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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Hunter Vaughan Mar Nov 22, 2011 6:04 pm

"Si juegas con el diablo, el diablo no cambia, el diablo te cambia a ti".


La verdad es que últimamente pocas cosas tenían sentido para Hunter. Algo en él había cambiado, en el fondo de su ser podía sentirlo. No sabía explicarlo, pero estaba ahí, presente a cada paso que daba. Algunos le llamarían “conciencia”, quizás era así, o tal vez simplemente había llegado la hora en la que el remordimiento regresara de ese largo viaje que había hecho y que se había prolongado durante todo este tiempo. Hunter casi se había olvidado de tal cosa, se había dedicado a vivir sin detenerse a pensar que eso ocurriría, sin sospechar que algún día empezaría a sentir asco y repugnancia por lo que se había dedicado a hacer durante casi la mitad de su vida. ¿Cómo era que lo lograba?, asesinar a gente inocente, personas cuyo único pecado había sido meterse con la persona equivocada y ésta a su vez los castigaba privándoles de la vida. Así era Horst Neumann, despiadado, inhumano, a su jefe no le importaba de quien se tratarse, no respetaba edad, sexo, ni clase social; Hunter estaba seguro de que el hombre sería incluso capaz de atentar contra la vida de un menor si las circunstancias lo ameritaban y en el fondo agradecía que eso no hubiese ocurrido aún, puesto que al ser uno de sus hombres habría significado tener que hacerlo si se le encomendaba tan atroz tarea. No es que Hunter fuese un hombre débil y blando, pero cualquiera en su sano juicio habría encontrado aterrador el mancharse de sangre las manos con gente inocente. Probablemente las últimas vivencias de Hunter habían influido mucho en su repentino remordimiento, tal vez había sido el hecho de haberse convertido en un joven padre y sentir con ello el verdadero miedo de que pudieran herir a una de las personas más importantes para él. Era ahora que conocía las responsabilidades, el temor, la constante preocupación, era ahora que se detenía a pensar que todos esos a los que había asesinado durante años habían sido padres o hijos de alguien y que él había contribuido a destruirles la vida a familias enteras al acarrearle la muerte a uno de sus integrantes.

Pero no siempre pensaba en ello, no podía permitirse distraerse de ese modo, tenía que enfocarse en su trabajo, por que eso era después de todo: un trabajo, quizás uno repulsivo, pero trabajo al fin. Se mostraba reacio a sus pensamientos, entero y altivo, así era como le conocía Horst Neumann, era su cualidad más valiosa y esa había sido la principal causa del por que había puesto sus ojos en él cuando pequeño, la razón por la cual lo había acogido y se le había entrenado y tal entrenamiento había sido para hacer de él un hombre frío y casi carente de emociones. Esa era la razón por la cual Neumann se había negado a aceptar el que Hunter contrajera matrimonio, el que Hunter hubiese estado enamorado había significado un verdadero dolor de cabeza para el hombre, pues tenía la plena convicción de que tal cosa lo harían ablandarse y convertirse en un hombre reflexivo en lo que hacia y eso, a él no le convenía. Había sonreído de oreja a oreja al enterarse del fracaso del matrimonio entre el joven y la madre de su hija, había sido él quien se había encargado de hacerle saber a la joven con que clase de hombre se había casado; pero por supuesto, eso Hunter no lo sabía. La razón por la cual había hecho tal cosa Horst Neumann es que Hunter era uno de sus mejores hombres y no estaba dispuesto a perderlo por una estúpida jovencita y su escuincla.

Luego del divorcio Hunter había seguido con su vida, justo ahora tenía una nueva tarea por cumplir, una que no le gustaba, que lo hacia sentir molesto e incómodo, pues le habían dado el trabajo de vigilar a la hija de uno de los más grandes deudores de Neumann. ¿Vigilar?, nunca antes le habían pedido algo como eso, es decir, tenía experiencia en espiar y seguir a esos a los que debía matar, pero nunca vigilar solamente. Tal cosa le molestaba por que significaba que tendría que pasar varios días tras su pista, siguiéndola a todos lados, haciendo lo posible por pasar desapercibido para que ella no notase el peligro que correría con esos ojos claros y atigrados que se posarían sobre ella noche y día. ¿Cuánto tiempo debía hacerlo?, eso era probablemente lo que más le molestaba: que no había nada concreto, podían ser horas, días, semanas…

Pero un hombre tan leal a su jefe como el tenía que acatar las órdenes y cumplirlas al pie de la letra, y lo había hecho, hacia dos días que había llegado a la capital de Francia, se había instalado en el lujoso Hotel “Des Arenes” y posteriormente había salido en busca de la joven, había llegado a su residencia y se había quedado ahí, frente a la casona, vigilando durante bastantes horas los movimientos de la chica, a quien sólo había visto de lejos hasta entonces. Así era como le había seguido hasta el festival que se llevaba a cabo en las calles de la bella París por las cuales deambulaba a paso lento y casi perezoso, pero con la vista fija en cada rostro, con la guardia alta como la de un felino en busca de una presa. Anduvo de aquí a allá, tropezó varias veces con algunas personas que le miraron de mal modo por su poco cuidado al caminar y finalmente se detuvo en el circo gitano que parecía ser parte de las festividades que se llevaban a cabo. Una anciana le miró con atención, posó sus ojos en él y lo llamó desde el interior de un puestecito en el cual se encontraba. Le pidió que se acercara, su voz era chillona y rasposa, como si tuviese algo atorado en la garganta, pero no era más que uno de los signos de la avanzada edad que tenía la mujer. Se dio cuenta de que era tuerta cuando al fin decidió acercarse, lo hizo poco convencido, con la única intención de saber que era lo que la anciana quería de él. La miró con los ojos entrecerrados al ver de que se trataba.

— Puedo hablarte de tu futuro, ven, ven rubio, ¿quieres conocerlo? — "Una timadora", pensó Hunter al instante, una sonrisa amplia apareció en sus labios dejando a la vista parte de su dentadura blanca. — ¿Así que no me crees? — Preguntó la mujer con aire ofendido pero a la vez orgulloso, le devolvió la sonrisa.

— El futuro es relativo anciana, lo labramos día a día, ¿cómo podría saber algo que es incierto alguien como tú? — Meneó la cabeza negando y aún sonriendo, las cosas que hacia la gente con tal de conseguir un poco de dinero...


Última edición por Hunter Vaughan el Sáb Dic 10, 2011 8:11 am, editado 1 vez
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Mensaje por Dagmar Biermann Miér Nov 23, 2011 12:47 am

Nunca me había considerado una chica vanidosa, siempre había odiado las imágenes que el espejo reflejaba, mi rostro la mayoría del tiempo se veía serio, molesto, preocupado pues no se me permitía bajar la guardia en casa, según mi padre siempre debía estar "alerta" por cualquier ataque a nosotros, pero suponiendo que esta profesión es demasiado cuidadosa y que pocos tienen idea de lo que pasa ¿De quién nos debíamos cuidar? Los seres de la noche no eran tan tontos como para atacar la casa de alguien tan poderoso, mucho menos sabiendo la cantidad de cazadores que podían arrancarles la cabeza en el intento ¿Qué estaba pasando? En esta ocasión mi reflejo era diferente, mis ojos no brillaban, mis labios estaban pálidos al igual que mi rostro, se notaba el cansancio, la sed y hambre que tenía. Días atrás todo se había descubierto, mi trato "amable" con un ser de la noche. Eso era tan impropio, el rostro de decepción de mi padre aun lo tenía en mi memoria, cerraba los ojos y lo veía ahí, alzando mi mano para dejar una cachetada sonora en mi rostro, si eso no había sido suficiente había decidido encerrarme en el sótano por tres días dejándome sin comida y sin agua. Vaya prueba más tonta cuando mis manos eran requeridas para cuidar a mi madre de esa extraña enfermedad que ahora tenía. Deje de verme en el espejo al sentir pena de mi propio estado, nadie en la casa se atrevía a dirigirme si quiera una mirada de lastimada, todos estaban tan temerosos por los extraños cambios de mi padre que era mejor guardar distancia. El agua caliente de la tina estaba lista esperando a que me adentrará, antes de eso coloqué esencias que seguramente me relajarían, me desvestí con calma y por fin entre a la tina disfrutando del agua correr por el cuerpo. Tarareaba una canción que había escuchado hace mucho tiempo en una de las aldeas cercanas a Paris, cerré los ojos empezando a sentir un poco de relajación, de calma, un poco de paz, esa que hace mucho tiempo no sentía. Minutos después de estar en silencio varias detonaciones me hicieron sobresaltarme, abrí los ojos y el espectáculo de colores llamó mi atención, fruncí el ceño sin saber de que se trataba y por fin salí del agua, no tardé mucho tiempo en ponerme un vestido sencillo y bajar las escaleras hasta toparme con el primer empleado de la casa, me explicó de que se trataba toda esa lluvia de alegría y entonces por primera vez y por iniciativa propia me pondría en marcha a disfrutar de una fiesta como esas.

Regresé al cuarto con el pulso acelerado, me sentía nerviosa bastante intranquila, tenía un extraño presentimiento y claro que no me quedaría con la duda al respecto. ¿Qué clase de atuendos eran correctos para ese tipo de festividades? Los vestidos sin corsé los utilizaba para las cacerías, los bastante detallados para fiestas de sociedad, ¿y para un festival como ese? De entre todos pude observar un vestido verde, con detalles bonitos, sin embargo no tan exagerados como aquellos para ocasiones especiales. Me lo puse y deje que el cabello cayera por los hombros, esa noche no sería la cazadora Biermann, simplemente sería Dagmar jugando a ser una persona común y corriente que no tenía idea alguna del sin fin de criaturas que había a nuestro alrededor sin embargo al menos una daga de plata no estaría mal llevar bajo el vestido. Salí del cuarto, el carruaje ya me estaba esperando, debido a la vigilancia que ahora tendría de mi padre sería el único medio en el que podía entrar y salir de la casa. No tenía problemas con eso, no me preocuparía por el que pasaría a mi alrededor simplemente me dejaría "mimar". El camino había sido un poco largo sin embargo lo estaba disfrutando pues aquella sensación, aquel presentimiento permanecía y seguramente lo disfrutaría al máximo de averiguar de que se trataba.

Ni siquiera había esperado que el carruaje parara por completo cuando mis pies habían tocado el suelo, si quería ser alguien "normal" sin embargo algunas mañas no cambiarían por más que quisiera. Sonreí ampliamente al ver la cantidad de personas que se encontraban en aquel lugar, todos de diferentes colores, marmotas gigantes avanzando al compás de tambores, flautas y panderetas. Fuegos artificiales, personas con trajes bastantes coloridos, llamativos. Caminaba con cuidado sintiéndome cautivada por cada una de las cosas ¿Dónde había dejado toda esta diversión en mi vida? No valía la pena lamentarme cuando podía disfrutarlo. Me caminé con varias personas que bailaban alrededor de marmotas incluso un joven tiro de mi brazo invitándome a seguir el ritmo de la canción que ahora tocaban en aquel hermoso desfile, después de un tiempo salí de la fila y me quede parada frente a una carpa extraña observando como todos seguían el camino. La gente caminaba sin parar hasta carpas que se encontraban por las calles más bajas, las farolas de la calles alumbraban sin embargo al poco tiempo solo eran escasas personas y yo las que nos encontrábamos fuera de la diversión. Estaba por encaminarme cuando una voz extraña llamó mi atención. Escuché poco sin embargo eso basto para llamar mi atención, caminé haciendo a un lado las telas extrañas que sonaban al ser empujadas. ¿Hablar del futuro? Eso si era bastante extraño. Observé la espalda de un caballero, bastante alto, o bueno al menos mucho más que yo si lo era, me daba la espalda y no podía observar su rostro. La mujer me miró de reojo, mi piel se había erizado cuando una sonrisa se asomó por su rostro, estaba a punto de dar la vuelta y salir de ahí cuando estiró su mano marcándome un alto. Asentí observando el lugar, escuchando al joven hablar y entonces me senté aun sin poder verle el rostro, que para ser sincera comenzaba a darme curiosidad. - ¿Incierto? ¿Acaso no tienes una misión clara que cumplir aunque sea a corto plazo? La manera de hacerlo puede ser incierta sin embargo el futuro esta marcado en la meta - Me atreví a refutar sus palabras sin parecer burlona, ni siquiera quería parecer atrevida pero no podía quedarme callada, nunca lo había hecho, no estaba acostumbrada, sin embargo mis mejillas se ruborizaron y baje la mirada dejando que mi cabello cayera tapando mi rostro o parte de él.

Al poco tiempo volví a subir mi rostro. ¿Por qué sentir pena frente a un desconocido? Eso sería mostrar debilidad ¿No es así? No debía mostrar debilidad, el respeto hacía los caballeros en estos tiempos era bastante evidente pero ¿Debilidad? No, eso no debía mostrarla. - Si él no desea entonces ¿Podría decirme mi futuro? - Sonreí de manera traviesa, como cuando un niño sabe que esta a punto de cometer una travesura bastante grande. Arqueé una ceja, lo miré de reojo y enseguida una sonrisa coqueta se asomó en mis labios, no lo hacía apropósito simplemente esa era mi manera natural de ser, muchas veces con un juego de miradas, de movimientos, de caricias "inocentes" puedes conseguir muchas cosas aunque ¿Qué podría conseguir en esta ocasión? - ¿Le teme a algo para negarse a leer su futuro señor? Sea cierto o falso ¿Qué puede perder al intentarlo? - Seguí en mi misma posición, sentada esperando una respuesta de ambas personas, quizás había sido demasiado entrometida sin embargo aquella sonrisa de la mujer no se borraba, su mirada iba de él a mi, de mi a él. Me puse de pie un tanto incomoda, de nuevo su mano se alargó deteniendo mi marcha - ¿Y bien? - En esta ocasión el tono de voz que había empleado era totalmente inquieta, no me gustaba esperar demasiado, menos cuando podía escaparme de una situación en la que ni siquiera había sido invitada y que fácilmente podía salirme de ella, pero aquella mujer se empeñaba en que permaneciera, en que me quedará, su mirada, su sonrisa, todo me indicaba que era lo correcto quedarme, me volví a sentar pero esta vez mi mirada se poso en el perfil del caballero esperando por fin conocer su rostro…
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I know you are but what am I? - {Privado} Empty Re: I know you are but what am I? - {Privado}

Mensaje por Hunter Vaughan Sáb Dic 10, 2011 8:06 am

"Jamás te rías del destino, podría él no tener tan buen sentido del humor..."


Su rostro siguió siendo el de alguien escéptico, no sólo no creía en esas cosas del destino y adivinación del futuro, era que simplemente no había aprendido a confiar jamás en los gitanos, ¿cómo hacerlo a costas de esa interminable mala fama que tenían, en la que se les tachaba de ladrones y embusteros?, era muy conocido y la gente solía asociarlos rápidamente con personas poco confiables. Y no era que Hunter quisiera juzgar antes de conocer, pero le resultaba casi imposible hacer a un lado todas esas habladurías que habían llegado y aún a la fecha llegaban a sus oídos. La anciana insistió, salió de su pequeña e improvisada carpa que desempeñaba el papel de local y se dirigió a él, su caminar era bastante preciso lejos de lo que hubiese creído cualquier persona, pues su avanzada edad tendía provocar pensar que cojearía, se tambalearía o bien caminaría casi arrastrando los pies a causa de los muchos años que ya tenía encima, pero lo hacía como cualquier persona, era una mujer entera en toda la extensión de la palabra.

Hunter volvió a sonreír sin poder concebir lo empecinada que estaba portándose la mujer con él, en el fondo de imaginaba que no era que él fuese alguien especial, si no que era probable que los clientes de la señora fuesen casi nulos, hecho que no podía permitirle dejarlo escapar sin antes convencerlo y sacarle un poco de plata.

— Anda, no vas a arrepentirte. — Volvió a insistir la mujer con su gastada voz, alargando su mano para tomar el brazo del muchacho, pero no llegando a tocarlo, pues una tercera voz le había interrumpido.

Una mujer, una que al parecer había sido espectadora de aquella escena en la que Hunter se resistía, abnegado a sus ideales y creencias. El rubio no se giró al instante para observar a la que era portadora de tan cálida y carismática voz, pero le escuchó con atención y su rostro adquirió un semblante de curiosidad ante aquel cuestionamiento. Se giró entonces y la observó, la sonrisa que había estado impregnada en sus labios hasta esos instantes, se desvaneció por completo al contemplar aquel rostro, demasiada casualidad para ser verdad, ¿obra del destino del que tanto presumía conocer la anciana? En el fondo no era que le sorprendiese el encontrarla en medio de aquella festividad, pues esa había sido precisamente lo planeado desde el momento en que había iniciado su tarea de espía, por eso estaba allí entre aquellas personas que celebraban, pero jamás había cruzado por su cabeza el que fuese precisamente ella la que se condujera hacia él sin tener que llevar a cabo una nueva búsqueda.

Borró al instante ese aire de asombro de su rostro y se esforzó por mostrar una vez más ese aire jovial, relajado y a la vez casi perezoso ante aquella situación. Le devolvió la mirada y sus ojos azules hicieron eco en esos orbes de color verde intenso que le miraban con curiosidad y en espera de una respuesta. ¡Nunca había visto unos ojos como esos!, únicos, cautivadores, irremplazables...

