Victorian Vampires
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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Michelle Délvheen Sáb Dic 10, 2011 6:35 pm

Acomodé el pequeño sombrero carmesí sobre mis cabellos ondulados, procurando que tanto los flecos negros que lo rodeaban como el lazo que lo ornamentaba, no proyectara sombras sobre mi rostro impoluto.

ATUENDO:

Con los labios teñidos de un intenso rubí sonreí para mí misma y tomé una bocanada de aire antes de recibir las primeras muestras de cariño de mis compañeros, situados ya todos tras la cortina del escenario.

ESCENARIO:

Volteé mi cuerpo para dar la espalda al público que ahora me aclamaba a medida que el telón cedía por los laterales y una tenue iluminación de color rojiza iluminaba mi figura central, sentada en una silla negra, abierta de piernas para dejar entrever las medias de rejilla mientras apoyaba mis brazos sobre el respaldo y mi mentón sobre dichos brazos. De pronto, las primeras notas musicales inundaron la estancia y los hombres, sedientos de entretenimiento, diversión y mujeres, se sumieron en un silencio sepulcral, roto cuando mi cuerpo vestido de forma sensual y provocativa se alzó, girándose hacia ellos con una sonrisa llena de perversión y mis labios, dieron paso a las palabras de una sugerente canción, siempre acompañadas por el ritmo que recorría mi anatomía y hacía danzar mis extremidades, jugando a veces con la silla, a veces con mis compañeros de show o en otras ocasiones, moviéndome sola, acercándome al borde del escenario para dejar que los hombres de la primera fila rozaran mis tobillos con las yemas de sus dedos o incluso con sus labios.

Hé soeur! Aller âme sœur, ma sœur, vont sœur,
Hé soeur! Aller sœur, âme sœur, la sœur vont

Il a rencontré Marmalade bas dans le Vieux-New Orleans
Struttin 'ses affaires dans la rue
Elle dit: «Bonjour, Hey Joe, vous voulez lui donner un aller?"
Getcha getcha ya ya da da, getcha getcha ya ya ici
Mocha Chocolata Ya Ya Lady Marmalade créole
Voulez-vous coucher avec moi en ce soir?
Voulez-vous coucher avec moi en?

Il était assis dans son boudoir tandis qu'elle rafraîchit
Le garçon a bu tout ce que le magnolia wineUpon sa feuille de satin noir où il a commencé à paniquer
Getcha getcha ya ya da da, getcha getcha ya ya ici,
Voulez-vous coucher ce soir lavec moi?

Touchin soyeuse »sa peau feelin 'lisse, couleur de café au lait
Fabriqué à l'intérieur de la bête sauvage rugissement jusqu'à ce qu'il criait
Plus - plus - plus

Maintenant, il est de retour chez doin 'neuf à cinq, livin' sa vie de flanelle grise
Mais quand il se tourne vers le sommeil, mem'ries ancienne fluage
Plus - plus - plus

Getcha getcha ya ya da da, getcha getcha ya ya ici,
Voulez-vous coucher avec moi en ce soir?

Y tras una sonora carcajada por mi parte al terminar la canción, los cortesanos me tomaron en brazos y me alzaron, girando sobre el mismo eje en el sentido de las agujas del reloj, apurando las últimas notas musicales hasta el momento de lanzar mi sombrero hacia el público que gritaba excitado, dejando que los chicos me escondieran tras el telón, acomodándome sobre el escenario ya a oscuras y lejos de las miradas ajenas. Con la respiración agitada por el esfuerzo físico de la danza y puesta en escena, recibí amablemente los halagos de mis compañeros, agradeciéndoles sus esfuerzos e ilusión. Un joven cortesano recién incorporado en aquella humilde organización teatral nacida del burdel en el que todos nosotros trabajábamos, me trajo varios ramos de flores y bombones que algunos interesados en mis servicios me habían brindado tras mi actuación a modo de petición para ser elegidos aquella noche. Tras descartar los presentes más vulgares o inferiores en precio a lo que solicitaba por vender mi cuerpo, acepté una preciosa caja de cuero forrado de piel en su interior y que albergaba, ante mi sorpresa, un maravilloso collar formado íntegramente por diamantes, esbozando sobre mi cuello y parte del escote, un envidioso dibujo compuesto por arcos invertidos, formas geométricas varias y culminaciones en lágrimas. La joya centelleaba con luz propia y tuve que recordar cómo respirar antes de caer redonda sobre el parqué.

Regalo:

Leí la nota que acompañaba la ofrenda y sentí en mi pecho cómo mi corazón daba un vuelco. ¿Maximilien Robespierre? El pulso se me agitó con la sola idea de imaginar cuánto podía a llegar a pagar por una sola noche en mi compañía, pues sólo aquella pieza que seguía contemplando admirada por su infinita belleza en la que me veía reflejada por su pureza, ya podía alcanzar los cien mil francos. Hice un esfuerzo para tragar saliva, intentando disimular el fuerte golpe emocional que acababa de sufrir. Alcé la vista hacia el muchacho que me miraba extrañado por la tardanza de mi veredicto, y tras cerrar el cofre antes de que nadie más viese su contenido, se lo entregué a él.

- Llévalo a mi camerino sin entretenerte.- le pedí con cierto aire de soberbia en mi voz.

¿Cómo podía confiarle aquél tesoro a un simple niño? Simplemente porque sabía que obedecería sin tan siquiera husmear el regalo, pues todos y cada uno de ellos, incluido él, me adoraban como a una diosa, alguien a quién no podían perjudicar si no deseaban recibir duras represalias de por vida. A demás, muchos de ellos dependían de su escueto sueldo, por lo que el despido sería la firma que sentenciaría su muerte a manos de la solitaria calle.

Cuando me quedé a solas tras el telón y ya no escuchaba el murmuro constante del público, caminé paulatinamente hacia la cortina, separándola para dejar pasar a mi cuerpo por ella. Contemplé la sala vacía, con muy poca iluminación, con el piano pegado a la tarima del escenario y ya sin manos que acariciaran sus teclas. Mis ojos buscaron el sombrero carmesí que momentos antes había lanzado al aire, maldiciéndome por creer en que la persona que lo había recibido, sería tan caballeroso de devolvérmelo tras la función. ¿Quién no desearía conservar un pellizco de la famosa Rubí? Solté una carcajada amarga y tras un suspiro, decidí ir a mi camerino, en el que me cambiaría de ropaje y emprendería mi camino hacia mi habitación, en la que ya, muy probablemente, aquél noble falto de amor, esperaba recibir mi codiciado cuerpo. No obstante, mi mano sólo llegó a rozar la aterciopelada tela del telón, pues unas notas musicales muy conocidas desde hacía varios años, acariciaron mis oídos y estremeció mi cuerpo de porcelana. Conteniendo el aliento, ladeé mi cabeza y ahogué un grito de sorpresa y alegría, sintiendo cómo las comisuras de mis labios dibujaban una amplia y sincera sonrisa. Una de aquellas que creí extinguidas tras su desaparición…


¿Que querias decirme papaito?:
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Mensaje por Jerarld Délvheen Vie Dic 16, 2011 4:21 pm

La brisa cada vez más fría, agitaba el ramaje seco de los arboles creando su particular melodía de fondo, recordándonos una vez más…que volvía a ser invierno.
Aunque hacia muchísimos años que no reparaba en las estaciones, para mi todos aquellos años habían sido de primavera…
Las calles principales comenzaban a vaciarse y el gentío se perdía entre los callejones oscuros, dejando solo a unos pocos noctámbulos y a algún que otro bohemio que paseaba despistado por la ciudad, riendo, hablando o simplemente creando alboroto…

…Y entre todo aquel ruido de fondo paseaba yo, caminado sin rumbo, Enfurecido, simplemente alejándome lo que más podía de mi residencia.
Aquella noche oscura y sin luna estaba siendo una de las peores noches de mi existencia. Pues en todos aquellos años de ensueño jamás me vi envuelto en una situación así.
Nadie me había dicho que alguna vez tendría que elegir entre los miembros de mi familia…Y aunque me lo hubiesen dicho, mi reacción y mis actos habrían sido exactamente los mismos. Aunque lo que me perturbaba de todo aquel asunto no era mi reacción, sino la suya…
El ángel, mi adorado ángel me había horrorizado con sus palabras y con sus acciones.
Aquella noche había descubierto que ella solo pensaba en sí misma, solo se preocupaba por sus asuntos y ni siquiera reparaba en el bienestar de los suyos…Ni siquiera en el de su propia hija…Negué con la cabeza mientras andaba. Podía entender que mi esposa me ignorase, que me despreciase, pero como podía anteponerse a sí misma antes que a su propia hija?? COMO!!?? No lo podía entender.
Pero no era ella el problema sino yo, como podía haber estado tan ciego? Tan completo abstraído de la propia realidad!?
Apure el paso y camine aun mas rápido, apretando los dientes, y empujando a todo aquel que pasaba por mi lado sin tomarme la molestia ni siquiera de disculparme.
Cada paso que daba parecía que me hacía sentir más indignado…No había hecho falta más que un solo instante de duda por mi parte para que su fe, su confianza y su estima en mi se quebrasen dejando la gran grieta que ahora nos separaba…Nunca se llegaba a conocer a las personas del todo, aunque convivieses con ellas por muchos años… y eso era en gran parte lo que más me dolía.
Y de esa forma, dejé que mis pasos me llevasen sin destino, sin rumbo. no sabía a dónde, no sabía porque, simplemente camine alejándome lo que mas pude de mi hogar, pues cualquier cosa era mejor que mi casa. Incluso las frías calles parecían en aquel momento mas acogedoras que mi propio lecho…
Así que indignado y sintiendo la cólera arraigada en mi corazón me dispuse a caminar primero por las calles principales y luego por los oscuros y estrechos callejones, hasta que me tope con un callejón sin salida… Un callejón sin salida…que bonita metáfora.
Me quede quieto un instante e intente serenarme, pues hasta entonces no había reparado en que respiraba agitado, con los puños cerrados y los músculos tensos.

El vaho de mi aliento se perdió en la oscuridad, siendo lo único que alteraba esa extraña calma que ahora me envolvía.
De pronto note algo frio sobre mi mejilla, eleve la mirada al cielo contemplando cómo algunos copos de nieve comenzaban a caer con suavidad a mí alrededor, cerré los ojos un instante simplemente disfrutando del frio. Y paso así un tiempo indeterminado en el que la cólera amaino un poco…

Cuando abrí los ojos volví a respirar algo mas serenado y entonces repare en el lugar en el que me encontraba. Aquellas calles oscuras me eran familiares, pues había estado frecuentándolas desde hacía muchos años.
Salí de aquel callejón y continué mi camino, adentrandome en otros rincones en los que comenzaba a haber más gentío.
En una de aquellas escondidas callejuelas pude apreciar como la muchedumbre salía de uno de los recintos, desperdigándose y perdiéndose con rapidez. Aquellos “caballeros” siempre iban temerosos de ser descubiertos, así que no tardaban en perderse como si fuesen sombras rápidas y agiles…

Mire el edificio y no pude evitar pensar en la musa. Que sería de ella en esta noche?...Seguramente estaría allí, realizando sus espectáculos siempre con una sonrisa, una sonrisa que nunca desaparecía.
Se encontraría sola? Quizás tenia compañía…Después de todo, quien no deseaba tener a su lado a aquella encantadora joven?...”Belleza, sensualidad y lujuria”…eso era lo que se apreciaba a simple vista en ella. Negué con la cabeza. Eso era lo único que veían en ella sus clientes. Pero yo veía mucho más que eso, porque yo la conocía. Yo veía ternura, carisma, arte, pasión, espontaneidad, ilusión…y vida…ganas de vivir y de seguir soñando, unas ganas que prevalecían sobre todas las cosas. Quizás por ese motivo siempre me había gustado su compañía, a pesar de todo lo malo que pudiese ocurrir a su alrededor, su optimismo prevalecía siempre, haciéndola más fuerte cuando todo iba mal…
Me quede un instante dudoso frente a aquella puerta trasera. Pues no sabía porque mis pasos me habían llevado precisamente hasta allí…
Los giros del destino siempre eran inesperados para mi, pues parecía que mi vida era una ruleta en la que se pasaba de un extremo a otro como si nada.
Aquella horrible noche no podía empeorar mas a mi parecer, asi que así, sin más dilación me dispuse a entrar en aquel edificio llevado por la curiosidad, una curiosidad que normalmente no hacía más que meterme en problemas…

Me adentre sigiloso por la puerta trasera y camine por los oscuros pasillos hasta llegar a la sala de baile. Algunas luces tenues aun iluminaban aquel lugar, solo que ya no había nadie. Seguramente sería bastante tarde pues en aquel lugar siempre era de “día” y siempre había fiesta junto con el constante sonido de la música y el barullo de los noctámbulos que se refugiaban en aquel lugar, y ahora, lo único que permanecía allí en ese instante, como un invitado silencioso, era el magnífico piano de cola que reposaba en penumbra.
Camine hacia él y deslice mis dedos por la superficie suave y brillante. Mire a todos lados y como todo parecía desierto, me senté frente al teclado tentado ante aquel instrumento.
Me quede un instante mirando las teclas hasta que sin poder evitarlo más, pose mis dedos sobre aquellas teclas blancas y negras acariciándolas en un principio para luego comenzar a tocar una melodía que hacía mucho que no tocaba.
Aquella melodía solía tocarla cuando estaba al lado de “mi musa” pero de eso ya hacia muchas lunas…Era muy probable que ella ni la recordase.
Fuese como fuese ahora me veía en la soledad de aquel salón, donde mis dedos parecían tener vida propia mientras tocaban, así que simplemente me deje llevar un instante por el susurro clásico y algo melancólico de aquella sonata. Notando como comenzaba a relajarme con cada nota que tocaba.
A veces era mucho más fácil expresarse a través de una melodía que con palabras, al menos para mí, y aquella música que sonaba en aquel instante me hacía sentir mucho más tranquilo, como si por un instante pudiese olvidarme de todo.

