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¿A qué nivel la demencia somete al hombre? [Aurelia] 2WJvCGs


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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por C. Lazarus Morrigan Sáb Dic 03, 2011 8:06 pm

Llevado por el rumor, Lazarus llevaba horas cabalgando dejando atrás las calles empedradas de la ciudad parisina, perdiéndose a su espalda los innumerables edificios y surgiendo los diversos campos sembrados que le rodeaban por aquel camino de tierra.

Había llegado a sus oídos historias de que hacía unos pocos días había encontrado a familias entera muertas, así quedando sus granjas completamente abandonadas. Sus cuerpos habían sido destrozados de manera atroz, y su sangre dispersada por doquier, solo un caso de desangramiento, y aquello le hizo pensar a Lazarus que podía haber algún tipo de criatura maligna detrás de todo aquel asunto.

Los cascos del caballo era lo único que le acompañaba por aquel camino de tierra batida, y bueno, también “Tosca”, aquella perra vieja que había traído desde irlanda. Tal vez fuese el único recuerdo de su anterior vida, ya que aquel animal había estado casi toda su vida con él y el dejarla atrás con su familia cuando marchó al seminario no lo vio una buen idea.

Ahora el crepúsculo dejaba una mancha rojiza que poco a poco se iba tiñendo del azul oscuro de la nocturna, Lazarus ya había visitado al menos dos granjas en las que no había notado ninguna presencia extraña, o algún acto o señal de maldad o brujería que le hiciese sospechar, ahora iba a por la tercera.
Rodeado por campos llenos de cultivo de hortalizas, sobre todo de la remolacha, la cual supo reconocer, su ver lejana la pequeña casita de madera junto con el granero. Un suspiró aburrido y el ritmo del animal iba al paso, ya que le dolía las piernas de tanto cabalgar. Había perdido algo el interés por aquellos rumores, ya que solo había encontrado superstición y habladurías, si, debía de haber sido eso alguna historia bien inventada como solía encontrarse un millar de veces, rumores falsos que siempre le hacía perder el tiempo... Y éste parecía ir por el mismo camino.

Un grito en la lejanía fue lo que lo alerto de repente e hizo que espoleará al animal creando un ligero galope, “Tosca” a su lado ladró.

La escena que se encontrar al penetrar en la casa era desoladora la artífice del grito yacía en la entrada sobre un charco inmenso de sangre, ahogándose en el propio líquido, exhalando su último aliento entre aquel ruido desagradable y burbujeante de la sangre en sus vías respiratorias. “Algo” o “alguien” le había desgarrado la garganta no con un mordisco limpio, sino demasiados y torpes, como si en un principio no hubiese conseguido su objetivo desde el principio.

“Tosca”, que había entrado olfateando el lugar, gruñía en la habitación continua, enseguida Lazarus se encontró con otra horrible escena, un hombre algo más joven que él portaba en brazos a una niña con que tan solo tendría 3 o 4 años, no sabría decirlo. La boca manchada de sangre de su anterior víctima y los dientes se clavaron en el brazo de la cría, que comenzó a gritar pateando y luchando por desembarazarse.
No fue ni pensárselo dos veces, cuando Lazarus corrió hacía él tirándolo del pelo y hundiendo el filo de unos de sus cuchillos una vez y otra, y otra, hasta que éste se obligó a soltar soltar a la niña. El hombre yacía en el suelo, y Tosca mordía sus piernas, éste murió a los pocos minutos.

La noche ya había inundado a todo el mundo con su oscuro manto, Lazarus había enterrado ambos cuerpos cerca del huerto. Había descubierto que aquel hombre era o había sido un “siervo”, y que a la espera o no sabía que motivo, le había hecho perder el juicio.
"¿A qué nivel la demencia somete al hombre?" Pensó Lazarus, cuando contempló la escena con horror, dos cadáveres y aquella niña, la cual supuso la hija de ambos, que no paraba de llorar de dolor.

Lazarus ahora se hallaba en el interior de la casa, unas lámpara de aceite se ve que proporcionaba la luz en el hogar, había lavado la herida de la pequeña, la cual tenía bastante mala pinta y le había proporcionado una diminuta dosis del veneno que solía usar para sus cuchillos, en pequeñas cantidades servía como remedió para el dolor, pero en grandes era letal, solo había que saber controlar la dosis. Sin poner muchas esperanzas en la vida de la pequeña, por si acaso le dio la extremaunción. Si ésta vivía, la llevaría a uno de los orfanatos donde las hermanas cuidaría bien de ella, sino... Una agujero bien cavado le esperaba junto a las tumbas de sus padres.

“Tosca” dormía a su lado, y él que controlaba las fiebre de la pequeña, comenzaba a sentir el peso del cansancio, la mecía entre sus brazos como si fuese un padre protector, la verdad Lazarus nunca había sentido ningún tipo de instinto relacionado, más era su afán por proteger a los demás de todo mal que otra cosa. El sueño comenzaba a llamarle en aquel sillón, mañana sería otro día, tendría más fuerzas para regresar a la ciudad con o sin la niña. Dios diría.
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Mensaje por Aurelia Sila Mar Dic 06, 2011 12:27 am

A pesar de su renuencia a abandonar el cobijo de la gran urbe, Aurelia despertó ese crepúsculo con unas ansias terribles de aire fresco. Sentía el olor de las cloacas citadinas tan penetrantemente que llevaba algunos días sin salir de su casa más que para buscar algún menesteroso para alimentarse; de ese modo, se enfundó en un traje masculino negro y salió a buscar su presa sin muchas ganas, pero con la certeza de que si no lo hacía comenzaría a sentirse débil, lo cual no era de su agrado en ninguna forma. Después de hacerlo, se dirigió a las afueras de la ciudad, hacia el sur.

Pronto se hizo notorio un cambio en el aire. El olor a cloaca se sentía cada vez más lejano y tomaba su lugar el perfume de tierra húmeda y hierba, el olor del rocío y tal vez hasta el del humo de un hogar. Aminoró el paso y disfrutó la frescura de la noche casi invernal. Podía sentir el calor de la sangre recién bebida recorriéndole el cuerpo: no podía negar que era agradable.

Se alejó del sendero, eligiendo mejor las angostas veredas que comunicaban a las pequeñas granjas que había por ahí. Ante sus ojos, ese paisaje campesino tenía una belleza única, pero no podía dejar de pensar en lo solitario que estaba todo a esas horas, cómo nunca podría ver a la gente labrando la tierra bajo la abrasante luz del sol. Siempre ese pensamiento le provocaba una inmensa melancolía.

Caminaba con sigilo para no interrumpir esa calma, no tenía derecho a interrumpirla… De pronto, un grito de terror proveniente de algún punto cercano lo hizo por ella, sobresaltándola. ¿Qué era aquello? Tal vez, después de todo se alimentaría con algún malhechor esa noche. Detectó el punto exacto de donde había surgido el alarido y se encaminó hacia allí, casi lamiéndose los labios con expresión hambrienta, pero la detuvo el sonido de unos cascos aproximándose. Se ocultó en las sombras y enseguida vio a un hombre que se acercaba a la casa, junto con un perro. Si se acercaba más, el animal la delataría y en ese momento prefería esperar. Un intenso olor a sangre provenía del lugar, lo cual excitaba su curiosidad.

Después de un rato de aguzar el oído, escuchó ruidos de forcejeos y otra vez gritos, luego otra vez silencio. Por fin se decidió a ver lo que había sucedido y caminó casi sin rozar el piso. El caballo del hombre que había visto llegar seguía allí.

