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El gran miedo. El fuego purifica. [Revolución] 2WJvCGs


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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Dagmar Biermann Lun Feb 06, 2012 8:29 pm

Las guerras van y vienen, pero los soldados son eternos.

Lugar: Sembradíos principales de Ile de France
Ubicación: Orillas de Normandia y Orleanesado
Objetivo: Crear un incendio aparentemente accidental.


¿Vestidos? A estás alturas del juego no podría usar tales ropajes para ejecutar las próximas misiones en la revolución. Había mandado a hacer un traje especial. Pantalones ajustados, una blusa de botones que me permitiera sujetar con cinturones enredados, algunas armas alrededor de mi cintura, cadera, e incluso en la espalda. ¿Femenina? No sabía si me veía de esa manera, en realidad no me importaba, quizás mi cuerpo me delataba, mi cabello suelto, pero ya nada de eso importaba.

La tarde anterior una de las reuniones más importantes, efectuada en la casa de la noche había dejado en claro mi próximo objetivo. ¿Compañero de batalla? László. ¿Algún inconveniente que tuviera con él? Quizás el ser una criatura maldita, un cambiaformas, pero no. Ahora podía presumir de tener una mentalidad más abierta, de no condenar a todas las criaturas. Daniil me había enseñado demasiado, y László, ese chico era especial, agresivo, inteligente, completamente agradable a mi percepción, y desde el primer habla, habíamos congeniado bastante bien, sabía que no sería solo una misión, también nos divertiríamos.

Ya completamente lista, con el traje especial, tomé el carruaje de mi residencia hasta los inicios del bosque. Ordené que volvieran a la academia, que no dijeran mi paradero, que no hicieran preguntas, que se protegiera a todo aquel que estuviera dentro de aquel recinto, si descubrían que estaba metida en tal revolución seguramente intentarían clausurar el lugar, debía ser cuidadosa.

Comencé a avanzar en el bosque, los hechiceros que formaban ilusiones para evitar la entrada de intrusos, me habían dejado carta abierta para no confundir el paradero y perderme.

Entré con rapidez al lugar, esperaba no ser seguida, me había asegurado que nadie lo hiciera, así que no tendría nada que dudar. - László - Grité su nombre en las paredes del lugar. - Se nos hace tarde cachorro, vamos ya, tenemos un carruaje que tomar... - Dije de manera divertida mientras me acercaba a él de manera burlona, no lo saludé como los modales de las grandes sociedades demandaban, solo acaricié su hombro para seguirme de largo, en el librero de alado se había quedado el sobre de las indicaciones, el lugar, y el momento propició para hacer la fogata más grande que hubiera visto ante mis ojos. ¿Nos descubrirían? Para nada. Nosotros tendríamos todas las de ganar.
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Mensaje por Invitado Sáb Feb 18, 2012 4:40 pm

¡Por fin!, algo de acción. Mucho parloteo y poca creación de gran dolor. Eso es lo único que sé hacer, crear gran dolor, en las peleas callejeras, en las riñas de cantina, en los pequeños robos, pero por fin, mi habilidad para meterme en problemas rendiría frutos. No sé cómo fui a parar con esa gente, el líder, un Conde, representa todo lo que odio, la realeza en pocas palabras, pero sus ideales, esos son los importantes. En cuanto me enteré de esto me prometí formar parte.

Aquellos que hacen la Revolución pacífica imposible, hacen la Revolución violenta inevitable.

En la reunión anterior se repartieron las misiones, y compañeros de misión también. En silencio rogué que no me tocara alguien idiota que lo arruinara, y también abogué por una misión que implicara actuar y no hablar. No soy diplomático, no soy ni siquiera medianamente educado, nunca tuve educación formal, pero, ah, qué distinto es cuando me piden que patee algunos traseros.

Mi alma descansó cuando supe que sería Dagmar, entiendo que es una cazadora y que el motivo de su cacería éramos nosotros, los seres con habilidades (o maldiciones), y también entendía que conocía al doctor Stravinsky, aunque no sé a ciencia cierta la naturaleza de su relación. Cuando recién llegué a la Hermandad congeniamos bien, pese a que ella proviene de la clase alta. Y por todos los cielos que odio a la aristocracia. Pero no parecía muy cómoda con eso, era más natural y, vaya, me cayó bien.

Estuve seguro que todo saldría bien, y que ella no era tonta, que no comprometería la misión, así que nada podía salir mal.

Estuve en el lugar acordado a tiempo, raro en mí, pues nunca llego a tiempo a ningún sitio. Escuché su llamado y ahí estaba, le sonreí con ese gesto torcido y retador, no es que lo haga a propósito, esa es mi expresión natural.

-Vamos –dije con voz decidida y dando una palmada, casi frotándome las manos y relamiéndome los labios. La seguí luego y fue como si un pirómano interno que no sabía que tenía quisiera romper las cadenas de su cautiverio.

El mismo fuego que mató a mis padres, el mismo fuego que los ricos iniciaron en la casa, de pobres, donde crecí, ese mismo fuego cobraría mi vendetta personal. Quienes tenían que caer, caerían, de eso me encargaba yo.

-¿Crees que resulte? –le pregunté antes de abordar el carruaje que nos llevaría hasta el sitio indicado. Fue como si un niño pequeño formulara esa pregunta y se la dijera a su madre. Mi alma y mis entrañas ardían ante la causa, pero temía, también, no era tonto aunque la gente me subestimara. Quería que me dijera que sí, aunque fuese mentira, sólo para continuar con eso, para tener fuerzas para ejecutar el plan.
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Mensaje por Dagmar Biermann Jue Feb 23, 2012 8:35 pm

Estiré mi mano tomando la mejilla suavemente de László, le sonreí con verdadera ternura, ya sé, seguramente me vería bastante rara haciendo eso, sin embargo, una sonrisa bastante burlona se apareció en mi rostro. - ¿En serio estás dudando, cachorro? Confió en ti, y en mi, así que todo saldrá bien - Mi mano se movió dándole un golpe suave en la mejilla. Mi rostro lleno de burla se desvió a la entrada del carruaje, sin ayuda de nadie (No la necesitaba) di un salto para entrar a aquel pequeño medio de transporte que nos habían asignado.

No esperé a que subiera y el carruaje avanzará, rápidamente me puse a buscar las cosas que según nos servirían para aquella encomienda. Giré mi cuerpo en el asiento, abrí el baúl que se encontraba atrás de mi, en la parte de arriba habían telas, algunas antorchas, fósforos, y demás cosas que podríamos utilizar esa noche. Mi sonrisa se ensanchó.Ya jugaría a las carreras con el zorro dentro de los sembradíos.

Volví a mi posición inicial. Sintiendo como el carruaje comenzaba a moverse. El camino sería un poco largo, o bueno según lo que había entendido era bastante grande el tramo. Suspiré observando por la ventanilla. El sol se estaba ocultando, se estaba volviendo un cómplice más. Recordé aquellos tiempos en los que solo eran ideas, donde no existía más que el ideal, ni siquiera se pensaba que las personas ayudarían a enfrentar esa peste. El rostro de Sybelle cuando me conoció, y ese tipo de cosas que con el tiempo se van borrando pues la vida sigue, no podía negarlo, recordar en ocasiones me hace bastante bien, como ahora, eso me llena de motivación.

Debajo del asiento había una canasta con algunos alimentos que Sybelle y Doreen nos habían dado antes de partir. La jalé con cierta fuerza para tenerla frente a nosotros. Habían algunos termos con café, agua y otra bebida natural que no supe reconocer, algunos alimentos fuertes, otros ligeros como frutas.

Abrí la tapa de la canasta, lo miré de reojo, moviendo mi cabello por detrás de la oreja para poder verle. - ¿Cómo es que llegaste a la hermandad? - Mi curiosidad empezaba a invadir mi cuerpo. Lo había conocido reuniones antes, cuando se nos dividían las misiones, en sus ojos podía verme, esa ansia de acción, de dejar a un lado la diplomacia y hacer cosas más, de dejar todo para defender aquello que creíamos o que simplemente nos daba diversión. László siempre con esa mirada retadora, con esa postura de defensa y casi ataque. - Debes comer algo László, estás muy flacucho, creo que puedo romperte - Mi tono de burla era bastante notorio, era bromista, todos lo sabían, y quien no seguramente se lo tomaría muy personal, pero sabía que con él no tendría problema, o bueno eso pensaba.

