AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Good night, my whore (Hazel D´Antuan)
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Good night, my whore (Hazel D´Antuan)
Sus lágrimas impregnaron mis ropas en la zona del pecho, justo en donde ella refugiaba su rostro. Yo, la llevaba en mis brazos mientras la mujer me suplicaba piedad. Yo, caminaba hacia el pantano para darle la final despedida a ella, que solo quería regresar a casa.
Justine, una prostituta de unos 24 años, se había entregado a mí por unas cuantas monedas. Era hermosa y sin duda su belleza le otorgaba la facilidad de hacer más dinero por noche. Esta vez no era la primera noche en que había sido mía, de hecho la venía frecuentando desde hace cierto tiempo y le solía dejar dinero extra por sus servicios.
-¿Porqué trabajas en esto cuando puedes dedicarte a otra cosa?- Se lo pregunté varias veces en todo el tiempo en que la frecuenté. –No ganaré lo mismo, mi Señor. Mantengo una familia grande: Una madre viuda y cuatro hermanos menores.- esa siempre fue su respuesta. El asunto no sólo era ese, sino que además rechazaba mi ayuda. La mujer había despertado la poca compasión que yo tenía bastante guardada. Le ofrecí trabajar a mi servicio y no precisamente como mi puta personal. Le ofrecí un espacio en la cocina para su madre si es que aún podía hacerlo y también se negó. Las tareas hubieran sido fáciles, puesto que los señores de casa –mi hermano y yo- no comíamos; ella cocinaría para ella y los pocos criados que había en la mansión. Eran pocos porque sólo teníamos a una mujer, Lanna, de tiempo completo; los otros, se iban poco antes de caer la noche. Le ofrecí también algo para el hermano que le seguía, que según había dicho, tenía 17 años; de nuevo se negó, siempre lo hacía y yo desconocía el motivo.
Hace un par de noches decidí violar mi propio código de respetar sus pensamientos y tras preguntarle de nuevo lo de siempre indagué en busca de porqués. Por supuesto, mis sospechas no estaban erradas, la mujer mentía porque mientras le preguntaba por los suyos, sólo aparecía la imagen de un hombre con el que parecía vivir. Esta mujer cometió el error al subestimarme. Si bien le mantuve oculto lo que soy, era más que obvio que algo raro había en mí y seguramente en un par más de sus clientes. Sin embargo le di tiempo y volví esta noche a preguntar lo mismo. De nuevo, mintió.
Aún desnudos, mis colmillos se abrieron paso a través de su piel y encontraron un delicioso néctar capaz de extasiar a cualquier vampiro. Sin preguntar, no dejé lugar en su hermoso cuerpo sin explorar. La debilité mientras me encargaba también de complacerla por última vez. Ella no sufría porque yo tenía cuidado y hacía que al final de todo, terminara confundiendo su debilidad con el resultado de una noche de desenfrenado sexo.
Cuando la debilidad la dejó dormida, envolví su cuerpo en la maltrecha manta que antes habíamos lanzado al suelo con delicia y la observé mientras yo me vestía con descarada calma. Fue fácil sacarla del lugar, pues su ventana daba a un callejón poco transitado a esa hora y al salir de un salto nadie notaría nada.
Llegando al pantano, ella despertó y apenas pudo balbucear mi nombre. –Shh, calla, belleza. Utiliza lo que te queda de energía para arrepentirte o lo que te venga en gana.- Fue entonces cuando empezó a sollozar y a preguntar por qué lo hacía. Por supuesto, respondí sin ocultar nada y la puse de pie frente a mí. La manta cayó y observé su cuerpo desnudo por última vez; hermoso, pero demasiado corrupto.
-Morirás aquí, querida. La belleza de tu cuerpo es poca comparada con la corrupción de tu alma. Pero, descuida, no sentirás cuando los caimanes se lleven tu tan desgastado cuerpo.- Le hable con calma a pesar de su terror porque yo no podía hablar de otra manera, incluso en las más tensas situaciones solía hablar sin elevar el tono de voz y esta no era la excepción. Me acerqué a ella y terminé de beber lo que quedaba de su sangre. Bebí de su vida hasta la última gota y luego con cuidado la puse en el agua, aguardando a que su cuerpo se hundiera por completo. Esa fue mi despedida.