— ¿Temer? — Una de sus cejas se elevó con suspicacia, dejando claro que en ningún momento había tenido aquel sentimiento que ella suponía. — En absoluto, ¿qué sería lo peor que podrían decirme acerca de mi futuro?, en caso de que fuese verdad que puede adivinarlo, claro. — Se aseguró de dejar claro en todo momento que nada le haría cambiar de opinión acerca de todo ese circo. — ¿Una muerte inesperada y trágica? — Dejó escapar una risa breve. — No, yo no temo a la muerte. — “Estoy en constante trato con ella, somos colegas, es mi amiga la muerte”, añadió mentalmente a sus palabras. Nunca nadie era capaz de imaginar que detrás de ese rostro lleno de galanura y ese porte de respetable caballero, existía un lado oscuro, uno macabro y tal vez hasta insensible. Nadie nunca suponía que al estrechar la mano o cruzar algunas amables palabras con ese hombre rubio que a menudo iba enfundado en elegantes trajes, estaban teniendo contacto con un hombre con una profesión vil, una que era capaz de arrancarles sin titubear a un ser querido si se le ordenaba. Nadie. Nunca.

— Pero intuyo que usted si se permite el creer en tales cosas, ¿o debo deducirlo como simple curiosidad? Supongo que la incertidumbre no es un pecado, supongo que puedo romper mis propios esquemas dándole una oportunidad a esta dama de demostrar que no está mintiendo. — Desvío la mirada de Dagmar y la enfocó esta vez en la gitana que permanecía a su lado, a menos de un metro de distancia y con una sonrisa que dejaba entrever su satisfacción al escuchar tales palabras.

— Adelante anciana, demuéstranos lo que sabes hacer. — Le pidió con aire amable, pues no la llamaba “anciana” con la intención de sonar despectivo, si no de compañerismo o confianza, como esas veces en las que había llegado a tutear a una dama respetable.

La gitana amplió aún más su sonrisa y dio media vuelta, no sin antes indícarle con un gesto de mano el camino que debían seguir para poder llevar a cabo la lectura del futuro que haría posible a través del tarot. Hunter dio un paso al frente y estiró su mano hacia la joven de impactante belleza y sorprendentes ojos, le ofrecía conducirla hasta el interior de la humilde carpa como haría cualquier caballero y él era uno, de eso no había duda. La escoltó y de adentraron a la carpa, Hunter se vio obligado a bajar la cabeza ya que era demasiado alto para la altura que tenía aquel sitio. La anciana se colocó detrás de una mesa con mantel colorido y les indicó ambos que tomaran asiento en las sillas que había colocado frente a ella, ambos obedecieron. Mientras la gitana esparcía un montón de maltratadas cartas sobre la mesa y empezaba a barajarlas, Hunter se tomó un momento para observar con más detenimiento aquel sitio, sus ojos presenciaron una gran cantidad de colores, pálidos, chillones, calidos, fríos, de todo tipo. Sus ojos leonados volvieron a fijarse en la muchacha que yacía a su lado, misma que parecía tener un semblante mucho más expectante del que él mostraba en esos momentos, la única razón por la cual había cedido a que le adivinaran el futuro había sido por complacerla a ella, por no quedar como un tipo engreído o poco flexible.

La anciana los llamó al frente, con las cartas convertidas en un abanico le pidió a Hunter que eligiera algunas de ellas, él dudó algunos instantes y finalmente tomó varias al azar, la mujer empezó a colocarlas boca arriba sobre la mesa, dejando a la vista extrañas ilustraciones en la superficie del cartón del que estaban elaboradas. Repitió el procedimiento, pero esta vez con Dagmar, colocó también las cartas que ella había elegido sobre la mesa y cuando tuvo las de ambos frente a ella, empezó a analizarlas, paseando la vista de unas a otras, como comparándolas entre sí; una sonrisa apareció en sus resecos labios, una triunfal.

— Una vez más la fortuna sorprende. — Les anunció con aire orgulloso y le dirigió una breve mirada a Hunter, como sentenciándolo a lo que estaba a punto de escuchar. — Ustedes dos aquí presentes estaban destinados a mirarse el uno al otro, sus destinos fueron tejidos tiempo atrás por las manos más sabias. — Continuó, con la mirada fija en los dibujos de las cartas. Entre los múltiples dibujos a Hunter le pareció reconocer un sol, un carruaje, un jinete… ¿aquella mujer con mejillas rosadas y vestido blanco representaba a un ángel?, se quedó con la duda. La gitana continúo hablando. — Aunque…no será tan afortunado después de todo. Tendrán que someterse a muchas pruebas, engaños, obstáculos que habrán de echar a un lado, pero siempre ayudándose el uno al otro… — Hunter dejó de distraerse intentando descifrar lo que significaban los dibujos y por primera vez puso atención a lo que la mujer decía. Aquellas palabras le cayeron como un balde de agua fría, ¿de verdad era posible que pudiera saber el futuro?, ¿o era tan sólo una coincidencia como ese encuentro con Dagmar?, su rostro denotaba que estaba perplejo. — ¿Ven esto? Es la carta de la muerte. Todo podría acabar en una tragedia. — La mujer cambió su tono de voz por uno más serio y cuidadoso.

El silencio reinó por algunos segundos, momentos en los lo que Hunter se sintió molesto por todo aquello y su molestia se debía únicamente al hecho de que todo lo que la mujer había estado diciendo era exactamente la verdad. Era increíble, inconcebible, insoportable. Jamás lo admitiría y permitiría que los planes que su jefe le había ordenado se fueran abajo con las confesiones de aquella vieja.

— ¿De qué demonios está hablando mujer? Siempre he creído que todo esto es una tontería, pero jamás supuse que sería de esta magnitud. — Alzó la voz dejando a la vista su repentina molestia. Se puso de pie encolerizado y del bolsillo de su pantalón sacó una cartera. — ¿Dinero es lo que quiere?, aquí tiene, que le aproveche y disfrute, pero deje de decir tonterías. — Lanzó un par de monedas sobre la mesa, el sonido del metal impactando en la madera fue amortiguado por el mantel que la cubría. Dio medio vuelta y salió del lugar, haciendo bruscamente a un lado los plásticos con los que estaba elaborada la carpa que le pegaron en el rostro a causa de su altura. Se detuvo fuera del local, con las manos dentro de los bolsillos y el rostro aún levemente enrojecido.
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Mensaje por Dagmar Biermann Miér Dic 14, 2011 4:30 am

Aun recuerdo aquellos tiempos en los que mi vida solo se trataba de preservar la vida de los humanos que se encontraban en aquellas aldeas a las afueras de Paris. Donde esas personas a penas y podían conseguir su alimento y vestimenta. La mayoría de ellos (sino es que todos) tenían poco conocimiento sobre la lectura, eran seres humanos que no tenían malicia alguna, o bueno nada comparada con la que los que vivimos en las grandes ciudades tenemos. Poco sabían de las finas telas que se colocaban en los aparadores de la zona comercial parisina, mucho menos tenían idea del fósforo pues las piedras aun eran utilizadas para crear fuego. Sino tenían idea de todas esas cosas que se vuelven esenciales menos tendrían acceso sobre aquellos mitos relacionados con criaturas provenientes del mismísimo demonio, esas que para algunas personas solo aparecían en los libros de lectura terrorífica o de personas que disfrutaban engañando y espantando a todo aquel que quisiera escuchar "cuentos". Pero no todos eran tontos, muchos marginados por la sociedad o incluso por su misma comunidad se iban a refugiar en esas aldeas haciéndose pasar por pobres desprotegidos para ser aceptados sin problemas por aquellos hombres de trabajo. Fue ahí donde todo conocimiento sobre gitanos fue reafirmado. Muchas de las cosas que dicen las personas son ciertas como que son mentirosos, manipuladores y ladrones pero estoy seguro eso no pasaría si aquella clase dominante los aceptara. Estos humanos son únicos, están completamente bendecidos por ángeles (eso a mi parecer) que les dan dones para poder ver lo que nosotros no podemos o quizás si podemos pero no queremos mirar. Entendí entonces que a los gitanos se les subestimaba, que ellos en estás cosas no jugaban, pero los verdaderos gitanos, aquellos que portan con orgullo esos hermosos colores, que tienen esa piel aperlada brillante y hermosa, que su cabellera puede estar desmarañada pero es completamente hermosa no aquellos farsantes muertos de hambre. Por eso estoy aquí, escoltada por un desconocido, sintiendo dentro de mi cuerpo que mi corazón esta por explotar al estar tan acelerado gracias a ese presentimiento, esperando a escuchar parte de una verdad no tan lejana o quizás si, buscando una esperanza de que no todo seguirá estando tan vació en mi vida, buscando una escapatoria o quizás un empuje para volver a tomar un rumbo fuera de Paris como aquellos años pasados.

No quería mirarlo, su rostro me daba la impresión de ser alguien conocido aunque dentro de mi sabía que eso era imposible, la situación era bastante incomoda pues como una total maleducada había interrumpido su platica con la mujer que tenia enfrente pero podía sentir su mirada encima de mi lo cual solo podía contestar con una amplia sonrisa dirigida a él pero en dirección a la nada. Las cartas estaban sobre la mesa, mi cuerpo se inclinó ligeramente hacía adelante con la intención de poder captar aquellas imágenes para grabarlas en mi memoria y claro para poder escuchar con completa atención a nuestra anfitriona. Su voz comenzó a salir como si nada, los matices de esta conforme avanzaba su predicción iban cambiando de manera brusca, aquellas palabras en un principio poco las podía entender pero después de pasar a la siguiente frase la repetía en mi memoria para poder darle un significado a lo que decía. Los ojos de los seres humanos nunca mienten, siempre revelan todo lo que hay en el alma de una persona incluso en el más desgraciado de los seres, pocos son aquellos que tienen el don o capacidad para poder manejarlo y, lo que aquella mujer me dejaba en claro era que decía la verdad absoluta, que también tenía temor por mi. Con brusquedad mi rostro se movió hacía el joven. - ¿El y yo? - Susurré de manera débil sin creerme nada, una gran muralla se había alzado intentando creer que todo estaba bien y que esto solo era una buena broma, dentro de mi sabía que todo era verdad. No sé si me sonroje de nervios o de miedo pero podía sentir el calor de mi cuerpo depositarse en mis mejillas. Cerré los ojos y todo había acabado, demasiado rápido para por entender con claridad.

El sonido de las monedas hacían eco en mis oídos, incluso parecía bastante molesto después de varios segundos. La anciana me miraba sonriente mientras yo solo intentaba tranquilizar mi respiración por la escena que acababa de ocurrir. ¿Quién era aquel caballero? - Lamento mucho lo ocurrido señora - Me puse de pie estirando las manos para poder tomar las suyas. Quizás podía no tener corazón al matar a un vampiro, a un licántropo o en ocasiones a brujos pero se trataba de humanos con actitudes de aquellos seres de la noche. Si algo me caracterizaba bastante era la educación que tenía y ese tipo de actitudes eran intolerables, mucho menos frente a desconocidas. - Haré que le pida una disculpa, quizás no hoy pero lo haré - Sonreí dejando de lado todo pensamiento negativo, mostrando esa tranquilidad, seguridad y porte que pocas veces (como esta) dejaba a un lado. -"Tenga cuidado con él, las cartas juegan a su favor en este momento, usted corre peligro"- Esas habían sido las ultimas palabras de la mujer, se dio la vuelta dándome la espalda con tranquilidad después de levantar aquel puñado de cartas. Me quede pensativa por unos momentos. Saque después dos francos, a final de cuentas la lectura se suponía era individual al principio pero resulto una sola así que su trabajo sumando el mal trato merecía una buena paga. Deje que el peso de mi cuerpo llegará a la punta de mis pies y entonces giré con tranquilidad y gracia como aquellas princesas que estaban a punto de presentarse a sociedad, me sentía flotando sin un control total del cuerpo solo por no entender la situación y no poder controlarla por primera vez.

¿Que debía hacer aquella noche? ¿Seguir la fiesta para recibir más sorpresas al andar o volver a casa? Aquel presentimiento que tenía aun en el pecho no se iba y sabía que no estaría "bien" y tranquila hasta averiguar a que se debía. No se trataba de una carpa grande por lo que rápidamente salí del lugar. Las farolas seguían iluminando las calles con sus grandes llamas y la luna les hacía compañía dejando una fina manta gris que les ayudaba a alumbrar de manera única la noche, siempre me había parecido más interesante la noche pues esta siempre traía la verdad absoluta, aquellos que se escondían de los rayos del sol se pavoneaban como dueños del mundo y los humanos dejando rienda suelta a sus verdaderos deseos y pasiones. Aparte con cuidado un pedazo de tela para poder asomarme y ver si el área estaba despejada para mi buena o mala suerte no lo estaba pues su antes acompañante estaba ahí con el rostro completamente enrojecido. Por más que quise no pude evitar soltar una risita burlona, llena de sarcasmo y cierta molestia por su escena. No avance rápidamente para empezar a decirle barbaridades, esta vez me quede tranquila observándolo con atención. Lo que una sonrisa burlona había sido hace unos segundos atrás ahora era una sonrisa… ¿complacida? No lo sabia pero no podía negar que ese aire de soberbia que tenía frente a mi me parecía a cierto modo interesante. ¿Por qué? En la academia de cazadores todos me tienen respeto e incluso suelen hacerse los payasos para quedar bien y eso no me gusta, aquellos con carácter e ideales firmes bienvenidos sean, hacen que la vida sea placentera. ¿Cómo se llamaría? Sus caballeros rubios aun bajo aquella carencia de luz resaltaban de manera llamativa, aquellos ojos con mirada profunda, como si se tratara del cazador mirando a su presa, y se supone aquí yo soy la cazadora. Labios gruesos, un perfil por lo que había visto llamativo, alto, fornido… Un hombre bastante atractivo. Hice una mueca pues solo le faltaba educación.

Camine dos pasos con total tranquilidad - Los cobardes suelen salir huyendo cuando se sienten amenazados - Dije con tono firme, retan, alzando una ceja - ¿Que clase de escenas son esas señor? Pensé que todo era civilizado… ¿Acaso menosprecia a aquellos que buscan la manera de sobrevivir utilizando sus dones? - Una de mis manos se colocó con suavidad sobre mi cadera izquierda. ¿Que si le daba una mala impresión? No me importaba, solía ser altanera y aun así obtenida lo que quería ¿Debía temer esta vez? - Sino cree en ese tipo de cosas no debió molestarse, no debió tratar así a esa mujer ¿No le era más fácil guardar silencio y reír al salir con la frente en alto? - Cerré los ojos negando con la cabeza. Si aquel hombre creía que nuestro destino no era estar con el otro después de estar aquí entonces ¿No era fácil irse sin decir más? Mi expresión se había vuelto completamente dura. Estaba completamente molesta pero ahora la molestia quizás no era la correcta pues después de todo lo que dijo era mujer quizás le había molestado que fuera conmigo con quien se le relacionaba y hasta cierto punto me estaba sintiendo completamente rechazada. Tonto lo sé, pero aquello que se había predicho hablaba de nosotros tenía derecho de molestarme ¿No? - Espero este contento por lo que acaba de pasar, aunque no creo que le importe mucho después de todo - Suspiré quedándome atenta de sus ojos, aquel hermoso par de ojos, porque no puedo negarlo, lo son. Intentaba descifrar algo, si sabía algo que yo no, si sentía que aquello ducho por la mujer era cierto o no, o si simplemente no creía en nada, pero no podía, incluso sus demás expresiones fáciles me eran completamente indescifrables. Era un misterio, y los misterios son retos por descubrir, son de esos que me encanta poder tener conocimiento y hacerlo parte de mi vida por simple curiosidad, quizás por muchas cosas más pero podemos dejarlo en eso. Desvíe la mirada observando como el cielo dejaba ahora colores de nueva cuenta por la fiesta gitana, quizás era momento de marchar y dejarlo ahí, con su enojo.
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Mensaje por Hunter Vaughan Miér Ene 11, 2012 1:28 am

"Quien se acostumbra a decir mentiras acaba por no distinguirlas de la verdad."
-Anónimo.


Pudo haber huido, en sus manos tuvo la posibilidad de abandonar aquel lugar y regresar a su habitación del hotel, ignorar todo ese suceso y fingir que nada había ocurrido, borrarlo de su memoria. Pero se quedo ahí, como el estúpido que era, como el totalmente idiota en el que apenas unos minutos se había convertido. ¡Todo lo estaba haciendo mal!, ¿qué demonios le ocurría?, ¿qué estaba pasándole para actuar de ese modo tan poco profesional?, parecía un maldito novato. Tal vez eso era lo que realmente estaba siendo la causa de su enojo, el saber que estaba cometiendo error tras error y no tanto el episodio con la anciana gitana y su inesperada y atinada predicción. Estaba totalmente seguro de que si Horst Neumann, su jefe, hubiese estado presenciando el montón de errores que estaba cometiendo, este ya le habría soltado un par de bofetadas y que bien merecidas se las tenía. Así había sido como Horst le había educado desde pequeño, a hacerlo todo bien a la primera, a hacerlo con precisión y sin pensárselo mucho; a dejarse de niñerías y cursilerías baratas, a no portarse como un adolescente incoherente. Horst le había atinado muchas bofetadas durante parte de su niñez y toda su adolescencia, había sido así como lo había formado y no podía negar que cada uno de esos golpes le habían dolido, pero en el fondo siempre había tenido la convicción de que se los merecía, cada uno de ellos; al poco tiempo era el mismo Hunter quién se castigaba a sí mismo si Horst no lo hacía o si creía que no era suficiente castigo un par de bofetadas. Bajo esa rígida educación y entrenamiento era que el muchacho había crecido y se había formado, ¿entonces por qué estaba haciendo todo como ignorándolo?

