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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Mina Wayne Vie Dic 23, 2011 5:05 am


Eran alrededor de las 7 de la mañana y todo Paris parecia apenas bostezar, dando los primeros tumbos para iniciar el dia. Lo entendia, yo me encontraba igual.... no habia podido dormir en toda la noche, constantemente atormenta por una idea que me enloquecia tanto como el correr lejano de una ardilla. Habia tenido que salir de la cama que compartia con Lluvia, no queria despertarle, asi que me puse a caminar como leon enjaulado por toda la guarida de la casa de la noche. En silencio, porque muchos ya dormian, y los que no, estaban encerrados inmersos en su monton de ocupaciones. Era una locura! por el hijo de Cristo sacrificado, vaya que lo era! pero... y si lo lograba? no habia aunque sea un pequeña, pequeñisima posibilidad?

"No, Sybelle, no la hay! o si la hubiera no lo vale ante el riesgo que representa! ¿Te imaginas como se complicarian las cosas si te atraparan en la casa Trudeau? ¡Imagina ir a prision!, ¿recuerdas el miedo de Darcy en tus sueños?, ¿Los ojos cansados del teniente sin saber que hacer?, ¿las lagrimas de doreen?, ¿lo recuerdas? ¡No parece!"

Pero ahi seguian.... encerrados en una casa clausurada quedaban el cumulo de cartas acumuladas de mi madre y mi padre, esos a los que el incidente habia hecho que olvidara.... finalmente unos pequeños retazos prueba de su exitencia. Con ellos podria descubrir quienes eran realmente, podria saber mas de Auvernia! Trozos de papel que en su momento parecieron poco necesarios para transportar en una maleta pero que ahora parecian la respuesta a todas mis preguntas. La Sybelle que habia dejado esa Mansion estaba convencida de su pasado, añorandolo un poco... pero esta Sybelle, la que solo podria ver brumas inciertas de su infancia, ni siquiera podia definir quien era. Tambien estaban las cartas de James, mi querido James, y el brazalete de mi abuela. Desesperada, atormentada por ese deseo insano de recuperarlos y saber de una vez por todas, camine rumbo a mi habitacion para encerrarme y noquearme de algun modo, indispuesta a ceder a mi deseo cuando entonces en el pasillo... como una aparicion.... Gianella acababa de entrar a la casa de la noche con aire de haber estado dando vueltas todala noche y entonces, como siempre, las desiciones fueron tomadas.

Llevandola a la salida la explique en susurros lo que queria hacer, lo que significaba para mi... y aunque no estuvo convencida en lo absoluto, me acompaño, incapaz de dejarme sola... y aqui estabamos, dos introsas dentro de la Mansion fantasma, me provoco un dolor en el pecho horrible volver a esa mansion, que ante brillaba llena de gente y risas y ahora estaba tan desolada...A estas alturas todos los guardias vampiricos de la Corona Francesa ya estarian comodos dentro de sus ocultos ataudes, de resto quedaba la guardia humana que monitoreaba las entradas. Tranformada en gato me habia deslizado al interior y Gianella con velocidad siguio un atajo que le habia trasado. Entrar habia sido facil, incluso el mantenerse adentro tambien lo seria... el problema... el verdadero problema iba ser salir.

Los ojos se me llenaron de lagrimas cuando vi la mesa del comedor aun con la vajilla y el platillo del gran señor a medio comer, todo estaba descuidado, echo pedazos, como si se hubiesen puesto a buscar algo sin ningun exito. Sacudi mi cabeza y corri escaleras arriba, rumbo a mi habitacion. Esta igual que todo estaba destrozada, pero lanzandome de rodillas al piso levante una tabla en falso donde todos mis tesoros se encontraba ocultos. Tomando una blusa blanca envolvi mis cartas, la joya de mi abuela, e incluso el peluche a medio hacer del Teniente, corria rumbo a las escaleras pero no pude evitar detenerme frente a la habitacion de Darcy... no queria entrar, iba a ser demasiado doloroso, pero aun asi lo hice, buscando muy por encima algo que pudiera ser salvado... y detalle increible, nada de ese lugar me parecio relevante. "Solo aquel que lo ha perdido todo es libre de actuar" recorde con dolor su frase y me limite a tomar de su cajon algunas cosas pequeñas. No me di cuenta en que momento comence a llorar, pero cuando estaba bajando las escaleras y buscaba a Gianella, sentia como las lagrima quemaban mis mejillas.
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Mensaje por Gianella Massone Sáb Dic 24, 2011 12:04 am

La tranquilidad no era una sensación a la que Gianella estuviera acostumbrada, no desde que su sangre italiana se había mezclado con la sangre del lobo en Los Alpes. De una vida tranquila y próspera en las artes de la herrería a una vida llena de altibajos en Auvernia y Francia, guiada por sentimientos tales como el rencor, el amor, y la Justicia; esa misma justicia que le había llevado a involucrarse en una causa hermosa como era la búsqueda de mayor igualdad en el país, por medio de una Revolución contra la monarquía imperante. Ella había aceptado no sólo por la satisfacción de cooperar con algo tan importante y necesario a su parecer, sino que también porque esa era la oportunidad más perfecta para estar con su amada Sybelle, y mantenerla a raya y vigilada de todo quien intentase acercársele, sobretodo el que ahora estaba luchando por su sobrevivencia a varios kilómetros de distancia.

Las cosas no iban para nada bien, y por ello ya era el quinto día sin dormir para la Loba Milanesa. No podía estar descansando en su callejón mientras supiera que aquella felina que tantas alegrías le había dado estuviera en peligro. Por eso fue a la Casa de la Noche aquella mañana, y allí la encontró. Le miró preocupada mientras le explicaban el plan y por supuesto que se negó. – No dejaré que hagas eso tu sola, Sybelle…jamás…- Pero la cambiaformas seguía siendo una influencia en su vida, una influencia demasiado fuerte.

