrero... llevando en una de sus manos el lazo que recoge los cabellos masculinos, escondiendolo en un bolsillo de su vestido, quitando el pestillo a tiempo y ocultando a Lorenzo ante su padre que trae las llaves a punto de abrir sin haber tocado, una trampa más, pero que astutamente Juliet le ha impedido.
- Creí que tardarías más - cierra tras ella, con rapidez, pero con el tiempo necesario para que él no sospeche, impidiendo que el Papa pueda asomar la cabeza, colocándose el sombrero con la intención de que él no pueda ver su rostro lloroso, obligándose a recomponer el tipo - vámonos ya, mañana tengo que salir de viaje, sabes eso - se asegura de que la puerta esté bien cerrada y toma el brazo de su padre, el sombrero es toda una magnífica idea, porque, aunque no combine con sus ropas, el Papa no puede ver su cara y preguntar.
- ¿No vas a cerrar con llave? - su padre la mira suspicaz, así que ella finge con rapidez negando.
- No, Jaden me dejó una nota indicándome que regresará y que ha perdido la llave, ya sabes que no pierde la cabeza porque la trae pegada - ruega porque su padre se crea la mentira, pero al ver que camina para irse juntos, suspira tranquila.
- Creí que te llevaría Lombardi, vi afuera su carruaje, pero ahora no está - dice el Papa avanzando con ella por los pasillos, alejándose en pos de su propio transporte.
- Sí, algo me dijo - susurra ella - pero sabes bien que si sé que me das una orden, tengo que obedecerla, así que decliné la invitación - de reojo voltea a ver la oficina, rogando porque Lorenzo haya escuchado todo y no salga, no aún.
- ¿Buscas algo? - siempre inquisitivo y atento, si la cambiaformas no tiene cuidado... Lorenzo podría estar en problemas.
- No, sólo me aseguraba que la puerta estuviese bien cerrada, es todo - dice con frialdad - y dime ¿Qué tal el juicio de la bruja? - mejor cambiarle de tema.
- A eso voy - dice sonriendo con una mirada que Juliet le conoce bien: lascivia - te dejo en el carruaje y regreso, para que no digas que soy mal padre - le palmea la mano - así puedes llegar temprano a empacar.
Sí y a culparse y reprocharse una y otra vez lo débil que había sido...
Ahora... sólo puede mirarle de lejos...
Ahora más que nunca...
*Off rol: Ahora lo sabes, cuán importante eres, pero todo ésto, es imposible... lamento ser tan tonta... tan incompatible...
Tamina Juliet Borgia- Condenado/Cambiante/Clase Alta
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Re: A las Ordenes del Santo Papa
Puede que salte del cielo, seguro de ir al infierno
ceder no es perder…. juro que eres un milagro
En donde estés, cuando quiera abrazarte
y como estés ya estoy ahí
La luna entre tus labios
soy la luna
ceder no es perder…. juro que eres un milagro
En donde estés, cuando quiera abrazarte
y como estés ya estoy ahí
La luna entre tus labios
soy la luna
Durante todo ese tiempo, no deje de mirarle expectante, aquellos ojos azules, si ahora bajo la luz de la luna que se colaba por la ventana y las velas, se veían del hermoso azul que siempre han sido, y no de aquel verde que afloraba en ciertos momentos y que se prestaba para confusiones, pero yo sabía, siempre supe que ella poseía unos hermosos ojos del color del mar. Suspiré contemplándola, aquella mujer me hacía regresar en el tiempo, sentir como un adolecente enamorado - ¿acaso era eso? ¿amor?- me cuestione para mis adentros sin dejar de inspeccionar el rostros de ella, sus labios entreabiertos que instaban a ser besados una vez más, pero no me lo permitiría, no hasta que ella le diese algún indicio. Y lo hizo, su mano acaricio mi rostro, temerosa, pero en un gesto tan enternecedor, que mis anisas de besarla aumentaron.
Sus manos en mi rostro, enredándose por mi cabello desaliñando y sus labios tan cerca, ¡que deseos de besarla!, besarla con insistencia y olvidar que nos encontrábamos en el Vaticano, donde los muros tienen ojos y oídos. Cuando su mano paso cerca de mis labios bese su palma, era una gesto lleno de insinuaciones y de ternura- ¿Cómo hacerle entender que podía confiar en mi? -Silenciosas las lagrimas inundaron esos ojos color mar, ironía, de ellos brotaba aquel liquido salado una alegoría de la tristeza que inundaba a la joven Borgia propio ser. Lleve mi mano derecha al rostro de ella y acaricie aquellas mejillas, secando las lágrimas que rodaban por su rostro, cuanto anhelaba poder llevarse aquella tristeza y brindarle felicidad a su vida, besarla nuevamente y llevársela lejos - Paris pensé, allí podría hablarle, podría hacerla feliz, o al menos intentarlo sin la supervisión de Borgia
- Ten paz, ya estás aquí
sabré decir lo que quieras oír
Ten paz, ya estás aquí
sabré pedir con tono adecuado
tendré cuidado
Vivir se mezcla un error
con otros nuevos que armonía.-
sabré decir lo que quieras oír
Ten paz, ya estás aquí
sabré pedir con tono adecuado
tendré cuidado
Vivir se mezcla un error
con otros nuevos que armonía.-
Mis sentidos en alerta constante y la reacción de Juliet, me hicieron ponerme a la defensiva alguien se acercaba, pero aun se encontraba lejos. Fe en ese momento de alerta, que ella acorto la distancia y cumpli con mi anhelo silencioso de volver a besarla, fue un beso cálido dulce y cargado de sentimientos, ella me correspondía, pero algo me impedía tomar aquella decisión - Juliet, ¿Cómo hacerte entender que no me engañas?- pensé mientras correspondía aquel beso, pegando su cuerpo al mío, profundizando cada vez más aquel dulce contacto a cada segundo que pasábamos así. Pero el ruido de alguien en la puerta nos alerto, o más bien a ella quien se adelanto a cualquier reacción mía.
Me empujo y rápidamente comprendí debía ocultarme, el único que manejaba llaves de todas las oficinas era Borgia, de quien precisamente debía ocultar mi presencia - Viejo zorro - pensé, mientras depositaba un beso en la mejilla de ella, y luego caminaba hasta el rincón más oscuro de aquel cuarto, donde al abrirse la puerta del despacho no se notase mi presencia, confiaba que Juliet saliese de allí antes que su padre entrase y así fue, salieron juntos ella envolviendo todo en una conversación circunstancial.
Suspire cuando ambos salieron y pase por mi cabello ambas manos buscando algo de razón en lo ocurrido y no la encontré, gruñí para mis adentros, aquel hombre no era de mi agrado, sabía cuánto sometía a su hija y aun más cuanto ella le temía, pero no podía llevarle la contra si acaso deseaba mantenerme cerca de Juliet - Nos veremos en Paris- susurré expectante de volver a encontrarla, de poder hablar sin la presión de Borgia sobre nuestras cabezas, aunque de seguro bajo la suspicacia de ella por encontrarnos en Paris.
Caminé hasta el escritorio de ella y busque una pluma y un papel, para escribirle a Haydee, necesitaba que ella pronto se presentase en Italia a asumir el cargo que le había mencionado. Sabía que ella se encontraba en la frontera de Italia y Francia, tal como se lo había pedido si es que ya sus pasos no la habían acercado más al Vaticano, ella siempre había sido muy suspicaz y de seguro los rumores sobre nuevos inquisidores había llegado hasta ella ya se encontraba a la esperada de mi carta.
Haydee:
Mañana al anochecer viajo rumbo a Paris, el momento a ha llegado, preséntate a la brevedad.
Seguiré la ruta habitual, nos vemos en el camino.
Lorenzo
Mañana al anochecer viajo rumbo a Paris, el momento a ha llegado, preséntate a la brevedad.
Seguiré la ruta habitual, nos vemos en el camino.
Lorenzo
Sabía que mi compañera de cacerías ya estaba un par de pasos más adelante que yo y seguro me llevaría una sorpresa, pero la nota era la confirmación de lo evidente. Ella debería asumir como su mano derecha, sino Borgia les jugaría una mala pasada a ambos. Necesitaba a alguien de confianza a su lado, y ese alguien era la cazadora que debería jurar como inquisidora. Me asomé por la ventana y los vi a ambos salir, podría moverme en búsqueda de un mensajero antes de salir del Vaticano e irme a mi residencia.
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Lorenzo Lombardi- Inquisidor Clase Alta
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Re: A las Ordenes del Santo Papa
Les dio la oportunidad de que estuvieran juntos, desde el despacho de Lorenzo vio cómo bajaba el Inquisidor directo a su hija para su algarabía personal. Tenía a Lombardi donde quería, pronto estaría obligado a darle todo lo que Alejandro II le pidiera. Bebió un poco más de esa botella, qué buena era. Mientras degustaba el líquido observó a la mujer separarse y meterse al edificio, a los pocos segundos la seguía el Soldado.
Así que no se daría por vencido, eso esperaba cuando hizo el plan. Se despegó de la ventana cuando los vio desaparecer por la puerta, sabía que Lombardi le vio, pero no era algo que le preocupara. Todo lo contrario, que supiera que estaba en todo y al mismo tiempo entendiera la situación en la que se desvolvería. Se acercó a donde Lorenzo tenía la reserva de su vino y tomó una botella. Luego papel y tinta, para dejarle una nota avisándole que él necesitaba una y que luego se la pagaba.
Sí claro, se la pagaría con creces dándole a su hija, seguramente Lorenzo estaría íntimamente con ella en París. Es más, confiaba en que lo hiciera, para esas fechas Juliet estaría en celo y rogaba a Dios que le hiciera el milagro de que Lombardi la embarazara. Así ganaría más. No sólo Juliet sería parte de la familia italiana de mayor prestigio como Inquisidores, si no que su Líder estaría obligado a mantenerle contento so pena de que Juliet viera su más negra pesadilla hacerse realidad: que su hermana Tamina fuera perseguida por su origen sobrenatural y por traición.
