¡¿Por que no la puedo matar? Si de todas maneras va a morir”{Doreen}

Un grito saliendo de mis labios, cierro los ojos y todo se queda parado en el tiempo. "¿Cómo he llegado hasta aquí? ¿Qué hice mal? Es en este momento donde de manera desesperada mi mente vuela, vuela hasta el momento en que tengo uso de razón, me pongo a mirar los detalles de mi vida, mis primeros pasos, mi primera palabra, las primeras enseñanzas de mi vida, mi madre atrás de mi, indicándome como debe ir cada cosa, como deben hacerse, incluso como debo hablar, caminar y sonreír ¿A eso vine a la vida? Siempre hice lo que quisieron, incluso en contra de todas mis creencias, me controlaban pero siempre hacía lo que ellos decían, eso te hace ser bueno ¿No es así? Con el tiempo me fui dando cuenta, yo era una hermosa mina de oro, con largos y sedosos cabellos rubios, los ojos verdes y unos hermosos labios carnosos y si sumamos la blanca piel y la perfecta figura, era completamente perfecta para los negocios de mi padre. El mejor postor, siempre le decía eso a mi madre, incluso su primogénito lo veía con desprecio. ¿Cómo alguien es capaz de querer vender a su hija por unas monedas? ¿No era solo eso con los esclavos? Los días pasaban, muchos hombres pasaban por la casa, amigos de la familia, comerciantes colegas de aquel hombre que hacía llamarse mi padre desde el primer momento en que sus ojos se posaban en mi sentía miedo las ofertas de dinero por mi eran grandes bastante grandes y la ambición de mi padre lo cegaba por eso nunca logró venderme pues antes de cerrar un trato él me liberó. Mi hermano me había ayudado a salir de ese tormento, una noche en la que encerrada en el sótano sin haber comido dos días él no aguanto más y me dejo ir dejándome solo unos francos para poder llegar a quien sabe dónde. ¡Oh mi querido hermano cuanto te extraño! Si tu estuvieras aquí nada de esto ocurriría, estaría a salvo en tus brazos. ¿Qué hice mal para merecer este momento? Todo lo que me decían lo hice, todo lo que me enseñaban lo aprendí ¿Por qué?"

Abrí los ojos cuando sentí un tirón, volví a la realidad, aquellos ojos me dejaban en claro que no había escapatoria, mi vestido ya estaba hecho añicos. ¿Por qué? De nuevo me volví a preguntar pero podía hacerme todas las preguntas posibles y ninguna me dejaría una respuesta correcta, una justificante para este momento. Los besos húmedos y forzados eran a cada momento más pronunciados, más agresivos, mi cuerpo me dolía, podía sentir las piedras incrustarse en el cuerpo, incluso podía identificar el olor de la sangre. ¿Cómo escapar? Los gritos se apagaron de un momento a otro mi cuerpo ya no reaccionaba. ¿Acaso así se sentía la muerte? En un momento podías gritar, patalear incluso llorar y de un momento a otro no sientes nada. Otro nuevo tirón, una cachetada y yo no sentía, no escuchaba solo veía. De repente la temperatura de su cuerpo me hizo volver a reaccionar, solo podía percibir el camino de sus manos, como tomaba con desespero mis piernas, mi cintura, mis pechos, mi cuello y al final como quería entrar en mi ser. Las lagrimas empezaron a correr me di cuenta porque estas también estaban frías sin embargo no había lagrima que pudiera frenar el tormento ¿Para qué lloraba?

Y de pronto él ya no estaba su cuerpo estaba siendo arrojado, no pude hacer más que correr sin embargo un simple respiro solo te puede hacer tener una esperanza errónea pues la muerte se prolonga y esta suele volverse más… Dolorosa. De nuevo esa temperatura fría, una respiración tranquila, mi cuerpo reaccionó pues se erizó completamente su gélido aliento golpeo mi cuello haciendo que sintiera una especie de sensación ¿placentera? No, no podía ser placentera, no podía gozar algo así, sin embargo algo pasaba que llegaba a disfrutarlo. Un golpe, una mirada, un aplauso, una sonrisa y un rostro de ángel que me saco del miedo. A los ángeles no se les tiene miedo, ellos nos cuidan, nos abrazan, nos aman… ¿El era un ángel? Me puse de pie de inmediato mi cuerpo se quedo parado, no respondía ante el deseo de querer seguir su orden, como siempre había seguido otras ordenes pero esas reacciones, esa manera de hablar, ese rostro angelical yo lo conocía. Un vampiro. Si eso era el caballero, con anterioridad criaturas de su especie me habían salvado la vida, me habían enseñado cosas básicas de ellos, por eso podía afirmar mi idea. - No me lastimes - Mi voz, mi dulce voz, aquella que siempre tenía una chispa especial se escuchaba quebrada, temblorosa y asustada. ¿Por qué debía ser siempre así? ¿Por qué no podía simplemente ser fuerte, mucho más fuerte y saber cuidarme sin problema alguno.

Mi cuerpo a penas estaba siendo cubierto por los pedazos de tela que hasta hace una hora antes era un hermoso vestido rojo. La noche estaba siendo ahora cómplice de las fechorías de esos seres oscuros, estaba fría y por lo tanto eso era incomodo. Llevé ambas manos a mis brazos y los comencé a frotar con la esperanza de poder aliviar esa sensación. - ¿Por qué esta aquí? ¿Usted tomará lo que ese hombre no? - Debía saber, debía tener una idea ¡Por Dios! Me estaba volviendo loca pero tal vez si ese era su deseo era mejor comprenderlo antes de ilusionarme con seguir con vida. Nunca hubiera imaginado que aquellos guardias que habían puesto a cuidarme fueran tan débiles que en el primer golpe fueran derrotados. ¿Con que cara vería a aquellos que estaban en la casa de la noche si se enteraban de esto? Ya imaginaba el rostro de mi querida amiga cambiaformas. Sollocé - Por favor no me lastime - El miedo apareció quebrando mi alma, haciendo que frente a ese rostro sonriente dejará ver toda esa vulnerabilidad que siempre había tenido, por algo siempre me decían "princesa de cristal, muñeca de porcelana" tan frágil y hermosa que cualquier movimiento en falso podría terminar con su existencia.