Al entrar a la casa, la escena la llenó de algo que en ese momento sólo pudo asociar al asco: un enorme charco de sangre ya coagulada donde –supuso- se había llevado a cabo la lucha que sólo pudo escuchar. Hizo un gran esfuerzo para contener las arcadas. Al fondo de la habitación, una débil lucecita proveniente de una lámpara le reveló claramente la imagen del hombre quedándose dormido con una pequeña niña en brazos y a sus pies, el perro. Sabe que la pequeña está herida pero no alcanza a entender del todo los acontecimientos.

Se queda de pie, observando, casi tentada de quitarle al hombre a la niña y acunarla ella. Sin embargo, enseguida percibió el peligro en la presencia del sujeto… Algo tenía de extraño, decididamente. Retrocedió unos pasos, haciendo crujir las tablas del piso y alertando tanto al animal como al hombre.
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Mensaje por C. Lazarus Morrigan Miér Dic 07, 2011 6:57 pm

Morfeo quiso dejar caer su hechizo sobre el cazador, Lazarus estaba demasiado agotado, todo el día cabalgando, parando en una granja y en otra, miles de preguntas que solo recibían respuestas inútiles, había comido poco y luego lo que se había encontrado en aquel lugar.
Aquello le había agotado tanto físicamente como psicológicamente, pero su mente estaba preparada para aquello, para los horrores que podía encontrar en el mundo. Él había sido un maestro inquisidor, debía de saber la realidad de su obra como verdugo de criaturas malignas, debía de saber enfrentarse a todo lo que se le dispusiera delante. Había estado en situaciones límites donde la carne cedía ante sus filos de muerte, los huesos se resquebrajaban, la sangre te salpicaba en su férreo aroma, el hedor, el miedo... Aun no había encontrado su propio límite en situaciones similares, ¿o sí? donde se enfrentaba al grito del demonio o del simple demente, como en esa ocasión.
Aun no se había derrumbado ante la violencia que existía en el mundo.

Dos caras diferente moraban en su interior, podías verlo en su rol de cazador siendo el más frío, carente del sentir humano de tal manera que parecía establecerse en la psicología de aquellas criaturas malignas, pero en cambio ahora podías verlo allí, sentado en el lecho, meciendo a aquella pequeña criatura inocente, siendo cálido dedicándole palabras amables para consolar su dolor, siento esperanzas de aque viviese lo suficiente para que pudiese ser llevaba al orfanato, para que algún día pudiese llegar a ser adulta, y tal vez se acordase del día en el que él le había salvado la vida, y tal vez recibiese unas “gracias”, que nunca esperaba de nadie.

Dormido, la calma se hizo latente en el hogar. Ni un sonido, solo el silencio, y la oscuridad que devoraba todo... menos aquella pequeña lámpara tintineante.

“Tosca” movió el hocico despertando de su sueño, había olido algo en la casa, un sonido que había aprendido a identificar desde que tenía memoria, el amo le había enseñado a reaccianar ante éste y saber que cuando aquel olor aparecía era que algo malo iba a suceder.
Las orejas de la perra tumbada se movieron, nada... Ni un ápice que rompiese el silencio. Así eran los humanos de piel fría.
Un gimoteo mientras se aproximaba a la cama, ladrar no era la señal que le había enseñado el amo, cuando el olor extraño detectaba debía de avisarle sin hacer el menor ruido, si lo había bien sabía que él le compensaría con sus caricias y algún rico bocado.

Lazarus pudo notar el hocico del animal golpear su codo con suavidad, al principio le costó el despertar pero con el sonido de la tabla del suelo, sus ojos azules fueron desvelados tras sus parpados, su perra aun continuaba gimoteando.

“Esta entre las sombras” Pensó, ya que identifico la señal del animal.

Poco a poco se desembarazó de la pequeña dejándola en la cama y tendiéndole una manta, de su costado saco uno de sus cuchillo y con paso lento caminó a la procedencia del sonido, “Tosca” se subió en el lecho junto a la niña, tal y como le habían indicado.

-¿Quién anda ahí? Muéstrate... -Su francés era perfecto aunque se notaba su extranjería, su voz destable... No era ruda, era clara, con un extraño tonó demasiado calmante para cualquiera.
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Mensaje por Aurelia Sila Sáb Dic 10, 2011 12:29 am

A pesar de la oscuridad, pudo percibir los cautelosos movimientos del animal alertando al amo. Habían detectado su presencia.

De haberlo deseado, podría haber huido en el instante en que los ojos decididamente fríos de aquel mortal comenzaron a escrutar el lugar donde él intuía que estaba, pero no huyó. Esperó un momento,conteniendo la respiración, permaneciendo en la quietud sobrenatural que sólo había visto en criaturas como ella. Temía que el perro la atacara, la animadversión natural que mostraban hacia ella se había hecho mutua con el paso del tiempo; pero el animal no la atacó, ni siquiera ladró. En cambio, el amo la instaba a mostrarse con voz calmada, casi con demasiada seguridad de lo que estaba haciendo.

Ya sin la niña en brazos, el hombre se acercó lentamente hacia donde ella se encontraba, con un arma en la mano. No podía sentirse sorprendida por ello... cualquier hombre mortal en su sano juicio reaccionaría así ante cualquier posible amenaza y más aún en aquellas extrañas circunstancias. A pesar de todo, del inminente enfrentamiento que se avecinaba en los segundos próximos, no pudo dejar de notar lo irónica que era su situación: justo esa noche había salido en busca de aire fresco y hasta en son de paz, y en vez de eso, se encontraba dentro de esa casa impregnada con el característico e insoportable hedor de la muerte, frente a un mortal amenazante... Casi soltó una carcajada al pensar en ello, pero no lo hizo.
-El hedor de la muerte- pensó de nuevo al percatarse de que no había ningún cadáver ahí. Todo se volvía cada vez más inquietante.

Sabía que todavía estaba a tiempo de marcharse, antes de que ese hombre sin miedo estuviera seguro de que "aquello" no era un espectro o un mero producto de su imaginación. En lugar de eso, avanzó ella también, dejando que él la atisbara un momento antes de responderle enfatizando cada una de las palabras:
- No temas, no es mi intención hacerles daño.

Ahora veía con claridad los ojos azules casi tan glaciales como los suyos, el rostro cansado, el cuchillo. Intuyó que a partir de ese momento debía proceder con suma cautela. Algo ( además de que en realidad no sabía qué había ocurrido ahí) no terminaba de cuadrar en su mente. -Creéme- insistió.

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Mensaje por C. Lazarus Morrigan Mar Dic 13, 2011 5:45 pm


Agazapada la perra, mostraba los dientes en un gruñido casi insonoro sobre la cama. Sus ojos brillantes se dirigían a la oscuridad donde procedía aquel olor.
La niña se movió entre sueños, quejándose del leve sonido.

Lazarus, con el cuchillo en la mano y tomando la postura adecuada esperando al ataque se detuvo ante la sombra, y volviéndose hacia la niña silencioso esperó a que ésta no comenzará a llorar.

Finalmente la pequeña, volvió a dormirse. Un suspiró aliviado fue exhalado de lo más profundo de sus pulmones, le había costado demasiado calmar su dolor, y le había ayudado bastante las pequeñas dosis de la cicuta que se usaba también como calmante, a buena medida.

