AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
Espacios libres: 11/40
Afiliaciones élite: ABIERTAS
Última limpieza: 1/04/24
En Victorian Vampires valoramos la creatividad, es por eso que pedimos respeto por el trabajo ajeno. Todas las imágenes, códigos y textos que pueden apreciarse en el foro han sido exclusivamente editados y creados para utilizarse únicamente en el mismo. Si se llegase a sorprender a una persona, foro, o sitio web, haciendo uso del contenido total o parcial, y sobre todo, sin el permiso de la administración de este foro, nos veremos obligados a reportarlo a las autoridades correspondientes, entre ellas Foro Activo, para que tome cartas en el asunto e impedir el robo de ideas originales, ya que creemos que es una falta de respeto el hacer uso de material ajeno sin haber tenido una previa autorización para ello. Por favor, no plagies, no robes diseños o códigos originales, respeta a los demás.
Así mismo, también exigimos respeto por las creaciones de todos nuestros usuarios, ya sean gráficos, códigos o textos. No robes ideas que les pertenecen a otros, se original. En este foro castigamos el plagio con el baneo definitivo.
Todas las imágenes utilizadas pertenecen a sus respectivos autores y han sido utilizadas y editadas sin fines de lucro. Agradecimientos especiales a: rainris, sambriggs, laesmeralda, viona, evenderthlies, eveferther, sweedies, silent order, lady morgana, iberian Black arts, dezzan, black dante, valentinakallias, admiralj, joelht74, dg2001, saraqrel, gin7ginb, anettfrozen, zemotion, lithiumpicnic, iscarlet, hellwoman, wagner, mjranum-stock, liam-stock, stardust Paramount Pictures, y muy especialmente a Source Code por sus códigos facilitados.
Victorian Vampires by Nigel Quartermane is licensed under a
Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 3.0 Unported License.
Creado a partir de la obra en https://victorianvampires.foroes.org
Últimos temas
Emanuelle Di Gennaro
2 participantes
Página 1 de 1.
Emanuelle Di Gennaro
Nombre: Emanuelle Di Gennaro Lacoste.
Edad: 400 años reales, 30 aparentes.
Especie: Vampiro.
Clase social / Cargo: Clase alta.
Orientación sexual: Heterosexual.
Lugar de Origen: Verona, Italia.
Habilidad/Poder:
-Sanación acelerada: Habilidad para curar rápidamente de cualquier lesión. El tiempo de recuperación varía según el personaje.
- Persuasión: Capacidad de hacer que otras personas realicen acciones, sin que éstas puedan negarse, mediante palabras con entonación imperativa, es decir, ordenándolas.
-Clarividencia: Es la habilidad de encontrar a cualquier persona, aún sin haberla visto, teniendo como referencia algo de la persona o una foto.
Descripción física:
Emanuelle es un hombre alto, fornido, de más de 180 centímetros y 100 kg de peso. Poseé un cuerpo bien ejercitado, torneado y musculoso, herencia indudable de sus ascendientes Espartanos. Sus extremidades son fuertes y robustas, así como su torso, perfectamente marcado, que parece haber sido moldeado por el mismísimo Júpiter. Tiene una boca pequeña, de labios gruesos, delimitada por una barba prolija, del mismo color que su cabello. La piel, de un tono ligeramente tostado resalta sus brillantes ojos celestes. Su cabellera castaña y lisa, muy abundante, siempre perfectamente recortada y peinada, termina de darle a sus finas facciones varoniles, y a todo su encanto masculino, un cierto aire de inocencia y timidez. La verdad es, que tras ese bello rostro -quizá hasta dulce- se esconden los restos del alma de un despiadado demonio.