Caminó de un lado a otro en la calle donde se encontraba, con las manos aún hundidas en los bolsillos de su pantalón, con la cabeza gacha y la mirada puesta en el piso, haciendo conciencia de lo ocurrido, pero ignorando lo que ocurriría a continuación. Ya era tarde para huir, la muchacha estaba allí, de pie, observándole, haciéndole aquellas preguntas, esos comentarios. Hunter sacó las manos de los bolsillos cuando la vio acercarse y dirigirse hacia él, supo que si se alejaba sin decir nada sería todo peor, que sólo confirmaría las predicciones y la alerta que la anciana le había hecho a la joven; supo que si en alguna ocasión debía acercarse a ella por la razón que fuese, sería algo imposible. En el fondo de su ser tenía la plena convicción de que no era algo necesario el tener una buena imagen frente a Dagmar, pues no había sido enviado a París para hacerse su amigo o crear algún otro tipo de lazo afectivo; su única tarea era vigilarla y podía hacerlo sin su consentimiento o agrado, aún cuando ella le odiara o le exigiera que le dejase en paz. Pero nuevamente su calidad humana salía a flote y le impedía largarse, algo en sus ojos verdes, en la manera en que estaba mirándolo, le hacía tener esa necesidad de mostrarle que no era lo que ella pensaba. De alguna manera casi intolerable no aguantaba esa mirada de…¿desilusión? que ella estaba mostrándole, quería demostrarle que no era una mala persona, que si estaba allí, detrás de sus pasos era sólo porque ese había sido su destino, su maldito destino al haber aceptado tener esa -todavía más maldita- profesión.

Era estúpido, pero la forma en la que Dagmar lo estaba mirando era la misma manera en la que Uma, su ex esposa, le había mirado en el momento en que había recibido esa misiva, donde de manera anónima alguien le informaba de ese secreto que había ignorado o más bien, que le había sido oculto todo ese tiempo. La carta le invitaba a reflexionar con que tipo de hombre se había casado y no conforme con ello, había incluso procreado a una hija; le hacía ver cruelmente el destino y el peligro bajo el que se encontrarían ella y su pequeña hija toda la vida al convivir, al compartir un techo con un asesino. La joven horrorizada había roto en llanto y completamente dolida y destrozada le había arrojado la carta sobre el pecho a Hunter cuando este había llegado a casa, golpeándolo con fuerza sobre el abdomen, exigiéndole respuestas, exigiéndole una mentira más, una que le hiciera saber que todo lo que la carta decía eran tonterías y que nada era cierto; que él era un hombre bueno y no un despiadado, que él era el hombre de su vida, como hasta apenas breves instantes atrás había creído. Hunter se había quedado mudo, no se atrevió a contradecir nada y con su silencio le hizo ver que todo era verdad; puso fin a esa relación, a toda esa confianza, a todo ese amor...

¿Haría esta vez lo mismo?

— Hasta la más civilizada de las criaturas pierde los estribos de vez en cuando. — Inquirió en su defensa. Su voz era sosiega y de su rostro había desaparecido el color rojizo, hecho que dejaba a la vista que ya no estaba molesto. Dio dos pasos al frente, acortando así un poco más la distancia entre ambos. — ¿No lo cree? Sé que no fue la mejor manera de reaccionar, pero realmente me ha molestado la acusación que me han hecho allí dentro, ¿no se habría molestado usted si hubiese sido al revés? — Ladeó un poco la cabeza y en sus labios apareció una muy tenue sonrisa, una que surgió involuntariamente al verla colocar una de sus manos sobre una de sus caderas, acto que le añadió un toque muy coqueto y curioso a la joven.

— No creo en esas cosas y si accedí a hacerlo fue sólo por usted, para demostrarle que soy un hombre flexible y agradable y no un arrogante, maleducado y con arranques de ira incontrolables como el que sé que esta pensando que soy en ese momento. — Su sonrisa se amplió, era esa misma sonrisa que había cautivado a más de una mujer en determinados momentos, pues la caballerosidad y galanura que el rubio poseía, era algo que no pasaba desapercibido ante las féminas que se derretían ante tanta perfección, pues la mayoría de ellas lo consideraban un excelente partido. Él nunca hacía alarde de tal cosa.

— Así que… — dio otro paso al frente. — ...las cosas se han dado de una mala manera, una en la que me temo yo no he salido beneficiado, pues ahora tiene una pésima imagen sobre mí. Además del tarot, ¿cree en las segundas oportunidades?, o de no ser así, ¿sería capaz de empezar a creer en ellas justo en ese instante? Lo creo conveniente, me vendría bien una de su parte. — Esperó por una respuesta, pero la joven seguía observándolo un poco dudosa y eso lo hizo dudar a él, prefirió dar nuevamente el primer paso para lograrlo.

— Mi nombre es Hunter Vaughan, tengo veinticinco años, soy inglés, recién llegado a tierras parisinas por cuestiones de negocios. Estoy hospedado en el hotel “Des Arenes” y decidí salir hoy, a tomar un poco de aire, sin imaginar que me toparía con una joven tan encantadora como usted a la que le haría pasar un rato amargo del que estoy plenamente arrepentido y en plena disposición de enmendar, si es que me lo permite, por supuesto. — Alargó su mano y prefirió esperar a que ella le diera una respuesta, a que tomara su mano como aceptación a su disculpa, en espera de que entonces fuese ella quién hiciera su presentación, una que era realmente innecesaria, puesto que él ya sabía todo de ella.
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Mensaje por Dagmar Biermann Sáb Ene 21, 2012 7:12 am

El mal rato que habíamos pasado minutos antes hacía que mi molestia siguiera presente. Nadie en su sano juicio suele tratar mal a una persona, a menos que seas una criatura de la noche. Mis labios tenían una curvatura bastante evidente, no me considero una persona que suela ocultar sus emociones, doble cara no soy, aunque le moleste a la mayoría de las personas, suelo decir la verdad por mi cruel que parezca, y más aun tratándose de un extraño que me había hecho una escena. La mano que tenía en la cadera apretó con fuerza aquella zona por pura inercia, la otra de mis manos se había cerrado en un puño ejerciendo bastante fuerza evitando así querer saltar encima del caballero, pero no, golpear a humanos o querer hacerles algo no era lo mío, no incluso en este momento. ¿Cómo sabía que era un humano viendo minutos atrás su reaccionar casi tan salvaje como la de un animal? Simple, su piel blanca tenía tonos rosáceos que le hacían ver bastante encantador, sus labios eran rojos, no porque la sangre cálida de un inocente fuera ingerida sino porque así realmente eran aquellos carnosos y rojos labios, lo tenía que estudiar para saber que no nos encontrábamos (los gitanos y yo) en peligro. Mis manos poco a poco se fueron levantando hasta cruzarse sobre mi pecho, la mirada de arrepentimiento me hacía creer que era sincero pero no debía confiar en él, o bueno, no después de ponerlo a prueba. Su voz era bastante masculina, firme, incluso con un aire de frialdad, como si estuviera escogiendo las palabras adecuadas para no volver a cometer algún error frente a mi presencia. Sin embargo, se escuchaba tranquilo, como si el no haberme ido aun le complaciera, le diera una especie de esperanza. ¿Esperanza en que? No lo sabía, ni siquiera nos conocíamos como para que le importara mucho lo que una extraña pudiera marcar o no en un instante en su vida. A pesar de tener las ganas de dejarlo hablando solo, una extraña fuerza me hizo quedarme, mis piernas parecían incrustadas en las calles rocosas de la ciudad, no sabía si era a esas alturas el enojo o aquellas espina incrustada en el pecho por las predicciones de la gitana. Aun sentía que el sabia cosas que yo no, una sensación rara por lo desconocido del caballero, pero que por dentro no se podía salir de mi pecho.

Opté por quedarme callada, escuchar sus argumentos para así, poder saber que decirle después. La manera en que ahora hablaba tan decidido, y la manera en que se acercaba me hacía ponerme de un humor poco tolerante, primero que nada no había cambiado de postura, segundo mi mirada se había topado con la suya y de manera altanera no la apartaba ni la pensaba apartar, si estaba acostumbrado a intimidar señoritas por su manera tan "galante" de hablar o por la cercanía empleada, conmigo saldría perdiendo, puedo ser bastante aferrada, caprichosa, altanera, sin vergüenza en este tipo de casos. Al tiempo que este sonreía, en mis labios se reflejaba una sonrisa burlesca, mordaz. Dejaba en claro que estaría a la defensiva en todo momento, dispuesta a atacar si era necesario. Por un momento quise gritarle que conmigo no tiene que demostrar nada, que en vez de quedar bien, había arruinado lo que pudo haber sido una maravillosa velada, pero permanecí de nuevo en silencio. "Hunter", su nombre resonó en mi cabeza, me hizo sobresaltarme de una manera extraña, en algún lado había escuchado ese nombre, pero no lo recordaba y si lo hacía seguramente no era la misma persona. Por un momento se noto mi intranquilidad cuando hice que nuestras miradas se desviaran. Simulé que mi atención estaba siendo robada por algo más interesante que una presentación común, pero no había nada que pudiera robar mi atención, esperaba que no fuera evidente mi nerviosismo. Volví a mirarlo pero ahora, incluso yo sentía mi semblante relajado. ¿Una segunda oportunidad? ¿Una presentación desesperada para ganar un instante más? Cuando por fin cayó, observé la mano que había dejado más cercana a mi cuerpo, primero una de mis cejas se levantó, después poco a poco afloje mis brazos hasta que con delicadeza tomé su mano entre la mía. Sentí como me sujeto con fuerza, respingué ligeramente y entonces era mi turno - Las segundas oportunidades se ganan caballero - Carraspeé para que mi voz se aclarará. - En todo caso ¿Que gana queriendo demostrarme que es un "buen hombre"? - Las ultimas palabras las arrastré sin poder evitarlo. Mordí mi labio inferior por unos momentos. No lo había soltado, su roce era cálido aquella noche fría de invierno en Paris, incluso era gracioso ver como nuestras manos se acomodaban a la perfección a pesar de lo pequeña y delicada de la mía a comparación del tamaño de la suya. - Dagmar Biermann… - Por un momento dudé de decirle todo de mi - Tengo 21 años, Francesa de nacimiento… - ¿Qué más poder decirle? No tenía interés de decir más de mi, al menos no ahora. Un ligero apretón dado de su parte me hizo apartar la mano de manera brusca. Mi cuerpo giró para ver la caravana, los colores y percibir el olor a los alimentos de la festividad gitana.

Si el caballero quería seguir con mi compañía entonces tendríamos que hacer algunas cositas para poder hacer que estuviera completamente cómoda. Giré a ver hacía la carpa de la gitana. - Pida una disculpa a esa mujer, empecemos por eso, si lo hace puedo considerar una segunda oportunidad - Dije con tono decidido, mirándolo de reojo, sonriendo de lado. No estaba jugando, por lo que antes que contestará volví a cruzar la calle, de manera suave, disfrutando incluso de la brisa de la noche, disfrutando del dominio que estaba teniendo aquella noche sobre él, o bueno eso pensaba. Abrí con cuidado la tienda de la mujer - ¿Madame? - Alcé la voz para intentar hacer que me escuchará e hiciera acto de presencia, pregunté más de cuatro veces por ella, y al llegar al fondo me di cuenta que no estaba, que el lugar estaba completamente vació. Giré mi cuerpo topándome con mi nuevo compañero de la noche. Mi mueca se volvió a asomar en mi rostro - Creo que… Me quede completamente concentrada en usted y eso hizo que no me diera cuenta cuando la gitana salió - Susurré sintiendo su cuerpo cerca del mío. Mi mano tocó su pecho para poder empujarlo un poco haciéndome espacio para volver a pasar. Me quede pensativa, sentía su presencia cerca, incluso su energía era fuerte. - Yo… tenía pensado ir con los gitanos, ver si puedo colarme a su fiesta, se que son verdaderamente celosos con su cultura pero no pierdo nada… - Y volví a verlo a los ojos - Busquemos a la gitana, pida disculpas, y veremos que nos depara la noche - Dije con suavidad, lo cierto era que quizás mi semblante, mi voz y mis movimientos se habían suavizado, pero mi intención era hacer que se "humillara" pidiendo disculpas, y entonces desaparecer en el gentío de gitanos para no volver a verlo, para dejarle en claro que no siempre conseguiría lo que quería, y que debía pensar dos veces antes de volver a actuar de manera tan grosera con personas inocentes que solo hacen su trabajo, pero eso él no lo sabía, y no tenía pensado mostrar lo que iba a hacer ya entre tanta fiesta y colores.

Salí de la carpa, su cercanía me ponía extrañamente nerviosa, como si la predicción de la mujer pudiera cumplirse en ese momento, y el hombre quisiera matarme, no había ido preparada para un combate, aquella noche simplemente quería ser yo, sin necesidad de estar a la defensiva, sin necesidad de proteger a alguien más, solo a mi. - ¿Me va acompañar? - Pregunté fingiendo interés, inocencia, ganas de pasar con él, el resto de la noche. Parecía que los gitanos habían ya acomodado sus tiendas, el fuego de la fogata era bastante grande pues se lograba percibir desde lo alto de la colina en donde nos encontrábamos. Llevaba tiempo investigando sobre ellos, sobre su cultura, aparte de lo ya vivido gracias a las aldeas que había protegido, tenía tantas ganas de poder colarme en una de las fiestas, pero debía ser inteligente. Comenzamos a caminar uno alado de otros, en ocasiones sentía como nuestras manos chocaban al andar. El silencio era bastante incomodo por lo que decidí romper el hielo - ¿Qué clase de negocios son los que maneja caballero? - Esperaba que la pregunta no fuera bastante atrevida, y si lo era, él me había dado el derecho de poder decir o hacer lo que se me diera la gana a raíz de su falta, tenía ventajas, este no podía negarme las cosas, o quizás vería a una Dagmar de nueva cuenta molesta, donde lo único que haría era darme media vuelta, salir de ahí y evitarme malos ratos o negaciones, quienes me conocían sabían bien como era, pero seguramente alguien que solo veía a una chica "encantadora" no tenía idea de como manejaba mis maneras de ser, mi carácter. - ¿Le gusta Paris? ¿Es la primera vez que viene? - Ahora de verdad se notaba que tenía interés en el con aquellas preguntas que le estaba haciendo - ¿Viene acompañado a la ciudad? - La pregunta clave de la noche, quizás estaba buscando el deseo de encontrar a alguna señorita "de buen ver" para llevar a su cama, quizás le recomendaría uno de los burdeles de la ciudad, ya dependería de como muestra sus deseos de pasar la noche del caballero.

El camino había sido más corto de lo que había pensado, los gitanos reunidos ya se encontraban. Fascinada veía las prendas pequeñas que las mujeres compartían para la danza, los hombres tocando los tambores, niños corriendo, camina cerca de una fogata más pequeña, y entonces su atención se poso en nosotros. Sonreí bastante complacida, me acerqué lentamente y entonces la mujer del tarot se ponía frente aun grupo de jóvenes, pidió permiso, parecía una mujer bastante respetable, y entonces al vernos juntos su sonrisa se amplió de manera cómplice. ¿Con quien de los dos? No lo sabía, sin embargo su permiso basto para que todos nos recibieran con los brazos abiertos - Es hora para que se disculpe - Me había colocado de puntitas a su lado, para susurrar a su oído sin que nadie pudiera escucharnos. Frente a los demás parecíamos dos personas que se conocían de tiempo y que se habían puesto de acuerdo para permanecer aquella noche en la celebración. Me alejé un poco de él para darle "su espacio" para hacer lo que me haría "considerar" una segunda oportunidad. Cuando me perdió de vista, di media vuelta para así intentar perderme en el bosque, sin embargo mis intentos de escape fueron planeados en vano cuando un grupo de jóvenes, quizás de mi edad, habían de todo, unas incluso más jóvenes, otras más grandes se acercaron con una sonrisa en el rostro, todas estás me rodearon y me hicieron caminar directamente a una carpa, dentro de ella, sin ni siquiera pedir permiso, comenzaron a sacar mis ropas, estuve a punto de alegar cuando noté a que se debía la actitud. ¿Nos habían aceptado tanto en aquel lugar? ¿La señora sabía algo en especial? En mis caderas descansaba una especie de falda, de ella caían telas con monedas que sonaban, en la parte del pecho, una especie de sujetador adornó mi cuerpo, mi abdomen (que debo decir gracias a los entrenamientos, esta bien trabajado) se exponía, como las piernas. Acomodaron mi cabello colocando una flor banca, y en uno de mis tobillos pusieron una tela con pulseras del mismo color que el traje que me habían puesto. Sonreí cuando sus manos dejaron de trabajar sobre mi cuerpo, tenía miedo de verme en el espejo, ¿por qué? no es que me avergonzará de mi cuerpo, simplemente no estaba acostumbrada a tan poca ropa, el pasar mucho tiempo en una academia con caballeros me hacía protegerme de sobremanera. Al salir de la carpe guiada de las jovencitas bailarinas, busque con la mirada a Hunter, este detrás de él tenía también a un grupo de caballeros, nuestras miradas se cruzaron y entonces sabía que ya no podía escapar…

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Mensaje por Hunter Vaughan Jue Mar 15, 2012 1:44 am

"Ella era todo eso que nunca había conocido;
poseía el talento de llenar de intriga a todo aquel que la veía y escuchaba;
se movía con la gracia de una bailarina.

