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El corazón trasciende la inmortalidad (Sergei Vólkov) 2WJvCGs


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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Invitado Dom Ene 08, 2012 6:27 pm

La nieve teñía con cierto misticismo la ciudad de París, el frío penetraba hasta lugares que por la edad pensé que no sentiría nada, cierto era que el invierno europeo era sin duda una de las peores pestes que habían azotado al continente, la peor estación para trabajar, hablando en los dos sentidos del uso de la palabra.

Como capitán me veía estrictamente obligado a permanecer en tierra puesto que, las aguas poseían muy baja temperatura y algunas zonas prácticamente se congelaban dejando inavilitado el paso. Como jefe brujo, no se podía trabajar con casi ningún elemento invernal, las velas no se podían utilizar bajo un hechizo normal y Mareia estaba feliz por llegar cada día para revolver mis pensamientos. Sería maravilloso poder viajar para otra parte del continente a cambio de algún beneficio para el Almirante pero sería una locura abandonar París a sabiendas que me buscaban toda la generación joven de inquisidores por orden de su más querido representante el Papa Borgia.

Desesperado, busqué una especie de entretenimiento y aquí me encontraba.

Rodeado por paredes blanquecinas, ventanas amplias, manchas viejas de humedad, ese perfume de lavanda para tapar el olor a muerte que sucumbía a cada paso que dabas. Entré como si nada, portando mi capa blanca, mis viejos hechizos y un sinnúmero de obsequios que había comprado para algunos niños del hospital.

Ser brujo, además de tener habilidades era mantener tu corazón tan puro como humano y sin oscuridad, si no era así, poco podías hacer y tu guardían te abandonaba o te llevara literalmente al Mundo espiritual.
Las sonrisas de aquellas niños al verme hizo que mi corazón diera un vuelco, tuve que sentarme en una de las improvisadas camillas.

-¿ Está bien, señor?.- preguntó una niña de cabellos negros y ojos tan claros que parecían nieve. Supuse que se tratara de una pequeña sobrenatural ya que su belleza sobrepasaba a los sueños de un humano, podría ser una pequeña convertida en vampiro y en ese caso¿ Que haría en un hospital?.
Le sonreí, no pude evitarlo, la tomé entre brazos y le susurré.- Perfectamente como tú, pequeña vampirita.- dije mientras acariciaba su nariz y ella sonreí. Una enfermera, joven, de buen aspecto, aunque era totalmente humana se acercó a mí.
- Señor...- dijo mientras quería tomar mi apellido con su pluma.
- Do Crucerois.- mencioné.- Amelhíon Do Crucerois.- Y fue allí donde la sorpresa pasó a la desesperación.
- ¿ Usted no es...?.- preguntó pálida la mujer, cerré mis ojos y soplé con lentitud para que el aire de mi interior acariciase la piel de joven. Sonreí de medio lado y bajé a la pequeña. A lo lejos un joven, se acercaba a nosotros. Al parecer no era el único que salía a la noche para hacer una buena acción. O por lo menos, eso aparentaba hacer.
La mujer se volvió para ver el rostro de aquel caballero y largué una carcajada, los niños humanos comenzaron a llorar pero luego se acostumbraron pues otros niños comenzaron a aplaudir.
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Mensaje por Sergei Vólkov Mar Ene 10, 2012 1:16 pm

Encontrarse a uno mismo, algunos dicen que es la llave a las puertas del alma, pero ¿que pasaría si no tuvieses alma?, ¿entonces sería imposible encontrarte? Serian aquellas preguntas que seguirían en su mente por la eternidad. ¿Serían aquellas las preguntas que le daban las razones que le impedían ser indiferente a la mayoría de los sucesos que acontecían a su alrededor? Nunca había logrado entender muchas de las etapas de la vida, existían niños que eran abandonados por sus mismos padres, mujeres que eran maltratadas por sus esposos, personas que comían como reyes mientras que otros morían de hambre. Y si bien jamás sería capaz de cambiar aquella situación que le habría tocado vivir (Aunque su condición de inmortalidad le daba la oportunidad de no decir enteramente la frase “Me tocó vivir”) Podía dar su "granito de arena".

Algo en aquella noche la convertía en una noche especial, las estrellas lo observaban como si fuesen los ojos de todos sus antepasados observando cada “pecado” que podría llegar a cometer. Pero si algo había decido creer era que no deberían estar tan entretenidos, a su entender lo que hacia era para subsistir y nada más que para eso. Desde el instante que se transformó en lo que ahora vagaba por aquellas calles pactó con su transformador que jamás lastimaría a nadie joven, ningún niño sería jamás lastimado por su condición.

