Deseos, confesiones y algo mas... (+18 Reika)

Otra de las cosas que habían llevado a Laisha a seguir los pasos de su hermana, además de intentar no ser una carga al menos económica, moralmente ya estaba resignada a que Reika siempre velaría por su bienestar a toda costa , sabia que para ella las cuestiones morales eran un tema con el que estaba peleada a muerte pero tratándose de Laisha su moral era intachable, esta estaba convencida de que su hermana mayor era capaz hasta de matar o dar su vida por cuidar de ella o defenderla de cualquier cosa y de quien fuera necesario si atentaban de alguna manera contra ella, era que como aún no lograba olvidar del todo lo que le habían hecho aquel viejo miserable a pesar de estar bien consciente de que lo único que habían hecho era darle su merecido, no soportaba pasar mucho tiempo metida en casa, en ese techo que era lo único bueno que les había dejado, un techo donde vivir.

Le había costado mucho conseguir que Reika aceptara su decisión, se negaba, se rehusaba rotundamente alegando que si lo hacia de que había servido protegerla de las perversiones del viejo. Era verdad, Reika se había sacrificado, siempre estuvo a disposición del viejo ante el trato de que a Laisha jamás la tocase. La hermana mayor además de eso le alegaba que la tenia a ella para cuidarla, protegerla y para darle todo lo que necesitara que eso era lo que siempre había hecho y seguiría haciendo. Ante la insistencia de Laisha alegándole que necesitaba de su ayuda para poder continuar pagando la casa y demás y en vista de que no sabia hacer nada mas Reika accedió no sin antes advertirle que continuaría muy pendiente de ella en el burdel, que vigilaría que nadie se atreviera a hacerle daño porque si eso sucedía conocerían de lo que era capaz de hacer Reika Roux. Laisha sabía bien que su hermana hablaba en serio, sus palabras jamás eran para ponerse en duda.

La vida que ahora llevaba la cual en un principio le había costado bastante adaptarse ya que nunca nadie antes la había tocado a excepción de su hermana, era ella la única que había acariciado su cuerpo y la única que había sentido sus labios y de ahí más nada había pasado a pesar de que ambas se daban cuenta que el amor que se tenían no era solo fraternal, de no haber sido por los consejos de Reika muy probablemente hubiera desistido de continuar con la profesión de proporcionar placer a cambio de dinero. Esa vida este día exclusivamente la tenían melancólica deseando que las únicas manos que la tocasen, que los únicos labios que la besasen, que el único cuerpo que la poseyera fuera Reika, solo ella, deseaba entregarse y abandonarse por primera vez en su vida al amor sin reservas, sin inhibiciones no le importaba que esto fuera un amor prohibido era su amor el único amor que la mantenía viva y que le recordaban que era un ser humano.

Reika salio muy temprano por la mañana pero le había dicho que esta noche la pasaría en casa. Estaba decidido esta noche ella tampoco iría a trabajar. Esperaría a Reika y pasarían la noche juntas, charlarían como hacia mucho tiempo no lo hacían, le prepararía la cena, el postre y lo que ella quisiese. Hoy se desviviría por complacerla de la manera que fuese.

Un zamarreo y unos gritos me hicieron darme cuenta que las cosas no habían terminado bien para mí ese día. Entreabrí los ojos y me reencontré sobre lo que antes solía llamarse cama; siendo ahora nada más que una irregular muestra de sábanas arrugadas y sucias, ensangrentadas con mi propio líquido vital; y también me reencontré con los recuerdos más inmediatos antes de aquel aparente desmayo: aquel hombre me había hecho pedazos...

¿Sólo unas monedas? ¡Viejo miserable! – reclamó airadamente mi reflejo en el espejo mientras una amiga me ayudaba a quedar más presentable entre tanta herida y moretón, pero me había quedado un rasguño en la mejilla que el maquillaje no iba a ser capaz de ocultar por temor a posibles infecciones o reacciones alérgicas. – No te preocupes, sabré lidiar con esto. – le dije a mi compañera y dejé que continuara con el “tratamiento”: las marcas en la espalda me ardían con el contacto del alcohol desinfectante y mis muñecas me dolían montones por el agarre que había empleado. ¡Y qué decir de mis piernas! Apenas podía mantenerme de pie y eso me había obligado a tomar la decisión de dejar de atender clientes al menos por ese día, aunque después me di cuenta que había coincidido exactamente con la hora límite de mis atenciones para ese día, ya que tenía decidida una noche muy “agitada” con mi hermana.

Me fui con unas vendas en la espalda y paso de tortuga, deteniéndome de cuando en cuando para ver el improvisado parche que me habían puesto para proteger el rasguño. Me relamí los labios notando todavía las mordeduras y suspiré mirando luego hacia el cielo nublado, pidiendo fuerzas para continuar con esa vida tan sacrificada que había escogido elegir. Una brisa de viento me devolvió la sonrisa al hacerme espabilar y notar que ya estaba por llegar a casa; aquella casa que había sido un infierno por tantos años y que lentamente se convertía en nuestro pequeño paraíso, nuestro pequeño y privado paraíso.

Puedes hacer lo que quieras con mi cuerpo: hacerlo tuyo hasta desfallecer, maltratarlo, abusarlo, morderlo y besarlo con todos tus instintos más bajos. No me importa, no me importa nada de ello si con el sacrificio de mi cuerpo puedo conseguir que ella sonría. Yo soy la luz que guía su futuro, y la leona que luchará contra viento y marea por su bienestar. Y tú eres mi alma, mi vida y mi motivación, y esa es la motivación precisa que me hace levantarme día a día a realizar mi rutina, la cual terminaba con el “clank” de la puerta de la casa cerrándose tal y como ocurrió ese día. Tomé ánimos para conservarme en el semblante que siempre he mantenido con ella y dije en voz alta, con una sonrisa tan amplia como falsa:

- ¡Laisha, ya estoy en casa!

Llevaba todo el día revoloteando en su cabeza imaginando una y mil formas para complacer a su musa, a aquella hermosa mujer que iluminaba su existir, aquella mujer que con el simple echo de poner sus ojos en ella hacia estallar una sonrisa en su rostro, hacia reflejar destellos de amor puro atráves de su mirada. Después de sopesar muchas de sus tantas opciones tomo sus decisiones.

-Cuadradas en color blanco por favor- estaba por abandonar aquel local cuando recordó que algo le hacia falta –el de sabor dulce- confirmo al mercader. Liquido su pequeño pedido lo tomo de sobre el mostrador y salio directo al último sitio que necesitaba visitar sin falta -Rojo, naranja y blanco, si, los tres colores son perfectos- había pedido la muchacha una vez más tomo y coloco entre sus brazos su pedido y regreso a donde a partir de esta noche sería su santuario, estaba segura de ello No había demorado mucho en comprar todo lo necesario para la cena y para todos esos detalles que su mente había estado maquinando. Estaba por ver si su espíritu romántico lograba sorprender y conquistar aún más, si es que eso era posible, a su gran amor, Reika. Esto era como una cita romántica sin que Reika siquiera lo sospechara.

Estaba segura que además de lo impresionantemente bella que lucia esta noche, Laisha se había esmerado en su arreglo solo y exclusivamente para su hermana, el olor de la comida y los detalles tanto en el salón como sobre la mesa donde degustarían su cena la obligarían a olvidarse de subir hasta su habitación como siempre hacía cuando llegaba a casa.

Todo estaba dispuesto, todo, absolutamente todo, la cena, el postre, la mesa puesta de manera elegante, el vino enfriándose en frigorífico, el salón lleno de velas por todas partes. Laisha enfundada en un hermoso vestido que acababa de comprar la tarde anterior de camino a casa, su cabello perfectamente arreglado cayendo por sobre sus hombros y su rostro ligeramente maquillado con un poco de rubor en las mejillas y de lápiz labial en los labios de un color que apenas y se distinguía entre el tono natural de sus labios.

La puerta se abrió y el grito de Reika anunciando su llegada inundo toda la casa y a Laisha la había hecho estremecerse de la emoción. Emoción que pronto disminuyo cuando noto que Reika no avanzaba hacia el salón, antes de escuchar su voz escuchaba sus pasos hasta que ella entro a casa pero después de eso sus pasos se ensordecieron. Eso alarmo a Laisha algo no iba bien. Corrió hacia la puerta en busca de su hermana ahí estaba ella con una sonrisa tan fingida y sin atreverse a dar un paso.