Se dirigió a su propio despacho a dejar la botella y tomar las llaves de la oficina de su hija, seguramente ahí se refugió y el Inquisidor nada tonto, estaba con ella. Bien. Caminó hacia allá procurando que sus pasos no se escucharan, pero sabía que Juliet tenía el oído más fino de todos en el Vaticano por lo que no se esforzó en ocultarlos demasiado. Tomó las llaves y no se preocupó al ver que su hija salía cuasi corriendo del interior impidiéndole entrar, pero dentro logró captar por el rabillo del ojo un movimiento. Por dentro, sonrió al saber que todo su plan estaba dando resultado y que Lorenzo seguramente ya probó las mieles de los labios de Juliet. Fingió demencia y fue llevando a su hija del brazo hacia donde su propia carroza. Iban platicando y él se divirtió haciéndole preguntas para sacarla de balance y ponerla nerviosa.
Cuando por fin la dejó en el carruaje, le dio indicaciones al chofer de a dónde llevarla y de todas formas la miró intensamente con una expresión seria para hacerle ver que no le engañaba.
- Quiero que vayas directa a casa, por cierto, le pediré a Tudor que me ayude en una empresa - le informó - así que no cuentes por ella los siguientes días.
Su hija abrió la boca para preguntar, pero una sola mirada de Alejandro la convenció de que no era el momento ni el lugar. Asintió y se dejó conducir hasta su refugio, dejando atrás al Sumo Pontífice mirando la diligencia en total silencio. En cuanto el carruaje desapareció de su vista, el Papa regresó a sus oficinas para revisar los documentos pendientes, pero sobre todo, tomar papel, pluma y tinta y escribir una misiva. Las cosas se estaban poniendo tensas y muchos de sus espías confirmaban las muertes de varios emisarios o ayudantes de lo que lentamente estaba comprendiendo, era más que un grupito de sobrenaturales.
No sabía qué era realmente, sus contactos no alcanzaban a vislumbrar la verdadera esencia, pero cuatro vampiros fueron destruidos al unísono. Dos por una revuelta en el Sacro Imperio Romano y dos que él mismo mandó destruir con un cazador en particular que justamente iba a ver esa pronto. Un grupo de Inquisidores los rodeó y su enviado les dio muerte. Un gran golpe, aunado al hecho de que otro inquisidor destruyó a un topo que estaba enviándoles información. Una jugada maestra, pero aún se le escapaba qué tanto repercutirá en el futuro. No dejaba de sospechar que todo tenía un hilo y que al jalarlo con la muerte de esos cinco, fue el detonante que atraía a una avalancha.
Rechinó los dientes y se levantó caminando como gato enjaulado por la habitación, mirando el crepitar de las llamas. Tendría que hablar con la mujer que tiene "cómodamente" hospedada en casa. Sus cavilaciones terminaron al escuchar los suaves toquidos a la puerta, mandó llamar a Paulette mucho antes de entrar en la habitación con Lorenzo para que se presentara en cuanto anocheciera. Era un gran miembro de la Inquisición y curiosamente no decía mucho, pero era impresionante su forma de actuar. Y ahora mismo era en la única que confiaba para tan delicada misión.
Así que no se daría por vencido, eso esperaba cuando hizo el plan. Se despegó de la ventana cuando los vio desaparecer por la puerta, sabía que Lombardi le vio, pero no era algo que le preocupara. Todo lo contrario, que supiera que estaba en todo y al mismo tiempo entendiera la situación en la que se desvolvería. Se acercó a donde Lorenzo tenía la reserva de su vino y tomó una botella. Luego papel y tinta, para dejarle una nota avisándole que él necesitaba una y que luego se la pagaba.
Sí claro, se la pagaría con creces dándole a su hija, seguramente Lorenzo estaría íntimamente con ella en París. Es más, confiaba en que lo hiciera, para esas fechas Juliet estaría en celo y rogaba a Dios que le hiciera el milagro de que Lombardi la embarazara. Así ganaría más. No sólo Juliet sería parte de la familia italiana de mayor prestigio como Inquisidores, si no que su Líder estaría obligado a mantenerle contento so pena de que Juliet viera su más negra pesadilla hacerse realidad: que su hermana Tamina fuera perseguida por su origen sobrenatural y por traición.
Se dirigió a su propio despacho a dejar la botella y tomar las llaves de la oficina de su hija, seguramente ahí se refugió y el Inquisidor nada tonto, estaba con ella. Bien. Caminó hacia allá procurando que sus pasos no se escucharan, pero sabía que Juliet tenía el oído más fino de todos en el Vaticano por lo que no se esforzó en ocultarlos demasiado. Tomó las llaves y no se preocupó al ver que su hija salía cuasi corriendo del interior impidiéndole entrar, pero dentro logró captar por el rabillo del ojo un movimiento. Por dentro, sonrió al saber que todo su plan estaba dando resultado y que Lorenzo seguramente ya probó las mieles de los labios de Juliet. Fingió demencia y fue llevando a su hija del brazo hacia donde su propia carroza. Iban platicando y él se divirtió haciéndole preguntas para sacarla de balance y ponerla nerviosa.
Cuando por fin la dejó en el carruaje, le dio indicaciones al chofer de a dónde llevarla y de todas formas la miró intensamente con una expresión seria para hacerle ver que no le engañaba.
- Quiero que vayas directa a casa, por cierto, le pediré a Tudor que me ayude en una empresa - le informó - así que no cuentes por ella los siguientes días.
Su hija abrió la boca para preguntar, pero una sola mirada de Alejandro la convenció de que no era el momento ni el lugar. Asintió y se dejó conducir hasta su refugio, dejando atrás al Sumo Pontífice mirando la diligencia en total silencio. En cuanto el carruaje desapareció de su vista, el Papa regresó a sus oficinas para revisar los documentos pendientes, pero sobre todo, tomar papel, pluma y tinta y escribir una misiva. Las cosas se estaban poniendo tensas y muchos de sus espías confirmaban las muertes de varios emisarios o ayudantes de lo que lentamente estaba comprendiendo, era más que un grupito de sobrenaturales.
No sabía qué era realmente, sus contactos no alcanzaban a vislumbrar la verdadera esencia, pero cuatro vampiros fueron destruidos al unísono. Dos por una revuelta en el Sacro Imperio Romano y dos que él mismo mandó destruir con un cazador en particular que justamente iba a ver esa pronto. Un grupo de Inquisidores los rodeó y su enviado les dio muerte. Un gran golpe, aunado al hecho de que otro inquisidor destruyó a un topo que estaba enviándoles información. Una jugada maestra, pero aún se le escapaba qué tanto repercutirá en el futuro. No dejaba de sospechar que todo tenía un hilo y que al jalarlo con la muerte de esos cinco, fue el detonante que atraía a una avalancha.
Rechinó los dientes y se levantó caminando como gato enjaulado por la habitación, mirando el crepitar de las llamas. Tendría que hablar con la mujer que tiene "cómodamente" hospedada en casa. Sus cavilaciones terminaron al escuchar los suaves toquidos a la puerta, mandó llamar a Paulette mucho antes de entrar en la habitación con Lorenzo para que se presentara en cuanto anocheciera. Era un gran miembro de la Inquisición y curiosamente no decía mucho, pero era impresionante su forma de actuar. Y ahora mismo era en la única que confiaba para tan delicada misión.
Sabía que nadie más podría realizarla mejor
Papa Borgia- Humano Clase Alta/Miembro de la Iglesia
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Re: A las Ordenes del Santo Papa
Estaba revisando algunos documentos sobre los acontecimientos sucedidos en el Vaticano y fuera de él. Las muertes de los tres Parthenopaeus le aseguraban una completa preocupación, pero sobre todo, la de los Emperadores y peor aún, la de Jaden. Alguien lo descubrió, lo que la inquietaba más de lo que quería reconocer a simple vista. Si consiguieron al cambiaformas, podría ser que estuvieran tras su pista. El tiempo lo decidiría, pero ahora más que nunca tenía que ser muy, muy precavida.
Se dedicó a eliminar de su habitación todo lo que la relacionara con Domingo: cartas, objetos de valor. Lo guardó para mandarlo a con un hombre al que confundió perfectamente para que no pudiera dar ninguna infomación sobre ella. Le llegaría por correo a su esposo, quien seguramente entendería el mensaje. Estaban en peligro y era el momento más adecuado para que saliera de ese lugar. Rogaba porque no le atraparan, porque pudiera atravesar el mar y llegar hasta Alejandría o alguna de las ciudades de los Cinco Frentes Árabes.
Mientras, fingía soberbiamente, toda su vida se dedicó a eso, siendo Paul Tudor. Ahora pretendía ser Paulette Tudor, ni más ni menos... no Paul Tudor, no Paulette De la Vega. Simplemente Paulette Tudor, así los alejaba de Domingo, siendo una nueva persona que no aparecía en ningún registro. Vampiresa, Inquisidora, Condenada. Su experiencia como guerrera era sospechada por Alejandro II, pero no sabia su verdadera esencia, dónde peleó, cómo la conocían. Simplemente se quedó en silencio y se tragó todo ello. Obedecía las órdenes que la Shamballah le diera hacía mucho tiempo, tras la visión de la destrucción de Agharta.
Se desapareció de la faz de la tierra, la declararon perdida, en letargo, pero la verdad fue diferente: se dedicó primero a buscar a Borgia y encontrado, se le metió lentamente, como uno de sus últimos recursos, protectora, espía, todo lo que él necesitara para ser su mano derecha. Aunque aún le llamaba la atención que no fuera elegida para que destruyera a Jaden. Eso le daba una pésima idea: que él sospechaba ya de ella. Tenía que tener muchísimo cuidado, revisar sus pasos y sus acciones una y otra vez.
Cuando la nota le llegó ordenándole presentarse ante el Papa en cuanto anocheciera, Paulette temió lo peor. Aunque disimuló perfectamente, a solas en su habitación leyó la impecable letra del Sumo Pontífice y se preguntó si no era una trampa. Si su tiempo se había terminado. Elevó una plegaria para rogar porque no fuera así. Aún tenía mucho por hacer, quería recuperar los años perdidos con Domingo... volver a ver Agharta, a la Shamballah. Se acarició la frente y se preparó a conciencia, guardando una daga en la ropa, vestía siempre como hombre con una capucha echada para ocultar su verdadera apariencia.
No usaba máscara para que no la reconocieran, no quería ninguna semejanza con Paul Tudor. En cuanto la noche cayó, se deslizó con rapidez hacia el edificio de la Inquisición, con su armamento en los espacios pensados ex profeso, no llamaba la atención, todos traían algo parecido y más porque pronto sería luna llena. Todos cazaban a sus congéneres y en más de una ocasion Paulette tuvo que hacer lo propio, llegó hasta el despacho del Papa, tras haber pasado las inspecciones de rigor y tocó la puerta.