Me quedé allí parado, observando sencillamente. No obstante, tenía compañía, lo pensamientos de alguien cerca llamaron mi atención porque hasta hace muy poco, yo estaba solo.
Justine, una prostituta de unos 24 años, se había entregado a mí por unas cuantas monedas. Era hermosa y sin duda su belleza le otorgaba la facilidad de hacer más dinero por noche. Esta vez no era la primera noche en que había sido mía, de hecho la venía frecuentando desde hace cierto tiempo y le solía dejar dinero extra por sus servicios.
-¿Porqué trabajas en esto cuando puedes dedicarte a otra cosa?- Se lo pregunté varias veces en todo el tiempo en que la frecuenté. –No ganaré lo mismo, mi Señor. Mantengo una familia grande: Una madre viuda y cuatro hermanos menores.- esa siempre fue su respuesta. El asunto no sólo era ese, sino que además rechazaba mi ayuda. La mujer había despertado la poca compasión que yo tenía bastante guardada. Le ofrecí trabajar a mi servicio y no precisamente como mi puta personal. Le ofrecí un espacio en la cocina para su madre si es que aún podía hacerlo y también se negó. Las tareas hubieran sido fáciles, puesto que los señores de casa –mi hermano y yo- no comíamos; ella cocinaría para ella y los pocos criados que había en la mansión. Eran pocos porque sólo teníamos a una mujer, Lanna, de tiempo completo; los otros, se iban poco antes de caer la noche. Le ofrecí también algo para el hermano que le seguía, que según había dicho, tenía 17 años; de nuevo se negó, siempre lo hacía y yo desconocía el motivo.
Hace un par de noches decidí violar mi propio código de respetar sus pensamientos y tras preguntarle de nuevo lo de siempre indagué en busca de porqués. Por supuesto, mis sospechas no estaban erradas, la mujer mentía porque mientras le preguntaba por los suyos, sólo aparecía la imagen de un hombre con el que parecía vivir. Esta mujer cometió el error al subestimarme. Si bien le mantuve oculto lo que soy, era más que obvio que algo raro había en mí y seguramente en un par más de sus clientes. Sin embargo le di tiempo y volví esta noche a preguntar lo mismo. De nuevo, mintió.
Aún desnudos, mis colmillos se abrieron paso a través de su piel y encontraron un delicioso néctar capaz de extasiar a cualquier vampiro. Sin preguntar, no dejé lugar en su hermoso cuerpo sin explorar. La debilité mientras me encargaba también de complacerla por última vez. Ella no sufría porque yo tenía cuidado y hacía que al final de todo, terminara confundiendo su debilidad con el resultado de una noche de desenfrenado sexo.
Cuando la debilidad la dejó dormida, envolví su cuerpo en la maltrecha manta que antes habíamos lanzado al suelo con delicia y la observé mientras yo me vestía con descarada calma. Fue fácil sacarla del lugar, pues su ventana daba a un callejón poco transitado a esa hora y al salir de un salto nadie notaría nada.
Llegando al pantano, ella despertó y apenas pudo balbucear mi nombre. –Shh, calla, belleza. Utiliza lo que te queda de energía para arrepentirte o lo que te venga en gana.- Fue entonces cuando empezó a sollozar y a preguntar por qué lo hacía. Por supuesto, respondí sin ocultar nada y la puse de pie frente a mí. La manta cayó y observé su cuerpo desnudo por última vez; hermoso, pero demasiado corrupto.
-Morirás aquí, querida. La belleza de tu cuerpo es poca comparada con la corrupción de tu alma. Pero, descuida, no sentirás cuando los caimanes se lleven tu tan desgastado cuerpo.- Le hable con calma a pesar de su terror porque yo no podía hablar de otra manera, incluso en las más tensas situaciones solía hablar sin elevar el tono de voz y esta no era la excepción. Me acerqué a ella y terminé de beber lo que quedaba de su sangre. Bebí de su vida hasta la última gota y luego con cuidado la puse en el agua, aguardando a que su cuerpo se hundiera por completo. Esa fue mi despedida.
Me quedé allí parado, observando sencillamente. No obstante, tenía compañía, lo pensamientos de alguien cerca llamaron mi atención porque hasta hace muy poco, yo estaba solo.