Descripción psicológica:
Una sola palabra podría definir a la perfección la personalidad y conducta de Emanuelle: Difícil. Altivo, soberbio, arrogante, quizá como la mayoría de los aristócratas y nobles, quizá un poco más que cualquiera de ellos. Lo cierto es, que casi en un perfecto, pero delicadísimo equilibrio con su naturaleza egoísta, orgullosa y altanera, coexiste un ser apacible, tranquilo, sereno y solitario. Es un hombre fiel cuando sus intereses lo requieren, pero jamás dudaría en traicionar para conseguir lo que desea. Extremadamente manipulador y persuasivo, caballeroso y cortés con las damas, desafiante e intolerante con los hombres, le resulta casi imposible convivir o tratar con cordialidad a los de su especie. Nunca ha estado casado, ni tampoco enamorado, pese a su longevidad. Respeta a las mujeres, a pesar de su ideología un tanto machista. Muy reservado y formal jamás será visto en situaciones comprometedoras, arriesgadas o embarazosas. Es un caballero de pies a cabeza. Su educación comenzó a temprana edad, adquiriendo habilidades como la esgrima, la equitación, y encargado a grandes institutrices de la época (1410 aproximadamente), le fueron enseñadas las distintas ramas de la ciencia, política, letras y arte. El haber pasado cuatrocientos años sobre la tierra lo ha dotado de gran cultura, por lo que es difícil, sino imposible, llevar discusiones sobre historia y otras materias con él, no solo porque tiene la gran habilidad de tornar las conversaciones rápidamente a su favor, sino porque jamás aceptaría una derrota.
Historia:
Cuando abrí los ojos estaba tendido en el suelo, completamente desnudo, con el cuerpo débil y extremadamente frío. Me costó levantar los párpados lo suficiente como para que la luz penetrara en mis pupilas contraídas. Más aún me costó fijar la vista, conseguir una imagen nítida de todo lo que me rodeaba. Poco a poco, un dolor punzante, comenzó a invadirme. Podía sentirlo en mi cuello y en mi muñeca izquierda. Me dolía la cabeza, estaba mareado y cansado. ¿Qué sucede? Me pregunté. No podía recordar nada. No sabía dónde estaba. Cerré los ojos e intenté hurgar en mi memoria. Si... Una mujer de cabellos rubios, la bebida en aquel hotel... La habitación toda alfombrada en tonos escarlatas... Abrí los ojos de golpe, y allí estaba. Un mundo rojo que se cernía sobre mi cuerpo herido. No necesitaba más. Pero... ¿Cuántos días habrían pasado? Supuse que no muchos, pues nadie se había percatado de mi ausencia, nadie había venido por mí. Recurriendo a todas mis fuerzas, me incorporé, tambaleante y nauseabundo. Caminé lentamente hacia el baño, ayudándome de todo lo que tenía al alcance de mi mano para no caer de bruces al suelo. Atravesé la puerta, hallé el espejo. Mis ojos, todo mi aspecto era distinto... Más... ¿Frío? Muerto. Parecía un cadáver. Entonces me invadió una oleada de náuseas al recordarlo todo súbitamente...
17 de enero de 1370, Verona, Italia. Allí comienza mi historia. La historia de una familia que surgió en Esparta, desde donde nuestros ascendientes viajaron a Roma. La bisabuela de mi padre, contrajo matrimonio con el Conde del Sacro Imperio, adquiriendo a su vez el título de nobleza. Así nos introdujimos en la corte, muchos años atrás. La dinastía Di Gennaro adquirió rápidamente poder e influencia en toda Europa occidental, mientras el título nobiliario se iba pasando generación tras generación, a los varones y mujeres primogénitos de la familia. En 1360 mi padre fue nombrado Conde. Vivía con mi madre aún en Roma. Pasaron diez años, apacibles años en los que mis progenitores vivieron entre riquezas e intentando huir a las guerras, persecuciones y pestes. Se refugiaron en su palacio, aislado de la ciudad, completamente amurallado. Nuestras tierras y nuestro poder se extendían hasta el mar. Poco antes de mi nacimiento, mis padres viajaron a Verona, donde mi madre dio a luz a las precoces veintiocho semanas de gestación. Pero yo era la viva imagen de los perfectos niños espartanos. Mi tranquila infancia, transcurrió en Roma, no visité Verona sino muchos años después de mi muerte. Mis padres se dedicaron por completo a mí, que fui educado y enseñado por las mejores institutrices de toda Italia. Desde pequeño fui aficionado a la esgrima y a la equitación. Tenía más de veinte caballos a disposición, y por supuesto no llegué siquiera a montar a la mitad. Siempre fui un consentido, jamás me pusieron los límites que los padres normales ponían a sus hijos, siempre hacía lo que me placía, y ya desde mi más tierna infancia era un niño caprichoso y soberbio. Durante mi adolescencia comencé a interesarme mucho por la política. Sin embargo, la mayor parte de mi tiempo la ocupaba en fortalecer mi cuerpo, indudable herencia espartana. Cultivé mente y cuerpo como una unidad, intentando absorber todo el conocimiento que me era proporcionado. A los veinte años, realicé un viaje por todos los rincones de Europa, que me tomó más de tres años. Al volver me encontré una sorpresa muy poco grata. Mis padres deseaban que me desposara. Por supuesto, había probado la delicada carne de las mujeres, sin embargo, entre ellas y yo jamás se habían interpuesto los sentimientos. He de aclarar, que jamás visité un burdel. Las cortesanas me dan asco. Repudio a las mujeres y hombres que venden su intimidad al bajo precio de la necesidad. Jamás pondría mis manos sobre mujerzuelas como esas. Siempre me he rodeado de mujeres de alcurnia, bellas damas con clase, esas que disfrutan del coqueteo y el cortejo, esas que jamás abrirían sus piernas por limosna. Ante aquella petición me negué rotundamente. No iba a desposarme con nadie aún. No estaba listo, y además deseaba continuar viajando. No pretendía en ese entonces atarme a una mujer, a una casa, y mucho menos deseaba compartir mi vida. Siempre fui un hombre impredecible y libre. Y lo sigo siendo. Mis padres se entristecieron, pero nunca fue su intención convencerme o persuadirme. Sabían que no lo lograrían, así que prefirieron desistir a fallar.