De pronto un aroma muy suave y agradable llego a mi nariz y aun sin levantar la vista seguí tocando mientras escuchaba como ella se acercaba y se posicionaba a mi lado en silencio sin interrumpir ni decir nada…
Yo continúe tocando, pues sabía que aquella melodía le agradaba.
Hacia tanto tiempo que no compartiamos un instante juntos… Para ella yo simplemente había desaparecido sin más, pero en realidad nunca había sido así.
Le había visitado en muchas ocasiones sin que ella lo supiese, había velado por su sueño incontables noches y había sido testigo de cómo su salud comenzaba a resentirse con sutilidad y constancia con el pasar de los meses…Y por eso nunca había salido del todo de su vida. Pues yo cuidaba de ella sin que ella lo sospechase en lo más mínimo…y así habían pasado tres largos años desde que “desaparecí”.

La sonata acabo, y yo me quede un instante contemplando las teclas en silencio. Seguramente ella se sentiría más que enfadada conmigo, y tenía buenos motivos pues yo ni siquiera me había despedido.
subí la mirada para encontrarme con esos ojos cristalinos y puros que siempre me miraban dulces y pacientes, y no pude evitar sonreírle, pues su presencia siempre inspiraba calma…una calma y una paz que no correspondía con sus años, después de todo ella era aun tan joven…
Me puse en pie con calma y contemple sus ropajes del espectáculo, que no hacían alarde de su verdadera belleza, pero que aun así la mostraban hermosa.

-Roxanne…Me alegro de verte…ha pasado tanto tiempo…Yo… solté un suspiro sin poder remediarlo y desvié la mirada fijándola en las teclas de aquel piano ahora silencioso, sin poder evitar avergonzarme por haber desaparecido sin más de su vida. Teniendo ahora la desfachatez de presentarme así, una vez más…sin avisar.
Me sentía alegre de poder verle y entablar propiamente dicho, una conversación con ella…pero sabía que en el fondo ella se sentiría muy dolida conmigo.
Después del día que llevaba encima…Si tenía que aclarar cuentas, lo haría…Después de todo, ya no podía pasarme nada peor, de eso estaba seguro…


La melodia:


Voulez-vous coucher avec moi en ce soir? ~Jerarld Délvheen~ Firmajer
:♦️♦️♦️:
Y entonces se la agarré y se la arranqué de cuajo. ¿Y sabes que le dije?:
¿Salud mental? ¿Se come?:
Y no. No tengo nada mas que decir:
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Mensaje por Michelle Délvheen Vie Dic 16, 2011 6:07 pm

No pude evitarlo, por más que luché con todas mis fuerzas para mantener mis ojos abiertos, los párpados cedieron sin remedio y en mis retinas surgieron las formas que contorneaban recuerdos. Como si se tratase de una película rudimentaria, las secuencias de aquellas imágenes transcurrían con rapidez y de forma casi borrosa, como si aquellos momentos hubiesen ocurrido hacía ya mucho tiempo, algo que era completamente certero.

- ¿Ves esas estrellas de allí?- indicaba Jerarld con el dedo índice de su mano derecha. Yo parpadeaba y buscaba con la mirada los puntos brillantes que él señalaba, frunciendo el ceño cuando no veía ninguna figura reconocible. Ante mi silencio, Jerarld reía y yo me sonrojaba, aunque su voz no era silenciada pese al frío invernal que recorría mi espalda. ¿A caso él no lo sentía? Parecía tan cómodo allí, tumbado sobre la gélida moqueta de césped, perdidos ambos en medio de un paraje vegetal abandonado de la mano de Dios…- Es Orión, fíjate en la postura combatiente.- seguía él mientras le asentía con la cabeza, admirando cada deje de sabiduría que su voz desprendía.- ¿Sabías que en la mitología egipcia, Orión estaba relacionado con el dios Osiris? Sin embargo, en la griega, era hijo de Zeus, Poseidón y Hermes, quienes orinaron (y de ahí su nombre) sobre una piel de buey antes de ser esta enterrada, naciendo entonces este guerrero mítico que luchó junto a Artemisa hasta que…- y yo ya no le escuchaba, perdida en las formas que sus labios adoptaban a medida que iba hablando, tramando mil y una formas de robarle uno de esos besos que parecían devolverme el aliento, como si…

- Como si nunca antes hubiese visto el cielo.- susurré, poniendo voz al hilo de mis pensamientos, sin percatarme de que eso era lo que había hecho. Y completamente ruborizada, con el corazón en un puño cuando su mirada se clavó en mí de aquella forma que siempre me desarmaba, tragué saliva y recé para que no me hubiese escuchado… pero lo hizo. Y lo sé, porque me sonrió de forma dulce, como si de algún modo, supiera lo que estaba pensando.


Un torbellino de imagenes y otro recuerdo me acechó...

Y enredada aun en sus brazos de marfil, deposité un inocente beso sobre la comisura de sus labios, gesto que propició que sus ojos se abrieran, aun somnolientos. Una cálida sonrisa brilló en mi rostro mientras acariciaba su mejilla con el dorso de mis manos.

- El sol ya salió a verte.- murmuré sobre su oído, removiéndome luego entre las sábanas cuya tela era la única que mantenía oculta las curvas de nuestras respectivas anatomías. Y antes de que pudiese saltar del lecho para dejar entrar la luz de un nuevo día, Jerarld me tomó de la mano y de un sutil tirón, caí sobre su torso, riendo pese a sentirme algo mareada y frágil, frágil como si un simple suspiro pudiese hacerme flaquear las rodillas. Descansé mi cabeza sobre su pecho y mientras la yema de mi dedo índice dibujaba un corazón sobre su piel, mi voz empezó a susurrar una canción con la que me sentía profundamente identificada.- Pase lo que pase, pase lo que pase… Te amaré hasta el día de mi muerte. Repentinamente el mundo parece un lugar tan perfecto, repentinamente se mueve con una gracia perfecta, repentinamente mi vida no parece un desperdicio y todo gira alrededor de ti. Y no hay una montaña demasiado alta ni río muy grande. Canta esta canción estaré ahí a tu lado.Las nubes de la tormenta pueden juntarse y las estrellas pueden chocar, pero yo te amo hasta el final de los tiempos. Pase lo que pase, pase lo que pase…- tosí entonces, ocultando mi boca con la mano que al retirarla escondí, intentando que Jerarld no viera los rastro de sangre que había expulsado con ese simple gesto, retomando la canción con una sonrisa jovial.- Te amaré hasta el día de mi muerte.


Y otro...

La risa resonaba en aquella playa solitaria, cuya compañía era la luna, el mar, la arena y nosotros. La oscuridad, cernida sobre nosotros, era el telón más perfecto que pudiésemos al que pudiésemos aspirar. Y yo me movía con agilidad pese a sentir mi cuerpo cubierto de arena blanca, algo que sin duda, era incómodo para rodar de un lado a otro, siempre abrazada a él. Hasta que Jerarld dejó de moverse y mi cuerpo se amuebló al suyo, sin que mis carcajadas se detuvieran ni cuando apoyé el mentón sobre su esternón. Sus ojos brillaban con luz propia y el rumor del agua chocando contra las rocas componía una melodía que posteriormente, Jerarld daría vida propia con sus dedos sobre la tecla de su piano, tal y como ahora hacía en aquél salón de baile.

- Una vida sin mi, ¿capaz o incapaz?- reí antes de robarle otro beso y desprenderme de su abrazo antes de que pudiese responder, sumiéndome en las olas que abrazaron mi cuerpo y lo recibieron con cierta frialdad al encontrarnos en abril. Nunca sospeché las consecuencias de ese juego en mi vida.


De algún modo, siempre me culpé por ese reto. Siempre me odié por aquél estúpido e infantil juego con el que solíamos divertirnos... simplemente, porque Jerarld fue capaz y de ese cruel modo, él había ganado la partida.. Después de aquella noche, una de tantas en sus brazos, aquél reto le empujó lejos de mí, apartándole de mi vida para sumirme de nuevo en las tinieblas y la desolación. Nunca me había sentido tan vacía como en esos últimos tres años de mi vida. Y ahora que la melodía había cesado, la urgencia me llevaba a abrir los ojos de par en par, buscándole con la mirada hasta tropezarme con su rostro, tan perfecto y bello como lo recordaba. Nada había cambiado en él. Mantenía aquellos cabellos de fuego alborotados con los que mis dedos tantas veces se habían enredado y mis pulmones deleitado con su aroma. Sus ojos claros centelleaban ahora de un modo especial, sin poder ser descifrados. ¿Qué habría propiciado aquél cambio en su mirada? Extrañaba sus ojos fríos que, paradójicamente, lograban derretir mi alma y sucumbirla a su boca. Y sus labios… ¿por qué parecían ahora sedientos de cariño? Anhelaba desvanecerme en su beso voraz. Su voz… su melosa voz aterciopelada que erizaba mi piel cada vez que la escuchaba, seguía allí, ahora acariciando mis oídos de forma suave. Y de pronto, la calidez y aquél aliento perdido tras su marcha de mi vida, poco a poco, regresaba a mí. Y eso, era algo que no podía creer que me sucediera. No de nuevo. No tras aquella noche en la que Jerarld decidió poner punto y final a mi alegría con un sutil jaque mate.

Dos de mis dedos se posaron entonces sobre sus labios, acallando momentáneamente sus palabras. Y me maldije. Me maldije por no controlar aquellas lágrimas que ahora empañaban mi mirada, impidiéndome contemplarle bajo la tenue luz de la sala. Parpadeé un momento, intentando expulsarlas sin éxito alguno, hasta que una de ellas cedió a mi súplica y descendió mejilla abajo hasta caer sobre el muslo de Jerarld, sentado junto a mí.

- Shhh… estás aquí… estás aquí…- repetí balbuceando, sin controlar los altibajos de mi voz y mi contención para no lanzarme a sus brazos y abrazarle. Me limité a acariciar sus labios, cerciorándome de que realmente, no estaba soñando. No ahora.

Y sonreí como hacía tres años que no sonreía.


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Mensaje por Jerarld Délvheen Sáb Dic 17, 2011 9:21 pm

Mire aquellos ojos cristalinos, y vi como poco a poco perdían esa luz que les caracterizaba ante los recuerdos. Su mirada siempre angelical también había cambiado, Ahora ella parecía mucho más sabia, pues los años nunca pasan en vano para nadie. Pero su esencia en si seguía siendo la misma, ella seguía siendo la dulce niña de siempre…La misma que yo recordaba.
Mis dedos se deslizaron por su mejilla cuando sus lágrimas asomaron, y entonces visualice sus recuerdos, habían tantos momentos juntos, momentos tan dulces.

Una vida sin mí….Capaz o incapaz?...
Aun recordaba aquellas palabras. Habían dado vueltas en mi mente una y otra vez todos estos años. Aquel juego tan inocente había sentenciando nuestros destinos de forma cruel sin que nos diésemos cuenta.
Noté como una suave y aun culpable sonrisa cruzaba mi rostro al recordar esos juegos infantiles que tanto nos hacían reír.
Sostuve sus manos en silencio, pues ambos recordábamos en aquel instante silencioso aquellas largas noches, y aquellos días encerrados en su habitación, o cuando improvisaba algún viaje llevándola conmigo a lugares recónditos, lugares que siempre albergaban alguna historia detrás que, o descubríamos juntos o inventábamos juntos…
Todos aquellos momentos, tantos recuerdos inolvidables, siempre habían sido demasiado breves a mi parecer,y después de todos estos años parecían sacados de una vida anterior.