Escuchó que él le permitía pasar, lo que hizo y aunque por un instante se sintió segura al ver que nadie la esperaba para destruirla, se quedó pensativa al ver al Sumo Pontífice de pie esperándola. Hizo una reverencia para saber cuál eran los deseos de Alejandro II y hacerlos realidad. Si es que la enviaba a una misión y como no veía en ningún lado a Juliet, supuso que sí. Ese hombre no tenía entrevistas con sobrenaturales sin la cambiaformas a menos que fuera alguien de suma confianza, por lo que aún tenía oportunidad. De querer destruirla, el Papa no se lo pensaría ni dos veces, apenas hubiera puesto un pie en el edificio, los Inquisidores la hubieran atacado.
Tenía una oportunidad, la aprovecharía al máximo en pos de la victoria de Agharta sobre este maldito malnacido.
- Te hice venir porque quiero que entregues ésto al Cardenal Stuart, espera su respuesta y tráela sin demora - fue la orden entregándole un pergamino lacrado - y una cosa, Paulette - la obligó a verlo - si decide que sí, con tu vida me respondes, porque esa respuesta debe llegar aquí sana y salva.
Eran palabras enigmáticas, pero que le hacían saber lo importante de entregar esa misiva. ¿Qué ocultaba ahora Borgia? Hizo una reverencia guardándose el rollo entre la ropa para partir de inmediato a por el Cardenal. ¿Será acaso otra de sus jugarretas? Tenía que averigüarlo y luego, mandar el informe a Agharta.
Se dedicó a eliminar de su habitación todo lo que la relacionara con Domingo: cartas, objetos de valor. Lo guardó para mandarlo a con un hombre al que confundió perfectamente para que no pudiera dar ninguna infomación sobre ella. Le llegaría por correo a su esposo, quien seguramente entendería el mensaje. Estaban en peligro y era el momento más adecuado para que saliera de ese lugar. Rogaba porque no le atraparan, porque pudiera atravesar el mar y llegar hasta Alejandría o alguna de las ciudades de los Cinco Frentes Árabes.
Mientras, fingía soberbiamente, toda su vida se dedicó a eso, siendo Paul Tudor. Ahora pretendía ser Paulette Tudor, ni más ni menos... no Paul Tudor, no Paulette De la Vega. Simplemente Paulette Tudor, así los alejaba de Domingo, siendo una nueva persona que no aparecía en ningún registro. Vampiresa, Inquisidora, Condenada. Su experiencia como guerrera era sospechada por Alejandro II, pero no sabia su verdadera esencia, dónde peleó, cómo la conocían. Simplemente se quedó en silencio y se tragó todo ello. Obedecía las órdenes que la Shamballah le diera hacía mucho tiempo, tras la visión de la destrucción de Agharta.
Se desapareció de la faz de la tierra, la declararon perdida, en letargo, pero la verdad fue diferente: se dedicó primero a buscar a Borgia y encontrado, se le metió lentamente, como uno de sus últimos recursos, protectora, espía, todo lo que él necesitara para ser su mano derecha. Aunque aún le llamaba la atención que no fuera elegida para que destruyera a Jaden. Eso le daba una pésima idea: que él sospechaba ya de ella. Tenía que tener muchísimo cuidado, revisar sus pasos y sus acciones una y otra vez.
Cuando la nota le llegó ordenándole presentarse ante el Papa en cuanto anocheciera, Paulette temió lo peor. Aunque disimuló perfectamente, a solas en su habitación leyó la impecable letra del Sumo Pontífice y se preguntó si no era una trampa. Si su tiempo se había terminado. Elevó una plegaria para rogar porque no fuera así. Aún tenía mucho por hacer, quería recuperar los años perdidos con Domingo... volver a ver Agharta, a la Shamballah. Se acarició la frente y se preparó a conciencia, guardando una daga en la ropa, vestía siempre como hombre con una capucha echada para ocultar su verdadera apariencia.
No usaba máscara para que no la reconocieran, no quería ninguna semejanza con Paul Tudor. En cuanto la noche cayó, se deslizó con rapidez hacia el edificio de la Inquisición, con su armamento en los espacios pensados ex profeso, no llamaba la atención, todos traían algo parecido y más porque pronto sería luna llena. Todos cazaban a sus congéneres y en más de una ocasion Paulette tuvo que hacer lo propio, llegó hasta el despacho del Papa, tras haber pasado las inspecciones de rigor y tocó la puerta.
Escuchó que él le permitía pasar, lo que hizo y aunque por un instante se sintió segura al ver que nadie la esperaba para destruirla, se quedó pensativa al ver al Sumo Pontífice de pie esperándola. Hizo una reverencia para saber cuál eran los deseos de Alejandro II y hacerlos realidad. Si es que la enviaba a una misión y como no veía en ningún lado a Juliet, supuso que sí. Ese hombre no tenía entrevistas con sobrenaturales sin la cambiaformas a menos que fuera alguien de suma confianza, por lo que aún tenía oportunidad. De querer destruirla, el Papa no se lo pensaría ni dos veces, apenas hubiera puesto un pie en el edificio, los Inquisidores la hubieran atacado.
Tenía una oportunidad, la aprovecharía al máximo en pos de la victoria de Agharta sobre este maldito malnacido.
- Te hice venir porque quiero que entregues ésto al Cardenal Stuart, espera su respuesta y tráela sin demora - fue la orden entregándole un pergamino lacrado - y una cosa, Paulette - la obligó a verlo - si decide que sí, con tu vida me respondes, porque esa respuesta debe llegar aquí sana y salva.
Eran palabras enigmáticas, pero que le hacían saber lo importante de entregar esa misiva. ¿Qué ocultaba ahora Borgia? Hizo una reverencia guardándose el rollo entre la ropa para partir de inmediato a por el Cardenal. ¿Será acaso otra de sus jugarretas? Tenía que averigüarlo y luego, mandar el informe a Agharta.
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Paulette "Paul" Tudor- Condenado/Vampiro/Clase Alta
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Re: A las Ordenes del Santo Papa
La presencia de la Condenada ante él le saca de sus elucubraciones, sus ojos fijos en ella, en las vestimentas que no denotan la verdadera personalidad de la que las usa. Incluso al mismo Santo Pontífice llegó a engañar hacía ya tantos años, cuando estaba en una pequeña villa descansando de una larga jornada de viaje en Inglaterra, cerca del puerto del cual zaparía su barco rumbo a Francia. Recordaba que fueron atacados por un grupo de cuatro vampiros hambrientos, sin humanidad y presos de la propia locura que la sed les producía.
Alejandro II a duras penas logró colarse a una de las habitaciones más oscuras de la casa, que resultó ser la cava, con la intención de huir de un sino que no le convenía: morir no estaba en sus planes para esa noche y la presencia de sus criados, uno de ellos sangrando tras que el mismo Borgia hirió en el brazo aseguraban en cierta forma su escapatoria. Sin embargo, no todo era un camino de rosas, porque aún faltaba lo más importante: no ser detectado. Esconderse hasta que todos se marcharan y eso garantizara su propia salvación. Se quedó oculto en las barracas de vino, entre la oscuridad se mantuvo con una estaca que fue elaborada de forma burda del palo de una pala roto por el pie del hombre que ahora mismo temía por su propia seguridad.
Ojalá los señuelos dejados atrás fueran suficiente para que la sed de esos vampiros quedara saciada y marcharan del lugar sin preocuparse por el terror dejado a sus espaldas. Se encogió cuando escuchó los pasos y gritos, pero no por el dolor de los caídos si no porque escuchaba que se acercaban a donde él se encontraba. Se cubrió aún más con la capa oscura para que no repararan en su persona en caso de entrar a la cava. Cerró los ojos elevando una oración al cielo para que Dios le auxiliara en esta labor tan peligrosa como llena de tensión.
Eso no le daba la certeza de mantenerse vivo, pero al menos le hacía sentir seguro. Aspiró profundamente intentando no hacer demasiado evidente su presencia. Confiaba que el olor de las barricas ocultara al menos un poco el de su cuerpo. Dos golpes sordos en el techo le hicieron consiente de que los vampiros continuaban con su ola de pánico y muerte. Cerró los ojos esperando durante mucho tiempo, bien agazapado pensando en que cuando saliera de ahí, mandaría una carta al entonces Papa para que se hiciera algo para evitar episodios de esa naturaleza.
Necesitaban una organización fuerte, dura, que impusiera temor y en cierta forma obligara a todos esos hijos de Satán a conducirse como debían: con la prudencia para que ninguno de ellos causara la ola de furor y caos que desataban con su presencia, con sus actos de barbarie que ninguno de ellos parecía dispuesto a dejar de ejecutar. A finales de cuentas, nadie tenía la fuerza de hacerles frente. Alejandro II se prometió a sí mismo que él sería el que les daría el revés, aunque para ello primero tenía que ser Papa.
Fue justo cuando lo que más temía aconteció: guiado por el instinto goloso un vampiro bajaba las escaleras buscando más víctimas. Sus pasos no se ocultaban, todo lo contrario sonaban con fuerza porque sabía que nadie le podía hacer frente y no sólo eso, si no que era el más grande y musculoso de todos. Ego derramado por todos lados, arrogancia destilando por cada poro de su piel y buscó aspirando profundamente. Eso no lo pensó Alejandro II, pero rogó porque el olor del vino fuera mucho más fuerte que el suyo. Lo vio con el rostro manchado de sangre, las ropas oscuras con manchas de un líquido que enloquecía los sentidos del sobrenatural.
Lo vio aspirar profundamente y jadear al tiempo que siseaba, así fue acercándose, deteniéndose a olfatear de nuevo hasta mirar hacia donde él estaba. Alejandro II empuñó la estaca como si fuera su única salvación, pero ni siquiera pudo usarla cuando el vampiro le tomó y tomó la mano que la sostenía para beber sangre de la muñeca. El grito de Borgia se escuchó en toda la bodega, pero era demasiado tarde, su vitae caía gota tras gota en el piso mientras el sobrenatural bebía con avidez. Sólo un ruido detuvo la dolorosa experiencia: alguien también bajaba las escaleras y con voz de mando ordenaba al captor del hombre de Dios a soltarlo.
