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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Invitado Mar Dic 27, 2011 6:23 pm

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Los gritos, las suplicas, la sangre que decoraba las paredes, nada de eso lo había podido apreciar en Paris de la forma en que lo apreciaba en Escocia, nada como el hogar. Mis salones de diversión se encontraban en las mazmorras, un lugar al que solo yo y mis más leales guardias teníamos acceso. Celebraba mi independencia, Escocia ya era libre de Inglaterra aunque fuéramos aliados lo importante era que lo recibiría más órdenes de Dorian. Nuestros reinos eran diferentes, en el suyo se tomaba el té y se discutía de problemas de la alta sociedad mientras que en el mío nadie discutía, nadie bebía té y a nadie le importaba la mierda que sucediera en el exterior. Vivíamos una vida tranquila y cómoda, desde la realeza hasta la clase baja, a nadie le faltaba que comer y era esencial para mí que hasta los más pobres se alimentaran día a día porque mis guardias vampiros necesitaban alimentarse de ellos en su debido momento, de tal forma nadie se quejaba y en el reino existían mas fiestas que funerales. Muchos reinos se enorgullecían por tener reyes de noble corazón, no era mi caso, mi reino se enorgullecía de tener un rey con el que nadie del extranjero quisiera meterse.

Mi ejército imperial casi alcanzaba la proporción que el ejercito de mi hermano, no poseíamos su gran flota de ataque marítimo pero por tierra éramos una fuerza letal, bajo estas condiciones resultaba muy valioso para Dorian y Stephen, como para La Camarilla, que yo fuera parte de la familia. Delante de mí aplicaba la justicia por la que clamaba el pueblo de Escocia, asesinos, prostitutas de baja ralea, ladrones, todos reunidos en la mazmorra sin representar un peligro al reino. Sus cuerpos eran torturados por mi propia mano en muchos casos y sus familias lo eran tal cual ya que no podía existir descendencia de criaturas tan poco merecedoras de morar en mi reino. Sus hijos e hijas eran sodomizados por mis guardias, escogía los que se encontraban en mejor estado para mi uso personal. Después de estos festejos me quede descansando sobre un cómodo diván y pedí que llevaran a mis pequeños, era hora de alimentarlos. Las jaulas de oro fueron llevadas a las mazmorras y descubiertas del terciopelo que las cubría. Ordene que abrieran las jaulas y los cuervos salieron a comerse los ojos de los cadáveres, algunos agonizantes que yacían dispersados por la sala que había sido repasada con otra capa de pintura escarlata natural.

En ese momento un guardia entro y anunció la llegada de uno de los nobles al castillo. Acaricie unos minutos al cuervo que se había posado sobre mi hombro y salí de las mazmorras aún con él y la camisa manchada de sangre, supuse que mi rostro ofrecería una similar fachada. Ordene que limpiaran cuando mis pequeños dejaran de comer y fui a mis aposentos a lavarme la cara mas no me cambie la ropa pues no me gustaba hacer esperar a las personas más de lo necesario. Me dirigí a la sala del trono donde mi invitado me esperaba y mientras el cuervo voló para posarse sobre el espaldar del trono dejando así mi hombro libre de sus afiladas garras. Esa sala no era diferente a la de otros reyes, la decoración era elegante y no daba muestras de tener nada de ‘macabro’ como solían juzgar a mis gustos. En realidad todo lo que sucedía dentro de ese castillo era un secreto para la población, pensaban que llevaba la vida de todo rey y se conformaban con que los impuestos no fueran altos y que la comida fuera diaria. Las fiestas se daban en salones decorados como en la corte inglesa y mis apariencias eran las mejores. Absolutamente nadie sabía de la mitad del castillo que escondía mi estilo de vida, un laberinto de pasillos, gradas y esclavos de sangre por donde a nadie le gustaría transitar.