-Tendría que dar una vuelta por el hospital, seguramente alguna que otra cosa nueva se podría necesitar- Dijo en voz alta recordando que dos veces por semana pasaba por aquel hospital dejando algún que otro donativo, por los niños. Con los años había ganado aquélla mala costumbre de hablar solo, la gente le podría llegar a creer (Entre otras cosas) loco, maniático, enfermo, etc.

En aquel momento se encontraba a una distancia considerable del hospital, pero realmente no le apetecía finalizar con ninguna vida en aquel día por lo que partió en dirección al mismo. Caminaba lentamente, sin prisas ni nada que pudiese llegar a alterar su estado de felicidad, si así podía llamarlo. Visitar aquellos niños era algo tranquilizante y hermoso. Las miradas y las sonrisas de aquellos infantes que parecían tener más vida que una sola mirada que todos aquellos que conocía por lo tanto se sentía vacío una vez abandonaba el hospital, regresando a su vida mundana otra vez.

Más de una vez le habían dejado claro que su necesidad por ayudar a los demás lo destruiría algún día, pero él los ignoraba, prefería morir por hacer feliz a los niños antes de morir intentando asesinar a algún humano. Así por lo menos podría morir pensando que había ayudado a quienes más lo necesitan.

Una vez se encontraba en aquel lugar pudo ver a varios niños, pero parecía buscar a una en particular. Sería aquella niña que alguna vez le habría echo entender algunos aspectos de la vida que, al ser una niña que desconocía el pecado en sí, una niña que podía apreciar aquellas pequeñas cosas de la vida. Esas pequeñas cosas que al crecer olvidamos que están ahí, comenzamos a ignorarlas y terminamos por pensar que no son más que simplismos.

Pudo ver un hombre mayor sentado en una de las “Camillas” del hospital. No sabía porque pero el hombre le llamaba la atención, quizás porque jamás habría visto a nadie en aquel lugar durante esas horas. No sabía que era, pero aquella era la única camilla libre y Sergei sabía que iba a pasar un gran lapso de tiempo en aquel lugar por lo que se acercó hacia aquel hombre y le dijo:

-¿Acaso le molestaría si me siento aquí?-

Se giró al escuchar una voz conocida que lo llamaba, se dio cuenta era aquella niña de cabellos negros y ojos tan claros como el cielo. La misma salto hacia los brazos del vampiro que parado ahí se encontraba. La sostuvo mientras una enorme sonrisa se dibujaba en su rostro y todos sus problemas desaparecían como si nada. Aquí no interesaba si eras de clase alta, baja o lo que fuera, simplemente eras una persona para ellos, nada más.

-¿Como está la niña más hermosa del mundo?- Dijo mirándola a los ojos, rozando su nariz con su dedo.

-Estábamos esperándote Sergi- Dijo mientras que tomaba con su mano el dedo con el que Sergei tocaba su nariz, observando que apenas si podía tomarlo con su mano

Sergei dejó escapar una lagrima, quizás ellos si eran su debilidad. Pero era hermoso saber que por lo menos alguien te esperaba y quería que llegases donde estaban. Era algo hermoso.

Aquella enfermera se acercó y le preguntó (como cada vez que él aparecía por ahí) su nombre, cosa que le parecía extraña, ¿Luego de tantas veces no lo recordaba?

-Vólkov, Sergei Vólkov -. Dijo mientras miraba a la niña con esa enorme sonrisa característica de él cuando estaba feliz.

-Lo anotaré junto al caballero, gracias señor Vólkov.- Luego de decir esas palabras se retiró del lugar, dejando a Sergei junto al caballero, solos con los niños. La niña se bajó de los brazos de Sergei y se alejó a su cama para hablar con sus pequeños amiguitos.

-Algunas veces, creería que el niño soy yo. Mientras ellos son los que se preocupan por mí. – Dijo en voz baja mientras esperaba la respuesta del hombre que ahí permanecía.