Lo que sucedió a continuación era algo que aún a Borgia le dejaba incrédulo: una jovencita se enfrentó al hombre que le sacaba el doble en musculatura con una rapidez y eficacia que en pocos golpes estaba él en el suelo decapitado. El resto quedó en la memoria del Sumo Pontífice: la vampiresa (no tenía duda de que lo era tras tomar a uno de los suyos y beber toda su sangre hasta dejarlo vacío) no sólo le ayudó esa noche, si no que también se quedó a su lado hasta ponerlo a salvo en el barco...
Alejandro II le debe la vida y por eso mismo es que confia que la tarea que le da será bien ejecutada. Paulette Tudor tiene esa fortaleza para imponerse a cualquiera que deseara lo contrario a sus intereses, pero no sólo eso: es una estratega y en el momento preciso es capaz de cambiar la jugada a su favor.
Sí, ella es la persona más confiable en esos menesteres que el Papa tiene. Ahora mismo, hace entrega de una carta lacrada para ser entregada al Cardenal Stuart. Uno de los pocos hombres a quien Alejandro II confía que tendrá su apoyo en caso de que sus sospechas sobre una organización mucho más grande de sobrenaturales sean ciertas. Tras darle la misiva, despide a Paulette con un gesto de la mano, mirándola hasta que la ve salir de la habitación. Mira algunos documentos sobre la mesa para luego de ello, meditar entre hablarle a Adso o irse para reunirse con Fausto. Ambos son personajes que le servirán en la empresa en la que se embarcó hace unos días con la destrucción de los Parthenopaeus en manos del segundo.
Decide ir primero a donde el piso de los bibliotecarios en la propia Inquisición, llegará más tarde a casa, pero no cree que le moleste eso a Fausto, a finales de cuentas está acostumbrado a llegar y adueñarse del lugar y la misión que le tiene será bien ejecutada, puede estar seguro de ello. Así que camina con paso tranquilo hacia donde las oficinas de Adso de Melk, para tocar con suavidad la puerta esperando le permitan pasar. Con el Condenado continuará su lucha contra los sobrenaturales, pero sobre todo su búsqueda por las respuestas que aún le llenan de intriga e interés. Todas las piezas del rompecabezas van encajando de forma soberbia, con el tiempo no habrá duda de que logrará llegar hasta ese anhelo suyo: tener un poder que se le escapa de las manos.
Alejandro II a duras penas logró colarse a una de las habitaciones más oscuras de la casa, que resultó ser la cava, con la intención de huir de un sino que no le convenía: morir no estaba en sus planes para esa noche y la presencia de sus criados, uno de ellos sangrando tras que el mismo Borgia hirió en el brazo aseguraban en cierta forma su escapatoria. Sin embargo, no todo era un camino de rosas, porque aún faltaba lo más importante: no ser detectado. Esconderse hasta que todos se marcharan y eso garantizara su propia salvación. Se quedó oculto en las barracas de vino, entre la oscuridad se mantuvo con una estaca que fue elaborada de forma burda del palo de una pala roto por el pie del hombre que ahora mismo temía por su propia seguridad.
Ojalá los señuelos dejados atrás fueran suficiente para que la sed de esos vampiros quedara saciada y marcharan del lugar sin preocuparse por el terror dejado a sus espaldas. Se encogió cuando escuchó los pasos y gritos, pero no por el dolor de los caídos si no porque escuchaba que se acercaban a donde él se encontraba. Se cubrió aún más con la capa oscura para que no repararan en su persona en caso de entrar a la cava. Cerró los ojos elevando una oración al cielo para que Dios le auxiliara en esta labor tan peligrosa como llena de tensión.
Eso no le daba la certeza de mantenerse vivo, pero al menos le hacía sentir seguro. Aspiró profundamente intentando no hacer demasiado evidente su presencia. Confiaba que el olor de las barricas ocultara al menos un poco el de su cuerpo. Dos golpes sordos en el techo le hicieron consiente de que los vampiros continuaban con su ola de pánico y muerte. Cerró los ojos esperando durante mucho tiempo, bien agazapado pensando en que cuando saliera de ahí, mandaría una carta al entonces Papa para que se hiciera algo para evitar episodios de esa naturaleza.
Necesitaban una organización fuerte, dura, que impusiera temor y en cierta forma obligara a todos esos hijos de Satán a conducirse como debían: con la prudencia para que ninguno de ellos causara la ola de furor y caos que desataban con su presencia, con sus actos de barbarie que ninguno de ellos parecía dispuesto a dejar de ejecutar. A finales de cuentas, nadie tenía la fuerza de hacerles frente. Alejandro II se prometió a sí mismo que él sería el que les daría el revés, aunque para ello primero tenía que ser Papa.
Fue justo cuando lo que más temía aconteció: guiado por el instinto goloso un vampiro bajaba las escaleras buscando más víctimas. Sus pasos no se ocultaban, todo lo contrario sonaban con fuerza porque sabía que nadie le podía hacer frente y no sólo eso, si no que era el más grande y musculoso de todos. Ego derramado por todos lados, arrogancia destilando por cada poro de su piel y buscó aspirando profundamente. Eso no lo pensó Alejandro II, pero rogó porque el olor del vino fuera mucho más fuerte que el suyo. Lo vio con el rostro manchado de sangre, las ropas oscuras con manchas de un líquido que enloquecía los sentidos del sobrenatural.
Lo vio aspirar profundamente y jadear al tiempo que siseaba, así fue acercándose, deteniéndose a olfatear de nuevo hasta mirar hacia donde él estaba. Alejandro II empuñó la estaca como si fuera su única salvación, pero ni siquiera pudo usarla cuando el vampiro le tomó y tomó la mano que la sostenía para beber sangre de la muñeca. El grito de Borgia se escuchó en toda la bodega, pero era demasiado tarde, su vitae caía gota tras gota en el piso mientras el sobrenatural bebía con avidez. Sólo un ruido detuvo la dolorosa experiencia: alguien también bajaba las escaleras y con voz de mando ordenaba al captor del hombre de Dios a soltarlo.
Lo que sucedió a continuación era algo que aún a Borgia le dejaba incrédulo: una jovencita se enfrentó al hombre que le sacaba el doble en musculatura con una rapidez y eficacia que en pocos golpes estaba él en el suelo decapitado. El resto quedó en la memoria del Sumo Pontífice: la vampiresa (no tenía duda de que lo era tras tomar a uno de los suyos y beber toda su sangre hasta dejarlo vacío) no sólo le ayudó esa noche, si no que también se quedó a su lado hasta ponerlo a salvo en el barco...
Alejandro II le debe la vida y por eso mismo es que confia que la tarea que le da será bien ejecutada. Paulette Tudor tiene esa fortaleza para imponerse a cualquiera que deseara lo contrario a sus intereses, pero no sólo eso: es una estratega y en el momento preciso es capaz de cambiar la jugada a su favor.
Sí, ella es la persona más confiable en esos menesteres que el Papa tiene. Ahora mismo, hace entrega de una carta lacrada para ser entregada al Cardenal Stuart. Uno de los pocos hombres a quien Alejandro II confía que tendrá su apoyo en caso de que sus sospechas sobre una organización mucho más grande de sobrenaturales sean ciertas. Tras darle la misiva, despide a Paulette con un gesto de la mano, mirándola hasta que la ve salir de la habitación. Mira algunos documentos sobre la mesa para luego de ello, meditar entre hablarle a Adso o irse para reunirse con Fausto. Ambos son personajes que le servirán en la empresa en la que se embarcó hace unos días con la destrucción de los Parthenopaeus en manos del segundo.
Decide ir primero a donde el piso de los bibliotecarios en la propia Inquisición, llegará más tarde a casa, pero no cree que le moleste eso a Fausto, a finales de cuentas está acostumbrado a llegar y adueñarse del lugar y la misión que le tiene será bien ejecutada, puede estar seguro de ello. Así que camina con paso tranquilo hacia donde las oficinas de Adso de Melk, para tocar con suavidad la puerta esperando le permitan pasar. Con el Condenado continuará su lucha contra los sobrenaturales, pero sobre todo su búsqueda por las respuestas que aún le llenan de intriga e interés. Todas las piezas del rompecabezas van encajando de forma soberbia, con el tiempo no habrá duda de que logrará llegar hasta ese anhelo suyo: tener un poder que se le escapa de las manos.
Por fin podrá hacer su más grande sueño realidad.
Papa Borgia- Humano Clase Alta/Miembro de la Iglesia
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Re: A las Ordenes del Santo Papa
La luz del día se había esfumado hacía solo un rato y Adso se levantó de su sueño diurno para volver a escrutar los incontables volúmenes que lo esperaban en la sede de la Inquisición. Cada madrugada salía puntualmente de su despacho para refugiarse de la luz solar y cualquier presencia ajena que pudiera constituir una amenaza; y no era que creyera que lo iban a liquidar mientras yacía indefenso en lugar repleto de mortales motivados por su aversión hacia los sobrenaturales, pero se había acostumbrado a mantener oculto su lugar de descanso, como movido por un instinto primario que era incapaz de explicar. Por eso todas las noches se apresuraba a volver al edificio a ocupar su puesto en el quinto piso.
Cuando finalmente se hubo instalado frente a la enorme mesa de trabajo, encendió algunas velas y se sumió en la lectura de uno de esos impíos manuscritos donde tan a menudo solía encontrar referencias a seres malditos así como un sinfín de detalles de entre los cuales debía discernir lo que era verdad y lo que no era más que leyenda. Por fortuna, su propia experiencia le proporcionaba invaluables herramientas para ello. Sus habilidades le permitían leer más rápido que cualquier ser humano y la ausencia de luz no le significaba un verdadero problema, ya no digamos enfrentarse a variantes antiguas de las lenguas o códigos simbólicos caídos en desuso… Adso era un instrumento muy útil y él mismo lo sabía, aunque trataba de no envanecerse por ello. Se mantenía humilde y servicial como era propio de su posición, tal como había aprendido en el monasterio.