Presentarme con las manchas de sangre ante el conde no develaba ningún secreto ya que ambos compartíamos uno. El sabía lo que yo era un vampiro y yo sabía que él era un licántropo pero ante la sociedad éramos dos mortales mas como mandaban a seguir las apariencias –No sé si sentirme feliz o decepcionado de que no haya luna esta noche, ¿usted que cree conde?- dije cuando entre y lo vi allí. El conde Greymark era nuevo en estas tierras o por lo menos no había estado en ellas desde hace miles de años como algunos de mis conocidos. Estaba bien informado de toda la gente importante que moraba en el reino y en especial de quienes no eran mortales normales. Aquel licántropo gozaba del trato de aliado como bien estaba informado y por ello las puertas del castillo se le abrían de par en par mas no sabía qué motivo lo traía a visitarme. Decidí portar la máscara de la cordialidad aunque no era la mejor que tenía –Supongo que debo sentirme honrado con que venga de visita, no lo esperaba tan pronto así que no tuve tiempo de hacerme de mis mejores atuendos pero dígame, ¿hay algo en especial que le traiga por aquí?- dije y me senté en el trono esperando su respuesta. Una mujer de la servidumbre entro y se acerco a brindarle al invitado un vaso de whisky, en Escocia preferíamos aquel licor al tradicional vino y era costumbre ofrecerlo a un invitado.
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Mensaje por Lucien Greymark Jue Dic 29, 2011 3:11 pm

Escocia…. La verdad cuando volvía a Inglaterra después de estar un año apartado del mundo siempre pensé que acabaría de nuevo con la cabeza excesivamente cerca de la guillotina. Sin embargo las normas de la cámara eran simples: nada de guerra entre nosotros. Reino Unido se había convertido en un paraíso para todo vampiro que se aviniese a respetar las normas igual que el resto de individuos que no éramos precisamente normales. El rey escoces había optado por darme de nuevo un puesto de conde en el que había sido mi país durante mi vida de humano, y además no era precisamente un puesto de poco peso, pues los condes del país eran los primeros en la línea de sucesión después de la familia real. ¿Por qué entonces concederle semejante trato a un licántropo? Aunque mas que eso lo relevante seria preguntar por qué a este licántropo en particular. Mi posición anterior como conde el imperio no era desconocida ni tampoco era desconocido para ningún vampiro mi reputación como cazador, y sin embargo Aidan me concedía un puesto de relevancia en su corte… Muchos pensarían que eso era una locura, un acto que se salía por completo de todo raciocinio lógico, y no andarían demasiado desencaminados. Puede que los gustos inconmensurablemente extravagantes del rey fuesen una de las razones para llegar a este punto, quizás veía esto como una de sus diversiones fetichistas sin control.

El coche paro en la misma entrada del palacio, donde ya varios guardias apostados en las puertas me observaban con miradas atentas. “Vampiros”. Aidan no se molestaba en ocultar a sus conversos, mucho menos cuando estos protegían las puertas de su casa con una devoción que casi resultaba admirable. El país estaba en su mejor momento decían, todos los recursos que los aldeanos habían soñado tener los tenían, nadie se moría de hambre y reinaba la paz en el reino. No obstante no era extraño la noche en la que no desaparecía alguien, una mujer, un niño, a veces hasta familias enteras. Todos decían que son cosas inevitables, que por muy bien que lo hiciese el ejercito no se podían evitar las desgracias y tenían razón, solo que la desgracia tenia mas de trescientos años y que se sentaba en el trono del país. A pesar de lo profundamente que me asqueaba el comportamiento de aquel dirigente, o mejor dijo, lo que me asqueaba el dirigente en si, me veía en una situación en la que me era imposible hacer nada y eso resultaba muy frustrante. Por poco que me gustase Aidan las normas con respecto a La Cámara eran muy estrictas, una sola acción directa de agresión contra uno de los Malkavian pondría a todos los clanes en cola para arrancarme la cabeza, y tal y como estaba la situación no podía permitirme que me matasen, al menos ahora no. – Por favor mi lord, acompáñeme el rey le recibirá enseguida. – Los criados vestían de forma pulcra y todo estaba reluciente, pero el olor a sangre se notaba en el ambiente, aquel castillo apestaba a muerte y no solo por los vampiros, sino que además tenia la desfachatez de usar sus poderes para hacer daño a la gente en su propia residencia. Se suponía que este castillo debía ser un símbolo de la protección del pueblo no una base para su miedo y descomposición.