Estiré mi mano para tomar una manzana, se veían bastante bien, grandes, jugosas, y bastante rojas. Con una de mis piernas empujé la canasta hacía mi compañero, di mi mordida, me senté en posición de flor de loto, girándome por completo para poder tenerlo frente a mi - No pude escoger mejor compañero, pero ahora, cuéntame - Me sincere con una sonrisa que había detenido mi masticar por unos momentos.
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Mensaje por Invitado Vie Mar 09, 2012 6:09 pm

A veces se me olvidaba que Dagmar era una mujer, no porque no lo pareciera, era hermosa, sino por cómo actuaba, por su misma profesión, era ruda y fuerte cuando era requerido, era más un camarada. Porque yo, criado en las calles, eso tenía, montones de camaradas, compañeros de juergas y peleas, de puños y bocas sin dientes, sangrantes y soeces. Amigos tenía pocos, era más una cuestión de supervivencia y cuando esa era la prioridad, quedaba poco tiempo para la amistad, no es que no creyera en ella.

Asentí ante su palmada en mi mejilla, dejé que ella se subiera primero y luego la imite. El carruaje comenzó a andar, para mi hubiese sido más sencillo transformarme en zorro y llegar así hasta el sitio, pero tengo que acatar ciertas órdenes de la Hermandad aunque eso e seguir reglas no se me de muy bien.

Me puse a ver por la ventana del transporte, no estaba acostumbrado a algo así, así que me resultaba fascinante todo aquello. En muchos aspectos soy como un niño, pues tuve que crecer de golpe, no tuve una infancia como la del resto, desde muy pequeño me tuve que hacer responsable d Lucía, mi hermana, y eso arrancó de tajo los juegos y demás cosas que otros jóvenes de ni edad hacían habitualmente. Suspiré y miré a mi acompañante cuando me habló, estuve a punto de responderle cuando ella señaló mi delgadez.

-Yo así soy –dije riendo y mirándola, para luego tomar una fruta del cesto. Sí, mi complexión era delgada, excesivamente delgada, pero mi ruda vida en las calles y mi condición de cambiaformas me hacían bastante resistente a los golpes y demás embates. Era un arma que jugaba a mi favor, la gente solía subestimare y luego nada, los noqueaba con gran facilidad.

Me acomodé en mi asiento, ahora la ventana ya no tenía importancia, enfoqué mi vista en ella y la miré con una ceja arqueada.

-Mi historia no es interesante, odio al gobierno opresor, vi la oportunidad de derrocar a la monarquía, no podía pasarlo por alto –dije y luego le di una mordida a la pera que había elegido de entre toda la fruta-, había escuchado rumores –hablé con la boca llena y luego tragué –de que existía este movimiento y yo tenía mis dudas, no me puedes culpar por ser desconfiado –me encogí de hombros y di una mordida más –investigué y di con ustedes, comprobé que era verdad, les ofrecí mis servicios, conozco las calles y soy un luchador fiero, además que buscaba lo mismo… -guardé silencio y miré de nuevo al exterior, había hablado con pasión pero de pronto fue como si me apaciguaran, como si hubiesen acariciado detrás de la oreja al perro que también soy-. No soy bueno siguiendo órdenes y normas, pero soy fiel a mis convicciones –le dije con tono sereno mirándola de nuevo.

-¿Y tú?, ¿cómo llegaste a la Hermandad?, seguro tu historia es más interesante que la mía –y seguí comiendo la fruta que estaba entre mis manos.
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Mensaje por Dagmar Biermann Lun Mar 19, 2012 11:26 am

Desde el principio lo había sabido, László era una persona de clase baja, sus ropajes lo decían, sus movimientos también, incluso su rostro, cuando sueles ser lo bastante observador, puedes notar este tipo de detalles, aparte su conducta no era normal para alguien de poder adquisitivo alto. ¿Cómo lo sé? Porqué yo lo era, y había visto más de una vez el maltrato que se les daba a la clase alta de no saber comportarse ante los demás, suele ser una situación lamentable, pocas personas lo saben, quizás todos lo saben pero poco son los que lo comentan, nadie quiere romper las cadenas, todos quieren esa vida llena de represiones, pues si de verdad quisieran cambiarla, ya habrían hecho algo al respecto.

Escuché con total atención su relato. Valiente había sido el cambia formas al buscar el movimiento, y si digo valiente es por todos los policías que habían en la calle, todos los encubiertos. - Al menos si sigues estás ordenes, no eres tan rudo como lo parece - Me burlé terminando mi manzana. Busqué entre la canasta alguna bolsa de papel o algo que se le pareciera para echar la basura, odiaba el desorden y la sociedad, incluido aunque en ocasiones fuera necesario, mi disciplina no me permitía estar en un lugar en malas condiciones.

Mi mirada seguía clavada en la suya, sonreía en ocasiones para él, me gustaba su presencia, me hacía sentir tranquila, segura. Yo sé que soy la experta en la cacería, y que llevo mucho tiempo haciendo las cosas sola, sin que nadie me consuele, ni me ayude, ni nada por el estilo, pero en ocasiones es bueno sentir que estás protegida, supongo que todas las mujeres tenemos ese deseo, esa necesidad, y dado que mis sentimientos han estado tan expuestos últimamente, no me venía mal sentirme así.

Me aclaré la garganta. - Desde pequeña soy cazadora, cachorro, pero así como tú, me fastidia el control y las reglas, las hice a mi manera y comencé a viajar por aldeas, defendiendo a seres humanos que no tenían idea sobre los vampiros o licántropos. Estos abusan demasiado de la debilidad e ignorancia humana, y entre aldeas conocí a Sybelle, Darcy y Milo, me contaron sus planes, sus deseos, y acepté formar parte, solo he vuelvo a París por eso, después de la tormenta seguiré mi camino, volveré a las aldeas… Es interesante vivir de esa manera… O bueno en lo personal me gusta, es un gran contraste,ir a estos lugares no tener nada, hacer que confíen en ti y luego seguir, volver a casa y tener todos los lujos, no sé… - Guardé silencio, estiré mis piernas y recargué mi cabeza en el respaldo con los ojos cerrados.

Moví mi cuerpo hasta quedar a su lado, con los ojos aún cerrados, moví mi cabeza y la recargué en su hombro - A veces necesito descanso - Susurré, volví a mover mi cuerpo, pero esta vez mi cabeza se acomodó en su pierna, tomándola como una especie de almohada - Si fuera un cambia formas seguramente sería más hábil y no necesaria dormir tanto - Susurré. Habíamos tomando la hora correcta, no habría vigilantes en los caminos que registraran el carruaje al salir, aun faltaban varias horas para llegar al destino - ¿Tienes un plan para quemar el lugar? - Solté una risita cómplice. - ¿O será todo espontáneo? - Ladeé mi cuerpo, colocando mis manos entre su pierna y mi cabeza - Cuando volvamos te llevaré a mi casa, podrás quedarte ahí, sin importar nada, será como tuya y no te faltará nada - Quizás ser hija única, y sobre todo mujer me hacía querer protegerle, nunca lo había hecho con alguien al que conviviera tan seguido, no estaba tan mal querer ver bien a alguien que estabas conociendo y que poco a poco le tomabas cariño.
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Mensaje por Invitado Lun Abr 02, 2012 4:59 pm

Hice un ademán restándole importancia a lo que me decía. Sí, podía estar obedeciendo órdenes en ese momento, pero eran para obtener un beneficio mayor, un beneficio para todos, si no fuera de ese modo aún estaría dando tumbos por ahí, provocando pequeñas revueltas en la que incitaba a la gente a apedrear a algún guardia real y eso sería todo, estando en la Hermandad ese poder caótico inherente a mi podía rendir mayores y mejores frutos. Terminé la pera que estaba comiendo y dejé la basura donde ella había puesto la suya.

-Lo hago por una buena causa –iba a decir que una vez terminado todo esto regresaría a mis viejas usanzas de peleas callejeras, borracheras épicas y despertar en algún punto de la ciudad, al otro lado del sitio donde comencé la juerga y sin saber cómo llegué ahí; pero no lo hice, tenía ahora una oferta de empleo seria, había ya comenzado a laborar para el doctor aunque una vez terminado este asunto, quizá me dedicaría de lleno a trabajar como su valet personal, que eso era lo que él quería y yo me negaba tanto. Suspiré y escuché con atención su relato.