Una voz entre la penumbra le respondió, una voz femenina y cauta. Ella avanzó, el cazador le esperó desde su posición y poca luz de la estancia pudo revelar su físico.
Bella, extraordinariamente hermosa, cualquier hombre podría caer rendido a sus pies con tan solo contemplarla, tanto como un escultura de algún tipo de diosa clásica, de tez demasiado pálida, eso ya fue el rasgo que le hizo sospechar aunque veía evidente a que especie pertenecía, dudaba que una mujer con tal elegante fachada andase por aquellos lares y encima a esas altas de la noche. Era evidente... Vampiro.

Lazarus bajó el cuchillo, pero sus dedos continuaban aferrados con fuerza en su mango. Un ademán y chasquido, donde le pedía calma al animal, el cual pronto escondió sus colmillos y agacho su cabeza y orejas en señal de sumisión.
Por ahora ella no quería atacarle, por ahora parecía pacífica. Pero él sabía que aquellas criaturas crueles usaban miles de máscaras, ella le había pedido que la creyese. Él le concedió el derecho de la “duda”, solamente por el recuerdo de cierta persona que le hizo dudar de su labor de “inquisidor”... E hizo abandonar su tierra. Solamente, porque había visto en uno de ellos, un alma humana, aun continuaba preguntándose si había iguales que él, que no deseaban ser lo que eran, que poseían la luz de la humanidad incorrupta.

-Acercate. -Dijo con firmeza, seguido con una ademán de su mano. -Un poco más.

Sin reparos sus ojos azules, la miraron de arriba abajo, haciendo examen, era evidente que era una inmortal.

-¿Los marcastes? Al padre... ¿Lo marcaste? -Se refería a aquel hombre que hacía unas horas había enloquecido y terminado con su familia a base de salvajes mordiscos, en su cadáver había señales tatuadas de ser un “siervo”,de inmortales, un humano que aspiraba a ser vampiro en el futuro. -¿Era tu siervo?
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Mensaje por Aurelia Sila Miér Dic 14, 2011 12:03 am

Un estremecimiento, una ligera indignación por la orden del hombre; pero aun así se acercó, cualquier intento de ataque y podría romperle el cuello o confundirlo con recuerdos falsos, no tenía por qué temerlo, él era sólo un mortal, aunque supiera lo que era. Sus palabras habían sido claras, una mirada y la había descubierto, quizá fuera un cazador... ellos siempre sabían; claro que tampoco era una cosa corriente que una mujer anduviera vagando sola de noche. La pregunta que él formuló a continuación la desconcertó, ¿marcarlo, siervo?

-No, ¡demonios! ... Nada de eso- la idea le resultaba abominable, no le gustaba someter de ese modo a los humanos, sabía que aquellos que ambicionaban la transformación eran seres despreciables; los que no habían tenido elección podían ser diferentes, pero alguien que elije asesinar para sobrevivir eternamente debía ser realmente malvado. Un gesto de dolor le ensombreció el rostro. -Así que fue eso lo que ocurrió, un loco ansioso de sangre- dijo, suspirando al tiempo que veía a la pequeña en el humilde lecho, resguardada por el perro. El misterio se había aclarado y era terrible, pero ¿què hacía él allí? Ella había ido a parar a ese tétrico escenario por una mera casualidad, de ningún modo podría haber imaginado que su noche se convertiría en un encuentro tan extraño como el que se estaba dando. -Yo no lo hice,- le repitió, asegurándose de mirarlo a los ojos -puede que deba matar para seguir existiendo, pero no condenaría a nadie más a esto... hace mucho que renuncié a ello.

Quizá un segundo después de confesarle eso al hombre ya se había arrepentido, pero algo le decía que sincerarse un poco podría evitarle un futuro perseguidor, todavía no quería empezar ese juego, no cuando apenas comenzaba a disfrutar de su nueva morada. Enseguida se dirigió a la cama: - Ordénale a tu amigo que no me ataque- le pidió, refiriéndose al animal y tras asegurarse de que estaría a salvo se arrodilló ante la niña y acarició su rostro, sus cabellos desordenados salpicados de sangre ya seca. Observó la herida en su brazo y se quedó pensando un segundo antes de volver a hablar. - Alguien debe atenderla, no puede quedarse aquí. A menos que prefieras que la ayude a sanar... tú sabes, un par de gotas de mi sangre y no quedará rastro de nada en un rato, pero...- titubeó al pronunciar esas últimas palabras. Se levantó y volvió a mirarlo. Luego lo interrogó en seco: -¿Cuál es tu papel en todo esto?
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Mensaje por C. Lazarus Morrigan Lun Dic 19, 2011 6:06 pm

Ni un atisbo de nerviosismo ante la inmortal, cualquier persona con sentido común al saber lo que ella era huiría sin pensarlo, pero para él aquello era su día a día.
Había instruido a demasiados jóvenes inquisidores, a cazadores... para que aprendieran a destruir aquel tipo de criaturas, para que su mano asesina no dudará ante los ojos humanos de un vampiro, había estado sometidos a presión de tal modo que los nerviosos no se hicieran con ellos. Una misma instrucción había recibido él anteriormente pero... ¿Acaso les había enseñado a dudar? ¿A mirar más allá de aquello que le decían de que “el mal estaba en aquella criaturas? No. Ello eran máquinas que no preguntaban, solo veían a demonios bajo apariencia de ángeles, su misión era simple. Destruirlos. Pero Lazarus había visto alma humana en uno de ellos, había convivido durante años con un vampiro sin saberlo, un muchacho con un alma demasiado pura, atormentado por su condición que bien ocultado, y se había sentido decepcionado al ver como los suyos no había tenido reparo en acabar con su vida, tras éste entregarse. “No puedo soportarlo más, maestro”, fue una de las pocas cosas que le dijo por última vez, y aquello le hizo preguntar si su misión estaba enfocada en el lugar correcto.

Ahora se enfrentaba a una de esas criaturas, la miraba directamente a los ojos sin temor. Ella afirmaba no haber sido la creadora de aquella situación, parecía que no había mentira en sus palabras ni en sus gestos, es más... Le pareció ver un atisbo de piedad por aquella niña. ¿Alma humana? No se fiaba, pero daría un voto de confianza, tan solo por aquel recuerdo de aquel muchacho, tan solo... Porque tal vez solo hubiese esa posibilidad para que la pequeña se salvase, sabía perfectamente lo que la sangre inmortal era capaz de hacer.

-¡Tosca! -Le habló a la perra en su idioma natal, el animal agacho las orejas y se tumbo sobre la cama con gesto sumiso, no se movió ni un ápice de al lado de la niña, sus ojos vigilaban a aquella mujer.

Lazarus caminó a su lado aun con el cuchillo al lado, dándole señal de que no hiciese ninguna tontería.

-Es una aberración. -Tan solo afirmo en cuanto ella dijo lo de la sangre. Parecía dispuesta a querer salvar a la pequeña, si hubiese querido alimentarse ni hubiese dado tantos rodeos, pensó. -Según los míos...

Sus ojos azules miraron con preocupación a la pequeña que en su leve sueño jadeaba dolorida, no le gustaba verla de aquel modo. Desde que la acostó en aquella cama sabía que moriría, se resignaba a ello, ya veía su misión fracasada... Otra vida pérdida. Una corta vida que no se merece aquello.

-Mi papel. -Su vista no se levantó para dirigirse a la mujer, simplemente se dirigió al cuchillo que sostenía en las manos. Miraba su filo. -Supongo que era salvarle la vida... Dejar su vida ante lo que Dios diga.