No pudo evitar pensar en Alejandro II, el Papa, su máximo superior. No dejaba de enterarse –gracias a su agudísimo oído- de lo que algunos pensaban de Su Santidad, de las ambigüedades que encerraba bajo su aspecto piadoso; pero él no era nadie para cuestionar al hombre del que dependía su destino. Demostrar la mínima señal de deslealtad podría significar la muerte inmediata o la persecución perpetua, por lo que prefería ignorar cualquier habladuría y ceñirse a sus investigaciones. Su lealtad era una: debía su existencia prolongada más de lo natural (aparte de la maldita criatura que lo convirtió) al abad que vio en él a su alma de mortal y le perdonó la vida a cambio de que se consagrara al servicio de la Santa Iglesia en la ardua labor de eliminar a los engendros de Satán en vez de entregarlo a las llamas del infierno o lanzarlo al mundo como la criatura renegada y aborrecible que era. Sus días habían adquirido sentido después de entregarse nuevamente a Dios. Y aunque a veces se preguntaba qué pasaría al final con los Condenados, cuando el Santo Padre (si lograba su objetivo) consiguiera exterminar a los no humanos, a las brujas y todos los servidores del diablo, también anhelaba la muerte, la oportunidad de rendir cuentas ante el Altísimo y saber si los cinco siglos de penitencia no habían sido en vano… pero todavía no era el momento.
Cerró el libro que estaba consultando y se levantó para servirse una copa de vino. Se sentía particularmente cansado, pero todavía tenía que atar los cabos del último rastreo que le había sido encomendado. Genealogías. No era un asunto muy difícil de desenredar, considerando el acceso que tiene el Vaticano a los registros documentales de las grandes familias nobles. El problema esencial venía con la antigüedad a la que se remontaban los primeros datos y era fácil que con el tiempo se extraviaran documentos; por ello debía utilizar toda su meticulosidad para encontrar los sitios exactos donde buscar. Hasta el momento había podido reunir información lo bastante útil que le permitió comenzar a trazar un esquema con los datos.
Escuchó que alguien se aproximaba por el pasillo y supo, por el característico ritmo de las pisadas, que se trataba de su jefe. Bebió todo el vino que le quedaba en la copa de un solo trago y despejó la mesa para extender mejor el enorme pliego sobre el cual había ido dibujando aquella aparente maraña de líneas y nombres, con tal de mostrarle claramente sus avances.
Dio un vistazo mientras esperaba que el visitante llegara hasta su puerta. Sus ojos captaron el apellido, escrito con esa caligrafía impecable pero anticuada; lo repitió en voz baja, como si precisara memorizarlo: Louvier. Todo parecía indicar que esa joven duquesa era la persona a la que buscaba Alejandro II, pero todavía necesitaba conseguir algunos documentos para cerciorarse. También estaba la cuestión de otro miembro de la familia De Mendoza… sí, debía buscar la manera de llenar esos huecos, de completar el árbol y saber las respuestas. De cualquier modo, era su obligación contarle su hipótesis y esperar las indicaciones para proseguir. Tal vez fuera necesario viajar él mismo, pues no siempre confiaba del todo en la habilidad de los espías para saber qué era útil y qué no, finalmente, cada facción se especializaba en ciertas cosas. Por lo pronto, debía aguardar.
Por fin el sonido de la puerta siendo golpeada le anunció que debía prepararse, se aproximó a ella tranquilamente y abrió, no necesitaba que le advirtiera de su presencia hablando, pues él lo había percibido desde hacía algún rato y no le parecía adecuado fingir que lo ignoraba. Tan pronto vio al pontífice, con ese porte de dignidad que lo caracterizaba, lo saludó y se inclinó sólo lo suficiente para besar su anillo, tal como establecen la costumbre y el protocolo. Le pidió que pasara y tomara asiento.
Comenzó a explicarle sin muchos preámbulos los pormenores sobre el antiguo linaje de los De García y cómo éste había dado origen a diversas ramas de las cuales descendían familias de nobles –principalmente españoles- como los De la Vega y los De Mendoza, hasta llegar a la mujer cuyo nombre era Marianne, hija de un francés y Diana de Tabares. Señaló el dibujo del árbol en la zona donde había situado el nombre de la joven y las respectivas ramas de las que ésta venía. – Sin embargo, Santidad, hay huecos en las líneas de sucesión que todavía no me permiten asegurar de manera concluyente que Marianne Louvier sea una auténtica descendiente de los De García, por lo que necesito obtener dichas fuentes-. Al terminar su relación, permaneció a la expectativa. – Espero sus instrucciones-.
Cuando finalmente se hubo instalado frente a la enorme mesa de trabajo, encendió algunas velas y se sumió en la lectura de uno de esos impíos manuscritos donde tan a menudo solía encontrar referencias a seres malditos así como un sinfín de detalles de entre los cuales debía discernir lo que era verdad y lo que no era más que leyenda. Por fortuna, su propia experiencia le proporcionaba invaluables herramientas para ello. Sus habilidades le permitían leer más rápido que cualquier ser humano y la ausencia de luz no le significaba un verdadero problema, ya no digamos enfrentarse a variantes antiguas de las lenguas o códigos simbólicos caídos en desuso… Adso era un instrumento muy útil y él mismo lo sabía, aunque trataba de no envanecerse por ello. Se mantenía humilde y servicial como era propio de su posición, tal como había aprendido en el monasterio.
No pudo evitar pensar en Alejandro II, el Papa, su máximo superior. No dejaba de enterarse –gracias a su agudísimo oído- de lo que algunos pensaban de Su Santidad, de las ambigüedades que encerraba bajo su aspecto piadoso; pero él no era nadie para cuestionar al hombre del que dependía su destino. Demostrar la mínima señal de deslealtad podría significar la muerte inmediata o la persecución perpetua, por lo que prefería ignorar cualquier habladuría y ceñirse a sus investigaciones. Su lealtad era una: debía su existencia prolongada más de lo natural (aparte de la maldita criatura que lo convirtió) al abad que vio en él a su alma de mortal y le perdonó la vida a cambio de que se consagrara al servicio de la Santa Iglesia en la ardua labor de eliminar a los engendros de Satán en vez de entregarlo a las llamas del infierno o lanzarlo al mundo como la criatura renegada y aborrecible que era. Sus días habían adquirido sentido después de entregarse nuevamente a Dios. Y aunque a veces se preguntaba qué pasaría al final con los Condenados, cuando el Santo Padre (si lograba su objetivo) consiguiera exterminar a los no humanos, a las brujas y todos los servidores del diablo, también anhelaba la muerte, la oportunidad de rendir cuentas ante el Altísimo y saber si los cinco siglos de penitencia no habían sido en vano… pero todavía no era el momento.
Cerró el libro que estaba consultando y se levantó para servirse una copa de vino. Se sentía particularmente cansado, pero todavía tenía que atar los cabos del último rastreo que le había sido encomendado. Genealogías. No era un asunto muy difícil de desenredar, considerando el acceso que tiene el Vaticano a los registros documentales de las grandes familias nobles. El problema esencial venía con la antigüedad a la que se remontaban los primeros datos y era fácil que con el tiempo se extraviaran documentos; por ello debía utilizar toda su meticulosidad para encontrar los sitios exactos donde buscar. Hasta el momento había podido reunir información lo bastante útil que le permitió comenzar a trazar un esquema con los datos.
- Spoiler:
- Retrospectiva
Escuchó que alguien se aproximaba por el pasillo y supo, por el característico ritmo de las pisadas, que se trataba de su jefe. Bebió todo el vino que le quedaba en la copa de un solo trago y despejó la mesa para extender mejor el enorme pliego sobre el cual había ido dibujando aquella aparente maraña de líneas y nombres, con tal de mostrarle claramente sus avances.
Dio un vistazo mientras esperaba que el visitante llegara hasta su puerta. Sus ojos captaron el apellido, escrito con esa caligrafía impecable pero anticuada; lo repitió en voz baja, como si precisara memorizarlo: Louvier. Todo parecía indicar que esa joven duquesa era la persona a la que buscaba Alejandro II, pero todavía necesitaba conseguir algunos documentos para cerciorarse. También estaba la cuestión de otro miembro de la familia De Mendoza… sí, debía buscar la manera de llenar esos huecos, de completar el árbol y saber las respuestas. De cualquier modo, era su obligación contarle su hipótesis y esperar las indicaciones para proseguir. Tal vez fuera necesario viajar él mismo, pues no siempre confiaba del todo en la habilidad de los espías para saber qué era útil y qué no, finalmente, cada facción se especializaba en ciertas cosas. Por lo pronto, debía aguardar.
Por fin el sonido de la puerta siendo golpeada le anunció que debía prepararse, se aproximó a ella tranquilamente y abrió, no necesitaba que le advirtiera de su presencia hablando, pues él lo había percibido desde hacía algún rato y no le parecía adecuado fingir que lo ignoraba. Tan pronto vio al pontífice, con ese porte de dignidad que lo caracterizaba, lo saludó y se inclinó sólo lo suficiente para besar su anillo, tal como establecen la costumbre y el protocolo. Le pidió que pasara y tomara asiento.
Comenzó a explicarle sin muchos preámbulos los pormenores sobre el antiguo linaje de los De García y cómo éste había dado origen a diversas ramas de las cuales descendían familias de nobles –principalmente españoles- como los De la Vega y los De Mendoza, hasta llegar a la mujer cuyo nombre era Marianne, hija de un francés y Diana de Tabares. Señaló el dibujo del árbol en la zona donde había situado el nombre de la joven y las respectivas ramas de las que ésta venía. – Sin embargo, Santidad, hay huecos en las líneas de sucesión que todavía no me permiten asegurar de manera concluyente que Marianne Louvier sea una auténtica descendiente de los De García, por lo que necesito obtener dichas fuentes-. Al terminar su relación, permaneció a la expectativa. – Espero sus instrucciones-.
Adso de Melk- Condenado/Vampiro/Clase Alta
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Re: A las Ordenes del Santo Papa
Los hombres siempre se han guiado por estándares colocados por la sociedad, es ésta quien define al varón que merece ser llamado "señor" y el que sólo es un simple "mendigo". En el trabajo es algo parecido, "amo" y "esclavo". En la Inquisición todo se conduce por un estándar idéntico, pero rígido y muy criticado al paso del tiempo: "Humanos e hijos de Dios" e "Inhumanos e hijos de Satán". ¿Quién es realmente un ser puro y uno manchado? ¿Es más grande el ser un humano común y corriente que un sobrenatural? ¿Es cierto que el nacer puro y no ser contaminado a lo largo de la vida garantiza entrar en el cielo? ¿Entonces por qué siempre estos seres sobrenaturales fascinan a los meros humanos?