-¿Qué te ha pasado?- se apresuro a preguntar estando ya frente a ella, ella continuaba con su sonrisa intentando decir con eso que nada pasaba –Dime que ha pasado- le suplico con una voz dulce acariciando su mejilla y buscando su mirada –Te han hecho daño!!- quiso gritarlo pero si lo gritaba Reika se esforzaría aún más por ocultarle lo sucedido aunque dudaba que lo lograría. Le dio un dulce y fugaz beso sobre los labios y la rodeo por la cintura para obligarla a caminar. Reika la seguía sus pasos iban a la par. Un leve quejido se escapo de los labios de Reika y Laisha fingió no haberlo escuchado –Te recostare en el sofá- se limito a imponerle, no le estaba consultando –Y bien…¿me dirás que ha pasado?- insistió olvidandose de todo lo prepparado y notando que por primera vez Reika evitaba el roce por completo entre el de ella y la menor.

El silencio se hizo total de mi parte cuando llegué, y parte de ese silencio se debía a la sorpresa y la admiración que me provocaba el orden y la decoración brillante que Laisha (seguramente, no conozco a nadie más que tenga el excelente gusto de ella) había empleado en el salón: las velas y la infinidad de aromas que desprendían me provocaban tantas sensaciones que no las podía distinguir. Era simplemente fantástico.

Sin embargo, la otra parte de ese silencio venía desde fuera de aquella única herencia buena y decente que nos había dejado el viejo. En cuanto me saqué el abrigo y lo colgué sentí que mis piernas no daban más. Las sentía temblar como gelatina, pero aún así fui capaz de esperar el encuentro de mi hermana. Y cuando la vi…tragué saliva cual náufrago que encontraba agua dulce. Se veía divina...el vestido y el maquillaje resaltaban todos sus ya notorios atributos y con esa actitud angelical y servicial al mismo tiempo yo hubiera sido la primera en contratar sus servicios si yo fuera cliente. Pero yo tengo un lugar mejor que ese, y no necesito dinero para conseguirlo: Familia.

Me preguntó qué sucedía, y yo negué con la cabeza con esa sonrisa que se podía botar con un dedo. Me insistió, y acarició mi mejilla notando la herida que no había sido oculta por el parche que me habían recomendado no tener. Se exhaltó y me mordí el labio. – Tranquila Laisha, no me pasa nad-– Ni siquiera alcancé a terminar, porque me calló con un beso y me tomó de la cintura como si yo fuera la hermana menor. Ni siquiera pude corresponderle, ni tampoco pude separarme de ella, pero mis movimientos corporales tenían precisamente esa intención, ya que si empezaba a tocarme el sufrimiento recomenzaría. Caminamos algo rápido, afirmándome yo ahora de ella sin quererlo por las plumas que tenía de piernas, y cerré los ojos un instante al notar una molesta. Laisha se hizo la que no lo notó, pero yo estaba completamente segura de que sí lo había hecho. Me recostó “autoritariamente” en el sofá y me miró con rostro inquisitivo y obviamente preocupado; yo estaría peor que ella si la viera llegar con una capacidad mínima para caminar. Y, sin embargo, yo mantuve mi sonrisa.

- No me ha pasado nada, Laisha. Es sólo cansancio. Ya sabes…hay días en que te buscan más...- expliqué y me encogí de hombros. Pésimo movimiento. La mueca de dolor se hizo evidente y tuve que cogerme el hombro derecho con la mano izquierda, apretando la tela de esa camiseta con cuello de tortuga que mi compañera me había prestado. Cerré un ojo por el dolor, pero la sonrisa continuó en mi semblante, aunque ésta lentamente empezó a desaparecer por cómo estaba variando el rostro de Laisha.

¿Estoy en problemas? Creo que lo voy a averiguar mucho más pronto de lo que me imagino.

Se paro firme con el rostro de igual manera frente a la mayor, por primera ocasión en mucho tiempo actuaba como si fuera la hermana mayor y peor aún quizás actuaba incluso como si fuera su madre. Se inclino un poco hasta tocar una vez más con extremo cuidado su mejilla esa mejilla con una prueba evidente de que algo le había sucedido -Me dirás que esto no es nada, que esto lo hace el cansancio- dijo casi rozando el inicio de esa herida. Le dolía en el alma estar empleado este tono a su musa estar actuando hasta cierto punto con frialdad como la haría una madre preocupada exigiendo respuestas para enterarse y saber como actuar para defender, proteger e incluso hasta buscar venganza ante el daño causado a su hijo -Quieres hacerme el favor de borrar esa sonrisa fingida y contarme de una vez que te han hecho?- ya no era pregunta si le había sucedido algo ya era una afirmación y Laisha no pararía de preguntar hasta no obtener una respuesta que realmente la dejará convencida -Si no quieres que yo misma comience a inspeccionar tu cuerpo, dímelo ahora mismo- le exigió. Un escalofrío recorrió su cuerpo ante la imagen de lo que era casi seguro que encontraría bajo sus ropas.

Esperaba que Reika no se tomará a juego la actitud que mostraba ante ella. A la menor no le quedaba de otra considerando el carácter fuerte de la mayor esta se esforzaría por mantener su pose fingiéndole que todo estaba bien y que ella estaba verdaderamente bien. Habría que ser tonto para no reconocer todas las evidencias frente a sus ojos aunque ella jurara y perjurara que nada había pasado y que todo estaba bien. Sus movimientos motrices aminorados en gran medida, esos gestos de dolor en su rostro al dar un paso, esa herida en su mejilla y todo lo que ocultaba bajo su ropa.

Colgó los brazos a los costados como si se rindiera como si se resignara a no obtener respuesta alguna ante el silencio de Reika, eso estaba lejos de suceder jamás se rendiría. Se sentó a su costado suavizando un poco sus facciones le dedico una mirada cargada de preocupación. Paso la yema de sus dedos sobre su costado hacia su abdomen tan suavemente como si en lugar de su tacto fuera una suave pluma la que lo recorría notando las vendas -Dejame ver tus heridas- le pidió con amabilidad exigiéndoselo a la vez para que no opusiera más resistencia. Bajo su mano hasta su cintura y comenzó a levantar con cuidado la blusa -Todo esto lo he preparado para ti- comento dando una fugaz mirada a su alrededor obligando a hermana a hacer lo mismo y se olvidará de que Laisha comenzaba la inspección de su cuerpo -¿Quién te ha hecho esto? ¿le he visto alguna vez en el burdel?- pregunto volviendo su vista a Reika. Por la cabeza de Laisha paso solo una palabra que se repetía una y otra vez como si fuera un anunció con luces de neón intermitentes “venganza”. Algún día se enteraría quien le había hecho daño y se encargaría de cobrárselo. Se guardo en lo más profundo de su ser dicho sentimiento era peligro tan solo que Reika intuyera lo que por su cabeza pasaba. Era curioso hoy los papeles se intercambiaban Laisha era invadida por la imperiosa necesidad de proteger a su hermana. Detrás de esa carita dulce, inocente e indefensa estaba muy bien escondida la mujer fuerte y decidida y capaz de defender lo que más quería y amaba en la vida, su hermana, Reika.

A pesar de que nuestra madre había muerto hace más de quince años, pude recordarla a la perfección con esa actitud de Laisha. Ella era la que había salido más parecida en físico, y con lo que estaba pasando me di cuenta que también había ganado su similtud en actitud. Eso hizo que mi sonrisa reflotara de la misma forma en que lo haría un cuerpo que había sido lanzado al agua y volvía a flotar, pero levemente volvió a sumergirse cuando rozó mi piel rasgada por la herida. ¿Qué podía hacer? Ella no era nada de tonta, y sabía que algo me había pasado, aunque yo no le iba a decir qué. De hecho, no iba a darle la razón a pesar de que efectivamente la tuviera.

¿Que me tocara para averiguar que me había pasado? "Gustosa estaré de que me toques" tuve ganas de decirle, pero era un asunto serio que me tildaría de irresponsable y quizás haría sentir mal a la marcada preocupación que mi adorada hermana tenía por mí. No me gustaba que se preocupara... pero estaba manejando muy mal la situación, y empecé a temer reacciones peores. Empezaba a quedarme sin alternativas, pero como cabezota que soy decidí seguir hasta el final.