La sala del trono esperaba con aquel aire decorativo de mi Inglaterra natal, como de alguna manera me recordase que este era el sitio en el que debía estar en este preciso momento. La espera no fue demasiado larga, pues aquel olor a muerte y a sangre se acercaba a pasos rápidos por los pasillos de la gran residencia real. – Creo que más que ninguna otra cosa debería sentirse feliz de que no decidiese venir en esa noche concreta… Majestad. – Tratar con ese titulo a alguien como el, a un monstruo en toda regla hacia que la palabra honorifica se me atascase en la garganta. – Me alegra que podamos dejar las formalidades a un lado, no creo que sea necesario decir que esto no es una visita de cortesía. – De ser por mí evitaría los territorios de los Malkavian a toda costa, esos hombres estaban locos. En realidad tampoco se podía decir eso, los locos eran los hombres, ellos habían dejado de ser considerados como hombres hace demasiado tiempo. En cualquier caso no era esa la razón por la que había ido allí aquella noche, no podía evitar que Aidan hiciese lo que quería pero si al menos podía limitar un poco sus acciones, o al menos intentarlo. – Hace dos noches una familia desapareció de mis tierras, una familia que se encontraba dentro de… mi territorio. – Él era el rey si, pero del mismo modo que yo estaba limitado por las normas de La Camara, y por Abaddon, de una forma o de otra tendría que respetar su parte del acuerdo de paz o las repercusiones podrían ser graves. Aunque tampoco era ese el motivo exacto de mi visita pero bastaría para empezar. Moví una mano para denegar el whisky que me ofrecía, no solía beber y menos de algo que proviniese de allí. – Espero que tus mascotas no se estén adentrando donde no debes… sabes las consecuencias, y los humanos de mi territorio están bajo mi protección, atacarles a ellos es lo mismo que atacarme a mi. – No se trataba de una amenaza, no haría eso aquí, pero si se trataba de una advertencia para que supiese que me tomaba en serio esto, pretendía ver hasta donde llegaban sus defectos, solo para asegurarme de que mis pensamientos acerca de él estaban en lo correcto.
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Mensaje por Invitado Mar Ene 17, 2012 2:08 pm

Los licántropos eran los rivales más fuertes que un vampiro normal podía encontrar en las eternas noches pero no tanto así para un vampiro que fuera Malkavian. Afortunadamente solo había tres de nosotros en todo el mundo y por ello nuestra reputación de carniceros trascendía las fronteras de la sociedad vampírica. El territorio de los Malkavian era Escocia, una vez bajo el dominio de mi sire antes de que yo siquiera naciera como mortal, ahora herencia que me había sido concedida por derecho al ser un Windsor aunque desde hace cientos de años que estuviera a la cabeza de la realeza local como príncipe poniendo el orden que era necesario. Cuando llegue a Escocia el único rey de todas las tierras de Gran Bretaña era por legitimidad mi hermano mayor Dorian pero ya mucho tiempo había estado bajo su tutela y era hora que me independizara de él y Stephen. Como rey de Escocia ya no tenía que rendir más cuentas a nadie más que los intereses de La Camarilla, los que estaban cubiertos por demás no solo en riqueza, sino también en estabilidad. Y para probar mi buena fe estuve de acuerdo con todos los convenios firmados con otras razas, de forma que Escocia era tierra libre para todo aquel que estuviera bajo las reglas del convenio, en caso contrario pertenecería a las mazmorras de mi castillo para mi entretenimiento personal.

Uno de los favorecidos del acuerdo era el conde Greymark, un licántropo, uno que no hubiera encontrado una bienvenida como la que se le daba en Ravenhall de no ser por su linaje de raza y apellido, mismos que lo comprometían con el mencionado acuerdo. Él y su clan eran bienvenidos y prácticamente poco me concernía como vivieran mientras lo hicieran bajo las reglas del territorio. De pronto el conde había mandado a anunciar una visita de su parte y como era mi obligación debía recibirlo siguiendo el protocolo, por demás aburrido, de cómo tratarse entre nobles. Llegó puntual, cualidad que me gustaba en cualquier invitado, así que esta vez fui yo quien no se puso presentable a tiempo ya que el deber me había retrasado, acababa de despachar al infierno a toda una familia de ladrones, mismos que se habían atrevido a asaltar una de las diligencias que regresaba al castillo después de recolectar los impuestos. Supuse que ver al conde y sostener la audiencia con el me daría un respiro de mis labores diarias, aunque no poco satisfactorias, y como él sabía lo que yo era no tuve reparo en presentarme tal cual estaba.