Cuando cumplí veintisiete años, compré una hermosa mansión en París. Había visitado Francia cientos de veces, y me habían enceguecido de inmediato su belleza y elegancia, eligiendo su capital para establecer mi residencia. Era el lugar perfecto para comenzar mi vida, ahora sí, estaba sentado cabeza -quizá porque a los veintisiete años sentía la presión natural (o quizá impuesta por la sociedad) de tener descendencia-. Me mudé poco tiempo después. De tanto en tanto volvía a Roma, para ayudar a mi padre en sus tareas (siempre le habían servido mis consejos, y aceptaba agradecido mi ayuda cuando se la ofrecía). No había conseguido esposa, aunque admito, tampoco la había buscado. Las mujeres no toleraban mi soberbia y ególatra forma de ser, y en el fondo jamás creía haber encontrado a la dama correcta, por lo que sus acusaciones contra mi poco me importaban, y tan rápido como habían llegado a mi vida, se marchaban. Hasta que conocí a Denisse. Denisse no era como las demás jóvenes. Había tanto misterio en sus ojos, que no necesité cruzar más de dos palabras con ella para enloquecer. Era extremadamente sensual y calma. Era la primera vez que una mujer me atraía así, aunque suponía que aquello no era amor, sino curiosidad. Una curiosidad muy poderosa. Aparentemente ella pensaba lo mismo de mi, pues no se negaba a mis coqueteos y caricias. Aquella noche, la primera y última vez que la vi, me encontraba bebiendo en el restaurante de un hotel de lujo. Como si me hubiese estado buscando toda su vida, atravesó la puerta principal con los fieros ojos grises clavados en mí. Me sobresalté. Jamás la había visto antes, pero ella caminaba firme y decididamente hacia la mesa que yo ocupaba, con una seguridad y soltura que me fascinaban. Se sentó a mi lado y pidió un vaso de vino. Yo estaba petrificado, quería preguntarle mil cosas, pero no me salían las palabras. Unos instantes luego, con el vaso intacto, se levantó de la silla, tan repentinamente como había llegado, y me tendió la mano.
-Mi nombre es Denisse, ven conmigo, quiero enseñarte algo.- Dijo mientas me incorporaba tomando torpemente sus delicados dedos entre los míos.
La seguí, como presa de un sortilegio, como si mis piernas se hubiesen independizado de mi cuerpo, e hiciesen lo que ella ordenaba. Subimos las escaleras y giramos en una esquina. Ella llevaba un vestido hermoso, supe -aún no se cómo- que esa mujer no era una de las horribles rameras. Era una joven elegantísima, de evidente noble cuna. Abrió una de las puertas y me hizo un gesto para que la siguiera. Encendió la luz y trancó la puerta. Arriba de una mesita había una botella y dos copas.
