AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Aurelia Sila
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Aurelia Sila
Nombre: Aurelia Sila
Edad: 1957 años. Edad aparente: 30 años.
Especie: Vampiro.
Tipo y Clase social: Extranjera/Clase alta.
Orientación sexual: Bisexual.
Lugar de Origen: Roma, Italia.
Habilidad/Poder:Agilidad y reflejos sobrehumanos, Sentidos Aumentados, Persuasión, Manipulación de memoria, Sanación Acelerada.
Descripción Física: Ya era considerada una belleza excepcional cuando aún estaba viva: su piel de un tono rosado mate, de apariencia tan lozana quizá se haya vuelto más pálida, pero el cambio no hizo sino aumentar su atractivo debido al contraste con el largo cabello negro azabache (siempre lacio); los ojos marrón oscuro enmarcados con esas larguísimas pestañas perfectamente curvadas hacia arriba e igual de negras que el cabello y la boca carnosa, de proporciones impecables. No hay que olvidar la nariz recta y fina, que tal vez en la antigua Roma no haya sido considerada perfecta, pero completa el conjunto armonioso de su rostro. Su estatura - 1. 60m -puede ser considerada la ideal para no sobresalir nunca demasiado, lo cual considera perfecto. Sin embargo, nunca puede pasar completamente desapercibida (y tampoco es que siempre lo quiera ) por su físico, su deliciosa complexión esbelta que le da el mismo aire grácil tan admirado en todas las épocas: sus brazos y piernas bien torneados aunque siempre ocultos por las ropas sobrias que suelen gustarle; la estrecha cintura inevitablemente resaltada por el corsé y las caderas y los pechos perfectamente redondos sin ser exuberantes pero... bueno... las vestimentas resaltan lo que tienen que resaltar aunque lo oculten tanto... Acostumbrada desde siempre a vestir con la elegancia adecuada para su rango, no prescinde de lujosos atavíos aunque siga prefiriendo la sobriedad, ya que la vanidad nunca ha sido una de sus debilidades, exceptuando ese enamoramiento ligeramente obsesivo que tiene por sus manos tan largas y delgadas con unas uñas de forma almendrada tan brillantes que dan a sus movimientos un aire de delicadeza casi etéreo. Tiene la mirada serena, fría, distante pero tan profunda que no deja de ser irresistible. Es raro que sonría y podría decirse que cuando lo hace encierra el mismo enigma que sólo conoció la Gioconda.
Descripción Psicológica: El rasgo más sobresaliente en la personalidad de Aurelia es su seriedad. Nunca fue de esas patricias superficiales que sólo charlaban tonterías sobre joyas o maridos, sus preocupaciones siempre fueron más allá: le preocupaba la política, las artes y adquirir nuevos conocimientos sobre cualquier tema. Su gran sentido común e inteligencia hicieron que sus padres y maestros no le coartaran la libertad de elegir sus lecturas y así creció no sólo leyendo la hermosa poesía de los autores griegos y las imprescindibles obras de Homero, sino también las obras de retórica y memorias de ciudadanos romanos sobresalientes, lo que la llevó a ser deseada no sólo por su belleza sino por ser tan culta y sensata: todo lo que podría desear un buen hombre de aquellos tiempos, incluida la pasividad, aunque nunca una total sumisión... su caracter decidido nunca se lo habría permitido. El paso del tiempo le ha hecho descubrir su fortaleza. Siempre se la mira caminar con porte regio sin ser soberbio, sólo lo adecuado a alguien de su linaje (algo de lo que nunca quiso olvidarse): siempre erguida, con paso firme, casi ceremonioso y la mirada altiva. Todo lo anterior, ciertamente, la hizo volverse un tanto taciturna, por lo que quien la observe puede percatarse de su aspecto meditabundo. Aunque prefiere moverse sola por el mundo, cuando se establece en algún lugar durante un tiempo considerable, se rodea de poca gente, pero siempre cultivada (sin caer en el esnobismo) y profundamente racional. Tal vez no haya cualidad que aprecie más que la racionalidad: por esa razón eligió París en estos tiempos, por su innegable aire científico y racional que se entremezcla con lo mundano y lo artístico de una manera que no pudo sino fascinarla. Inevitablemente, cautiva a los que rodea, siempre quisieran saber más de ella, lo cual utiliza como arma para seducir tanto a hombres como mujeres cuando le place. A pesar de su innegable quietud, logra desenvolverse muy bien en el cualquier entorno, aunque ciertamente prefiere los cafés a los grandes salones de baile. Aunque llega a parecer un ente poco sensual, los siglos (y su transformación) le han enseñado a disfrutar de los placeres de los sentidos: no rehúye la oportunidad de disfrutar las caricias de un mortal hermoso ni el placer que le produce beber su sangre mientras él (o ella) se le entrega voluptuosamente.