-¿De verdad?, yo creo que hubiera sido muy entretenido- respondí sonriendo cuando el aclaro que era mejor que no hubiera decidido venir en noches de luna llena. ¡Qué miedo!, las mujeres reventarían los corsés al inflar sus pechos ante el terror de un hombre que se convierte en licántropo. Yo reiría al ver tales desmayos y luego prometería una noche memorable para el conde que como invitado solo era merecedor de un buen trato a menos que perdiera el control bajo su forma animal y decidiera provocarme. Lo que los licántropos no tenían en cuenta la mayoría de las veces era que los vampiros, aunque conserváramos una forma humana, no estábamos lejos de ser demonios que se bañaban en la sangre de sus víctimas. Estuvo cerca de prometer tal escenario de cambio o de que yo lo pensara cuando aclaro que no era una visita de cortesía -¿Ah no?, todo noble debe presentarse ante el dueño de casa solo por cortesía así que lo tomare como lo hiciera indirectamente. Ahora bien, ¿a qué debo el placer?- pregunté mientras recibía una copa en cuyo interior reposaba sangre fresca.

Mientras me hablaba mi sonrisa se ensanchaba cada vez más. Era interesante ver a los nuevos condes asumiendo el control sobre su cargo. Me dio más risa aun que lo llamara su territorio cuando toda Escocia pertenecía a mi familia al igual que Inglaterra pero no era la primera vez que se cometían esos errores al expresarse así que lo pasaría por alto hasta que me tocara responderle. Bebí tranquilamente un sorbo de mi copa y luego la deje sobre la bandeja que una esclava de sangre sostenía a mi lado -¿Cuánto tiempo llevas aquí Greymark?, ¿semanas?, ¿meses?, digamos que un año. Veras…llevo más de novecientos años controlando las tierras de Escocia. La gente aprendió de buena forma a convivir decentemente y como resultado somos uno de los reinos más prósperos pero algunos no siempre aprenden de buena forma…entonces mi deber es poner orden. Otros reyes dejan que sus consejeros decidan pero me gusta hacerlo personalmente así que la próxima vez que alguien desaparezca puedes preguntarte antes que es lo que hicieron mal y luego venir a preguntar- respondí ante su reclamo.

“Las leyes están para ser cumplidas”, el precepto de mis hermanos, cómo me había costado mantenerme dentro del margen de las leyes. Al principio no había sido así, era más fácil porque se había hecho una limpieza del reino y los calabozos estaban llenos pero no en la actualidad, ahora yo mismo tenía que mantenerme con cuidado por donde andaba para que no se violasen los términos de los acuerdos con otras razas y por Caín que tenían muchos protegidos, situación de la que ya me estaba cansando –Cuida tu tono en este lugar, podría ser lo último que digas, estoy seguro que lo sabes. Y no te preocupes por recordarme las consecuencias, las he tenido en cuenta desde antes que nacieras, cuando otros condes de tu raza estuvieron por estos lados- dije tranquilamente sin siquiera inmutarme por su conducta, bebí otro sorbo de la copa y luego una idea brillante surgió, sonreí y volví la mirada a Greymark –Sin embargo, si te parece que mi forma de administrar justicia no te satisface para tu territorio creo que podría darte una solución con la que quedaras conforme al igual que yo- mi sonrisa se ensanchó aún mas –Patrick, el líder de los Malkavian, regresara a Escocia en breve. Él ha sido uno de los que ha visto nacer el acuerdo entre las razas y según creo no hay nadie mejor que pueda analizar la situación de tu territorio si es que crees que se te deben explicaciones. Quién sabe, quizá encuentre más gente a la que condenar que se haya escapado de mi vista, o quizá todo esté en orden y los licántropos estén manteniendo su parte del acuerdo al castigar por su cuenta a aquellos que se atrevan a transgredir las leyes- finalicé y termine el contenido de mi copa, la esclava de sangre se retiro llevando la bandeja mientras el cuervo se posaba nuevamente sobre mi hombro para que lo acariciara.
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Mensaje por Lucien Greymark Jue Feb 09, 2012 7:06 am