-Quiero que bebas conmigo- Sonrió y en su mejilla se dibujaron dos hoyuelos encantadores. Bebí sin preguntar, sin cuestionar. Solo bebí y observé como ella me observaba. Me sirvió una, dos y tres copas, hasta que la botella quedó vacía y yo mareado. Me recosté sobre la cama. Ella se incorporó y se sentó a mi lado. Su semblante no transmitía ningún sentimiento. Puse mis manos sobre su falda, víctima de un repentino deseo. Comencé a acariciarla. Era una mujer preciosa. Se dejaba tocar, cerraba los ojos y disfrutaba del contacto de mis manos. La tumbé sobre la cama, y me coloqué sobre ella. Acerqué mi cara a la suya, mientras pasaba mis dedos sobre sus pechos. Estaba fría. Quizá fue la borrachera, pero en ese momento no presté atención al inquietante detalle. Le desabroché el vestido. Ella se relamía. Me disponía a besarla cuando una de sus manos me tomó por la espalda y me tiró con fuerza sobre la cama. Entonces fue ella quién se sentó sobre mí, tomándome de ambas manos con una fuerza sorprendente. La violencia y la rapidez de su ataque me asustaron. Intenté zafarme, pero tenía mucha más fuerza que yo. Mi corazón comenzó a latir rápido, podía sentir como palpitaba la sangre en mi garganta.
-Lo siento Emanuelle, no es nada personal- Susurró a mi oído. Se acercó a mi cuello y me mordió. Lancé un grito de dolor y espanto. Comencé a dar patadas y a agitar los brazos, que sin suerte permanecían aferrados a la cama bajo el cuerpo y las manos de ella. Sentía sus dientes puntiagudos lacerándome la carne, sentía como mi sangre fluía como un río a través de su cuerpo inerte. Sabía lo que era ella. Sabía lo que sucedía cuando un vampiro bebía la sangre de un mortal. Lentamente fui cediendo a la inconsciencia, ya no podía luchar, su festín había acabado con mis energías. Me desmayé y cuando desperté estaba desnudo y sudoroso tendido en el piso de la habitación.
Acostumbrarme a un cuerpo como el que tenía ahora no me fue nada fácil. Sobre todo esconder mi eterna juventud de todos aquellos que me rodeaban se transformó en una tarea bastante complicada. Los primeros años me encerré en mi mansión. Solo salía de vez en cuando en busca de alimento y a ciertas reuniones sociales que no podía escapar. Tenía vergüenza y miedo de mi nueva condición. Pero con el tiempo, fui encontrándole más cosas útiles que desventajas, hasta llegar al punto en que mi inmortalidad se transformó en el mejor de los dones que Dios, si es que existe, me podría haber regalado. Unos años después de mi transformación, me llegó una carta desde Roma.
(...) no me quedan muchos días de vida, pero antes de marcharme, y para poder ir en paz, necesitaba pedirte disculpas hijo mío. ¿Serás capaz perdonarme por todo el sufrimiento que te he causado?, se que no te fue fácil acostumbrarte, pero créeme, lo hice por tu bien. Este es el mayor regalo que jamás podría haberte dado. Sé que pronto comprenderás como aprovecharlo sé que el nombre de nuestra familia será todo un capítulo en los libros de historia (...)
Aún no he hallado las palabras que describan adecuadamente lo que sentí tras leer esas líneas. Mi propio padre había causado todo esto. Él había planeado mi encuentro con Denisse, había puesto fecha y hora a mi muerte, el había elegido mi destino. Reí y lloré durante horas, mientras escapaba por un pelo a la locura. ¡Maldito y bendito seas, padre! Pero la mayor de mis dudas, el porqué de todo este juego que me envolvió sin pedirme permiso jamás pude saberlo, pues la noche que partí hacia Roma el murió en su palacio. Tras una breve ceremonia, me fue cedido el título de Conde del Sacro Imperio. Permanecí en Roma hasta la muerte de mi madre, cinco años después. Desde entonces, mi cuerpo atemporal se ha movido a lo largo del mundo. He estado aquí y allá. He cruzado los anchos océanos, me he enriquecido día a día. He visto el mundo morir y renacer cientos de veces. Y me divierte. Me divierte ver como los mortales se marchitan, como se marchan, como padecen la enfermedad y la miseria. Soy un asesino, y lo seguiré siendo mientras mis venas me pidan a gritos saciar su sed de sangre humana. Perseguiré, mataré y me alimentaré de quien me plazca, cuando me plazca. No le temo a nada ni a nadie, y no tengo que responder ante nadie por mis actos ni mis hábitos, siempre y cuando tenga la inteligencia y la discreción necesarias para no cometer errores. Cada vez que la soledad me encuentra tendido mirando la nada, puedo ver el rostro de quién me engendró, veo la astucia y el valor en sus ojos, Y ahora, luego de cuatrocientos años de inmortalidad, estoy listo para responder a su pregunta.