Negué con la cabeza y le acaricié una mejilla lentamente con esa sonrisa. - Estoy bien, de verdad...- dije en un susurro lento, pero mi cuerpo se estremeció con su tacto y su voz, sintiendo mis labios temblar cuando su suave mano rozó la piel bajo la blusa. Me puse a mirar a mi alrededor inevitablemente culpable, pero la verdad era que la culpa no era mía, sino que de ese desgraciado que parecía que no había tenido sexo en cincuenta años. Qué bestia...literalmente.

La resignación me invadio de lleno, y tal sentimiento se reflejó en el suspiro que precedió a mis próximos movimientos. En silencio, y con una actitud prácticamente derrotista y deprimida impropia de mí la blusa dio paso a las vendas que envolvían hombros y pecho hasta la zona del diafragma, y me busqué el borde de la tela para que Laisha con toda "calma" fuera desenvolviéndome y viendo las heridas y moretones de mi espalda. Casi todos eran rasguños, unos más profundos que otros, pero todos notorios, para mi desgracia. Cerré los ojos esperando que empezara a palpar (algo que de seguro haría, según yo), y me mordí el labio no únicamente por el dolor que me produciría aquello, sino que por la impotencia y la tristeza que sentía por la situación. No respondí su última pregunta, mi silencio era suficiente para esbozar una respuesta.

-No!!!!!!......no estas bien….- vocifero Laisha ya con la paciencia agotada. Nunca solía perder la paciencia, no con su musa pero esta noche en especial ella se encargo de conseguir que la perdiese. Ni su caricia, ni su sonrisa había frenado a la menor de mostrar su evidente enfado.

La ayudo a incorporarse lentamente y con cuidado para que así sentada sacarle por completo la blusa e inspeccionar mejor lo que estaba por descubrir sobre el cuerpo de su amada hermana. Con delicadeza tomo por los costados la blusa, la alzo y la deslizo por sobre su cabeza hasta dejarla a caer sobre el sofá. Al menos agradecía que sobre las vendas no había indicios de sangre ese hecho de alguna manera le volvía el alma al cuerpo a Laisha. Con extremo cuidado comenzó a desenredar de su cuerpo las vendas. En cualquier otro momento Laisha estuviera hecha un mar de lágrimas al ver el cuerpo magullado, rasgado, mal herido y maltratado de su mujer invencible, inquebrantable. Esta noche mostraba de que casta estaba hecha mostrándose fuerte sin derramar ni una solo lágrima aunque por dentro su corazón lloraba, gritaba y se desmoronaba. Ese mismo sentimiento reprimido era el que la ayudaba y mostrar toda esa fuerza oculta tras su inocencia –Juro que descubriré quien ha sido el osado que te ha hecho esto- susurro a su oído con dulzura, obvio una disfrazada dulzura, cuando terminaba de quitarle el vendaje –Aún sabiendo que mis ojos mirarían esto insistes en decir que estas bien…¿por quién me quieres tomar?.....no soy ninguna tonta Reika….no lo soy- se levanto y tomo una manta que estaba al otro extremo del sofá, la desdoblo cubriendo con ella a Reika.

Comenzó a caminar en círculos por toda la sala mirando de soslayo en algunas ocasiones a Reika quien se mantenía en silencio como esperando cual sería el próximo movimiento de la menor o cual sería su próximo reclamo. Sin decir nada abandono la sola por largos minutos. Cuando regreso volvió con un recipiente con agua caliente, gasas y una pomada.

Se inclino dejando sus rostros muy cercanos -Te quiero, eres mi vida entera- susurro mirándola a los ojos y casi rozando sus labios. Moría de ganas de fundir sus labios con los de ella pero antes debía ocuparse de sus heridas. Se incorporo nuevamente –Ven, con cuidado- le indico que se colocara de una manera que le dejara actuar libremente sobre su espalda. Se coloco a sus espaldas, hizo a un lado manta que la cubría y comenzó a limpiar sus heridas. Durante un buen rato solo se escuchaba el crepitar de las velas como si fueran ellas las que se quejaban cada vez que Laisha deslizaba las gasas sobre las heridas. Tomo el frasco con la pomada decidida a frotarla sobre las heridas deteniéndose de pronto. Sus dedos temblorosos en un inicio, seguros y decididos después de unos segundos, comenzaron a palpar todas y cada una de ellas, se inclino deteniendo el movimiento de sus manos para dar paso a sus labios hasta besarlas con delicadeza. Después de este acto sin esperar más froto la pomada. Cogió la manta y de nuevo cubría el cuerpo de su musa –Creo que estarás mejor en la habitación, necesitas descansar…¿crees poder caminar hasta allá?- se acerco hasta su oído –si esta habitación te ha impresionado espera a ver lo que te aguarda en la habitación- dijo algo melosa y lista para servirle de apoyo en su recorrido hacia la habitación -Aunque viendo tu comportamiento no le lo mereces- dijo bromeando pero a la vez escondiendo cierto resentimiento en ella por la actitud de su musa.

¿Qué podía hacer sino callar? Laisha tenía toda la razón en estar preocupada y a la vez enfadada conmigo, y estaba segura de que si esbozaba otro atisbo de desafío las cosas se iban a poner peor. Por ello no dejé de morderme el labio en ningún momento, ni siquiera cuando ella salió del salón dejándome sola con aquella manta que fue el reemplazo temporal de mi camiseta y de mis vendas. Aprovechando el silencio suspiré y ese sonido coincidió con el regreso de mi hermana, esta vez acompañada de algunos implementos médicos y de agua caliente. Lo suponía, iba a curarme.

Sentí sus labios rozar los míos y casi la besé, pero aquello no había ocurrido en gran porcentaje por mi actual falta de iniciativa. Hace mucho que no estaba tan deprimida, y eso me hacía sentir peor aún, ya que mis ánimos habían elegido disminuir justo en un día importantísimo para ambas. Para colmo el cuerpo me seguía doliendo, y Laisha empezó a tocar mis heridas, como había previsto. Me mordí el labio otra vez y aguanté todo el dolor que sus maniobras suponían hasta que la manta me cubrió de nuevo y mis oídos oyeron otra vez su voz digna de un coro de ángeles.

¿Algo mejor que el salón? Sólo por eso me motivé a ponerme de pie, pero fue tal la brusquedad que empleé que tuve que afirmarme de mi jovencita de ojos claros para no caer. – Sí…si puedo caminar…- mentí para variar y me solté de ella para dar varios pasos lentamente en dirección a la habitación que compartíamos a menudo, sintiendo mis piernas flaquear y pesar al mismo tiempo. Laisha me seguía de cerca con rostro preocupado e inquisidor al mismo tiempo, y mi cabeza estaba tan gacha que prácticamente quería enterrarla en la tierra por la angustia que me recorría. Sentía que lo había arruinado todo.

Sin embargo, esos sentimientos parecieron esfumarse de golpe cuando Laisha abrió la puerta.

Si podía caminar, si podía caminar no pudo ser más evidente su mentira porque no había manera de que fuera más evidente. Laisha no dijo nada ni tampoco metió sus manos solamente se apresuro a acerarse para que Reika alcanzara a sostenerse de su cuerpo. Como lo esperaba apenas recobro el equilibrio se soltó de ella y comenzó a caminar. Laisha la siguió muy de cerca primero caminaba a su lado después opto por seguirla tras su espalda. Cada paso que su musa daba podía imaginarse las muecas de dolor en el rostro de su queridísima hermana e incluso hasta era capaz de sentir tal dolor ella misma. En varias ocasiones estuvo a punto de cogerla de la cintura cuando notaba que su hermana estaba a punto de perder el equilibrio pero esta lo recuperaba con gran prontitud.

Cuando estaban a punto a llegar a la habitación se adelanto. Como sabía que su musa le seguiría los pasos los aminoro obligándola a caminar mucho más lento de lo que ella lo venía haciendo. Giro un poco el rostro observando su cabeza gacha comprendiendo al momento lo mucho que su hermana estaba sufriendo no solamente por las heridas sobre su cuerpo sino por todo lo que la estaba haciendo pasar a ella, por haberla preocupado de esta manera, por su insistencia de decirle que estaba bien cuando sabía que era mentira. Ahora a pesar de todo su musa estaba bien así que decidió que al cruzar la puerta de esa habitación esa preocupación se desvanecería y haría lo imposible porque su amada hermana abandonará la tristeza y ese sentimiento de culpabilidad que seguro la golpeaba por dentro.