Aun recordaba uno de aquellos días a su lado…Había sido un día simple, sencillo y por eso mismo tan mágico y especial.


Ella en su habitación, vestida solo con una bata, caminaba alejándose de su obra, mientras sus pies reposaban descalzos sobre el suelo.
Rox daba los últimos toques a un lienzo mientras yo sentado en un rincón, con todos mis papeles y plumas desperdigados por los alrededores, le observaba en silencio. Mis ojos estaban atentos a sus movimientos y a cada matiz de color que ella daba, pues me deleitaba con sus movimientos suaves y gráciles. Era como si en vez de pintar sus manos acariciasen el lienzo a través de cada pincelada.Y yo observaba con detenimiento cada suspiro, cada mirada, cada pausa que ella tomaba, tomando nota mental de cada uno de sus movimientos sin querer olvidarme nada. pues a veces tenia la impresión de que ella era guiada de forma mística por un aura invisible… Y yo era espectador de aquello. un sencillo y silencioso espectador que se inspiraba cada vez más con aquella joven y con cada uno de sus actos.

En aquel entonces su compañía era como una droga adictiva, era como si su sola presencia guiase mis propias palabras. Pues en aquel entonces no era yo, sino ella la dueña de mis historias y de todo lo que yo relataba. Ella era mi fuente de inspiración.
Siempre me habían hecho gracia los mitos de las musas inspiradoras…Hasta que la conocí. Ahora tenía a una musa delante mío que me inspiraba a escribir, a componer y a soñar aun más. Como si su sola presencia le diese alas a mi imaginación…

-...Una pincelada de color…No le hace falta nada mas… lo ves?...a veces uno solo necesita un poco de color...Incluso en la vida. Sin color no hay imaginación…sin imaginación no hay ilusión…sin ilusión no hay vida!...oh…y Sin vida no podemos danzar, ni gritar, ni actuar, ni demostrarle al mundo la belleza…y el arte….ooh el arte…
Roxanne elevo los brazos al cielo como si le hablase con una sonrisa, divertida de sus propias palabras. Sus ojos se encontraban con los míos y siempre se sorprendían de que yo le estuviese mirando tan concentrado, sin interrumpirla...
…Jerarld?...Qué ocurre?...Porque me miras así?...en aquel momento ella se ruborizó pensando que yo le miraba anonadado porque quizás ella tenía pintura en el rostro…
Y yo me preguntaba una y otra vez como era posible que existiese una criatura tan dulce como ella…¿Cómo podía existir alguien así en un mundo tan corrupto, donde había tanta maldad y tanto dolor?…¿Como podía seguir manteniendo esa esencia?...Roxanne encerraba un sinfín de misterios para mi, misterios que me atraían aun mas de ella...



Deje los recuerdos atrás y volví a aquel salón oscuro, en el que años después nos volvíamos a encontrar. Y ahora teniéndola frente a mí y sosteniendo sus manos, me volvía a sentir como si no hubiese pasado el tiempo. Como si todo hubiese sido algo que le paso a otras personas y no a nosotros pues a pesar de merecer su desprecio, ella estaba allí junto a mí y se alegraba de verme. Solté un suspiro.

-Lo siento Rox….Lo siento tanto…Le mire perdiéndome en la profundidad de sus ojos aun brillantes por las lagrimas que se resistían a irse, aunque ella me mostrase una sonrisa. La acerque hacia mi rodeándola con suavidad entre mis brazos, siempre con cuidado y delicadeza, pues siempre temí de hacerle daño...Aunque si lo pensaba bien, ya lo había hecho, ya le había hecho daño…
Acaricie su cabeza y apoyé el mentón sobre sus suaves cabellos pelirrojos, sintiendo como su cuerpo cálido se estremecía ante aquel abrazo inesperado.
Me quede un instante así, simplemente deleitándome con aquel abrazo. Pues su simple cercanía me hacía sentir como si ya no estuviese solo, como si al menos por un instante ella me ayudase a soportar lo que sentía que resquebrajaba mi alma en aquellos momentos.
Hasta aquel entonces, no había caído en lo solo que me sentía desde hacía ya largo tiempo. Aunque estuviese rodeado de gente. Y no pude evitar pensar en lo mucho que había extrañado aquello, su simple compañía y el silencio…

Me separe de ella algo confuso por un instante, aún teniéndole cerca. Había pasado mucho tiempo desde aquel ultimo abrazo…y ahora…Ahora no debía anhelar su compañía, no tenía ni siquiera el derecho a pensarlo...Pero aun así lo hacía,pues la había echado de menos mucho más de lo que quería admitir. Contemple sus blancas manos mientras le hablaba, unas manos que tome y que aun seguían frías, casi tanto como las mías. Aquello me angustio.

-…Lamento mucho haberme ido de esa forma…Tu no merecías eso…No sé como lo hare…Pero algún día te lo explicare todo… te lo prometo.
Me separe un poco mas de ella pues no deseaba incomodarla. Me puse en pie a su lado y mire hacia todos lados, fijándome en el salón de baile. En ese mismo lugar le había conocido,en aquel salón. donde por primera vez le había visto bailar mientras buscaba la inspiración para describir un rincón como aquel.

- Todo está como entonces…No ha cambiado nada…Mire un momento a Rox y su sonrisa aun permanecía en sus labios, pero sus ojos aun demostraban una pena que me traspasaba el alma como una cuchilla de hielo que me atravesaba una y otra vez. Tenía que hacer algo, tenía que animarla aunque solo fuese un poco…

Fue entonces cuando dos hombres entraron en el salón, interrumpiendo nuestra calma. Eran dos de los músicos. Nos miraron y se acercaron con ánimo de hablar con Rox. Pero mi mente ya había ideado algo, haciendo que una sonrisa traviesa cruzara mi rostro.
Los hombres perdieron el brillo de sus ojos de forma casi imperceptible mientras caminaban hacia nosotros. uno de ellos se sentó al piano, al lado de Rox y comenzó a pasar paginas de la partitura sin que ella entendiese el porqué, y el otro se dirigió hacia un rincón y tomo un estuche de violín.
Rox les pregunto algunas cosas, pero ellos no respondieron. Estaban absortos en sus acciones sin hacer caso.
Fue entonces cuando sus ojos encontraron los míos, que la miraban una vez más atentos en su rostro de porcelana.
Extendí el brazo hacia ella ofreciéndole mi mano.

-Bailar conmigo…una vez más…¿capaz o incapaz?...


Voulez-vous coucher avec moi en ce soir? ~Jerarld Délvheen~ Firmajer
:♦️♦️♦️:
Y entonces se la agarré y se la arranqué de cuajo. ¿Y sabes que le dije?:
¿Salud mental? ¿Se come?:
Y no. No tengo nada mas que decir:
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Mensaje por Michelle Délvheen Dom Dic 18, 2011 7:51 am

El juego continuaba y ahora, era mi turno. Tres años pensando que aquella partida había terminado en aquella playa… y al final, todo había vuelto dónde una vez empezó nuestra historia, en aquél salón de baile que pertenecía al burdel en el que trabajaba de cortesana.

Una sonrisa torcida tan característica de un infante travieso, se posó sobre mis labios antes de tomar la mano que Jerarld me ofrecía con mucha delicadeza. Su contacto era frío, pero nunca me había preocupado ni molestado por lo que provocaba en mi cuerpo aquél simple roce. Su frialdad era suave y dulce como un soplo de brisa marina contra las mejillas, su textura era similar a la que percibía mi piel cuando un copo de nieve se dormía en el reverso de mi mano, su aroma inconfundible me recordaba a los lirios que, de noche, evocaban su fragancia y logran con ella hipnotizar a quién osa olisquearla. Quizás porque me recordaban a Jerarld, las azucenas eran mis flores favoritas.

- Capaz.

Tango de Roxanne:

Y antes de que pudiese darme cuenta, las primeras notas musicales conquistaron la sala y nuestros oídos, siendo el compás que tanto el violín como el piano marcaban, el que nuestros pies seguía. De este modo, Jerarld y yo empezamos a deslizarnos por la pista de baile como peces en el agua, empezando aquella danza tan conocida en mi mundo de la noche en cuanto sus manos buscaron mi cintura mientras nuestros cuerpos giraban sobre un mismo eje central, dejando que la química del momento saliera a flote mediante cada poro del que hecho estaba nuestro cuerpo.

Con un rápido movimiento por su parte, me tomó de los brazos dándole yo la espada a Jer, usando los tacones para marcar el ritmo que mis pies seguían mientras mi cuerpo pertenecía ahora al tango que llevaba mi nombre. Con otro furtivo movimiento, Jerarld me giró hacia él para que mis manos se enredaran en su cuello, contoneando mis caderas a un lado y a otro cuando escuchaba un cambio rítmico al que mis piernas obedecían sin rechistar. Di varias vueltas sobre mi mismo eje antes de terminar de nuevo entre sus brazos, que mecieron mi cuerpo como si fuese la pieza más delicada que sus manos acariciaran. Estando de nuevo mi espalda pegada a su pectoral y sus manos firmemente agarrados a mi vientre, deslizamos los pies hacia la derecha, donde el violinista seguía inmerso en una melodía cuya letra canturreaba de forma interna… un cántico que curiosamente, hablaba del amor entre un hombre y una cortesana. ¡Qué irónica era la vida! Con una patada al aire antes de verme sostenida por sus brazos alertas siempre de cada uno de mis movimientos, seguimos danzando en silencio, mirándonos de forma ardiente cada vez que nuestros cuerpos se rozaban. Sujetándome de la cintura, arqueé mi espalda en un brusco movimiento y dejé que mi cabello rojizo se alborotara ante tal gesto, acariciando la mejilla de mi pareja de baile cuando me enderecé y de nuevo abracé su cuello con firmeza. Le dediqué una efímera sonrisa y cuando sus dedos se enlazaron con los de mi mano derecha, la izquierda continuaba estancada en su hombro, moviéndonos ahora en círculos y muy arrimados el uno contra el otro, casi como si quisiéramos fundirnos en un solo ser y nuestra piel fuese el único obstáculo. De pronto, Jerarld incitó a que diera media vuelta para así tomarme por la cadera y elevarme hacia el techo, moviéndonos en círculos en el sentido de las agujas del reloj. Cuando mis pies de bailarina volvieron a descansar sobre el parquet de la sala, mis manos recorrieron su torso de forma lenta, dejando que sintiera aquellas caricias como lo que realmente eran: la muestra del deseo reprimido que sentía por él. Y no pude evitarlo, no pude contener el acercarme a su boca y respirar de su aliento, sin rozar sus labios, solamente inspirando su esencia para que, con su marcha, no se llevara también el recuerdo de aquella noche que auguraba ser inolvidable, mientras su cuerpo respondía a los estímulos que dibujaban mis manos en su cuerpo, pero no fui más allá. Por lo contrario, ambos proseguimos aquella danza que tanto rozaba la carnal en una constante tentativa por parte de nuestras anatomías… sólo que fue interrumpida por un sutil ataque de tos, que disimulé dándole la espalda y alejándome de él, siempre sin perder el ritmo de la canción. Llevé entonces mis manos a mis cabellos y eché la cabeza atrás para serenarme un poco mientras movía la cintura y me giraba para buscarle con la mirada tras la que, dando vueltas sobre mí misma, recorté la distancia que nos separaba y mi frágil cuerpo se vio rodeado por los brazos de Jerarld, quién llevó una de sus manos a mi cintura y la otra a mi mano derecha. Algo ruborizada por aquella mirada que parecía desnudarme el alma, me apegué a su cuerpo de mármol y tras varios pasos en diagonal, Jer soltó mi cadera para sostenerme de ambas manos justo antes de dejar flaquear mi cuerpo contra el parquet, extendiendo yo mi pierna derecha hacia atrás tras dar otro taconazo que marcaba un cambio de ritmo y el doblegar de mi rodilla izquierda para permitirme mayor elasticidad con el cuerpo. Con sutileza ayudó a incorporarme y me apretó contra su pecho antes de devolverme algo de espacio para mover mis piernas de forma enérgica contra el salón, cruzando la una frente a la otra y repitiendo ese paso varias veces hasta que culminó con la elevación de una de mis manos con el sustento que Jerarld me brindaba y que me incitaba a realizar una vuelta sobre mi eje. Con mucha lentitud –tal y como la canción lo requería- mi cuerpo se curvó hacia un lado mientras las manos de Jerarld socorría mi espalda para acomodarme entre sus brazos en un gesto casi caballeresco. Con la misma parsimonia me reincorporé aún salvando las distancias para, de nuevo, voltearme trescientos sesenta grados hasta que mis ojos volvieron a verse hipnotizados por los de Jerarld. Sólo entonces volví a acercarme a él, usando mi mano izquierda para enredar los dedos en su cabello cobrizo, naufragando en su mirada mientras él volvía a inclinarme con firmeza y lentitud. Y cuando mi espalda se encontraba rozando ya el parquet, Jerarld me tomó de la cintura y me elevó de nuevo, apegándome a su cuerpo con rotundidad mientras mis rodillas dobladas propiciaban que mis piernas fueran ahora unas aspas de molino que facilitaron las vueltas en círculo que Jer guiaba sin mostrar flaqueza ante el peso de mi cuerpo que él sostenía. Con sumo cuidado me dispuso sobre el suelo y en lo que parecía un simple abrazo, su cabeza se escondió tras la cortina formada por mis cabellos, moviendo las caderas en un vaivén casi delirante en el que hizo arder mi piel de porcelana. Entones tomó mi mano derecha y me desenredó de sus brazos para mirarme a unos centímetros de distancia, justo antes de acariciar mi vientre aprovechando el momento en el que daba una media vuelta sobre mí misma con la ayuda de sus manos. Con un brusco movimiento sus dedos cercaron mi muñeca derecha y mis piernas avanzaron hacia él con firmeza, dejando que los taconazos resonaran en la sala y acompañaran la canción. Teniéndome de espaldas a él, me apegó a su torso con su mano derecha mientras con la izquierda aun sostenía mi mano libre, guiándome con el ritmo que sus pies marcaban hasta completar otro giro. Y así, como si fuésemos una sola persona que danzaba, ambos inclinamos nuestras espaldas hacia atrás y alcé una de mis piernas como si quisiera volver a patear el aire, dejándola caer luego con un sonoro taconazo contra la madera. Con otro fiero movimiento, Jerarld me giró hacia él y me retomó de la cintura para elevarme unos centímetros del suelo, enroscando mis manos en su cuello y agachando la mirada para escrutar su semblante. Extendí mis piernas y las paralicé, dejando que él girase y girase conmigo en brazos. Cuando mis pies descansaron de nuevo en un terreno horizontal, Jerarld dejó caer su cabeza sobre mi hombro mientras me abrazaba con fuerza y nuestros cuerpos seguían moviéndose, esta vez con mayor lentitud. Pero cuando el ritmo cambió, de nuevo me agarró por la cintura con una mano y con la otra buscó la mía para entrelazarla y así compaginar nuestros respectivos movimientos de pies y caderas, siendo ahora una danza más sobria y sutil que no tan fogosa y ardiente como antes. Soltó el agarre de mi cintura y volví a girar sobre mí misma antes de taconear de nuevo, rodeando ahora su cuerpo, acariciando su espalda antes de volver mi posición frente a él. Y cuando la melodía ya llegaba a su clímax, nuestos cuerpos se movieron sin frenesí, ejercitando los músculos de los muslos a cada brusco gesto que Jerarld requería, jugando con mi anatomía, casi hasta el punto en el que creí sentir su anhelo por poseerlo, como si fuese un títere a sus manos. Y aquella idea, lejos de molestarme o aterrarme, me gustó. Me agradó. Y por ello, cuando la sonata se hizo al silencio y mi nariz rozaba la suya estando ya prisionera en sus marmóreos brazos, no pude evitar sonreírle con complicidad.