Desde siempre, o al menos, desde que crucé palabras con ella supe que no era como otros de su clase, Cyrille me había dado una lección al respecto hacía unas semanas, no todos aquellos que tenían dinero eran necesariamente malos, y no dudaba de las intenciones de Dagmar, aunque incluso entre aquella gente adinerada que se daba golpes de pecho y ayudaba a los pobres, como yo, veía un atisbo de malas intenciones, una sombra, muchos, no Cyrille, no Dagmar, no el doctor Stravinsky, pero sí muchos otros, lo hacían con el fin de expiar culpas. Así de grandes deben ser sus pecados pagados por el lujo y el exceso. Asentí sin saber qué decirle y luego la observé moverse sin saber cuáles eran sus intenciones hasta que colocó su cabeza en mi hombro, me quedé quieto un segundo y luego relajé la posición.

Asentí ante lo que me decía, aunque ella no podía verme. Sí, supuse, descansar para ella una opción, sin embargo, una vez que esto terminara yo tendría que retomar mi vida, seguir trabajando y sobreviviendo, el panorama pintaba mejor ahora que tendría un empleo estable, y sobre todo, ahora que planeaba mantenerlo, pero no dejaba de ser cien veces más complicado para mi que para ella que en cualquier momento podía hartarse y regresar a las comodidades de su casa.

-Creo… -dije mirando al frente y luego mis manos –que las cosas que más se saborean en la vida deben ser espontáneas, y yo planeo saborear esto –cerré los puños con fuerza y luego de nuevo abrí las manos, miré a un lado donde estaba ella-, tengo nociones de esto, crear caos es mi especialidad, pero dejemos que todo fluya –sonreí torcidamente. Íbamos a crear gran dolor, y eso es después de todo, a lo que siempre me he dedicado.

-No, no –me apresuré a decir –no te preocupes, tengo a donde ir una vez que terminemos con esto –suspiré. Me preguntaba si saldría vivo si quiera, aunque si moría, al menos mi muerte serviría para algo. Nunca me he visualizado siendo viejo, pero después de todo, la destrucción me mantiene joven.
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Mensaje por Dagmar Biermann Vie Abr 13, 2012 2:13 am

No puedo negar lo evidente, me sentía tan protegida, tan segura, tan emocionada y divertida a su lado que lo demás no importaba. Un amigo… Si, podía llamarlo amigo después de todo, sus ojos no mostraban deseo, o incluso no me subestimaba en cuanto al combate o este tipo de acciones contra la nación, László me trataba como su igual, teniéndolo a lado era bastante evidente que si, existían personas que creían en la igualdad de genero, que no te hacía a un lado por ser mujer, negro, pobre, rico, pelirrojo, que aun hay esperanzas en esta humanidad. Lo escuché con atención, hice una mueca, me había rechazado la oferta, y me sentí ligeramente herida, quizás no me tenía tanta confianza, o quizás era demasiado pronto ofrecer algo así, lo que sí le quería dejar en claro era que conmigo podía contar con todo, con lo que pidiera, con lo que necesitara.

No dije nada porque mi cuerpo estaba tan relajado que había empezado a dormitar, de un momento ahora me había hundido entre el mar de mis sueños. Y ahí estaba László, con algunas quemaduras en la piel, soltando alguna que otra maldición, me veía a mi, intentando arrastrar su cuerpo entre aquellas llamas, algo había salido mal, alguien había dado el informe de lo que haríamos. ¡Hay un traidor en las lineas! Grite con fuerza, esperaba que las personas del carruaje estuvieran bien, debían estar con vida. Se escuchaban disparos, detonaciones fuertes, y entonces cerró los ojos, ya no estábamos en aquellos campos, estábamos en medio de la plaza, sin embargo no estaban aquellos dentro del caos, estaba él, solo él, mi sueño y pesadilla, mirándome con aberración, con enojo, señalándome con un dedo. Mi peor miedo era que Daniil se enterara en lo que estaba metida. ¿Me odiaría de verdad?

Abrí los ojos sobresaltada, sintiendo como mis cabellos se habían pegado a mi cuerpo por el sudor, por el nervio que me había causado aquella imagen. Miré a László volviendo a acomodarme en el asiento, desvié la mirada hacía la ventana del carruaje, por el cambio de colores en los prados podía jurar que estábamos cerca. Y lo estábamos pues el carruaje se había detenido en medio del bosque. ¿Cuánto tiempo había dormido?

- Cuando todo termine, me iré a tomar unas largas vacaciones - Y es que las necesitaba, cada parte de París me daba recuerdos que sabía me dolerían en el alma en su momento, y cuando sonará serían los mejores en mi memoria. La ropa masculina vaya que era cómoda, deberían permitirnos usar esto por las calles de vez en cuando. Abrí rápidamente la puerta del carruaje y bajé observando la hermosa vista, era una verdadera pena que todo terminaría gris antes del amanecer.

Observé de un lado, del otro. El silencio era interrumpido solo por el viento al chocar contra los arboles y hierbas. - Iré a recorrer el lugar, tenemos que asegurarnos que personas indefensas no salgan afectadas - Esa siempre había sido y sería mi misión en la vida, proteger a los desprotegidos, aunque fuera de mi propia persona. Revisé mi cuerpo, tenía algunas armas que podrían sacarme de algún apuro - Regreso en breves László - Comencé a caminar, por el lugar, salí del bosque, las personas de las aldeas por lo regular buscaban asentarse en lugares demasiado verdes, donde cosechas que les ayudan a sobrevivir sean "mejores" o quizás cerca de ríos, así que era mejor buscar alguna zona de esa manera. ¿Estaría habitado? Mientras me adentraba observaba los grandes productos naturales que serían quemados ¿Cuántas familias podría parar el hambre con ello? Hice una mueca y seguí caminando para no arrepentirme de aquello al no sacar un mejor provecho.
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Mensaje por Invitado Vie Abr 27, 2012 5:39 am

Me relajé, no tenía idea de qué tan cerca o lejos estábamos del lugar, rara vez salía de París, no conocía más allá de las cercanías de la ciudad, a veces salía al bosque a transformarme y correr en mi forma de zorro o de perro africano enorme, pero nunca me alejaba, como si algo me anclara a la ciudad. Los recuerdos quizá, de mis padres y de mi hermana, el saberme parte de un sitio tal vez, como los adoquines de las calles, las tejas de los techos o las aldabas de las puertas, o tal vez el temor a lo desconocido. Dentro de mi lugar –París- era invencible, o así me sentía, conocía sus calles y callejones, sus recovecos, sus rincones, a su gente incluso, fuera de ahí no sabía nada, porque en realidad yo no se nada sobre ninguna cosa, ¿cómo si no sé leer, mucho menos escribir? Pensando en eso recargué la cabeza en la pared del carruaje, sentó a Dagmar removerse y reí, estaba soñando y me sorprendió la rapidez con la que empezó a hacerlo. Parecía agitada pero preferí no despertarla, decidí mejor mirar por la ventana, los árboles pasando como pulsaciones en una melodía, los colores cambiando conforme nos acercábamos al lugar, cada vez más verde, menos mancillado por el hombre.

Ella despertó y la miré con los ojos bien abiertos, lucía alterada.

-¿Mal sueño? –me atreví a preguntar y entonces el carruaje paró, ella se me adelantó a bajar y yo la seguí, pude estirar las piernas al fin, no había sido un viaje excesivamente largo pero estoy acostumbrado a la libertad, espacios tan pequeños como el carruaje me dan una sensación de claustrofobia, de ser de otro modo jamás me hubiese sometido a esa tortura, pero esta vez era necesario.

Una vez que estuve en tierra firme eché los brazos hacia arriba y hacia atrás estirándome todo tal cual largo era, no mucho, algunos dicen que luzco muy joven para mi edad, y muy bajito, yo se lo atribuyo a mi habilidad. Di un vistazo, había casas más allá, debíamos ser cuidadosos de no dejar que el fuego se propagara hasta ese sitio, y frente a mi se extendían los sembradíos dorados de trigo, los árboles de frutas, y el verde de las legumbres, pensé en todo el bien que esa comida le haría a los niños de la calle que conocía, pero tenía que ser más objetivo y pensar más grande, estábamos asestando un golpe a la corona, no a la gente bajo su yugo. Miré a Dagmar y asentí cuando dijo que recorrería el lugar.

-Nos vemos aquí –me apresuré a decir y rodeé el carruaje para salir transformado en zorro y dar un recorrido por mi propia cuenta, mi ropa quedó ahí junto a las ruedas de la diligencia, pasaría a recogerla de regreso, no iba a andar desnudo por ahí, menos cuando había fuego involucrado.

Para mi era sencillo escabullirme en muchos sitios inaccesibles para las personas en mi forma de zorro. Como perro conseguía comida, entendía que era un perro algo tierno y eso me ayudaba a ablandar algunos corazones, pero tenía patas cortas, no me ayudaba a escapar o a saltar, no era ágil, como perro africano era más grande y ágil, pero pesado, ideal para el combate; poder transformarme en zorro también era una ventaja única, era ágil, escurridizo y veloz, mi forma favorita para espiar y entrometerme en algunos sitios.