Al llegar frente a la puerta se giro para quedar de frente a ella la tomo de una mano y con la otra se encargo de tomarla del mentón y alzarlo hasta encontrarse con sus oscuros ojos y toparse con sus deliciosos labios, estos apenas se rozaban y Laisha no pensaba reprimirse más por fundirlos con uno de sus apasionados y entregados besos. Apretó fuerte sus labios contra los de Reika, con deseo, con pasión los beso durante largo rato. Después de aquel beso no dijo nada solo la tomo de la cintura y abrió la puerta para guiar a su musa hasta su lecho y poderla recostar.

Noto la sorpresa en el rostro de Reika cuando sus ojos dieron paso a la habitación encontrándose con una habitación iluminada por una serie de velas aromáticas inundando con su aroma la habitación, sobre el edredón blanco que cubría la cama pétalos de rosas tapizando este mismo con una rosa roja sobre el centro de una de las almohadas, en una de las mesitas de noche una botella de vino y un par de copas de cristal, rosas por todos lados, un camino de pétalos guiando hacía el cuarto de la ducha. Sonrió complacida de que Reika haya quedado impresionada por los detalles que se había esmerado en preparar.

- Anda….entremos – le susurro melosa al oído y comenzó a caminar muy despacio -ahora te recostaras un rato, te mantendrás quieta y verás que en menos de una hora tus heridas no dolerán y estarán casi sanadas- le hablo con tono dulce yo no ese tono inquisidor que había venido empleando. A la mayor no le gustaba sentirse dominada nunca en ningún momento y mucho menos por Laisha así que Laisha estaba segura que apenas no le doliera el cuerpo para moverse se las ingeniaría para cobrárselo de manera sutil, de su manera sutil que solía emplear con la menor y esta no iba a poner la menor resistencia. La ayudo a recostarse y se recostó a su lado -te he dicho que tu no moverás ni un dedo al menos en la próxima hora- le recordó cuando esta intento hacer cierta maniobra. Se puso de lado contemplado su rostro y acariciándolo bajando su suave caricia por su cuello, su hombro hasta recorrer el contorno de su cuerpo y volver su caricia por el mismo camino hasta subir y detenerse sobre sus labios -por ahora solo te doy permiso de besarme- sonrío traviesa rosando sus labios y esperando fuera ella quien iniciara el beso.

Me extrañó que Laisha no se acercare a mí como seguro pensé que lo haría, argumentando que no podía caminar sin ayuda y que me cogería de la cintura para darme el soporte que en verdad necesitaba que yo no iba a aceptar por mero orgullo. Sí, en verdad amo y adoro a mi hermana, y soy capaz de dar todo por ella; incluso mi dignidad y mi honra, pero si había una cosa que no podía tranzar (o al menos no con tanta facilidad como lo demás) era mi orgullo para con ella. No podía (y sigo creyendo que no puedo hacerlo) verme mal, débil o triste ante ella…porque si yo estaba mal, ¿qué quedaba para ella? ¿Cómo se sentiría ella, el objeto de mi devoción y de mi esfuerzo, observando mi rostro derrumbado y mi ánimo decaído? Bueno, ahora lo estaba notando. Y no se siente nada bien.

Noté unos pasos delante de mí antes de la puerta y unas manos tan suaves como fuertes me cogieron una mano y el mentón. El contacto de ojos posterior fue un contraste brutal entre la confianza, el orgullo y la preocupación de ella, y mi semblante lleno de duda y cuestionamiento, y cómo no, de dolor y decepción conmigo misma. Traté de esbozar una sonrisa pero unos labios se pusieron sobre los míos dándome un roce divino que fue simplemente un preámbulo para ese prolongado beso que tomó mi boca por largos minutos, procurando corresponder de la mejor forma posible independientemente de mi estado de ánimo, tratando de imprimirle la misma pasión que ella estaba aplicando en aquel contacto tan delicioso, pero que sin embargo no tuvo mi iniciativa típica. Otra decepción más…

Me quedé pasmada mirando esos arreglos y detalles aún con mi mano entrelazada a la de ella, haciendo un poco de presión por la sensación de orgullo y ¿pena? que tenía en ese instante, pero que parecieron aminorarse un poco con lo que vendría después, y que francamente esperaba que desaparecieran una vez que tuviera a Laisha bajo mi cuerpo, o al menos eso quería yo.

Cerré los ojos ante ese susurro tan meloso que me hizo derretirme por dentro, y sólo por eso le obedecí y terminé recostada con ella a mi lado, ahogando todo quejido de dolor que pudiera dar cuenta de alguna clase de sufrimiento, aunque éste era más que obvio y notorio. En cuando dejé de estar embobada por sus palabras me traté de incorporar, pero un quejido leve seguido de su reconvención y sutil regaño terminó por dejarme tumbada aún con una impotencia tan gigante como mi deseo de estar con ella y retribuirle todo lo que había preparado.

- Laisha… - susurré su nombre en un suspiro ante el recorrido de sus manos por mi malherido cuerpo, mirándola tan fijo como si fuera una especie de hipnosis. Y en verdad parecía ser así. Ella me cautivaba no sólo a mí, sino que a todos los asistentes al burdel con su porte sensual y aquellos ojos sacados de cuentos de hadas, con esa personalidad tan aparentemente inocente pero que escondía tantos secretos…esos secretos de los que yo solamente tenía la llave; con ese cuerpo que me provocaba tantas sensaciones y fantasías al verlo, deseándolo, imaginándolo haciéndolo mío mientras escuchaba sus gemidos que fundirían hasta las piedras más duras y sentía sus manos recorrerme como la brisa fresca que predominaba en algunas épocas del año en Paris. Y ante su último comentario yo no hice nada más que despejar de un plumazo mis dudas y mis cuestionamientos, y le miré con rostro acechante y sensual, dominante y desafiante al mismo tiempo. Sonreí con sus labios sobre los míos y apegué mi frente a la de ella, entreabriendo la boca como para darle un beso, pero sólo palabras salieron de mí. – No necesito ningún permiso para besarte...- Y dicho eso los labios se juntaron por fin, pero esta vez yo tomando la iniciativa. Cerré los ojos y alcé una mano levemente para tocar su mejilla y luego su nuca para apegarla más a mí al tiempo que abría más la boca y ladeaba la cabeza para abarcar más aún de esa droga que eran sus labios, incrementando la intensidad paulatinamente de manera inconsciente. Mi respiración y mi calor ya estaban en aumento, y eso quedó más que claro cuando nuestras bocas se separaron, buscando la mía un poco de aire para recuperarme de ese intercambio tan sagrado como el mejor manjar de los dioses. – Perdóname, Laisha. – fue lo primero que se vino a mi mente y que dije, queriendo zanjar aquello de una vez por todas para poder disfrutar con mi hermana sin remordimientos en aquella noche que prometía ser eterna.

-Yo creo que si- susurro con picardía sobre los labios ajenos antes de ser capturados y poseídos con toda intención de despertar aún más la sensualidad y el desafío que mostraba. Los labios se unieron y fue como flotar cual hoja al viento, como flotar sobre las nubes. Correspondió sin medida entreabriendo y cerrando sus labios al ritmo marcado por la mayor correspondiendo a la pasión con que sus bocas se reconocían y se extasiaban. Laisha llevo una de sus manos sobre la espalda de Reika para mantenerla apegada a su cuerpo mientras sus bocas se deshacían entre besos. Por momentos la intensidad de sus besos aumentaba y daban la sensación de que se devoraban entre ellas. Definitivamente la magia se apoderaba de ellas y ellas sabrían aprovechar de esa magia.

Laisha estaba segura que esta secuela de intensos y apasionados besos que por fin iniciaba la mayor habían desatado algo mágico, tan mágico que estaba segura que nada, absolutamente nada estropearía sus planes para esta noche, estaba convencida que muy por el contrario lo que esta noche le habían hecho a su hermana haría de esta noche una noche mucho más especial de lo que ambas deseaban y esperaban, una noche que marcaría sus vidas para siempre y que siempre guardarían en su memoria dejando de lado en ese recuerdo lo sucedido atrás dando paso únicamente a lo sucedido entre las cuatro paredes de su habitación.

-Estas conmigo- respondió con dificultad intentando retomar un poco de aire. Su delicada mano se deslizaba con una suave caricia sobre si mejilla -pronto estarás bien, eso es lo único que importa….no necesito más- respondió con voz dulce y angelical apegando mas su cuerpo contra el cuerpo ajeno, contra ese cuerpo que deseaba y necesitaba desde que descubrió que no podía vivir separada de Reika.