Como siempre no se podía esperar un vampiro actuase como… en fin como un humano. Desde que los había visto por primera vez habían representado todo lo que un ser razonable no debía de ser, y los Malkavian eran con diferencia los que más representaban la crueldad vampira. Quizás precisamente por eso había escogido Escocia como punto de entrada para volver, porque en tener de vecinos a ese clan resultaba mucho mas fácil que tenerlos alejados y que no pudiese controlarlos, si es que eso era relativamente posible. Aidan no se parecía en nada a los demás miembros de la familia Windsor, al menos Dorian y Stephen tenían principios, son dejaban de ser vampiros pero como mínimo tenían una tendencia hacia lo que venia siendo correcto, y por mucho que el olor de ambos siguiese siendo desagradable al menos mostraban un cierto respeto por la vida humana, en cambio este… Aidan no era alguien que gobernase con compasión, ni tampoco con respeto, se limitaba a hacer las cosas como creía que correspondía a la ley y luego sacaba beneficio y diversión personal exclusivamente para el. ¿Qué clase de lealtad se podía esperar hacia un rey así? Y sin embargo aquí estaba, desplazando a mi clan a un lugar en el que seguramente acabaría habiendo una guerra, una que seria imposible de controlar y que nos llevaría a todos a la extinción o algo peor, a ser reconocidos, identificados como unos seres inexistentes que se han escapado al ojo humano durante milenios y que ahora aparecen solo para ayudar a los humanos a exterminarnos. La Cámara era la única fuente de autoridad a la que estaban dispuestos a responder, un poder que estaba controlado por otro vampiro, motivo suficiente como para no confiar en nada de lo que viniese de ella. Respetaría la tregua si, pero no me convertiría en una pieza de carne que espera tranquilamente a que la devoren. Eso nunca.

No había que ser ningún erudito para saber que Ravenhall era un lugar peligroso para alguien como yo, no solo por el echo de ser un licántropo sin también por ser alguien que, de una manera o de otra, suponía una posible amenaza para aquellos que vivían ocultos en la sombra. Los Archadian se habían echo famosos por haber matado a mas vampiros que nadie, una estirpe de la sangre antigua que seguía presente conmigo, aunque no fuese de forma directa. Aquella noche, cuando mi profesor me mordió, se podría decir que me cargo con una de las grandes maldiciones del mundo, además de una responsabilidad igual de grande, aunque siempre que me pregunto cuales serian sus motivos, llego a la conclusión de que posiblemente ni el mismo los conocía del todo. Y ahora aquí estaba, mas de treinta años después solo para tener que tratar con la muerte en persona, una muerte que no se molestaba lo mas mínimo en disimular su gozo al torturar y mutilar por el mero placer de hacerlo, y siempre con la hipocresía de camuflarlo como el hacer un bien a la humanidad. ¿Qué había de correcto en eso? La diferencia entre un asesino humano y uno vampiro no era demasiada, ambos no podían considerarse como seres que se mereciesen tener en cuenta, y a pesar de ello uno había llegado a ser rey, un rey al que me veía obligado a respetar solo por la etiqueta y el protocolo que ahora mismo me carcomía las entrañas como si de plata candente se tratase. Aquella postura arrogante ante el convencimiento de que no le haría nada era lo que mas dolía, porque a pesar de todo tenia razón, no podía atacarle sin arriesgarme a una guerra que no podía ganar… aun no.

- En mi opinión has tenido bastante suerte… tu hermano tuvo la desgracia de verme una vez convertido. Debo reconocer que es de los pocos que ha logrado causarme un problema. – Dorian era fuerte si, quizás no tanto como los lideres de los clanes pero no por ello era alguien despreciable. Sabia lo que le molestaba a Aidan haber estado controlado por su hermano durante tanto tiempo, era un divertimento superficial pero bastante complaciente. – ¿Es por eso que pretendes actuar como si acabases de despedazar a alguien? Siento decirte que no todos los míos son tan susceptibles a la provocación como piensas. – Eso era otro ámbito curioso, el masoquismo humano llegaba a puntos indescriptibles cuando veían a alguien como Aidan, los lazos de los corsés caían como si fuesen de seda, los mares se habrían y la dignidad se derrumbaba, no sabia si sentir lastima por ellos o quizás enfadarme con ellos, ese supuesto atractivo que creían tener solo era una herramienta para compensar la podredumbre que les corría por dentro. – Considera esto como quieras Aidan, solo espero que tengas en cuenta que las cosas ahora son un poco más complicadas y te agradecería que dejases tus jueguecitos… ¿O debo recordarte que ahora estamos al borde de la exposición publica? Antes o después alguien se dará cuenta de las desapariciones, unas desapariciones para las que no tienes ninguna justificación y la gente empezara a sospechar. Haz lo que te de la gana con tus presos y asesinos, aliméntate si quieres pero no nos pongas a todos en peligro por una diversión momentánea. – El tono no era una orden, pero quedaba claramente explicito que lo podía llegar a pasar si no lo hacia. Las normas eran claras, si alguien ponía en peligro a los integrantes de los clanes… pasaría a ser desechable.