Historia: La vida de Aurelia.
Aurelia nació en el invierno del año 157 a. C, en la Roma republicana, en una familia patricia de gran abolengo y fortuna. Los primeros veinte años de su vida transcurrieron como los de cualquier noble romana, con excepción tal vez de su gran afán por instruirse lo más posible (que debido a su notoria inteligencia no le negaron a pesar de ser mujer) y su carácter más bien reservado cuya sensatez, aunada a su belleza la fue haciendo uno de los mejores partidos en la ciudad para los jóvenes patricios. Así, a los 21 años, se desposaba (por arreglo, por supuesto) con un hombre de 28 años llamado Quinto Cecilio, del cual no tardó en enamorarse tanto, que cuando fue enviado como legado militar a sofocar las rebeliones de esclavos que se suscitaban en todo el territorio romano, se sintió terriblemente preocupada, aunque comprendiera perfectamente el deber de su esposo. Cuando recibió la noticia de su muerte, casi no pudo creerlo y se sumió en una profunda tristeza de la que nada parecía poder sacarla. Volvió a la casa paterna y, otra vez bajo su potestad, aunque no era muy bien considerado que una mujer de su posición volviera a casarse, su juventud era un motivo razonable para no condenarla a la viudez definitiva, por lo que su padre decidió buscarle un nuevo marido. Marco Junio fue también un buen hombre, pero por alguna razón, parecía que algo en Aurelia no terminaba de gustarle, sin embargo transcurrieron otros cuatro años y aún no habían concebido un hijo, lo cual la hizo empezar a sentir una profunda angustia que se materializó una noche al escuchar por accidente a su esposo hablando con uno de sus más íntimos amigos: pensaba en divorciarse de ella en los próximos días.
Sin saber qué hacer, Aurelia sintió que su mundo se desplomaba: aquello no podía ser, no podían despreciarla de ese modo atrayendo la ignominia a su impecable linaje… esa fue su primera preocupación, pero conforme se movía hacia la salida de la casa – despacio, no muy consciente de ello- volvió a su mente el recuerdo de Cecilio y la certeza de que a él tal vez no le habría importado y hubieran adoptado un hijo… esa repentina lucidez era una forma de escapar de su incertidumbre: ¿qué haría ahora?
Salió de la casa al anochecer y nadie la vio vagar por las calles del Palatino, sin rumbo peor dirigiéndose a los barrios más pobres de la ciudad. Hacía frío esa noche y cuando se percató de ello fue por las lágrimas que se congelaban en sus mejillas mientras caían. No sabía dónde estaba, realmente se hallaba perdida entre esas oscuras y malolientes callejuelas. Hasta que no pudo más, el cansancio que sentía iba más allá de lo físico, su corazón le dolía terriblemente: toda su vida parecía vacía. Todavía sin darse cuenta por completo de lo que hacía se acurrucó en un rincón oscuro y lloró, lloró hasta perderse en un sueño pesado y doloroso.
Apolonio y la transformación.
Cuando despertó se hallaba era de noche y no sabía cuánto tiempo había pasado desde que salió de casa. Ni siquiera sabía si sólo había sido una pesadilla. Pero cuando terminó de espabilarse se vio en una lujosa habitación que, por supuesto, no era la suya. Se levantó y vio que una esclava aguardaba y la saludó respetuosamente: - Domina, el señor desea verla. Luego le indicó que la ayudaría a darse un baño y arreglarse para acudir al comedor, donde la aguardaba el amo. Sin entender muy bien qué ocurría, Aurelia se dedicó a seguir las indicaciones que le daba la esclava y después de un rato acudió al comedor. Allí encontró a su misterioso anfitrión en la semipenumbra, reclinado en la camilla, frente a la mesa: un griego de unos 45 años, muy apuesto y elegante. La invitó a sentarse junto a él mientras le daba la bienvenida. – Déjame presentarme, querida, lo último que quiero es ser descortés: soy Apolonio y esta es mi villa de Asculum Picenum. No temas, no pienso hacerte daño.