Suspiro contemplándola a los ojos. Deseaba levantarse de su lado y desvestirse lentamente frente a ella, deleitarla con su cuerpo desnudo y después con la misma lentitud desnudarla a ella. En su mente Laisha ya contemplaba a ambas desnudas tendidas sobre la cama, explorando una a la otra el cuerpo ajeno como si nunca antes hubieran contemplado ni siquiera sus propios cuerpos. Moría de ganas por todo ello pero sobre todo moría de ganas por que fuera Reika quien la sometiera a ella Deseaba ardientemente entregarse a su amada hermana y explotar de placer entre sus brazos –Nuestra noche apenas comienza- acerco su rostro y la beso -nada la ha estropeado ni la estropeará- susurro sobre sus labios apartándose después para dar paso a sus dedos y acariciarlos –Te deseo…- suspiro –Oh mi Reika…te deseo tanto- confeso finalmente Laisha mirándola a los ojos sin dejar de acariciar sus labios Sabía bien que esta confesión difícilmente mantendría quieta a Reika aunque lo dicho fuese algo que ella ya sabia, la menor nunca antes se lo había dicho con palabras. Quizás debió haber esperado solo un poco más, unos minutos más a que ella estuviera mejor pero que mas daba antes o después si tenia toda la noche para ellas, nadie ni nada más ocupaba su mente y esta noche de su boca saldría todo aquello que hasta ahora no se había atrevido a decir con palabras.

“Estás conmigo”

Estoy contigo. Siempre lo he estado, y siempre lo estaré.

“Pronto estarás bien, eso es lo único que importa…no necesito más”

Yo no necesito más que tu simple existencia para estar bien, para estar feliz, para vivir. No necesito más que tus ojos, que tu sonrisa, que tus manos. No necesito más que tus caricias y tus besos. Que me hables, que me escuches, que me toques. Nada más.

“Nuestra noche apenas comienza. Nada la ha estropeado ni la estropeará”

Nada lo hará.

“Te deseo tanto…”

…

Nuestros labios se juntaron otra vez en un violento impulso, en un relámpago dando paso a la pasión y al cariño, al deseo y al amor más puros que pueden existir en un corazón humano, a aquellos sentimientos que cuerpo y alma iban a manifestar en esa noche perfecta. Te cogí de la nuca con una mano para que no separes tus labios de los míos en ningún instante, dándote espacio apenas para tomar aire, porque hasta el aire que respiras quiero robarte. Mi otra mano atrapa tu muslo y lo alza para que rodee mi cintura, acariciando luego esa piel bendita. Noto tu sonrojo, y una sonrisa se deja ver en mi rostro que no para ni parará de contemplarte y de comerte con la mirada. Otro beso, un suspiro y la respiración que se hace notar con mi boca abierta. Me falta el aire, pero eso no importa; no me importa porque estoy contigo, porque no necesito aire contigo, porque tú eres mi aire.

- Laisha…- susurré acariciando ahora yo su mejilla aprovechando de rodear su cuello, rozando su muslo con un toque suave y ardiente, verdadero deleite. – mi Laisha…mi amor…mi vida…mi todo…- me faltaron palabras para intentar describir lo que deseaba, así que la besé de nuevo sin darle tiempo a nada, sin darle tiempo a defenderse siquiera del movimiento que me causó dolor, pero ese mismo dolor valía una mierda comparado con lo que iba y estaba consiguiendo. Ahora estaba debajo de mí, yo sobre ella, devorándole la boca a besos, apegada a su cuerpo sintiendo sus pechos recibirme y sus caderas desearme, su piel estremecerse y desearme, llamándome a unos gritos que yo no me iba a tardar en responder. Mis manos cambiaron de objetivos y ambas se fueron al vestido de ella, cogiéndola de la cintura al tiempo que mi boca viraba hacia su oído, notándose mi respiración agitada por lo que apenas estaba comenzando .- Quítate ese vestido...o voy a romperlo…- reí y lamí su oreja sensualmente, recostándome luego cuando ella se incorporara.

Sus labios parecían estar interpretando la mejor de las sinfonías, sus manos deshaciéndose en caricias de manera harmónica sobre los cuerpos ardiendo de deseos por la necesidad de la una por la otra Por la imperiosa necesidad de entregarse en cuerpo y alma, por la imperiosa necesidad de amar a su musa y ser amada por ella. Para Laisha todo carecía de sentido si esta noche no lograba la mejor de las entregas por amor, del amor más puro y sincero que habitaba en las entrañas de su ser por Reika, de ese amor que iba mucho más allá de lo fraternal y lo carnal.

Tuvo intención de responder a sus palabras “mi Laisha…mi amor…mi vida…m todo…” más le fue imposible quedando simplemente en solo una intención, quedando en pensamientos ahogados por esos labios que cada vez que la besaban la hacían olvidarse del universo entero, convirtiéndose Reika en su universo, en su mundo, en su todo. Correspondió a sus besos con entrega, con todo el amor que era capaz de sentir, demasiado si es que podía medirse de alguna manera el amor que sentía por la mujer que habitaba en su propia hermana.

El peso sobre su cuerpo era tan liviano o así lo quería sentir ella porque no deseaba que se apartara de ella por ningún motivo, bajo ninguna circunstancia solo deseaba sentirla y amarla. Amarla como solo ella se merecía. La tomo por la cintura y poco a poco fue subiendo sus manos con caricias suaves y sugerentes por los costados arrastrándolas hasta el centro de su espalda e ir subiéndolas lenta y paulatinamente hasta llevar sus manos a su nuca y aferrarla contra su rostro para conseguir no separar sus labios, no frenar esa secuencia de besos ardientes y pasionales a los que la sometía su mujer, su Reika.

Se molesto cuando sus bocas perdieron aquel contacto divino del cual disfrutaba sin medida. Una molestia fugaz que se desvaneció al escuchar sus deseos. Los deseos de Reika eran ordenes para Laisha. Ordenes que acataría sin reparo y sin recato alguno.

Laisha se abandono a sus deseos y a los de su musa olvidándose por completo de sus dolores, de sus heridas ahora solo una cosa pasaba por su cabeza amarla…..amarla….y solamente amarla…..

Se incorporo. Se puso de rodillas sobre la cama sonriendo con sensualidad y mirando fijamente a aquellos ojos que la observaban con amor, con deseo, con lujuria comenzó a deshacerse del listón de su corset. Lentamente, poco a poco con delicadeza iba logrando que su prenda se deslizara de sus hombros por su costado hasta que sus pechos erguidos bajo su prenda íntima dejaban muy poco a la imaginación. Bajo de la cama se deshizo por completo del vestido y al volver la vista a Reika con un movimiento brusco y arrebatado arranco su ropa interior…...–Tus deseos son ordenes para mi….-

Su cuerpo ardía era como si el fuego la consumiera por dentro no podía esperar más y no debía hacerla esperar más…

Regreso a la cama y se recostó a su lado Se acerco hasta su oído y susurro -pídeme lo que quieras- deslizo sus labios por su cuello subiendo luego hasta sus labios -que yo haré todo lo que me pidas- susurro sobre sus labios en tanto su mano se paseaba sobre los senos de Reika y jugaba con estos.

Ver a Laisha de esa forma hizo que todo dolor en mí desapareciera, como si el seguir sus movimientos y notar las manifestaciones de su deseo a causa del mío fueran el más grande y el mejor de los remedios; pero a decir verdad…Laisha era mi remedio: era lo que aliviaba los moretones y las magulladuras de aquellos días como hoy, y era lo que me hacía tener una sonrisa en el rostro ante cada persona, fuese cliente o no.

Pude sentir su calor y cómo lo transmitía, podía también sentir su lujuria, sus ganas de estar conmigo…esa mirada nunca me había mentido, y en esta ocasión la excepción estaba infinitamente lejos de ocurrir. Terminó completamente desnuda ante mí tras una secuencia maravillosa y terriblemente incitante, tanto que tuve que frotar un poco mis piernas ante la incipiente humedad que recorría “aquel” punto en mi cuerpo, aquella zona que concentraba todos mis placeres y deseos, y por supuesto todas mis fantasías.