Levante una ceja ante aquella afirmación, como si por alguna razón su edad supusiese un problema para mí. En realidad había una cosa que mucha gente no entendía y es que no importaba la edad que tuviese un vampiro, porque su mente no se convertía en algo diferente a lo que eran siendo mortales. Ellos no es que madurasen a medida que pasase el tiempo, sino que más bien se quedaban estancados en un momento de su vida, y ni su mente ni su físico cambiaban. Me daba igual que tuviese treinta veces mi edad, cualquier humano podía superar a alguno de nosotros en inteligencia si se lo proponía. – No te ofendas pero lo que han hecho mal o no es algo que prefiero juzgar yo mismo. Al fin y al cabo, los viejos deben dejar paso a la opinión de los jóvenes. – Su siguiente expresión no es que sonase ligeramente a amenaza, sino que era una en toda regla, que rápido se enfadaba. Eso en cierto modo era bueno, su paciencia tenia un limite muy sencillo de rebasar para provocarle pero también tenia el inconveniente de que no me daría maga ancha para actuar. – Cuídate de tus palabras también moribundo… No creas que voy a ser un perrito manso que puedas controlar. En cuanto a Patrick… - Me encogí de hombros. - puedes pedirle lo que quieras, si tu estrategia es esconderte detrás de tu sire eres perfectamente libre de hacerlo, para mi no hay diferencia.
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Mensaje por Invitado Mar Feb 14, 2012 3:38 pm

Los licántropos no solo eran animalejos sino también creían que por un rugido suyo alguien temblaría…quizá si un humano. Lastimosamente no eran de temer para nosotros, tenían que esperar a que hubiera una luna llena para demostrar su forma animal mientras que nosotros éramos fuertes cada noche y durante una eternidad, la misma que a ellos no les favorecía. Sin embargo, el ‘gran’ Abaddon creía que era necesario que tuviéramos un pacto con ellos cuando bien podíamos haberlos destruido junto a todas sus crías en una sola noche en la que la luna se ocultara. El problema con ellos era su pérdida de control al transformarse, esas estúpidas garras y esos colmillos afilados realmente podían ser armas mortales en contra de un vampiro pero no en contra de miles de estos y yo, a escondidas de La Camarilla, planeaba un ejército de inmortales con el cual no solo arrasar a los licántropos, sino con el cual también poner fin al reinado de mis hermanos, quienes debieron morir hace mucho. El único que tenía la mirada vigilándome era Patrick, ese al que debía mi vida y de quien no podía zafarme ya que me tenía en regla con lo de las normas de La Camarilla aunque muchas veces el mismo renegara de ello.

Y ahora llegaba un lobo a mis puertas a reclamar respeto para sus tierras y su gente cuando yo ya usaba la corona de Escocia desde que el era una minúscula masa de esperma en los genitales de su padre. La paciencia que me había obligado a tener durante años se ponía a prueba una vez mas y quizá por la experiencia pude sobrellevar cada atrevimiento suyo con una leve sonrisa de respuesta. Aunque por otro lado lo ideal sería no dejar que ese lobo saliera de Ravenhall, sin su líder su clan quedaría confundido y mucho más vulnerable pero a cambio los otros clanes de su grupo representarían un problema aunque no precisamente para mí ya que no se encontraban en mi territorio ¿acaso se me estaba ocurriendo un plan? quizá sí. Así que mientras yo pensaba en silencio y sin apartar la mirada, Greymark hablaba y hablaba y hablaba y a mi poco me importaba lo que creyera y mucho menos me importaba lo que quisiera. Solo me causo risa cuando hablo de mi hermano ya que falsamente creían que todos los Windsor éramos iguales por ser hermanos. Para empezar nunca lo fuimos y luego la brecha se expandió entre nosotros cuando nuestros sires nos escogieron para un determinado clan. Dorian y Stephen eran débiles, creían que el protocolo resolvía todo mientras para mí la mesa de negociaciones estaba solo en el campo de guerra.