- Dime, Jerarld… ¿y por qué llora tu corazón?- jadeé tras aquél esfuerzo físico que empezaba a hacer mella en mi cuerpo, aludiendo aquella cuestión a la letra de la sinfonía en la que el hombre, enamorado y receloso de la cortesana, se preguntaba una y otra vez lo mismo que ahora yo le planteaba a Jerarld, sólo que no lo decía tomándome a mí como a la protagonista de su visible sufrimientos reflejado en sus ojos claros. Sabía que había algo más allá de su mirada que le atormentaba, pero… ¿qué era?


¿Que querias decirme papaito?:
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Mensaje por Jerarld Délvheen Dom Dic 25, 2011 10:19 am

El cuerpo de Rox se movía ágil y elástico entre mis brazos.
y mientras sonaba aquella sonata nuestros pasos, nuestras miradas, nuestros cuerpos enlazados, giraban y se retorcían en una danza que además de representar la pasión desenfrenada, y el deseo de poseernos el uno al otro, representaba también la tragedia , la traición, el miedo, los celos…
Ideas y conceptos que significaban algo totalmente diferente en ese baile, pero que tomaban sentido al interpretarse por separado para mí.

Deslizando mis dedos por su espalda pensaba en la tragedia…la noche había empezado como tal aunque con el pasar de las horas ya empezara a amainar la gran tormenta.
Encontrando su mano, tomándola con firmeza enlazando sus dedos con los míos y arrastrándola con firmeza para atraerla hacia mí, pensaba en la traición…me sentía traicionado y sabía que yo también había traicionado. En esta ocasión y sin desearlo, había traicionado a dos mujeres. Y una de ellas, aun se dignaba a bailar conmigo, dándome una oportunidad que sin lugar dudas no me merecía en absoluto…
Atrayendo a Rox hacia mí para hacer que su cuerpo se apegase al mío podía notar su miedo por tenerme de ese modo delante suyo y podía notar el mío propio por la incertidumbre, por no saber qué sería de mi destino a partir de ahora…Pues parecía que éste aun no acaba de ensañarse lo suficiente conmigo.
Y teniéndola a ella, ahora, una vez más entre mis brazos…era como si de pronto…
Mis ojos se encontraron con los suyos descifrando la tensión de aquel baile prohibido y la pasión contenida por parte de ambos. Como si ahora una vez más empezara a despertar aquella sensación… como si volviese a ser real, como si hubiese dejado de ser parte de un recuerdo ya muy lejano, para volver a ser parte del presente. Y de pronto los celos…Celos de cada instante, de cada caricia que le habían dado, celos del aire mismo que la rodeaba teniéndola cada día para sí mientras yo solo contaba con esos días que le robaba sin que ella lo supiese.

Note como mi mandíbula se tensaba y el resto de mi cuerpo también cuando me encontré con sus labios ahí, tan cerca, tan irresistibles, tan sedientos de beberme como yo de beberlos a ellos. Hasta que el susurro de su voz interrumpió la idea que comenzaba a nacer en mi mente haciéndome agonizar a cada instante.



-Llora….Llora porque la traición se apodero de él sumiéndole una vez más en las sombras….Llora porque entiende que su destino está sumido en la tragedia que el mismo buscó…Llora porque empieza a entender que… ya nada podrá ser como antes…que ya no desea…que todo sea como antes…

Una vez más ella inspiraba mis palabras y mi mente haciéndome reflexionar sobre lo que ocurría.
Era cierto, ya nada podría ser como antes. Nunca podría entender la forma de mi esposa de ver el mundo, nunca podría ni querría compartir su modo de ver las cosas… y eso me hacía pensar que definitivamente…no podía seguir compartiendo mi eternidad con ella…
La simple idea que cruzo mi mente me desarmo por completo.
De pronto fue como si mi corazón hubiese dando un golpe contra mi pecho, abriendo una grieta que me atravesó por entero un instante…
Rox se percato de esta conmoción y me miro preocupada, le mire sin saber que decirle y paso así un instante eterno...

Junte mi frente con la suya intentando que el aire volviese a mis pulmones pues aquello era demasiado para seguir en pie como si nada.
Después de un tiempo que no supe determinar…en el que solo la tenía a ella y a su compañía. Contemplé esos ojos cristalinos que apaciguaban mi pesar con su simple cercanía.
¿…Porque me sentía de este modo ahora?...Era como si mis ideas se aclarasen por una parte, y se confundiesen en otra…
Sus ojos me miraban dulcemente, sin reproche ni odio…¿me miraría quizás con compasión? ¿O apiadándose de mi atormentada alma? Fuese como fuese, aquello funcionaba.
Acaricie suavemente su mejilla cálida y me aparte un poco de ella aun sosteniéndole, pues note que aquel baile le había cansado.
Sabía que ella no se sentía precisamente estable. Sabía que pronto seria hora de regalarle mis días…

Mire a mi alrededor, la oscura estancia seguía tan tranquila como antes, centré mi atención en los músicos. Ellos asintieron en silencio, dejando todo como estaba y marchando en el más completo de los silencios sin decir nada. Rox les miró aun sin entender. Pero su atención se centro en mi cuando tome su brazo y lo apoye en el mío conduciéndola una vez más hacia el piano para que se sentase un momento.
Aun sosteniendo su mano le mire un instante con seriedad, bajando la mirada hacia aquellos dedos fríos que se enlazaban con los míos.

- Hay un motivo por el cual estoy aquí, aunque no había reparado en el, hasta hace pocos instantes. Si me regalas tu compañía esta noche estaré dispuesto a aclararlo todo, no quiero ocultarte nada… comente con sinceridad. Sin poder evitar sonreírle pues el rubor aun seguía en sus mejillas por aquel acalorado baile.
Ella se puso en pie y me dedico una sonrisa asintiendo, me condujo con ella por el salón en penumbra hacia la salida que conducía hasta su hogar. Pero de pronto paró.
Me miro con cierto asombro y miedo en la mirada, intentando pensar en algo que decirme, pero yo interrumpí sus pensamientos.

-Tranquila, puedes irte antes. esperaré a lo que tengas que hacer…Yo... siempre estaré aquí aunque no me puedas ver. comente sabiendo que ella no entendería del todo aquellas palabras. Pues de algún modo yo siempre había estado ahí. Solo que oculto en las sombras de un recuerdo que nunca existió…


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Mensaje por Michelle Délvheen Dom Dic 25, 2011 11:08 am

Me acerqué a Jerarld con la duda aun planeando por la sombra de mi mirada, besando efímeramente la punta de su nariz, agradeciéndole su paciencia. Le dediqué un guiño travieso y corrí hacia la enorme manzana que tenía por casa. Saqué las llaves escondidas en mi escote y abrí la puerta con sigilo, ajustándola tras de mí. Miré a mi alrededor y cuando comprobé que no había nadie esperándome en el salón ni en el dormitorio de los clientes, respiré aliviada, pues quizás se trataba de un presente y no de un pago por adelantado a mis servicios nocturnos. Sonreí ampliamente y me giré para dirigirme hacia Jerarld, invitándole a entrar. No obstante, algo me detuvo. Con el corazón en un puño y conteniendo el aliento, miré de reojo hacia las escaleras que subían al segundo piso, dónde cada dos o tres gradas descansaba una pieza de ropa distinta: una capa, un abrigo de pieles, un sombrero de copa, un bastón de madera de cerezo, un zapato, otro zapato, una bufanda de lana negra, un calcetín, otro calcetín, un chaleco de pana, unas gafas de media luna, una camisa blanca…

Tragué saliva ruidosamente y a medida que recogía cada prenda de ropa, llegué al rellano de la segunda planta, mi casa en si, dónde hacía vida y en la que no le estaba permitido a ningún cliente su entrada. Era mi pequeño nido privado. ¿Quién había osado quebrar la frontera de lo laboral a lo personal? No tuve que mantener aquella duda en mi mente por mucho tiempo, pues frente a mis ojos se encontraba él, el dueño de aquella espléndida gargantilla de diamantes. Y así, Maximilien Robespierre, apoyado contra el marco de la puerta de mi dormitorio, esperaba impaciente que me acercara a él para agradecerle, en forma de favor sexual, su regalo. Pero no lo hice y eso le desarmó.

- Monsieur Robespierre… le agradezco profundamente su obsequio, pero me temo que… esta noche no podré honrarle con mi abanico sensual.- empecé, agachándome para recoger ahora sus pantalones negros antes de alzar la vista hacia él, cuya vena del cuello empezaba a tartamudear y cuyo rostro se tornaba ahora de un asombroso color purpúreo.- Oh, Monsieur, otra noche puedo compensarle, pero necesito que ahora se marche…

A largas zancadas, el noble me tomó de la muñeca con fuerza y me arrinconó contra la pared, peligrosamente cerca de las escaleras por las que había subido. Mordí mi labio inferior, intentando no mostrar dolor, sabiendo que era normal que le molestara mi rechazo.

- ¡Yo llegué antes que cualquier otro! ¡Exijo que me atiendas aquí y ahora!
- me gritó con vehemencia, escupiéndome a cada palabra dicha, zarandeando mi brazo con energía mientras usaba su otra mano para buscar los botones que le separaban de mi desnudez.