Ya desnuda se colocó a mi lado, y prácticamente se entregó a mí con sus palabras y sus gestos, los que hicieron que entreabriera la boca y dejara escapar un jadeo. Mis senos, aunque poco generosos, igualmente eran un objeto de deseo para muchos y muchas, y sobretodo para mi hermana que sabía cómo tratarlos, irónicamente porque yo le había enseñado esa y muchas otras cosas, porque si iba a acompañarme en el burdel (muy a mi pesar) iba a ser lo mejor de lo mejor, e iba a tener la fama que yo tenía, o incluso más. Y bueno, con aquellos movimientos de infarto ya lo estaba logrando.

Mi mano se cerró sobre su mejilla, y el roce entre nuestros labios no cesó por largos segundos en los que mi aire entraba por su boca en susurros llenos de sensualidad. Le sonreí pícara y pervertida sólo como yo sabía hacerlo, y la mano empezó a bajar: cuello, hombro, pecho (qué deleite…), pasando por su cadera hasta su muslo con el roce suave como una pluma pero ardiente como un sello para marcar ganado, y mi mano precisamente quería ser aquello para poder marcarla, hacerla aún más mía de lo que ya era, y que todos lo supieran: que Laisha Roux tenía dueña, y que era la persona más inesperada. Su propia hermana.

Sonreí y la tumbé en un movimiento, colocándome yo encima otra vez, como “debía ser”. Me acerqué a sus labios en un amago de besarla, pero mis labios se dirigieron a su oído, moldeando y paladeando cada una de las palabras que salieron de mis labios con ese tono erótico y lujurioso tan natural que había desarrollado por mi experiencia en el burdel. – No quiero que te contengas conmigo, ni que te controles…si vas a gemir…gime…y si vas a gritar, grita. Grita mi nombre…grita que me amas…grita todo lo que sientas conmigo…ya no tenemos cadenas que nos puedan reprimir. – Acaricié su mejilla y mi lengua entró en acción, bajando por su cuello con una larga lamida erótica hasta su pecho izquierdo, cuyo pezón fue atrapado por mi boca de inmediato, lamiendo y estimulando al mismo tiempo que con mi mano derecha, la cual apretaba y acariciaba con esa mezcla de infinito amor y deseo que Laisha me producía siempre que la veía, que la besaba y que la tocaba, y siempre que la escuchaba gemir bajo mi cuerpo, por supuesto.

La menor había entrado en un trance de deseo, de entrega, de pasión a tal grado que olvido el cuerpo magullado de la hermana. Ahora en su mente solo estaba el latente deseo de hacer el amor con el amor de su vida, Reika. Reika no se quejaba más por los dolores de las magulladuras que el animal que había estado con ella le había causado y esto en gran medida era lo que Laisha necesitaba para lograr hacer de esta noche una noche perfecta, una noche difícil de olvidar y digna de recordar por el resto de sus vidas. Por primera vez, a pesar de no ser la primera vez que compartía el lecho e intercambiaban caricias, besos con Reika, se entregaría plena y totalmente.

Una sonrisa extremadamente sensual se pronuncio en su rostro al notar como frotaba con sus manos entre sus piernas, al verla completamente desnuda. Soltó un fuerte jadeo al ver su acción, solo de pensar que esto era solo el inicio y ambas estaban ya más que dispuestas. A ambas esa extraordinaria zona donde se concentraba todo el placer, les apremiaba. Al sentir su propia humedad correr por entre sus piernas saboreo la humedad que con toda seguridad su musa también experimentaba. Deseaba entregarse cuanto antes, recibir la entrega por parte de ella, el cuerpo se lo pedía a gritos pero había algo que le impedía actuar con impulsos arrebatados y es que deseaba que esta fuera la noche perfecta de amor.

Tumbada a su lado tras aquellas palabras que la ponían a la entera disposición de los deseos de la mayor y de ese desinhibido jadeo, la menor profundizo más la estimulación adueñándose por completo de los senos ajenos. Los besó, los recorrió con su lengua lenta y pausadamente hasta que finalmente succiono de ellos tirando de vez en cuando del pezón entre sus dientes. Complacida por los jadeos, que en su conjunto parecían formar una composición musical levanto su rostro para encontrarse de nuevo cara a cara con su Diosa.

-Rei……ka!!!- apenas y alcanzo a susurrar jadeante cuando de nuevo sus labios, sus bocas se reconocían fundiéndose una vez más en una secuencia de besos.

Reika le sonreía con perversión castigándola (con un fascinante castigo) poco a poco con suaves y lentas caricias sobre su cuerpo. La presión de su tacto sobre su piel era suave pero Laisha sentía como si las manos ajenas que la recorrían estuvieran hundidas en su piel y al avance de su desplazamiento se llevará la carne entre las manos. Laisha gemía, jadeaba modestamente a momentos se mordía los labios para no gritar, para no desgarrar su garganta y tener que enterar a los vecinos del placer desmedido que estaba recibiendo. De una cosa estuvo segura. Reika esta noche marcaba su territorio, esta noche la enteraba que era suya y que la tocase quien la tocase después de ella, Laisha le pertenecía, era solo suya.

La menor, aunque lo esperaba en cualquier momento, fue sorprendida con un movimiento repentino dejándola tumbada de espaldas sobre la cama y por supuesto ella encima. Le sonrió con inocencia pero coqueta, sensual y tan pervertida como Reika. Maldijo cuando los labios que estaba deseando besar sin prisas, con intensidad solo pasaron de largo, sin regalarle siquiera un roce, hasta su oído.
Al escucharla por un instante se avergonzó de momentos antes haberse reprimido, de haber intentado controlar sus gemidos y sus gritos. Que importaba si el mundo entero se enteraba que amaba a su hermana, que importaba si el mundo entero se enteraba que se había entregado en cuerpo y alma a ella, solo importaban ellas, solo importaban sus sentimientos y deseos y nada más. Reika escucharía lo que Laisha tanto deseaba expresarle. Sus piernas se habían abrazado a sus caderas y sus brazos rodeaban su espalda aferrándose a ella y a su calor. Lo que Reika tanto deseaba e imploraba escuchar no se hizo esperar. Los jadeos ante el deleite que le provocaban las caricias con la lengua comenzaron, los gemidos ante las caricias sobre sus pechos comenzaron bajos y constantes volviéndose poco a poco más sonoros, sin inhibición alguna explotando en gritos cuando el pezón fue presa de su boca mientras que las finas y suaves manos de Laisha, que acariciaban sin cesar la espalda a Reika, clavaron sus uñas sobre su espalda, aumentando todo esto la excitación del momento.

-Te deseo más que a mi propia vida, más que el aire que necesito para respirar, solo te necesito a ti mi amor para poder vivir- grito con fuerza entre gemidos.

Le tomo el rostro y la hizo levantar la cabeza. Haciéndola acercarse a su rostro con su sensual y picara sonrisa. La beso con desesperación como si hubieran pasado años de no tener contacto con sus labios –solo te necesito a ti, solo a ti ¿me entiendes?- susurro sobre sus labios apenas separándose un poco, retomando de inmediato el contacto para fundirse en un sincero y perfecto beso de amor. Al fin esta noche Laisha se liberaría de todo lo que en su interior guardaba y no se había atrevido a decir antes con palabras.

Al estar relatando esto, no puedo evitar pensar en la envidia que seguro tendrían los que yacieron y los que no han yacido con mi hermana; y en verdad si yo estuviera en su situación también lo habría hecho. ¿Quién no querría tener a una belleza como Laisha bajo su cuerpo gimiendo, acariciándote, susurrándote, besándote? ¿Y lo mejor de todo, sin tener que pagar un peso? ¡Ja! Estoy más que convencida que pagarían millonadas por acostarse con ella y tenerla como yo la tenía en ese momento...pero eso jamás sucedería, porque lo que pasa entre nosotras es algo inexplicable que se construyó desde que éramos muy pequeñas; algo que jamás nada derrumbaría ni detendría. Amor y punto, nada más que decir.

Pero bueno, mejor sigamos con esto...