Última edición por Jarko Nygard el Mar Jun 18, 2013 2:32 pm, editado 1 vez
Jarko Nygard- Vampiro Clase Alta
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Re: Good night, my whore (Hazel D´Antuan)
"Hay un sitio en las costas de Aguadilla
al pie de una montaña de granito
y a poco trecho del lugar bendito
en que duermen los muertos de la Villa."
José de Diego. El canto de las piedras
al pie de una montaña de granito
y a poco trecho del lugar bendito
en que duermen los muertos de la Villa."
José de Diego. El canto de las piedras
La noche estaba estrellada y las lechuzas ululaban cercanas a su choza, despertándole de su sueño vespertino como un reloj cucú, exquisitamente diseñado por la misma Madre Naturaleza. Sólo la luz débil y titilante de una pequeña lampara iluminaba su elástico y casi desnudo cuerpo que se estiraba en toda su extensión para la cacería de aquella noche. De un salto abandonó el catre de madera troncada y, tomando su ropa, salió de la casucha para exponerse a la fría intemperie nocturna que se encargaba de despertarle los sentidos. Se aseó en el mismo río y se vistió bajo la mirada curiosa de su nuevo amigo. Un viejo lobo blanco que estaba a medio enceguecer producto de la edad y que ella había bautizado como Sneachta desde la primera noche en que él le había hecho compañía.
Se equipó sólo con lo necesario, aquella noche quería andar liviana y tener la movilidad suficiente para rodear los suburbios desde el área aún despoblada y salvaje. Muchas de las alimañas sedientas de sangre, o carne humana, solían rodear esa zona, vigilantes hacia la ciudad, como cual perro salvaje que rodea el gallinero, esperando el momento adecuado para lanzarse al ataque y tomar una gallina desprevenida antes de huir nuevamente a las sombras y allí por fin devorarle en paz. Había tanta similitudes de aquellos animales con esos seres, que no resultaba difícil prever sus movimientos. No era la primera vez que se topaba con alguno en aquellas áreas y tampoco sería la última.
El lobo olfateó en el aire, percibiendo el aroma de un ser extraño y la salvaje cazadora lo hizo también. Los olores de la noche se le antojaban exquisitos y su olfato estaba bien desarrollado producto de su propia crianza, más jamás alcanzaría su nariz el desarrollo de la de los lobos u otras criaturas súper dotadas, pues —a pesar de todo— seguía siendo humana. Fuese lo que fuese que había olido Sneachta, ella no lo percibía; por supo que no era un jabalí, ni otro de los animales salvajes que acostumbraba cazar como alimento, no, esto era algo más... Quizás un humano... Quizás una bestia.
Alistó su ballesta, sólo por precaución; una flecha de madera con punta de plata era lo necesario para cualquier criatura, incluso un animal. Así, con el arma en alto y sus pies descalzos, avanzó sigilosa, siguiendo el olfato de su amigo hasta que ella misma pudo ver la espalda humanoide aquella bestia que despegaba sus colmillos del cuerpo desnudo e inerte, hasta dejarlo caer con suavidad, como si de verdad le importara el no meter ruido.
Le observó en silencio, y sin pensarlo le apuntó con su ballesta, directo a la parte de aquella firme espalda en donde se suponía que el filo de su flecha encontraría a su inanimado corazón, mas no le atacaría por la espalda, o no por ahora. Él no era una criatura para alimentarse, sino para desconfiar, una criatura creada por alguno de sus propios demonios, por quienes siempre había sentido una especie de curiosidad entremezclada con debilidad.
«Mírame.»
Pensó con verdadera determinación, tal y como sus pensamientos fuesen palabras fuertes y dirigidas, deseosas de hacerse escuchar. Sólo entonces pudo ver su rostro, un rostro firme y de pálido color marmóreo, como la gran mayoría de los de su especie. Hermoso por donde se le mirara, como una trampa natural, esculpida para caer en sus garras y el porte alto y elegante que le indicaba inmediatamente que no se trataba de un neonato. Él era aún más peligroso.
«Vampiro.»
Le catalogó sin chance alguna de equivocaciones... y disparó.