- Monsieur, yo…

No me dejó disculparme siquiera, pues osó alzarme la mano y abofetearme la mejilla derecha, haciendo que toda su ropa que había recogido cayese de nuevo escaleras abajo y mi rostro se apegara a la pared, con los ojos abiertos desmesuradamente. Aquella fue la primera vez que alguien me había abofeteado, incluso infligido dolor. Nadie. Ni mis madres, ni Harold, ni ningún otro cliente. Él, Maximilien Robespierre, había sido el primero… y me juré a mí misma que sería el último.

Aún fuera de mí, mi cuerpo no reaccionó a los zarandeos, gritos y desgarros que él propinaba a mi ya destruido vestido, quedando ya solo con el corsé y la ropa interior. Sus labios secos y punzantes por su molesto bigote rubio arañaban mi cuello, mi garganta, la clavícula, bajando hacia mi escote. Ladeé mi rostro, asqueada y sin poder defenderme ante él, viendo a través de la ventana la figura oscura de Jerarld, ahí, esperándome, con un destello en su rostro en forma de sonrisa. ¿Qué tendría en mente? Me deshice entonces del agarre del noble, alzando una de mis manos hacia el cristal ahora empañado por mi aliento, ocultándome la visibilidad del hombre al que amaba y al que había dejado fuera de mi vida aquella noche. No podía permitirlo… no tras tantos años de larga espera. No cuando… le tenía tan cerca.

- ¡No!- grité de pronto, volviendo mi rostro hacia Robespierre, quién se alejó un momento de mi piel para fulminarme con los ojos inyectados en ira.

Gruñendo, me tomó del cuello y me estranguló con fuerza hasta que en mis pulmones escaseaba ya el oxígeno y mis piernas no tenían ya ni fuerza para patalear ni mis manos de forcejear. Mis párpados luchaban por cerrarse y yo no me rendía, seguía arañando sus manos de hierro y rezaba para que aquél no fuese mi fin, no aún…

- Maldita ramera... ¿cómo te atreves a rechazarme? ¿Después de mi regalo? ¡Todas las mujeres sois iguales! ¡Ratas de alcantarilla..!

Y cuando la vida se colaba ya por entre mis dedos... Jerarld


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Mensaje por Jerarld Délvheen Dom Dic 25, 2011 1:09 pm

Esperé en silencio entre la oscuridad de la noche. Metí mis manos en los bolsillos y subí la mirada al cielo.
La brisa fría me recibía con calma y yo sabía que aquella noche algo iba a cambiar, porque de alguna forma ya lo sentía, y aunque no lograba entender qué diantres pasaba, aquella idea me había hecho sonreír…

-…estoy perdiendo el juicio…

Fue entonces cuando unos golpes secos se oyeron interrumpiendo la tranquilidad de la noche.
Provenían de su casa. Me gire instantáneamente y reseguí con la mirada una de las ventanas, observando como unos dedos se deslizaban por el cristal, arrastrando con ellos el vaho de la misma desapareciendo de forma brusca. De pronto su voz como un susurro lejano llego a mis oídos. Un susurro desgarrador seguido de otro golpe seco contra la pared, Aquel ruido me puso los vellos de punta, haciendo que dejase de respirar inmediatamente.
Pasase lo que pasase no podía ser nada bueno.

Rox!!!! Corrí hacia la puerta de la entrada y de un simple manotazo la rompí lanzándola atrás para poder pasar. Avance por el recibidor y subí de dos zancadas las escaleras, llegando al segundo piso para contemplar a aquel hombre, que con una mirada demencial apretaba entre sus manos el frágil cuello de ella, mientras ella se debatía como podía, perdiendo poco a poco el preciado aire.
La mente de aquel hombre mostraba sus intenciones de forzarla, de poseerla, de absorber su esencia, de besarla, de tocarla, de abusar de su poder, él quería demostrar su superioridad como noble que era…Como si aquello le diese autoridad sobre el resto. Se sentía tan orgulloso en aquel momento, podía ver sus deseos lujuriosos y su intención de dañarla todo cuanto pudiese, el susurro de su mente enferma me descompuso haciendo que el odio naciese en mi sin control.

Y entonces todo ocurrió demasiado rápido como para que aquel asqueroso individuo pudiese entendenderlo.
Me acerque a él agarrándole por el hombro enterrando los dedos en su piel ante su grito desgarrador, sus ojos me buscaron mientras soltaba a Rox, que aun apoyada en la pared se quedo inmóvil intentando recobrar el aire. En aquel momento aun sosteniendo a aquel hombre, le acerqué a mi para darle un sonoro puñetazo en la barbilla que le rompió el mentón, sonando como el desagradable crujido de la madera al romperse sin más.
El hombre cayó hacia atrás retrocediendo, escupiendo sangre mientras tosía y se retorcía de dolor manchandolo todo de carmesí, mostrando la profunda grieta que se abría paso en la piel de su cara. Le tome del suelo y le empuje contra la pared sujetándole desde la misma piel de su pecho. Acercando mi mirada iracunda hacia él, gruñéndole y enseñándole los colmillos. Sin centrarme en nada más que en su mirada de pánico que imploraba piedad. Pero yo ni siquiera le oia, el odio me cegaba demasiado como para poder entender lo que decía.
Mi susurro sonó en su mente de forma atronadora, torturándole.

-Desgraciado….¿Cómo!!?…¿Cómo has osado atreverte si quiera a levantarle la mano!?… Mírame….Mírame!….Pagaras con tu vida tu osadía… Céntrate en mis ojos...Pues serán lo último que veras con vida… Susurre mientras le sostenía con una mano por los cabellos estirando su cabeza hacia atrás, dejando accesible su cuello palpitante.
Mis colmillos se acercaron salvajemente hasta él. Tenía intención de desgarrar su cuello. Ni siquiera quería beber de él…solo matarle, deleitarme con cada gota de sufrimiento. Nadie podía tocarla, ni dañarla, ni hacer que sufriese en modo alguno en mi presencia…Jamás lo permitiría. Jamás perdonaría a ese hombre por tocarla!

Pero entonces la voz de Rox susurro mi nombre…Y entonces mis planes se fueron al garete. Cegado por mi monstruo interno había olvidado por un momento que ella seguía allí. Si acababa lo que había empezado ella lo vería absolutamente todo…No solo vería al vampiro, sino que también vería al monstruo...y eso no lo podía permitir.

Solté a aquel hombre que se sujetaba el mentón y se palpaba el cuello intentando saber si aun estaba de una pieza, mirándome con autentico pánico en los ojos. Baje la mirada para mirarle con desdén dándole dos órdenes directas a su mente.
Robespierre, tomo su ropa y desapareció entre quejidos de dolor y manchas de sangre. Bajando precipitadamente las escaleras.

Me gire hacia Rox que reposaba tomándose la garganta para poder respirar. Aun buscándome con la mirada entre las sombras.
Corrí hacia ella y sostuve su espalda intentando apartar sus manos con cuidado para ver su cuello magullado. No pude evitar gruñir de impotencia al ver sus magulladuras, mostrando mis colmillos, mostrando mi verdadera forma ante ella.
Los ojos de Rox se abrieron asombrados, y entonces mis ojos se encontraron con los suyos…
Leyendo una vez más su mente, respondí antes de tiempo. Aclarando la primera cuestión, tal y como le había prometido que haría

Si…Lo soy…


Voulez-vous coucher avec moi en ce soir? ~Jerarld Délvheen~ Firmajer
:♦️♦️♦️:
Y entonces se la agarré y se la arranqué de cuajo. ¿Y sabes que le dije?:
¿Salud mental? ¿Se come?:
Y no. No tengo nada mas que decir:
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Mensaje por Michelle Délvheen Dom Dic 25, 2011 2:02 pm

Pese a que mis dedos temblaban y el miedo aun ocupaba mi cuerpo semidesnudo, alcé mi mano para posar mis dedos sobre los afilados colmillos que Jerarld mostraba de forma amenazadora. Eran suaves y punzantes, blancos como el marfil, algo más largos que lo que era natural. Me había quedado tan centrada en sus dientes que ni siquiera me percaté de lo que mi mente empezaba a forjar sin ser plenamente consciente de ello, hasta que Jerarld afirmó mis sospechas. Ante mi propia sorpresa, mi cuerpo no reaccionó de ningún modo esperado, limitándome solamente a dar un paso hacia él, otro más, y otro… hasta quedar a su altura, frente a frente, buscando su mirada centelleante para sonreírle amablemente, agradeciéndole su ayuda. Los dedos que acariciaban sus labios se deslizaron ahora hacia su nuca y la otra mano se encontró con la derecha, entrelazándose mis dedos para formar un cerco alrededor de su cuello. Cerré entonces mis ojos y sin decir nada más, apoyé mi cabeza sobre su pecho, abrazándole con delicadeza y firmeza, como si, más que el aire en mis pulmones, necesitase su presencia envolviendo mi cuerpo.

- Siempre supe que eras especial.- susurré con una sonrisa en mis labios pálidos.

Y a partir de ahí, ya no recuerdo el tiempo que estuvimos así, abrazados, dejando que su aroma devolviese la vida a mis pulmones, que su voz me recordara que seguía viva gracias a él, que sus caricias reconfortaban mis nervios a flor de piel, que saboreé su aliento a cada respiro contra mi nuca, que sus ojos fueron el único lucero que deseaba seguir. Y las agujas del reloj transcurrieron sin prisa, como si Cronos deseara brindarnos una tregua por el tiempo perdido.

Sólo cuando mis latidos se acomodaron a la respiración de Jerarld, decidí alejarme de él lo suficiente como para alzar la vista y perderme en sus ojos. Dejé caer mis manos por su torso hasta que mis dedos se entrelazaron con los suyos, sin perder aun la sonrisa que había esbozado en la sala de baile. Sin decir nada, le guié hacia el salón para indicarle que se sentara en uno de aquellos sofás de piel. Tras quitarle el abrigo y colgarlo en el perchero, caminé algo mareada hacia la cocina, de donde extraje una botella de champagne y un par de copas de cristal, dejándolas en la mesa situada frente a nosotros. Me senté en el sillón frontal al suyo, junto a la pequeña hoguera que ahora ardía a fuego lento, tras que prendiera sus brasas antes de acomodarme. Le ofrecí entonces la botella de champagne a Jerarld mientras despegaba mis labios después de tantos minutos en silencio.

- ¿Un brindis por nuestro reencuentro?- sugerí con jovialidad, ignorando lo ocurrido con Robespierre y el hecho de descubrir que Jerarld no era precisamente humano a ciencia cierta, algo que desde luego, no me importaba en absoluto.

Quería hacer de aquella, una velada inolvidable. Deseaba que aquella noche fuese la llave que abriría el cofre de las preguntas sin respuesta sobre el motivo de su desaparición y, sólo tal vez, también se convertiría en la revelación de su verdadera identidad. Quizás descubriría toda la verdad que envolvía al hombre sentado frente a mí y que tomaba una de aquellas copas ya con el contenido burbujeante vertido en ellas. ¿Y si todo lo que fuimos en el pasado… fue una mentira? ¿Soportaría saber algo así? Tragué saliva, sin percatarme de cómo las comisuras de mis labios se habían curvado en una mueca triste, algo que quise remediar tomando un sorbo de champagne. Pero fue entonces cuando, contemplando el reflejo expuesto en aquella superficie dorada, adiviné cómo una lágrima de sangre escapaba de mi nariz y recorría ahora mis labios, dejando tras ella un camino rubí difícil de disimular. Con la mano temblorosa por aquella incómoda situación, ladeé mi cabeza y busqué un pañuelo, recordando entonces que me encontraba en paños menores. ¡Maldición! Me puse en pie con una mano ocultando mi nariz mientras me dirigía a grandes zancadas a la habitación más próxima a mí, el dormitorio.

- Discúlpame, Jerarld.- murmuré con las mejillas encendidas mientras cerraba la puerta tras de mí para que no viese cómo rebuscaba en los cajones hasta hallar un pañuelo de tela blanca con el que limpiar el rastro sangriento de mi rostro y taponar momentáneamente el orificio nasal.

Así, eché la cabeza hacia atrás e hice presión durante varios minutos, intentando controlar algunos ataques de tos que importunaban el momento. Cuando creí tenerlo bajo control, me miré en el espejo por un momento, contemplándome como una figura fantasmagórica, pálida, con ojeras, con el cabello sin brillo ni aquél color fogoso que tanto me caracterizaba, con la mirada ensombrecida y los labios sedientos. Y mi cuello… ahora mostraba una horrible gargantilla de moretones propiciados por el ataque de Robespierre. Suspiré y antes de salir al encuentro de Jerarld, tomé mi albornoz de seda y lo até a mi cintura. Cerré la puerta y esbocé la mejor de mis sonrisas antes de recuperar mi asiento frente al hombre.