-Si él te ha causado un problema debo admitir que me decepcionas Greymark- estalle en risas, las técnicas que ellos usaban eran diferentes a las mías ya que ellos analizaban antes a su atacante, yo prefería darle un fin inmediato y no perder mi tiempo y para ello tenía un método muy sutil. –Bla bla bla bla bla, no seas tan dramático Greymark, las cosas son complicadas desde la perspectiva en que las mires y mi perspectiva desde aquí es diferente a la tuya así que agradezco tu ‘llamado de atención’ por las desapariciones pero si de llamar la atención se trata recuerda donde estamos. Dentro de Escocia solo se deben preocupar de no llamar mi atención, incluso los cazadores, tengo un salón lleno de sus cráneos y no reparare en incrementar mi colección si persisten. Y como si no fuera poco eso no olvides que Inglaterra y Escocia son territorios que son constantemente vigilados por tres de los seis hijos de Abaddon…solo los suicidas encontrarían propio entrar y causarnos algún problema- aclaré para que el también estuviera al tanto de cuál era su situación. El tenía una manada en Escocia y si daba un paso en falso tendría a tres clanes de los nuestros sobre él como lo tenía todo aquel que retaba a La Camarilla. Claro que el tener a esos tres merodeando continuamente también era un fastidio para mí ya que las mismas desapariciones me eran controladas cuando se excedían. Si bien no le debía ya cuentas a mi hermano si se las debía a ellos…por el momento.

Me levanté y avance hacia Lucian con la mirada fija sobre él y sin mostrar gesto alguno mientras lo hacía. Estando frente a él cruce los brazos y curve una sonrisa –Mi objetivo no es el control Greymark, es la destrucción. Por ello, te conviene que Patrick no encuentre nada extraño en tus tierras o mi deseo se cumplirá con la venía de La Camarilla, espero que ahora estés contento con tu visita, le hemos dado una solución. Por otro lado, si yo soy el ‘injusto’, La Camarilla te apoyara por el acuerdo existente entre razas y tendrás lo que quieres- concluí con una sonrisa y volví a alejarme hacia el trono. El enviar a Patrick tenía una consecuencia más grande, el no podía mediar entre razas ya que no era uno de los ‘diplomáticos’ de nuestro circulo y por ello tendría que ir acompañado de su hermano Tom. Dos jueces para Lucien, dos presencias que apartaría de mi trono mientras estuvieran distraídos con él. Incluso era posible que le agradeciera a Lucien por la visita ya que me había llevado la perfecta excusa para librarme por unos días o semanas de la vigilancia de mi sire. Estaba cansado de tener que rendirle cuentas a alguien y tenía planes para el futuro que no podían ser retrasados más tiempo ya que era el momento exacto para actuar.

Si se encontraba algo que afectara a los intereses de La Camarilla en las tierras de Lucien me libraría de un peso ya que no me tendría que encargar yo de borrarlos del mapa, de lo contrario nos volveríamos a ver en el futuro y en un escenario más propicio donde las palabras no serian necesarias ya. –Si eso es todo lo que tenias que decir ya has sido escuchado, si hay algo mas dilo ahora para que terminemos de una vez con esta falsa cortesía- dije finalmente acariciando al cuervo sobre el trono ya restándole importancia a la presencia de Lucien en el lugar. Si las cosas no salían como yo quería estaba ya pensando en lo siguiente, la próxima vez que él regresara a Ravenhall definitivamente no dejaría el lugar y lo invitaría a morar eternamente entre mis más preciadas colecciones, después de todo era un líder de uno de esos clanes, me gustaba tener algo que me recordara mi pasado para no olvidar quien era ni como había actuado en ningún momento.
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