Se equipó sólo con lo necesario, aquella noche quería andar liviana y tener la movilidad suficiente para rodear los suburbios desde el área aún despoblada y salvaje. Muchas de las alimañas sedientas de sangre, o carne humana, solían rodear esa zona, vigilantes hacia la ciudad, como cual perro salvaje que rodea el gallinero, esperando el momento adecuado para lanzarse al ataque y tomar una gallina desprevenida antes de huir nuevamente a las sombras y allí por fin devorarle en paz. Había tanta similitudes de aquellos animales con esos seres, que no resultaba difícil prever sus movimientos. No era la primera vez que se topaba con alguno en aquellas áreas y tampoco sería la última.
El lobo olfateó en el aire, percibiendo el aroma de un ser extraño y la salvaje cazadora lo hizo también. Los olores de la noche se le antojaban exquisitos y su olfato estaba bien desarrollado producto de su propia crianza, más jamás alcanzaría su nariz el desarrollo de la de los lobos u otras criaturas súper dotadas, pues —a pesar de todo— seguía siendo humana. Fuese lo que fuese que había olido Sneachta, ella no lo percibía; por supo que no era un jabalí, ni otro de los animales salvajes que acostumbraba cazar como alimento, no, esto era algo más... Quizás un humano... Quizás una bestia.
Alistó su ballesta, sólo por precaución; una flecha de madera con punta de plata era lo necesario para cualquier criatura, incluso un animal. Así, con el arma en alto y sus pies descalzos, avanzó sigilosa, siguiendo el olfato de su amigo hasta que ella misma pudo ver la espalda humanoide aquella bestia que despegaba sus colmillos del cuerpo desnudo e inerte, hasta dejarlo caer con suavidad, como si de verdad le importara el no meter ruido.
Le observó en silencio, y sin pensarlo le apuntó con su ballesta, directo a la parte de aquella firme espalda en donde se suponía que el filo de su flecha encontraría a su inanimado corazón, mas no le atacaría por la espalda, o no por ahora. Él no era una criatura para alimentarse, sino para desconfiar, una criatura creada por alguno de sus propios demonios, por quienes siempre había sentido una especie de curiosidad entremezclada con debilidad.
«Mírame.»
Pensó con verdadera determinación, tal y como sus pensamientos fuesen palabras fuertes y dirigidas, deseosas de hacerse escuchar. Sólo entonces pudo ver su rostro, un rostro firme y de pálido color marmóreo, como la gran mayoría de los de su especie. Hermoso por donde se le mirara, como una trampa natural, esculpida para caer en sus garras y el porte alto y elegante que le indicaba inmediatamente que no se trataba de un neonato. Él era aún más peligroso.
«Vampiro.»
Le catalogó sin chance alguna de equivocaciones... y disparó.
Hazel D´Antuan- Cazador Clase Baja
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Re: Good night, my whore (Hazel D´Antuan)
Una mujer y un animal. Ellos eran quienes se acercaban a un paso que denotaba cautela; lento, preciso y acompasado casi con la respiración de cada uno. Se acercaban con tal precaución que se asemejaba al felino que observa a su presa y espera el momento adecuado para atraparla entre sus fauces como resultado de un único y certero salto. ¿Qué hacía una señorita a esas horas por un pantano? La respuesta se resumía en que ella no era una chica corriente. Interesante cambio, pensé, pasar de la mujer a la que consumían las aguas oscuras como ella misma, a una que destellaba luz propia por la sola osadía de moverse por un lugar así, una que se acercaba con cuidado al peor depredador que hubiera conocido la humanidad, el vampiro. Yo para este caso.
Poco tardé en comprobar que había acertado en el hecho que ella no era una mujer común. Iba armada y conocedora de los movimientos de cualquier ser nocturno. Sabía a que se enfrentaba y yo también lo hice en el momento en que leí su mente. Fue más claro aún cuando "escuche" el llamado que me hacía con sus pensamientos. "Mírame" pensó ella con firmeza, declarando a su modo, que sabía de lo que eramos capaces y que por eso no se amedrentaba. Yo aún me encontraba de espaldas, pero me giré con total tranquilidad como si confiara completa y ciegamente en mis muchos años de práctica. Giré para clavar mis ojos en los suyos y darme cuenta que ya me apuntaba presta a disparar.