Y yo la seguí.
Tenía que hacerlo…"


La sonrisa y mano de Hunter se mantuvieron a la expectativa durante un buen rato, el había cumplido ya con dejarle claro que la escena de hacia unos minutos había sido un simple error, uno que él ya se había encargado de enmendar empezando por ofrecerle una disculpa y ahora pidiéndole una segunda oportunidad. El rubio mantuvo sus ojos clavados en los de Dagmar mientras estaba a la espera de saber que haría ella, de antemano sabía que sólo había dos opciones: o lo dejaba con la mano estirada o la tomaba y con ello sellaba el trato de reparar sus errores cometidos. Pero ella se mantuvo firme, con los brazos cruzados sobre el pecho y esa mirada retadora, rebelde; Hunter no podía dejar de sonreír al ver ese rostro y la forma en la que lo veía, inquisidoramente, como si estuviese esperando a que él hiciera el menor error para que ella le soltara un golpe en cualquier momento. Hunter sabía muchas cosas acerca de Dagmar: sabía que era hija única, que familia era reconocida en París y en otros lugares a causa de su fortuna, esa que había ganado gracias a su negocio, un negocio que era similar al de Horst Neumann, su jefe, o al menos eso era lo que él creía. Lo que Hunter ignoraba es que la muchachita que tenía enfrente no sólo era una mujer de armas tomar a causa de su peculiar personalidad, sino que de verdad era una guerrera, una cazadora y eso no sólo él lo ignoraba, también Horst y todo se debía a que el padre de Dagmar era un hombre que manejaba sus negocios con discreción, aunque haberse metido con Horst había sido un grave error de su parte y ahora Dagmar era la que pagaba las consecuencias.

La sonrisa de Hunter se amplió cuando finalmente Dagmar estrechó su mano; sentir su piel nuevamente le hizo recordar lo bien que se había sentido la primera vez que lo había hecho y le pareció muy curioso que Dagmar fuera tan exquisita, tan menuda y con unas manos tan pequeñas y frágiles y su carácter hiciera un completo contraste con esa fragilidad que emanaba su cuerpo. Era un poco contradictorio que lo pensara, pero en el fondo lejos de provocarle querer lastimarla como su jefe Horst había ordenado, Hunter sentía la necesidad de protegerla, de conocerla todavía más a fondo y llegar a descubrir cuales eran los ideales que la movían por la vida, porque él estaba seguro de que ella no era una muchacha común, que no era una señorita como el resto, de esas que su único objetivo es encontrar un marido cuanto antes y llegar a formar una familia a una edad temprana, y ella tenía diecinueve años y aún no estaba casada ni comprometida, eso decía mucho acerca de ella e incluso de sus padres ya que era muy común que en esos días ellos fueran los primeros en presionar a sus hijas a comprometerse cuanto antes, lo cual él intuía no era el caso de Dagmar.

Mientras pensaba todo aquello Hunter no se había percatado del largo rato que había sostenido la mano de la muchacha, sonriendo la liberó y volvió a hundirla en el interior del bolsillo de su pantalón. Se mantuvo callado ante las palabras que ella le decía acerca de porque tanta insistencia, no había mucho que él pudiera decir al respecto sin que quedara como un mentiroso y la verdad es que prefería ahorrarse inventar cosas y simplemente omitirlas, acto en el que muchos concordaban que era la misma cosa, que se mentía, pero de diferente manera. A pesar de ver a Dagmar en una mejor disposición luego de ese fuerte saludo de manos, supo que las cosas no serían tan fáciles; algo en su interior y su experiencia en la vida a pesar de sus apenas veinticinco años le hacían saber que Dagmar pediría cosas a cambio para lograr creerle ya que no parecía una de esas muchachitas que se tragaban cualquier palabrería barata. La primera prueba fue la más obvia, esa que tenía que ver con lo recién ocurrido: disculparse con la gitana anciana. Hunter no puso objeción, siguió a Dagmar cuando esta se volvió a adentrar en la carpa donde les había leído el tarot, misma que para sorpresa de ambos estaba vacía. Hunter río en su interior al ver la cara de confusión y desilusión en Dagmar al percatarse de que su primera prueba no seria posible si la anciana no estaba presente. Se mantuvo callado y en espera de nuevas indicaciones de su parte, como si de un niño obediente y arrepentido se tratara, dispuesto a ganarse la confianza de ella. En ese instante estuvo a punto de hablar, de proponer incluso hacer una cosa diferente en la que ambos pudieran conocerse más, llevarla a cenar a algún restaurante tal vez, pero no le fue posible al ver que ella desde antes tenía planes y que ahora no le quedaría mas remedio que unirse a ellos, si es que verdaderamente su intención de reparar sus errores seguía vigente. Hunter entrecerró los ojos un poco al escuchar lo que ella proponía, ¿los gitanos?, ¿fiesta? Abrió su boca para decir algo, pero nuevamente fue imposible, Dagmar actuaba mucho más rápido que él y ya se encontraba caminando rumbo al festejo.

El muchacho se quedó estático, sacó las manos del bolsillo, miró a ambos lados y se cuestionó si verdaderamente quería hacer aquello. Dagmar caminaba sin mirar atrás, segura de sus palabras, sin percatarse de que su acompañante estaba planteándose seriamente una retirada. Observó la gracia con la que Dagmar se movía, como sus largas piernas se movían al compás de sus caderas, la manera en la que se detenía, giraba su cabeza para voltear a verlo y provocaba que su larga y oscura cabellera se agitara con el viento, y su voz que le invitaba, que le cuestionaba. No, no podía perderse estar cerca de ella, no importaba si era o no lo correcto, no lo haría, algo se lo impedía. Con el estúpido pretexto de que tal vez ella podría necesitar a alguien que cuidara sus espaldas, los pies de Hunter se movieron de manera automática y en segundos estuvo al lado de la muchacha, siguiendo su paso. No le gustó que ella empezara a hacerle preguntas respecto a los supuestos negocios que lo habían llevado a París, no quería mentir más de lo que ya ocultaba.

— No, no me hables de usted, soy Hunter. Llámame así, ¿de acuerdo? — Intentó desviar la conversación de los negocios con ello, pero al recibir tan sólo una mirada de parte de Dagmar, supo que no se libraría de ello. — Estoy solo en la ciudad. Y sí, es mi primera vez y mi primera noche fuera también, de ti depende que me lleve una buena o mala impresión. — Le sonrío, pero ella siguió caminando con el rostro al frente, sin mirarlo. La mujer parecía tener un ego muy grande, probablemente a causa de su belleza; Hunter estaba seguro de que aparte de él debía haber muchos más que la consideraban hermosa y seguramente eso la hacia sentir mucho más segura de sí misma. — Y en realidad no soy yo el de los negocios, soy tan sólo un medio; mi jefe es quien tiene algunos locales, así que me ha enviado a mi a cerrar algunos tratos. Pero no me harás darte detalles de lo que pretendo olvidar esta noche, ¿o sí? — Se excusó nuevamente y para su suerte habían llegado a su destino.

***

Aquella era, en definitiva, una fiesta en toda la extensión de la palabra. Hunter desvío la mirada del rostro de Dagmar y se concentró en todo lo que tenía a su alrededor. Antes de esa noche Hunter había escuchado algunas reseñas acerca de los festejos que los gitanos hacían, sabía que eran muy unidos, que se respetaban entre sí y que cada tanto tiempo realizaban fiestas en las que brindaban y bailaban como si de verdaderos hermanos de sangre se tratase; aquella era una verdadera comunidad que se protegía y que celebraba sin tener demasiados motivos más que el hecho de estar vivos y unidos; algo digno de admirarse. Las fogatas se abrían paso a lo largo de toda la zona que les pertenecía a esos que siempre habían sido acusados de ladrones por generaciones enteras; las mujeres danzaban alrededor del fuego mientras bebían de botellas oscuras al lado de sus hombres al ritmo de la música que tocaba otro grupo que no dejaba de sonreír e incitar al resto a unirse a la danza. Hunter miró a ambos lados y se percató de que los gitanos ya se habían dado cuenta de que ella y Dagmar pretendían irrumpir en su festejo; estuvo a punto de sostenerla del brazo e impedirle continuar su paso por temor a que ellos fueran a molestarse y arremeter contra ella, pero para su sorpresa fue bien recibida y hasta conducida por un grupo de mujeres que en segundos la apartaron de su vista. El muchacho se quedó de pie, sin saber que hacer o a donde dirigirse, ni siquiera estaba seguro de que correría con la misma suerte que Dagmar, pero entonces un rostro familiar apareció ante él: la anciana a la que había insultado.

— Tú de nuevo. — La voz de la mujer no era de reproche, ni siquiera de sorpresa, probablemente sus cartas también le habían alertado de que volvería a encontrárselo y que sería esa noche. Hunter aprovechó el encuentro para hacer lo que Dagmar le había pedido, para cumplir con su palabra.

— Creo que le debo una disculpa. Yo no quise… — La mujer interrumpió abruptamente sin darle oportunidad de expresarse, aún cuando no estuviera muy seguro de que diría al respecto. No podía decirle simplemente que la razón por la cual se había comportado de tal manera había sido precisamente porque ella había acertado en sus predicciones; no podía admitir así, sin el menor pudor que la razón que lo había llevado hasta París era la intención de acabar con la vida de esa muchacha inocente.

— Tú sabes que es verdad, que todo lo que dije allá es cierto. ¿Qué es lo que buscas con esa muchachita, rubio? ¿Qué quieres de ella? Sé que no es algo bueno, ¿a qué has venido a buscarla? — La mujer estudió las facciones caucásicas, esas que iban completamente en contra con las suyas que eran las de una persona perteneciente a una etnia. No lo miraba con reproche o molestia, más bien con preocupación, con una gran cantidad de intriga.

— Ella me invitó. — Respondió Hunter alzando la vista para ver si era capaz de ver donde se encontraba Dagmar y si sería capaz de salvarlo de aquella embarazosa situación, pero sólo se encontró con la misma escena anterior de la gente festejando, danzando y bebiendo.

— Tú sabes a que me refiero. — La anciana entrecerró los ojos sin dejar de analizarlo. — Lo extraño es que percibo que en realidad no eres una mala persona, eso me llena de confusión. — Caminó alrededor de él, haciendo más obvio su análisis. Hunter se sintió un poco ofendido por la manera en la que ella lo miraba, pero intentó no hacerlo evidente aunque su voz lo traicionara.

— No lo soy. — Inquirió en su defensa. Él no se consideraba una mala persona, nunca lo había hecho; sabía y estaba plenamente conciente de que su trabajo y los actos que llevaba a cabo en el no eran los mas correctos, pero su alma seguía siendo pura y noble, o al menos eso era con lo que él se consolaba. La anciana sonrío y se alejo de él, no sin antes hacer un movimiento con la cabeza que le indicaba a Hunter que debía voltear al otro lado y darse cuenta de que Dagmar había regresado. No pudo evitar sorprenderse al ver la forma en la que Dagmar vestía, completamente diferente y en definitiva mucho más hermosa. Al verla de ese modo supo que estar ahí era la mejor decisión que había tomado, aún cuando supiera que Horst Neumann lo habría despedido al instante de haberse enterado.

Hunter le sonrió y mientras lo hacía un grupo de hombres se acercaron a él; uno de ellos sostenía un traje similar a los que ellos vestían esa noche y se lo ofrecía para que lo vistiera al igual que el resto de los invitados. Dudó un instante en hacerlo, pero bastó ver nuevamente esos ojos verdes, grandes y expresivos para aceptar la oferta. Tomó el traje y con ayuda de uno de los gitanos se dirigió hasta una carpa donde lo dejaron solo, ahí se despojó de su elegante traje y lo suplió por las llamativas ropas. Al verse en el espejo no se sintió ridículo, pues sabía que a pesar de todo esa sería una noche inolvidable. Salió de la carpa y se dirigió directamente hasta donde Dagmar se encontraba sentada en una roca con forma de asiento, justo enfrente de la fogata. Se sentó a su lado y se rió con ella al darse cuenta de a que grado había llegado por una mujer y sus peticiones hechas.

— Así que…creo que la cuenta está saldada, ya puedes levantarme el castigo. — Levantó la vista y a lo lejos la anciana del tarot les saludo levantando su tarro de vino. — Ha aceptado mis disculpas y creo que ahora te toca aceptar a ti las mías. — Un gitano se acercó a ellos y les ofreció a ambos un tarro con bebida, Hunter la aceptó gustoso y bebió al instante.

— Nunca había estado con gitanos. Me refiero a que los conocía, había escuchado de ellos siempre, pero jamás había estado así, como ahora. Somos afortunados, he oído que son tan celosos que es un milagro que no nos hayan echado a pedradas. Aunque supongo que se debe a ti, nadie le negaría algo a alguien como tú. — ¿Estaba coqueteando? Continuó bebiendo de su tarro mientras los gitanos seguían danzando a su alrededor al ritmo de una nueva canción. A Hunter le impresionaba el espíritu de esa gente, su manera de ser tan libre, tan sin ataduras, tan lejanos a todos esas leyes que la sociedad diariamente imponía. Ahí no había juicios, había libertad de expresión, había vida. — ¿Así que este es tu secreto, escapar cada noche de tu realidad y adentrarte a otra? Interesante. — Bromeó y mientras sonreía una mujer se acercaba a él para susurrarle algo al oído. Ni tarde ni perezoso, Hunter se puso de pie y alargó los brazos para invitar a Dagmar a unírsele.

— Creo que es mi hora de vengarme. Me hiciste venir hasta aquí, es hora de que sufras un poco. — La jaló de los brazos y la obligó a ponerse de pie, luego se acercó a ella y con sus manos rodeó su estrecha cintura; la sonrisa se le desvaneció al percatarse de que se moría de ganas por besar esos labios y darse cuenta de que de seguir cerca de ella no podría resistirse y tarde o temprano lo haría. Desvió la mirada al escuchar como cambiaban de melodía y observó a los gitanos para seguir sus pasos, movió su cuerpo al compás de la música imitando sus movimientos no perdiendo la oportunidad de exagerar en ellos un poco con la única intención de hacer reír a Dagmar y divertirla un poco. Definitivamente esa noche Hunter era otro, había dejado de lado al caballero galante y serio para sacar a ese Hunter que había permanecido en el baúl por un largo tiempo.




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Mensaje por Dagmar Biermann Lun Abr 23, 2012 10:41 pm

Sentía bastante vergüenza por los pocos ropajes que tenía encima. Me consideraba una cazadora por excelencia, había nacido con ese aire de guerra y combate, acepto ser bastante coqueta es parte de mi persona, desde pequeña había aprendido que una mujer, cualquier que fuera, si sabía utilizar sus dotes podría ganar muchas guerras, el coqueteo me había ayudado a distraer a demasiadas presas, a doblegarlas, y luego con un simple movimiento de manos arrancarle lo que llamaban "vida". Mi cuerpo estaba acostumbrado a ropajes de caballeros, no es que lo comprará en lugares exclusivos para ellos, tenía mi propia modista, una que formaba parte de la academia, se sabía de memoria mis medidas. En ocasiones como fiestas y paseos, utilizaba todo lo que una señorita de sociedad requería. Vestidos pomposos para fiestas grandes, y algunos más ligeros para cualquier otra actividad. Hoy había sido uno de esos días en los que había dejado guardada en el cajón las armas, para llevar una vida común y corriente. Tal parecía que eso no podría ser, cuando todo iba de manera correcta tengo que encontrármelo a él. Recordar su rostro blanco, sus caballeros rubios y aquella barba que apenas salía me hizo sonreír de manera automática, me había hecho enojar no puedo negarlo, pero quizás sin su compañía no me habría aventurado a este lugar, estaría de camino a casa, debía darle el crédito de algunas cosas, pero verlo interesado en remediar lo antes ocurrido lo hace un poco encantador ¿No? Bastante atractivo ante los ojos de cualquiera, sumemos el hecho de querer remediar su falta de respeto frente a una desconocida, sin duda un alma bondadosa, un alma que sabe aceptar sus errores, alguien digno de conocer.