Sus voz sonaba susurrante, suave. Estaba pensándolo demasiado, “¡oh vamos son demasiados años de represión! ¿No es la primera vez que en años te sientes realmente libre? “De nuevo esa vocecita que en su interior le instigaba a romper las reglas, una voz que había estado muy presente en su juventud y que al entrar al mundo del clero y la moderación había enmudecido repentina, como si hubiese caído desgraciada a un rincón olvidado.

-¡Maldita sea! -Una blasfemia entre dientes, y con extraordinaria velocidad y firmeza tomo la mano de la vampiro y con su cuchillo rasgo la palma de su mano sobre la niña. Las primeras gotas rubíes cayeron sobre la herida.
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Mensaje por Aurelia Sila Jue Dic 22, 2011 12:27 am

La frialdad en el semblante del hombre era tremenda, , pero Aurelia notó que se había quedado pensativo, lo cual le daba cierto aire triste, aunque no lo suficiente como para hacerlo ver frágil; al contrario, parecía investido con un coraje y una fortaleza tremendos...para atreverse a sostenerle la mirada de esa forma sin duda hacía falta algo de eso. Su desconfianza hacia ella se hacía evidente a cada momento, pero no podía esperarse otra cosa ante un vampiro, ¿quién en su sano juicio bajaría la guardia cuando sabía que la muerte acechaba justo frente a sus narices? Podía comprenderlo perfectamente, pero no por ello dejaba de herirla un poco: "si quisiera, podría matarlos a ambos", pensó, al tiempo que hacìa rechinar sus dientes , cerró los ojos con cierto cansancio y suspiró, "pero no quiero hacerlo"; cuando volvió a abrirlos, él se hallaba junto a ella, observando a la niña, cuyos gemidos de dolor eran cada vez más débiles, pero no por que estuviera mejor, sino porque las fuerzas la iban abandonando poco a poco.

Ella esperaba una respuesta... Y él respondió que su papel era salvar a la pequeña, dejar su vida en manos de Dios o algo por el estilo...¡Oh! Pero ella qué podía saber de ese dios incomprensible y ambiguo que lo mismo aniquilaba sin piedad a los pecadores o les perdonaba todas sus faltas sin más justificación que el amor: ése no era su dios. Estuvo a punto de decírselo, cuando él - que un segundo antes pareció titubeante y no decía nada ante lo que ella había propuesto-, sin más aviso que una maldición dicha casi para sí mismo, le tomó la mano con rapidez, abriéndole una herida por la que enseguida manó, cálida, su propia sangre madita.

Aurelia se estremeció y en un gesto de sorpresa mezclada con dolor, mostró por un segundo sus agudos colmillos al hombre, pero no retiró la mano hasta que consideró que la cantidad de sangre bastaría para reparar el daño que había sufrido la niña. Luego cerró su mano y lo miró de la manera más neutral que pudo. -Ahora sí puedes dejar su vida en la mano de dios - le dijo con cierta sorna, mientras le mostraba su palma herida, que empezaba a cicatrizar, dejándole sólo un leve cosquilleo. - Pienso que ha sido una suerte para ella que me haya topado contigo, ¿no crees?
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Mensaje por C. Lazarus Morrigan Dom Dic 25, 2011 7:37 pm

Lazarus pudo notar su gesto defensivo ante la sorpresa del dolor, ella le había mostrado sus colmillos con fiereza y con ello su verdadera naturaleza oculta tras tan hermoso semblante. Su pulso ni se aceleró, su actitud era la más calmada del mundo, no parecía asustarle ni aquel simple gesto ni nada relacionado con el vampirismo, teniendo en cuenta que era su día a día.

Ella le habló con aquel tono irónico, estaba claro que no ponía las manos en el fuego por ningún Dios o ente superior y espiritual como era habitual en vampiros, sobre todo si poseían más de un siglo. Era como si hubiesen perdido la fe en algo.


-Tú lo has dicho ¡Suerte! Desde que la encontré de algún modo sabía cual iba a ser su destino, que no iba a ver el amanecer, ya había cavado su tumba cuando enterré a sus padres... -Él también le habló con tono neutral tirando a frialdad, con aquella voz serena. En sus palabras se veía que tampoco había puesto mucho empeño en creer que Dios iba a salvar a aquella chiquilla. -... Pero... Siempre queda esa pizca de esperanza. Necia, esperanza muy típica de los que hemos vivido poco, de mortales. -Pauso. Si, aquello había sido soltado de tal manera que ponía en énfasis la diferencias existente entre ambos.

La pequeña había dejado de revolverse en el dolor, la herida parecía tener un aspecto menos feo que ante, se curaba de un modo sobrenatural, pero muy lentamente.
Lazarus, peino los cabellos de la niña con calidez y delicadeza propia de un padre, dedicándole suaves y amables palabras en su idioma, dudaba que le entendiera, pero por el tono de su voz seguro que le proporcionaba consuelo a su sueño, era algo característico en aquel hombre, su voz.

Un sonido sordo en el exterior le hizo girarse, Lazarus miró a su perra que tenía las orejas levantado atenta a la nada.

-¿Vienes sola? -Le preguntó a la inmortal, temiendo que le hubiese engañado. Con un ademán y una orden la perra volvió por petición de su dueño a la cama, junto a la niña, parecía que ahora vigilaba a la vampiro en todo momento. -Ni se te ocurra moverte, ni hacer nada extraño. -Lazarus miró a la vampiro y luego a la perra. -No dudará en atacarte, ahora vuelvo.

El cuchillo que había usado para cortar la mano de la vampiro quedo guardado en su costado, y con pasos casi inapreciable en su sonido se sumió entre las sombras.
El silencio y la oscuridad, la tensión en el cuerpo y todos los sentidos alertados. Sus ojos no podía ver en la oscuridad pero con el tiempo había conseguido entrenar otros, como el oído el mismo olfato, no es que poseyese unos sentidos extraordinarios pero algo podía defenderse con ellos en situaciones como aquella.

Fuera de la casa la luna era enorme, iluminadora en el cielo nocturno, como un farol de luz azulada que alimentaba los campos de remolacha que les rodeaba, ni rastro de nadie. La tierra de una de las tumbas improvisada estaba revuelta, al parecer alguien no había muerto del todo.
Lazarus sentía el pulso de su corazón en temple, su respiración era moderada y controlada, no había que perder los nervios cuando sentía aquel cosquilleo de adrenalina que se disparaba en tu organismo como mecanismo de defensa, como instinto ante el peligro, era algo imposible de controlar del todo, pero el intentaba hacerlo.
Una mano dispuesta en el costado junto con sus cuchillos y de nuevo regresaba a la casa cerrando la puerta, el olor a tierra húmeda, el rocío de la noche fría había llegado a mancillar el exterior... Había entrado en la casa que era negrura comparado con la noche iluminadora de fuera.
El sonido de las tablas del suelo al crujir por sus propias pisadas, y luego las de las ajenas.

Fue la punzada de dolor en su mano y costado, el filo de un cuchillo le había atravesado la mano situada junto a sus propios cuchillos, y con ello su propio costado, no con mucha profundidad. Había sido una herida rápida y limpia, seguida por otra punzada en su hombro izquierdo. Lazarus lanzó un grito dolorido entredientes, mientras sentía como su propia sangre comenzaba a contaminar el suelo con abundancia.

-Ha ingerido sangre inmortal... -Solo dijo, en cuanto se vio frente a un vampiro recién creado, una madre, la cual hacía unas horas había encontrado muerta y había enterrado. Sus ojos escarlatas que destacaban como faroles ígneos en la noche daba señal de su sed de sangre.

