La fría, la cruel, la realidad {Jared}

Cierra los ojos,
déjame ver,
vaya... veneno... ¿Dónde has estado?
SILENCIO ETERNO.

Excitantes fantasías y pequeñas sensaciones que se clavan en corazones ajenos. Humana de sangre ardiente, mortal, asesina, sensual, atrevida. Veneno de la noche que trae a los más inocentes a la muerte. Silencio, tu no sabes nada, más vale callar, más vale suspira en silencio y dejar que el tiempo pase, que los días se apague, querido, estás en el infierno. Los pasos elegantes pero seguido de la particular pelirroja se perdían pos los pasillos del teatro, detrás de la cortina en un auténtico y misterioso silencio. No iba a ver el espectáculo, no le importa, ni siquiera le interesaba totalmente. Sus pues de intento de reina surcaban los suelos de aquel majestuoso lugar mientras respiraba e inspiraba con fuerza buscando el olor a nada, o quizás a todo. Sus dedos chocaban en un roce efímero contra las paredes aterciopeladas y sus ojos se cerraban, humana, sí, mortal, sí, pero con gran olfato. Sus piernas se movían con lentitud y su corazón latía con constancia, no iba a detenerse, no había motivos para que tuviera que detenerse. La muñeca resbalaba, la muñeca se deleitaba con el sabor a soledad. Se había aferrado al tiempo, y el tiempo ya marcaba en su reloj que las horas de vida empezaban a escasear.

No había aún abierto los ojos. Podía oír cuchicheos pero no podía verlos, mantenía aún los ojos cerrados. La pelirroja se enfundaba en un majestuoso vestido negro noche. El corsé apretando su cintura dejando un precioso busto a la vista en su piel blanca con manchas marrones. La larga falda se alargaba hasta los pies y un dulce abanico adornaba su mano. Noche libre, demasiado ostentosa. Escondido en su escote un bote de cristal que contiene un extraño líquido purpura, veneno. Aquella noche decidía, pues, servirse de alimento algún humano intrépido. Siempre había sido más letal que cualquiera de los vampiros que rondaran la ciudad, incluso más letal que él. Su sensual figura se contoneaba en el silencio de la noche mientras parecía ya que los hombres y mujeres empezaban a desaparecer entrando a la sala donde se realizaría la obra. Ella aún no podía estar segura de ello pues sus ojos seguían manteniéndose cerrado. En realidad ni ella sabía que hacer, se cansaba, estaba realmente agotada, la falta de sangre la debilitaba.

Sus pies, enfundados en unos bonitos zapatos de un color tan parecido al del vestido, resbalaban por el gélido suelo mientras ella se dedicaba a no mediar palabra. Estaba sola, podía sentirlo. Sus manos se aferraron al manco de la puerta de salida del teatro y dejó que si piel se erizara ente el frío de la noche. Había caído el sol, los humanos debían irse a sus casas, los seres de la oscuridad debían empezar a reinar. Sus dedos se pasearon por su cintura hasta dejar escapar un suave suspiro de sus labios carnosos, sensuales y vitales. La respiración calmada, el corazón lento y seguro y sus manos apoyadas en el marco donde reposaba también su espalda. Silencio, bonito y calmante silencio. Viento frío en una noche de verano, presagio, un sentimiento oculto, un corazón que late, otro que está detenido, una eternidad, la caducidad de lo mortal. Sangre caliente, frío veneno. Silencio, extraño y perezoso silencio.

"Toc, toc, toc, toc"

El resonar de sus pasos comenzaba a hacerse más pronunciado conforme se acercaba a la plaza que precedía al teatro. Una magnífica estructura de décadas de antiguedad donde se reunía la creme de la creme de París y de otras ciudades circundantes... Una estructura tan magnífica y digna como él mismo. No era la primera vez que venía ni mucho menos, de hecho es cliente habitual y siempre está dispuesto a pagar por alguna obra de teatro que realmente valga la pena. Le hacen pensar, reflexionar y meditar en muchas ocasiones, o bien pasar un buen rato y divertirse en otros momentos.

Tampoco solía venir solo, una agradable compañía nunca solía estar de más... Bien voluntaria, bien presa, o bien futura muñeca. Las opciones eran tan variadas, tan dispares, que se divertía haciéndolo, intentando ver algo nuevo en una serie de patrones que se repiten sin remisión. Pero el destino parece caprichoso, parece querer romper sus esquemas y su sistema de oscuras creencias cuando un intenso olor acude a su olfato. No le hace falta ni una centésima de segundo para reconocerlo, alzando ligeramente la cabeza, dejando que el rubio pelo le caiga hacia atrás en una cortina de podrido y eterno oro, aspirando de nuevo y curvando sus labios en un indescriptible amago de sonrisa. Parado a varios metros de distancia se dedica a observarla... Y no en vano es su muñeca, solo para él prácticamente todas las noches: La belleza de sus rasgos, lo peculiar de su pelo, rojo como el fuego, ese rostro aniñado que había visto contraerse de placer bajo sus dedos y que, aún e irónicamente, conservaba rastros de inocencia... Ya no es una niña, ya no es esa niñita que él encontró. No, se ha convertido en una mujer, una mujer cuya sangre es una delicia para el paladar...

"Wendy..." Ni siquiera necesita concentrarse para dejar que ese pensamiento, que ese nombre clavado en su mente, vuele a través del infinito espacio hasta la mente de ella, penetrando con suma facilidad en unas barreras que ya destruyó hace mucho y que ahora le pertenecen tanto o más como el cuerpo de la joven humana... El efecto que crea con esa única palabra, tan simple y a la vez potente, majestuosa, casi logra que lo que es un pensamiento se convierta en algo físico camuflado con la fría brisa que sacude la plaza y ambos cuerpos.

Sin embargo, él no se ha movido ni un milímetro, con los ojos nuevamente cerrados y el rostro expuesto al vasto y nocturno cielo...

Como si, con ese mero gesto, estuviese retando a Dios en magnificencia.