Quise acercarme a él para sentirme menos "desnuda" y por extraña razón protegida, pero aquellas mujeres me lo impidieron, me llevaron frente a la fogata, muchas miradas se depositaron en mi persona, sin perder aquel porte de guerrera hice a un lado la pena que sentía para sonreír con orgullo. No me veían tan mal así ¿O si? Negué varias veces para mi misma y tomé asiento en una de las piedras. Observaba la manera en que las mujeres bailaban, había tenido la oportunidad de poder espiar un poco la cultura de estos gitanos ya que un vampiro quería acabar con ellos, no lo permití, aparté de acabar con la existencia maldita de aquella criatura había aprendido de ellos, incluso me hacía sus rituales, sus bailes y los tipos de ropajes que utilizaban, quizás no eran inmensamente ricos pues ellos no ambicionan tanto, los gitanos eran criaturas que vivían el presente, que disfrutaban y abrazaban de las cosas que se hacían en el momento, ellos sabían compartir y proteger a los demás aunque no fuera parte de su familia, muy diferente a un católico. Mi sonrisa se agrandaba, disfrutaba de la música, del olor que desprendía la fogata pues la leña ardiente suele tener un peculiar olor, como el de las mañanas calurosas en verano, también disfrutaba percibiendo las esencias de la comida que estaban ofreciendo. Podía casi ver su imagen a través del fuego, como si se tratara de un espejo rojizo. Y entonces su imagen también se reflejó a mi lado. Ladeé solo un poco el rostro de manera disimulada. Pude ver solo por el rabillo sus rubios caballeros, pronto me giré para poder envolverme en su mirada. - No lo sé. ¿Crees que un simple vestuario es suficiente para tú falta de respeto? - Mi sonrisa picara estaba casi impresa en su rostro. Miró a la mujer cuando él se lo indicó - Gracias - Susurré muy bajito, debía aceptar que las cosas habían salido mejor de lo que esperaba - Gracias por hacerlo, gracias por seguir aquí - No moriría por dar las gracias, mucho menos por aceptar que la situación se estaba tornando a su favor, aunque eso último no fuera de mi total agrado. - Son recelosos con los suyos si, pero ellos saben leer el aura de los demás, quizás estamos tan limpios o nuestras acciones son luminosas por eso nos permiten estar… - Iba continuar cuando escuché su cumplido y atrapé su mirada con la mía - ¿Así que no podrías negarle nada a alguien como yo? - Me relamí los labios, estaban ya bastante secos por el aire y por el calor que desprendía aquel fuego. ¿Acaso aquí nadie pedía permiso? Sentir sus manos en mi cintura me hizo respingar con disimulo. Su cercanía me estaba poniendo mal, no podía perder la poca cordura que sentía tenía. Carraspeé intentando concentrarme - Dígame, ¿Exactamente como soy? - Arqueé una ceja observando sus labios, esperando a que los moviera para contestar mis preguntas.

Solté varias carcajadas que pronto callaba con la palma de una de mis manos. Verle moverse como un muñeco de trapo era bastante gracioso. Quise bailar de manera correcta pero me frene para seguir aquellos movimientos chuscos. Todas las miradas se enfocaron en nosotros, por un momento imaginé que nos sacarían del lugar por irrespetuosos, sin embargo los gitanos formaron un circulo alrededor de nosotros, acompañaban la música con silbidos, palmadas, y algunos gritos de emoción. La situación sin duda era bastante divertida, tenía demasiado tiempo que no me reía de esa manera. Todo se había ido por un precipicio: La enfermedad de mi madre, los regaños constantes de mi padre, el que me estuvieran buscando un prometido, el relacionarme con una "criatura demoniaca", la falta de ingresos a la academia por un problema que mi padre no me quería decir, algunas cartas de amenazas, el problema con la iglesia. Todo se había desvanecido de un momento a otro al tenerlo frente a mi, al bailar al compás de la música como dos locos, pero no todo lo divertido y placentero puede durar por siempre. Las manos que se azotaban con maestría en los tambores disminuyeron su fuerza, la música se había vuelto un murmullo agradable. Las personas habían dejado de hacer aquellos ruidos pero no dejaban de vernos, sin embargo todo se había desaparecido, todo a excepción de la música de fondo y él. Me sentí demasiado confundida por la sensación. Mis brazos no siguieron mis ordenes, quería que permanecieran a mi costado pero estos se enredaron en su cuello. La expresión de confusión seguía reinando mi rostro, no tuve el valor para romper el silencio con mis palabras, me limite a verlo intentando no parpadear aunque eso ultimo fuera imposible. Su mirada me hizo sentir como pocas veces me sentía: Intimidada. Sonreí con timidez, mi cuerpo se inclinó hacía adelante para poder esconder mi rostro en su pecho. ¿Los gitanos tocaban esta música tan tranquila? En el poco tiempo que los había estado estudiando nunca había escuchado algo así. Mis manos se deslizaron a su espalda para poder aferrarme con fuerza. ¿Nerviosa? Si, se notaba que lo estaba. ¿Quién no estaría nerviosa en mi situación? El es un desconocido que disfrutaba de una noche con una ¿Desconocida? Tomé una bocana de aire mientras mis ojos se mantenían cerrados. La música suave llevaba de un lado a otro nuestros cuerpos, cuando todo iba con completa calma un sonido molesto interrumpió las cosas. Mis sentidos siempre alertas me hicieron abrir los ojos de golpe, separarme, y buscar con la mirada de donde provenía aquel estruendo. Solté aire tranquila al ver que solo se trataba de una olla que a alguien que le había caído por lo caliente. Las personas que aun seguían a nuestro alrededor aplaudió por un breve momento. Mi rostro se movió con suavidad observando a cada uno de los anfitriones, porque eso era para nosotros. La gitana de la carpa me miraba con seriedad encogiéndose de hombros. Ella sabía algo de nosotros dos y yo debía averiguarlo. Me giré a ver a Hunter - Lo lamento, me espanté - Mentí, pero era una experta ocultando mi naturaleza que de verdad había parecido que de un susto me había apartado.

Sentí calor y regresé a la roca tomando el tarro de la bebida fresca que me habían dado, llevándomelo a los labios e ingiriendo todo el liquido, solo una gota traviesa se había escapado de entre la comisura de mis labios. Llevé mi indice a la gota para poder borrarla. No quería voltear a verlo porque de hacerlo lo que imaginaba quizás se volvería evidente. Su cercanía me había gustado y no pensaba aceptarlo. - Eres bueno vengándote - Me burlé. - Claro si las venganzas hacen sonreír a la otra persona - Quería morderme la lengua para no soltar más palabras pero no pude, nunca me había tragado lo que pensaba, no empezaría a hacerlo con él menos sabiendo que cuando el sol comenzara a asomar sus primeros rayos nos despediríamos y no volveríamos a vernos. - ¿Así es siempre? Es decir, ve a una señorita en un lugar desconocido, la sigue, la hace sonreír y la lleva con usted ¿Me equivoco? - Mi sentido de defensa volvía a reinar mi cuerpo. Este fue girando pero no para observar a mi nuevo compañero, más bien buscaba una salida, una escapatoria. No estaba dispuesta a dejar que la historia se repitiera. ¿Qué historia? Conocer a alguien en medio de la nada, encariñarme con esa persona, compartir mi vida, y después saber que no volvería a verle. ¿Así es todo no? Me mordí el labio inferior con fuerza, que tonterías estaba pensando, apenas lo conocía, y desde había dejado en claro que estaba de paso. ¿Qué cosas estoy pensado? Mi cuerpo se inundó de una rabia infinita. Lo miré de manera inquisitiva., con un desconocido no se piensa que volverá a tomar la misma relación tormentosa, es más, con un desconocido no se planea nada. Quizás era cierto aquello del destino, quizás si existía y por eso ambos estábamos en ese lugar, por eso habíamos bailado, y por eso yo quería volver a verle, no lo sabía a ciencia cierta pero no me quedaría con los brazos cruzados, tendría que vigilar su estancia en Paris, cada uno de sus movimientos, ahora que lo pensaba bien, no me había dicho nada concreto sobre su trabajo, eso eran puntos en su contra, si tenía grandes secretos o actividades que no podía compartir es porque algo malo guardaba. Tal vez la Iglesia lo había mandado a seguirme, ese maldito y tramposo papa debía haber enviado a Hunter para envolverme en su encantador carácter y atractivo, llevé una mano a mi cintura sin dejar de aparta la mirada de él - ¿Quién te ha mandado Hunter? Dime la verdad… - Estaba comenzando a ponerme paranoica pero no podía cruzar esa línea tan fina, no era conveniente tomar confianza de la gente tan rápido.

Me acerqué tomando su brazo con fuerza, sintiendo como mis dedos se estaban clavando en su piel, necesitaba jalarlo lejos del gentío. Avanzaba sin poder soltarlo, quizás si lo soltaba su imagen desaparecería y me daría cuenta que solo soñaba, si lo sentía con el agarre firme que ejercia todo tomaba sentido. Me encontraba lejos ya de la fiesta, entre arboles grandes, sumergiéndonos en la oscuridad de bosque - Nadie hace lo que tú, cualquiera en tú lugar se hubiera dado la vuelta sin necesidad de reparar los daños, ¿Qué pretendes? - Tal vez si existía algo que deseaba escuchar, pero no todo lo que queremos puede ser posible, por primera vez quería confiar en alguien sin que eso trajera consecuencias. Sus ojos confundidos hicieron que sintiera un huevo dentro de mi pecho. No baje la mirada porque no estaba dispuesta a mostrarme débil contra él, me pregunta si se notaba lo confundida que estaba, ¿Se notaría mi temor a caer en otro juego de mentiras? Por eso siempre decía las cosas con total franqueza pues yo no toleraba las mentiras. Necesitaba asegurarme que él me las decía, que este nuevo "amigo" no era como los demás. Vaya absurda situación. Solté su brazo, mis manos se cerraron en forma de puño canalizando toda mi fuerza en las palmas, tranquilizando mi desconfianza, necesitaba disfrutar la situación - Dime la verdad o de alguna u otra forma lo sabré - No soy bruja, mucho menos adivina pero al menos soy perceptiva y aquellos presentimientos que logran hacer latir de manera desenfrenada mi corazón no puedo pasarlos por alto, me dicen algo, me alertan y también me hacen descubrir secretos. El mundo de los cazadores se guía por la lógica, quizás por eso resalto de los demás, no solo me dejo llevar por una lógica enseñada de hace mucho tiempo atrás, también me dejo llevar por mis experiencias, por aquellas corazonadas que nacen de situaciones como esta.
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Mensaje por Hunter Vaughan Jue Mayo 03, 2012 2:46 am

«No hay nada que un hombre no sea capaz de hacer cuando una mujer le mira».
- Antonio Caso.


Hunter se olvidó de todo, incluso de esas a las que consideraba lo más importante en su vida, sus tres mujeres –como él mismo las llamaba-: su hija, la que había sido su gran amor y esposa, y Frauke, a la que consideraba su madre. Podía sonar egoísta pero por esos instantes en su mente se evaporó el recuerdo de cada una de ellas y todo lo ocupó la joven que tenía enfrente, mirándolo de aquella manera que lo hacía sentir que se derretía. ¿Qué tenía de especial Dagmar Biermann que lograba ponerlo en esa encrucijada? La belleza era indiscutible, estaba a simple vista, en su rostro, en su cabello, en su cuerpo; pero Hunter estaba consciente de que no todo era físico, había algo más en ella, algo realmente inexplicable. No sabía cómo pero la muchacha se las había ingeniado para maravillarlo, era difícil que alguien como Hunter olvidara a alguien como Dagmar, imposible, y ellos no lo sabían pero sus caminos se habían cruzado para no separarse más. ¿Podía ser aquello lo tan cotidianamente llamado "amor a primera vista"? No, no era amor, era atracción, era encanto; el amor era algo todavía más complejo que con el tiempo aparecería, si es que ellos lo permitían.

Hunter aferró más sus manos a la cintura desnuda de la joven, como si temiera que esta se alejara, y con sorpresa descubrió como ella tomaba la iniciativa se acercarse más a él, al grado de posar su cabeza sobre su pecho. Ondas eléctricas recorrieron el cuerpo del rubio al gozar de esa cercanía, la piel se le erizó cuando sintió las manos de Dagmar rodearlo del cuello, lo cual le dio la suficiente confianza para que sus manos subieran de la cintura a su espalda, apretándola más contra su torso para hacerle saber que no se iría, que estaba allí, con ella y que no se apartaría a menos de que ella se lo pidiera. Un aroma floral se desprendía del los negros cabellos de la muchacha y llegaba directamente a la nariz de Hunter que lo absorbía con gusto mientras mostraba una tenue sonrisa digna de un completo imbécil. Algo de pronto lo hizo salir de aquel ensueño, miró a su alrededor y se dio cuenta de dónde estaban, por un momento se había olvidado de todo, de los gitanos, de Horst Neumann y su maldito afán de querer asesinar a una inocente. «No», retumbó la palabra como respuesta a esa idea en su mente y sin darse cuenta apretó aún más a su pecho a la que se negaba a arrancarle la vida. Un sentimiento de culpa lo embargó de pronto, se sintió un sucio, un falso, un maldito bastardo, sintió deseos de decírselo todo, de confesarle que su encuentro había sido una coincidencia pero que él ya la conocía, que sabía todo de ella, o al menos lo más importante. La saliva corrió por su garganta seca y las palabras se quedaron atoradas, no tenía el suficiente valor para decírselo, le acobardaba la idea de arriesgarse y perderla; la quería para él, la quería en su vida.

— No tienes que dar las gracias, estar aquí es lo mejor que he hecho en mucho tiempo. — La voz le salió más ronca de lo normal a causa de que interiormente intentaba reponerse de ese mar de sentimientos que querían ahogarlo. Respiró hondo en silencio y se esforzó por actuar como había estado haciendo. Haciendo uso de esa cercanía alzó su mano y la posó sobre el rostro de la muchacha, acarició su mejilla y sintió la textura aterciopelada. — Eres hermosa, en todos los sentidos posibles. — Fue todo lo que dijo en respuesta a esa pregunta que Dagmar le había hecho, pidiéndole que le dijera cómo era ella. Para Hunter aquella palabra la definía toda, ella era sinónimo de hermosura.

— Así es, yo no podría negarle nada a alguien como tú. Pídeme lo que quieras y lo haré, te demostraré que no miento. — Y no lo hacía, no mentía, aunque técnicamente todo él era una mentira, una que tarde o temprano Dagmar descubriría.

La notó nerviosa y una sonrisa se asomó en sus labios cuando presenció como las mejillas de Dagmar se encendían dándole un toque infantil a su rostro con facciones suaves. Luego vino aquello, el momento en que la desconfianza volvía a hacer acto de presencia en las palabras de la joven, era obvio que no era tonta, sabía como se las gastaban muchos hombres en esos tiempos, era lógico que hiciera un comentario como ese cuando Hunter siendo un extraño se portaba como nadie haría.

— ¿Eso es lo que crees? ¿Crees que todo lo que he hecho lo hice porque pretendo llevarte a la cama? — Dejó que una pequeña porción de indignación se mezclara con sus palabras, en el fondo le ofendía y sorprendía que Dagmar estuviera pensando eso de él y no es que le pareciera una idea desagradable la idea de tenerla en su cama, de hecho le hubiese encantado. — Lo confieso, me encantaría… — Admitió arriesgándose a recibir una bofetada de su parte o a que ella aumentara su desconfianza al doble. — …pero no pretendía hacerlo. — Se apresuró a completar la frase antes de esta fuera malinterpretada, de verdad estaba siendo sincero con ella. Hunter nunca había sido del tipo de hombre que fuera por la vida sacando provecho de las mujeres, incluso con la que había sido su esposa se había portado como todo un caballero, la había cortejado durante algún tiempo y el que hubiese resultado embarazada había sido algo inesperado pero no por eso menos deseado, apenas se había enterado que sería padre y le había pedido matrimonio, uno que se había desplomado por culpa de Neumann, por ocultarle la verdad. Durante meses lo había aquejado ese rompimiento, incluso se había jurado no volver a enamorarse, pero ahora sus heridas habian sanado, estaba listo.

— Yo… — Estuvo a punto de confesarle que se moría por besarla pero le fue imposible cuando ella se separó de golpe lanzando un grito ahogado, Hunter se sobresaltó, soltó su cintura y giró su cuerpo para darse cuenta con pesar que había sido una simple olla lo que había logrado romper aquel momento.

Dagmar lo tomó del brazo y él no puso resistencia, la dejó conducirlo por entre la gente que parecía no tener intenciones de abandonar su celebración pese a las altas horas que ya eran, pronto se encontraron entre árboles, en medio de la oscuridad. Hunter miró a su alrededor y no entendió porque lo había llevado hasta allí hasta que la escucho hablar.

— ¿Qué? No, no es así. Nadie me ha enviado ni pretendo nada. — Su voz se elevó un poco, en el fondo le frustraba bastante el no poder hacer posible que ella lo viera como alguien en quien confiar, en alguien digno de su presencia. Alzó las manos y tomó el rostro de Dagmar entre sus manos, dio dos pasos al frente y acortó nuevamente la distancia. La observó por un largo rato y finalmente rompió el silencio. — ¿Podrías confiar un poco en mí? ¿No eras tú la que hablaba del destino hace algunas horas con aquella anciana? ¿Y si yo soy tu destino?, ¿y si lo era el encontrarnos y conocernos? Tal vez el destino mismo se encargó de ponerte frente a mí para hacerme creer en él. Y creo que lo ha conseguido. — Le sonrío sin soltar su rostro, le gustaba esa sensación que provocaba el contacto de sus pieles. — No soy como crees, Dagmar. No estoy aquí para aprovecharme de ti o para hacerte daño. Nadie me ha enviado, hasta hace algunas horas no sabía nada de ti. — Mentía, ¡por supuesto que lo hacía!, pero de no hacerlo sabía que no sería capaz de ganarse su confianza, ni de retenerla a su lado. Haría lo que fuera para lograrlo.