Aquellos gemidos eran la anestesia perfecta para olvidar el dolor de mi piel maltratada, y el combustible perfecto para continuar atendiendo y haciendo sentir bien a mi hermana. Yo también gemía, claro...pero no se escuchaba tanto porque tenía la boca muy ocupada estimulando y disparando el placer de Laisha, quien me regaló unos pinchazos en la espalda que me hicieron arquearme un instante suficiente para tomar mi mentón y saborear mis labios con un beso lleno de anhelo, cariño y deseo. Le escuché, sonreí y asentí con los ojos entrecerrados, sintiendo el aire que salía de sus labios rozar los míos. Boté aire en un suspiro y reiniciamos juntas la danza de nuestras bocas y lenguas, apegándome más a sus caderas, haciendo que sus piernas estrangularan mi piel. Podía sentir su calor, y ella perfectamente podía sentir el mío: yo estaba mojada a más no poder, y debo reconocer que estaba más que deseosa por sus atenciones y derretirme ante ella. Sí, yo...la dominante, la fuerte de esa relación quería estallar a manos de la sometida que no paraba de besarme. Y yo tampoco lo hacía, claro. Hubo un momento en que mi cuerpo empezó a moverse adelante y atrás, provocando una sensación única. No pude evitar gemir sobre sus labios y dentro de ellos mientras mi lengua se entrelazaba con la de ella en medio de mis jadeos y mis caricias en sus muslos que se que se hicieron cada vez menos lentas. Sentía que si no la tocaba, si no me besaba, si no le escuchaba gemir yo me iba a morir, pero en realidad...en ese momento estaba muriendo, muriendo de amor por ella.

Llegó un momento en que el aire se nos acabó, y ese contacto que me hubiera gustado mantener por siempre tuvo que detenerse, perdurando el contacto de nuestros ojos que se seguían hablando y besando, susurrándose cosas que sólo nosotras entendíamos. Hice una leve presión en sus piernas y suspiré otra vez, notando la humedad de mi hermana envolver mi cuerpo a causa de los roces que habíamos tenido. Sonreí. - No puedo dejar de amarte, Laisha...- susurré cogiéndole de las mejillas para que aquel encuentro de miradas fuera todavía más directo .- Y no quiero hacerlo...jamás lo haré...- suspiré casi en un gemido - Me tienes encadenada a ti, me tienes hipnotizada...me tienes loca...- confesé un poco más desinhibida, quedándome silente unos minutos para recuperar la respiración que entre jadeos se perdía. - Te amo, hermana. Te amo, te amo y te amo...-susurré y besé sus labios un segundo, volviendo a regalarle una sonrisa pervertida que era la prueba perfecta para ella de lo que iba a hacer después. - Y te lo voy a seguir demostrando ahora y siempre. - Concluí cerrando los ojos y empecé a bajar con una nueva lamida que parecía marcar territorio por lo caliente que estaba, paseándome por su cuello, la zona entre sus pechos, y luego su abdomen, todo esto acariciando sus muslos instándole a que los separara para dejarme todo su cuerpo a dispoisicón, y así continuar. Di varios besos y lamidas en su abdomen, y sin detener mis caricias en aquellas extremidades que me habían tenido apresadas le miré con sensualidad innata y con un toque de picardía, claro. Las dos sabíamos lo que iba a pasar, y las dos queríamos que eso sucediera...pero decidí jugar un poco con ella. Mi boca bajó hasta justo antes de su zona genital, y mi lengua dio una sutil lamida a centímetros de la primera de sus áreas de placer.

Su reacción no tuvo precio.

Esos movimientos maravillosos adelante y atrás de la mayor provocaron sobremanera a Laisha. Si su cuerpo no hubiese estado tan apegado y tan perfectamente atrapado entre los brazos ajenos la muchacha con toda seguridad hubiera arqueado con total libertad su cuerpo, su espalda se hubiese arqueado perfectamente dejando un hueco entre el colchón y su figura y su cabeza se hubiese echado atrás hasta pegarla sobre la cama manteniendo ese hueco entre su espalda. En un impulso eso fue lo que su cuerpo intento hacer mas apenas y se noto, Reika la aprisionaba con fuerza pero sin lastimarla, con posesividad absoluta. Laisha sintió su cuerpo estallar cuando al fin su musa gemía con fuerza y lo hacía sobre sus labios, entre besos y caricias entre sus lenguas y sus cuerpos.

Indiscutiblemente la más joven de las Roux estaba experimentando lo mejor de su vida, estaba comprobando al fin en carne propia lo que era amar en cuerpo y alma, lo que era entregarse y abandonarse por amor a otra persona y no solo en cuestión carnal. Tantas veces soñó con este momento, tantas veces se imagino que este encuentro así de esta manera con esta intensidad se daba entre ambas. Esta noche a pesar de no ser la primera noche que intimaban era la culminación de su entrega, sin miedos, sin inhibiciones. A partir de hoy no pensaba dejar de recordarle de viva voz y con hechos todo lo que significaba para ella y cuanto le amaba.

Llegaban momentos en que las palabras no eran necesarias. Todo cuanto se querían decir se lo decían con esos apasionados besos, con esas penetrantes miradas, con caricias. No importaba si el aire les faltaba ellas continuaban en esa sintonía de besos hasta que llego el momento en que ni una ni la otra pudo aguantar más. Sus bocas se separaron más no sus miradas. Esa mirada sobre Laisha fue el acabose. Su intimidad respondió, si desde que Reika le dio el primer beso y le dio la primer caricia ella ya estaba húmeda ahora esa humedad en verdad desbordaba sin haber sido físicamente invadida.

De su boca escapo un fuerte jadeo. Se sintió tan, tan complacida al escuchar que no podía dejar de amarla “No, no lo hagas porque el día que eso pase me habré muerto en vida” pensó en decirle más la otra continuo hablando –me tienes embrujada- fue lo único que en un susurro respondió. Aprovecho su silencio para admirarla para ahora ser ella quien acariciará el rostro ajeno, así sin palabras daba paso a que sus manos fueran las que hablaran por ella hasta que finalmente escuchaba una y otra vez que la amaba –Rei….ka, yo…..también te amo- aprovecho a responder cuando frente a ella se dibujaba esa sonrisa pervertida que tanto le fascinaba y que la volvía loca .

“Demuéstramelo, demuéstramelo” se decía para ella pues la mayor odiaba ser quien no llevará el control, la iniciativa. Moría de ganas por ella también tomar el control y ella también brindarle placer a su hermana. Ya llegaría ese momento ahora no tenía el tiempo suficiente para concentrarse en robarle el control pues la lengua ajena ávidamente se deslizaba por su cuerpo, desde su cuello hasta bajar muy cerca de su zona de mayor placer. Ahhhh lo hacía de una manera tan perfecta, tan suave, tan sensual -eres una Diosa- murmuro cuando se detuvo sobre su abdomen e instintivamente sus piernas se abrían ofreciéndole en todo su esplendor su intimidad. Sonreía aunque sensual, coqueta y picara con ansiedad, ansiedad por recibir esa deliciosa lengua ajena sobre su intimidad. Quería gritarle que no la hiciera esperar más, su cuerpo lo exigía más aún así no la apremiaría para que lo hiciese. Si tenía que sentir que moría de desesperación, de ansiedad, de necesidad estaba dispuesta a sentirlo y soportarlo.

Ansiaba tanto que la lengua ajena bajase de una buena vez a brindarle sus caricias y la hiciera estallar de placer que cuando sintió la lengua que se desplazaba muy, muy cerca, extremadamente cerca de su intimidad Laisha casi desgarro su garganta con un fuerte gemido. Sus manos se aferraron a las sabanas apretándola entre sus puños con fuerza mientras su cuerpo se arqueaba y se estremecía a tal grado que fue como si su cuerpo completo se estuviera contrayendo –si algún día he de morir quiero que sea así estando contigo, quiero morir de placer bajo tu cuerpo- dijo jadeante y con dificultad intentando controlar su agitada respiración.

Soltó de entre sus manos las sabanas para llevarlas al encuentro de la piel ajena. Unicamente alcanzaba a rozar sus hombros. No importaba lo que deseaba era sentir sus manos sobra la tersa piel ajena. –Amor!!!!- exclamo aún estremeciéndose y sintiendo como su humedad corría por sus piernas.

Laisha temblaba, pero no precisamente de miedo. Si lo hubiera tenido no estaría bajo mi cuerpo rozando mis hombros, mojando mi cuello y parte de la cama con la prueba más manifiesta de su excitación; ni tampoco habría raspado su garganta con el gemido que había dado. Si no se había corrido era porque había aprendido con el tiempo a ser un poco más resistente (gracias a mí, claro...), pero precisamente esa característica cargaba aún más su papel de niña inocente en el burdel, sucumbiendo varones y damas ante sus fantasías; y por supuesto, sucumbiendo también el bolsillo. Y sinceramente, no sólo los clientes sucumbían ante ella...¿sino quién estaría centrándose en lamer aquella zona extremadamente conocida por ser uno de los puntos de máximo placer de la mujer?