Te perdono.
Edad: 400 años reales, 30 aparentes.
Especie: Vampiro.
Clase social / Cargo: Clase alta.
Orientación sexual: Heterosexual.
Lugar de Origen: Verona, Italia.
Habilidad/Poder:
-Sanación acelerada: Habilidad para curar rápidamente de cualquier lesión. El tiempo de recuperación varía según el personaje.
- Persuasión: Capacidad de hacer que otras personas realicen acciones, sin que éstas puedan negarse, mediante palabras con entonación imperativa, es decir, ordenándolas.
-Clarividencia: Es la habilidad de encontrar a cualquier persona, aún sin haberla visto, teniendo como referencia algo de la persona o una foto.
Descripción física:
- Spoiler:
Emanuelle es un hombre alto, fornido, de más de 180 centímetros y 100 kg de peso. Poseé un cuerpo bien ejercitado, torneado y musculoso, herencia indudable de sus ascendientes Espartanos. Sus extremidades son fuertes y robustas, así como su torso, perfectamente marcado, que parece haber sido moldeado por el mismísimo Júpiter. Tiene una boca pequeña, de labios gruesos, delimitada por una barba prolija, del mismo color que su cabello. La piel, de un tono ligeramente tostado resalta sus brillantes ojos celestes. Su cabellera castaña y lisa, muy abundante, siempre perfectamente recortada y peinada, termina de darle a sus finas facciones varoniles, y a todo su encanto masculino, un cierto aire de inocencia y timidez. La verdad es, que tras ese bello rostro -quizá hasta dulce- se esconden los restos del alma de un despiadado demonio.
Descripción psicológica:
Una sola palabra podría definir a la perfección la personalidad y conducta de Emanuelle: Difícil. Altivo, soberbio, arrogante, quizá como la mayoría de los aristócratas y nobles, quizá un poco más que cualquiera de ellos. Lo cierto es, que casi en un perfecto, pero delicadísimo equilibrio con su naturaleza egoísta, orgullosa y altanera, coexiste un ser apacible, tranquilo, sereno y solitario. Es un hombre fiel cuando sus intereses lo requieren, pero jamás dudaría en traicionar para conseguir lo que desea. Extremadamente manipulador y persuasivo, caballeroso y cortés con las damas, desafiante e intolerante con los hombres, le resulta casi imposible convivir o tratar con cordialidad a los de su especie. Nunca ha estado casado, ni tampoco enamorado, pese a su longevidad. Respeta a las mujeres, a pesar de su ideología un tanto machista. Muy reservado y formal jamás será visto en situaciones comprometedoras, arriesgadas o embarazosas. Es un caballero de pies a cabeza. Su educación comenzó a temprana edad, adquiriendo habilidades como la esgrima, la equitación, y encargado a grandes institutrices de la época (1410 aproximadamente), le fueron enseñadas las distintas ramas de la ciencia, política, letras y arte. El haber pasado cuatrocientos años sobre la tierra lo ha dotado de gran cultura, por lo que es difícil, sino imposible, llevar discusiones sobre historia y otras materias con él, no solo porque tiene la gran habilidad de tornar las conversaciones rápidamente a su favor, sino porque jamás aceptaría una derrota.
Historia:
Cuando abrí los ojos estaba tendido en el suelo, completamente desnudo, con el cuerpo débil y extremadamente frío. Me costó levantar los párpados lo suficiente como para que la luz penetrara en mis pupilas contraídas. Más aún me costó fijar la vista, conseguir una imagen nítida de todo lo que me rodeaba. Poco a poco, un dolor punzante, comenzó a invadirme. Podía sentirlo en mi cuello y en mi muñeca izquierda. Me dolía la cabeza, estaba mareado y cansado. ¿Qué sucede? Me pregunté. No podía recordar nada. No sabía dónde estaba. Cerré los ojos e intenté hurgar en mi memoria. Si... Una mujer de cabellos rubios, la bebida en aquel hotel... La habitación toda alfombrada en tonos escarlatas... Abrí los ojos de golpe, y allí estaba. Un mundo rojo que se cernía sobre mi cuerpo herido. No necesitaba más. Pero... ¿Cuántos días habrían pasado? Supuse que no muchos, pues nadie se había percatado de mi ausencia, nadie había venido por mí. Recurriendo a todas mis fuerzas, me incorporé, tambaleante y nauseabundo. Caminé lentamente hacia el baño, ayudándome de todo lo que tenía al alcance de mi mano para no caer de bruces al suelo. Atravesé la puerta, hallé el espejo. Mis ojos, todo mi aspecto era distinto... Más... ¿Frío? Muerto. Parecía un cadáver. Entonces me invadió una oleada de náuseas al recordarlo todo súbitamente...