Comos si no hubiera tenido ya suficiente, la volvió a observar, Hunter no la estaba mirando, la estaba contemplando, detallaba cada poro en su piel cada pequeña arruga que se formaba en los pliegues de sus parpados, alrededor de sus ojos, de su boca, esa boca que…

— Dagmar, quiero besarte. Necesito hacerlo. — Finalmente lo dijó o explotaría, se arriesgó a que ella lo detestara por eso, a que lo tachara de un irrespetuoso, de un depravado, de lo peor de lo peor. Se la jugó, era ahora o nunca. Se acercó a ella lentamente, posó sus labios sobre sus labios y con movimientos lentos masajeó la piel suave de sus bocas, probó su saliva que le pareció exquisita y su lengua rozó la de la muchacha por una décima de segundo. Mientras la besaba las manos de Hunter bajaron desde su rostro hasta su cintura y la acercó a él una vez más hasta que sintió que nada los separaba. Su beso se intensificó conforme avanzaban los segundos, se sintió más confiado al no sentir ningún golpe en su cara o alguna palabrota, tal vez en el fondo ella había estado deseando eso tanto como él. O tal vez estaba esperando a que terminara para darle su merecido.
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Mensaje por Dagmar Biermann Sáb Mayo 05, 2012 5:42 am

Contemplé su mirada. Quería descifrarla, saber si en sus ojos podía ver la verdad o la mentira en sus palabras, pero sólo verlo de esa manera, suplicante y desesperada, me hacía creer que de no mentía, que cada palabra que venía de su interior era verdad. No habíamos empezado con el pie derecho, nuestra noche había comenzado con un percance, pero gracias a ese percance todo esta ocurriendo. Sus palabras eran claras, incluso su tono de voz era sobresaliente a la música que se escuchaba proveniente de los tambores de la fiesta. Debía creerle, porque cualquier otro se hubiera marchado, y no sólo había permanecido, también se había disculpado, me había seguido, me había hecho sonreír, y ahora me besaba. Abrí los ojos demostrando la sorpresa que el acto me daba. Mi mirada estaba tan cerca de la suya, tuve que cerrar los ojos bastante nerviosa para seguir aquel acto cómplice, no podía mentir, había deseado eso, pero debía demostrarle lo contrario ¿No? No quería que pensara mal de mi, o que ya me tenía a sus pies en aquel momento, debía ser lista. Llevé mis manos hasta su pecho, el cual empuje sin mucha fuerza hacía atrás, queriendo interrumpir aquel acto tan intimo. Por más que mi cabeza me gritara que debía parar, lo mejor había sido seguir, porque quizás después de esa noche no lo volvería a ver. Mis dedos se movieron, y mi palma se cerró tomando parte de la tela de su nueva prenda. Ladeé el rostro con suavidad, mis labios se abrieron a la par que los suyos, su lengua me hizo erizarme, sabía que se daría cuenta por su contacto directo con mi piel. Seguí la danza de nuestras bocas, disfruta de su sabor, de su olor, y me dispuse entonces a seguir aquel magnifico beso. El que me pegara a su cuerpo solo hizo que soltara su ropa, mis manos se deslizaron hasta su cuello, la diferencia de estaturas era demasiado marcada, pero para ambos aquello no importaba. Mi pecho se infló presa de una gran emoción, mi lengua se atrevió por fin a juguetear con la ajena, a rozarla, a incitarla a que siguiera, me fue imposible evitar soltar una especie de sonido placentero a causa del beso. A esas alturas ya no podía dar marcha atrás, simplemente lo jalé hacía a mi, ejerciendo cierta fuerza, ejerciendo el deseo que ahora sentía, y la necesidad de no querer soltarle, quizás no había respondido a sus preguntas con simples palabras que el viento se puede llevar con facilidad, pero aquel acto le dejaba en claro todo, y cedía a sus suplicas.

Podía seguir así mucho tiempo más, perderme la mágica que los gitanos nos habían permitido presenciar, nada importaba, solo nosotros. Lamentablemente no todo puede durar eternamente, y no es precisamente porque alguno quisiera frenar ese deseo imposible, siempre existen otros factores que arruinan los momentos. Una pequeña mano se enrollo en los pliegues de mi falda gitana, y dio tres jalones fuertes a la misma, esto me hizo recordar donde estaba, y me frenaron de un beso maravilloso, el mejor de todos. Me separé de Hunter bastante agitada, abrí los ojos, y formé una mueca de disgusto por la interrupción que pronto se desvaneció al ver a un chiquillo sonreírme apenado. Lo miré sonriendo con ternura, y mi mirada se levantó para observar todo a nuestro alrededor. La gitana que había hecho nuestros caminos se cruzaran sonreía del otro lado. La miré completamente confundida pues ella sonreía un poco cómplice con los brazos cruzados. Sentí dos nuevos tirones, y me agaché para poder estar a la altura del pequeño. - "Perdón" - Su primer palabra me hizo sonreír de manera más amplia - "¿Podría bailar conmigo? "- La inocencia del pequeño me hizo sentirme muy enternecida. Una de mis manos se acercó a su rostro, y di un pequeño golpecito a su nariz de forma juguetona - Será un honor - Susurré buscando ahora la pequeña mano del niño para tomarla. Me puse de pie siguiendo el tirón que me daba. Antes de seguir el camino me volteé a ver a Hunter con una sonrisa nerviosa, y con un rubor evidente por aquello que acabábamos de hacer. - Parece que me reclaman, y no puedo negar tal oferta - Me encogí de hombros, sin embargo, no iba a dejarlo ahí. Jalé su mano con cierta fuerza, y mis dedos se enredaron en los ajenos invitándolo a seguir el camino de vuelta. ¿Qué podía decirle? ¿Qué su beso me había encantado? ¿Que lamentaba la interrupción? ¿Que deseaba pasar más tiempo con él? No, era mejor callar, quería saber que era lo siguiente que haría.

Al llegar al circulo de la fogata tuve que soltarlo a regañadientes, dejando que nos esperara en las rocas que hasta minutos antes nos habían servido de asiento. El pequeño me tomó las dos manos y comenzó a bailar de manera bastante correcta, incluso sus movimientos me parecieron demasiado bien empleados. Seguí la danza con soltura, con alegría, y bastante cómoda, tal parecía que tal acto había agradado a muchos gitanos, pero la gitana que nos había leído el futuro permanecía sería, y no dejaba de verme. - ¿Ella te envió verdad? - Pregunté al pequeño que rápidamente volteo a ver a la mujer, y que asintió de manera muy disimulada - ¿Por qué? - Pregunté muy curiosa y bastante confundida -"Dijo que el te hará daño"- No pude evitar sentir que dentro de mi algo se rompía. Volteé a ver a Hunter sonriéndole como pude. No lo creía capaz, sus palabras me lo habían dicho todo, él había sido sincero… Él no podía hacerme daño.

La pequeña pieza música había terminado. Me incliné de nueva cuenta para darle gracias por el baile. El pequeño besó mi mejilla con suavidad antes de despedirse y marchar. Regresé hasta la piedra para estar alado de Hunter, estaba dispuesta a entablar una celebración cuando todos los gitanos comenzaron a agruparse, hicieron un circulo tomados de la mano alrededor de la fogata, por extraña razón se hizo más grande y ardiente, y mi cuerpo sintió el calor que estaba emanaba, casi sentí como gotas de sudor comenzaron a delinear mi figura. Me puse de pie alado de Hunter, mis manos se enredaron en su cuerpo dándole un abrazo, no estaba dispuesta ahora a soltarle, prefería ver así el cierre de la noche, y parecía que no había inconveniente por él. No era muy noche, no entendía porque ya estaban por cerrar la fiesta, había escuchado que las fiestas gitanas terminaban al amanecer, incluso había presenciado algunas. Nuestra gitana (la que había adivinado nuestro futuro) comenzó a contar una especie de relato mientras todos escuchan maravillados. Era una historia de amor. En ella contaban la historia de dos tribus que vivían en guerra hasta que el amor de dos jóvenes superó todo aquello, pero la historia no tenía un final feliz, y cuando la muerte de la joven protagonista fue relatada, sus ojos quedaron fijamente aferrados a los míos. Un escalofrío recorrió mi cuerpo, y me aferré a Hunter con más fuerza, sintiendo que la historia había sido relatada para mi. ¿Por qué? No tengo idea, esa noche simplemente me había hecho demasiadas preguntas en la cabeza, de las cuales, ninguna tenían aun respuesta.

Observé como la fogata fue apagada, y también como todos los gitanos se comenzaban a ir, había perdido de vista a la mujer, necesitaba hacerle muchas preguntas y ella simplemente había desaparecido. Solté a Hunter con una mueca en el rostro - Creo que… deberíamos de marcharnos ya - Caminé por el lugar, volteando cada determinando tiempo hacía atrás, intentando visualizar la figura femenina, aunque no la encontrara. No quise decir nada al respecto, ni siquiera de aquel beso, preferí cambiar el tema por nuestro bien, era cierto que quizás quería volver a besarlo pero no debía dar la iniciativa yo. - ¿Está cerca de aquí tú hotel? - Murmuré buscando el primer tema que se me ocurría en la cabeza. Me sentía nerviosa, confundida, contrariada. Los sentimientos que había manejado aquella noche fueron y siguen siendo bastante extremos. ¿Qué pretexto pondría para venir? ¡La ropa! Claro, la ropa, mañana vendría por ella, y aprovecharía para terminar la platica con la gitana, necesitaba saber porque Hunter había llegado a mi vida, pero sobretodo, porque ella creía que me haría daño. Mientras caminábamos me acerqué un poco a él - ¿Cuánto tiempo crees estar en Paris? - Aquella respuesta podría decidir mi siguiente paso. De quedarse más tiempo quizás lo podría volver a ver, lo invitaría a otra noche como esa, quizás podríamos volver a que nos leyeran el futuro, podría cambiar, podría darnos buenas noticias. Por primera vez me sentí como una pequeña pidiendo un deseo. Las grandes barreras que a diario me pongo se han caído con un simple beso. Lo único que de verdad sabía, es que había llegado en el momento correcto, y que ahora no quería que se fuera, no quería que la noche terminara. - ¿Marcharás a descansar ya? - Pregunté como quien no quiere la cosa, quizás nuestra noche podría aguantar unas horas más.
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Mensaje por Hunter Vaughan Miér Jun 13, 2012 4:28 pm

«Poseía un talento para mentir sin dejar de ser sincero...»


Allí, entre los brazos de Dagmar, Hunter se olvidó de todo. Se entregó al momento. Sentir las caricias de Dagmar, sus manos posándose en su pecho y cuello, juguetear con su cabello, sentir como ella correspondía a ese sentimiento; todo eso terminó por lograr hacerlo sentir muy dichoso, como hace tanto tiempo no se sentía, específicamente desde su divorcio. De no haber estado besándola habría sonreído, le habría confesado su sentir con palabras, pero, ¿qué mejor que hacerlo con hechos? La aferró mas a él, no quería dejarla ir, no quería perderla, no ahora que la tenía. No, no lo haría, pasara lo que pasara no podía perderla.

Hunter jamás había sido un hombre tonto o ingenuo, estaba consciente de que todo era una locura, de que todo había pasado tan rápido, pero, ¿quién era él para cuestionar ese tipo de cosas?, ¿quién era él para retar al destino? Tal vez después de todo era real, el destino, tal vez la magia lo era, quizás todo eso que estaba pasándole era alguna especie de hechizo, uno difícil de romper; tal vez Dagmar era una especie de bruja, esa era la única explicación para haber perdido la cabeza por ella de esa manera y a esa velocidad, en tan sólo una noche. Un hechizo, un hechizo difícil de romper.

Su beso se intensificó, pasando de uno tierno a uno pasional. De pronto besarla no fue suficiente, quería sentirla, cada parte de su cuerpo, quería que fuera sólo para él. Sus brazos la rodearon ahora con febrilidad, se sentía fogoso, ella lo hacía sentir de esa manera, su cuerpo, su olor lo incitaba, toda ella. Ese era el beso más impulsivo que había dado en toda su vida. Se sentía como un adolescente.

Pero el hechizo fue roto cuando ella interrumpió aquel beso.

Confuso y con la respiración agitada, observó al culpable, un chiquillo que apenas le llegaba debajo de la cintura a Dagmar, jaloneaba su falda con insistencia. Ella se inclinó hacia él y golpeó su nariz de manera cariñosa, logrando que el sentimiento de frustración que Hunter había tenido por algunos instantes, se desvaneciera de igual forma. Se dejó conducir una vez más por su amada cuando ella lo tomó de la mano y juntos regresaron hasta el lugar de la fiesta gitana. Él tomó asiento, mientras ella era escoltada por el pequeño y los observó bailar con una sonrisa impregnada en el rostro. No supo por qué, pero en ese instante Uma, su ex esposa y Aggie, su hija, llegaron a su mente. Hunter las extrañaba a ambas, pero sentía amor solamente por una de ellas: por su hija. Ya no había impedimento para que él pudiera enamorarse de otra mujer, pero tampoco estaba seguro de querer contarle sobre su pasado a la que ahora danzaba frente a sus ojos. No era miedo lo que sentía, pero tenía en cuenta que no cualquiera podía tomarse demasiado bien el que un hombre haya fracasado en uno o varios matrimonios, era motivo de sospechas, ella podía pensar que tal vez en el fondo él no era un buen hombre y que por eso su unión había terminado. Después vendrían los cuestionamientos, la necesidad de ella por saber qué motivo había sido el causante de su separación y él no podía decírselo, no podía decirle que él había tenido la culpa, que le había ocultado cosas a la que había sido su esposa y que ella se había horrorizado al conocer al verdadero Hunter. Era mejor omitir esa parte de su vida, era mejor que ella se quedara con esa visión que ahora tenia de él…al menos por el momento.

Pensar en todo eso provocó que la sonrisa se le desvaneciera poco a poco. No quería que la historia volviera a repetirse, sentía temor de que Dagmar se alejara de él como Uma lo había hecho, que le exigiera dejarla en paz; no quería perderla a ella como había hecho con su familia. Tenía que decirle la verdad y tenía que hacerlo pronto.

Cuando Dagmar se giró para mirarle, Hunter le dedicó una sonrisa, una que ella no le devolvió. Levantó la vista y notó como nuevamente la gitana anciana los miraba desde lo lejos. Hunter hizo caso omiso a la mirada de la vieja y se puso de pie en ese instante, se acercó hasta donde Dagmar danzaba con el niño y se posó a su lado.

— Disculpe, caballero, ¿me permitiría? Me gustaría bailar esta última pieza con la dama. — Hizo una reverencia al infante, que tímido soltó a la muchacha y se la entregó al rubio. Rodeó una vez más su cintura con sus manos y ella lo envolvió en un abrazo inesperado. Para Hunter ese abrazo era signo de que ella estaba empezando a confiar en él. Recargó su cabeza sobre el hombro de la muchacha y enredados de esa forma, danzando lentamente, observaron como poco a poco la fiesta llegaba a su fin.

Él la tomó de la mano y juntos emprendieron la partida. Hunter no quiso volver a girarse porque sabía que la vieja gitana seguía ahí, observándolos. Se detuvo cuando ella mencionó el hotel. ¿Estaba sugiriendo...algo? La observó detenidamente intentando descifrar su mirada. Deseó invitarla a pasar la noche con él, en su habitación, pero prefirió no hacerlo, no quería que ella pensara mal, quería hacer las cosas bien, lentas, al ritmo que ella deseara. Ella sería quien lo conduciría en aquella…¿relación?.

— El hotel está cerca. — Se limitó a responder a su pregunta sin mucho furor de por medio. — Pero no quiero despedirme aún. — Aferró su mano a la suya una vez más y la alentó a seguir caminando. — Estaré en París todo el tiempo que sea posible. — Le aseguró girando su rostro para ver su reacción. — Tal vez decida mudarme pronto, creo que he empezado a amar este sitio, me ha conquistado. — Añadió sonriéndole. A quien realmente había empezado a amar y quien realmente lo había conquistado, era ella, esperaba que hubiera captado sus señales.

Caminaron alrededor de veinte minutos en completo silencio. De vez en cuando giraban sus rostros para mirarse mutuamente o aferraban sus manos que seguían entrelazadas. Recorrieron todo el centro y cuando pasaron por los barrios bajos él hizo que se detuvieran. A la luz de una farola y con una melodía de fondo que emergía desde el interior de un cabaret ahí situado, Hunter la tomó de la cintura, la incitó a bailar nuevamente.

— Un último baile... — Movió su cuerpo muy lentamente y posó su frente en la de ella en un gesto cariñoso.


Don't Tell Him What Happened to Me by James Newton Howard on Grooveshark


— Algún día quiero llevarte a un baile de verdad y quiero que luzcas un vestido muy bello para mí. Y quiero escoltarte frente a la gente y que vean lo afortunado que soy al tener a una mujer como tú a mi lado. — Le susurró al oído con voz melosa, rió para sí mismo al imaginarse la escena que estaba describiendo. Le causaba gracia la manera en la que ella lo había atrapado, lo tenía en sus manos, era suyo, completamente suyo. Sin dejar de sonreír negó con la cabeza al saberse tan vulnerable. — ¿Es este uno de tus talentos?, ¿lograr que un hombre pierda la cabeza por ti en tan sólo unas horas? Creo que he caído. ¿A cuántos has dejado locos? — Bromeó sin dejar de bailar, haciendo que giraran al ritmo de la música, la cual terminó antes de lo esperado.

La gente que conocía a Hunter coincidía al decir que había sido siempre un muchacho enamoradizo, se dejaba gobernar fácilmente por sus sentimientos, una vez que se convencía a sí mismo de que una mujer era para él y él era para ella, ya nada podía alejar esa idea de su cabeza, se volvía su razón de ser, su religión, se entregaba en cuerpo y alma. Por eso se había casado tan joven.