Alcancé a ver que no había centinelas en el perímetro del lugar, eso facilitaría el trabajo, y tampoco peones laborando ya, eso nos evitaba la pena de herir inocentes. El sol estaba a punto de ponerse, el show iba a comenzar. Regresé al carruaje y a mi forma humana, me vestí otra vez y esperé por Dagmar para comenzar nuestra tarea.
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Mensaje por Dagmar Biermann Mar Mayo 01, 2012 4:48 am

Me detuve, no pude continuar mi camino por mucho tiempo, me di cuenta que estaba jugando con mi vida de una manera absurda, caminaba pero no llevaba alguna arma para protegerme, con pequeños detalles como esos perdería la vida de un momento a otro. Eché a correr directamente al carruaje, el chofer me miro de manera sorpresiva apuntando su arma en la dirección en la que venía - ¡Todo bien, tranquilo! - Le grité para que guardará la pistola y no levantara sospecha alguna si alguien pasaba cerca de nosotros. - Olvide mi equipo - Le guiñé un ojo. El chofer que se nos había dado no pasaba de los 22 años, según algunos escritos que daban informes sobre su vida, era un joven abandonado, que había vivido bajo el mando de la realeza parisina, había recibido tantos maltratos que el odio que les tenía ya era bastante personal, desde que había escuchado rumores sobre la revolución no había parado hasta encontrarlos, un soldado fiel, estaba segura que daría la vida por la causa, además era bastante agradable.

Me adentré al carruaje colocándome un par de pistolas, una pequeña caja de fósforos, la ventaja de vivir en un mundo de constante combate son las herramientas que se pueden obtener, pocos sabían de la existencia del fósforo, entre esos pocos era mi familia, mis cazadores, y aunque pagábamos grandes cantidades de dinero por el producto, valía la pena. Me colgué uno de los arcos y las flechas necesarias para el pequeño trayecto. Ya teniendo todo lo necesario encima de mi, volví a mi tarea. Estaba vez apresurando el paso.

En la inspección de zona había encontrado pequeñas chozas, todas ellas permanecían en completo silencio, pude escuchar los ronquidos de algunas personas, debía pensar en algo para alarmarlos, evitando así salieran heridos. Me escondí entre grandes arbustos, cerca de una de las chozas había un pequeño corral donde dormían vacas, gallinas, cerdos y un perro, supongo que el perro era el guardián, pero debido a las horas parecía dormido, y ya que no había hecho sonido alguno todo estaba a mi favor.

Lo único que me serviría en ese momento, y que por supuesto me ayudaría a no hacer ruido era el arco. Saqué una de las flechas acomodándola la punta en la madera, haciendo que sobresaliera el pico, el final de la flecha estiraba el material que me ayudaría a sacar está misma con fuerza. Apunté lo mejor que pude pues la poca luz que había no me dejaba ver del todo, al menos estaba segura que sería un buen tiro. La flecha salió en la dirección correcta, incrustándose en la pata de una de las vacas, la pobre comencé a hacer sonidos extraños, acomodé el arco para poder salir a toda prisa al carruaje, pronto escuché los gritos alarmados de algunas personas y los pasos apresurados para ver lo que ocurría. Varias lamparas de aceite fueron encendidas, y mientras descifraban que había pasado a mi me daba tiempo de correr y comenzar el alboroto, la misión.

Saqué uno de los fósforos, lo pasé con fuerza en una de las piedras para encenderlo y entonces lo arrojé a un bulto de hojas. No esperé a que ardiera demasiado, salí disparada de regreso al carruaje para encontrarme con László, por extraña razón me sentía emocionada, bastante, y para nuestra buena suerte esas personas podrían vivir sin problema alguno. Sonreí de manera triunfal cuando vi a mi compañero de travesuras esperándome - Creo que esto ha empezado - Le indiqué bastaste agitada. Volteé mi cuerpo y le señalé para que observaba lo que pasaba a lo lejos, y no es que estuvieran muy lejos de nosotros. El chofer sería parte de esto, nos ayudaría a encender ciertas zonas - En el carruaje hay pólvora, fósforos, no necesitamos mucho en realidad, muchas cosas están secas, eso nos sirve para encender el lugar, debemos empezar por el final de los campos, pero ahora dime ¿Qué estrategia me propones?- Sonreí sintiendo la emoción que me llenaba poder comenzar y terminar la misión. Sólo faltaba que todo saliera bien, nuestras vidas corrían peligro además que bien dice el dicho: "El que con fuego juega…"
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Mensaje por Invitado Mar Mayo 15, 2012 5:31 pm

El fuego había acabado con mis padres, el fuego que un caprichoso hijo de hacendados provocó por su tropelía, por su fijación con mi madre. Debió haber sido muy hermosa, realmente recuerdo muy poco de ellos, y poco a poco el recuerdo de Lucía, mi hermana, también se ha ido deslavando a base de peleas callejeras y vasos de absenta. Y ahora, como retribución, el fuego crearía el caos que haría temblar a esos en Versalles, que, junto con muchas otras acciones de la Hermandad, nos haría notorios. Aún estaba en mi forma de zorro, pero dentro, muy dentro, seguía siendo László y todos esos pensamientos se agolparon en mi cabeza hasta que un destello en la lejanía me hizo voltear, y el aroma a quemado me indicó que la función había comenzado. Regresé rápido pensando que Dagmar había sido un poco precipitada, no había visto el perímetro y podían salir gente herida, pero lo hecho, hecho estaba.

Una vez junto al carruaje de nuevo, rápido regresé a mi forma humana y me vestí, en un par de minutos ella estuvo de nuevo junto a mí mientras yo terminaba de abotonarme la ropa y asentí cuando ella se mostró tan entusiasmada. Sin duda la adrenalina estaba cometiendo estragos en ella y me resultó curioso tener que ser yo el responsable cuando solía ser diferente. Miré a donde el fuego comenzaba a propagarse.

-Creo que por ahora debemos comenzar otros pequeños incendios y controlarlos –miró a nuestras espaldas, el bosque se extendía y si no éramos inteligentes, aquello se podía salir de control –supongo que la gente de las cercanías ya se habrá percatado de lo que está pasando, no podemos preocuparnos por ellos ahora, debemos estar atentos por su la corona manda hombres o… o lo que sea… -me sentí extraño de hablar tanto y por eso callé. Me giré y tomé combustible y un mechero, cada cosa en una mano y le sonreí.

-Pues vamos a continuar, tengamos cuidado de que esto no se nos salga de las manos –y sin más, corrí alrededor de los campos de arado, mismos que ya ardían en llamas del otro lado. Vacié un poco del combustible y antes de hacer fuego miré el lugar suspirando, debía dejar de pensar en la pobre gente que iba a perder su modo de vida, esto era para un bien mayor, un bien que al final los beneficiaría a ellos, y como le había dicho a Dagmar, no nos podíamos preocupar por ellos ahora. Me agaché e hice fuego, lo tuve en la punta de una antorcha improvisada con una vara y un trozo de tela humedecida con el combustible, lo observé como si me hipnotizara, el fuego me había quitado todo, el fuego me traía mi venganza. Y sabía que vengarme no me devolvería a mis padres, ni me sacaría de las calles, pero iba a ser un antes y un después de esto, al regresar, si es que sobrevivía, aceptaría trabajar tiempo completo con el doctor Stravinsky, mi vida mejoraría, la de muchos mejoraría si esto resultaba bien. Finalmente encendí los pastizales, no apagué la llama que había logrado conseguir e inicié otros puntos de incendio a lo largo del sembradío.

Miré más allá, que esto se propagara más de la cuenta era una posibilidad muy grande, debíamos reducir el margen de error. Regresé al carruaje acalorado, algo sucio de cenizas y hollín y miré nuestra gran obra, alcé el rostro y saqué el pecho. Estaba hecho.
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Mensaje por Dagmar Biermann Jue Jun 21, 2012 12:53 am

No puedo evitarlo, estoy emocionada, hace mucho tiempo no lo estaba, disfruto de esta sensación, ojalá todo en la vida fuera así de emocionante, las reglas impuestas por la sociedad en ocasiones restringe la diversión, ¿Cuantas personas se deben contener? No lo sé, supongo que son demasiadas, tantas que es por eso que existe tanta pobreza, tanto abuso de poder, sin embargo me siento egoísta, pues mi emoción, mi tonta diversión perjudicará no sólo a uno, sino a muchos.

