Recuerdos. [Antuan]

por **Jessica Saint-Bonnet** Jue Dic 01, 2011 10:24 am

Jardín botánico. 00:00 Am.

Las cosas jamás resultaban ser como uno pretendía en la vida, y por ello, más
de una persona se vio atada a los lazos de la muerte prematuramente.

Los años habían pasado para la cazadora, pero su mera conciencia le causaba daños indescifrables, algo que tan solo un alma fuerte y vigorosa como la suya podía combatir, pero no, se engañaba a sí misma, no dejaba de ser un ínfimo ser humano como otro cualquiera, con sus debilidades y reacciones ante todo. Sus manos desnudas se acariciaban a si mismas menguando así el frío de la noche. Su cuerpo, envuelto en una túnica aterciopelada
se mostraba inerte, observando aquellas vistas desde allí, rodeada de rosales y jazmines, aromas que le traían muchos recuerdos de su infancia. Aquello, no era más que un mero recuerdo de sus tiempos pasados...

¿Y quién no lo tenía?

Ashlotte sabía que sus debilidades enfundadas en aquel mera máscara no resistirían mucho, y por ello, necesitaba aquellos deliciosos instantes de tranquilidad, los cuales se mostraban mediante lugares en los que se sentía realmente cómoda, como un mirador, algun lugar alto o meramente un jardín lleno de flores a media noche.Y entonces fué ella cuando recordó. Aquel lugar había sido visitado por ella muchas de las ocasiones, pero la primera y la más importante de todas fué tras la muerte de su queridisima madre que en paz descanse.
Jessica, dejando a un lado todo aquello que había aprendido en el camino de la vida, pretendía aquella noche mostrarse tal y como era, con todo lo que conllevaba aquello.

por **Antuan Velachi** Jue Dic 01, 2011 10:39 am

La hierba crujió bajos mis zapatos al caminar, un susurro tan ligero que apenas era audible, un lamento indescifrable que la muerte que reinaba en aquel lugar.
La ultima vez que había pisado este cementerio, fue también la primera, hace ya casi 9 años, en el funeral de mis padres. El vaticano insistió en que era necesario que asistiera a su entierro, escuchara al cura dando gracias a Dios por sus vidas, y fuese yo quien lanzara el primer pedazo de tierra sobre sus féretros. Odie ese día, lo odie con todas mis fuerzas, las palabras del cura que comían las entrañas, ¿Dios?, ¿Que sabía Dios de mis padres?, Dudaba que el realmente estuviese mirando en nuestra dirección, porque nada podría explicarme porque, si lo hacia, permitió un final como ese para ellos, después de la devoción con la que lo servían. Mi único consuelo aquella mañana, fue saber que esa misma tarde partiría hacia Italia, mi entrenamiento en el vaticano comenzaría, y había descubierto que el dolor del corazón se calla cuando dejas tu alma en algo.

Finalmente llegue a las tumbas, mármol blanco, una junto a la otra, una gran cruz en cada una. Había tenido la idea de venir desde mi regreso a Francia, pero no me había parecido el momento propicio, algo que me decía que ahora si lo era.

Fue en ese momento que sentí otra presencia, no sabría explicar como, no la oí, ni la vi, mucho menos la olfatee, solo sentí que no estaba solo en ese instante, alce la vista, y gire mi cabeza, vi una silueta, entre la bruma y las tumbas, llevaba una capucha, ¿Cuanta gente visita los cementerios por las noches, escondidos tras una capa?...

Camine en silencio en su dirección, la hierba ya no crujía a mi paso, me movía en total silencio, deslizándome por sobre el suelo, etéreo, inmaterial, casi un fantasma más de este cementerio.

Recuerdos. [Antuan]

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