Ambas entraron sin mayores dificultades, y su acompañante salió disparada hacia las escaleras a buscar parte de las pertenencias que había decidido guardar en el lugar; pero ella no tenía nada: venía con lo justo, con sus deseos de triunfo, y con sus deseos de proteger a lo que más amaba. ¿Qué sucedía ahora que estaban separadas? Ese deseo estaba intacto.

La auverniana regresó, y no con buena cara, para variar. Supuso que había ido a la habitación del Líder, y eso le trajo sentimientos encontrados, y unos bastante peligrosos: pena y envidia; aunque no tan peligrosos como lo que repentinamente sintió la ojiazul; por ello, mientras abrazaba a Sybelle (dándole igual si eran pareja o no, necesitaba su apoyo y como amiga ese era un deber inmediato de su parte) y le acariciaba el cabello y la espalda susurró en su oído.- Hay movimiento de los guardias. Tenemos que salir de aquí. - Le secó las lágrimas y esperó instrucciones de su parte, decidida a darlo todo por su bienestar.
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Mensaje por Mina Wayne Jue Dic 29, 2011 5:57 am


No quería seguir llorando sin embargo no podía evitarlo. Las lagrimas provenían de lo mas profundo de mi y solo querían ser liberadas. Vi la mirada mortificada de Gianella, el brillo peligroso en sus ojos al interpretar el motivo de mi llanto, seguramente pensaría que lloraba por Darcy y eso le molestaría. Me sentí doblemente miserable, primeramente porque Gianella arriesgaba su vida acompañándome en esta empresa, porque de un tiempo acá había demostrado que ante todo yo era su prioridad, y yo la hacia sentir mal a ella... y segundo, porque si, no se equivocaba en nada de lo que sospechaba y estaba llorando por el. Era un asco de persona, solo sabia lastimar a las personas. ¡Y como odiaba eso de mi!, ¡Lo detestaba! pero parecía ser tan natural como el castaño de mis cabellos o los maullidos nocturnos.

Me sobrecogí un poco en los brazos de Gianella, agradeciendo en silencio su apoyo y luego trate de serenarme, tome del brazo a Gianella y la hice correr rumbo a la cocina, había pasada los meses suficiente en esa gran casa para conocerla de memoria. Tome un atajo hacia las habitaciones de los sirvientes, si teníamos suerte podríamos pasar y desde ellas tomar un atajo hacia los invernaderos. Cosa que logramos con facilidad... por supuesto, los movimientos dentro de la casa serian fáciles. Baje a tomar la mano de Gianella y busque su mirada, el sonido, el olor y el ruido de las personas en los jardines develaba que también vigilaban en el interior. Estaba asustada... esto había sido estúpido! pero no podía dar marcha atrás, necesitábamos salir. Pronto. Tire de Gianella y desde la habitación del jardinero, logre que saliéramos de su puerta auxiliar rumbo a los invernaderos. Los jardines traseros eran casi un bosque salvaje y exótico... representaban una esperanza.
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Mensaje por Gianella Massone Miér Ene 04, 2012 7:27 pm

La mitad de la tarea estaba hecha al llegar a los jardines traseros, los cuales nada tenían que envidiarle a los bosques de las afueras de París en cuanto a frondosidad y a esa sensación de intriga y salvajismo que provocaba en general a los sobrenaturales más vinculados a la Tierra. – Ahora yo me encargo – susurró la italiana e inició la segunda parte de la “misión”, cogiendo de la mano a Sybelle y utilizando sus sentidos y sus conocimientos de sobrevivencia en la naturaleza para encontrar una ruta lo suficientemente idónea para poder escapar y perder a sus persecutores que ya no estaban tan ocultos: de hecho podía escuchar incluso voces gracias a sus sentidos aumentados, las cuales no auguraban buenas intenciones para aquel par de mujeres que buscaba con ahínco la libertad, o al menos el sigilo y la tranquilidad de poder regresar a sus residencias concienzudamente ocultas.; pero igual de sigilosa fue la flecha que se clavó en el brazo derecho de la licántropa por haber protegido a la cambiaformas tras arrojarla al suelo en una maniobra digna de los reflejos animales que poseía.- Malditos…-gruñió por lo bajo y se puso de pie, aguantando el dolor de la punta de plata estoicamente, arrancándose por supuesto la flecha en su totalidad, empuñándola en su mano hasta que se partió por la mitad de pura rabia que la licántropa estaba comenzando a sentir. Olfateó a su alrededor e hizo un análisis rápido. – Son siete…-murmuró sólo para que su acompañante oyera – y estamos a unos cincuenta metros de la cerca…- se mordió el labio, y de nuevo volvió a empujar a la mujer de cabello largo, lo suficiente para que la flecha pasare en medio de ambas y se clavare en un árbol con una precisión cirujana directa a la hipotética “cabeza” de la víctima. Gianella volvió a gruñir, y sus colmillos se hicieron presentes.

“Cálmate “– fue lo primero que su mente le dijo; a pesar de que su instinto quería todo lo contrario. Escuchó pasos, una gran cantidad de ellos. En su dirección, pero aún estaban lejos. Quizás no servía de nada esconderse, o quizás sí. La Loba Milanesa ya tenía un plan en mente. Su mano se cerró sobre la de la cambiaformas como en aquella época dorada, mas no para las intenciones que antes ambas podrían tener. Se ocultaron tras unos arbustos e hizo un gesto de silencio, apretando inconscientemente esa piel que se había cansado de conocer en Auvernia y que tanto allá como en París se había encargado y encargaría de proteger. – No permitiré que nada te pase, Sybelle. – susurró con tono bajo y serio, completamente decidida y dispuesta a cumplir con las palabras e intenciones expresadas, arriesgando incluso su vida de ser necesario.
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Mensaje por Mina Wayne Vie Ene 06, 2012 6:34 am

Me quede parada como idiota frente al comienzo de los jardines sin saber muy bien qué hacer, mis sentidos reclamaban ser precavida pero me daba miedo dar un paso en falso y que pudiera meter a Gianella en un aprieto aun más grande. Gracias a dios y a todo lo que es bendito Gianella no se freno por el miedo o mi estupor, reclamo mi atención en un comentario y tomo mi mano compartiéndome de su valor… de todas las personas que pudiesen haberme acompañado esa noche, agradecía que fuese ella quien lo hiciera. Corrimos por entre los árboles y mis sentidos se alertaron al escuchar más ruido y más ruido cada vez más cercano... no! Ya se habían percatado que estábamos ahí! ¿Cómo?, ¿es que también poseían cambiaformas o lobos haciendo vigilancia matutina?, ¿nos habrían visto?