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Mensaje por Invitado Vie Ene 13, 2012 10:36 am

Las sábanas blanquecinas que adornaban a la supuesta camilla mostraban el paso de la muerte en diferente estados que había sufrido por lo que pensé que alejarme de allí, lamentablemente ya era tarde.
Con el ceño fruncido levemente, sin detonar algún sentimiento a mi alrededor acaricié el medallón antiguo que tenía en uno de los bolsillos, el pago por una poción de amor, suspiré. Aquella mujer realmente había necesitado todo un frasco pero nadie comprendía su pequeña historia:

" Un viernes mientras asistía a la sesión del Almirante, una mujer vestida de negro llegó a mis brazos llorando, pidiendo ayuda a gritos por lo que no tuve que dudarlo, tomé mis cosas y la acompañé a su casa, una humilde residencia a las afueras de la ciudad.
Su esposo padecía una enfermedad extraña la cúal había ennegrecido sus sentimientos, para ser exactos, su corazón espiritual estaba muerto. Entre el asombro, en su casa, hice el círculo con rosas rojas, prendí la delciosa vela roja de los sentimientos, la mujer tirada a los pies del esposo conjuró su petición, Mareia largó su carcajada y la ayudó... Lo que supe días más tarde era que su esposo había recuperado sus sentimientos más profundos y que me pagaban con aquel medallón antiguo celta."

Sonreí de nuevo y lo dejé allí, estático en el bolsillo. Miré al joven sobrenatural, de hecho por sus gráciles movimientos y la hora de la madrugada en la que ésta visita al hospital se estaba llevando a cabo. Ante su pregunta, asentí.

Como espectador ambriento, observé lo que se estaba realizando a mi lado, la pequeña vampira le sonreí, ansiaba su llegada, al joven se le escapó una lágrima cristalina y no pude evitar sentirme rodeado de un amor que hacía mucho no veía.

Antes de irse la enfermera mencionó una protección cristiana para deshacerse del hijo de Satanás, o mejor dicho, éste brujo que lo único que ansiaba era ayudar o por lo menos desaparecer un rato de las persecuciones impuestas por la Inquisición.
- Dicen que todos somos niños que cambiaron sus cuerpos pero en el fondo lo seguimos siendo.- mi voz sonaba entrecortada, sin duda el desgaste que comenzaba a sentir por estar alejado del mar hacía que mi fuerza espiritual bajara hasta rozar amorosamente los zócalos grises del hospital.
- Capitán Amelhíon Do Crucerois.- Mencioné al viento con la esperanza de sentirme como si el viento salado del mar cubriera la habitación y por un momento sentí en el exterior que lo había logrado.

A lo lejos dos carcajadas ya conocidas provocaron que me levantara de golpe. Desde la derecha, la carcajada sonaba como un murmullo sordo, entre lamentos cubierta por una fuerza excepcional, Marlene. Desde la izquierda, la carcajada era divertida, casi infantil, como si se estuviera burlando de todo, pero aún así era tan grácil y llamativa que tuve que reprimir el intento de una carcajada, Mareia. Las dos brujas, de las almas y del mar, se encontraban paseando por el hospital, sin lugar a duda para llevarse consigo a algunas almas.
Por infortunio del destino, un niño las escuchó, vino corriendo hacia mí. Se escondió prácticamente detrás de mí y mientras miraba de reojo al compañero de camilla.

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Mensaje por Sergei Vólkov Vie Ene 13, 2012 2:37 pm

Ser un vampiro es la peor maldición a la que se puede estar condenado, pero uno aprende a vivir con ella y a descubrir que siempre hay un poco de luz entre las tinieblas, no sabía porque pero en el momento que se transformó en un vampiro obtuvo lo que él llamaría dones y si algo habría aprendido a lograr era captar cada uno de los estímulos que venían del exterior para canalizar esos dones. Había descubierto que podía leer la mente de las personas, incluso hablar con ellas mentalmente. También lo que muchos llamarían clarividencia…y nada menos que una especie de sentido del peligro. Si bien eran habilidades que consideraba únicas para él porque sorprendentemente todas estaban relacionadas con la mente.

Pudo ver y escuchar que aquella enfermera, la que Sergei comenzaba a odiar por su incompetencia en más de un aspecto comenzó a rezar para que el hospital estuviese protegido de los malos espíritus, demoños, etc. Sergei se limitó a arquear una ceja, algunas veces sería bueno que esas plegarias funcionasen y alejaran todo lo malo de aquellos niños, seres completamente inocentes que no le hacían daño alguno a nadie. Seres que tarde o temprano crecerían y serían quienes llevarían la sociedad tal y como sus padres lo hacían actualmente. A excepción claro de aquellos que eran rozados por los inmortales y eran condenados por toda la eternidad. Tal así era el caso de la dulce niña que ahí se encontraba, Sergei habría visto un vampiro alimentándose de un ser tan frágil y pequeño que no pudo evitar socorrerla en el acto, y como ultimo recurso habría tenido que transformarla o verla morir la había salvado de una muerte segura ¿Pero a que costo?.