Su anfitrión le explicó que la había encontrado en Roma y de inmediato había sabido que estaba huyendo de algo o alguien y por eso quiso traerla consigo, para evitar que algo le sucediera. Aurelia no salía de su asombro, pero con el paso de los días fue tomando afecto a Apolonio y a toda su extraña rutina nocturna. Poco a poco fue olvidando el motivo de su huida y pronto supo que en Roma creían que se había fugado con un amante… desde luego nadie sabía donde se encontraba ahora. Escuchar eso hizo la hizo reir con amargura. –Quédate- pidió Apolonio. Aurelia aceptó con la condición de que le revelara el porqué de sus extrañas ausencias diurnas.
Después de un mes, mientras Aurelia cenaba, fascinada por la charla y los exquisitos modales de Apolonio, éste se acercó a ella y le ofreció el mejor vino que hubiera probado en su vida. Charlaron hasta bien entrada la noche y Apolonio despidió a todos los esclavos. Él se le acercó aún más y la reclinó suavemente en la camilla: la besó en los labios, profundamente, ella cedió y se relajó en su abrazo, se entregó con gran placer y mientras Apolonio deslizaba sus labios al cuello de Aurelia, los sentidos de ella se nublaban y se sentía caer en un profundo éxtasis. Sintió un dolor que desgarraba su carne y lentamente, un vacío se iba expandiendo desde su corazón hacia todo su cuerpo. Escuchó la voz grave de Apolonio en su cabeza: - ¿Todavía quieres morir?
-Sí- susurró ella.
- Sé mía, Aurelia, quédate conmigo.
Otro susurro: - Sí, sí…
Todo quedó en total oscuridad y silencio. Aún sentía el brazo de él rodeando su cintura y luego un líquido caliente mojando sus labios entreabiertos: sangre, era la cálida sangre de Apolonio. La saboreó casi inconscientemente, la sintió bajar por su garganta antes de aferrarse al brazo herido por donde manaba y empezar a beber con verdadera aprensión por momentos que (para ambos) parecieron interminables… hasta que él la apartó de sí.
Desde aquel momento Aurelia intuyó que todo sería diferente.
A través de dos milenios.
Con el paso de las noches, Apolonio fue enseñando a Aurelia todo lo que debía saber de su nueva vida: cómo alimentarse, cómo descansar, cómo mantenerse segura en todos los sentidos y cómo conseguir las riquezas necesarias para obtener la privacidad que requería su nueva vida. Y le explicó que, a menos que alguien los descubriera o quedaran expuestos al fuego o al sol mientras dormían, no podrían morir. Al cabo de un año, decidieron emprender un viaje a través del mundo griego (había que alejarse un buen tiempo de Roma) y Asia.
Vivieron y cazaron juntos por el espacio de 150 años, cuando Aurelia decidió que era hora de que ella conociera el mundo por su cuenta. Apolonio entendía y no se opuso: siempre que quisiera, podría volver a él. Y así fue que Aurelia tuvo que hacer uso de numerosas fachadas para no sobrevivir sin ser descubierta. Se enamoró cientos de veces y abandonó a sus amados antes que convertirlos en lo que ella era, aunque sí sucumbió a la tentación un par de veces y terminó creando a una muchacha y un muchacho (ambos en distintos tiempos y lugares).
Vio las ciudades transformarse, volvió a Roma una vez cada 100 años y aún posee propiedades ahí. También en las principales ciudades Europeas, por que después de los aterradores años después de la caída del Imperio romano, descubrió que las ciudades eran mucho más seguras para vivir.
Finalmente eligió París por el innegable encanto de la ciudad: le gustaba en lo que se había transformado tras casi 2000 años: la nueva capital de la civilización.
Actualmente lleva sólo un año establecida en París. En un barrio elegante, tranquilo y discreto, donde puede vivir tranquilamente.
Datos extra:
Su fachada actual es la de una hermosa y joven viuda de un rico comerciante italiano, en busca de un poco de emoción y todo lo que pueda ofrecer la ciudad.
Aunque originalmente era heterosexual estricta por su férrea romanidad, durante sus primeras estancias en Grecia descubrió lo agradable que podía ser estar con mujeres yamarlas... pero no dejó de disfrutar la compañía de los hombres.
Suele extrañar a sus jóvenes vástagos pero aún no se han reencontrado.
Edad: 1957 años. Edad aparente: 30 años.
Especie: Vampiro.
Tipo y Clase social: Extranjera/Clase alta.
Orientación sexual: Bisexual.
Lugar de Origen: Roma, Italia.