Cuando menos lo pensé alguien me había empujado contra el suelo y un grito desgarrador proveniente de la garganta de Gianella se libero para partirme el alma, cuando quise fijarme Gia ya se había levantado y me empuja para evitar otra flecha fatal, corrimos entre los arbustos y nos ocultamos entre unos árboles protegiéndonos de la lluvia de flechas, en el trayecto una paso rozando mi brazo, y el horrible ardor que sentí me hizo darme cuenta que eran armas especializadas… era plata. Dios! ¿a Gianella se le había clavado eso?

--- ¡No hay tiempo! --- le dije, con la voz vibrante de dolor, pena, frustración y vértigo. Tenía que sacarla de ahí, ya! Cuando llegamos a la barda, dos arqueros ya habían llegado con sus ballestas señalando en nuestra dirección, también estaban cinco hombres con fusil en mano y supuse que detrás de la barda habría otros más. Apretando las cartas sobre mi pecho me acerque a Gianella, colocando espalda con espalda y susurrándole con voz que se esforzaba en ser firme--- n…. n… no pelees, estamos rodeadas, no…

--- En el nombre del rey de Francia y de Dios se les detiene. Dejen caer al suelo todo lo que lleven, ahora! cualquier movimiento en falso y dispararemos! ---Añadió uno de los hombres con voz gruesa, rogando en silencio que Gianella no hiciera nada riesgoso deje caer mis cartas. Uno de los soldados se acerco receloso a tomarlas del piso de un manotazo y volvió con los demás. Me parecieron eternos los minutos en los que nos retuvieron ahí, con las respiraciones agitadas y observando cómo hojeaban mis cartas e invariablemente nos miraban a nosotras---. ¿Silveraux? Ese apellido viene en las lista de los traidores, Crawd --- susurre este a su compañero y entonces ahora sí que todo se vino abajo. El mas mayor de todos nos miro con el ceño fruncido y un brillo mórbido en sus ojos---. Digan sus nombres --- Nos ordenaron.
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Mensaje por Gianella Massone Dom Ene 08, 2012 8:32 pm

En cuanto Gianella terminó de hablar, la angustiante escapatoria continuó a través de una parte más frondosa del bosque, lo que era en parte una ventaja al ser la italiana una entendida en esas áreas, y en parte también una desventaja al no saber los movimientos que estaban haciendo sus potenciales enemigos. Movió a Sybelle una vez más al sentir venir otra flecha, pero no tuvo tanta suerte como las anteriores ocasiones, sintiendo tanto como ella la plata rozar el brazo felino, pero no sintiendo el dolor que se reflejó en un susurro de voz tembloroso y desesperanzado de ella, pero aquella sensación no valía en ese momento para la loba, no cuando ya veían la cerca y se preparaban para al fin salir de allí.

Arremetieron una vez más, pero las ballestas y fusiles se encargaron de frenarlo todo. Todo menos el instinto de Gianella que surgió de inmediato con sus ojos cambiando de azul a amarillo y los colmillos incrementando su tamaño. Su corazón empezó a bombear más fuerte dispuesto a darle a su cuerpo nuevos aires, pero las palabras de la cambiaformas fueron capaces de mantener su alma animal al límite de sus cadenas internas, pero no evitaron la mirada de odio y los jadeos y gruñidos de impotencia que fueron los únicos gestos de su ex pareja durante los minutos venideros, en los que los que sus enemigos exigieron dejar caer pertenencias (las que Gianella no poseía, por cierto) y analizaron rápidamente las cartas. Se mordió el labio y tomó una de las manos de Sybelle, entrelazándola con la suya para darle seguridad. ¿Seguridad de qué? ¡Estaban rodeadas de armas mortales y ahora pedían sus nombres para identificarles! Eso frustraba en demasía.

Sintió que Sybelle presionó su mano, y escuchó su inspiración de aire para hablar, pero Gianella se encargó de callarla contra su voluntad en un arranque de impulsividad y actitud temeraria. Llevó la mano libre a su pecho, y se “presentó” ante los represores. – Sybelle Silveráux. Mía Sybelle Silveráux.

La presión entre las manos se hizo más fuerte, y una mirada de reojo se dirigió a la cambiaformas que no podía creer ni querer creer lo que había dicho. - Es lo mejor para ti, ahora dilo. Mi nombre. - susurró tan bajo sólo para que ella escuchase, sólo para que su alma escuchase.
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Mensaje por Mina Wayne Sáb Ene 14, 2012 7:33 pm


Todos a nuestro alrededor alzaban sus armas y nos veían con un desdén reprobatorio que me asustaba casi tanto como el brillo de triunfo fanático que se ocultaba en sus pupilas. Debían sentirse muy bien, atrapando a dos posibles traidores que no representaban nada para ellos y sus juramentos de fidelidad. No sabían porque hacíamos las cosas…. O por quien, no nos veían como personas, nuestra etiqueta era la traición y nuestro único destino era el patíbulo. Con desesperación entrelazaba mis dedos con los de Gianella, recargándome ligeramente en ella cuando las piernas me temblaban… no tenía miedo por mí, hacía mucho tiempo que en secreto había aceptado la muerte. Sabia me necesitaba y que si llegaba a morir, Doreen cuidaría bien de Lluvia y todos los demás seguirían su camino, yo era alguien muy insignificante. Mi terror radicaba en que Gianella estaba ahí. Entonces en susurros escuche que leían mis cartas y recitaban mi nombre. Dios no!! Yo era uno de los nombres en la lista de Corax, una de las aliadas y traidoras aseguradas y condenadas a muerte, sentí como Gianella apretaba mas fuerte mis manos y se imponía sobre mi presentándose a voz muy clara como Mia Sybelle Silveraux. El corazón se me detuvo en una brisa fría y mis ojos pasmosos buscaron los de Gianella.