Es una disyuntiva que jamás se solucionará con satisfactorios resultados, así pues el Papa ahora mira a su interlocutor con interés. Él tiene la vida eterna y sin embargo, hélo ahí, sirviendo al Sumo Pontífice como el más humilde de sus siervos, como uno más de los inquisidores que no tuviera mayor renombre que el darle una palmada en el brazo y decirle "bien hecho". En ocasiones como ésta, Alejandro II se pregunta si hizo bien en traerlos a la organización. Pues si bien es cierto que son de suma ayuda, también lo es que muchos de ellos son tratados de forma cortante, irascible e impertinente por sus congéneres. ¿Qué asegura que uno de ellos no se salga de control un día y lo tiña todo de rojo?
Mucho es el riesgo que se corre teniéndolos ahí, aunque su número es limitado no lo son la mayor parte de sus habilidades que jamás se inhibieron con la intención de exprimirlos hasta lo imposible. Como el vampiro que tiene frente a él: Adso de Melk, toda una celebridad entre los bibliotecarios. Si hay algo difícil de rastrear él lo puede resolver y si alguien dice que es imposible de encontrar, Adso es simple: un tiempo mayor lo soluciona todo. Por eso es que la disyuntiva entre Thorna y él se disolvió de inmediato al conocer lo bueno que era en encontrar detalles en la historia de los sobrenaturales. Por eso lo necesitaba, porque buscaba a la Hechicera de la Estirpe.
Aún algo se le escapa, por eso es que en cuanto le es abierta la puerta y el vampiro le saluda como el protocolo establece, toma asiento. Sus oídos se agudizan mientras su mente piensa a toda velocidad, sabe que las protecciones de la biblioteca impiden que nadie pueda revisar sus pensamientos como medida de seguridad que los brujos establecieron allí. Sí, la Inquisición y todo, pero cuando estás en el 5to. piso, ninguna protección es suficiente para que el conocimiento quede resguardado entre los libros que ningún inquisidor saca sin la autorización de la Líder de Facción: Thorna.
De García... así que todo ahora se basa en dos datos tan pequeños como invaluables: De la Vega, De Mendoza... ¿Qué el marido de la espía Lorena no era un De Mendoza? Curioso, pero Alejandro II era de los que pensaba que había que tener a los amigos cerca, pero a los enemigos más cerca aún. Marianne... observa el dibujo del árbol y las ramas de forma interesada. ¿Y si ella es la Hechicera de la Estirpe? Dicen que tiene una marca en la piel, habría que traerla, desnudarla y revisarla. Como fuera ella, entonces el Papa tendría un gran as bajo la manga. Un momento ¿Marianne Louvier? Esa era justamente la diseñadora de la ropa de su hija ¿No es así?
¡Qué chico es el mundo, todo un pañuelo! Con mayor razón mandará apresar a Marianne con algún inquisidor. Sus ojos se iluminaron y asiente con satisfacción y una sonrisa de triunfo. Por fin, lo ve más cerca que nunca, la victoria, su sueño más anhelado es acariciado con manos llenas de temblores y anhelos. Se lame los labios contento, todo marcha sobre ruedas este día: Lorenzo va tras Juliet, Paulette a con el Cardenal, esta noticia. Más que nada, el hecho de saber que puede encontrar a Marianne Louvier con gran rapidez lo llena de ímpetus.
- Sigue investigando sobre De la Vega y De Mendoza, pero sobre todo dime ¿Qué es lo que más debe preocuparme de estos resultados? ¿Qué tan confiables son? - no desconfiaba de sus palabras, pero antes de enviar a un Inquisidor tras Marianne Louvier, primero quería asegurarse de que valía la pena el riesgo.
Es una disyuntiva que jamás se solucionará con satisfactorios resultados, así pues el Papa ahora mira a su interlocutor con interés. Él tiene la vida eterna y sin embargo, hélo ahí, sirviendo al Sumo Pontífice como el más humilde de sus siervos, como uno más de los inquisidores que no tuviera mayor renombre que el darle una palmada en el brazo y decirle "bien hecho". En ocasiones como ésta, Alejandro II se pregunta si hizo bien en traerlos a la organización. Pues si bien es cierto que son de suma ayuda, también lo es que muchos de ellos son tratados de forma cortante, irascible e impertinente por sus congéneres. ¿Qué asegura que uno de ellos no se salga de control un día y lo tiña todo de rojo?
Mucho es el riesgo que se corre teniéndolos ahí, aunque su número es limitado no lo son la mayor parte de sus habilidades que jamás se inhibieron con la intención de exprimirlos hasta lo imposible. Como el vampiro que tiene frente a él: Adso de Melk, toda una celebridad entre los bibliotecarios. Si hay algo difícil de rastrear él lo puede resolver y si alguien dice que es imposible de encontrar, Adso es simple: un tiempo mayor lo soluciona todo. Por eso es que la disyuntiva entre Thorna y él se disolvió de inmediato al conocer lo bueno que era en encontrar detalles en la historia de los sobrenaturales. Por eso lo necesitaba, porque buscaba a la Hechicera de la Estirpe.
Aún algo se le escapa, por eso es que en cuanto le es abierta la puerta y el vampiro le saluda como el protocolo establece, toma asiento. Sus oídos se agudizan mientras su mente piensa a toda velocidad, sabe que las protecciones de la biblioteca impiden que nadie pueda revisar sus pensamientos como medida de seguridad que los brujos establecieron allí. Sí, la Inquisición y todo, pero cuando estás en el 5to. piso, ninguna protección es suficiente para que el conocimiento quede resguardado entre los libros que ningún inquisidor saca sin la autorización de la Líder de Facción: Thorna.
De García... así que todo ahora se basa en dos datos tan pequeños como invaluables: De la Vega, De Mendoza... ¿Qué el marido de la espía Lorena no era un De Mendoza? Curioso, pero Alejandro II era de los que pensaba que había que tener a los amigos cerca, pero a los enemigos más cerca aún. Marianne... observa el dibujo del árbol y las ramas de forma interesada. ¿Y si ella es la Hechicera de la Estirpe? Dicen que tiene una marca en la piel, habría que traerla, desnudarla y revisarla. Como fuera ella, entonces el Papa tendría un gran as bajo la manga. Un momento ¿Marianne Louvier? Esa era justamente la diseñadora de la ropa de su hija ¿No es así?
¡Qué chico es el mundo, todo un pañuelo! Con mayor razón mandará apresar a Marianne con algún inquisidor. Sus ojos se iluminaron y asiente con satisfacción y una sonrisa de triunfo. Por fin, lo ve más cerca que nunca, la victoria, su sueño más anhelado es acariciado con manos llenas de temblores y anhelos. Se lame los labios contento, todo marcha sobre ruedas este día: Lorenzo va tras Juliet, Paulette a con el Cardenal, esta noticia. Más que nada, el hecho de saber que puede encontrar a Marianne Louvier con gran rapidez lo llena de ímpetus.
- Sigue investigando sobre De la Vega y De Mendoza, pero sobre todo dime ¿Qué es lo que más debe preocuparme de estos resultados? ¿Qué tan confiables son? - no desconfiaba de sus palabras, pero antes de enviar a un Inquisidor tras Marianne Louvier, primero quería asegurarse de que valía la pena el riesgo.
Papa Borgia- Humano Clase Alta/Miembro de la Iglesia
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Re: A las Ordenes del Santo Papa
¿Reside la bondad en pretender alcanzar lo que es bueno? Y si es así, ¿quién decide lo que es bueno? ¿Está en verdad facultado un solo hombre para tomar esas decisiones? ¿Está facultado un hombre como Alejandro Borgia para hacerlo?
Quizá si la sensatez de Adso fuera mayor a su fe, se preguntaría todas esas cosas; pero él fue educado para acatar sumisamente los dogmas impuestos por la Santa Iglesia, para creer que esa es la voluntad divina; y por más contradicciones que su corazón atormentado pudiera albergar, no se permitía cuestionar los motivos de sus superiores…después de todo, ellos eran la representación de la auténtica divinidad.
Pero inteligencia y sensatez no son una misma cosa y sería incorrecto suponer que la falta de una trajera como consecuencia la carencia de la otra… tal como en el caso del inquisidor marcado con el estigma de la inmortalidad: Adso de Melk. Su capacidad para investigar, aprender, memorizar y esquematizar es tan grande como lo son su fe y su lealtad; quizá debido a eso había sido seleccionado para aquella tarea, pues él no discutiría que el objeto de persecución fuera una inocente si el fin último de la misión contribuía al triunfo de un bien mayor… o al menos lo que él sinceramente creía que era ese bien mayor. ¿Y acaso no había dicho alguien ya que el fin justifica los medios?
***
El rostro satisfecho y casi radiante de Borgia le reveló al bibliotecario que de algún modo había dado en el clavo con su trabajo. La pregunta del Papa no lo ofendió, pues comprendía que se trataba de un asunto tan delicado que el más pequeño error podría significar una espantosa pérdida de tiempo e incluso algo peor.
No quería pensar en el destino que le esperaba a esa joven, pero si era ella a quien Alejandro realmente quería, los progresos en tal asunto sin duda serían más grandes de los logrados hasta el momento; por ello necesitaba aclararle que no debía temer sobre la exactitud de los resultados que le ofrecía y si había declarado su “duda” era para poder hurgar hasta en el detalle más insignificante de la genealogía con el único fin de eliminar cualquier atisbo de imprecisión, sin embargo él sabía que la duquesa Louvier llevaba la sangre de aquella familia por línea materna y solamente algún turbio secreto como una discretísima adopción podría derrumbar su investigación, pero documentos de esa clase son fáciles de encontrar y ante la ausencia de alguna situación de ese tipo, decidió responder sin titubeo alguno. Miró fijamente a su superior, como si tratara de adivinar la vorágine de pensamientos que sin duda poblaban la cabeza del pontífice en ese momento y luego habló pausadamente, poniendo especial cuidado en las palabras que elegía.-Si le he expresado mi duda, Santidad, solamente lo hice para no dejar nada en manos del azar, pero a estas alturas no temo equivocarme y puedo decirle que si la presencia de la duquesa ya le es imprescindible puede enviar a por ella- hizo una pausa para aclararse la garganta - …y respecto a De Mendoza y De la Vega, espero no tardar demasiado en esclarecer lo que en realidad sucede-.