— Eres maravillosa. — Le confesó, aunque estaba seguro de que muchas personas lo habían notado ya antes en ella. Se acercó a ella para depositar un beso breve en sus labios y se quedaron de pie, mirándose ya sin música. — ¿Aún dudas de mí?, ¿o dejado ya claro lo mucho que me gustas? — Preguntó arriesgándose a que ella le dijera que sí. Una vez más, el deseo de decirle la verdad le carcomió el alma, pero se contuvo. No podía echar a perder todo, tenía que pensar bien qué iba a decir y cómo iba a hacerlo. Mientras tanto seguiría siendo sincero sin dejar de mentir. — Hace un momento me preguntaste quién me había enviado. ¿Acaso hay alguien de quién debas huir o temer? ¿Por qué dudas tanto?, ¿a qué le temes?

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Mensaje por Dagmar Biermann Dom Jun 24, 2012 6:25 pm

"Un beso es sólo un beso. Sólo tiene la importancia que tú quieras darle. Puede no significar nada… O puede cambiarlo todo"

Las coincidencias del destino. Había bastado con una visita curiosa en una carpa, con la mirada de tres desconocidos, había bastado con la pelea de dos, con el baile de los mismos, con un hombre y una mujer volviéndose uno mismo, en aquella unión de los labios. El primer beso… ¿De muchos? No lo sabía, lo que sí sabía era que nunca olvidaría nuestro primer arrebato, había sido más arrebato suyo que mío, pero no se lo echaba en cara, se lo agradecía, de no haberlo hecho él, mi desconfianza nunca me habría permitido besarlo. Además, el protocolo social deja en claro que ellos deben tener la iniciativa, lo que era gracioso, nunca antes había respetado ese protocolo, por algo soy cazadora, había escapado tantas veces de los sentimentalismos, y ahora no podía, algo me estancaba, me enterraba en este lugar, junto a él. Esto de pensar demasiado gracias a un hombre no es común en mi, comenzaba a sentir dolor de cabeza al respecto, pero prefería pensar a abrir la boca, seguramente diría algo completamente comprometedor, y no podía aun darle toda mi confianza, por esa razón, mientras caminábamos guardé silencio, disfrutando de mis pensamientos, del contacto que teníamos al caminar, de la manera en que nos mirábamos, el color de su piel bajo la luz de la luna, nada era tan intimo cómo ese momento, ni siquiera el beso de hace unos minutos, o la manera en que nuestros cuerpos se habían acercado, el sentimiento acrecentaba en cada paso, y mi pecho se inflaba de manera pronunciada en cada aspiración, quería besarlo de nueva cuenta para volver este momento profundamente único.

No me había dado cuenta que mis palabras podían ser malentendidas, el hotel, Hunter, y yo… Sentí el rubor de mis mejillas volver a aparecer, ¿En qué había pensado? Era como estarme ofreciendo de una manera descarada. ¿Pensaría mal de mi? Esperaba que no, yo no puedo negar lo que coqueta que puedo llegar a ser, pero ser coqueta, y ofrecerme en bandeja de oro eran dos cosas diferentes. Si él verdaderamente deseaba esto tanto como yo, esperaría. Mi sonrisa no pudo hacerse pequeña, aquello lo había tomado con tranquilidad, y no había mostrado rastro de alteración por mi pregunta, quise abrazarlo, decirle que me estaba conquistando en sólo una noche, pero me contuve, como siempre, insegura, repelando a cada instante lo que se me ponía enfrente. Nada de lo que estaba pasando hasta en ese momento podía ser mentira, nada. Creía en él, mi corazón me pedía que lo hiciera. ¿Por qué llegaba Hunter? ¿Por qué llegaba de esa manera? ¿Por qué me dobla las manos, y me hace dejar de lado mis muros y caderas para hacer que me entregue a él? Quiero odiarlo por un momento, hacer alguna estupidez para alejarlo pero no puedo, ya llegó a mi vida, y no podría vivir sin tenerlo. Lo sé, esto es demasiado extremo, pero no puedo negarlo.

Me giré, sintiendo sus manos tomar mi cintura, sentí que mi piel se erizaba, ya había perdido la cuenta de las veces que eso había ocurrido en el tiempo que llevábamos juntos. ¿En dónde estábamos? No importaba, ni siquiera importaba lo mal de esa zona, ni los peligros que rondaban, podíamos protegernos. Cerré los ojos al sentir su rostro pegado al mío. Empecé a mover mi cuerpo con suavidad, con sensualidad, mis manos se enredaron en su espalda, aferrándome a él. Hunter me hacía temblar y vibrar de una manera extraña, ¿Amor? Antes creí haberlo sentido, en dos ocasiones, o en una, no lo sé, pero nada se comparaba con esto, nada. Mis labios se separaron al mismo momento que mis ojos se cerraron, solté un poco de aire caliente contra aquel rostro, su voz era tan grave que me atrapaba, y sus palabras… ¿Estaba hablando a futuro? Aquello me hizo sentir demasiado confundida, nos acabábamos de conocer y me hablaba de un futuro, nuestro futuro. Inevitable era imaginar esa escena. Un vestido negro que ciñera mi cuerpo, que lo resaltara, dejando a un lado los ropajes cómodos para cazar, donde mi cabello cayera por los hombros y él… El traería el mejor de los trajes, la única que podría sentirse afortunada era yo, no por enseñar a Hunter como mío frente a los demás, más bien por tener a ese hombre a mi lado, me sentiría afortunada desde ahorita. Mi corazón ya no lloraba como al principio de la noche. Mi padre lo aceptaría, estaba segura que si, él mismo me alentaría a quedarme con Hunter, lo tomaría como la persona correcta, lo aceptaría por ese porte, por la educación que seguramente tenía, lo aceptaría por verme enamorada y feliz. Hice una mueca, demasiado rápida, esto iba avanzando a pasos agigantados. - Dime que no me mentiras… Por favor… Dime que nunca me dirás mentiras, y que permanecerás a mi lado - Aquello había salido del corazón, necesitaba escucharlo.

Mi rostro se ladeo suavemente, se impulsó, y mis labios chocaron de manera superficial contra los suyos. Solté una risita traviesa, con los dientes tomé el labio inferior de Hunter. Y abrí los ojos, apartando mi frente de la suya, pero sin soltar el agarre de su labio. - Me has descubierto - Hablaría como pudiera, de la manera que fuera, pero no lo soltaría - He aprendido el arte de la seducción, de la hechicería para hacer perder a los hombres a mi antojo - Me encogí de hombros, y succioné un poco su labio - Puedes irme a delatar frente a la corona, decir que soy una bruja, que te he maldecido con un embrujo de amor y deseo - No, a veces las palabras se salen sin poder evitarlo, le dejaba en claro el gran deseo que sentía por él, deseaba tocarlo, que me besara con profundidad, pero tenía que detenerme - Hoy eres el tercero, y ni siquiera tengo sueño, imagina cuantos más me están esperando - Solté su labio, me relamí los míos, y observé con atención su rostro, sus facciones.

La pieza había terminado, y con ella el baile. Me separé de aquel firme agarre, no quería aceptarlo, pero de acuerdo a lo acontecido últimamente en casa, tenía mucho miedo de que fuera, que me llevara a la puerta de la casa. ¿Qué podía hacer? No era correcto que una mujer lo llevará a su lugar de hospedaje. Lo único que quedaba era llevarlo a mi casa del bosque, que imaginará que vivía ahí con mi familia, y en cuanto se fuera ir a casa de mis padres, dónde tenía que vigilar cada movimiento de la academia. - Debes estar cansado, ir al hotel a descansar no te vendría mal - Me quería morder la lengua, no quería que se fuera, ni siquiera tenía sueño. Enredé mis brazos en él, seguimos avanzando. - Es bastante gracioso, hace apenas unas horas atrás tenía ganas de golpearte, y ahora disfruto de tus besos - Hice una mueca, lo volteé a ver - También crees en el destino… - Suspiró, debía ser sincera con él - Yo no estoy mucho tiempo en Paris, visito diversas comunidades, llevo alimentos y total protección de cualquier amenaza - Estaba siendo sincera, a medias pero sincera. No le decía que la protección era yo. Lo bueno del primer encuentro es que no se atrevería a observar mi cuerpo con total descaro, gracias a la oscuridad de la noche no podría ver cicatrices de mi cuerpo, porque por más buena que soy al cazar, las batallas siempre te dejan un recuerdo, por más insignificante que fuera. ¿Qué pensaría de la revolución? ¿Qué era parte de ella? Tenía tantos secretos que confesarle, secretos que a nadie más le había dicho, pero conforme el tiempo llegara a avanzar, seguramente se lo diría… A su debido momento.

No podría verlo en los próximos días, no porque no quisiera, no podría por las actividades tan arriesgadas que estaba por realizar. Primero, viajar al sur de Francia junto László para quemar unos sembradíos, segundo, mantenerme en la fortaleza de los revolucionarios para la estrategia de ataque, y por último, y no menos importante, la liberación de dos implicados revolucionarios, en donde estaba segura, podría perder la vida. Siempre había vivido así, al momento, al instante, el ahora, pero ahora, si nuestra vida se tejía, tenía que pensar por los dos, por nuestro futuro - ¿Qué pasará cuando termines el negocio al que te han encomendado? ¿Regresarás a casa? - Esperaba que su estadía fuera larga, que el trabajo no le saliera con facilidad para poder tenerlo para mi. Lo fui jalando al bosque, adentrándonos a la oscuridad absoluta del mismo, me lo sabía de memoria por eso no había problema alguno. - Te enseñaré mi hogar, sólo si lo guardas en secreto - Lo detuve, y me puse frente a él, muy cerca, logrando que nuestros rostros pudieran ser visibles - Porque aquí nadie entra, sólo yo, nadie más que yo - A nadie, ni siquiera a Emil, mi amigo de infancia, había invitado a esa casa en el bosque, era mi secreto, mi refugio. - ¿Lo prometes? - Sonreí como si fuera una niña inocente, de esas que van a contar el más grande de los secretos. No es que la casa estuviera escondida al cien, simplemente no invitaba a nadie, y estaba en medio del bosque por la misma profesión. No tardaríamos mucho en llegar. En cuanto lo hicimos, me detuve en la entrada - ¿Deseas algo de tomar? - Una buena invitación, quizás un beso más, no lo sé, retenerlo un poco más era egoísta, pero deseaba ser egoísta con los demás, que fuera mío y permaneciera a mi lado hasta poder ver el sol aparecer en el cielo.
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I know you are but what am I? - {Privado} Empty Re: I know you are but what am I? - {Privado}

Mensaje por Hunter Vaughan Sáb Ene 05, 2013 1:44 am

«Venías de un mundo que no alcanzaba a imaginarme.
Eso amé de ti, esa extrañeza.»
—Anónimo.


— No lo haré… — Se atrevió a mentir, una vez más. En ese instante, Hunter fue incapaz de detenerse a pensar en lo que pasaría si Dagmar descubría la verdadera razón por la cual estaba allí, detrás de sus pasos, lo único que habitaba su mente era la aferrada idea de prolongar todo lo que le fuese posible aquel momento, sostener sus mentiras con el fin de ganar tiempo y así pensar en una solución para aquel problema. Su profesión era un problema, la orden de Horst Neumann era un problema. Encontraría una solución, tenía que existir una forma.

— No voy a mentirte Dagmar, puedes confiar en mí, no voy a defraudarte, lo prometo. — Y la tomó de la mano y comenzaron a andar. Ella le contó un poco sobre su vida y Hunter escuchó con atención, asintiendo cada vez que ella mencionaba algo que a él le gustaba, y al final de la conversación ya no tuvo dudas ante la idea de que esa mujer no era solamente una cara bonita, también poseía una bella alma. Ahora más que nunca le parecía una aberración y una completa injusticia que una mujer de esa calaña tuviera que morir por el simple capricho de un hombre cuyo corazón estaba seco y negado ante el sentimiento del perdón o la cordura; no importaba que tantos errores hubiera cometido el padre de Dagmar, ella no debía pagar por ellos, ella estaba ajena al montón de negocios sucios o las deudas de su progenitor. El sentimiento de culpa e impotencia lo abrazaron y una vez más tuvo el impulso de gritarle el maquiavélico plan que Neumann tenía entre manos, pero nuevamente calló al darse cuenta de que, en definitiva, ese no era el momento adecuado. ¿Estaba siendo egoísta al preferir reservarse la verdad con tal de retenerla a su lado todo el tiempo que le fuera concebido, de pretender crear un lazo tan fuerte entre ambos que, de tan fuerte, le fuera casi imposible perdonarlo una vez que la verdad le fuera revelada? Probablemente así era, pero eso no le impidió continuar a su lado y sonreírle, como si realmente fuera merecedor de aquel momento, de su compañía.

Hunter no hizo preguntas cuando se adentraron en un oscuro bosque y a lo lejos visualizó la casa a la que Dagmar lo conducía; estaba tan embelesado con ella que estaba seguro de que era capaz de seguirla al mismísimo infierno si ella se lo pedía. Se detuvieron unos minutos en la entrada y finalmente le dejó conocer el interior de la residencia escondida que fungía como su guarida. La casa era modesta a diferencia de la mansión que partencía a la familia de los Biermann, casa que por supuesto ya conocía y tenía memorizada luego de varios días de haberla mantenido en la mira. Estaba alfombrada y se percibía un ambiente cálido y acogedor, precisamente lo ideal para encontrar un momento de relajación, que seguramente era lo que ella pretendía tener cada vez que se encontraba allí. Los muebles, a pesar de ser sencillos conservaban la elegancia y hacían juego con el papel decorativo que cubría las paredes. Era un bello lugar, sin duda.

— ¿Es este tu escondite? ¿De qué huyes cuando vienes hasta aquí? — Preguntó con cierta diversión impregnada en las palabras; bromeaba, pero a la vez deseaba conocer las razones que habían orillado a Dagmar a adquirir un sitio tan alejado de la gente, oculto entre los grandes árboles de un bosque. Se acercó a ella y sin previo aviso y como si se conocieran de toda la vida y ese fuera un gesto cotidiano entre ellos dos, rodeó su cintura con sus manos, la acercó a él y respondió a su modo a la pregunta que ella le había hecho. — La única cosa que me apetece es besar nuevamente esos labios. Te culpo de haberme vuelto un adicto. — Pero no esperó a ver si ella deseaba cumplir su deseo, lo cumplió él mismo cuando acercó sus labios y probó, una vez más, del elixir que representaba aquel gesto. La beso apasionadamente, seguro de que esta vez nadie los interrumpiría, y la pasión se hizo notar a través de sus caricias. Cuando se apartó de su boca, lo suficiente para hablar, tenía la respiración levemente agitada. La miró a los ojos antes de hacerle la confesión.

— Dagmar, quiero que sepas que esta noche ha sido extraordinaria. No mentí cuando dije que no soy un fiel creyente del destino, pero tampoco lo hice cuando aseguré que, haya sido o no obra de un algo supremo o una increíble coincidencia, ha sido maravilloso haberme cruzado en tu camino, haberte encontrado. — Alzó su mano y acarició la tersa y rosada piel de sus mejillas. — Estoy total e indiscutiblemente maravillado contigo y la atracción que siento hacia ti es sencillamente irrefutable. Es un sentimiento nuevo para mí, que de tan maravilloso no puedo ignorarlo. — Y con sus palabras esperaba dejarle claro que sus actos no significaban un simple deseo carnal que había logrado despertar en él, como seguramente había despertado en muchos otros, deseaba confesarle que lo estaba enamorando, por más increíble que pareciese por el poco tiempo que tenían de conocerse. El silencio reinó en el lugar. Hunter tomó la mano de Dagmar y la alzó hasta su rostro para luego depositar un beso sobre el dorso.

— Dime que mañana por la mañana, cuando despierte, seguirás aquí, que no eres un sueño; dime que eres real. Por favor, dime que volveré a verte. — Por supuesto que era real, pero quería escucharlo de sus propios labios. Hubiera deseado pedirle que le dijera que no estaba loco por decidir traicionar a Neumann y firmar su propia sentencia de muerte al no cumplir sus estrictas órdenes, pero en el fondo él mismo estuvo de acuerdo al coincidir que morir era un buen precio a pagar, si de eso dependía poder amar a una mujer como Dagmar.
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Mensaje por Dagmar Biermann Lun Feb 18, 2013 7:03 pm

La mayor parte del tiempo me es demasiado sencillo ver a los ojos, es parte de mi entrenamiento conocer a mi contrincante con una sola revisión, la mirada habla demasiado de las personas, la forma en que se achican los ojos, hasta la forma en que observan de un lado a otro nos transmite la mentira de la verdad. No es muy sencillo aprender de ese tema, se tiene que llevar un entrenamiento exhaustivo, pero al final, con mucha disciplina, constante y empeño, todo se puede lograr. En este preciso momento no puedo descifrar lo que aquella mirada intenta decirme, Hunter es un chico intrigante, que quisiera poder leer con facilidad, pero simplemente no puedo hacerlo, eso llena de dudas mi interior, dudas que vienen de suposiciones absurdas, cuando alguien no te da motivos para dudar ¿por qué debes hacerlo? No me considero una mujer insegura, aprendí que tengo que sacar provecho de mi belleza, cualquier hombre, cualquier criatura del sexo masculino caer siempre con aquella ventaja que tengo, ¿será ese el caso de Hunter? ¿Simple atracción? Si lo veo por el lado amable, quizás sea una ventaja, pero si todo lo que removió en mi interior es cierto, tengo una desventaja grande, porqué no deseo simplemente una simple atracción física. El tiempo lo diría, no puedo adelantarme a los hechos, quizás simplemente no quiero arriesgarme, ya veré.