---No!! No!! No es cierto!! Ella no es sybelle! ---Reclame tratando de soltar las manos de Gianella y tratando de liberarme, fue entonces cuando el circulo que nos rodeaba se cerro, alguien piso la punta de su escopeta en mi garganta y me exigió en un grito que me quedara quieta y me presentara, los ojos me ardieron amenazando que volvería a llorar y tartamudeo unas palabras, pero no podía decir el nombre de Gianella, no podía condenarla asi…. Los soldados, especialmente los dos líderes, estaba jubilosos observando a Gianella, pensando que era la tan buscada Sybelle y la recompensan que seguramente tendrían.

--- No pierdan el tiempo, ya la haremos hablar más tarde. Traigan el carruaje sellado y un sequito más grande, que los escolten a la Prisión de La Santé. --- Ordeno el viejo de mirada mórbida doblando las hojas de mis cartas y guardándoselas en el saco…. Admiraba a Gianella y su logro.--- Yo avisare al general de nuestro descubrimiento, muévanse…--- Entre jalones nos separaron a ambas y sentí como el enlace de nuestras manos se rompía, le suplique a uno de los guardias que me escuchara que ella no era sybelle una vez más, pero me ordeno en un grito que me callara, nadie me creía. Nuevamente otros minutos de agonía, había demasiados hombres alrededor y me sujetaban con esposas las manos… sentía el olor de gianella cerca y en un momento escuche algunos de sus gruñidos y el sonido de golpes. ¿Le estaban haciendo daño? Gianella! Un carruaje arreglado con barrotes llego y me levantaron como un costal de papas, lanzandome dentro sin ningún respeto… ¿Dónde estaba Gianella? dios no.... ¿como se le habia ocurrido decir eso? Nuevamente le suplique a alguien que me escuchara pero me devolvio el rostro de un bofeton que me obligo llevar mi vision empañada al piso de madera del carruaje.
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Mensaje por Gianella Massone Miér Ene 18, 2012 11:39 pm

El corazón de Gianella bombeaba más rápido a cada segundo que pasaba, y sus instintos eran cada vez más difíciles de mantener encerrados. Los gritos negando aquella “confesión”, la posterior amenaza y el angustioso silencio producto de la incapacidad de pronunciar el nombre ajeno le desesperaron a tal punto que sus colmillos presionaron el labio inferior, en un gruñido fortísimo cuyo objetivo eran los repugnantes hombres y sobrenaturales (malditos traidores) que sonreían triunfantes ante el aparente éxito de su operación.

Pero para sorpresa de ellos, la ex pareja de Sybelle también sonrió de la misma forma: con arrogancia, con desdén y con desprecio; pero también con firmeza y fiereza, con voluntad y con convicción de que todo iba a resultar. Su mirada inspiraba una confianza abrumadora, y ese respaldo le motivó a uno de sus juegos favoritos: provocar. Y su lengua sí que estaba afilada para ello.

- Yo no estaría tan confiada si fuera ustedes…- les dijo a los que separaban nuevamente a la pareja, guardando para su propia caldera interna las ganas de cercenar la cabeza de quien había osado gritarle a la cambiaformas, pero no las ganas de expresar lo que sentía. Siempre había sido imposible callarla, y esta no iba a ser la excepción, o al menos eso creía Gianella.- ¡Ven aquí a gritarme si te atreves, hijo de puta! – rugió en un alto volumen y se empezó a mover para liberarse, pero ya estaba amarrada con esposas hechas de plata, lo que le llamó sorprendentemente la atención. ¿Cómo sabían aquello? ¿Acaso…? Y allí fue cuando fijó la vista en uno de los tipos que estaba apresando a Sybelle, precisamente el que le había hecho callar de un grito unos segundos atrás. Un licántropo, uno como ella. – Lamebotas de mierda…-susurró con más acidez de la habitual debido al momento, y un violento empujón la llevó al suelo. Las patadas no se hicieron esperar. Y los insultos tampoco.

Sin embargo, Gianella conservó aquella sonrisa.

- ¿Realmente piensan…que esto…me afecta? – dijo desde su malograda posición, con el rostro bañado en tierra y polvo, además de unas cuantas heridas insignificantes para su regeneración. – He estado en el suelo toda mi vida…ayudando a quien no puede ponerse de pie…- dijo esto alzándose, sin temblar su cuerpo un solo segundo ante la mirada atenta de sus rivales en aquella causa tan noble que ni ellos serían capaces de comprender .- Ayudando a los que no pueden defenderse de los abusos de quienes ustedes defienden…todos son una maldita esco--

La plata incrustándose brutalmente en su espalda fue suficiente para que la sonrisa desapareciera y fuera reemplazada por un grito descomunal de dolor que fue rápidamente ahogado por un pie que aplastó su cabeza contra el suelo en una violenta patada. – *E-esa patada…s-su fuerza…n-no es humana…* - reflexionó en medio del horrible dolor que se centraba en la zona de su riñón derecho y el aturdimiento generalizado de su cuerpo, aún con el metal ardiéndole por dentro y el fuerte olor a su sangre que ya estaba manchando buena parte de la camisa que tenía puesta. Pudo escuchar las nuevas burlas, y sentir las nuevas patadas que cesaron únicamente por la llegada del carruaje que les llevaría a su próximo “hogar” temporal.

Gianella fue arrojada contra los barrotes sin cuidado alguno por el corpulento que había podido identificar como uno de su propia raza, y cayó de bruces en la madera, justo al lado de su amada. Se mordió el labio, y no pudo emitir palabra; pero no por la culpabilidad nula que hubiera podido intentar sentir por hacer esa “confesión”, sino que por aquella herida que le robaba todo el aire de los pulmones para evitar manifestar debilidad, con mayor razón ante ella.