- ¿Por dónde íbamos?- musité, intentando recuperar la calidez de la situación vivida en el salón de baile y que ahora parecía tan lejana de nosotros.

Tomé de nuevo la copa y bebí un sorbo, esperando escuchar de nuevo su voz, puesto que el silencio empezaba a inquietarme. Un escalofrío recorrió mi espalda, uno de tantos que me recordaban el frágil estado de salud en el que me encontraba. De reojo, comprobé que las llamas de fuego seguían creando un efecto invernadero en la sala mientras una gota de frío sudor se desprendió de mi frente y cayó sobre el dorso de mi mano, situada sobre mi pierna izquierda. Lo ignoré.


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Mensaje por Jerarld Délvheen Dom Dic 25, 2011 4:45 pm

Aflicción…desesperación….ansiedad…
Fue lo único que sentí cuando ella acaricio mis colmillos, hasta que entendí, que no me temía.
El hecho de rebelar mi condición siempre me hizo pensar que ella jamás lo aceptaría… Me había pasado muchas veces. Grandes amigos, o incluso mis aliados a lo largo de la eternidad habían desaparecido sin más al averiguar lo que yo era en realidad. Y aquel solo era un pequeño precio a pagar por la inmortalidad, era algo que ya había asumido.
Pero ahora. Que equivocado podía llegar a estar. De alguna forma esperaba el rechazo. Pues me costaba entender como ella podía estar delante de mí sin preocuparse, sin temerme, sin desear gritarme o que desapareciese de su vida. Aquella situación me había dejado casi mudo.
No había sabido que decir cuando ella vio mis colmillos, no había sabido que decir cuando ella me abrazo y ahora. Frente a ella, con aquella copa en mis manos…

-Rox…ahm…Justo cuando iba a comenzar a explicarme ella se puso en pie, el aroma de su sangre golpeo mi nariz y ella se excuso avergonzada. Le mire con preocupación, su enfermedad avanzaba…y me preocupaba que mi sangre no fuese suficiente…procuraría estar aun mas pendiente, porque no me gustaba lo que estaba presenciando.
En cuanto desapareció del salón deje la copa a un lado, apoye mis codos en las rodillas y sostuve mi cabeza con ambas manos. Intentando pensar a toda velocidad por dónde empezar. Era como si el hecho de que ella supiese lo que era, lo facilitase y lo complicase todo. Pues ahora debía seguir. Debía contar el motivo de mi ausencia, tenía que hablar de aquellos que me esperaban en casa.

Rox Salió vestida con un albornos, algo más recompuesta al menos en aspecto. Pues casi podía notar el temblor de sus manos aunque no estuviese tan cerca. Se sentó frente a mí y entonces le mire analizando sus gestos, contemplando sus ojos que se centraban en la copa o en el fuego intentando mantener la calma.
Toma la copa de entre sus manos y la deje un lado, para poder tomar sus frías manos entre las mías, frotándolas con suavidad en un intento desesperado por darle el calor que no tenia.
Tome aire antes de comenzar a relatar lo que llevaba guardando tanto tiempo.

¿…Recuerdas aquella noche?...¿la noche en que habíamos quedado…? Yo la recuerdo perfectamente.
Nos íbamos a encontrar en la playa. Yo llegue antes de la hora acordada y te espere hasta que te vi llegar, paseabas bajo la luz de la luna.
Comente con una sonrisa triste.
Estabas tan llena de vida, tan ilusionada. Tan feliz de respirar el aire puro…Paseabas por la playa con tranquilidad dejando tu rastro sobre la arena, tus ojos brillaban y tu melena ondeaba como si tuviese vida propia. Te observe mucho tiempo sin dejar que me vieses.
...Y entonces entendí algo que no quería entender.
Tu tenias la vida que yo habia perdido hace mucho tiempo. Pues no soy mas que la sombra de la vida. Una ilusión que no envejece…
No podía obligarte a vivir a mi lado. ¿Cómo explicarte que mi tiempo era infinito? Tú merecías a alguien vivo, alguien que llenase tus días y tus noches. Alguien que pudiese estar ahí y envejecer contigo, alguien que pudiese amarte y darte todo lo que tu quisieras sin ninguna restricción…
Aquella noche comprendí que jamás podría darte lo que tú necesitabas. Y me fui deseando que me odiases, deseando que te olvidases de mí con rapidez, pensando que simplemente era uno más como tantos otros…
Pero el tiempo siguió pasando, y yo nunca me pude alejar del todo de ti.

Desabotone algunos botones de mi camisa, intentando poder tomar más aire, sintiendo que me empezaba a ahogar ante aquellos recuerdos. Pero continué con el relato.
Mis viajes me llevaron por todas partes…y en uno de aquellos viajes apareció una persona en mi vida.
Contemple sus ojos que me miraban atentos encajando mis palabras con dolor y pesar. Di un suspiro antes de seguir, pues aunque esto era igual de doloroso para ambos, tenía que continuar. Tenía que hacerlo por ella, porque se lo debía.
Decidí compartir mis días con ella, pensando que todo era perfecto, descubriendo que mis sueños también se podían realizar. Forme un hogar…y obtuve todo lo que siempre soñé…
Comente sin poder evitar pensar en mis hijos, cuyas existencias habían dado muchas alegrías a mi vida. Pero los recuerdos amargos de la misma noche volvieron como un tornado a mi mente, recordándome la realidad.
…Los sueños son peligrosos, a veces nos engañan, a veces se transforman en pesadillas…y la mía… comenzó hoy. Indique tragando saliva mientras desviaba la mirada hacia las llamas de aquella acogedora chimenea.
Nunca se llega a conocer a una persona del todo. Supongo que a veces nos cegamos sin darnos cuenta de lo que siempre estuvo allí…hoy descubrí que nada podrá ser lo mismo que antes. Ahora vuelvo a estar solo, como al principio…Quizás sea así como debe ser…comente finalmente casi en un susurro, reflexionando por un instante en todo lo que acababa de decir.

Por más que lo pensaba, no lograba comprender como es que había llegado hasta allí…¿porque precisamente esta noche sentía que necesitaba tanto de su compañía?...me asustaba pensar en los motivos.
Deje de mirar las llamas para mirar a Rox, cuyo rostro aun mas pálido me contemplaba compungido. Temí por su frágil salud.
Me acerque a ella y aparte los cabellos de su cuello, apreciando una vez más las marcas de aquella agresión. Deslizando mis dedos de la forma más suave que pude, notando como un escalofrío recorría su piel.
Apreté los dientes de solo pensar en aquel individuo…pero no habría que preocuparse mucho por él…la primera orden había sido que desapareciese de mi vista…la segunda que el mismo acabase con su vida… Aunque ni siquiera la muerte sería suficiente para remediar el daño que ella había sufrido…



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Mensaje por Michelle Délvheen Dom Dic 25, 2011 5:21 pm

Tomé la mano que acariciaba mi cuello cuando apartó mis cabellos que ocultaban las marcas de la agresión, bajándola hasta dejarla reposar sombre mi muslo derecho, entre mis manos que perfilaban cada contorno de estas, percatándome de que llevaba un anillo de bodas en su dedo anular. Parpadeé un momento, luchando encarnizadamente para no mostrar cierto deje desesperado en mi rostro. Alcé la vista de nuestros dedos entrelazados para clavarla en su mirada casi suplicante, como si esperase un rechazo tras otro.

Y mientras mi rostro recortaba las distancias que nos separaban, mis dedos tomaron aquél anillo y de forma muy sutil y disimulada, extrajeron aquella alianza para dejarla caer bajo el sillón, algo de lo que ninguno de los dos nos percatamos gracias a que la moqueta silenció su caída.

- No estás solo… Jerarld, estoy aquí… contigo.- le susurré con dulzura, sonriéndole como siempre él lograba robarme ese gesto de mi boca.

Mi nariz rozó la suya y me detuve, escrutando su rostro, su mirada centelleante. ¿Y si no deseaba aquello tanto como yo? ¿Y si sólo buscaba el consuelo de una vieja amiga? ¿Y si su corazón permanecía enamorado de aquella mujer de ensueño de la que me habló? ¿Y si…?

Un oportuno ataque de tos me distanció de su rostro, ladeando la cabeza hacia la hoguera antes de suspirar y mirarle de nuevo, poniéndome en pie para sentarme sobre sus rodillas, pasando así mi brazo derecho por su cuello mientras los dedos de mi mano derecha se enlazaban ahora en su cabello y los de la izquierda jugaban con los de sus manos, ahora ya libres de ataduras matrimoniales, ahora desnudos como su alma.

- Puedes quedarte aquí esta noche, Jerarld. Esta es tu casa, no tengas prisa en irte.- comenté, clavando mis ojos en las llamaradas que chispeaban impacientes por salir de aquél marco de la chimenea.- Dormirás en mi lecho, yo bajaré al de la primera planta, así que si necesitas cualquier cosa… estaré allí.- concluí, dedicándole otra sonrisa.

Me moría de ganas de abrazarle, por supuesto. De decirle que todo iría bien, que siempre estaría a su lado para acunar su pena, que velaría por su sueño y amainaría su soledad siempre que sus brazos quisieran recibirme. Pero… fui una cobarde.

Me alcé de encima suyo y justo cuando despegué mis labios para desearle dulces sueños, el fuego se consumió y nos sumió en la más estricta oscuridad. A tientas, busqué una vela situada en aquella misma mesa, preguntándome cómo era posible que se apagara aquél fuego tan vívido en un simple parpadeo. Y mientras recorría toda la superficie de la mesa, mis dedos tropezaron con la frialdad de Jerarld y contuve el aliento.


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Mensaje por Jerarld Délvheen Lun Dic 26, 2011 5:18 pm

El susurro del fuego se apago de pronto, sumiéndonos en la oscuridad.
Mire a mí alrededor, dándome cuenta de que había sido por la puerta. La que había destruido hacia un rato atrás…Mi desesperación por llegar hasta aquel individuo había hecho que destruyese aquella fuerte puerta de roble, como si solo hubiese sido de cartón.

Rox se levanto y yo también, mirando con calma a mi alrededor, pues podía verlo todo sin problema alguno.
Aproveche la oscuridad para acercarme veloz a la puerta y encajarla a presión, al menos así aguantaría por la noche.
Observe a Rox que buscaba a tientas las velas en la mesa, me paré un instante y le observe sin poder remediarlo, como había hecho tantísimas veces todos estos años. Simplemente me quede en silencio mientras la miraba con cierta curiosidad en la oscuridad. Era como si las sombras mostrasen su verdadera forma, y esta siempre me sorprendía. Era como apreciar lo que había detrás del telón, a la Roxanne que ya no actuaba, que simplemente era autentica, la mujer que había detrás de aquel vestuario, de aquel maquillaje, de aquella sonrisa picara que mostraba lujuria aunque por dentro su corazón llorase…
Ella, que no hacía más que recibir puñaladas por todos lados, aun se veía con el corazón de perdonarme, de ofrecerme su hogar…de estar dispuesta incluso a acompañarme a pesar de saber mi naturaleza.

Mire a la Rox que se hallaba ahora en la oscuridad, con su semblante tranquilo, con su mirada curiosa que palpaba por la mesa buscando aquellas velas, intentando encender la luz, para devolver la normalidad a nuestra charla. Siempre preocupada mas por mí que por ella misma…
Me acerque a ella y tome las velas que buscaba en la mesa, tomando sus frías manos para depositarlas allí con delicadeza. Sin poder dejar de mirar aquellos ojos dulces que ahora intentaban verme en la oscuridad sin lograr encontrarme.

- mi querida Roxanne …Siempre buscando una luz en la oscuridad…sin saber que eres tú la luz de todas las luces… comente sin poder evitar sonreírle mientras apreciaba sus ojos algo asustados y aquel rubor que siempre asomaba a sus mejillas cuando yo le decía alguna cosa halagadora.
Me acerque a su rostro inhalando por un momento su aroma, rozando al fin su mejilla de porcelana. Recordé todas aquellas noches del pasado, tantas noches en las que había deseado poder abrazarle, poder sentir su piel como ahora hacia al rozar nuestras mejillas, poder simplemente acunarle en mis brazos. Habían pasado tantísimos años, y siempre había estado allí, velando su descanso, observando su sueño…cuidado de aquellas noches de verano y de aquellas noches de tormenta que ella pasaba en soledad sin poder decirle que estaba allí, sin poder verle sonreír ni tocarle siquiera...