Asentí al escuchar sus palabras. Suspiré intentando calmar mi emoción, mis ansias. Solté una risa nerviosa, y tomé las mismas cosas que él para poder seguir haciendo los incendios - He atacado a uno de sus animales para que este creará un poco de ruido y se alarmen las personas, no te preocupes por eso - El calor del fuego que se había formado a lo lejos llegaba de manera suave hasta nosotros. Por mi rostro cayó una pequeña gota de sudor, ladeé el rostro y la limpié con mi hombro pues mis manos estaban ya ocupadas.

Esperé a que László se adentrará a los sembradíos. Tenía que memorizar por donde se había adentrado por cualquier problema que pudiera pasar, por su se retrasaba para salir a buscarle. Cuando por fin lo había perdido de vista, dirigí mi mirada al chofer. Dejé que las cosas cayeran a mis lados, me incliné unos segundos al carruaje y saqué una pequeña arma ofreciéndosela - Si alguien viene, no dudes en disparar, alguien que tenga el escucho de la nobleza, ya sabes como distinguirlos, si vez a alguien herido finge, ayuda y coloca el carruaje listo para poder salir de aquí cuando antes. - El hombre tomó con fuerza el arma, se veía nervioso, pero sabía que confiaba en él, por algo había permanecido en la academia por tanto tiempo, pero debía pasarse como cualquier chofer normal. - Si vez que László y yo no regresamos en menos de una hora debes marcharte, no puedes arriesgar tu vida - Lo miré con seriedad, tomé de nueva cuenta las cosas, y salí corriendo en dirección opuesta a la que había ido minutos atrás.

La sensación del aire contra mis mejillas era agradable, nunca antes había participado en un acto de esta manera, sabía que corría grandes riesgos, pero tenía una preparación que me respaldaba. Las llamas que había hecho minutos atrás estaban tomando mucha fuerza. Se podía escuchar el crujir de las hijas, de los granos, me giraba cada tanto para ver la altura. El fuego era tan hermoso, y a la vez tan dañino. Cuando me encontré a una distancia considerable, comencé a tirar el liquido que llevaba, en ese momento, incluso ese olor me pareció atractivo. Me pregunté entonces ¿Qué pensarían mis padres si supieran mi secreto? ¿Qué pensaría Daniil? ¿Emil? Todos. Me mordí el labio inferior, si la revolución triunfaba, estaba segura que se sentirían orgullosos de mi, si eso no pasaba, más valía escapar, huir, protegerles, y no es que me gustara mucho la idea de huir, nunca lo hacía, pero si los quería proteger no había otra alternativa, además, sabiendo que Daniil tenía un cargo importante en sus tierras, seguramente me odiaría, tanto como yo odiaba ocultarle las cosas.

Pensar en todas esas cosas y en todas esas personas no me hacía bien, debía mantenerme firme, dejarme de sentimentalismos, actuar de manera profesional, si me había metido ya en esto no había marcha atrás, debía aceptar las consecuencias de mis actos, como siempre, no había de otra. Encendí otro poco de hojas, el fuego pronto se hizo presente, cedía ante nosotros, era nuestro cómplice.

Me quedé unos momentos observando el fuego, maravillada por el color que empezaba a adornar los sembradíos, un grito ahogado me hizo salirme de mi ensimismamiento, un grito que provenía de ese lugar. Me sentí alarmada, y sin pensarlo dos veces, me adentre a los mismos, ignorando el riesgo que esto me llevaba. Corrí en dirección a los gritos desesperados, no identificaba bien si se trataba de un hombre o alguna mujer, mi corazón se aceleró, y en medio del fuego, pude observar el pequeño cuerpo de un pequeño, se había abrazado con fuerza s sus piernas. Me quedé parada por unos momentos, y aunque sabía que eso me traería grandes quemaduras, corrí a su encuentro, haciendo que se levantara con brusquedad. Como pude, quizás la adrenalina que mi cuerpo estaba experimentando me dio la suficiente fuerza para poder cargarlo, y sin pensarlo demasiado volví a salir de ese circulo ardiente, sintiendo como mi piel comenzaba a arder por las grandes llamas.

Esto no estaba bien.
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Mensaje por Invitado Dom Jul 22, 2012 11:46 pm

Asentí y sonreí ante la pequeña treta que Dagmar había hecho para a alertar a los lugareños. No sabía qué era, tal vez mi incendiario deseo de proteger a todos esos que como yo, pertenecían a ese grupo –numeroso- de personas que estaban en lo más bajo de la escalera social, que para mi desgracia, en esta Francia monárquica éramos los más, y ahora, por lo que yo consideraba un bien mayor y común, les estaba arrebatando lo poco que tenían, sus campos de arado, sus cosechas, sus casas, sus vidas…

Quizá estaba cayendo en eso que siempre me causó conflicto, quizá me estaba convirtiendo en lo que he repudiado toda mi vida. Tal vez era ese hijo de aristócratas que se encaprichó con mi madre y la mató antes de dejarla escapar y que no se hiciera su santa voluntad, sólo que mis motivos eran distintos, pero al final es el fuego y mi mano ejecutora, ciego por algo que yo creía merecer (y el resto también) la que prendió la mecha, la que comenzó el caos. Mis puños y mis ideas son mis armas y son las más valiosas que tengo, y que cualquiera tendría, pero esta vez, comandado por una autoridad (el Conde Trudeau), cuando siempre he alegado que nada me rige, que la ley es la ley que yo quiera; estaba cometiendo aquello y de pronto, ¿tenía toda esta serie de dudas? Sacudí la cabeza y me di cuenta que había caminado sin prestar atención a mis pasos, cosa peligrosa dada la posición en la que estábamos y la misión que estábamos cometiendo. Atrás dejé a Dagmar, que seguramente ya se habría movido también, pues es una hábil y astuta guerrera, y también a mis espaldas el cochero se quedaba en el carruaje que nos había conducido hasta ese sitio. No era momento para dudar, que la culpa me viniera a aporrear después. Esto era para un bien mayor, debía entenderlo, me lo repetí hasta que las palabras perdieron su significado en mi cabeza a base de escucharlas un trillón de veces, y ahí estaba, más combustible, más fuego, un nuevo incendio, y otro más. Teníamos que ser ágiles, aunque a ratos el fuego nos hipnotizara.

Después de iniciar las llamas en otros puntos de los pastizales, con esa habilidad mía de perro, y de zorro sobre todo, trepé a un árbol para ver nuestro gran hito. Desde la altura logré ver a la gente al otro lado huyendo de sus casas, de nuevo ese desagradable malestar en el pecho me atacó pero me aguanté, peores dolores ya me habían aquejado antes; esto debía servir, por todos los cielo que debía hacerlo sino simplemente me iba a volver loco con la culpa venidera. Mis orejas se movieron como si de hecho estuviera en una de mis formas animales, escuché un grito, pero sobre todo, movimiento, desde mi posición privilegiada en la primitiva atalaya improvisada observé a Dagmar, o creí verla al menos, sólo lograba ver su cabello ondeando con el aire mientras corría, vi hacia que punto se dirigía, fruncí el ceño, ¿qué pretendía? Fui a gritarle que se detuviera pero desapareció de mi vista y una terrible angustia me quitó el aire. Descendí del árbol de un solo salto, era alto pero sabía caer, pues en París estaba acostumbrado a huir y eso significaba trepar muchos muros altos. Corrí hasta donde ella había entrado, estábamos en eso juntos y juntos íbamos a salir, no podía dejarla sola así nada más, seguro un motivo de peso la había hecho cometer tal locura. Corrí también, el fuego comenzaba a propagarse pero aún me permitía avanzar, formaba pasillos aunque pronto todo aquello sería una gran columna de llamas y humo, y antes de que eso pasara debíamos estar los dos a salvo.

A medio camino me la topé con un niño en brazos, me detuve a un par de metros y suspiré, entendí entonces sus motivos de haber arriesgado su vida así, mi lengua se sintió adormecida por el humo, debíamos salir de ahí ya.