El carruaje empezó a andar, y dentro de los barrotes había un silencio que podía cortarse con un cuchillo...de plata.
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Mensaje por Mina Wayne Miér Abr 04, 2012 4:56 am


¿Con que me había golpeado? semejante puñetazo me había hecho besar el suelo y sentir el escozor abierto de una herida en el interior, mi paladar saboreo una sustancia, como acero liquido. Me quede ahí desconcertada, la fuerza de los humanos no solía ser tan grande... pero yo había sentido un puño limpio y su olor era tan mortal.... ahora si, vaya que las lagrimas salieron ¿tanto era su odio?, ¿porque? Coloque mis manos en el suelo, incorporándome a medias y escupiendo la sangre que casi me quemaba el paladar y trate de darle forma a mis pensamientos... habia mas criaturas ahi de lo que habia pensando, y Gianella les gritaba, las provocaba... y luchaba contra ellas hasta que un grito desgarrador destrozo su garganta y mi corazón. Luego la hicieron caer a mi lado... Los murmullos se elevaron, las risas, los festejos de victoria y no pude evitar experimentar una tristeza tan aguda y tan violenta que se transformo en algo peor...

A gatas camine hasta Gianella, raspan dome las rodillas de las piernas con las vigas roídas del piso. Era madera, un golpe y podria abrir una salida sin embargo me daba mala espina... toda esa jaula horrible apestaba a plata...Me acerque a ella, si, llorando con la culpabilidad sobrecogiendo me el espíritu, mis brazos temblaban pero no me importaba, le sostuvieron, la hicieron girarse con demasiado cuidado en el piso y colocar su cabeza sobre mis piernas... solo queria retenerla, hacerla reaccionar, que me demostrara como siempre que era tan indomable como el fuego mismo.

---- gi... gi... gia... nella... --- le llamaba, acariciando sus cabellos, verificando una y otra vez su estado--- ha... habla... me... por favor, no me dejes... no... ahora...

"por favor, no me dejes... no... ahora..."

Para abrumar aun mas nuestra situación, la vieja suplica acciono en mi interior un mecanismo que libero cierto recuerdo doloroso. Era esa misma suplica, esa misma voz, el mismo temblor, y nuevamente esa sensación de estar experimentando el fin del mundo mismo...volvíamos a ser ella y yo, juntas y al filo del peligro, precipitadas a la crueldad. Que curiosamente semejante y a la vez que terriblemente distinto. Ya no tenia 18 años, Gianella ya no era mi el misterio de los bosques nevados, y por supuesto, ya no estábamos en Auvernia, aun así. Pero cuando ella me miro... fueron los mismos ojos orgullosos, dolidos y enamorados de antaño. No pude resistirme, el dejavu fue demasiado intenso, y todas mis emociones tan a flor de piel que cuando me di cuenta de lo que hacia mis labios ya estaban acariciando los de Gianella con frustración, con nostalgia, con necesidad y con miedo.


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Mensaje por Gianella Massone Sáb Abr 14, 2012 1:13 pm




La sangre se hacía cada vez más presente en aquella jaula, y el silencio también. El cuerpo de la Loba Milanesa permanecía inmóvil con los brazos encogidos cercanos a su cabeza, y su cabello cubriendo toda posibilidad de ver su rostro, por muy corto que fuese. De todas formas, no se podía ver nada alentador a simple vista: los ojos azules estaban desaparecidos bajo las pestañas y la boca cerrada con un brote rojizo metálico recorriendo su mentón, sumándose a aquella puñalada que continuaba con su labor silenciosa pero tremendamente dañina, siendo la causante principal de que la italiana ni siquiera reaccionase. ¿Tan profundo había sido? ¿Acaso ese cuchillo tenía algo más que plata? Ni siquiera la víctima podía averiguarlo; estaba ausente, con la respiración casi inexistente. Y eso era lo desesperante. Sin embargo, unas voces se hicieron escuchar cada vez más fuerte en la mente de la pelinegra, recordándole que ese era el peor momento para "dormirse eternamente".

"¡Vamos, levántate Gianella! ¡Vamos a jugar!"

"¡Sí! ¡Chicos vengan, Gianella trajo comida!"

"Lo que estás haciendo es demasiado peligroso, Gianella. Pero también es demasiado hermoso. Gracias."

"Gracias por ser lo que eres...y jamás te des por vencida, ¿si?"

Pero fue una sola voz, una sola frase la que hizo que las cenizas de su corazón se hicieran fuego y volvieran a arder, ardiendo con la misma intensidad y pasión que en ese momento sus labios demostraban al besar los ajenos, con ese mismo anhelo y deseo que sentía acumulados desde aquel momento en que sus caminos decidieron separarse por acción del destino; en el que su tiempo de vida empezó a pasar tan lento como ese contacto entremezclado con sangre de ambas. Su mano derecha subió para detener esas lágrimas, y se separó ínfimamente de esa boca que conocía tan bien, y que parecía tan suya como si nada hubiea sucedido. Hizo una caricia tan lenta que pareció eterna y suspiró al sentir dos sabores metálicos en su boca, cerrando los ojos un instante por el dolor de su espalda arqueada a causa de la posición en que estaba. Sus orbes de fuego azulado volvieron a mirar a la dueña de su corazón tras eso y su garganta por fin dejó salir las palabras que Sybelle tanto quería escuchar desde que su súplica había comenzado. - No voy a dejarte, Sybelle. Jamás lo haré. Primero tendrán que entrar a mi corazón para apagar las llamas que lo envuelven. Y ni siquiera serían capaces de eso.- Le besó apenas unos segundos y apoyó ambas manos en la madera de la jaula con intenciones de al menos colocarse de rodillas; sin embargo, sus brazos temblaban notoriamente. Se frustró internamente, pero aquella frustración le dio fuerzas para intentar incorporarse.

Un nuevo grito azotó su garganta y una nueva fuente de sangre licántropa brotó, esta vez de su labio inferior. El dolor le recorrió completa, tanto que sus brazos cedieron y su cuerpo fue atrapado por Sybelle, quedando casi en la misma posición mediante la cual le había hecho regresar. La frustración creció, y apenas mirando a los costados para verificar lo que sus sentidos le decían susurró para la privacidad de ambas - No te preocupes, saldremos de esto. Te lo juro.

