Pasé de los negocios a estar contigo. [Izam]

Era de día, no había otro mas esplendoroso con el que me haya encontrado en toda mi vida. Eran las diez menos cuarto cuando mi vista se fue al reloj de pared que había a la entrada de la floristería. No me imaginaria a mi familia viéndome con aquella ignorancia que normalmente solían tener. En realidad, no tenia porque importarme, no pretendía que la soledad en la que estaba en esos momentos, se alargase, tenía que ir a un encuentro que había concertado por carta anteriormente con quien me mandaba flores desde el jardín botánico. En realidad, las flores eran expuestas allá, para sacar más partido a las atracciones que ofrecía Paris, pero solamente eran pura estética. Se me hacia tarde y no sabía el tiempo que me llevaría llegar allí al jardín botánico para poder llegar puntual. Ya dentro de la calesa, pensé que si no era mejor que aquella persona, viniera a mi tienda en lugar de tener que ir yo allá para y bueno a saber lo que te podías encontrar en un jardín botánico. Apenas cerraba la puerta de la tienda que estaría cerrada por todo el día en mi ausencia, después subí a la calesa para que pudiera comenzar enseguida el despegue hacia mi destino.


Que bonitos campos aparecían a los alrededores de París. Se notaba que la gente no conocía el gusto del buen Japón, pero después de eso, debía admitir que tampoco tenían tanta perdida estas maravillosas vistas. Podría ponerme a dibujar, o a escribir poesía en uno de mis cuadernos de arte que guardaba bajo el escritorio, pero ahora, ni los tenía a mano ni nada parecido. Me asome por la ventana bastante melancólico. No...Sabia el porqué, tan solo mi nueva intuición me decía que debía seguir yendo al jardín porque, quizás ¿Quién sabía si al final de los negocios conocería a alguien? Estaba solo desde que vine a París, anduve en el anonimato con una vida humilde y laboral que me permitía algunos lujos, siempre y cuando estuviesen dentro de mi presupuesto.

No era alguien de estatus noble, pero en mis venas corría esa nobleza que un día deje escapar, pero no estaba disgustado por lo que era ahora. Un florista que ahora iba a hacer negocios con no sé quién y que ya finalmente, terminaba bajándose de la calesa para así colocarse frente a frente a las grandes puertas del jardín botánico. Era enorme. Sus ventanales llegaban hasta lo más alto del cielo, parecía un castillo de cristal con el que estaba decorado de musgo, verde y muchas plantas exóticas que sobresalían por los orificios de este. Una sonrisa se instalo en mi rostro, al parecer no era mal sitio para negociar. Tendría que salir más de casa antes de juzgar a un libro por su portada.

Ahora, esto era enorme, con pasillos, caminos, plazas chiquitas en las que había gente dibujando u observando a distancia macro a los insectos que desfilaban por sus vivas hojas de color verde. Con la mirada atenta al lugar, divise a un joven que parecía estar oliendo un ramo de lirios blancos, vi a una niña que se sujetaba del cuello de su padre para poder oler una flor y de nuevo mi atención se dirigió por alguna extraña razón al chico. Lo observe detenidamente y sus facciones hicieron que no me sintiese solo en el mundo. Reconocería esos rasgos asiáticos por donde vaya, siempre íbamos a ser distintos de los occidentales, pero ¿Quién sabia del futuro? Nosotros ni nadie, sabía la respuesta a aquella incógnita. Decidí acercarme al muchacho y me puse a su lado-Hola....-Dije con cierta timidez pues no me solía relacionar con gente desconocida-... ¿Bonitas flores...no?-No era lo que quería decir, no es lo que mi mente tenía pensado decir, pero el corazón me hizo decir aquellas palabras, maldita sea. Miré con cierta vergüenza hacia delante y estuve mirando sin fijarme mucho en los conjuntos y grupos de flores que se alzaban revoltosas delante de mí.