Los cazadores son humanos en extremo interesantes y me he encontrado con tantos que ya perdí la cuenta. Sin embargo me siguen fascinando y sorprendiendo con los descubrimientos que hacen sobre nosotros. Sé incluso que en algún momento serán capaces de crear algo más certero en velocidad y ejecución para matarnos, incluídos a los más viejos, como es mi caso. Mentiría si digo que alguno de ellos no me ha herido, sería falso si dijera no recordar una vez que estuve muy cerca de desaparecer a manos de una cazadora. Le sonreí a la joven mientras pensaba con velocidad en el recuerdo de la mujer que casi logra cerrar mis ojos para siempre, aunque aquella era bastante rara. Recuerdo que me sedujo y lleno una bañera con agua bendita en la que me arrojó con sus juegos; vaya ironía. Lo demás, fue sencillo, ya tenía mi piel desesperada y mis sentidos distraídos para seguirme atacando, sólo que erró en apenas unos milímetros con la estaca y al final el que murió fue otro. Incauto de mí que caí por encontrarme encantado por las humanas. En el caso de los hombres es distinto, los ataques fueron más fuertes pero hasta el momento sigo en pie, sobreviviendo a todos mientras ellos mueren a manos mias, de otros, de la vida misma....
Resultaron encantadores los pensamientos de la cazadora. Hermosa su postura para sostener el arco. Codo arriba y recto que me indicaban que era diestra en su manejo y que sus ojos no la engañaban a la hora de apuntar. En teoría, no necesitaba mucho tiempo para calcular el punto al que quería llegar, podía hacerlo con bastante agilidad. Su apariencia me hacía pensar que no sólo cazaba seres extraños sino que tal vez como supervivencia también lo hacía con algunos animales. Era como una especie de salvaje, pero con la suficiente feminidad para hacerla codiciable por esa combinación que poseía. Era joven, pero ese modo de sostener su arma era una clara muestra de práctica que podía distar mucho de su edad.
"Vampiro" sus pensamientos me hablaron de nuevo dándome una categoría que no sé que más significaba para ella. Yo, para esto, ya estaba del todo frente a ella sin retirarle la mirada. Y entonces liberó sus dedos de la tensión de la cuerda del arco y la flecha se propulsó con rapidez hacia mi pecho.
Ella era buena, en efecto, pues el arma venía hacia mi corazón y yo estaba preparado. Era más rápido que muchos vampiros a causa de la edad y me gustaba moverme entre las situaciones de este tipo para perfeccionarme a mí mismo, esa era mi práctica. Así que, cuando la flecha estuvo apenas a centímentros de mí, muy pocos, levanté más rápido mi brazo y cerré el puño entorno a la flecha y de nuevo miré a la joven.
-Primero se mata, luego se habla, my lady.- Abrí la mano y dejé caer la flecha y avancé hacia ella sin prisa. -Si pensaba matarme más valía no haber sido tan obvia. Si va a ahogar a alguien que duerme, más vale no despertarlo. Es algo similar a este caso.- Espeté con un tono que muy seguramente le sonaría burlón a pesar que le hablé con calma. Mi actitud me recordó a mi hermano y sonreí como si me sintiera complacido con los recuerdos evocados por aquella escena y, sobre todo, por la presencia de una cazadora. En pricipio, ella caminaba con un lobo ¿Lo tendría también entrenado para atacar al menos para distracción? eso sí que sería divertido. No porque pensara matarlos a ambos, sino porque me preguntaba como funcionaba la mente desesperada de los cazadores al tratar de eliminarnos. Serían capaces de usar cuanta herramienta o animal tuvieran a mano para extinguirnos, eran capaces de ocultar cosas pequeñas pero peligrosas e intentar con todo eliminarlos. Ahora ¿Atacaría de nuevo con el arco y flecha o que más tenía a mano? Tomo todo con tranquilidad, porque todo me representa conocimiento.
Poco tardé en comprobar que había acertado en el hecho que ella no era una mujer común. Iba armada y conocedora de los movimientos de cualquier ser nocturno. Sabía a que se enfrentaba y yo también lo hice en el momento en que leí su mente. Fue más claro aún cuando "escuche" el llamado que me hacía con sus pensamientos. "Mírame" pensó ella con firmeza, declarando a su modo, que sabía de lo que eramos capaces y que por eso no se amedrentaba. Yo aún me encontraba de espaldas, pero me giré con total tranquilidad como si confiara completa y ciegamente en mis muchos años de práctica. Giré para clavar mis ojos en los suyos y darme cuenta que ya me apuntaba presta a disparar.