Ni siquiera ella sabía por qué, pero Gianella no paraba de sonreír.
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Mensaje por Mina Wayne Mar Mayo 08, 2012 6:36 am


Y no reaccionaba! segundo a segundo mis labios insistían sobre los ajenas los ajenos con la vehemencia de quien intenta revivir a un difunto, pero Gianella cumpliendo el rol del personaje seguía adormecida por el dolor, por la tragedia, sintiéndose fría aun cuando mis labios daban todo de si para darle calor. Lo mismo de siempre…. apunto estaba de volver a poner a llorar cuando un movimiento provoco un sobresalto a mi corazón. Era Gianella quien me correspondía ansiosamente, ambas como antaño, compartiendo alientos, sangre y delitos, condenadas a perderlo todo … ella acaricio mis lagrimas y las hizo desaparecer, ella detuvo la locura del beso compartido y lo volvió un roce tierno, un roce paciente que buscaba calmar mi alma, y tal vez la suya también, ella me consoló con palabras dulces, promesas devotas… era uno de esos momentos donde Gianella me hacia sentir la persona más afortunada del mundo, la más querida y la mas amado pero a su manera… también la persona más ingrata…

Con cuidado la vi intentar levantarse, demostrarme valor pero irrevocablemente cayo entre mis brazos, quienes le sujetaron y le abrazaron tanto como podían, tanto como podían darle firmeza siendo que temblaban tanto… mordí mi labio para no volver a llorar y asentí a sus palabras. Pase el resto del camino aferrada a Gianella, en silencio… pensando que no importaba cuanto me jalaran no iba a soltarla… no iba a permitir que le hicieran daño… disculpándome con Lluvia, con Doreen, con Milo, con Darcy…. les había fallado a todos, incluso a Gianella, y ahora pagaría por ello.

--- ¿Lo recuerdas Gianella? una vez te dije que acabaríamos así… rumbo a una prisión por nuestros pecados… y tu me sonreíste, hasta te reíste… y me dijiste que a donde fuera, pero que al menos lo haríamos juntas… tenias razón…

Entrañables recuerdos que resaltan de un pasado feliz al final de nuestros días… Llegamos hasta el atardecer del mismo día, después de horas y horas de camino, quien sabe a dónde nos habían llevado pero un grupo más grande de soldados rodeaba el carruaje, podía olerlos y supe que ellos lo hacían conmigo. A jalones y golpes nos hicieron bajar, arrancaron de mis brazos a Gianella y ella estaba demasiado herida para defenderse… fui yo la que trato de liberarse, de pelear pero me tumbaron al piso al segundo golpe. Nos encadenaron las manos y usándolas cual correas nos llevaron a punta de pistola hacia el interior de una torre oscura, cada una encerrada en una celda distinta. Caí de rodillas en la oscuridad preguntándome si gianella estaría en la celda de aun lado y pudiera escucharme, pero con demasiado miedo para hablar y descubrir que no… que gianella estaba lejos y yo estaba sola en toda esa oscuridad. Como siempre debió ser....

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Mensaje por Gianella Massone Mar Mayo 15, 2012 11:44 am

El tiempo se consumía lentamente en aquel carruaje, tan lento como la agonía que sufría Gianella en su espalda. Aquello iba a dejar una marca imborrable tanto en su cuerpo como en su alma, como una de las situaciones más riesgosas que había vivido en sus no aparentes cuarenta años. Una experiencia más para recordar y contarle a sus protegidos en la Corte de los Milagros, una experiencia que seguro haría llorar a Jeanne y abrazarla hasta sacarle el aire y más, que le haría ser besada con el mismo cariño con que Sybelle, su amor, su amada de toda la vida, le demostraba en aquel abrazo, o más bien...en aquel apoyo y soporte que significaba la presencia de la cambiaformas consigo. Sí, había pasado un tiempo desde su separación...pero ese corazón roto no dejaba de arder por ella, no dejaba de quererla un solo segundo. ¿Cuántas veces se marchó al bosque o a otra zona alejada de París para descargar pena y rabia acompañada nada más que de la naturaleza de la que se había hecho tan parte? Había perdido la cuenta, aunque en realidad no la tuviese. Lo que sí tenía, era la cuenta de cuánto la amaba, era ese sentimiento que parecía crecer en vez de disminuir por lo que le había hecho. No podía odiarla, no. ¿Cómo odiarla? Gianella detestaba a mucha gente, y ese desprecio era mayor con las traiciones o con situaciones a su parecer injustas...pero Sybelle no recibía ningún sentimiento negativo. Todo lo contrario. La miraba desde lejos, le cuidaba desde lejos...la deseaba desde lejos. La amaba más de lo que la odiaba.

Ese abrazo parecía eterno igual que el dolor de la plata que había rasgado su carne, pero el estar con la persona amada mitigaba aquella molestia. Aprovechó todo el trayecto para descansar, para centrar sus energías en la aún lenta regeneración, y para enfocarse en alguna forma de salir de allí, de donde fuera que sería su destino. Ese destino se hizo efectivo horas después, en pleno atardecer. La Loba ya había notado que poco a poco aumentaban los guardias, esos malditos guardias que le hacían gruñir bajito y descuartizarlos mentalmente por hacer tanto daño no sólo a ellos, sino que a la sociedad francesa en su conjunto. La puerta se abrió y la malherida fue jalada con violencia lo que le valió un quejido fuerte y una mirada de reojo asesina a su captor, pero sólo esa reacción fue suficiente para tumbarla al suelo y colocarle cadenas mientras le halaban hacia atrás para precisamente lastimar más aún su actual punto débil. En medio de esos quejidos ahogados fue que vio cómo arrojaban al suelo a Sybelle por intentar liberarse, y no le faltaron ganas para saltar a defenderla; sí le faltaban energías, y unas cuantas capas de piel.