De nuevo otra cuchillada torpe en el mismo hombro, Lazarus cayó de rodilla sintiéndose estúpido por su despiste, por no ser más cuidadoso cuando enterró a los cuerpos. Un gesto rápido y el cazador lanzó varios de sus cuchillo con la mano herida, no fueron tiros demasiados certeros a causa de la oscuridad y el dolor de la mano herida, pero lo suficiente para acertar en la cara de la mujer de aspecto mugriento y la cabeza, aunque no bastaron para matarla.
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Mensaje por Aurelia Sila Mar Dic 27, 2011 1:32 am

Sólo tuvieron un rato de calma. Un ruido en el exterior atrajo la atención del hombre y luego las cosas pasaron demasiado rápido. Él creía que tal vez se tratara de un compinche de la vampira, pero no era así, aunque ella no tuvo tiempo de responderle, pues él salió a toda prisa a inspeccionar los alrededores, indicándole que permaneciera ahí, sin hacer nada. Ella esperó paciente, prefería proteger a la niña por si alguno de su especie llegaba a aparecer en la escena. La perra se quedó también al lado de la pequeña.

Pasó un rato y el hombre volvió a entrar en la casa, seguido de lo que Aurelia identificó como un neófito... una mujer, la madre de la pequeña por lo que pudo ver en los segundos previos a lo que siguió. La criatura atacó al hombre, hiriéndolo un par de veces, pero no mortalmente, pues éste alcanzó a decir todavía que aquella mujer era uno como ella. Aurelia reaccionó, sabía que el poder de un recién creado no se podía comparar al suyo y decidió no seguir acatando las indicaciones del hombre. Le gritó a la perra que cuidase de la niña, esperando que el animal no la atacara por el propio bien de todos y se avalanzó sobre la mugrienta figura de la mujer. Se movió rápidamente y la sujetó por el cuello con una sola mano y la levantó, apoyándola contra la pared. La miró fijamente y le dijo con voz casi susurrada: -Ahora vas a calmarte y esperarás mis órdenes. No te moverás a menos que yo te lo indique-. Aurelia puso gran parte de su voluntad en esas palabras mientras miraba a los ojos de aquella criatura para confundirla, haciéndola creer que ella era su ama y así someterla mientras resolvía sus estropicios. La mujer se quedó quieta, el fulgor asesino y sediento que habían tenido sus ojos se había calmado, lo que indicaba que el pequeño truco de Aurelia había surtido efecto. Ahora debía apresurarse.

Se acercó al hombre, que sí estaba malherido y jadeaba con impotencia. -Está bajo mi dominio por ahora, pero debemos darnos prisa...no sabemos qué va a pasar. Y estás herido...-. Aurelia se agachó y lo tomó en sus brazos, luego apretó el puño que él había herido hacía sólo un rato y volvió a desgarrarse la palma con sus propias uñas. -Bebe-le ordenó-, debes decirme qué sabes de todo esto... puedo matarla ahora mismo, pero si necesitas información que ella pueda darte... sólo dime algo.

Aurelia no acababa de entender por qué hacía todo eso, podría haberlos dejado a su suerte, matar a ese maldito engendro y regresar a las calles de París para beber un poco de vino, pero se había quedado y ahora además de salvar a la pequeña, estaba ofreciendo su sangre por segunda vez en una noche sin pedir nada a cambio, excepto tal vez un poco de confianza. Ella no era un monstruo y deseaba que alguien pudiera saberlo, aun si se trataba de un hombre de quien ni siquiera sabía su nombre y al parecer sabía mucho más de los de su especie que cualquier mortal con que hubiera podido toparse. Era como si tratara de probarle que ella no era como él creía.

-Anda, bebe- volvió a decirle- a menos que quieras morir.
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Mensaje por C. Lazarus Morrigan Vie Dic 30, 2011 9:30 pm

Su mano libre hizo de sustento de su cuerpo malherido, los ríos de rubíes se deslizaban por su ropa mancillándola del férreo olor de la sangre. Su corazón latía con la fuerza del que luchaba por la vida, y el dolor había cesado tras el enorme estallido producido en su interior, la adrenalina le alejaba de la consciencia de las heridas y le daban suficiente fuerza para volver a ponerse en pie.
La respiración era angustiosa, la herida del costado daba señal de que la cuchilladas había atravesado un pulmón.

La criatura se había frenado en su acción asesina de asestar puñaladas, quejidos monstruosos de dolor, los cuchillos de Lazarus le incomodaban bien hundidos en su cráneo y rostro.
El sonido del metal al caer era señal suficiente en la penumbra para indicar que se había deshecho de ellos, Lazarus de pie esperó a volver a enfrentarse a ella a pesar de la gravedad de sus heridas pero, no, la inmortal que había aguardado en la sala junto a la niña había aparecido allí deteniendo a la hambrienta renacida. ¿Qué había hecho? ¿Qué tipo de poder era aquel? Cualquiera que fuese había servido para calmar la situación y para darle señal al cazador que aquella mujer no era un simple vampiro con poco siglos, que era más poderosa de lo que parecía y que seguro que tal vez él no fuese rival para ella, si no le había matado a él y a la niña era por algo. Ese fue el pensamiento el cual le dio puntos a ella para ganarse el respeto y confianza del hombre.

-¿Qué haces? -Se quejó el enseguida en cuanto vio como ella le envolvía con sus brazos, la sangre de nuevo emanaba en aquella piel de porcelana, le ofrecía su propia sangre, un seguro para continuar con vida, pero a la vez una incertidumbre. Lazarus sabía como se creaban vampiros, el moribundo debía de ingerir sangre de su Hacedor cuando la muerte estaba cerca o llegaba. Él no se veía en ese estado, pero el temor le invadía al pensar en la posibilidad, prefería, si aceptaba su ayuda, el otro método, el verter la sangre en la herida directamente, no quería sangre de vampiro en su completo organismo. -Ocupate de ella primero, averigua quien le ha hecho eso... Solo necesito el nombre y luego matala...

Sus ojos azules antes duros y frío como el hielo quebradizo en su temple, asomaban el temor y la debilidad humana, su voz era más suave, algo más amable a la hora de responderle. ¿qué había cambiado?
Con un gesto carente de agresividad, rechazó la herida sangrante de la vampiro, de nuevo no pudo evitar sentirse débil a pesar de que la adrenalina acumulase en su interior la furia de querer acabar el mismo con aquella criatura desenterrada.

-No quiero tu sangre en mi organismo... No deseo arriesgarme, no quiero convertirme en... -La frase de quedo suspendida, pero ella lo entendería.



OFF: Sorry por tardar las fiestas y estudios que nos lian a muchos, y sorry por la contestación creo que me quedo rarilla :S
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Mensaje por Aurelia Sila Lun Ene 02, 2012 11:32 pm

La sangre del hombre manchaba ya el atuendo de Aurelia, quien pudo sentir que se estremecía de dolor calladamente, escuchaba su respiración haciéndose cada vez más difícil y vio un destello de miedo en los ojos que antes habían parecido tan fríos y serenos; pero él rechazó la sangre que ella le ofrecía, no quería convertirse en algo como ella, le dijo. En realidad ese asunto no era tan sencillo, pero decidió respetar su decisión. Cuando él le pidió que se encargara de la recién creada antes de continuar ayudándole, ella no quiso hacerlo. Sabía que si lo dejaba ahí, moriría pronto.- Disculpa que te contradiga, pero ahora no estás en condiciones de esperar, y ella sí. Esto no tardará mucho, luego puedo dedicarme a nuestra amiga- le dijo señalando con la mirada a la sucia y todavía desorientada criatura. Enseguida se dedicó a verter un poco sangre en cada una de las heridas que él había recibido, con tanta delicadeza como pudo y esperó a que éstas mostaran el más pequeño signo de mejoría. La abertura en su palma se cerraba otra vez, sin dejar rastro.