17 de enero de 1370, Verona, Italia. Allí comienza mi historia. La historia de una familia que surgió en Esparta, desde donde nuestros ascendientes viajaron a Roma. La bisabuela de mi padre, contrajo matrimonio con el Conde del Sacro Imperio, adquiriendo a su vez el título de nobleza. Así nos introdujimos en la corte, muchos años atrás. La dinastía Di Gennaro adquirió rápidamente poder e influencia en toda Europa occidental, mientras el título nobiliario se iba pasando generación tras generación, a los varones y mujeres primogénitos de la familia. En 1360 mi padre fue nombrado Conde. Vivía con mi madre aún en Roma. Pasaron diez años, apacibles años en los que mis progenitores vivieron entre riquezas e intentando huir a las guerras, persecuciones y pestes. Se refugiaron en su palacio, aislado de la ciudad, completamente amurallado. Nuestras tierras y nuestro poder se extendían hasta el mar. Poco antes de mi nacimiento, mis padres viajaron a Verona, donde mi madre dio a luz a las precoces veintiocho semanas de gestación. Pero yo era la viva imagen de los perfectos niños espartanos. Mi tranquila infancia, transcurrió en Roma, no visité Verona sino muchos años después de mi muerte. Mis padres se dedicaron por completo a mí, que fui educado y enseñado por las mejores institutrices de toda Italia. Desde pequeño fui aficionado a la esgrima y a la equitación. Tenía más de veinte caballos a disposición, y por supuesto no llegué siquiera a montar a la mitad. Siempre fui un consentido, jamás me pusieron los límites que los padres normales ponían a sus hijos, siempre hacía lo que me placía, y ya desde mi más tierna infancia era un niño caprichoso y soberbio. Durante mi adolescencia comencé a interesarme mucho por la política. Sin embargo, la mayor parte de mi tiempo la ocupaba en fortalecer mi cuerpo, indudable herencia espartana. Cultivé mente y cuerpo como una unidad, intentando absorber todo el conocimiento que me era proporcionado. A los veinte años, realicé un viaje por todos los rincones de Europa, que me tomó más de tres años. Al volver me encontré una sorpresa muy poco grata. Mis padres deseaban que me desposara. Por supuesto, había probado la delicada carne de las mujeres, sin embargo, entre ellas y yo jamás se habían interpuesto los sentimientos. He de aclarar, que jamás visité un burdel. Las cortesanas me dan asco. Repudio a las mujeres y hombres que venden su intimidad al bajo precio de la necesidad. Jamás pondría mis manos sobre mujerzuelas como esas. Siempre me he rodeado de mujeres de alcurnia, bellas damas con clase, esas que disfrutan del coqueteo y el cortejo, esas que jamás abrirían sus piernas por limosna. Ante aquella petición me negué rotundamente. No iba a desposarme con nadie aún. No estaba listo, y además deseaba continuar viajando. No pretendía en ese entonces atarme a una mujer, a una casa, y mucho menos deseaba compartir mi vida. Siempre fui un hombre impredecible y libre. Y lo sigo siendo. Mis padres se entristecieron, pero nunca fue su intención convencerme o persuadirme. Sabían que no lo lograrían, así que prefirieron desistir a fallar.