Llegado un momento me detuve para tomar unas cuantas bocanadas de aire y relamerme los labios. Tenía los ojos entrecerrados y respiraba cansada, como si recién...Sí, era cierto. Mis piernas estaban bañadas de fluidos y se seguían frotando una con otra, al tiempo que yo sacaba la lengua para jadear cual perro. Laisha podía notar perfectamente lo que me había pasado, pero yo se lo confirmé con una sonrisa llena de placer y satisfacción - La-Laisha...amor...- susurré casi en un gemido - M-me he corrido...sólo con tenerte....así...- confesé sonrojada, subiendo hasta quedar nuestros jadeantes rostros frente a frente una vez más - Y es hora de igualar la cuenta...- sonreí ladina y besé sus labios apenas por unos segundos antes de encapricharnos, volviendo a bajar ahora con besos y leves mordidas, llegando por fin a la zona que gritaba por estímulos desde hacía rato. Lamí de abajo hacia arriba toda su mojada extensión y le miré de reojo, haciendo una suave succión en su clitoris por unos segundos antes de devolverme al lugar de inicio, introduciendo mi lengua cual puñalada en el interior de ella, moviéndola adelante y atrás y luego a los costados, haciendo gala de mi mayor experiencia para brindarle la mayor cantidad de placer posible. Mis manos complementaron con caricias en sus piernas, dando leves apretones con las yemas en zonas eróticas precisas que había aprendido de mis compañeros y clientes, aumentando mi fama rápidamente cuando mis propios solicitantes las experimentaban. Y seguro Laisha haría esto en su próximo encuentro. Siempre aprendíamos algo la una de la otra, por mucho que supiéramos gran parte de las "artes del oficio".

Los minutos pasaban lentamente y mi lengua se acompasaba con esa lentitud, aunque los gemidos de Laisha me incitasen a otra cosa. Mis piernas seguían frotándose, compitiendo contra las de Laisha por cuáles estaban más empapadas; aunque sin duda alguna era mi rostro lo más húmedo después de lo que sucedió un rato después.

La Gloria misma.

Esbozo una sonrisa de entera satisfacción, ante aquella innecesaria confesión, solo basto encontrarse con los ojos contrarios para mirar reflejado en ellos el placer ante el cual segundos atrás había sucumbido. Se había corrido solo ella, si, Laisha misma en varias ocasiones estuvo a punto de correrse pero se resistía, ordenaba a su cuerpo a hacer lo contrario a su deseo, a su necesidad. No era la primera vez que ponía su resistencia en práctica y esta no iba a ser la ocasión en que fallase aunque si Reika no se hubiera corrido en ese momento, si hubiese demorado un par de segundos más sin apartarse de su sexo su esfuerzo se podría decir que había sido tirado por la borda, se habría corrido habría inundado con el fruto de su intimidad la boca de su musa. La más joven de las Roux estaba ansiosa por brindarle ese regalo a su amor, regalarle todos esos fluidos agolpados listos para resbalarse desde el interior de su intimidad. El regalo más preciado que en este momento podía hacerle y el cual ambas anhelaban. Su cercanía, su compatibilidad y complicidad respecto a sus sentimientos estaba más que clara más aún así esta era la primera ocasión en que ambas estaban tan compenetradas. Esta noche quedaría marcada por el resto de sus vidas.

Todo en el ambiente confabulando en su favor. Sus corazones latiendo a toda prisa, sus respiraciones entrecortadas, sus ojos destellando amor, deseo, pasión, lujuria se clavaban los de una en los de la otra –Estoy muriendo por estar en igualdad de condiciones- susurro tras ese tan fugaz beso. Los besos entre ellas siempre eran una debilidad, en este instante se anteponía a dicho placer la premura por conseguir que la aparente chica ingenua desbordara al máximo, se sentía en deuda con Laisha deseando solo igualar la cuenta. –Reika….como…..como sigas así yo…..- intentaba decirle algo, a duras penas sus palabras se comprendían pues estaba tan agitada que le costaba decir palabra alguna eso aunado a la inexplicable sensación que le provocaban ese camino marcado por besos y sus osadas mordidas la interrumpió. Un fuerte jadeo se escucho seguido de ello un fuerte grito, un fuerte gemido. Su cuerpo se contrajo completamente ante aquella exquisita succión en la parte más sensible de su intimidad, en su clítoris. En ese momento fue como si la luna hubiese eclipsado al sol, como si un choque de estrellas en su interior se hubiese producido. Su cuerpo contoneándose, repegandose contra el colchón. Sus dedos enredándose entre el cabello de la mayor aferrándose a el y tirando de el mientras ella continuaba contoneándose y arqueando su espalda sobre el colchón. Ella no se daba cuenta si lo hacía con fuerza, si la lastimaba ella solo estaba perdida y poseída por el éxtasis en el cual Reika la envolvía. Sus deliciosos movimientos, caricias, succiones le producían fuertes corrientes eléctricas desde su cabeza hasta la punta de los dedos de sus pies. Era demasiado, si, demasiado pero exquisito, delicioso, único. Laisha sonreía poseída esforzándose por retrasar un poco más lo inevitable.

Segundos más tarde eso le fue verdaderamente imposible. La lengua de su amada se introducía y ávidamente hacia su trabajo con extrema conciencia de lo que estaba realizando. Sus masajes en aquellas zonas fue el acabose. Los gemidos cada vez más fuertes, más constantes hasta que no puedo más. –Aaaaaaaaaaaaaahhhhhhhhhhh- exclamo en un grito una, dos, tres y muchas más veces. Su sexo se contraía con fuerza y la joven aferraba con sus manos la cabeza de la mayor sobre su sexo impidiéndole apartarse de ahí. Deseaba que sintiese, que mirase, que notase como su cuerpo reaccionaba y continuaba vibrando por el absoluto placer recibido –Oh mi Reika…..oh mi Reika…..oh mi Reika- exclamaba una y otra vez mientras le permitía se apartara y su sexo continuaba contrayéndose como si aún si intimidad estuviera invadida por la lengua ajena –esto ha sido increíble- musito débilmente intentando recuperar el aliento. Su rostro sonriente mostrando la satisfacción absoluta ante lo que acababa de ocurrir. -Ven aquí- la llamo con dulzura estirando sus brazos para recibirla a su lado.

Ya me había olvidado por completo del dolor que me aquejaba y me impedía moverme correctamente, o como yo quería hace un buen rato gracias a lo que estábamos haciendo. ¿Cómo iba a poder quejarme a esas alturas, cuando tenía a mi hermana bajo sumisión absoluta? Sus palabras...sus gemidos...¡el agarre de mi cabeza y cabello! Lo habíamos hecho varias veces, pero yo lo disfrutaba como si fuera la primera vez, y también como si fuera la última. No me gusta contemplar esa posibilidad, pero debía hacerlo. Nunca se saben las vueltas que nos puede dar la vida: nuestro pasado era prueba suficiente de ello.

Las caricias que aprendí causaron el efecto deseado, y junto a mi lengua lograron que mi boca completa degustase el sabor divino de su femeneidad, esa que era tomada por quizás cuántos cada noche por un saco de monedas, pero que tenía una sola dueña. Cerré los ojos aguantando las contorsiones finales cual jinete sobre caballo desbocado y los abrí cuando me dio la oportunidad de retirar la lengua de su interior y tomar un poco de aire. Intenso, sin duda.

Acudí a su llamado relamiéndome los labios y los dedos que se paseaban por mi mentón obteniendo cada gota de su néctar y me tendí a su lado, abrazándole con cuidadoso cariño.- Eres fantástica, jamás me cansaré de decírtelo - Le sonreí y acaricié sus cabellos aprovechando esa pausa que era ínfima. Podía ver en su mirada que deseaba más, que era únicamente el principio de una larga noche. Bajé las manos a su mejilla y mi pulgar acarició su comisura labial - Prueba...-Murmuré acercándome y dándole un beso, dejando que su capacidad de explorar mi boca impregnada de su propio sabor hiciera el trabajo hasta que nos faltara el aire a las dos. Tomé una bocanada de esa sustancia vital y le miré a los ojos - Te confesaré algo...-Y como dictan los secretos, me fui a su oído y se lo dije en un susurro.- Quiero que me tomes. Deseo sentirme...-cerré los ojos- dominada en tus brazos.- Mordí sutilmente su lóbulo con una sonrisa y me separé. Y esperé.