Dejó al hombre en una posición que no le resultara incómoda para que descansara un poco mientras sanaba. Se levantó lentamente, se sentía extraña, como en un sueño. Su corazón palpitaba con prisa y ella jadeaba ligeramente. Se llevó las manos a las sienes en un gesto de cansancio y desesperación. Hacía tiempo que no se veía envuelta en líos, mucho menos, haciendo el papel de heroína. Dejó escapar una bocanada de aire con pesadez y se preguntó por qué estaba haciendo todo eso... con la certeza de que aquellos dos mortales desconocidos para ella hasta antes de esa noche, tarde o temprano terminarían muriendo y su hazaña perdería todo significado, quizá en un par de días o en 30 años y ellos sólo serían dos sombras más en su memoria eterna. Se sintió llena de una furia dolorosa, pero no había remedio para eso, estaba acostumbrada a esas oleadas de consciencia y soledad que en algún punto terminaban cediendo (al menos por un rato).

Miró de reojo al hombre, luego buscó a la pequeña entre la oscuridad y finalmente terminó posando sus oscuros ojos en la nueva inmortal que en realidad nunca llegaría a ser tal. Se le acercó suavemente y susurró en su oido una orden. -Vas a decirme quién te dio su sangre, querida. La mugrienta neófita seguía bajo su poder, pero ahora parecía tensa, a punto de saltar contra Aurelia. Ella le tomó las muñecas y la obligó a mirarla a los ojos. -¿Quién te hizo esto?-. Un gemido se esacpó de la garganta de la presa y por fin sus agrietados labios se abrieron para pronunciar el nombre de su verdadero amo, en voz tan baja que sólo el oído sobrenatural que ambas tenían podría haber descifrado las palabras. -Gracias, ma chére- le dijo mientras la atraía hacia sus brazos y le acariciaba los cabellos desordenados, llenos de la tierra de su propia tumba. La mujer se dejó envolver y cuando Aurelia besó su cuello suspiró por última vez.

Aurelia le clavó sus afilados dientes en la vena y comenzó a succionar la sangre vampírica, con cierto deleite; no era la primera vez que se alimentaba de uno de los suyos y además, aquellos trucos de dominación siempre agotaban un poco sus reservas. En un instante, había terminado con ella. Se lamió los labios mientras sentía la calidez de la sangre recorrer su cuerpo. Luego tomó uno de los cuchillos del hombre y degolló a la muerta. -Así ya no podrá volver a levantarse- dijo al hombre mientras volvía a acercarse a él-, espero que te estés sintiendo mejor.
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Mensaje por C. Lazarus Morrigan Vie Ene 06, 2012 6:57 pm

Era consciente de como la vida poco a poco iba vertiéndose con el derramar de la sangre, que quedaba en el riesgo y a merced de morir desangrado por temer el cambiar su naturaleza. Era consciente que el proceso de cambio hacia la inmortalidad vampírica era más complejo y requería de la muerte segura, pero aquella pequeña espinita de temor le hacia ser prudente y encabezonarse en que su lengua no tocaría la sangre vampirice. En aquel momento ella pareció más sensata en su decisión que él, es más reaccionó más rápido.

La sangre inmortal fue derramada sobre sus heridas, Lazarus podía notar el leve escozor que provocaba su acción curativa y como la mancha escarlata dejaba de expandirse sobre las ropas de Aurelia y las suyas propias, la hemorragia se había detenido y ésta volvía a circular con normalidad en sus venas y otros tejidos que iba reparándose lentamente. Aunque aquello no era suficiente para devolverle las fuerzas y el color de su piel, ahora pálida a causa de la perdida de sangre.

En el suelo Lazarus continuó sentado, aun algo mareado, observando como mero espectador la escena que a continuación sucedería. Aurelia obedecía sus órdenes sin rechistar, la recién resucitaba parecía angustiada y cohibida ante el poder de la vampiro que actuaba con la misma frialdad con la que él hubiese actuado, aunque a diferencia de ella hubiese usado para sacarle la información otro tipo de métodos menos suaves y más dolorosos.
La chica dijo un nombre, no lo conocía, pero sería lo suficiente para que aquella misión continuase adelante, una nueva víctima a sentenciar como verdugo, un nuevo objetivo que abría el camino a su investigación. Si aquella criatura le había hecho a aquellas personas, su acción hablaba por sí solo de lo que le esperaba, ninguna justificación le salvaría de su suerte, la muerte iba a ser su destino en cuanto el cazador lo encontrase.

Una muerte “rápida”, y todo había acabado. Aurelia le había parecido el monstruo de la historia, la amenaza de aquel lugar, y ¡cómo se había entornado las cosas! Ahora se había convertido en su salvadora, Lazarus sentía que tenía una deuda con respecto a la inmortal.

-Gracias. –Pronunció con suavidad, en cuanto ella se acercó a ella. –No tenías la necesidad de hacerlo, pero lo has hecho y por ello te debo la vida. No olvidaré lo que acabas de hacer esta noche por… “Nosotros” –Su mirada se dirigió hacía donde estaba la niña y luego de nuevo a ella, su mirada no era fría ni dura, todo lo contrario. Incluso sus labios le dedicaron una efímera sonrisa que suavizo su rostro.

Luego comenzó a incorporarse para levantarse, su paso comenzó tambaleante, aun se sentía débil y mareado, pero le daba igual tenía que llegar hasta Tosca y la niña para asegurarse que estaba bien, y sentirse tranquilo.
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Mensaje por Aurelia Sila Lun Ene 09, 2012 10:30 pm

Aurelia se encogió de hombros. No sabía cómo responderle. Los acontecimientos de la noche habían sido extrañamente íntimos dentro de su monstruosidad y una respuesta banal habría estado fuera de lugar. -Cierto, te salvé la vida... tal vez sea suficiente para que no vayas a por la mía- lo dijo queriendo restarle importancia al asunto, casi jovial, pero tampoco podía permitir que él interpretara sus palabras como una burla, por que no era así.

Guardó silencio. No podía negar que le resultaba satisfactoria la gratitud que él le expresaba, pero se dio cuenta que no tenía idea de qué hacer con ella. De algún modo, podría resultar peligrosa, pues cómo no considerarla una forma más de esclavizar a un ser humano... ella tenía la ventaja de la frialdad que le confería su propia naturaleza, pero para los humanos es más fácil contraer deudas de carácter moral.

Se acercó a él. Sus ojos azules eran más fáciles de mirar cuando se mostraba en calma, con esa ligera sonrisa. Ella correspondió el gesto, aliviada. Caminó cerca de él hacia la otra víctima de aquella carnicería, quien ahora yacía sumida en un sueño tan dulce que parecía inverosímil. -Pobre criatura- dijo Aurelia mientras la contemplaba, custodiada por el peludo centinela - lo ha perdido todo por la locura de sus padres, no lo entiendo-. Pero las cosas no terminaban ahí, debían ocuparse de la niña. Y había otro asunto... Ella sabía el nombre del causante y lo había vislumbrado fugazmente al beber la sangre de la mujer; ella había matado a uno de sus vástagos y si ese ser era capaz de averiguarlo, podría ocurrir algo terrible. -Debemos llevárnosla de aquí. Yo te acompañaré, por que tú aún no estás en condiciones de cuidarla. Y si no nos vamos pronto... bueno... no es un lugar seguro.