Con una mueca de dolor e impotencia fue llevada por los pasillos de aquella torre, y con los dientes apretados vio cómo arrojaban a Sybelle, lo que le privó de su propia atención, y de no reaccionar al menos decentemente ante su entrada a su celda que fue apenas segundos después que la de la cambiaformas, siendo arrojada por un sobrenatural, como pudo constatar por la fuerza utilizada, contra el frío suelo, azotándose el costado derecho. Devoró para sus adentros el dolor que le produjo la herida formada y las risas de triunfo de los que habían cumplido con su trabajo, que se marchaban con el sonido de la reja y posterior puerta cerrarse, dejando paso al silencio que parecía definitivo por largas horas.

Pero Gianella se encargó, nuevamente, de romper con lo establecido.

- Sybelle...

Fue inaudible.

- Sybelle...¿puedes...oírme?...

Un susurro rasposo, ronco. Cerró los ojos e incorporó la cabeza ensangrentada en su costado derecho, contrastando su mirada azulada ardiente con el acompañamiento símbolo del dolor que siempre había podido superar.

- Te voy...a sacar de aquí....

Y si Gianella lo decía, era porque iba a cumplirse. Sin importar qué.
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Mensaje por Mina Wayne Jue Mayo 17, 2012 8:15 am


Y la oscuridad era profunda, se cernía por todos lados como un abrazo asfixiante y doloroso, gateando en el suelo de roca me deje caer sentada, alzando una de mis manos deseando tocar la pared, los garrotes o a Gianella... pero la obscuridad se extendía mas allá de mi alcance, me habían arrojado a un pozo, que... cuando aquellas pisadas y voces desaparecieran, este iba a tragarme de pies a cabeza. Me abrace a mis rodillas, hundiendo mi rostro entre mis manos como cuando era una niña y echaba a llorar. En ese rincón del mundo nadie ni nada podía defenderme de mi misma, de mi propia estupidez, de mi propia arrogancia, de mi propia crueldad… en ese rincón podía escuchar la vocecita dulce de Lluvia preguntando por mí, podía verla corriendo por los pasillos de la casa de la noche, tirando de la falda de Marie para que la ayudara a buscar, podía escucharla llorar… y junto a ella, a la misma Doreen. Jared estaría preparando las armas junto con los demás chicos para ir en mi búsqueda, algunas en la guarida les ofrecerían rezos, el teniente arrugaría el papel donde le informaran de mi encarcelamiento, de mi muerte… y todos ellos vueltos locos por mi ridícula idea de encontrar mi pasado, por mi vanidad de considerarme lo suficientemente astuta para salir ganando, sin mencionar claro al peor de todos, a mi egoísmo! ese maldito que me hizo arrastrar a Gianella conmigo a la miseria. ¿Es que no tenía suficiente con haberle roto el corazón?, ¿ahora también iba a matarla?

Mis uñas se clavaron en mis antebrazos provocándome un dolor absurdo, una brisa que no se comparaba con la lacerante agonía de mis pensamientos. Era un parasito, un parasito que solo podía vivir aferrado a otras personas, robándoles la vida para poder sobrevivir. “¡Monstruo!” La palabra causo eco en mi interior y después de ello una fuerte punzada de dolor me sobrevino, mis manos se alzaron a los costados de mi rostro presionándose con fuerza, como si aquello pudiera tranquilizar a la horrible migraña que me obligo a tumbarme recostada sobre el piso, adolorida. No se cuanto tiempo estuve asi, pero el dolor cedió…. Lentamente… y fue una voz, susurrante y temblorosa la que me hizo salir de la voragine de confusión que me retenía…. luego esa voz se alzo y pude reconocer el timbre heroico y obstinado, el amor devoto y caprichoso.
Girándome a un costado me incorporase a medias, arrastrándome por esa oscuridad ahora con la guia de su voz, encontrándome con una pared recosa a la que mis manos acariciaban.

--- ¿Gianella? --- Solloce su nombre, colocando mi mejilla contra la pared… percatándome hasta entonces del ruido que provocaban las ratas, de sus patitas corriendo en lejanía…. si ellas tenían formas para moverse, significaba que yo también podría tener un camino, una forma de escape si me transformaba pero aquella opción no dejaba en libertad a Gianella. Y Yo no podia dejarla ahí sola, la idea idea era verdaderamente… monstruosa.
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Mensaje por Gianella Massone Dom Mayo 20, 2012 2:19 pm

Desde aquel día, Gianella jamás volvió a ser la misma. La frialdad de Los Alpes había congelado su pasado y destrozado su prsente, con un augurio inciertísimo para su futuro dsde el momento en que tuvo que huir ahuyentada de su propia ciudad natal por sus propios habitantes; esas mismas personas que hace nada le saludaban con una sonrisa y que de la noche a la mañana le apuntaban armas con un semblante iracundo y vengativo. ¡Era una niña de catorce años! Pero era una asesina. De sus propios padres.

Vagó por Europa con esa carga a cuestas, primero ocultándose y luego luchando contra aquellos que le miraban con odio, con desdén y desprecio a pesar de ser una cría que cada vez aparentaba menos edad de la que realmente tenía. No tenía a nadie que le ayudase, que le diera alimento o una conversación siquiera, y por eso tomó el camino de tomar lo ajeno, aunque al principio no fue demasiado efectiva. Todavía luce en su espalda la única marca que su regeneración no pudo eliminar de una golpiza monumental de la que no pudo escapar, pero aquel dolor no se comparaba en nada al sufrimiento que vivía cada noche en que la Luna se mostraba a plenitud. Primero fueron sus padres, y pronto se sumó una importante lista de víctimas. Como un ritual despertaba desnuda y, tras robar las ropas del malogrado cuerpo (o sus restos), se largaba a correr de nuevo, escondiéndose en la soledad y frialdad de los callejones o bosques, donde aquel corazón de piedra se partía en pedazos por un rato arrullada por el viento y el silencio, y por el calor de sus propias lágrimas.

Muchas veces pensé en acabar con mi calvario, pero pensé más veces en que no podía darme por vencida tan fácilmente.


