Escrito con sangre...

por **Leyna Wittelsbach** Dom Ene 01, 2012 5:56 pm

Buzon Leyna Wittelsbach

Tú mi alma entera has invadido como un siniestro vendaval; tú en mis entrañas te has metido como la hoja de un puñal. Tú de mi espíritu humillado has hecho tu cubil de hiena, infame, a la que estoy ligado como el forzado a su cadena. Como a su juego el jugador, como el borracho a su botella, como el cadáver al roedor: ¡Dios te maldiga, siempre bella! Pedí al puñal mi libertad dando con él sobre tu seno; pedí sus filtros al veneno para ayudar a mi voluntad. Pero ¡ay! los dos han respondido con su desdén a mi inquietud: "¡Tú no has de verte redimido de tu maldita esclavitud!" ¡Loco...! Si un día la veías a tus piés muerta y sin respiro, con besos resucitarías aquel cadáver de vampiro".

por **Ludwig Tobias Wittelsbach** Vie Ene 06, 2012 4:15 pm

*

Aquel día se presentó desde el primer momento como uno diferente, aunque sólo su inicio y conclusión fueran dignos de mención. Esa mañana, al despertar, junto al desayuno que le esperaba en el comedor, le aguardaba también una misiva, enviada con urgencia a pesar de que remitente y destinatario se encontrasen en la misma ciudad. La expresión de Ludwig era intrigada por saber el contenido de aquella, que no había sido enviada a sus secretarios, como era costumbre, sino que había llegado directamente a él; luego, sus ojos se ablandaron y su sonrisa le confirió un aire risueño que expresaba el cariño que el nombre que, con tinta negra, estaba escrito en el papel. Sin mayor dilación, se precipitó a leer la carta, a medida que sus rasgos se tornaban algo más sombríos y tristes, a razón de la preocupación que le transmitían aquellas palabras.

El emperador no pudo contestar en aquel momento a su prima y tuvo que postergar aquello para más adelante; sin embargo, no hubo hora en aquella jornada en la que su mente se desviara de temas, banales o importantes, al estado de su prima. Al fin a primera hora de la noche, disculpándose de una cena que parecía alargarse más de lo debido, se retiró a su recámara con el fin de acallar el tormento de su mente.

”Querida prima:

No sabes cuánto me ha alegrado tener noticias tuyas y de saber de tu presencia en París. Ruego que me disculpes si no he podido contactar contigo antes, pero los asuntos oficiales me roban más tiempo y fuerzas de las que en ocasiones quisiera.

¡El Palatinado! Yo también lo echo de menos, Leyna; sus villas, sus frondosos bosques, los amplios viñedos, las ruinas de castillos sobre las colinas y el Pfalzgrafenstein en medio del caudaloso Rin. Sin embargo, las responsabilidades como emperador me están alejando más de lo que esperaría de Mannheim, Coblenza o cualquier otro lugar de nuestra tierra. Deseo regresar pronto, pero temo que eso no me va a resultar posible.

Pero, dejemos al margen la nostalgia, tengo que confesar que me preocupas, prima. Me satisfizo saber sobre ti, pero tus palabras me han dejado pena e intranquilidad. ¿Qué sucede? ¿Por qué esa pesadumbre que intuyo en ellas? ¿Qué hay de horrible en París y qué ha acaecido tan violento y temible que te adolece tanto? Ruego me respondas en la mayor brevedad posible o, en su defecto, que me comuniques una hora o un lugar en el que podamos vernos y dialogar con más tranquilidad y sin tanta espera entre misiva y misiva. Aunque usted lo crea así, yo no considero que jamás puedas llegar a ser una amenaza para mí, querida prima. Ansío de veras verla de nuevo, pues largo tiempo ha desde nuestro último encuentro.

Espero en saber pronto de ti:

Ludwig suspiró antes de dejar la pluma y de esparcir el polvo blanco que debiera secar la tinta. Realmente aquello le intrigaba y sabía que no quedaría tranquilo hasta que ella saciara sus dudas. Al menos él lo esperaba así, pues deseaba que su mal presentimiento sólo fuesen elucubraciones. Tras doblar el papel, lo guardó en un sobre en el que inscribió Para mi querida prima, Leyna Wittelsbach y sobre el que derramó cera roja de una vela, que marcó con su sello personal para evitar que cualquier indeseado pudiese leer su contenido, a pesar de no haber nada realmente confidencial en ella. Ahora sólo quedaba esperar al mismo mensajero que le había traído el mensaje por la mañana, el cual había prometido regresar aquella misma noche, según le había comunicado un mayordomo entrado en carnes y edad.

por **Balthazar Ducreaux** Jue Abr 12, 2012 3:27 pm

Querida Leyna:

Se que llevo retraso en mis palabras, mas os pido disculpa por ello pero necesito saber si estais bien, me inquieta saber tan poco de vuestro estado y mas teniendo en cuenta el nerviosismo de la ultima vez que nos vimos. Ninguno de los momentos pudo haber sido mejor pero aun asi, ojala tenga noticias suyas muy pronto y poder volver a veros. Como os ha ido estos dias? ha tenido podido conseguir su reto de estar cerca de otra persona? Mis mayores deseos es que logre hacerlo y volver a ver vuestro rostro rebozante de felicidad como lo he llegado a ver, se que no es mucho pero al menos una sola palabra escrita de su puño y letra hara que este corazon sin vida vuelva a sentirse latente. Mis mejores deseos esta con usted, quiero que sepa que la extraño y deseo volver a verla muy pronto. Cuidaos.

Atte: Balthazar Ducreaux

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