Pensó en las dificultades que representaría trasladarse a la ciudad. Ella podría llevar a la pequeña en brazos mientras él montaba su caballo, pero nada aseguraba que no se desmayara en el camino, había perdido mucha sangre y la poca que le había dado no bastaría para fortalecerlo. Debían planear la huida con cuidado. -¿Qué sugieres?-.
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Mensaje por C. Lazarus Morrigan Dom Ene 15, 2012 12:52 pm

Otra vez se había equivocado, la verdad no se extrañaba ya de ello. Sabía que sus errores con respecto a aquellas criaturas que con tanta pasión había cazado iban a ser miles, desde que había visto el alma humana refugiada en una en particular. Nunca se había esperado que aquel muchacho, el cual había acogido como pupilo en sus tierras, al cual había tratado casi como un hijo, poseyese una naturaleza que le doblase en edad y conocimiento, había sido una traición y un engaño si se veía con otros ojos, pero Lazarus nunca lo había considerado así, es más, lo había visto justificado y haber tenido que dejarle morir respetando su decisión había sido el comienzo de que ahora mirase el mundo con otra mirada.

Tosca alzaba sus ojos negros y canidos ante ambos contempladores, poco a poco sus párpados se apagaban compartiendo la perra el sueño con la pequeña. Al parecer la batalla que se había vivido en la otra sala no había alterado su ánimo.

-Hay pactos que tientan al hombre de tal modo, que lo convierte en un ser egoísta y de alma negra. –Lazarus sus ojos azules de la escena, su voz en su tono más amable se hacía destacable por su tonificante suavidad. –O lo declara como demasiado débil de voluntad. El poder o la inmortalidad, son los sueños más comunes. –Lazarus miró a los ojos a la vampiro con serenidad y un extraño aire. –Hay quienes traen hijos al mundo sin pensar en las consecuencias que viene con ello, padres que no están preparados para serlo. Pero, ya sabes, esto es un gran azar. –Si, su gesto era extraño. Lazarus había recordado que en algún lugar de París su hermano estaría viviendo una vida feliz como padre, padre de una criatura que no era suya sino de él, pero aunque éste ignoraba el detalle Lazarus sabía que su hermano había echo mejor de padre que él, nunca se había sentido preparado para aquella responsabilidad aunque había tenido la oportunidad. –Tienes razón, debemos marcharnos.

Un momento se dedico a la reflexión, poseía el caballo y cerca de allí había un pequeño monasterio colindante con los bosques, era la opción más rápida y segura, ¿segura? Para Aurelia no. Habían demasiados inquisidores en aquel refugio, la reconocería y condenarían enseguida.

-Cerca de los campos hay un monasterio, conozco gente que me ayudaría. Pero no te sugiero que nos acompañes, sería demasiado peligroso para ti. –La noche estaba en su mayor auge, tampoco tardaría demasiado en amanecer. –A no ser que avancemos un poco y entremos en una de las granjas abandonadas, una con sótano, por si el Sol aparece antes. Cuando comencé mi búsqueda visite unas pocas por el camino, pude ver que la muerte ya se había hecho por los alrededores, me extraño que ésta estuviese habitada también. -En cuanto lo nombró entendió el por qué había sugerido aquello.

Un sótano sería perfecto, él descansaría lo suficiente para tomar fuerzas, y ella en el caso que no le diese tiempo a regresar a su refugió podría resguardarse del sol en aquel lugar. Menos problemas tendría que yendo directamente al monasterio.
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Mensaje por Aurelia Sila Mar Ene 17, 2012 2:11 pm

Aurelia asintió con la cabeza. Las cosas que él decía eran ciertas: el ansia de poder o de inmortalidad podía corromper a los espíritus más débiles, a los más inestables, a los que menos merecían aquellos dones. "La historia está plagada de ejemplos de ello: guerras, matanzas absurdas y otras atrocidades cometidas con el solo afán de perdurar". No tenía sentido para ella, pero qué derecho tenía de opinar al respecto alguien inmortal, por eso no dijo nada. Hacía tiempo que eso había dejado de preocuparle, no necesitaba que su nombre quedara inscrito en ningún lado para sobreviviral paso de los años.

Siguió escuchando y las palabras que llenaban el pequeño discurso de Lazarus la hicieron estremecer. Pensó en lo que habría sido de ella si la vida no le hubiera negado la oportunidad de ser madre...¿cómo podría no haber amado a una criatura nacida de sí misma?,¿cómo podría no haberse consagrado a cuidarla? Pero esa era la clase de pregunta para la cual jamás tendría respuesta, y en ese momento había cosas más importantes de las que encargarse.

La noche se acercaba a su fin y aunque (si se daba prisa) podría regresar a su refugio en la ciudad, había decidido no abandonarlos; se sentía responsable de ellos, pues había intervenido en el percance sin sufrir ningún rasguño. Por supuesto, el monasterio no era un lugar seguro y la idea del sótano le pareció lo suficientemente buena; tampoco era que le entusiasmara el hecho de dormir junto a dos seres mortales y diurnos completamente indefensa, pero intuía que podía confiar en él. -De acuerdo, vamos- dijo, acercándose a la niña para tomarla en brazos delicadamente, cuidándose de no despertarla e indicó al hombre que estaba lista.

Ella no sabía la ubicación exacta del sitio que él tenía en mente, por lo que determinó que caminaría a su lado, lo que también le permitiría ayudarlo en caso necesario. Salieron de la casa. -Deberías prenderle fuego- sugirió Aurelia- pero hay que darnos prisa, no tardará en amanecer.
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Mensaje por C. Lazarus Morrigan Dom Feb 19, 2012 3:27 pm

Mecido por el leve paso del animal que lo transportaba, las luces celestes que en la oscuridad había destacado comenzaban a desaparecer anunciando a la luminosa aurora. El cielo oscuro se volvía de tonalidades claras anunciando la venida del astro rey.

El camino solitario, rodeado por los cultivos variados y sus colores que renacía, parecía detenido en algún momento del tiempo. El mundo aun dormía en la cercana madrugada esperando que algún tipo de canto de gallo lo despertase para comenzar su actividad diurna.

Lazarus se sentía agotado, débil por la pérdida de la sangre, no sabía como no había perdido aun la conciencia, estaba sorprendido por la resistencia que era capaz de tener, y encima aun seguía despierto a pesar de que el balanceo del movimiento del animal le invitará al sueño. Pero aun recordaba aquello que había dejado atrás, la noche horrible que había pasado, la casa que ahora estaba en llamas para cubrir lo que había pasado realmente y la compañía, al menos estaba seguro que no le haría daño, por ahora.

El caballo se detuvo frente a un pajar de madera, no era muy grande pero sabía que tenía un sótano para almacenar el trigo en su interior, un lugar perfecto para el refugio. Su compañera se lo agradecería, ya que el Sol no era de su gusto.