Así fue como llegó a los bosques de Auvernia, y allí fue donde conoció a la que haría que su corazón recobrase el vigor y las ganas de vivir.

Ambas estaban solas, ambas se acompañaban únicamente por la naturaleza, pero cuando sus ojos se cruzaron, jamás pudieron separarse de nuevo. Ni siquiera ahora, cuando era una pared la que les privaba de estar tran juntas como durante el trayecto a esas celdas que parecían ser su hogar en su futuro inmediato.

Al menos para Gianella.

- Sí, soy yo...- respondió como una obviedad aparente, pero realmente era un alivio para las dos saberse tan cerca. Se arrastró guiada por su voz y su aroma hasta apegar la frente cálidamente ensangrentada al frío de las piedras pudiendo confirmar lo que ya había oído gracias a sus agudos sentidos segundos atrás.- Puedes oírlo, ¿cierto? El sonido de tu libertad...el sonido de tu salvación...- Susurró en un tono relativamente bajo pero suficiente para poder ser escuchado por la cambiaformas. No percibía presencias de vigilantes, pero mejor era no arriesgarse.- Transfórmate y sal de aquí...ve y busca ayuda, tengo para un buen rato en este lugar... - rió tratando de bromear pero luego calló. Estaba sufriendo en silencio. Podía escuchar sus negativas, sus ruegos, sus deseos enérgicos de que estuviera bien - No permitas que nuestro sueño acabe aquí...- Insistió cuando pudo disfrazar de neutralidad su voz adolorida. Podía sentir el dolor de ella pero debía hacerlo, debía aprovechar que todos creían que ella era Sybelle para distraer y engañar a sus captores, para darles un poco más de tiempo a los rebeldes de rearmarse ante la situación adversa a la que se enfrentaban. - ¡Hazlo! - dijo en un quejido y apoyó más fuerte la cabeza en la pared, cerrando los ojos con fuerza en una súplica desesperada.

La llama azul se estaba consumiendo.
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Mensaje por Mina Wayne Sáb Jun 23, 2012 6:09 pm


Y nuevamente, en un rincón del mundo las dos, el mundo derrumbándose en tinieblas y yo aferrándome a esa voz orgullosa. Era extraña y misteriosa la forma en que el mundo daba tantas vueltas, pero al final las cosas siempre volvían al principio. Estábamos atrapados en un ciclo. Mi corazón bombeaba tan veloz como el de las ratas que a lo lejos escuchábamos, hasta para mi resultaba un poco repugnante como su chillido desdeñoso presentara a la vez una libertad futura. Una oportunidad... y la idea monstruosa seguía aflorando en mi mente una y otra vez, imaginar a Lluvia me hacia desear correr y correr hasta llegar a ella, pero bastaba con prestar atención al aroma dulce y fuerte a la vez, agresivo y nostálgico de Gianella para mantener hecha un ovillo sobre la pared, clavando mis uñas en la pared, rasgándola, lastimando mis dedos humanos, mis garras disfrazadas en la suavidad de la piel. Ella hablaba en un susurro firme, tenso, ¿No sentía miedo?, ¿es que ni siquiera la posibilidad de un encierro en la celda sin ventanas con la promesa de muerte podían aterrarla?

Porque yo si tenia mucho miedo, y demasiado. Tanto por ella, quien había caído en la trampa del oso solo por seguirme, y tanto por mi, que ahora cuando parecía estar en el mismo fondo de la miseria podía darme cuenta que mi vida no era tan insignificante como pensaba y que muchos me necesitaban... muchos también necesitaban a Gianella. Los rostros de los niños hambrientos como los de mi hija desfilaban frente a mi, y yo seguía llorando como una niña pequeña a la que han herido. Pero nadie me habia herido salvo yo misma, estaba pagando mis propios delitos y me merecía el sentir como mi corazón se destrozaba. Me lo merecía de verdad...

--- ¿Co... mo me... me...me p-p-puedo ir sin... ti? --- Gimoteo, y estaba hiperventilando tanto en mi propio llanto que no supe si ella entendería mis palabras, ni siquiera las entendia yo. Me sentía estupida actuando asi mientras ella intentaba ser razonadora y hasta consolándome. A una revolucion mis pensamientos iban, buscando alguna posibilidad, para Gianella el que huyera era una esperanza para ambas... pues podria traer ayuda, para mi huir era una crueldad... fue serenando mi respiracion, Gianella no merecia que cayera en esa locura y nos condenara de verdad... --- ¿T... tu... v-vas a es...tar bien? --- Pregunte en un tartamudeo lastimero, apartandome un momento de la pared para limpiar mis mejillas y luego "contemplarla", como si Gianella estuviera enfrente y no existiera esa oscuridad que se burlaba de mis ruegos. No sabia si mis ojos estaban abiertos o cerrados pero la escuchaba, a su corazon latiendo, su sangre corriendo por sus venas de fuego... tarde un par de minutos en recomponerme ---. Lo siento, Gianella.... lo siento mucho, nunca quise que nada de esto nos pasara... perdon.... --- Era demasiado doloroso... ni siquiera me permitia imaginar su rostro o de lo contrario podria quebrarme, aun mas... mas de lo que ya me habia quebrado--- te juro por mi vida que saldras de esta, que saldremos... vendre por ti, lo hare. S... so... solo resiste, si?

Quise decir otra cosa, una pequeña frase que se agitaba en mi garganta, pero tenia tanto miedo de expresarla, de que fuera una despedida, que en mis pensamientos me hice un juramento, que se lo diria la proxima vez que nos vieramos, porque tendria que haber otra, asi acabara con mi vida de por medio. Y sumida en esos pensamientos mis formas comenzaron a cambiarme y mi dolor, mis lagrimas y mi verguenza se fueron minimizando en una gentil migraña. El felino se estiro bajo la tela en un salto, arañando la pared en señal y los instintos afloraron, los ruidos se hicieron aun mas fuertes y el olor de la plata ofusco mis fosas nasales... ellos sabian lo que eramos, y la salida no iba a ser tan facil... pero saldria, saldria y volveria. Era un juramento...

¨[Cerrado]


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