Deslice mi mejilla contra la suya encontrándome con su nariz y aquellos labios sugerentes que aun temblorosos, parecían temer mi cercanía. Tome su mentón subiéndolo un poco hacia mi, apreciando sus ojos cristalinos, que aun seguían sin verme en la oscuridad. Teniendo cada vez más claro que la sangre que le brindaba no era el único vínculo que nos unía. Ahora veía que había algo mas, siempre había existido algo más. Era solo que había estado demasiado ciego para poder entenderlo. Y ahora, en medio de la más profunda oscuridad, lo comprendía…Como si las mismas sombras, me quisiesen conducir a la luz…a una luz que siempre habia estado allí silenciosa, y que ahora parecía volver a querer iluminar mi camino.


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Mensaje por Michelle Délvheen Lun Dic 26, 2011 6:12 pm

Tomé la vela entre mis manos y le sonreí en la oscuridad aunque no pudiese verle. ¿Dónde estaban las cerillas? Oh, en el cajón, junto a la hoguera… Quise entonces retroceder un paso en su búsqueda, pero Jerarld mantuvo sus manos sobre las mías, probablemente con el tacto tan frío como el suyo. ¿Le molestaría eso? Tenía que reprender las llamaradas de la hoguera para hacer de aquél habitáculo, un lugar más cómodo y cálido para ambos. No obstante, un latigazo muy parecido a cuando el sol hace cosquillas a la tierna piel tras un intenso invierno, recorrió mi espalda y se deslizó por mi vientre cuando su mejilla rozó la mía antes de tomarme del mentón para alzarme el rostro. ¿Podía verme entre aquella oscuridad? Tragué saliva ruidosamente, algo nerviosa ante aquella situación. De pronto, su respiración, tan próxima a la mía, robó mi aliento y detuvo el constante martilleo de mi corazón en las entrañas de mi pecho.

- Como si tu fueras la vela y yo su luz.- sonreí tras aquél comentario a modo de broma que, asombrosamente, tan real me pareció.

Porque siempre supe que él era quién alimentaba mi vivacidad, mis ilusiones, mis sueños, quién pintaba aquella sonrisa dulce en mis labios, por quién mis ojos centelleaban, por quién mi piel se estremecía, por quién mi corazón latía. Porque si yo era la luz entre su oscuridad, Jerarld era el alma de mi ser.

Ni siquiera el sonido de las pequeñas velas caer a mis pies por la torpeza de mis dedos al sostenerlas, me arrebató aquellos segundos de tensión, de magia. Y mis manos, ahora vacías, se posaron sobre su pecho marmóreo, arañando sutilmente la tela de su ropa hasta llegar a su cuello, sonriendo tenuemente al sentir el tacto suave bajo las yemas de mis dedos que, no conformes con acariciar su garganta, subieron hasta amueblarse a sus mejillas. Y como si mis pies respondieran a una orden nunca dada por mi cerebro sino por mi corazón, se pusieron de puntillas y mis labios se despegaron para iniciar la efímera búsqueda de su beso, hallándolo entre sus labios firmes y siempre cálidos y dulces, cerrando mis ojos dado que tampoco podía ver su reacción tras la cortina nocturna afianzada en el salón.

Y en mi interior, la llama prendió hasta consumir las brasas de la cordura…


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Mensaje por Jerarld Délvheen Lun Dic 26, 2011 7:31 pm

Sus labios carnosos, suaves y dulces…me buscaron en la oscuridad, mientras notaba su respiración agitarse con el pasar de los segundos.
Deslice mis manos por si cintura lentamente, moviéndolas hacia su espalda, notando como mis dedos arrugaban la tela de su bata de seda, recorriendo su espalda y empujándola a unirse a mí en un abrazo que nos uniese, un abrazo en el que su calor aumentaba otorgándome la calidez que tanto me faltaba.
Saboree sus labios fusionándome con ellos, encontrando el sustento en su temblor, en la humedad de su lengua y en el sabor de su piel tan irresistible como adictiva. Notando como algo me empujaba hacia ella, sin desear soltarla.

Me separe un instante de para poder ver sus ojos, notando como mi respiración también agitada deseaba volver a tenerla consigo, como si su simple lejanía me hiciese sentir incompleto y perdido.
Sus ojos también deseaban encontrarme, y su mente aun pensaba en aquellas cerillas, así que tomando su mano la conduje conmigo hacia la chimenea, para tomarlas de aquel cajón que su mente visualizaba.
Tome una de las cerillas y encendiéndola la lance a la hoguera creando poco a poco una llama que comenzaba a nacer con rapidez de entre las cenizas, como si fuese una metáfora de nosotros mismos, y de la indefinida necesidad del uno hacia otro, que nos demostraba que de una forma o de otra siempre volvíamos y volveríamos a coincidir, porque así como el fuego necesitaba de la madera, yo la necesitaba a ella para poder dejar de ser una sombra incorpórea.

contemplé sus rasgos de porcelana que comenzaban a iluminarse con la tenue luz de las brazas y entonces sus manos se deslizaron por mi pecho, desabotonando mi camisa, mientras mis manos desataban el nudo de su bata, dejando ver sus ropajes desgarrados en algunas partes a causa de aquel hombre que con certeza ya no existía.
Le acerque hacia mí siempre teniendo cuidado de no hacer ningún movimiento brusco, ni de tocar su cuello que aun se presenciaba magullado. Roce su nariz con la mía, buscando con mis dedos las cuerdas que desabotonarían su corsé. Hasta que de pronto sus manos se agarraron con firmeza a mi camisa.
Note como sus fuerzas flaqueaban, así que le sostuve entre mis brazos mirándole por un momento preocupado, sin decir nada…



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Mensaje por Michelle Délvheen Mar Dic 27, 2011 7:12 am

Como un remolino de luciérnagas, mi visión se nubló y el mareo me hizo tambalear mientras un frío sudor recorría mi espalda y mi cuerpo se congelaba por un momento, haciéndome perder el halo por unos segundos. Cerré los ojos con fuerza y me sujeté fuertemente a la camisa de Jerarld que desabrochaba con lentitud, deseando que él no se percatara de aquél cambio en mí. Poco a poco, quizás gracias a la calidez que la hoguera desprendía con sus insistentes llamaradas que luchaban ferozmente para escalar chimenea arriba, mi piel empezaba a recuperar su color característico, sólo que seguía siendo pálido a vista de cualquiera. Mi respiración se normalizó pese a sentirme aun algo mareada… necesitaba sentarme, de eso estaba segura. De pronto, mi boca se asemejó a un desértico páramo, sin saliva ni humedad alguna que suavizar mi garganta aun dolorida por la anterior asfixia que el cliente me había propinado al negarme a abrirme de piernas. Con lentitud y siempre fingiendo normalidad en mis rasgos, abrí los ojos y mi mirada tropezó con la suya, llena de ansiedad y preocupación. ¿Lo habría notado? Las comisuras de mis labios se curvaron en una sonrisa casual mientras mis dedos retomaban su actividad, desabotonando aquella camisa blanca que pronto cayó a nuestros pies, cerca de la bata que él me había arrebatado.

Así, mis pupilas se dilataron en cuanto las yemas de mis manos se perdieron en los contornos de sus músculos y en las formas que sus huesos creaban bajo su blanquecina piel de marfil. Perfilé la nuez de su garganta, sintiendo el hinchazón cada vez que Jerarld tragaba saliva. Deslicé mis dedos hacia sus clavículas, su esternón, bajando muy lentamente hacia su abdomen y vientre, separando entonces el camino de mis manos para llevarlas a sus costados, subiendo a un ritmo pausado por su espalda, recordando el camino que me llevaría hasta el abismo de la locura.

Y cuando mis manos lograron escalar hasta su nuca tras recorrer sus brazos ya desnudos de molestas telas, mi boca volvió a reclamar la suya mientras mis rodillas flaqueaban de nuevo, decidiéndome entonces a seguir aquellas expediciones basadas en redescubrir nuestras anatomías, arrodillados ambos frente al fuego de la hoguera, sobre la blanca moqueta que rodeaba el salón. De este modo, los temblores parecieron desaparecer y aunque mi corazon se desprendió de mi pecho, ahora ya no me importaba, ni siquiera sentí dolor cuando se fundió con el de Jerarld, latiendo ahora al unísono en una melodía que evocaba a un beso eterno.


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Mensaje por Jerarld Délvheen Jue Dic 29, 2011 6:57 pm

Acariciando su rostro, aun uniéndome a ella en aquel beso, deslice mis manos con suavidad procurando no tocar su cuello…deslizando las yemas de mis dedos por sus hombros, resiguiendo suavemente su piel para así bajar por su escote. Encontrando la tela de aquellos ropajes maltrechos que rompí con sutilidad, desgarrándolos para apartarlos de ella, dejándola libre de aquella pose tan tensa, notando como incluso su respiración parecía calmarse al dejar de notar la presión de su ceñido corsé.
Lo deje a un lado y le tome entre mis brazos, notando el contraste de su piel cálida entre mis dedos fríos. Un escalofrío recorrió su piel cuando mi abrazo gélido la envolvió. le acomode poco a poco sobre la piel del suelo que, cálida y acogedora nos dejaba reposar cerca del crepitar del fuego.
Me acomodé encima suyo y acaricie sus cabellos apartándolos de su rostro.

Me deleite un instante al mirar aquellos ojos que siempre tan limpios me buscaban entre las sombras. Unos ojos que ahora mostraban en su reflejo el ondear del fuego de aquella chimenea como si fuese el suyo propio.

Analicé su mirada un instante y escuche sus pensamientos…si, ella se sentía cansada, había sido un día largo y también duro después del ataque de Robespierre. Pero no había nada que no desease mas en aquel momento que continuar…Ella deseaba tanto compartir su tiempo conmigo como yo con ella.
Eran demasiado los años de ausencia y parecía que ahora nuestros mismos cuerpos nos reclamasen indicándonos que nos debíamos el no al otro.
Acercándome a sus labios, notando el roce de su nariz contra la mía susurre.

-No quiero hacerte daño…no otra vez…No permitas que lo haga.

Aquellas palabras se referían a mi marcha, pero también a que no deseaba dañarla físicamente. Podía destrozar cualquier cosa con facilidad, y siempre tenerla entre mis brazos me había asustado, pues su esencia me tentaba de una forma que no podía explicar, deseaba abrazarla, perderme entre sus cabellos, besar cada rincón de su cuerpo y temía perder el control, pues sabía que cualquier movimiento brusco podía costar un precio demasiado alto.

Saboreando con suavidad sus labios cálidos bese poco a poco su mentón, para bajar por su garganta y su pecho, encontrando sus curvas con mis manos, curvas que parecían recibirme siempre incitándome a no desear soltarle jamás. Sus manos se enredaron en mis cabellos mientras sin poder evitarlo, escuchaba su corazón palpitante en su pecho. Un corazón vivo, que me despertó una sonrisa, estar aquella noche allí, significaba algo que no podría negar por mas tiempo.
Yo Le quería, le necesitaba…y no deseaba ausentarme otra vez de su lado…Podía ser soñador y quizás un iluso, pero sentía un lazo con ella que de una forma u otra sabía que no se podría romper...


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Y entonces se la agarré y se la arranqué de cuajo. ¿Y sabes que le dije?:
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Mensaje por Michelle Délvheen Vie Dic 30, 2011 7:53 am

Sus caricias se tornaron en un hilo de recuerdos basados en aquellas noches en las que mi cuerpo tiritaba de anhelo por perderse en el bálsamo de su boca, en las que su voz susurraba promesas que ahora ya no necesitaba, en las que el rechazo y el silencio no pintaban nada en aquél lienzo de locura cuyos únicos pigmentos eran nuestros cuerpos desnudos, en los que la desesperación no estrangulaba mi corazón dado que él siempre permanecía allí, velando por mi sonrisa intacta e intocable, en las que lo dulce nunca se volvía amargo, en las que dejé de creer en la tristeza, la debilidad y el rencor, en las que sólo necesitaba una canción de cuna entre sus brazos, un inocente beso de buenas noches, a él, como Ángel de la Guardia, como el dulce amor de mi vida. Y ahora, sus palabras volvían a transmitirme aquellas esperanzas perdidas, aniquiladas tras dejar su huella en mi pecho y sus recuerdos en mis retinas. ¿Cuántas noches le había buscado entre la oscuridad de mi lecho? ¿Cuántas veces le había gritado en sueños si me amaba? ¿Cuántas veces le había buscado por el laberinto de caminar sin él, esperando absurdamente poder alcanzarle? Pero ahora, ahora ya era tarde. Mi vida se esfumaba a cada tic-tac del reloj. Ahora sólo deseaba contener el aliento y besarle, esperando que la Muerte me hallara entre los brazos de un amor que no expiraría jamás.