-Es aquí. -Bajando del caballo, abrió el gran portal el cual no opuso mucha resistencia y tirando del caballo penetraron en el oscuro edificio. Lazarus que caminaba con dificultad busco por el suelo, y con el pie movía el polvo y la tierra blanda luego le tendió los brazos a Aurelia para que le diese la niña que no se había conseguido dormir en todo el camino, es más no había parado de sollozar en aquel recorrido y el agotamiento junto con el sueño le hacía echar cabezadas que quedaban interrumpidas con el despertar. No llegaba dormirse, seguro que allí conseguiría la paz que necesitaba y el descanso al igual que él. -Eres la más fuerte, debemos de cerrar el portal, el caballo se quedará dentro, y la puerta del sótano tiene un cerrojo. No tendrá resistencia para tí.
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Mensaje por Aurelia Sila Mar Feb 21, 2012 12:17 pm

La noche había llegado a su fin y quedaban unos escasos minutos para que el sol comenzara a lanzar hacia la bóveda celeste sus primeros rayos; pero la penumbra todavía era suficiente para Aurelia; aunque cada momento que transcurría sus párpados se sentían más pesados y su cuerpo respondía con dificultad. Por suerte no tardaron mucho en arribar al sitio que usarían como refugio.

Tras entrar a la precaria construcción, el cazador le indicó un par de cosas y ella asintió, entregándole a la pequeña para poder asegurar las puertas del granero y abrir la del sótano. A pesar del cansancio logró ambas tareas con facilidad. –Listo- dijo mientras comenzaba a descender. El lugar olía a humedad y era bastante frío, sin embargo en aquellas circunstancias no podía esperarse algo más cómodo. Gracias a sus sentidos podía desplazarse fluidamente por aquel inmundo lugar, pero adivinó que el hombre no tendría aquella ventaja y lo ayudó a cubrir el tramo de la escalera podrida, mostrándole por enésima vez su gentileza. Una vez se encontraron los tres a buen refugio, Aurelia procedió a cerrar la pequeña puerta del sótano; luego formó un montón de paja y lo cubrió su chaqueta, configurando una especie de nido. – Recuéstala ahí- ordenó – y quédate junto a ella para darle calor-. Hecho lo cual, ella caminó al extremo opuesto del oscuro almacén, se sentó en el piso de tierra y –presa de la costumbre- desató la cinta negra que sujetaba sus cabellos, antes de tenderse boca arriba. Durante esos instantes silenciosos obtuvo de la mente de su compañero el nombre que no había tenido ocasión de preguntarle. Cerró los ojos. –Debes salvarla, Lazarus, nuestros esfuerzos de esta noche deben valer la pena – le dijo pausadamente, ya casi dominada por el sopor matutino – y no vayas a dudar en buscarme si necesitas algún milagro-. Bostezó lánguidamente. –Los ángeles guardianes también pueden tener alas negras-. La última frase fue sólo un murmullo…

Como cada amanecer, el cuerpo de la vampira quedó tan inerte como cualquier cadáver, pero a su lado había un testigo que sabía la verdad y el pensamiento que perduró en su sueño sobrenatural fue que sólo le quedaba esperar que él no la traicionara.


Aurelia Sila
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Mensaje por C. Lazarus Morrigan Jue Feb 23, 2012 6:40 pm

Oscuridad, ¿a quién se le ocurría penetrar en aquella cárcel carente de luz junto a un vampiro? A él.
La bajada fue dificultosa a pesar de su ayuda, ahora aquella pequeña ligera le parecía pesada en sus brazos cansados. Su cuerpo parecía toparse con su límite en aquel día.
A ciegas y obedeciendo la niña fue recostada sobre el improvisado lecho, y de uno de sus bolsillo Lazarus sacó un encendedor de mecha, foco iluminador en aquel angosto lugar.

La luz solar había comenzado a calentar con su dorado los cielos nocturnos que enseguida se esfumaron. Seguramente que ahora el mundo sangraba teñido en aquella mezcla rosada de aurora que a su vez se volvía celeste. El día había comenzado, la mañana madrugo junto con el mundo que despertaba. En aquel momento si hubiese sido un día normal Lazarus estaría despertando de su sueño, en ayunas visitaría la pequeña Iglesia del monasterio donde a veces habitaba, y sus rezos serían en un Domingo como aquel que había nacido, un “Rosario de la Aurora”.

La niña había dejado de gimotear, eso era una buena señal había quedado rendida al sueño al igual que su compañera que similar a un hechizo de cuento, yacía dormida completamente tal Bella Durmiente. Eran extraños los poderes que tenía los vampiros, decía que al igual que ciertos animales podías sumirse en letargo durante siglos, extraños… incomprensibles para el mundo. El Sol no solo quemaba su piel, sino los debilitaba en sus habilidades. Lazarus era consiente de su poder ahora mismo en aquel lugar, de que ella ahora estaba a su merced ofreciéndole su confianza.

La llamaba danzaba en la oscuridad en aquel encendedor del cual colgaba la cuerda de su mecha, al igual que un hipnótico péndulo. Lazarus quería medir el espacio en el que se hallaba, pero lo propuesto había quedado en el olvido, ya que aun continuaba curioso observando a su compañera.
Era de admitir que aquellas máquinas de matar de aspecto humanos, estaban bien dotadas de una apariencia física que todo detalles solo podía generar en un humano una sentimiento… Atracción. Pero Lazarus se consideraba fuerte y contrario ante aquel sentimiento, él era toda templanza, al menos eso creía.

La mecha se apagó, era hora de dejar su curiosidad para otro momento. A tientas se tumbo junto con la niña, y con brazos protectores la envolvió obedeciendo a su adormecida compañera… Fue el mismo Morfeo quien después se encargo de envolverle en su manto de sueños…

"… No puede ni imaginárselo Maestro mi pecado es horrible.... –Otra vez la voz de aquel joven moreno, se repetía una y otra vez, sus alaridos se mezclabas con sus palabras… -Mi pecado es tan horrible…

Una sonrisa, satisfecha, como si hubiese conseguido su gran logro…

Las llamas lo devoraban, agitándose en sus lenguas de fuego, luchando entre ellas por devorar más porciones de su carne.

-Dios me perdonará… Dios me perdonará… -Repetía mientras el dolor agónico se asomaba en su rostro calcinado, sus ojos eran rojos, eran los ojos del demonio. –Estoy manchado por la sangre… Quedáis libre de pecado…

El madero generaba un infernal humo que se entremezclaba con el horrible y nauseabundo olor de la carne quemada.
Los gritos, eran insoportables. Por mucho que se tapase los oídos, aquella gritos se clavaban como cuchillas en el fondo del alma, el dolor, el sufrimiento se volvía quebradizo y cortante con sus espinas en un silencio oculto en su garganta.

El silencio se hizo, y habló con su propia voz.

-Tenía alma humana… -Había dicho el arrepentido Lazarus.”


No sabía cuantas horas habría dormido, la tarde seguro que estaba en su caída, y las pesadillas que cada noche le visitaba en su azar se quedaban atrás con el roto sueño. Era hora de marcharse, era hora de dejar aquel lugar.

La luz le condujo al exterior, la niña ya caminaba con su propio pie, y en poco tiempo a lomos de su caballo dirigían su camino de vuelta ala civilización, dejando atrás a una mujer congelada por el tiempo, oculta celosamente en un sótano y cubierta por su propio abrigo, un abrigo con una pequeña nota en su bolsillo. Aclarando que la pequeña sería llevada al orfanato de su Iglesia, que no perdería ojo sobre ella, se aseguraría que estaría bien. Una palabras breves, una despedida, un agradecimiento el cual no consideraba suficiente para que ella supiera con solo esas palabras, como aquel sentimiento en su interior.

“PD: Soy consciente de que podéis tener alma humana, hace tiempo que no mato de forma discriminada. Hoy por mí, mañana por ti.
Te debo la vida, es tuya para reclamarla cuando la necesites.”

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