Desearás no haber despertado a la bestia... [Dacian Bassarides]

La frustración corroía mis pensamientos. Tras haber encarcelado a aquel que se hacía llamar Conde junto a su hermano y llevarlo a la Bastilla se le había negado el delicioso placer de torturarlo hasta que partes de su cuerpo se convirtiesen en una masa amorfa y sanguinolenta, a ver si así su curación de licantropo podía dejarle la cara tal y como la tenía antes de haber caído en las garras del verdugo. Pero ahora aquí me encontraba, en las calles de un París demasiado distinto al de mis recuerdos. Deambulando por la oscuridad, al amparo de la noche en busca de alguna victima capaz de saciar mi frustración.

El sonido de unos pasos llamó mi macabra atención. Pude observar con el rabillo del ojo como una joven había cruzado por una intersección tras de mi. Tenía la sensación de que me resultaba familiar y eso solo podía significar una cosa...merecería la pena asaltarla, y aquella noche no es que pareciese ir muy bien preparada...craso error. Me sorprendí a mi mismo acechándola rincón tras rincón, esquina tras esquina, mis pisadas no hacían sonido alguno al caminar...era como si fuese un espectro en busca de venganza contra aquella chica por el simple hecho de vivir, respirar...de que su cuerpo estuviese caliente y disfrutase de su vida.

Por fin parecía que se había percatado de que no estaba sola en aquel callejón oscuro...Bien, si no había resistencia no sería lo bastante estimulante. Con lentitud me acerqué un poco más hasta que por su expresión pude notar que se había acostumbrado a la escasez de luz de aquel lugar.

- Hola Ashlotte...cuanto tiempo. -Dije con voz siniestra e impersonal...de una cosa estaba seguro. Ella aquella noche sería mía para hacer con ella lo que se me antojase...no volvería a ser la misma.

La observé detenidamente...no parecía llevar ningún tipo de...protección, sola por las calles de París, el único lugar bajo el cual podría portar oculta alguna artimaña u objeto sería bajo la capa. Varios pensamientos se agolpaban en mi cabeza, casi todos ellos tiraban en la misma dirección.

Llevaba mucho tiempo sin hacer lo que mas me gustaba...y justo aquella noche me había tenido que topar con una de las escasisimas personas de todo el mundo que sabía quien era yo en realidad. La inquisidora a cada segundo que asaba se me antojaba un manjar mas y mas apetecible. El fruto del árbol prohibido. Clavé mis ojos en los suyos y proseguí andando cuando ella reanudó su marcha que sin que lo ella supiere se aproximaba mas y mas a un nefasto destino para ella...y uno muy placentero para mi.

- Es obvio que no voy a dar un mero paseo, Jessica.

No añadí nada más, con semblante imperturbable empecé ha recordar mentalmente el entramado de calles que se abriría ante nosotros y recordé un lugar que antaño había pensado que estaba bien para atrapar a alguna persona y llevarla a donde me viniera en gana. El verdugo del rey se divertiría aquella noche si o SI.

La losa de que ella pudiese delatar mi condición ante el tribunal de la Inquisición era pesada, pero Dacian Bassarides no viviría con la cabeza gacha nunca más. Tomaría aquello que quisiera cuando lo quisiera...y ahora la quería a ella...con las piernas abiertas o colgada lista para ser torturada.

Tomé una calle en una encrucijada que hacían las casas y ella me siguió debido a su estado de alerta. Algo le debía de estar diciendo que no se le ocurriera perderme de vista entre las sombras...y me aprovecharía de ello, pues aquella calle era un callejón sin salida, pero cuando para cuando ella se percatara ya sería demasiado tarde. Con las manos ocultas bajo mi propio abrigo destapé una botella de una solución que algunos "Brujos" utilizaban para hacer entrar en "trance" a algunas personas. Empapé un pañuelo con aquel líquido fruto del intelecto de los alquimistas y me lancé sobre Jessica obligandola a inhalarlo. Perdió el conocimiento.

Sin perder el tiempo me la cargué al hombro y la llevé por los pasadizos subterráneos de la ciudad que solo unos pocos conocíamos y aquella sección en concreto solo la conocíamos mi hermano y yo en nuestra "vida anterior". El sótano lo tenía preparado para aquellos extraños pero cada vez mas frecuentes momentos en los que me aburría. Las pareces recubiertas de ladrillos, un pequeño foso circular en mitad de la sala, lo suficientemente grande como para que una persona cupiese de pie en su interior pero no pudiese salir. Un gancho colgaba del techo con unas cadenas y un variopinto instrumental perfectamente cuidado lucía sobre una mesa de madera. El único mueble en toda la sala a excepción de una cama con un mullido colchón y grilletes en su cabecero de hierro forjado.

La encadené a la cama con las cadenas y deleitándome con la vista de mi victima indefensa como una jauría de bestias salvajes sobre un animal enfermo le quité la capa y con uno de los instrumentos afilados de la mesa corté su lencería y cuerdas del corsé. Me deleité la mirada con la visión de su cuerpo. Por fin iba a hacerlo aquello que había pensado nada mas verla por vez primera.