Las palabras del hombre que ahí se encontraba llegaron hasta lo más profundo de su ser, si no fuese porque se le considera a los vampiros seres desalmados, hasta se podría decir que tocó su alma. Él no se sentía un niño pero sabía que muy en el fondo todavía lo era y que si se encontraba su “Debilidad” Podía llegar a ser tan frágil como un simple trozo de papel.

Después de todo, todos tenemos un objeto, una persona, algo que nos hará sentir el ser más pequeño del universo y a la vez el más grande. Para Sergei eran los niños y su fragilidad.

Aquel hombre parecía (y quizás esa no fuese la mejor palabra, pero sí. Debilitado) como si se sacase un pez del agua y se dejara al sol. Su fuerza vital se consumiría hasta extinguirse del todo. El hombre dijo su nombre y confirmó su teoría del mar, era un capitán y seguramente no estaría muy feliz en tierra firme. Recordó aquello que alguna vez escribió en su libreta, palabras que quedarían en su mente para siempre.


“Y si el instinto quiere
se me caerán las distancias
hasta encontrar
el perfil de mi nombre
en la bruma”.

De repente y como si nada, un calosfrío recorrió su espalda. Era ese sentido que había desarrollado, algo malo iba a pasar pero no podía decir qué cosa exactamente, como si fuese algo inesperado o que tenía que ver con seres sobrenaturales, puesto que eran los únicos que tenían una especia de bloqueo sobre sus habilidades.

Lo confirmó al escuchar aquellas risas que parecían provenir del mismísimo infierno. Lamentos, murmullos, risas burlonas. Había dos fuentes, una a su derecha y otra a la izquierda. Sabía que no eran nada naturales y como no las había visto antes tomó cierto auge de desconfianza. Uno de los niños se acercó corriendo hacia el hombre que ahora se habría levantado de golpe. El ambiente comenzaba a tensarse, sus ojos (Tal como cuando un vampiro caza) Se habían tornado rojos, pero seguían transmitiendo esa misma paz de hace un rato.


-Muy bien señor Do Crucerois, me encantaría saber que es lo que nos azotará en este momento- Se digno en decir, mientras que sentía como si la vida del lugar era arrancada por frías garras, dejando todo en con cierta aura de oscuridad, cosa que le desagradaba completamente.

-Tendría que hacerle saber a la enfermera que sus oraciones no funcionaron.- Dijo como con rabia, intentando averiguar que sucedería a continuación.


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Mensaje por Invitado Lun Ene 16, 2012 5:50 pm

Con cada carcajada, el mareo comenzaba a brotar desde el interior hacia afuera, el piso se movía, mi visión se cubría por un sinnúmero de objetos identificados, sabía que se encontraban las cortinas, las almohadas, camillas, osos de peluches, y los medicamentos, pero mi visión poco a poco fue disminuyendo.
- Amelhíon, hijo, déjame.- dijo Mareia con su voz inexplicablemente furiosa, su mano tocó mi pecho, el corazón comenzó a latir a paso pausado, casi ceremonialmente, cerré mis ojos, no veía nada pero juraba ante los Orishás que los había cerrado, junté mis fuerzas y alejé a Mareia.
- Señora lo lamento, no estoy en condiciones de hacerla llegar.- murmuré sólo para ella, con la mano en mi pecho sujentándolo con fuerza.
- Amelhíon tienes diez minutos para que llegue, prende una vela, dame luz, que los niños se queden junto con ese inmortal...¿ lo has entendido?.- Asentí, no podía hacer otra cosa.

Hacía treinta años atrás, cuando apenas era un brujo recién recibido de la mano de aquel maestro cuya edad jamás descubriría, Mareia se presentó por primera vez en mi cuerpo, se presentó como espíritu del mar que más tarde, cuando pudo hablar, contó que se trataba de una mujer, cantó su canción, luego comentó que más tarde, la humanidad la reconocería con otro nombre pero sería ella, Mareia.
En esa noche, Mareia prácticamente me había obligado a dejarla entrar a mi cuerpo, como ahora. Sin duda algo estaba muy mal, algo que jamás podría comprender, sólo los espíritus conocían esos tipos de desequilibrios que los brujos podíamos entender.