Habilidad/Poder:Agilidad y reflejos sobrehumanos, Sentidos Aumentados, Persuasión, Manipulación de memoria, Sanación Acelerada.
Descripción Física: Ya era considerada una belleza excepcional cuando aún estaba viva: su piel de un tono rosado mate, de apariencia tan lozana quizá se haya vuelto más pálida, pero el cambio no hizo sino aumentar su atractivo debido al contraste con el largo cabello negro azabache (siempre lacio); los ojos marrón oscuro enmarcados con esas larguísimas pestañas perfectamente curvadas hacia arriba e igual de negras que el cabello y la boca carnosa, de proporciones impecables. No hay que olvidar la nariz recta y fina, que tal vez en la antigua Roma no haya sido considerada perfecta, pero completa el conjunto armonioso de su rostro. Su estatura - 1. 60m -puede ser considerada la ideal para no sobresalir nunca demasiado, lo cual considera perfecto. Sin embargo, nunca puede pasar completamente desapercibida (y tampoco es que siempre lo quiera ) por su físico, su deliciosa complexión esbelta que le da el mismo aire grácil tan admirado en todas las épocas: sus brazos y piernas bien torneados aunque siempre ocultos por las ropas sobrias que suelen gustarle; la estrecha cintura inevitablemente resaltada por el corsé y las caderas y los pechos perfectamente redondos sin ser exuberantes pero... bueno... las vestimentas resaltan lo que tienen que resaltar aunque lo oculten tanto... Acostumbrada desde siempre a vestir con la elegancia adecuada para su rango, no prescinde de lujosos atavíos aunque siga prefiriendo la sobriedad, ya que la vanidad nunca ha sido una de sus debilidades, exceptuando ese enamoramiento ligeramente obsesivo que tiene por sus manos tan largas y delgadas con unas uñas de forma almendrada tan brillantes que dan a sus movimientos un aire de delicadeza casi etéreo. Tiene la mirada serena, fría, distante pero tan profunda que no deja de ser irresistible. Es raro que sonría y podría decirse que cuando lo hace encierra el mismo enigma que sólo conoció la Gioconda.
- Spoiler:
Descripción Psicológica: El rasgo más sobresaliente en la personalidad de Aurelia es su seriedad. Nunca fue de esas patricias superficiales que sólo charlaban tonterías sobre joyas o maridos, sus preocupaciones siempre fueron más allá: le preocupaba la política, las artes y adquirir nuevos conocimientos sobre cualquier tema. Su gran sentido común e inteligencia hicieron que sus padres y maestros no le coartaran la libertad de elegir sus lecturas y así creció no sólo leyendo la hermosa poesía de los autores griegos y las imprescindibles obras de Homero, sino también las obras de retórica y memorias de ciudadanos romanos sobresalientes, lo que la llevó a ser deseada no sólo por su belleza sino por ser tan culta y sensata: todo lo que podría desear un buen hombre de aquellos tiempos, incluida la pasividad, aunque nunca una total sumisión... su caracter decidido nunca se lo habría permitido. El paso del tiempo le ha hecho descubrir su fortaleza. Siempre se la mira caminar con porte regio sin ser soberbio, sólo lo adecuado a alguien de su linaje (algo de lo que nunca quiso olvidarse): siempre erguida, con paso firme, casi ceremonioso y la mirada altiva. Todo lo anterior, ciertamente, la hizo volverse un tanto taciturna, por lo que quien la observe puede percatarse de su aspecto meditabundo. Aunque prefiere moverse sola por el mundo, cuando se establece en algún lugar durante un tiempo considerable, se rodea de poca gente, pero siempre cultivada (sin caer en el esnobismo) y profundamente racional. Tal vez no haya cualidad que aprecie más que la racionalidad: por esa razón eligió París en estos tiempos, por su innegable aire científico y racional que se entremezcla con lo mundano y lo artístico de una manera que no pudo sino fascinarla. Inevitablemente, cautiva a los que rodea, siempre quisieran saber más de ella, lo cual utiliza como arma para seducir tanto a hombres como mujeres cuando le place. A pesar de su innegable quietud, logra desenvolverse muy bien en el cualquier entorno, aunque ciertamente prefiere los cafés a los grandes salones de baile. Aunque llega a parecer un ente poco sensual, los siglos (y su transformación) le han enseñado a disfrutar de los placeres de los sentidos: no rehúye la oportunidad de disfrutar las caricias de un mortal hermoso ni el placer que le produce beber su sangre mientras él (o ella) se le entrega voluptuosamente.
