Quien se sabe ganador, siente la derrota {Misha}

Simplemente no tenía un buen día como para encima tener que aguantar a un grupo de prepotentes parisinos que creían tener derechos sobre los gitanos, como si ellos pertenecieran a una raza superior cuando en realidad tan solo formaban parte de una etnia distinta. A demás, de haber allí alguien mejor que alguien, Misha estaba en el convencimiento de que sería su pueblo y no esa panda de opresores.

¡Dios! que orgulloso se sentía de que su hermana pequeña - aun que un año mayor que él -, hubiese rechazado las insinuaciones de aquel hombre, pero más feliz se sentía por el hecho de que aquel tipo hubiese ido hasta su misma puerta exigiendo una compensación por la ofensa que la joven gitana le había ocasionado. Realmente fue divertido ver la cara de aquel tipo cuando, tras sobresaltar en el campamento a su hermana y tomarla por el brazo Misha le sorprendió por un lado y sin cruzar media palabra le soltó un buen puñetazo en la mandíbula. Claro que, sus compañeros se le echaron encima. Pero si algo tenia aquella comunidad era su compenetración, cada miembro era como una extremidad de un cuerpo, por lo que, atacar a uno era atacarlos a todos, y por ende, defenderían su miembro sin siquiera dudarlo.

Misha no pudo divertirse mucho más golpeando al poco hombre que lideraba al grupo, ya que estaba ocupado encargándose de los que se le habían echado encima y para cuando termino con ellos el cabecilla y sus secuaces solo supieran salir por patas, pero con tan poco dignidad ni siquiera merecía la pena ir tras ellos.

–Misha estas sangrando – miro a su compañero como tratando de entender que le había dicho, aun sentía la adrenalina y el corazón acelerado por la pelea, así que las palabras del otro gitano le pillaron un poco por sorpresa.

–Bah! – miro a su compañero riendo – ¿a caso pensaban que con esos cuchillos para la mantequilla iban a trincharme como a un pavo? – Ambos rieron, después de todo Misha era el que mejor parado había salido de la pelea, los otros tres tipos del bando contrario a los que se había enfrentado habían quedado dignos de ver.

–Si bueno, aun que yo me refería a lo de tu torso – su camisa, por si no tenía suficientes remiendos ya, se la habían dejado hecha trizas, y en la zona del abdomen tenía un corte que iba descendente desde debajo del pectoral derecho hacia el ombligo, aun que no le empezó a escocer hasta que miro hacia la herida, aun que por suerte tampoco era demasiado profunda, y teniendo en cuenta que los tipos estaban armado y el no, haber terminado solo con aquella lesión dejaba claro que él era duro de roer.

–Ah… – volvió a alzar la vista para mirar al otro joven– No te he dicho que… bah!!!

Volvieron a reírse, hasta que escucharon unos pasos acercarse por detrás, así que miraron de reojo hacia atrás para ver quien se acercaba, y cuando aquella persona estuvo lo suficientemente cerca se giraron rápidamente.

–¿Quién va?

–Jode, te ha dado fuerte con el “va”.

Misha enarco una ceja mientras miraba a su compañero. Porque era él, de lo contrario no le habría pasado aquella broma.

–Anda, lárgate y ve a trabajar para justificar tu sueldo – le sonrió y le dio un empujón en la espalda, con lo que este se alejo a hacer sus labores. Después fijo la vista en el gitano que acababa de llegar– ¿Y…? ¿Querías algo?

Misha se quedo más que perplejo cuando aquel gitano se arrodillo frente a él, jamás había visto nadie que actuase de ese modo ¿un hombre poniéndose a esa altura y tan cerca de otro?, a demás, ambos era gitanos, y por consiguiente debían saber guardar las distancias entre ellos, ya que las únicas ocasiones en las que dos “machos” llegaban a arrimarse tanto era solo si se estaban partiendo la cara por alguna disputa.

Ni si quiera pudo articular palabra al ver como el resto se les miraba, a el joven frente a él como si fuese un insensato por su actitud, y a él como diciendo “¿no haces nada?”, y es que de no haber sido por aquella ingenuidad que podía entreverse en la personalidad del otro muchacho, probablemente le abría alzado de la solapa y se hubiese encargado de él allí mismo.

En definitiva, trago saliva sonoramente tratando de contenerse, su pulso se había vuelto a disparar de forma instintiva cuando su ira empezaba a acrecentarse. Dios! incluso sentía arder las mejillas, aquella situación le había hecho sentir especialmente ridículo.

– ¿Que necesitas curarme? Ja! – rio de forma despectiva y se cruzo de brazo – ¿y te que medios son esos que piensas utilizar si me niego?, a caso te crees capaz de obligarme.

Por suerte los demás comenzaron a retirarse cada uno a sus labores, así que de tener que llegar a las manos al menos le daría un buena tunda antes de que alguien le sacase de encima de aquel joven. Aun que, antes de que llegara a seguir dando rienda suelta a su enfado, el simple hecho de cruzar los brazos y rozar la herida hizo que se quejara un poco por el dolor, deshaciendo la postura que había puesto para llevarse una mano hacia el tajo.

Misha cerró los ojos y se mordió el labio intentando aguantar el dolor. La herida que en principio no había sido muy profunda se abrió un poco con el movimiento de chulería que había forzado para imponerse al otro gitano. Así que, abrió los ojos y le miro fijamente con el ceño fruncido, se acerco y le tomo por el hombro haciendo que se acercara hacia él para susurrarle.

– Tu… Sinhué, ¿no es así?, si le dices a alguien, a una sola persona que me has curado, te juro que te doy la paliza de tu vida, te romperé las piernas y te rapare ese bonito pelo para hacerme una fregona con él, ¿me has entendido? – En definitiva, unas dulces palabras para que el joven que se había ofrecido a ayudarle fuese amable curándole.

Se abrocho la camisa un poco más para tapar el corte y aun que estaba dolorido, se ergio como pudo. Dio un pequeño empujón a su nuevo compañero para dirigirlo de vuelta al campamento, aun que evitando al resto de gitanos, ya que sabía muy bien donde quedaría su reputación si le veían caminar de aquella forma, ya que se había apoyado en el hombro de Sinhué e iba bastante cerca de él, con lo que, de cuando en cuando iba tirando de este para susurrarle las cosas que le haría si se atrevía a abrir la boca y a contarle a alguien algo de todo aquello.