-No nos queda mucho tiempo –dije, ahora más tranquilo que la veía de pie y sobre todo, viva –es mejor que salgamos de este lugar, la cosecha está verde y no arde tan rápido, pero el pasto seco hace el trabajo –expliqué y di un paso hacia atrás, aunque no dejé de mirarla-. Vamos –apresuré.
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Mensaje por Dagmar Biermann Miér Jul 25, 2012 1:13 am

Era una cabezota, nadie podría poner en tela de juicio eso, siempre me pasaban ese tipo de cosas, o bueno, no siempre no entiendo porqué exagero. Mi naturaleza es así, bastante impulsiva, una guerrera que sabía calcular pero que también se divertía haciendo su trabajo sucio. Me consideraba a mi misma la excepción a la regla. No era como todas esas damiselas en peligro esperando ser rescatadas, yo no creía en príncipes azules, mucho menos en cuentos de hadas, al menos mi vida no había empezado así, y no deseaba que lo fuera, disfrutaba con detalle las emociones extremas que me hacían vibrar del centro de mi cuerpo, hasta recorrer y expandieres por todo mi cuerpo. Por todo eso y más, por mis negaciones a buscar un hombre que me pidiera matrimonio, por mi necesidad de peligro me encontraba a mitad del fuego, con un niño en brazos. No me sentía mal al respecto, si éste pequeño se hubiera dañado por mi culpa… "¡No, no, no! ¡Basta de sentimentalismos Dagmar, tú no eres así" Lo apreté con fuerza contra mi pecho, deseaba que supiera estaría a salvo, no lo dejaría ahí, prefería dañarme a que pudiera siquiera quemarse un mechón de su cabello.

No sé de dónde salió, pero de un momento a otro estoy tarareando una canción de cuna. Recuerdo bien esa canción de cuna, mi madre me la cantaba de pequeña después de los entrenamientos, mientras secaba las lagrimas de mi rostro, mi respiración se volvía regular, y me terminaba de secar los cabellos mojados después de un buen baño, seguramente lo reconfortaría al escuchar el canto, quizás él la conocería. Lo que yo no entendía, o quizás no me quería dar cuenta, es que esa canción era para mi, para darme valor. Mis piernas comenzaron a temblar, mi respiración se agitó, mi vista era nublada, no precisamente por la visión del humo, más bien por lo que él humo estaba ocasionando en mi interior. Tosí cuatro veces consecutivas. Mi rostro se movió de un lado a otro, las llamas se estaban aproximando a nosotros. ¿Por dónde asgo? ¿A dónde me dirijo sin que las llamas tengan una barrera de respaldo por detrás? ¡Oh no! Comienzo a marearme, debo resistir, yo puedo.

- ¡Cachorro! - Sentí una especie de alivio cuando lo vi parado frente a mi. Era evidente su molestia, o su preocupación, no sé cual de las emociones es más acertada en esos momentos. Para mi era una especie de brisa fresca y mañanera tenerlo enfrente, no pude evitar sonreír. Me encogí de hombros con el niño en mis brazos. Pobre pequeño, no dejaba de temblar aferrando sus manitas entre mis prendas, y encajando sus dedos en mi piel, como temiendo que lo soltara y dejara en algún lado. Si salíamos con bien después de esto, dejaría que László me diera unas buenas cachetadas verbales para valorar un poco… ¿Mi vida? No lo sé, a veces siento que es tan despreocupado como yo, pero si desea regañarme no pondré objeción, la simple idea de verme como una pequeña regañada me hizo sonreír en medio de aquella tempestad. Nunca antes me habían regañado por una acción, incluso cuando me había escapado y vuelto a casa. En los entrenamientos quizás, pero eso es parte de las reglas. Suspiré profundamente. ¡Estaba demasiado pensativa! Mal momento.

Entonces dejó de pensar, lo veo avanzar. Lo envidio en estos momentos, me encantaría tener su olfato, así podría rastrear los lugares seguros. Cuando deseaba poder tener otros tipos de habilidades, pero estaba todo en contra de mi naturaleza, de mis creencias. ¡Cómo si Daniil no hubiera cambiado mi panorama!Si, acabo de confirmar por segunda vez en pocos segundos lo cabezota que soy.

El cachorro es rápido, astuto, sabe por donde andar, por dónde pisar, que hacer, todo, incluso pequeños golpes de aire chocaban contra nosotros, dejando que nuestros pulmones se refrescaran y nos dieran las gracias. En pequeños momentos volteaba a ver al pequeño, éste parecía haberse quedado dormido. Era tan hermoso, deseaba acariciar su mejilla. Negué y seguí avanzando. - Gracias - Susurré de manera muy tenue, pero con la esperanza que pudiera escucharme de manera clara. - Gracias por venir a mi rescate, a nuestro rescate - "Yo también lo habría hecho por ti" Pero ese pensamiento se quedó en eso, en mi cabeza. En poco ya estábamos fuera del peligro. El pequeño alzó su carita para ver por todos lados pero no me soltó. Miró de manera tímida a László y le sonrió mostrando un par de hoyuelos hermosos. Suspiré demasiado aliviada - ¿Debemos irnos ahora? - Alcé mi cabeza, mis ojos se toparon con los del cambiante, deseaba quedarme más con el pequeño, no dejarlo en medio de la nada. ¿Me daría chance? Carraspeé nerviosa. Si, si, yo, Dagmar Biermann estoy nerviosa, esperando una instrucción de él, porque cerca de él me sentía extrañamente segura.
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Mensaje por Invitado Lun Jul 30, 2012 1:26 am

No había obrado bajo un paradigma que ella no hubiese respetado, hice exactamente lo que Dagmar hubiese hecho por mi en caso de que los lugares fuesen opuestos como vistos desde un espejo. Si yo me hubiese adentrado en el incendio ella habría venido a mi rescate, estuve seguro, no había duda de eso. Estábamos en esto juntos, juntos íbamos a salir, ese era mi mantra, la sentencia que me repetía, que me ayudaba a prender fuego sin cuestionarme demasiado qué provocarían esas llamas, sólo la pérdida de la cosecha o la muerte de alguien también. No importaba, no debía importar al menos aunque no podía evitar preocuparme, esta era la misión y por vez primera era un soldado en un movimiento organizado, porque yo sólo allá en las calles parisinas podía crear todo el gran dolor que yo quisiera, pero sólo y desorganizado y sin un plan y sin un fin, aquí en la Hermandad era distinto, mis capacidades de cambiaformas pero sobre todo mi aguerrido sentido de justicia civil servían de algo.

Asentí y le sonreí, estaba de más su agradecimiento, era la persona en la que confiaba, siempre pero ahora más que nunca, y no la iba a dejar a su suerte así significara perder la vida. ¿Qué es una vida cuando se pueden salvar muchas otras? Me giré y apresuré el paso sin llegar a correr para salir del remolino de fuego que nos rodeaba y se expandía como la peste, un par de ocasiones tuve que virar pues caían ramas incendiadas que nos imposibilitaban la salida, no debía caer en pánico, tenerla a mis espaldas me tranquilizaba de algún modo. Era como si velara por ella y el niño también, como cuando Lucía mi hermana era mi responsabilidad en los sucios callejones de ciudad. Cuando ella murió, una aplastante noción de individualismo sin reglas se apoderó de mí y comencé a preocuparme sólo por mí. Hasta ahora.

Los miré por sobre mi hombro para asegurarme que seguían ahí y pronto y tras algunos periplos estuvimos a salvo. Me giré cuando la escuché hablar pero a decir verdad, no le presté atención, vi por sobre su cabeza la columna de fuego que se erigía soberana sobre la Francia rural, era hermoso y triste y devastador y poderoso, todo a la vez. Parpadeé luego y sacudí la cabeza al entender las palabras de Dagmar, volví a asentir y callé por largos segundos. Suspiré y tosí, el humo hacía estragos en mí, en nosotros.

-Creo que… -me quedé ahí parado, con los ojos bien abiertos, mirándola a ella y al niño y al fuego -creo que sí –mi voz salió débil, no supe si por la situación o por la ceniza que flotaba en el aire-. Ese niño debe tener familia, hay que buscarla e irnos, no podemos arriesgarnos a que la guardia real llegue y nos aprese –y aunque era un riesgo real, en realidad comencé a estar más preocupado por el chiquillo; yo perdí a mis padres por culpa de un incendio, no quería que él padeciera el mismo destino. Aguardé a lo que Dagmar tuviera que decir.