Cuando cumplí veintisiete años, compré una hermosa mansión en París. Había visitado Francia cientos de veces, y me habían enceguecido de inmediato su belleza y elegancia, eligiendo su capital para establecer mi residencia. Era el lugar perfecto para comenzar mi vida, ahora sí, estaba sentado cabeza -quizá porque a los veintisiete años sentía la presión natural (o quizá impuesta por la sociedad) de tener descendencia-. Me mudé poco tiempo después. De tanto en tanto volvía a Roma, para ayudar a mi padre en sus tareas (siempre le habían servido mis consejos, y aceptaba agradecido mi ayuda cuando se la ofrecía). No había conseguido esposa, aunque admito, tampoco la había buscado. Las mujeres no toleraban mi soberbia y ególatra forma de ser, y en el fondo jamás creía haber encontrado a la dama correcta, por lo que sus acusaciones contra mi poco me importaban, y tan rápido como habían llegado a mi vida, se marchaban. Hasta que conocí a Denisse. Denisse no era como las demás jóvenes. Había tanto misterio en sus ojos, que no necesité cruzar más de dos palabras con ella para enloquecer. Era extremadamente sensual y calma. Era la primera vez que una mujer me atraía así, aunque suponía que aquello no era amor, sino curiosidad. Una curiosidad muy poderosa. Aparentemente ella pensaba lo mismo de mi, pues no se negaba a mis coqueteos y caricias. Aquella noche, la primera y última vez que la vi, me encontraba bebiendo en el restaurante de un hotel de lujo. Como si me hubiese estado buscando toda su vida, atravesó la puerta principal con los fieros ojos grises clavados en mí. Me sobresalté. Jamás la había visto antes, pero ella caminaba firme y decididamente hacia la mesa que yo ocupaba, con una seguridad y soltura que me fascinaban. Se sentó a mi lado y pidió un vaso de vino. Yo estaba petrificado, quería preguntarle mil cosas, pero no me salían las palabras. Unos instantes luego, con el vaso intacto, se levantó de la silla, tan repentinamente como había llegado, y me tendió la mano.
-Mi nombre es Denisse, ven conmigo, quiero enseñarte algo.- Dijo mientas me incorporaba tomando torpemente sus delicados dedos entre los míos.
La seguí, como presa de un sortilegio, como si mis piernas se hubiesen independizado de mi cuerpo, e hiciesen lo que ella ordenaba. Subimos las escaleras y giramos en una esquina. Ella llevaba un vestido hermoso, supe -aún no se cómo- que esa mujer no era una de las horribles rameras. Era una joven elegantísima, de evidente noble cuna. Abrió una de las puertas y me hizo un gesto para que la siguiera. Encendió la luz y trancó la puerta. Arriba de una mesita había una botella y dos copas.
-Quiero que bebas conmigo- Sonrió y en su mejilla se dibujaron dos hoyuelos encantadores. Bebí sin preguntar, sin cuestionar. Solo bebí y observé como ella me observaba. Me sirvió una, dos y tres copas, hasta que la botella quedó vacía y yo mareado. Me recosté sobre la cama. Ella se incorporó y se sentó a mi lado. Su semblante no transmitía ningún sentimiento. Puse mis manos sobre su falda, víctima de un repentino deseo. Comencé a acariciarla. Era una mujer preciosa. Se dejaba tocar, cerraba los ojos y disfrutaba del contacto de mis manos. La tumbé sobre la cama, y me coloqué sobre ella. Acerqué mi cara a la suya, mientras pasaba mis dedos sobre sus pechos. Estaba fría. Quizá fue la borrachera, pero en ese momento no presté atención al inquietante detalle. Le desabroché el vestido. Ella se relamía. Me disponía a besarla cuando una de sus manos me tomó por la espalda y me tiró con fuerza sobre la cama. Entonces fue ella quién se sentó sobre mí, tomándome de ambas manos con una fuerza sorprendente. La violencia y la rapidez de su ataque me asustaron. Intenté zafarme, pero tenía mucha más fuerza que yo. Mi corazón comenzó a latir rápido, podía sentir como palpitaba la sangre en mi garganta.
-Lo siento Emanuelle, no es nada personal- Susurró a mi oído. Se acercó a mi cuello y me mordió. Lancé un grito de dolor y espanto. Comencé a dar patadas y a agitar los brazos, que sin suerte permanecían aferrados a la cama bajo el cuerpo y las manos de ella. Sentía sus dientes puntiagudos lacerándome la carne, sentía como mi sangre fluía como un río a través de su cuerpo inerte. Sabía lo que era ella. Sabía lo que sucedía cuando un vampiro bebía la sangre de un mortal. Lentamente fui cediendo a la inconsciencia, ya no podía luchar, su festín había acabado con mis energías. Me desmayé y cuando desperté estaba desnudo y sudoroso tendido en el piso de la habitación.
Acostumbrarme a un cuerpo como el que tenía ahora no me fue nada fácil. Sobre todo esconder mi eterna juventud de todos aquellos que me rodeaban se transformó en una tarea bastante complicada. Los primeros años me encerré en mi mansión. Solo salía de vez en cuando en busca de alimento y a ciertas reuniones sociales que no podía escapar. Tenía vergüenza y miedo de mi nueva condición. Pero con el tiempo, fui encontrándole más cosas útiles que desventajas, hasta llegar al punto en que mi inmortalidad se transformó en el mejor de los dones que Dios, si es que existe, me podría haber regalado. Unos años después de mi transformación, me llegó una carta desde Roma.
