Marejada (Jacqueline)

Ya había anochecido. Ahora el cielo se cubría con el oscuro manto que podía ser su única luz, iluminando su camino con ayuda de la claridad de la luna. Los plateados rayos dejaban ver en medio de la oscuridad el camino de tierra sobre el que transitaba su corcel, blanco como la nieve y de noble temperamento, marchando al paso tranquilamente. Arropada por la naturaleza muerta del bosque la finesa sabía que nada podía sucederle, aunque tampoco se dejaba invadir por la inseguridad en el exterior. No… Raxa nunca iba a permitirse perder una batalla, por mucho que pudiera darse ese lujo. Con su orgullo por bandera y su vanidad como lanza creía que tenía el mundo a sus pies y, de hecho, no le faltaban motivos para creérselo: primeramente, había logrado sobrevivir gracias a aquella actitud, y segundo, nunca le había sido necesario renunciar a ella, por lo que la terminó sustituyendo por la suya propia, la de noble y sincera. Después de todo… ¿Qué había de malo en creerse la reina del mundo? ¿Acaso no había llegado a lo más alto gracias a ello?
El animal transitaba apaciblemente cuando de pronto se escuchó la sirena de un barco a lo lejos, y relinchó. Entonces Raxa detuvo su montura y miró en dirección al puerto, un lugar que había visitado pocas veces… Y en el que siempre solía haber comida. Miró el camino de frente, volvió a mirar hacia el puerto… y con un enérgico golpe de talones en el estómago del animal éste emprendió un veloz galope hacia donde su dueña lo guiaba, atravesando algunos de los sembrados sin importarle los daños que pudiera causar.

Galopó intensamente durante varios minutos en los que dejó atrás todas las afueras de París. Ahora, dentro de ella, había detenido su frenético galope y volvía a marchar al paso, avanzando junto al rítmico repiqueteo de los cascos del caballo al chocar con el empedrado de las calles. Las recorrió despacio, fijándose en cada detalle que podía y matando con su mirada a los pocos transeúntes que divisaba. Se alimentaría, sí… pero en el lugar en el que había fijado su destino esa noche, ese cuya entrada se alzaba imponente ante ella y le hacía levantar la mirada para observarla bien. Flanqueó las puertas de hierro y una vez en el interior portuario dejó de escucharse el seco repiqueteo de la piedra y en su lugar comenzó a percibirse el débil son de los charcos al ser pisados.
Avanzó un poco más hasta que llegó casi al filo del embarcadero y allí permaneció varios minutos con la vista fija en el horizonte, pensando en todo y en nada. No había nadie, pero notaba una presencia, algo que, estaba segura, nadie más que fuera como ella podría sentir. Sonrió de lado acomodándose sobre la silla del caballo y, muy lentamente, fue girando sobre sí misma esperando encontrar al otro lado alguien digno de su atención.
¿Quizá el repentino embravecimiento del mar era una señal de que se acercaban momentos tensos y llenos de sorpresas?

Frialdad...era todo y lo unico que en aquel momento necesitaba...Sentir mi alma librarse de mi cuerpo y sentir que mi cuerpo se hundia en el puerto, nadie en sus veleros o barcos me notaban. Era algo graciosos en una forma, como si fuera una sirena. Sentia ahogo, una vil mentira de mi mente: una vez que estas muerto, ni aunque te tragues toda el agua de la laguna, moririas de nuevo. Solo te doleria un poco el cuerpo. En fin, nade un poco y descubri unas criaturas marinas que no habia visto ni en los libros, esa inmersion fue mas satisfactoria de lo que crei.

Me habia arrojado, aun con mi vestido pero no con mi velo, al agua y comence a nadar profundo. Abri los ojos y observe a algunas criaturas marinas acercarse curiosas unos momentos pero luego se alejaron gracias a sus instintos naturales. No me importo mucho. Yo las vi y las descubri, poniendole nombres en secreto.
Eleve mi rostro hacia arriba, la luz de la luna llegaba hasta donde estaba yo. Parecia casi una señal divina de esas que los sacerdotes dicen en la Iglesia: "Ve hacia la luz".

Sonrei un poco pero nade hacia alli hasta salir a la superficie sin respirar como lo hacian los humanos: abriendo la boca como ballenas ahogadas.

off: descuida, me gusta como escribes. por cierto, lindo caballo ^^

Me sorprendi un poco cuando sali porque note a un caballo y su jinete muy cerca del agua, como si me hubiesen esperado y el pobre animal se asusto y se paro en sus patas traseras. La joven no se cayo de suerte...Me maldijo por la mala suerte de que su animal no sea de hierro. Me cruce de brazos.
-No es mi culpa que dos animales anden metiendo la nariz donde no los llaman.-esboce una risita burlona. Debia reconocer que tenia razon: yo simplemente estaba nadando y no note para nada su silueta ni la del caballo. No era mi culpa que casi se cayera.-Yo solo estaba explorando un poco estas aguas y tu te pusiste cerca de la orilla. No es mi culpa.

Dios, pero que molesta que era...Mirandola de arriba abajo me dio la impresion de que era alguien de clase social alta y que además eran de aquellos que se creian de la nobleza. Arrodillarme y suplicar por su perdon? Quien se creia que era? Le puse una sonrisa estilo "no molestes."
-No es una zona privada, y se lo dije porque la culpa la tuvo usted. No sea tan caprichosa, viejita, no esta en derecho de andar por ahi insultando a la gente.-seguramente eran de esas con 40 siglos encima, quienes piensan que el mundo esta a sus pies solo por tener un caballo.

Me rei casi a carcajadas cuando dijo lo de disculparme.
-Le responderé a su sugerencia de la siguiente forma.-me di la vuelta y salte de clavado al agua, provocandole una gran salpicadura. Rei para mis adentros.-No me disculpo con vegestorios engreidos.-y me fui nadando de espaldas, observandole con una risita burlona.

Le sonrei con un plan de venganza en mente: me hundi en el agua de nuevo y tome una piedra mediana del fondo. No. No era para ella, sino para su medio de transporte. Los animales, algunos, los adoraba y sentia pena por matarlos, pero cuando me sacan de quisio quienes los montan, les ahorro el sufrimiento. Sali a la superficie y le dije:
-Oye, has visto alguna vez una lluvia de meteoritos?-no espere su respuesta cuando de forma rápida, le avente la piedra, oculta en mi cabello, al cuello del animal provocandole una ligera perforación.-Una muestra!
Comencé a reirme un poco; me dio pena el animal pero realmente su jineta me daba asco ya y merecia caerse de una vez y dejar de hacerse la importante.