Sonreí y aparté al niño, los ojos del chico se habían vuelto grises, había visto a Mareia. Lo tomé de la mano y lo senté junto con los demás niños, sólo esperaba que no sucumbieran al pánico.
- ¿ Quiere saber lo que pasará?.- dije con una estridente voz, mis ojos ardían, algunos niños sonreían porque sabía que ellos serían así al crecer.- Consiga una vela, dígale a ese niño de ojos grises que la prenda y diga el nombre de Mareia...- me saqué el sobretodo para quedar con mi saco negro que cubría aquella camisa azul de antaño.

En ese momento una carcajada torció la paz de la habitación, algunos niños comenzaron a llorar pero los niños sobrenaturales entendieron que no le haría daño así que comenzaron a tranquilizar a los otros con palabras cargadas de dulzura. Mi guardiana apareció vestida de azul y negro, con su capelina negra cubriendo parte del rostro. Tomé aire y comencé a dar pequeñas vueltas, para ir provocando un remolino de energía al cual Mareia accedería y así llegaría a mi cuerpo.
Mientras iba abandonando mi materia, un niño dio un grito ahogado y cayó pálido, inerte al suelo.
Mareia largó una carcajada y comenzó a llorar mientras yo ascendía hasta el techo, como era de costumbre.
- No teman...- murmuró aquella mujer que comenzaba a tomar demasiada parte de tiempo en mi cuerpo. Se acercó a Sergei para que la saludara.- Buenas noches.- estiró su mano, mi mano.

La niña vampiro comenzó a dar aplausos eufóricos. Sin decir nada, Mareia tomó en brazo al pequeño que había fellecido hace unos minutos, comenzó a danzar de un lado hacia otro como si el mar tuviera en brazos a aquel pequeño, a lo lejos el mundo espiritual estaba espectante.
Luminé, la guardiana de la luz, de la magia más pura, estaba esperando al alma del pequeño, él tomó su dorada mano y juntos desaparecieron entre carcajadas y lamentos.
Mareia comenzó a cantar con voz alta su canción recostaba con cuidado el cuerpo del difunto en la camilla.

- Díganle a Amelhíon, que se cuide...- dijo Mareia con su voz llena de dulzura, la mujer que antes aparentaba ser un espíritu fuerte estaba con los sentimientos a flor de piel.- El niño tenía que partir, pero de ésta forma partió sin dolor.- se enteresó y caminó hacia la vela.- Marlene se lo llevaría a las sombras, no podía permitirlo...- comenzó a agacharse hasta que se sento con la vela en la mano. - Del mar soy, del mar provengo.. y soy yo quien te proteje, como las olas llegan a la orilla, hijo mio... Amelhíon Do Crucerois vuelve....- terminé diciendo. Mareia se había retirado. Miré a mi alrededor totalmente fuera de sí, me sorprendió la enfermera que, tan asustaba estaba hacía media hora y ahora estaba cantando la canción de mi guardiana con dulzura y devoción.


Off: canción de Mareia. Espero que le haya gustado la respuesta y no lo haya espantado...

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Mensaje por Sergei Vólkov Jue Ene 19, 2012 1:14 am

Quizás el haber llegado al hospital, la corazonada de que los niños necesitarían de él y la repentina necesidad de correr hasta el mismo habrían estado conectados por ese sentimiento pre cognitivo que tenía sobre si mismo, pero por primera vez lo habría sentido por otros seres queridos o quizás simplemente por quienes él vampiro añoraba poder proteger hasta que regresaran con quienes lo harían como debe ser. Quizás por aquel motivo jamás habría adoptado una niña (Si, niña puesto que Sergei no se llevaba muy bien con los varones) Tenía miedo de no ser suficiente para ella, no poder salir con la niña durante los días, no poder estar con ella la mayoría del tiempo…y quizás era aquello lo que consumía su corazón, o los restos del que alguna vez existió en su pecho.

Pero no era momento para ponerse melancólico ni nada, era tiempo para seguir adelante y centrarse en lo que estaba ocurriendo, algo los estaba por sacar del eje, algo seguramente alteraría el curso de la noche y los dejaría marcados a todos de por vida…bueno, vida. Aquel señor parecía completamente cambiado, como sí lo que fuese a suceder fuese algo que quizás Sergei jamás hubiese esperado. Amelhíon Do Crucerois, nombre que recordaría por siempre debido a lo que estaba por suceder. Aquel hombre le ordenó conseguir una vela, cosa que no pareció difícil al encontrarse en un hospital, recorrió el pasillo corriendo lo más rápido que pudo y eso es decir MUY rápido. Y cuando la consiguió regresó más rápido aún, si bien jamás había corrido tan rápido sentía que algo en su interior le decía que en aquel momento no importaba marcar límites.