Pensó en lo que tendría que hacer para concluir con prontitud aquellos deberes, ya que con esos dos personajes había algo extraño y le parecía detectar la presencia de sangre sobrenatural detrás de todo el asunto debido a que las dificultades en el rastreo habían sido mayores por ese lado. Sin embargo, si lograba descubrir el misterio, podría darse por satisfecho. Y sabía que lo haría, pues nadie más entre todos sus compañeros de la segunda facción tenía esa capacidad para ver más claro el intrincado ramaje de un árbol cuyas raíces parecían hundirse en los confines del tiempo y sus ramas se extendían hacia el futuro de una manera aborrecible… nade mejor que él para comprender esa inútil aspiración a la eternidad de los sobrenaturales. Por todo eso, necesitaba colaborar para la destrucción de ese árbol, porque se sabía parte de esa mancha en la historia del mundo y no lo soportaba.
Todavía le restaba trabajo por hacer pero esperaba tener todo listo para su próxima entrevista con Borgia.
Quizá si la sensatez de Adso fuera mayor a su fe, se preguntaría todas esas cosas; pero él fue educado para acatar sumisamente los dogmas impuestos por la Santa Iglesia, para creer que esa es la voluntad divina; y por más contradicciones que su corazón atormentado pudiera albergar, no se permitía cuestionar los motivos de sus superiores…después de todo, ellos eran la representación de la auténtica divinidad.
Pero inteligencia y sensatez no son una misma cosa y sería incorrecto suponer que la falta de una trajera como consecuencia la carencia de la otra… tal como en el caso del inquisidor marcado con el estigma de la inmortalidad: Adso de Melk. Su capacidad para investigar, aprender, memorizar y esquematizar es tan grande como lo son su fe y su lealtad; quizá debido a eso había sido seleccionado para aquella tarea, pues él no discutiría que el objeto de persecución fuera una inocente si el fin último de la misión contribuía al triunfo de un bien mayor… o al menos lo que él sinceramente creía que era ese bien mayor. ¿Y acaso no había dicho alguien ya que el fin justifica los medios?
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El rostro satisfecho y casi radiante de Borgia le reveló al bibliotecario que de algún modo había dado en el clavo con su trabajo. La pregunta del Papa no lo ofendió, pues comprendía que se trataba de un asunto tan delicado que el más pequeño error podría significar una espantosa pérdida de tiempo e incluso algo peor.
No quería pensar en el destino que le esperaba a esa joven, pero si era ella a quien Alejandro realmente quería, los progresos en tal asunto sin duda serían más grandes de los logrados hasta el momento; por ello necesitaba aclararle que no debía temer sobre la exactitud de los resultados que le ofrecía y si había declarado su “duda” era para poder hurgar hasta en el detalle más insignificante de la genealogía con el único fin de eliminar cualquier atisbo de imprecisión, sin embargo él sabía que la duquesa Louvier llevaba la sangre de aquella familia por línea materna y solamente algún turbio secreto como una discretísima adopción podría derrumbar su investigación, pero documentos de esa clase son fáciles de encontrar y ante la ausencia de alguna situación de ese tipo, decidió responder sin titubeo alguno. Miró fijamente a su superior, como si tratara de adivinar la vorágine de pensamientos que sin duda poblaban la cabeza del pontífice en ese momento y luego habló pausadamente, poniendo especial cuidado en las palabras que elegía.-Si le he expresado mi duda, Santidad, solamente lo hice para no dejar nada en manos del azar, pero a estas alturas no temo equivocarme y puedo decirle que si la presencia de la duquesa ya le es imprescindible puede enviar a por ella- hizo una pausa para aclararse la garganta - …y respecto a De Mendoza y De la Vega, espero no tardar demasiado en esclarecer lo que en realidad sucede-.
Pensó en lo que tendría que hacer para concluir con prontitud aquellos deberes, ya que con esos dos personajes había algo extraño y le parecía detectar la presencia de sangre sobrenatural detrás de todo el asunto debido a que las dificultades en el rastreo habían sido mayores por ese lado. Sin embargo, si lograba descubrir el misterio, podría darse por satisfecho. Y sabía que lo haría, pues nadie más entre todos sus compañeros de la segunda facción tenía esa capacidad para ver más claro el intrincado ramaje de un árbol cuyas raíces parecían hundirse en los confines del tiempo y sus ramas se extendían hacia el futuro de una manera aborrecible… nade mejor que él para comprender esa inútil aspiración a la eternidad de los sobrenaturales. Por todo eso, necesitaba colaborar para la destrucción de ese árbol, porque se sabía parte de esa mancha en la historia del mundo y no lo soportaba.
Todavía le restaba trabajo por hacer pero esperaba tener todo listo para su próxima entrevista con Borgia.
Adso de Melk- Condenado/Vampiro/Clase Alta
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Re: A las Ordenes del Santo Papa
El Papa coloca los codos en la mesa entrelazando sus manos para formar un arco donde apoya la barba en silencio, pensativo. Si estos reportes son ciertos su añoranza de alcanzar a la Hechicera de la Estirpe es cada vez más cercana. Marianne Louvier resulta ser la pieza clave de todo, tan cerca y tan lejos, ¿Quién lo diría? Cierto es que la han investigado muchas veces por sus contactos con sobrenaturales por la casa de modas que tiene y su gusto por diseñarles atuendos con los cuales vestirlos. Sin embargo, nunca hubiera sospechado de ella, de su alegría que raya en lo ridículo y sus aires de madurez que a nadie engañan. Su forma de tratar a las personas con tanta educación y sus ideas estúpidas sobre la igualdad de las castas la hacen un objetivo digno de apresar por cualquier Inquisidor.
¿Qué hacer? ¿Cómo traerla a su presencia? De pronto, mejor pensada la idea de que un Inquisidor la aprese ya no resulta tan atractiva. Podrían tener problemas y más porque es una Duquesa. No es cualquier hija de vecina que pueda desaparecerse sin que nadie diga nada o llegue a instancias más altas. Ésta es una de esas ocasiones en que su intelecto trabaja a toda velocidad. Oficialmente podría tener metido en el Vaticano al mismísimo Rey de España lo cual no le conviene porque su relación con él es bastante cordial, al contrario los diezmos siempre llegan puntuales y el hombre, aunque firme en sus convicciones, no sospecha para nada de él, por lo que es en cierto punto manejable. No, tiene que ser más precavido y discreto en esta operación y sólo hay alguien en quien puede confiar y justo estará ahora mismo en su casa.
Fausto.
Ese cazador a quien conoció hace tiempo, es demasiado competente en sus labores, no por nada destruyó a los dos Parthenopaeus: Urian y Aranel. Aunque es una pena, porque él los quería vivos, al menos al primero para extirparle información. Cierto es que hubiera sido peligroso tenerlo consciente, pero... Ah, parte fundamental de la búsqueda de la Hechicera se perdió con él. Ahora el Libro de los Atlantes está demasiado lejos. Hace una mueca de contrariedad esperando que la información de Adso tenga mejores vertientes. Vuelve a revisarla con la mirada asintiendo con el carboncillo que usa normalmente marcando con una flecha las ramas que le llaman la atención.
- De acuerdo, Adso - le mira a los ojos con una expresión seria, pero sin denotar ninguno de sus pensamientos - confío en tus palabras, me gustaría saber más de los De Mendoza y el otro sujeto cuéntame de ellos, pero sobre todo dime cómo es que estás seguro que es ella. Dame detalles - solicita poniéndose en pie, sirviéndose una copa de vino Lombardi. Adso es un vampiro, así que no se preocupa de darle una, seguro ya se alimentó y si no, cuando salga de su despacho por seguro que hará lo que deba. No desperdiciará una gota de su carísimo vino en él. No es que tenga que pagarlo, puesto que Lombardi le entrega cargamentos gratis a cambio de algunas concesiones (no muchas, pero el darle carta libre tiene su precio), pero es su vino.
Al regresar a tomar asiento tras el escritorio, sus ojos se quedan fijos en una de las ramas... la joven María de Cuclilla... algo oyó de esa mujer en algún lado. Hace una anotación en sus hojas para que, una vez Adso salga de su despacho, hacer la investigación propicia con Thorna. Hay pequeños detalles que quiere esclarecer por completo para ir contra el De Mendoza y el otro. De momento tiene suficiente con saber que Marianne puede ser la clave de todo, también precariamente resuelto que Fausto haga lo que ningún Inquisidor debe: traerle a la joven a su presencia aunque conociendo al cazador, los métodos no serán lo más ordinario posible, quizá antes de que llegue a Italia la joven pierda algo de la cordura con la forma tan brutal que tiene su enviado de conseguir sus fines. Enervando cada fibra de la mente hasta crear un miedo y aberración total hacia su persona. Eso podría servirle para el interrogatorio. Se lame los labios antes de dar un trago a la copa, uno pequeño mientras medita en que si no mal recuerda la Duquesa no tiene más de 20 años. Sigue sin casarse y por la educación española, seguro es virgen. Esas carnes deben ser tiernas. Se tomará su tiempo para sacarle la verdad y de paso, quitarle la virtud. Prerrogativas de ser el Santo Padre.
¿Qué hacer? ¿Cómo traerla a su presencia? De pronto, mejor pensada la idea de que un Inquisidor la aprese ya no resulta tan atractiva. Podrían tener problemas y más porque es una Duquesa. No es cualquier hija de vecina que pueda desaparecerse sin que nadie diga nada o llegue a instancias más altas. Ésta es una de esas ocasiones en que su intelecto trabaja a toda velocidad. Oficialmente podría tener metido en el Vaticano al mismísimo Rey de España lo cual no le conviene porque su relación con él es bastante cordial, al contrario los diezmos siempre llegan puntuales y el hombre, aunque firme en sus convicciones, no sospecha para nada de él, por lo que es en cierto punto manejable. No, tiene que ser más precavido y discreto en esta operación y sólo hay alguien en quien puede confiar y justo estará ahora mismo en su casa.
Fausto.
Ese cazador a quien conoció hace tiempo, es demasiado competente en sus labores, no por nada destruyó a los dos Parthenopaeus: Urian y Aranel. Aunque es una pena, porque él los quería vivos, al menos al primero para extirparle información. Cierto es que hubiera sido peligroso tenerlo consciente, pero... Ah, parte fundamental de la búsqueda de la Hechicera se perdió con él. Ahora el Libro de los Atlantes está demasiado lejos. Hace una mueca de contrariedad esperando que la información de Adso tenga mejores vertientes. Vuelve a revisarla con la mirada asintiendo con el carboncillo que usa normalmente marcando con una flecha las ramas que le llaman la atención.