- Soy una flor de muerte lenta en manos de una helada asesina.- susurré entonces, evocando así a que ya nada me importaba más que aquella noche. Porque ya no necesitaba sus promesas, sus súplicas, ni siquiera me bastaba ya un amor que pudiera profesarme. Porque ya era tarde: era tarde para mí.- ¿Qué más da…- … si todo esto es una ilusión efímera? , quise añadir, callándome de pronto para dejar la pregunta al aire. No deseaba pensar en mi marcha rumbo al horizonte sin retorno.

Y como una flor que se marchita poco a poco con la primera helada invernal, mi cuerpo abrazó a Jerarld con necesidad, reclamando su boca con frenesí mientras mis manos liberaban los pantalones que él lucía, quedando así igualados en vestimenta, siendo nuestra piel la única cobertura del alma. Y así, libres de obstáculos, entreabrí mis piernas para amueblar el cuerpo de Jerarld sobre el mío, recorriendo su espalda de principio a fin con un simple roce, jugando con mi lengua alrededor del lóbulo de su oreja, bajando luego por sus mandíbulas y dibujando extrañas formas sobre la piel de su cuello. Como telón de fondo, el fuego mitigaba la frialdad de su cuerpo marmóreo, iluminando tenuemente la habitación que auguraba convertirse en una cárcel de lujuria cuya libertad no deseaba albergar. Y la luna, fiel testigo de nuestros pecados, nos sonreía tras el ventanal del salón, deseándonos una noche eterna en la que ni siquiera el alba pudiese romper aquél sueño casi infantil.


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Mensaje por Jerarld Délvheen Miér Ene 04, 2012 4:32 pm

Su lengua cálida y húmeda se deslizaba sobre mi piel, despertando aquel cosquilleo en mi interior, su tacto siempre prohibido, hacia que mi alma sufriese un sinfín de sensaciones que me hacían sentir, como si aun fuese aquel hombre humano cuya edad aparentaba.
Su tacto, su mirada, la calidez y el amor que profesaba en cada una de sus acciones dedicadas a mi me hacían caer un mas en aquella red de lujuria y deseo. Un deseo que aumentaba con el pasar de los segundos y que intentaba medir un temeroso de dañarla.

Entonces sus pensamientos llegaron a mi mente. Ella comenzaba a descubrir la terrible verdad que se escondía en su interior, una verdad que yo siempre había sabido y que no deseaba revelar…Su vida se apagaba.
Su abrazo me pareció entonces como si fuese una despedida. Mire sus ojos con seriedad, sin decirle nada, simplemente susurrando en su mente, ya sin temor a que temiese de mis habilidades.

-No temas del tiempo mi pequeña…No es más que la sombra lejana de una ilusión, No permitiré que te vayas…

Aquel susurro quería indicarle que no me alejaría, que me tenía allí consigo. Pero también era un susurro egoísta, yo le quería demasiado para permitir que su vida se escapara, le necesitaba y no pensaba ceder ante la muerte. Pues llevaba mucho tiempo jugando con aquella vieja amiga, y llevaba alejándola cuanto podía de aquella que ahora reposaba entre mis brazos.

Las llamas cálidas bailaban iluminando su cuerpo, formando sombras extrañas entre sus curvas. Su piel me recordó a las melodías que ella misma me inspiraba.Su piel era como el papel, y mis manos las notas que se acoplaban a sus rincones, creando nuestra particular música.
Mis dedos se deslizaron entonces por su busto, acoplándose a sus curvas sinuosas. Las yemas de mis dedos recorrieron la piel que cubría aquellas costillas, deslizándose sobre ellas como si fuesen las teclas de un instrumento precioso, sin parar, para seguir bajando hasta su cadera encontrando sus muslos, que ahora mis manos acomodaban para que rodearan mi cintura.
El calor de su piel sintió como mi frialdad la inundaba al fusionarse con ella, ante un estremecimiento que recorrió su cuerpo. Mis labios buscaron entonces sus labios, deseando beber de ellos, deseando desesperadamente encontrarlos y no dejarlos ir, su aroma me envolvio, su aroma siempre tentador se clavaba en mi pecho, incitándome a beber de ella...
Esclavo de sus caricias entendía que su cuerpo era mi vicio y sus labios la copa a la que ya era un adicto. El deseo seguía creciendo mientras intentaba poder controlarlo con todas mis fuerzas…


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Mensaje por Michelle Délvheen Jue Ene 05, 2012 2:26 pm

Y como si aquella fuese la primera vez que un hombre me tocaba, un gemido escapó de mi boca antes de sentir un latigazo de placer recorriendo mi espalda. Relajé la espalda que había arqueado ante aquella intrusión y mordí mi labio inferior antes de cerrar los ojos por un momento. Sólo cuando sus dedos se apartaron de mi entrepierna para jugar con mi clítoris fui capaz de alzar la vista hacia él y su sonrisa divertida que me cautivó como años atrás lo había hecho en la multitud de noches de sexo descontrolado. Llevé mis dedos a enredarse en su cabello mientras le besaba ardientemente e intercambiábamos la saliva y el aliento, sintiendo cómo mis músculos se tensaban por sus movimientos en mi vagina, hasta que creí perder la cordura y con toda la fuerza que disponía, le obligué a intercambiar los papeles, posicionándome sobre su torso una vez le había apartado sus mágicas manos de mi anatomía.

- Mi turno.- reí, acariciando su pectoral con mis labios humedecidos, usando la lengua a veces y los dientes en otras ocasiones, pero siempre deslizándome paulatinamente hacia su cintura, momento en el que mi boca se encontró con aquella particular flauta que deseaba hacer sonar para que su melodía inundara mi interior de la forma más explosiva que pudiese hacerlo.

Y de éste modo, usé mi boca para envolver su miembro en mi saliva mientras mi lengua lo recorría de principio a fin siguiendo un ritmo lento para acelerarlo a medida que el fuego iba devorando las brasas de la hoguera y la excitación se apoderaba de mí. Alcé la vista cuando sus jadeos empezaban a sonar algo roncos, gesto que recordaba como el inicio de su placer, del principio de lo que auguraba ser una noche dónde la cordura había quedado tras la puerta y la lujuria estaba asegurada a cada centímetro de nuestros cuerpos.

Jugueteé con su virilidad unos momentos más, alternando los besos sensuales, algún pequeño mordisco, varias lamidas verticales y ciertos movimientos de mi boca sobre ella. Cuando me sentía arder a puro fuego miré a Jerarld y tras sonreírle con picardía gateé por su cuerpo desnudo y le robé un beso justo antes de sentar mi vagina sobre su magnificente verga.

- Oh la la, Monsieur… ya veo que vos ha crecido mucho durante este tiempo.- bromeé mientras apoyaba mis manos sobre su pecho, dejando caer mi cabello alborotado a modo de cortina lateral para ocultar levemente la luz casi cegadora de la fogata, disfrutando de unos segundos de penumbra en los que le besé y mordí su labio inferior de forma juguetona a la vez que mis caderas profundizaban los movimientos pélvicos y nuestros seres se unían en una sola persona entre fieras embestidas que me arrancaban más de un jadeo y gemido que reclamaba más de aquél antídoto que era para mí su saliva y su gran talento que ahora sellaba con su nombre mis entrañas.

Y entre toda aquella locura, me perdí en su cálida y adictiva aroma, besando cada poro de cuya piel era dueño, sincronizando mis vertiginosos latidos a su respiración jadeante, encajando nuestros cuerpos como si fuésemos dos perfectas piezas de puzzle cuya imagen resultante fuera la del amor más allá del deseo carnal. ¡Oh, y aquella danza! Empezó siendo algo tierno, y aunque las caricias y los besos nunca faltaron en aquella noche desenfrenada, la fiereza de las embestidas y la salvajedad reflejada en cada muestra de placer, fue algo realmente… exquisito.

Y de pronto, sin recordar cuando había cedido, me encontré atrapada entre sus brazos y bajo su cuerpo, tal y como toda aquella historia había empezado. Sonreí divertida y acaricié su mejilla derecha con la yema de mis dedos en un gesto tierno… antes de vociferar cuando de nuevo su miembro profanó mi secreto más íntimo y conquistó las tierras de mi piel sin dueño.


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Mensaje por Jerarld Délvheen Dom Ene 29, 2012 2:43 pm

Entre el deseo y la pasión…la vida y la muerte se fusionaban en un solo ser…

Como si el rastro del tiempo hubiese desaparecido por completo, ambos nos poseíamos el uno al otro en un desenfreno que aumentaba a cada momento.
Sus manos se enredaron en mis cabellos acercando mi rostro al suyo, y las mías envolvieron su sinuosas curvas, deslizándose por sus senos para bajar poco a poco hasta su cintura y su espalda, acomodándola bajo mi anatomía.
Sus caricias, su tacto, su aroma…Tan envolvente, tan exquisita y tan condenadamente apetecible, empezaba a hacerme perder aun más el control y aunque me intentaba resistir a su abrazo y a su calidez, note que no podía. Entre nuestros movimientos cada vez más frenéticos mis colmillos habían aflorado ya, como el indicio que indicaba el deseo cada vez más fuerte que comenzaba a nacer en mí. Un deseo totalmente prohibido. Un deseo que no me podía permitir, pero que ahí estaba.
Deseaba beber de ella, deseaba lamer su piel y deleitarme con sus latidos rápidos que harían bombear su sangre con mayor rapidez…Latidos que ahora sentía que aumentaban con cada embestida que yo le daba. Latidos que hacían que su respiración se volviese aun mas entrecortada.

…No lo hagas…No lo permitas…

Mi mente aun se debatía, como si pidiese a gritos que ella me ayudase, que no permitiese las ideas que daban vueltas en mi cabeza. Pero era inevitable, era mi naturaleza…La esencia que tanto me resistía en aceptar aun a pesar de todos estos años.
Sus gemidos me hicieron estremecer, tentándome. Pues su cuerpo suave, frágil y tan expuesto a mí como lo estaba en aquel momento, parecía pedirme a gritos que lo hiciera…que me dejase llevar y tomase aquel afluente de vida que corría por sus venas.
Pero intente no pensar en eso, me concentre en ella, intentando olvidar su preciado néctar. Tome sus muslos con mis manos, para acercar sus caderas aun más si cabía hacia la mía, en un intento desesperado por invadirla completamente con cada embestida que le daba. A la vez que sus manos se deslizaban sobre la piel de mi espalda, agarrándose, acariciándome y rasguñándome con sus uñas por el placer contenido.
Su espalda comenzó a arquearse cada vez mas mientras nuestros gemidos aumentaban, y entonces aprecie su cuello, su blanco cuello tan suave, tan delicado y ahora cubierto por pequeñas perlas de sudor que se deslizaban con delicadeza para alojarse entre sus cabellos. Su precioso cuello parecía incitarme a besarlo y a morderlo…

Negué con la cabeza en un gesto inconsciente, haciendo que mis cabellos se moviesen delante de mí con cierta violencia, ocultando por un momento mi rostro. Aunque imploré que Rox no viese esa reacción. Ella no tenia porqué saber el debate interno que siempre me carcomía por dentro. Una parte me instaba, me exigía como deber que debía amarle, cuidarle y protegerle aunque eso implicase hacerlo de mi mismo…Pero aun así otra parte de mi me exigía con fuerza y con absoluta convicción que bebiese, que saborease…ella estaba tan cerca, tan expuesta…tan cerca de mi...tan tan cerca…

Lamí su cuello con ansia encontrando el lóbulo de su oreja, bese su piel intentando captar su sabor, notando como mis dientes se esforzaban por darle pequeños mordiscos a su cuello, en un peligroso y excitante juego en el cual yo tenía que ser el vencedor a cualquier precio…
Una sonrisa se escapo de mis labios, haciéndome entender que estaba perdido. No podía soltarla, no podía escapar de su aroma ni de su sabor.
Mientras nuestros cuerpos se fundían con ansia y desenfreno, mis colmillos se hundieron con facilidad en ella, haciendo que ella soltase un nuevo gemido.
¿Le estaba haciendo daño? Quería parar, quería ver que ocurría, pero ya no podía. Su esencia corría ahora por mis labios, saciando mi sed, e incitándome a seguir entre sus brazos, deleitándome con su elixir.
Bebí con suavidad degustando una a una cada una de aquellas perlas rojizas que afloraban de su piel, saboreándolas con lentitud como el sutil, precioso y prohibido brebaje que significaban para mí…Sin saber ya donde había quedado la cordura y el control. A estas alturas parecía que estaba todo aquello tan lejos como la misma noción del tiempo…


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