La primera función (Alice V.)

La tarde comenzaba a caer y pronto anochecería. Eileen sabía que debía darse prisa, el espectáculo no tardaría en comenzar. Rápidamente fue hasta su habitación, buscando algo con lo que resguardarse del frio, lo cierto es que el vestido que llevaba puesto era de telas muy delgadas que apenas calentaban su delgado cuerpo. Suspiró con nostalgia al observar el baúl que siempre mantenía cerrado. Baúl lleno de sus antiguas ropas, vestidos que ya no podía vestir. Si quería pasar desapercibida y así evitar que su familia no la encontrara, tenía que dejar sus elegantes ropas y usar unas más humildes. No queriendo pensar más en eso, buscó un bonito chal y cubrió sus hombros, saliendo rápidamente del hogar que compartía con su buena amiga Alice. En un par de meses ella se había convertido en su hermana.

Esta noche la vería bailar…

Caminó a paso rápido por las calles de Paris, siempre con la mirada baja para evitar que algún conocido de su familia o su ex prometido fueran a verla. Siempre corría el riesgo de ser descubierta y que la llevaran a una vida que no estaba dispuesta a seguir. No, si quería seguir siendo libre, debía bajar la mirada y no hacerse notar, al menos no en las calles donde sabía, podrían encontrarla. Por suerte había sitios donde no tenía que preocuparse por aquellas cosas, y precisamente ahora iba a uno. Alzó la mirada luego de unos veinte minutos de caminata. Finalmente había llegado.

El circo gitano.

Su amiga estaría adentro preparándose para la función, era bailarina y también domadora de animales. Sin duda una mujer con mucho talento. Muchas veces desde que había conocido a Alice, había contemplado el circo desde afuera, mas esta era la primera vez que entraría y vería el espectáculo. Sin perder más tiempo pagó por un lugar cerca del escenario y entró, ansiosa ya de que comenzara. Un par de minutos más tarde, ya estaba en la presentación y uno a uno fueron haciendo sus números, viendo de vez en cuando a su amiga bailar junto a otras chicas que parecían de su edad. Todas lo hacían muy bien, y cada show era digno de admirar. Lo que más sorprendió y encantó a Eileen, fue cuando Alice, con mucha agilidad pudo dominar a ciertos animales. Ellos parecían hipnotizados frente a la morena gitana.

La función llegó a su fin y Eileen rápidamente salió a encontrar a su amiga, quien estaba en una pequeña carpa con mucho colores, quitándose el maquillaje en el momento en que entró - ¡Alice! – dijo con alegría, acercándose a ella – eso estuvo increíble, bailas hermoso – la abrazó ligeramente y luego observó el lugar, lleno de trajes de muchos colores – ojala pudiera bailar así, hubiera venido a trabajar contigo – dijo divertida, mientras esperaba a que su amiga terminara de arreglarse y así pedirle luego que la acompañara a ver a los animales, que a estas horas debían estar en sus jaulas.

La joven no pudo hacer otra cosa que sonreír al escuchar sus primeras palabras - ¿esforzarte? Pero si te sale tan natural, tan hermoso. Naciste para bailar, amiga – dijo rápidamente, alagando ese don, su talento. Era increíble como cada gitano que había conocido, parecía siempre tener unas increíbles dotes artísticas. ¿Y con los animales? ¡Hasta parecían entenderse a la perfección! Eileen sonrió, pensando en lo mucho que le hubiera gustado nacer en un mundo como ese, no ese lleno de frivolidades que había conocido desde la cuna. Era cierto que a veces aquellos que no disfrutaban de una buena posición económica y social, tenían una vida muy difícil, nacer pobre en un mundo como este, tiempos como este, no era una cosa buena. Pero se aprendía a luchar, a vivir a concho la vida y disfrutar cada minuto de esta, y eso era algo que Eileen comenzaba a apreciar desde ya. Ahora debía valerse por si misma, debía dejar atrás su vida llena de riquezas económicas. Ahora era rica, pero en otras cosas. Tenía una amiga como nunca había conocido a una, tenía su libertad, una que no había conocido hasta escapar del mundo en el que ella había nacido y crecido. Podría ser libre para tomar sus propias decisiones, libre para ella escoger sus amistades y sobre todo, libre para amar a quien ella quisiera y no a quien sus padres escogieran. Pero debía comenzar a pensar en el futuro, pronto se le acabaría el dinero y debía encontrar algo en lo que fuera buena y le diera para comer.


Miró con entusiasmo a Alice. ¿Ella aprender a bailar? ¡Era posible! Tomó a su amiga de las manos y la miró esperanzada – Eso sería perfecto – dijo para luego soltarla y dejar que se cambiara de ropas - ¿Te imaginas? Podríamos bailar juntas, podría trabajar en eso y tener de que vivir – ahora se sentía ilusionada. Suspiró con nostalgia. Antes había asistido a muchos bailes, eran muy diferentes a los de los gitanos, claro, pero ambos tenían música y a ella le encantaba la hermosa melodía que salía de aquellos instrumentos. Suspiró y esperó a que ella terminara de arreglarse. Su mente estuvo varios minutos imaginando las posibilidades de poder aprender a bailar como toda una gitana. Quizás ella no tenía la gracia de aquellas mujeres, pero se esforzaría si algún día su amiga decidiera enseñarle y ayudarla.

Volvió a la realidad en cuanto sintió una mano estrechar la suya. Era Alice, ya estaba lista y era hora de conocer a sus tan amados animales. Con más efusividad de la que estaba acostumbrada, su amiga la llevó corriendo hacia las jaulas. Parecía feliz de poder presentarle a Eileen, aquellas bestias que la gitana con tanta facilidad podía domar. Eileen se sintió feliz también, ¿Cómo no? – No me dan miedo los animales – respondió ella, siguiéndola aun a paso acelerado. ¡Qué equivocada estaba! Alice la llevó directo a la jaula del león y pudo sentir como se le aceleraba el corazón al verla entrar ahí sin problema alguno. Su amiga definitivamente tenía un don con los animales, un don que ella no tenía. Sintió miedo, había que reconocerlo. Una cosa era ver a los animales detrás de unas seguras barras de protección, pero una muy distinta era abrir esas jaulas y tratar de acariciarlo – Alice… - dijo con voz nerviosa, cuando la gitana le indicó que se acercara a ella y al león. Bien, esa era la parte donde ella se convertía en la deliciosa cena de la mascota de su mejor amiga. Con paso temeroso comenzó a acercarse, mientras deseaba que el león la encontrara lo suficientemente delgada como para no querer devorarla, después de todo ¿no prefería el animal, una presa llena de carne y no solo los huesos? Y Eileen realmente estaba más delgada que el día que había dejado su hogar – Alice, no dejes que me coma – susurró llegando junto a ellos.