Historia: La vida de Aurelia.
Aurelia nació en el invierno del año 157 a. C, en la Roma republicana, en una familia patricia de gran abolengo y fortuna. Los primeros veinte años de su vida transcurrieron como los de cualquier noble romana, con excepción tal vez de su gran afán por instruirse lo más posible (que debido a su notoria inteligencia no le negaron a pesar de ser mujer) y su carácter más bien reservado cuya sensatez, aunada a su belleza la fue haciendo uno de los mejores partidos en la ciudad para los jóvenes patricios. Así, a los 21 años, se desposaba (por arreglo, por supuesto) con un hombre de 28 años llamado Quinto Cecilio, del cual no tardó en enamorarse tanto, que cuando fue enviado como legado militar a sofocar las rebeliones de esclavos que se suscitaban en todo el territorio romano, se sintió terriblemente preocupada, aunque comprendiera perfectamente el deber de su esposo. Cuando recibió la noticia de su muerte, casi no pudo creerlo y se sumió en una profunda tristeza de la que nada parecía poder sacarla. Volvió a la casa paterna y, otra vez bajo su potestad, aunque no era muy bien considerado que una mujer de su posición volviera a casarse, su juventud era un motivo razonable para no condenarla a la viudez definitiva, por lo que su padre decidió buscarle un nuevo marido. Marco Junio fue también un buen hombre, pero por alguna razón, parecía que algo en Aurelia no terminaba de gustarle, sin embargo transcurrieron otros cuatro años y aún no habían concebido un hijo, lo cual la hizo empezar a sentir una profunda angustia que se materializó una noche al escuchar por accidente a su esposo hablando con uno de sus más íntimos amigos: pensaba en divorciarse de ella en los próximos días.
Sin saber qué hacer, Aurelia sintió que su mundo se desplomaba: aquello no podía ser, no podían despreciarla de ese modo atrayendo la ignominia a su impecable linaje… esa fue su primera preocupación, pero conforme se movía hacia la salida de la casa – despacio, no muy consciente de ello- volvió a su mente el recuerdo de Cecilio y la certeza de que a él tal vez no le habría importado y hubieran adoptado un hijo… esa repentina lucidez era una forma de escapar de su incertidumbre: ¿qué haría ahora?
Salió de la casa al anochecer y nadie la vio vagar por las calles del Palatino, sin rumbo peor dirigiéndose a los barrios más pobres de la ciudad. Hacía frío esa noche y cuando se percató de ello fue por las lágrimas que se congelaban en sus mejillas mientras caían. No sabía dónde estaba, realmente se hallaba perdida entre esas oscuras y malolientes callejuelas. Hasta que no pudo más, el cansancio que sentía iba más allá de lo físico, su corazón le dolía terriblemente: toda su vida parecía vacía. Todavía sin darse cuenta por completo de lo que hacía se acurrucó en un rincón oscuro y lloró, lloró hasta perderse en un sueño pesado y doloroso.
Apolonio y la transformación.
Cuando despertó se hallaba era de noche y no sabía cuánto tiempo había pasado desde que salió de casa. Ni siquiera sabía si sólo había sido una pesadilla. Pero cuando terminó de espabilarse se vio en una lujosa habitación que, por supuesto, no era la suya. Se levantó y vio que una esclava aguardaba y la saludó respetuosamente: - Domina, el señor desea verla. Luego le indicó que la ayudaría a darse un baño y arreglarse para acudir al comedor, donde la aguardaba el amo. Sin entender muy bien qué ocurría, Aurelia se dedicó a seguir las indicaciones que le daba la esclava y después de un rato acudió al comedor. Allí encontró a su misterioso anfitrión en la semipenumbra, reclinado en la camilla, frente a la mesa: un griego de unos 45 años, muy apuesto y elegante. La invitó a sentarse junto a él mientras le daba la bienvenida. – Déjame presentarme, querida, lo último que quiero es ser descortés: soy Apolonio y esta es mi villa de Asculum Picenum. No temas, no pienso hacerte daño.
Su anfitrión le explicó que la había encontrado en Roma y de inmediato había sabido que estaba huyendo de algo o alguien y por eso quiso traerla consigo, para evitar que algo le sucediera. Aurelia no salía de su asombro, pero con el paso de los días fue tomando afecto a Apolonio y a toda su extraña rutina nocturna. Poco a poco fue olvidando el motivo de su huida y pronto supo que en Roma creían que se había fugado con un amante… desde luego nadie sabía donde se encontraba ahora. Escuchar eso hizo la hizo reir con amargura. –Quédate- pidió Apolonio. Aurelia aceptó con la condición de que le revelara el porqué de sus extrañas ausencias diurnas.