Y más allá, las llamas lo consumían todo y me sentí completamente desdichado, me sentí ruin, me sentí enojado. Esto no había hecho que mi rabia permanente mermara en absoluto, si acaso la había revuelto, la había atizado. Cerré los puños con fuerza hasta que mis nudillos se pusieron blancos. No era momento de arrepentirse, era momento de continuar. Porque eso que viven en Versalles van a caer y de eso me encargo yo.
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Mensaje por Dagmar Biermann Jue Ago 02, 2012 2:47 am

Las pequeñas manos del niño estaban enterrándose en mi piel, podía sentir el temblor que tenía, sus pequeños deditos parecían no querer despegarse ni un poquito de mi cuerpo, y todo su cuerpo se retorcía entre mis brazos. Estaba nerviosa, no me había encargado de revisar su pequeño cuerpo, no había notado si el fuego había alcanzado su pequeña figura, lo mecí por unos momentos más, esperando a que cogiera confianza, deseando que separara un poco su rostro para poder hacer algo al respecto, decidí que podía canturrear un poco más, tenía a László frente a mi, él no dejaría que nos llegara a pasar algo, a su lado estaba tan tranquila, quizás era un chico bastante flaco, alto, pero nada lo detenía, tenía un gran temperamento, todo un guerrero que estaba dispuesto a correr cualquier riesgo. Mi mirada se movió hasta él, y no pude evitar sonreírle de manera amplia y agradecida, nunca antes había sentido tanta simpatía por un pequeño, quizás mis deseos estaban cambiando, lo averiguaría después, cuando estuviera lejos de todo peligro, pero sobretodo cuando estuviera lejos de ser descubierta.

- Quisiera poder cargarte todo el tiempo, pero debo partir pequeño, mi familia puede ser sorprendida por el fuego, no sé quien podría hacer este desastre y debo llegar a buscarlos - El chiquillo jadeó entre mis brazos, pude notar sus lagrimas escurrir por su pequeño rostro, mi corazón se contrajo. - Podemos buscar a tú familia si deseas, mira - Intenté moverlo, y señalé a la cantidad de personas que iban hacía el norte, muchos rostros estaban mortificados, buscando entre la lumbre. - ¿Ves? Quizás tus papas estén preocupados, quizás te están buscando - El pequeño se volvió a remover entre mis brazos, y de manera hábil dio un salto al suelo, limpiando sus pequeñas mejillas. Jaló mis prendas para que me pusiera a su altura, y no tarde demasiado en hacerlo. Antes de poder hacer o decir algo, recibí un beso en la mejilla, se giró a László y lo abrazó de sus piernas. Sonreí satisfecha, y me encogí de hombros observando al cambiante, y después observando al pequeño que se iba perdiendo de mi vista, y qué para mi buena suerte había encontrado gente conocida.

- Siempre me había encargado de hacer el trabajo sucio, o limpio, no lo sé, nunca había estado tan cerca de las personas, o de los niños, esto es bastante nuevo para mi - Le sonreí a László justificando mi reacción de momentos atrás. Negué repetidas veces limpiando mis pensamientos, desechando mis recuerdos, y comencé a caminar con calma, para nuestra buena suerte no se escuchaban gritos, y las personas que caminaban hacía el norte parecían tranquilas, como si dejar esas tierras no les diera algún tipo de problema. Aquello era extraño, bastante, quizás podrían ser personas que ayudaran con el movimiento a la larga, pero no estaba dispuesta a que nos vieran, no ahora, cuando llegara el momento sabríamos escoger personas para apoyar, aunque estaba segura que gran parte de la población francesa estaría muy contenta por este movimiento. Estaba pensando demasiado, más valía que me apurara a llegar, mi parte humanitaria me traicionaba en ese momento.

Ambos apresuramos el paso, hasta encontrar por fortuna el carruaje que nos había traído. suspiré aliviada, y tomé la mano de László para jalarlo con suavidad hasta el carruaje. El rostro del chofer era pálido, se notaba que no lo estaba pasando bien, no apartaba la mirada de las llamas, era normal. No tenía ganas de encerrarme en el carruaje, por lo que di varios saltos hasta colocarme a su lado, y lo empuje con fuerza, haciendo que cayera a un lado de su ensimismamiento. Me dirigió una mirada inquisitiva, y me encogí de hombros soltando una risita burlona. Con una mano di varios golpecitos a la madera del asiento, invitando a László a que me acompañara, el chofer necesitaba un descanso, poder recuperarse del susto, le aplaudía su valentía, el que estuviera ahí apoyándonos pese a que no hubiera quemado nada, él ponía más la cara, podía ser más visto que nosotros, así que refugiarlo por unos momentos no estaba mal.

- Creo que es momento de irnos, no debemos tardarnos más o estoy segura si tendremos problemas - Me volteé para ver al chofer - Tú vas adentro, sin objeciones, y toma algo de agua, en la canasta hay, si puedes duerme, que no te ves muy bien - Esperé a que se metiera en el compartimento de viaje, y di un tirón a las cuerdas con las que se aseguraban a los caballos - Agárrate fuerte cachorro - Le susurré de manera burlona, y los caballos comenzaron a andar primero con lentitud, y después de dos jalones, tomaron fuerza y velocidad.
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El gran miedo. El fuego purifica. [Revolución] Empty Re: El gran miedo. El fuego purifica. [Revolución]

Mensaje por Invitado Mar Ago 07, 2012 11:10 pm

El cabello se me pegaba al cráneo por el sudor, el fuego nos envolvía y Dagmar parecía bastante ensimismada en sus pensamientos, como si no hubiese un incendio a pocos metros de nosotros, como si ese niño fuese su vida misma; sus razones tendría, supuse, yo mismo me encontraba en mis propias cavilaciones, ¿era esta mi venganza? ¿Mi venganza a qué? No estaba haciendo pagar al desgraciado que me había arrebatado a mis padres y fue mi propia ceguera la que me hizo perder a Lucía, mi hermana. Suspiré pesadamente y parpadeé cuando la escuché dirigirse a mí nuevamente, saliendo de mi trance, sonreí aunque mi gesto, estuve seguro, era más bien amargo y antes de poder decir o hacer algo, aquel chiquillo, con pasos torpes y manos llenas de hollín se acercó a mí para abrazarme, yo no había hecho nada, y me sentí paralizado como si Dagmar de pronto hubiese recordado a qué se dedicaba y me apuntara con una pistola y me quisiera cazar. No estoy acostumbrado a los abrazos, lo único que he conocido son los puños reacios y furiosos de borrachos callejeros, lo único que conozco con los cardenales y los hilos de sangre, el abrazo infantil me tomó por sorpresa y sólo pude alcanzar la cabeza del pequeño para despeinarle el cabello y luego observarlo partir. Mi gesto cambió cuando lo vi unirse a gente que parecía conocerlo… él no iba a sufrir el mismo destino que sufrí yo y con suerte, su futuro sería aún mejor, si la Hermandad conseguía su cometido, y para eso estaba yo, para llevarlo a las últimas consecuencias. Morir de pie y no vivir de rodillas.

Nos quedamos parados algunos segundos viendo a la gente marchar a un sitio sin tierras, pero sin grilletes también, di un paso o dos para quedar hombro con hombro junto a mi compañera, la sonrisa en mi rostro no se borró, era un ademán más bien tranquilo, era eso, la presión había terminado, ahí estaba nuestra gran obra ardiendo. El paisaje se consumía como una bola de papel que contiene secretos que no deben ser revelados. Giré el rostro para verla.

-Quizá cuando termine todo esto puedas tener niños propios –bromeé, aunque no sonaba descabellado, bastaba con ver como protegía al niño para notar un instinto maternal en ella, ¿todas las mujeres lo tendrían? ¿Todas las mujeres desearían con ese ahínco proteger a un niño incluso cuando la sangre no los une? No lo sabía, pero sí estuve seguro que Dagmar sería una gran madre, una muy peculiar también. Reí para mis adentros y luego ella me jaló hasta llegar al carruaje. Escuché el intercambio de palabras con el chofer, aunque éste no dijo gran cosa y se limitó a acatarla. Claro que se merecía un descanso, como todos… todos incluso aquellos que nada tenían que ver con esto. La vida es una jodida jornada de trabajo tras otra, es sobrevivir, la vida cansa.

Me subí al asiento junto a Dagmar que tomó las riendas y pronto estuvimos de regreso, dejando atrás el fuego, al niño, la huella del dragón que comenzaba a caminar por encima de las soberbias y fútiles construcciones de la realeza. Me quedé largo rato en silencio, ella parecía concentrada en el camino así que no hacía falta intercambiar muchas palabras, sólo se escuchaban los cascos de los caballos contra el irregular suelo y el traqueteo del carruaje, las ruedas de madera una y otra vez siendo violentadas contra las piedras y la tierra hasta que divisé nuestro punto de partida allá a la distancia.

