Escapando en el momento justo [libre]

Recién había llegado a París el día anterior, y Alyss podría haber dicho que estaba muy contenta de haber venido aun siendo que su padre la había embaucado con segundas intenciones al enviarla a la casa de su tía Camille. Pero la joven comenzaba a ponerse un tanto irascible por la cantidad de reuniones con damas de alta clase que tenía que surfrir la mayoría del tiempo.
- Estas son las costumbres, Lyly... ¡Por dios! No pongas esa cara, ¿Qué demonios haces en Londres, estar encerrada en tu cuarto?- había dicho su prima Giselle, teniendo que soportar el mal genio de su madre por las palabras groseras que había utilizado.
Si. ¿Qué hacía ella en Londres? Lo cierto es que para la señorita Heart, París parecía un mundo a parte al que no estaba segura de si iba a familiarizarse. Acostumbrada a no salir mucho de su casa, esto era totalmente opuesto... y eso que aún no había empezado lo "mejor".
- Vaya, sí que hay gente hoy, como nos descuidemos... ¿Qué haces? ¡Perderemos a mi madre como sigas tan despistada!- dijo Giselle, tomando parte de su vestido para poder andar más rápido. Pareció no fiarse de la lucidez de la chica pelirroja, y la sujetó de la mano para arrastrarla junto a ella por la marea de gente.
- ¿No podemos ir otro día? No creo que los vestidos vayan a desaparecer de las tiendas cuando están reservados- se quejó la chica arrastrada, caminando sin mucha elegancia por los traspiés que parecía dar.
- ¿Bromeas? - Giselle pareció pálida, dirigiendo algunas miradas a la espalda de su madre por si ésta había escuchado- ¡Mañana es la fiesta que organizará para nosotras! ¿Crees que..?-pareció interrumpida por la mirada de Camille, que se había girado hacia las jovencitas con tensión y algo de culpa en la cara, aunque las chicas sabían que era bastante buena actriz.
- He puesto toda mi ilusión en presentaros en sociedad con una gran fiesta en la que vendrán importantes caballeros, lo menos que podéis hacer es ir a probaros los vestidos y conquistar a un buen hombre.
- ¡Pero es que yo no quiero conquistar a ninguno! - dijo Alyss con tenacidad que pareció algo quebrada por el rostro escandalizado de Camille. Giselle advirtió lo que pasaría y le apretó la mano a su prima, riendo forzosamente.
- Eso es que no has visto ninguno bueno aún, no te preocupes, aquí hay hombres de sobra para elegir - comentó sonriente su tía, a lo que Giselle suspiró aliviada y Alyss hizo una mueca de cansancio.
Y aun faltaban horas para que viniera un carruaje a recogerlas tras las compras. Alyss no era fanática de probarse vestidos, pero podía contar con que le cortarían la cabeza como se resistiera. El tiempo pasó como una eternidad en la que ya todos los vestidos le parecían iguales.
- Ese te queda perfecto - dijo Camille orgullosa, acercándose a Alyss para contemplarla mejor.
El vestido color verde óxido destacaba sus rizos rojizos que caían suavemente a lo largo de su espalda.
- Pues yo me siento torturada- consiguió decir la joven, sin casi poder respirar y llevando sus manos a la espalda. Camille pegó suavemente a las pequeñas manos de la chica con uno de sus guantes.
- Ni se te ocurra aflojarte el corsé, debes acostumbrarte a llevarlo así. Aunque... - recogió los cabellos de ella con una de sus manos. Alyss por su parte alzó los ojos con cierto cansancio.- deberías recogerte el cabello. Mañana tendrás un bonito peinado. -dejó caer el pelo de la chica y se dirigió a su hija, aprobando el resto de vestidos y prodeciendo a pagar.
Alyss se limitó a callar, cosa que Giselle aprobó, porque frente Camille nadie podía ganar. Pero eso no quería decir que la joven no pudiera hacer lo que quisiera. Se apresuró a cambiarse mientras las damas charlaban con el vendedor y salió a escondidas de la tienda, siendo fácil por ser bajita y haber tantas clientas sedientas de moda.
La calle pareció un paraíso momentáneo en el que pudo respirar aire contaminado con tranquilidad. Bajó la cabeza, evitando que los transeúntes vieran su rostro, no por temer a ser mal vista al no estar acompañada, sino porque parecía sentirse expuesta en ese lugar tan desconocido.

Era una tarde nublada y sin ningún rayo de sol, de hecho, lloviznaba a ratos. Resumiendo, era uno de esos días en los que los vampiros estábamos a salvo, al menos, temporalmente. Había aprendido en mis años de inmortalidad que siempre había que llevar un paraguas por si acaso. Salí con una sonrisa de mi modesta casita (por supuesto irónico todo), cogí a mi chofer y le hice llevarme hasta el centro de París, donde los transeúntes de unas clases y de otras se mezclaban sin parar; pero para mí no eran personas, eran…comida.

Lo cierto es que la noche anterior había tenido un interesante banquete con una conocida que estaba de viaje, y que esa misma mañana, había abandonado la capital parisina. Por eso mismo, mi apetito de humanos y mi sed de su sangre estaban saciadas, no necesitaría otra dosis hasta dentro de otros tres días, aunque desde luego, no era problema alguno llevarme algo a la boca antes de tiempo; jugar con la comida podía ser muy divertido, y más cuando la comida pretendía jugar con su cazador, hasta que les descubrías los colmillos y veías el miedo reflejado en sus pupilas que latían aceleradas al igual que su corazón, bombeando su sabrosa y deliciosa sangre.

Me mordisqueé el labio inferior tratando de no relamerme los labios por mis pensamientos que tanto placer me suscitaban y bajé del coche cuando este paró, en un lugar más despejado que el resto de la calle. Bajé haciendo acopio de la elegancia, que era parte de mí, y apoyando un pie, el paraguas, otro y todo esto con la cabeza gacha, hasta que estuve completamente fuera y alcé la mirada hacia el paisaje urbano que tenía ante mí. Me hice paso entre ellos, que también se alejaban de mi como avisados por un sexto sentido: la cazadora estaba cerca.

Anduve por la calle usando el paraguas como bastón y observando el panorama, evaluando a los parisinos y extranjeros que pasaban cerca de mí, pero sin rozarme; pensando en los buenos partidos que podrían ser, económica, amorosa y comestiblemente hablando, pero desde luego, a mí solo me importaba el último factor. Aunque además, me gustaba hacer daño...había sido demasiado buena en mi anterior vida, por lo que si no conocía a la víctima me daba igual destrozar a su familia, al igual que mi conversión había hecho con la mía.