Después de un mes, mientras Aurelia cenaba, fascinada por la charla y los exquisitos modales de Apolonio, éste se acercó a ella y le ofreció el mejor vino que hubiera probado en su vida. Charlaron hasta bien entrada la noche y Apolonio despidió a todos los esclavos. Él se le acercó aún más y la reclinó suavemente en la camilla: la besó en los labios, profundamente, ella cedió y se relajó en su abrazo, se entregó con gran placer y mientras Apolonio deslizaba sus labios al cuello de Aurelia, los sentidos de ella se nublaban y se sentía caer en un profundo éxtasis. Sintió un dolor que desgarraba su carne y lentamente, un vacío se iba expandiendo desde su corazón hacia todo su cuerpo. Escuchó la voz grave de Apolonio en su cabeza: - ¿Todavía quieres morir?
-Sí- susurró ella.
- Sé mía, Aurelia, quédate conmigo.
Otro susurro: - Sí, sí…
Todo quedó en total oscuridad y silencio. Aún sentía el brazo de él rodeando su cintura y luego un líquido caliente mojando sus labios entreabiertos: sangre, era la cálida sangre de Apolonio. La saboreó casi inconscientemente, la sintió bajar por su garganta antes de aferrarse al brazo herido por donde manaba y empezar a beber con verdadera aprensión por momentos que (para ambos) parecieron interminables… hasta que él la apartó de sí.
Desde aquel momento Aurelia intuyó que todo sería diferente.
A través de dos milenios.
Con el paso de las noches, Apolonio fue enseñando a Aurelia todo lo que debía saber de su nueva vida: cómo alimentarse, cómo descansar, cómo mantenerse segura en todos los sentidos y cómo conseguir las riquezas necesarias para obtener la privacidad que requería su nueva vida. Y le explicó que, a menos que alguien los descubriera o quedaran expuestos al fuego o al sol mientras dormían, no podrían morir. Al cabo de un año, decidieron emprender un viaje a través del mundo griego (había que alejarse un buen tiempo de Roma) y Asia.
Vivieron y cazaron juntos por el espacio de 150 años, cuando Aurelia decidió que era hora de que ella conociera el mundo por su cuenta. Apolonio entendía y no se opuso: siempre que quisiera, podría volver a él. Y así fue que Aurelia tuvo que hacer uso de numerosas fachadas para no sobrevivir sin ser descubierta. Se enamoró cientos de veces y abandonó a sus amados antes que convertirlos en lo que ella era, aunque sí sucumbió a la tentación un par de veces y terminó creando a una muchacha y un muchacho (ambos en distintos tiempos y lugares).
Vio las ciudades transformarse, volvió a Roma una vez cada 100 años y aún posee propiedades ahí. También en las principales ciudades Europeas, por que después de los aterradores años después de la caída del Imperio romano, descubrió que las ciudades eran mucho más seguras para vivir.
Finalmente eligió París por el innegable encanto de la ciudad: le gustaba en lo que se había transformado tras casi 2000 años: la nueva capital de la civilización.
Actualmente lleva sólo un año establecida en París. En un barrio elegante, tranquilo y discreto, donde puede vivir tranquilamente.
Datos extra:
Su fachada actual es la de una hermosa y joven viuda de un rico comerciante italiano, en busca de un poco de emoción y todo lo que pueda ofrecer la ciudad.
Aunque originalmente era heterosexual estricta por su férrea romanidad, durante sus primeras estancias en Grecia descubrió lo agradable que podía ser estar con mujeres yamarlas... pero no dejó de disfrutar la compañía de los hombres.
Suele extrañar a sus jóvenes vástagos pero aún no se han reencontrado.
Última edición por Aurelia el Sáb Nov 19, 2011 12:28 am, editado 5 veces
Aurelia Sila- Vampiro Clase Alta
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Re: Aurelia Sila
CUANDO TERMINES LA FICHA VUELVE A POSTEAR AVISANDO PARA QUE UN MIEMBRO DEL STAFF PASE A REVISARLA
Nigel Quartermane- Vampiro/Realeza [Admin]
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Re: Aurelia Sila
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Aurelia Sila- Vampiro Clase Alta
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Re: Aurelia Sila
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Nigel Quartermane- Vampiro/Realeza [Admin]
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