- De acuerdo, Adso - le mira a los ojos con una expresión seria, pero sin denotar ninguno de sus pensamientos - confío en tus palabras, me gustaría saber más de los De Mendoza y el otro sujeto cuéntame de ellos, pero sobre todo dime cómo es que estás seguro que es ella. Dame detalles - solicita poniéndose en pie, sirviéndose una copa de vino Lombardi. Adso es un vampiro, así que no se preocupa de darle una, seguro ya se alimentó y si no, cuando salga de su despacho por seguro que hará lo que deba. No desperdiciará una gota de su carísimo vino en él. No es que tenga que pagarlo, puesto que Lombardi le entrega cargamentos gratis a cambio de algunas concesiones (no muchas, pero el darle carta libre tiene su precio), pero es su vino.
Al regresar a tomar asiento tras el escritorio, sus ojos se quedan fijos en una de las ramas... la joven María de Cuclilla... algo oyó de esa mujer en algún lado. Hace una anotación en sus hojas para que, una vez Adso salga de su despacho, hacer la investigación propicia con Thorna. Hay pequeños detalles que quiere esclarecer por completo para ir contra el De Mendoza y el otro. De momento tiene suficiente con saber que Marianne puede ser la clave de todo, también precariamente resuelto que Fausto haga lo que ningún Inquisidor debe: traerle a la joven a su presencia aunque conociendo al cazador, los métodos no serán lo más ordinario posible, quizá antes de que llegue a Italia la joven pierda algo de la cordura con la forma tan brutal que tiene su enviado de conseguir sus fines. Enervando cada fibra de la mente hasta crear un miedo y aberración total hacia su persona. Eso podría servirle para el interrogatorio. Se lame los labios antes de dar un trago a la copa, uno pequeño mientras medita en que si no mal recuerda la Duquesa no tiene más de 20 años. Sigue sin casarse y por la educación española, seguro es virgen. Esas carnes deben ser tiernas. Se tomará su tiempo para sacarle la verdad y de paso, quitarle la virtud. Prerrogativas de ser el Santo Padre.
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Re: A las Ordenes del Santo Papa
Contrario a su costumbre, Adso dejó que sus labios dibujaran un débil intento de sonrisa. Asintió con la cabeza ante la petición de Alejandro, mientras organizaba en su mente lo que tenía que decir a continuación. –Claro, Santidad, le daré los detalles- dijo. “Después de todo, el diablo está en los detalles”, acotó interiormente, seguro de que esa frasecilla nunca había sido tan certera. – Trataré de ser lo más conciso que pueda, pues es un asunto largo y quizá demasiado intrincado-.
No era necesario profundizar en explicaciones sobre cómo había obtenido la información ni las dificultades a las que se había enfrentado en el proceso; lo importante residía en que Borgia confiara en la verdadera utilidad de los resultados. Por esa razón, el vampiro se mostró mucho más desenvuelto, aunque siempre cuidándose de no parecer arrogante.
-Una de las conclusiones más importantes a las que he llegado durante mi exploración – dijo señalando el dibujo del árbol -, es el parentesco existente entre la duquesa Louvier, De Mendoza y De la Vega-. Se detuvo, sin razón aparente; pero en realidad pensaba en una forma de explicar aquellos detalles vitales sin que su discurso pareciera descabellado. Se pasó la mano por la frente, como si con aquel gesto sus pensamientos hubieran cobrado la lucidez que precisaba, y prosiguió. –Aquí, ¿lo ve? María de Cuclilla es el punto que los tres tienen en común. De la Vega y ella estaban emparentados directamente, y la importancia de Domingo, desde mi perspectiva, reside en que con él se trunca esa rama de la familia. Oficialmente, murió sin descendencia; no obstante, en documentos mucho más recientes pude localizar el mismo nombre y la misma firma del supuesto difunto, por lo que creo que se trata del mismo individuo pero transformado por sangre sobrenatural. Usted mismo puede comprobarlo mirando los documentos-.Volvió a detenerse para darle tiempo a Alejandro de asimilar lo que le había dicho, de que fuera armando el rompecabezas mentalmente.
El bibliotecario se revolvió un poco incómodo, como si deseara salir de allí cuanto antes, aunque todavía no terminaba su exposición. En ese rato había comenzado a sentir los labios resecos (a pesar del vino que se había permitido beber un poco antes), percibía con claridad los latidos de Borgia, el olor inconfundible de su sangre… Él era incapaz de dejarse llevar por el hambre de una manera tan burda: le había costado siglos de lucha interior tratando de imitar al asceta que había sido una vez, cuando soportaba los ayunos purificadores en el monasterio; sin embargo, y a pesar de sus esfuerzos, nunca había logrado soportar demasiado tiempo sin alimentarse, la bestia siempre terminaba ganando esa batalla, ¿pero por qué lo traicionaba en ese momento? Una gota de sudor frío corrió por su sien. Cerró los ojos, con gesto cansado. La pausa quizá se estaba prolongando demasiado. Lo mejor era volver a concentrarse en el trabajo, en lugar de siquiera considerar esas ideas sacrílegas. Carraspeó casi imperceptiblemente.
-Por otra parte, está De Mendoza, medio hermano de Marianne Louvier; el cual está desaparecido hasta estos momentos. No hay reportes de su muerte y es precisamente la ausencia de información lo que puede conducirnos a pensar en la influencia sobrenatural. Lo que debe quedar claro es que si me he aventurado en esta línea de investigación es debido a la antigüedad de la familia y que en tiempos antiguos no se molestaron en negar u ocultar sus supuestos vínculos con seres legendarios y poderosos, de orígenes desconocidos que se sumen en leyendas oscuras. Y usted entiende, por supuesto, que dados todos mis conocimientos respecto a esta clase de mitos, no me puedo dar el lujo de ignorar ese tipo de referencias, por más que a los ojos de un profano sean sólo tomaduras de pelo. Claro que, con el paso de los años, esos orígenes fueron perdiendo relevancia para los mismos miembros de dichas familias. Hasta el momento, eso es todo, Santidad-.
Suspiró aliviado. Esa sensación de eficiencia que le quedó tras el informe ayudó a calmar un poco sus nervios, devolviéndole la serena frialdad de la que siempre hacía gala. Todavía deseaba salir apresuradamente de ahí en busca de una presa, pero eso no dependía de su voluntad, sino de los designios de su superior.
No era necesario profundizar en explicaciones sobre cómo había obtenido la información ni las dificultades a las que se había enfrentado en el proceso; lo importante residía en que Borgia confiara en la verdadera utilidad de los resultados. Por esa razón, el vampiro se mostró mucho más desenvuelto, aunque siempre cuidándose de no parecer arrogante.
-Una de las conclusiones más importantes a las que he llegado durante mi exploración – dijo señalando el dibujo del árbol -, es el parentesco existente entre la duquesa Louvier, De Mendoza y De la Vega-. Se detuvo, sin razón aparente; pero en realidad pensaba en una forma de explicar aquellos detalles vitales sin que su discurso pareciera descabellado. Se pasó la mano por la frente, como si con aquel gesto sus pensamientos hubieran cobrado la lucidez que precisaba, y prosiguió. –Aquí, ¿lo ve? María de Cuclilla es el punto que los tres tienen en común. De la Vega y ella estaban emparentados directamente, y la importancia de Domingo, desde mi perspectiva, reside en que con él se trunca esa rama de la familia. Oficialmente, murió sin descendencia; no obstante, en documentos mucho más recientes pude localizar el mismo nombre y la misma firma del supuesto difunto, por lo que creo que se trata del mismo individuo pero transformado por sangre sobrenatural. Usted mismo puede comprobarlo mirando los documentos-.Volvió a detenerse para darle tiempo a Alejandro de asimilar lo que le había dicho, de que fuera armando el rompecabezas mentalmente.
El bibliotecario se revolvió un poco incómodo, como si deseara salir de allí cuanto antes, aunque todavía no terminaba su exposición. En ese rato había comenzado a sentir los labios resecos (a pesar del vino que se había permitido beber un poco antes), percibía con claridad los latidos de Borgia, el olor inconfundible de su sangre… Él era incapaz de dejarse llevar por el hambre de una manera tan burda: le había costado siglos de lucha interior tratando de imitar al asceta que había sido una vez, cuando soportaba los ayunos purificadores en el monasterio; sin embargo, y a pesar de sus esfuerzos, nunca había logrado soportar demasiado tiempo sin alimentarse, la bestia siempre terminaba ganando esa batalla, ¿pero por qué lo traicionaba en ese momento? Una gota de sudor frío corrió por su sien. Cerró los ojos, con gesto cansado. La pausa quizá se estaba prolongando demasiado. Lo mejor era volver a concentrarse en el trabajo, en lugar de siquiera considerar esas ideas sacrílegas. Carraspeó casi imperceptiblemente.
-Por otra parte, está De Mendoza, medio hermano de Marianne Louvier; el cual está desaparecido hasta estos momentos. No hay reportes de su muerte y es precisamente la ausencia de información lo que puede conducirnos a pensar en la influencia sobrenatural. Lo que debe quedar claro es que si me he aventurado en esta línea de investigación es debido a la antigüedad de la familia y que en tiempos antiguos no se molestaron en negar u ocultar sus supuestos vínculos con seres legendarios y poderosos, de orígenes desconocidos que se sumen en leyendas oscuras. Y usted entiende, por supuesto, que dados todos mis conocimientos respecto a esta clase de mitos, no me puedo dar el lujo de ignorar ese tipo de referencias, por más que a los ojos de un profano sean sólo tomaduras de pelo. Claro que, con el paso de los años, esos orígenes fueron perdiendo relevancia para los mismos miembros de dichas familias. Hasta el momento, eso es todo, Santidad-.
Suspiró aliviado. Esa sensación de eficiencia que le quedó tras el informe ayudó a calmar un poco sus nervios, devolviéndole la serena frialdad de la que siempre hacía gala. Todavía deseaba salir apresuradamente de ahí en busca de una presa, pero eso no dependía de su voluntad, sino de los designios de su superior.
Adso de Melk- Condenado/Vampiro/Clase Alta
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