(...) no me quedan muchos días de vida, pero antes de marcharme, y para poder ir en paz, necesitaba pedirte disculpas hijo mío. ¿Serás capaz perdonarme por todo el sufrimiento que te he causado?, se que no te fue fácil acostumbrarte, pero créeme, lo hice por tu bien. Este es el mayor regalo que jamás podría haberte dado. Sé que pronto comprenderás como aprovecharlo sé que el nombre de nuestra familia será todo un capítulo en los libros de historia (...)
Aún no he hallado las palabras que describan adecuadamente lo que sentí tras leer esas líneas. Mi propio padre había causado todo esto. Él había planeado mi encuentro con Denisse, había puesto fecha y hora a mi muerte, el había elegido mi destino. Reí y lloré durante horas, mientras escapaba por un pelo a la locura. ¡Maldito y bendito seas, padre! Pero la mayor de mis dudas, el porqué de todo este juego que me envolvió sin pedirme permiso jamás pude saberlo, pues la noche que partí hacia Roma el murió en su palacio. Tras una breve ceremonia, me fue cedido el título de Conde del Sacro Imperio. Permanecí en Roma hasta la muerte de mi madre, cinco años después. Desde entonces, mi cuerpo atemporal se ha movido a lo largo del mundo. He estado aquí y allá. He cruzado los anchos océanos, me he enriquecido día a día. He visto el mundo morir y renacer cientos de veces. Y me divierte. Me divierte ver como los mortales se marchitan, como se marchan, como padecen la enfermedad y la miseria. Soy un asesino, y lo seguiré siendo mientras mis venas me pidan a gritos saciar su sed de sangre humana. Perseguiré, mataré y me alimentaré de quien me plazca, cuando me plazca. No le temo a nada ni a nadie, y no tengo que responder ante nadie por mis actos ni mis hábitos, siempre y cuando tenga la inteligencia y la discreción necesarias para no cometer errores. Cada vez que la soledad me encuentra tendido mirando la nada, puedo ver el rostro de quién me engendró, veo la astucia y el valor en sus ojos, Y ahora, luego de cuatrocientos años de inmortalidad, estoy listo para responder a su pregunta.
Te perdono.
Última edición por Emanuelle Di Gennaro el Lun Dic 26, 2011 11:40 pm, editado 2 veces
Emanuelle Di Gennaro- Vampiro/Realeza
- Mensajes : 19
Fecha de inscripción : 26/12/2011
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Emanuelle Di Gennaro
En cuanto termines tu ficha postea avisando para que un miembro del staff pase a revisarla. Gracias.
{El cargo que solicitaste te fue cedido}
{El cargo que solicitaste te fue cedido}
Tarik Pattakie- Vampiro/Realeza
- Mensajes : 7350
Fecha de inscripción : 19/06/2010
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Emanuelle Di Gennaro
Lista.
Emanuelle Di Gennaro- Vampiro/Realeza
- Mensajes : 19
Fecha de inscripción : 26/12/2011
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Página 1 de 1.
Permisos de este foro:
No puedes responder a temas en este foro.
Miér Sep 18, 2024 9:16 am por Afiliaciones
» REACTIVACIÓN DE PERSONAJES
Mar Jul 30, 2024 4:58 am por Frederick Truffaut
» AVISO #49: SITUACIÓN ACTUAL DE VICTORIAN VAMPIRES
Miér Jul 24, 2024 2:54 pm por Nigel Quartermane
» Ah, mi vieja amiga la autodestrucción [Búsqueda activa]
Jue Jul 18, 2024 4:42 am por León Salazar
» Vampirto ¿estás ahí? // Sokolović Rosenthal (priv)
Miér Jul 10, 2024 1:09 pm por Jagger B. De Boer
» l'enlèvement de perséphone ─ n.
Sáb Jul 06, 2024 11:12 pm por Vivianne Delacour
» orphée et eurydice ― j.
Jue Jul 04, 2024 10:55 pm por Vivianne Delacour
» Le Château des Rêves Noirs [Privado]
Jue Jul 04, 2024 10:42 pm por Willem Fokke
» labyrinth ─ chronologies.
Sáb Jun 22, 2024 10:04 pm por Vivianne Delacour