Los cazadores son humanos en extremo interesantes y me he encontrado con tantos que ya perdí la cuenta. Sin embargo me siguen fascinando y sorprendiendo con los descubrimientos que hacen sobre nosotros. Sé incluso que en algún momento serán capaces de crear algo más certero en velocidad y ejecución para matarnos, incluídos a los más viejos, como es mi caso. Mentiría si digo que alguno de ellos no me ha herido, sería falso si dijera no recordar una vez que estuve muy cerca de desaparecer a manos de una cazadora. Le sonreí a la joven mientras pensaba con velocidad en el recuerdo de la mujer que casi logra cerrar mis ojos para siempre, aunque aquella era bastante rara. Recuerdo que me sedujo y lleno una bañera con agua bendita en la que me arrojó con sus juegos; vaya ironía. Lo demás, fue sencillo, ya tenía mi piel desesperada y mis sentidos distraídos para seguirme atacando, sólo que erró en apenas unos milímetros con la estaca y al final el que murió fue otro. Incauto de mí que caí por encontrarme encantado por las humanas. En el caso de los hombres es distinto, los ataques fueron más fuertes pero hasta el momento sigo en pie, sobreviviendo a todos mientras ellos mueren a manos mias, de otros, de la vida misma....
Resultaron encantadores los pensamientos de la cazadora. Hermosa su postura para sostener el arco. Codo arriba y recto que me indicaban que era diestra en su manejo y que sus ojos no la engañaban a la hora de apuntar. En teoría, no necesitaba mucho tiempo para calcular el punto al que quería llegar, podía hacerlo con bastante agilidad. Su apariencia me hacía pensar que no sólo cazaba seres extraños sino que tal vez como supervivencia también lo hacía con algunos animales. Era como una especie de salvaje, pero con la suficiente feminidad para hacerla codiciable por esa combinación que poseía. Era joven, pero ese modo de sostener su arma era una clara muestra de práctica que podía distar mucho de su edad.
"Vampiro" sus pensamientos me hablaron de nuevo dándome una categoría que no sé que más significaba para ella. Yo, para esto, ya estaba del todo frente a ella sin retirarle la mirada. Y entonces liberó sus dedos de la tensión de la cuerda del arco y la flecha se propulsó con rapidez hacia mi pecho.
Ella era buena, en efecto, pues el arma venía hacia mi corazón y yo estaba preparado. Era más rápido que muchos vampiros a causa de la edad y me gustaba moverme entre las situaciones de este tipo para perfeccionarme a mí mismo, esa era mi práctica. Así que, cuando la flecha estuvo apenas a centímentros de mí, muy pocos, levanté más rápido mi brazo y cerré el puño entorno a la flecha y de nuevo miré a la joven.
-Primero se mata, luego se habla, my lady.- Abrí la mano y dejé caer la flecha y avancé hacia ella sin prisa. -Si pensaba matarme más valía no haber sido tan obvia. Si va a ahogar a alguien que duerme, más vale no despertarlo. Es algo similar a este caso.- Espeté con un tono que muy seguramente le sonaría burlón a pesar que le hablé con calma. Mi actitud me recordó a mi hermano y sonreí como si me sintiera complacido con los recuerdos evocados por aquella escena y, sobre todo, por la presencia de una cazadora. En pricipio, ella caminaba con un lobo ¿Lo tendría también entrenado para atacar al menos para distracción? eso sí que sería divertido. No porque pensara matarlos a ambos, sino porque me preguntaba como funcionaba la mente desesperada de los cazadores al tratar de eliminarnos. Serían capaces de usar cuanta herramienta o animal tuvieran a mano para extinguirnos, eran capaces de ocultar cosas pequeñas pero peligrosas e intentar con todo eliminarlos. Ahora ¿Atacaría de nuevo con el arco y flecha o que más tenía a mano? Tomo todo con tranquilidad, porque todo me representa conocimiento.
Jarko Nygard- Vampiro Clase Alta
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