Aquello que no puedo tolerar es la distracción, estar demasiado con la guardia baja, darle cuenta que ese hombre puede distraerme con demasiada facilidad. No puse objeción al agarre de mi cintura, mucho menos cuando le escuché hablar cosas que no podría permitirme entender. Siempre he sido demasiado libre, sin ataduras, siempre he querido formar una especie de independencia de todos aquellos que estaban a mi alrededor, pero parece que el rubio desconocido puede hacer conmigo lo que se le antoje. Cerré los ojos al sentir su boca devorar la mía. Lo cierto es que no iba a poner objeción alguna por sus acciones, no cuando era lo que más deseaba. Me permití ladear el rostro, me permití jugar con su cabello, pero sobretodo, me permití abrir mis labios y adentrar mi lengua de forma demandante entre las comisuras ajenas. Su sabor era delicioso, y profundamente cálido. Estoy demasiado acostumbrada a tratar cuerpos que arden a causa de su condición, pero también estoy familiarizada con la frialdad de aquellas criaturas que viven de la sangre humana. Todo el extremo del otro, y él por su parte, es la calidez perfecta, la humanidad que siempre busque proteger, la realidad que sufre, pero que también ama, él puede ser una realidad incierta, pero debo aceptar que lo quiero en mi día a día. ¿Cómo podré con todo lo que estoy sintiendo en éste momento? Creo que simplemente es demasiado.

- Espera un momento - Mencioné de forma agitada al soltar sus labios. Sentir el calor de mi cuerpo subir hasta mi rostro es algo sumamente extraño, algo que no pasa a menudo, podía ver incluso en el reflejo de sus ojos el sonrojo de mis mejillas. - Vayamos por partes - Solté una risa cómplice, muy breve. - La mayor parte del tiempo huyo de mis padres, ¿conoces las reglas sociales? ¿sabes lo que una chica tiene que hacer para tener tranquila a sus padres, pero sobre todo a las habladurías sociales? Bueno, ese es un tema muy delicado para mi, no es que siga demasiado las reglas, el protocolo, creo que lo has notado porque te he besado hoy… Cuando apenas te conozco - Sonreí ampliamente sin despegar la mirada de la ajena. - No sólo es un escape, también se trata de descansar un poco, en la otra casa diariamente hay visitas, cortos son los tiempos que puedo descansar, no busco precisamente dormir todo el día, pero supongo que todos buscamos un momento de paz y tranquilidad, y por esto surgió la compra del terrero, la construcción de la casa. - Terminé escogiéndome de hombros, me separé un poco de joven, intentando mantenerme un poco concentrada con esa distancia entre ambos.

- Hunter… - Le tomé sus manos con cuidado, de forma cómplice. - Puedo prometer que mañana estaré aquí, puedo prometer que mañana nos volveremos a ver, puedo hacer que te des cuenta que soy real… Pero - Ese bendito "pero" siempre existiría, no puedo prometerle algo seguro, no me sentiría capaz de hacerlo, porque quizás el merece más de lo que yo merezco gracias a su sinceridad. Estaba más que segura que él no me mentiría, porque sus palabras lo decían, porque él estaba siendo tan transparente conmigo. - No sé si en dos días seguiré aquí, tampoco sé si en una semana podré permanecer en París… - Le miré de forma apenada, esperaba que mis palabras no fueran alguna noticia mala para él. Era cierto, el chico me había maravillado de la misma manera que él había descrito las cosas para conmigo - El problema no eres tú… Quiero que sepas eso… El problema es que estoy acostumbrada a estar en constante movimiento, no pertenezco a ningún lugar Hunter, nuestro encuentro es pura casualidad, porque me ha tocado viajar a París, porque necesitaba ver a mis padres… - Suspiré, soltando las manos del chico con cuidado, intentando que la información que le otorgaba llegara a él de forma delicada.

- No digas nada por favor… - Estiré mi mano hasta sus labios, impidiendo que pudiera contradecirme en algo - Yo también estoy maravillada contigo Hunter, también siento esa gran necesidad de sentirte mañana, y todos los días a mi lado, pero no podría hacer que corrieras los riesgos que yo corro, mi vida es mucho más complicada de lo que puedes imaginar, no todo el tiempo trato con personas amables o agradables, a veces tengo que saber jugar bien mis cartas para salir victoriosa, es algo complicado que quizás podría entender con el tiempo, el problema es que mi tiempo es… distinto al de cualquier mujer - Bajé mi mano con cuidado por su mejilla, acariciando su piel, era suave, no cómo la de mi madre, o como la de alguna conocida, él tenía su estilo especial, uno que podría llegar a ser adictivo, sentir esa gran necesidad de poder explorar más de su cuerpo con mi tacto ¿Acaso él tendría la misma textura en cada rincón de su figura? No podría seguir con los roces, porqué de hacerlo, tendría que permitir los míos, y para mi mala suerte, en eso no me habían entrenado, y nadie lo haría, a menos que quisiera algo más.

- ¿Cómo podría permanecer aquí? El destino a marcado mi unión contigo, de una forma que no puedo comprender, que sé es peligrosa, pero me recuerdas que no puedo creer en el destino, porque tú no crees en él… ¿A qué estamos jugando entonces? ¿Qué debo hacer? ¿Quedarme y saber de que hablaba esa gitana, o marcharme y dejar dentro de mi esa duda? - Suspiré de forma profunda, aquello era demasiado complicado, por un lado mi deseo de escapar de París cuanto antes, pero por otro lado la necesidad de sentirlo conmigo. Hunter sin duda era la persona que había despertado más confianza en mi, a la cual deseaba decirle todo ¿cómo dejar ir una oportunidad así? - Pídeme que me quede para estar contigo… - Susurré, buscando su mirada de forma inmediata, intentando descifrar sus gestos por milésima vez.
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Mensaje por Hunter Vaughan Jue Abr 25, 2013 12:16 am

«Si la pasión, si la locura no pasaran alguna vez por las almas… ¿Qué valdría la vida?»
—Jacinto Benavente.


Las palabras de Dagmar terminaron por confundirlo más de la cuenta. De pronto le pareció estar con otra persona completamente distinta a la que él había estado vigilando durante días. ¿De qué estaba hablando? ¿Por qué aseguraba que su vida era tan distinta a la de los demás, y además recalcando que ella no era dueña de su tiempo y destino? Hunter arrugó el ceño y con su gesto demostró que estaba empezando a preocuparse. No le gustó pensar que quizá ella estaba en peligro, que alguien la tenía amenazada y que por eso debía viajar de un lado a otro, en un afán de protegerse de su posible enemigo. Sintió que el alma se le iba al piso cuando el nombre de Horst Neumann tomó fuerza en su mente, como un fantasma que lo acechaba día y noche y que difícilmente lo dejaría en paz. Se preguntó si él tenía el algo que ver con todo lo que ella le estaba confesando.

La idea no era del todo descabellada. Era posible que Horst hubiera cambiado de planes y que de última hora hubiera decidido agilizar su venganza, enviando a otros hombres a ajustar cuentas haciéndole daño a ella. La intranquilidad se reflejó en sus ojos azules. Ahora, más que nunca, se sentía atado de pies y manos porque no podía hablar abiertamente del tema. No podía preguntarle si su vida estaba en peligro, si había recibido algún tipo de amenaza, ¡no podía decir nada! La mordaza en su boca empezaba a ser un verdadero problema, pero tampoco era capaz de quitársela, de confesarse. Aún no había llegado el momento justo.

Dagmar intentó tranquilizarlo desviando el tema, restándole importancia, y a él no le quedó otro remedio que complacerla, aunque en el fondo el tema siguiera carcomiéndole el alma. Intentó concentrarse en su belleza que le hacía olvidar todo. Un gran suspiro escapó de sus labios mientras asentía dándole la razón. Lo único que le tranquilizaba era pensar que ella ya no estaba sola, lo tenía a él, que la defendería del propio Horst Neumann, si era necesario.

No sé de qué estás hablando, me confundes, pero está bien —se acercó para tomarle las manos y hacerle saber que, aunque no quisiera hablar de eso, contaba con su apoyo—. No voy a cuestionarte, al menos por hoy. Sólo quiero que estés consciente de que un día lo haré y espero que puedas compartir conmigo ese secreto que tan celosamente guardas. No estás sola, Dagmar, estoy contigo, aquí, ahora… —besó sus labios, logrando que, al menos por esa noche, se esfumaran los demonios de ambos.

A Hunter le bastaron unas cuantas caricias para encender la llama de la pasión de una manera casi incontrolable. No podía negar que la deseaba como nunca, que el contacto de su piel, la tersura, y su calidez, lograban volverlo loco. Cerró los ojos y se entregó al momento, y cuando menos esperó, sus labios ya habían abandonado los ajenos para iniciar un recorrido diferente, llegando hasta el cuello de la muchacha. Esa era su forma de pedirle que se quedara, tal y como ella le había rogado. También era la forma en que le pedía que lo dejara quedarse a él.

Si el mañana es incierto, entonces vivamos el hoy… —sugirió, esperando que ella entendiera lo que estaba proponiendo. Para su fortuna, le complació sentir que ella correspondía a sus besos, a sus caricias. ¿Ella deseaba eso tanto como él? Sí, podía sentirlo. No tenía dudas de ello, la conexión, la atracción era indiscutible.

El cuerpo de Dagmar, que era esbelto pero bien proporcionado, pedía a gritos que la tocara, que la hiciera suya. ¿Cómo iba a resistirse a tal invitación cuando el suyo clamaba lo mismo? Sus manos la condujeron hasta el sofá más próximo, que los recibió sin objeción alguna cuando la tumbó con cuidado, para después colocarse encima de ella pero sin llegar a aplastarla, únicamente para obtener una posición lo suficientemente cómoda que les permitiera seguir disfrutando del momento.

Dagmar… —pronunció con vehemencia y un poco de dificultad, sin dejar de besarla y acariciarla— te deseo tanto… —susurró en su oído, incapaz de seguir callando. Su mano viajó hasta sus piernas y levantó un poco la falda para acariciar su mulso, que estaba tan caliente con el resto de su cuerpo. Las sensaciones eran sencillamente indescriptibles, su boca carnosa lograba seducirlo con cada movimiento, hundiéndolo en un abismo sin salida, y peor aún, del que no deseaba salir nunca—. Sé que esto es apresurado, pero, te pido que me dejes amarte… —logró pronunciar sin pausa alguna, luego de reunir la cantidad suficiente de aire, sin detenerse a pensar que, en efecto, a ella podía parecerle algo sumamente atrevido de su parte, pero él no acostumbraba a reprimir sus deseos, y este era, por mucho, uno de los más fuertes que había tenido en toda su vida.

«Pídeme que me quede contigo…»
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Mensaje por Dagmar Biermann Jue Mayo 02, 2013 9:23 pm

En efecto, la joven se sentía extremadamente atraída por él, aquello no era discutible, simplemente era lo que su cuerpo estaba gritando desde el primer beso. Para colmo, a pesar de lo mucho que le gustaba, no podía negar que se sentía mal pues se estaba traicionando a ella misma. ¿Por qué? Era tan sencillo saberlo. La joven de negros cabellos siempre se había jurado que no llegaría a ser una señorita que cayera en la primera noche a los brazos del amor. No, jamás había creído para ella la posibilidad de sentir algo tan fuerte por alguien con tan sólo unas horas de conocerle, se estaba tragando sin duda todas sus palabras, todas las burlas que le hizo alguna vez a algunas compañeras cazadoras. Esas que decían que el amor a primera vista si existían, y que claro, podía aparecer en cualquier lugar. Se negaba más de mil veces en su interior, pero fuera de él, todo parecía lo contrario, era el peor dilema que había tenido, sin embargo la conclusión a él simplemente se trataba de no dejarlo reír, nunca jamás.

- En ocasiones no es necesario saber todo de buenas a primeras ¿Acaso me estás contando tus secretos más profundos? No lo cree, aún sigo siendo la desconocida que deseas de forma ferviente en este momento, pero sólo eso, nada más que eso, aún hay mucho que conocer, Hunter, puede haber desilusiones a mitad de camino, nadie nos garantiza que alguno de los dos vaya a resistirlas - No es que fuera negativa, en realidad buscaba no serlo, pero era inevitable para ella no buscarle la parte mala a todo aquello que estaban experimentando. Dejó entonces que su cuerpo siguiera gritándole la necesidad de seguir ahí, de ahora creer que el amor a privare vista si existía, ¿O quizás era a segunda vista? Quizás así era mejor, pues sus miradas terminaron por reconocerse después del desplante en aquella carpa; a la chica le gustaban el tamaño de las manos masculinas, le parecían sin duda demasiado grandes, masculinas, cargadas de fuerza, pero lo que llamaba más su atención, era la facilidad con la que le delineaba con los dedos el cuerpo, nunca creyó decirlo, incluso sólo pensaba que aquella clase de conexión simplemente la habría conocido con sus padres, pero todo lo contrario, ella lo estaba experimentando en ese momento, en medio de caricias desesperadas, en medio de besos cargados de necesidad y suplica. La cazadora sonrío en medio de confusiones, porque no había otra manera mejor que demostrarle su comodidad que con aquel gesto tan puro. Se sentía fuera de si misma, se sentía quizás lo que siempre había deseado ser, era el hecho de por primera vez sentirse orgullosa de su belleza, de las formas imponentes que mostraba, pues de no ser por eso, quizás a él no le hubiese llamado tanto la atención, o quizás si, quien sabe, la duda siempre existiría, pero no era tan importante como para amargar la noche.

Dagmar comenzó a experimentar sensaciones que nunca antes le habían pasado, odiaba tener que aceptarlo, pero con él estaba experimentando lo que nunca, todo era como un intercambio de conocimiento, todo desembocaba en la primera vez de muchas cosas. Él se trataba de una especie de maestro al cual no podía ignorar. Su boca comenzó a fundirse en aquella pasión, sus manos comenzaron a acariciar su espalda, le gustaba tanto poder sentirlo tan perdido por ella, incluso su autoestima subió un par de escalones más. Lo cierto es que Dagmar no es que fuera una chica demasiado creyente a la iglesia, había tenido muchas dispuestas con ella, pero uno de sus más grandes deseos era hacer las cosas bien, ante Dios, pero también ante los ojos de sus padres. Lo necesitaba si, lo sabía porque su corazón palpitaba de forma acelerada, pero no tenía porque apresurar las cosas por un futuro incierto, más valía dejar que todo saliera como debía de ser. Fue por eso que le empujó con suavidad el rostro. Parpadeó un par de veces al notarse debajo de él, no pudo evitar sonreír, negar y por último suspirar.

- No me voy a negar a la posibilidad de que puedas llegar a amarme, mucho menos a amarte, pero no quiero acelerar las cosas, no podemos dar un paso en falso, no quiero arrepentimientos de cualquier lado - Terminó por empujarle con suavidad hasta que ambos terminaron sentados en aquel amplio y elegante sofá. Recargó su espalda con suavidad, relajándose un poco, intentando que su respiración estuviera más tranquila, le volteaba a ver cada determinado tiempo, soltando algunas risillas traviesas, estiró su mano para tomar la ajena entre las suyas con suavidad, jugueteó un par de veces con sus dedos, al final recargó su cabeza en su hombro - No quiero hacer las cosas mal - Dijo dejando en claro las cosas, lo cierto es que deseaba dejarle en claro que si buscaba algo serio con él, o al menos algo más profundo a una simple noche. Además, la cazadora no iba a entregar su cuerpo de buenas a primeras, no, menos cuando nunca lo había hecho con alguien.

Dagmar se acomodó en aquel sillón para poder verlo, decidió que quizás algunas historias inocentes de su infancia podrían ser dignas de contar, le contó sobre algunos momentos buenos, como por ejemplo, cuando le dejaron salir por mucho tiempo de viaje para conocer lugares cercanos de París, le compartió su amor por sus padres, pero también que poco era el tiempo que pasaba con ellos, y que claro, casi nada le conocían. Le contó su pasión por la naturaleza, por el peligro, también algunas hobbies que podían ser mal vistos por la sociedad pues eran cosas de "hombres", por ejemplo, como el tiro con arco. Por supuesto no le había dicho que ella utilizaba las flechas para cazar seres de la noche, quizás él ni siquiera sabía la existencia de algunos.

- Creo que es momento de descansar… ¿Quieres quedarte aquí? Es decir, te puedes ir por la mañana… - Se puso de pie, pero estiró las manos para ayudarle a hacer lo mismo, le jaló con una sonrisa cómplice - ¿Quieres dormir conmigo? - Preguntó mirándole a los ojos de forma significativa. Lo abrazó con fuerza por la cintura, atrayéndolo hacía ella para poder avanzar incluso por las escaleras, subieron con lentitud, pasaron por un pasillo que cada determinado espacio tenía una hermosa puerta de cedro. Al final del pasillo una gran puerta se encontraba frente a ellos, la joven suspiró un par de veces más pero se mantuvo en silencio hasta que abrió la puerta y lo dejó entrar. Una hermosa y enorme cama con sabanas azul rey apareció, habían grandes muebles de madera colocados en lugares estratégicos, las armas nunca estaban en su habitación, siempre estaban escondidas en el sótano. - Sólo dormir…


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