Se acercó al niño de ojos grises mirándolo a los ojos con aquella sonrisa especial, sonrisa que hizo que el chico se calmase
Todo estará bien, te lo prometo- Le dijo mientras le entregaba la vela encendida y le decía el nombre que el mismo debía evocar. Ya todo se tornaba pesado y sentía aquellos calosfríos que sintió cuando se convirtió en vampiro y perdió el alma, ¿sería que un espíritu entraría en juego?

Se sintió una carcajada en aquella habitación, algunos de los niños comenzaron a llorar pero de inmediato los que tenían aquella cualidad que los hacía especial los tranquilizaron, seguramente sería porque sabían que era lo que estaba a punto de pasar. El señor Do Crucerois parecía haberlos abandonado, puesto que una extraña voz se presentó desde su cuerpo, estirando su mano para ser saludada. Sergei tomó la mano un poco conmocionado mientras correspondía el saludo.


La pequeña vampiro comenzó a aplaudir eufóricamente, como si supiese exactamente que lo que estaba por pasar era algo bueno. Mareia comenzó a danzar con el niño en brazos…Sergei había podido observar como aquel partía, dejando el mundo material atrás. Mientras la misma recostaba su inerte cuerpo en la camilla, demostrando aquella compasión infinita.

-Se lo comunicaré- Se detuvo por un instanteComprendo y te agradezco que lo hicieras partir de esta forma- Dijo estando un tanto anonadado por lo que acababa de suceder, todo parecía haber acontecido de una forma tan lenta, y habrían sido apenas minutos. Notó como Amelhíon habría regresado y se encontraba completamente desorientado, como fuera sí y perdido. ¿Señor Do Crucerois, se encuentra bien?- Preguntó preocupado mientras se le acercaba para ver si necesitaba algo en particular.


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El corazón trasciende la inmortalidad (Sergei Vólkov) Empty Re: El corazón trasciende la inmortalidad (Sergei Vólkov)

Mensaje por Invitado Sáb Ene 21, 2012 6:38 pm

La mujer que entonaba eufórica aquella canción de mi guardiana ahora lloraba, según la respuesta dada a uno de los pequeños se trataba de que le recordaba su niñez, en un pueblito de casas blanquecinas, preocupaciones leves, sinceros sentimientos. Lentamente, dejé a mi lado izquierdo la vela que acaba de apagarse, en mi garganta, el agua de mar brotaba como saliva. Todavía no escuchaba bien, mi visión se agudizaba en el instante que me levanté del suelo, la columna, cada vértebra sonó despiadadamente, ahogué un grito, no dejaría que un simple dolor me impidiera seguir.

De repente un joven extraño apareció a mi lado, no podía decir que lo hubiera visto con anterioridad, todo en mi cabeza daba vueltas, incluso aquellas vagas ideas del hombre.

- ¿ Disculpe?.- murmuré al verlo. Luego reaccioné a duras penas, aquel era el joven que conocía la pequeña vampiro, aquel que había aparecido en la sala del hospital mucho antes que Mareia llegara.- Ah, sí... el joven cuyo nombre ha escapado de mi memoria.- repuse con una sonrisa de anciano inválido.

Me acerqué a la enfermera y apoyé suavemente mi mano en su hombro.
-¿ Qui... quíen era esa mujer?.- preguntó entre las saladas lágrimas que brotaban inocentemente de sus ojos.

- Una señora del mar y la playa.- dije con voz firme, volvía a ser yo mismo. La sensibilidad, a primer término, no era mi fuerte pero Mareia me dejaba hecho todo un ser sensible que ansiaba volver a ser como era antes, un témpano a la primera y un oso de peluche cuando veía el corazón de mi compañero o compañera de charlas.- Su nombre es Mareia.

La mujer me abrazó y susurró un gracias. Era increíble lo que Mareia podía hacer en los corazones.

Miré de reojos a los infantes, cada uno daba su ingenua opinión sobre lo que había pasado. Sonreí, no podía evitarlo. Con pasos inseguros me acerqué de nuevo al joven.- Todavía no me encuentro del todo bien...- confesé puesto que mi corazón ya no era como era antes, ahora latía con más fuerza, como si quisiera salir de mi cuerpo.-¿ Cómo se encuentra usted?.- pregunté aterrorizado por la futura respuesta.
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