-Estamos cerca –puntualicé lo obvio y sólo estando abajo del carruaje, resguardado en ese sitio, sólo así, me iba a sentir tranquilo, la miré y le sonreí, no supe si ella me había visto –creo que… -dudé pero luego continué: -creo que hicimos un buen trabajo, y nadie salió herido –una de mis mayores preocupaciones, y no herirme yo (yo no importo, yo sano con velocidad debido a mis dones), sino a inocentes-, ¿qué seguirá? –pregunté de pronto invadido por una adrenalina tardía al evento que había sucedido minutos, tal vez horas atrás, ansioso por continuar, porque esa es mi única verdadera habilidad, independientemente de convertirme en perro, mi capacidad de crear gran dolor, como en una revuelta callejera, como en una pelea sin réferi, pero ahora, el enemigo era un gigante. Estábamos jugando a las patadas con un coloso.
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Mensaje por Dagmar Biermann Vie Ago 10, 2012 1:46 am

Estaba bastante acostumbrada a ser trasladada dentro del carruaje, no llevar las riendas del camino, pero sin duda nadie manejaba mi vida, estaba ya familiarizada con la libertad, me gustaba demasiado, quizás mi primer nombre debía ser ese, y ahora todo cambia, al igual que las cosas cambian por un encuentro con un vampiro, el tener a un niño entre mis manos me hizo pensar cosas que nunca hubiera si quiera pasado por mi cabeza. Las palabras de László reafirmaron mi deseo, sentí una especie de opresión en mi pecho, una necesidad de sentir un abrazo, de buscar a mi madre y decirle que pasaba en mi interior, que me ayudaran a aclararme, no lo sé, quizás después de todo mi destino no estaba tan alejado a lo normal, quizás no estaba tan mal encontrar a alguien y formar una familia, ese pequeño me abrió los ojos, no lo sé, pero dentro de mi, existía una llama que ahora se encendía y agrandaba exigiendo algo más que sólo cazar a mis anchas.

- ¿Crees acaso que pueda llegar a ser buena madre? Es decir, soy bastante brusca creo yo, apenas y puedo ver por mi misma, y lo único que s hacer es cazar, las relaciones nunca han sido lo mío, y dudo que mis padres soporten mucho tiempo que siga de está manera, querrán casarme a la fuerza, y seguramente si estoy con alguien que no me complazca no querré tener hijos - Hice una pausa suspirando de manera profunda - Ese tema nunca lo había contemplado, de hecho me sorprende preguntarte esto, pero ¿Y si de verdad fuera para mi? Ese niño me trajo muchos deseos, quizás desee al final tener familia ¿Y sino puedo con esa carga? - Hice una mueca bastante desilusionada por las cosas que estaban volteando mi mundo, incluso bufé de manera muy baja, para mi misma, reprochando la actitud que estaba teniendo, miré a László de reojo, y decidí que debía relajarme, pero ¿Y si de verdad no podía?

Los siguientes minutos los pasamos en silencio, contemplando el pasaje de los bosques, y todo aquello que estaba vivo a nuestro alrededor, la naturaleza no dejaba de sorprenderme, incluso aunque hubiese llevado demasiado tiempo viviendo en campos, en comunidades demasiado retrasadas a la tecnología que apenas comenzábamos a tener, me encantaban los colores naturales, incluso la manera en que se apagaban en las noches, además que ya no se escuchaba el sonido del fuego, o de las personas alejándose de él, todo había salido mejor de lo que esperaba, quizás había sido el buen entendimiento que ambos teníamos al trabajar, no lo sé, lo único que ahora deseaba era poder llegar, descansar, y después visitar a mis padres, para dejar a un lado todas esas ideas que tenía en la cabeza, quizás poniéndole la contra a los dos volvería a mis ideas de antes.


- No alcance a escuchar gritos, o llamadas de ayuda, así que tienes razón, si hicimos un buen trabajo, pero ahora necesitamos ponernos en un lugar seguro, poder alimentarnos y descansar, merecemos un poco de espacio, porqué alguien pudo habernos visto, y lo mejor es pasar desapercibidos al entrar a la ciudad, ya deberían estar todos despiertos, la zona comercial, los guardias de la reina, tardarán un poco en darse cuenta de lo que ha pasado, hasta que los hombres del campo avisen, pero para que eso pase tenemos mucha ventaja - Me encogí de hombros, soltando una risita cómplice, dejaría de estar pensando en cosas que ni siquiera estaba segura que llegaría a tener, mejor me enfocaba en finalizar la misión como era debido, además mi vida amorosa no era la mejor, y aún no sabía si llegaría a existir una.

- Voy a rodear la casa de la noche - Susurré, el carruaje ya se movía de manera muy tranquila por las calles parisinas, algunos volteaban a vernos, otros pasaban indiferentes, tomaría el camino al norte, y después me metería por el bosque, simulando ir a una de las propiedades de mi familia, pero casi al llegar había un túnel donde los arboles y solo los conocedores del lugar podían guiar y ser guiados. Nos adentramos, y ambos nos pusimos completamente alertas por si alguien nos veía, o peor aún, si nos seguían.
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Mensaje por Invitado Lun Ago 20, 2012 11:52 pm

Me concentré un rato en los árboles que pasaban a nuestro lado flanqueando los caminos desdibujados hasta que estos se fueron definiendo más, pues la ciudad nos recibía de vuelta como héroes anónimos sin gloria y con las manos sucias de tizne y la ropa apestando a humo, asentí un tanto ausente a lo que ella me dijo, sí, vaya que era un alivio no haber herido a nadie. Muy probablemente esa gente aun no comprendiera por qué lo habíamos hecho, era casi seguro que los hombres de campo que araron esos sembradíos ahora mismo nos tildaran de villanos, ellos jamás conocerían las repercusiones de nuestros actos porque… paciente es lo que menos soy, pero sé que este proceso no es magia que de la noche a la mañana derroca a los reyes; tal vez ese niño que Dagmar protegió como su vida misma, él si vería lo que esta gran obra de devastación diera como frutos, no sólo le agradecería a mi compañera de correrías haberla salvado, sino nos agradecería a ambos haberlo librado del yugo opresor. Un pensamiento positivo entre tanta pesadumbre aunque el reconocimiento no es algo que busco, mi triunfo yace en ver a Versalles caerse a pedazos, no pido más.

El trotar de los caballos poco a poco fui disminuyendo su ritmo, ahora los golpes eran más uniformes causa de la superficie que era más pareja. Volví a asentir no muy seguro de qué decir, mi pregunta de antes regresó como bumerán que decapita la cordura; «¿qué seguirá?», no tenía puta idea. Esto no acababa, eso me quedaba claro pero por vez primera podía vislumbrar algo más que simplemente tratar de sobrevivir al día a día, pero mis pensamientos fueron interrumpidos por mi estómago que gruñó sin discreción alguna, me llevé una mano al vientre y reí, entre tanto absurdo aun encontré motivos para reír.

-Comer, sí, no nos vendría mal –no ganaba nada con fingir que mi panza no había gruñido como el animal hambriento en el que lo había convertido. Desde que servía al doctor Stravinsky y desde que estaba en la Hermandad comía mejor que de costumbre y supuse que mal acostumbré a mi organismo a comer a ciertas horas, un lujo que en un pasado no muy lejano me parecía privativo de las clases privilegiadas. Otra vez nos perdimos en el bosque, pero yo ya conocía el camino y aguardé nada más, mi olfato superior, más parecido al de un can, me ubicaba bien, aunque la maleza del bosque fuese confusa, me era complicado perderme pues los romas me guiaban y así fue aquella vez, mi nariz olió la Casa de la Noche, no sólo sus muros, alfombras y cortinas, su comida también.

Esperé a estar en la entrada del lugar, los caballos no se habían detenido por completo aun pero pegué un brinco hasta el suelo cayendo con las rodillas y los nudillos, aunque indemne de cualquier daño y luego me acerqué al carruaje para, en una acto que me pareció más una sátira, ofrecer mi mano a Dagmar para que descendiera. Ni yo era un caballero, ni ella una damisela en peligro, sólo me pareció gracioso. Corrí luego alrededor de la diligencia y toqué con estruendo la puerta para que el cochero, que seguramente iba dormido rendido ante el cansancio, se despertara y nos acompañara adentro.

-No sé que siga –respondí a mi propia pregunta –o tal vez sí sé, sigue un banquete ¡muero de hambre! –y tomé a Dagmar de la muñeca para jalarla al interior, podía comerme una vaca entera y por primera vez en mi vida, ansié un baño.

Esto estaba lejos de terminarse, comenzaba a penas, y las cosas no siempre resultarían conforme a lo planeado, debía hacerme a la idea, pero por ahora valía la pena darnos un pequeño descanso y celebrar la pequeña –insignificante incluso- victoria, porque eso había sido, sólo una batalla ganada, mas no la guerra.

TEMA TERMINADO
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