Míranos [Privado]

por **Pietro Furio** Miér Feb 08, 2012 8:55 pm

Entre las zonas aledañas a la gran París, una laguna se extendía amplia y fría. En aquella noche, apenas salpicada por un grupo de pequeñas estrellas, la luz de la luna teñía con plata el agua y la convertía en un espejo impoluto que reflejaba el cielo en toda su extensión. Pietro, acostado sobre el cesped húmedo que delimitaba aquel espejo, se veía a sí mismo entre ambos cielos, errante en una existencia eterna en la que, no obstante, no estaba perdido.

Apoyado sobre uno de sus codos, con su torso ligeramente inclinado, jugueteaba con una pequeña rama, desmembrándola, desramificándola hasta reducirla a una sencilla vara. A su alrededor, la brisa soplaba helada y recorría las cercanías desérticas, sin nadie a quien arrancar algún escalofrío. Y mientras, la niebla, trémula y de ultratumba, se esparcía con movimientos sinuosos, como ocultando una profunda incertidumbre allá en las densas penumbras. Pietro a menudo dirigía su vista penetrante hacia ese horizonte próximo, con la certeza, o no, de encontrar alguien más allí, alguien quizás perdido, alguien pronto encontrado.

Estando así, pues, en un espacio y tiempo que no conducía a ningún lugar o acontecimiento, se entretuvo hallando formas sugeridas en aquella bruma. Y en contraste con las sombras en trasfondo, lograba discernir figuras ya nítidas, ya un tanto difusas. Pero al final, quizás víctima de su pequeño embrujo, consiguió distinguir una silueta que trazaba una figura apetecible. Exquisita también, pensó, y en sus labios se formó una sonrisa torcida y pícara.

Abandonó su posición y se irguió, en cambio, encaminándose hacia aquel lugar de vista atractiva. Sobre el cesped, sus pasos parecían ligeros, como llevados por el viento. Su velocidad sobrehumana pronto hizo gala, y su cuerpo pareció esfumarse.

por **Doreen Jussieu** Miér Feb 08, 2012 9:46 pm

Hasta este momento Doreen no se había percatado del peligro en el que estaba sumergida. Solo unas noches atrás había despedido a Milo. Pensar en que volvería con bien era su única tarea últimamente, incluso las personas de la casa de la noche evitaban que ella hiciera tareas pesadas, intentaban hacerla sonreír pues se notaba la tristeza que reinaba dentro de su cuerpo. La joven no sonreía como todos los días, sus ojos no brillaban, era una hermosa flor que se estaba marchitando poco a poco, el miedo a que no volviera Darcy, que no volviera Milo, que no volvieran los revolucionarios hacía que se le fueran las ganas incluso de dormir. Inútil, esa era la manera en la que se definía en estos días, solo podía curar cuerpos ensangrentados, cocinar o limpiar la casa, no más, no podía luchar, no podía ni siquiera usar una pistola, era tan inútil.

Había ya aprendido varias lecciones a lo largo de los días, no podía salirse de terrarios protegidos por hechiceros revolucionarios, era mejor permanecer encerrada, protegida, sin causar más problemas a aquellos que si podían salir a combatir. Sin embargo aquella noche no quería permanecer cerca de los conocidos, necesitaba salir de los limites, respirar con tranquilidad, no sentir que se estaba ahogando, estaba tan confundida, tan temerosa, estaba a punto de volverse loca.

El frío de la noche había hecho que la chimenea se quedará encendida. Algunos soldados se habían quedado dormidos al rededor de ella para mantener su cuerpo caliente, la joven rubia simplemente tomó un abrigo y sin pedir permiso alguno salió por la puerta trasera de aquel inmueble escondido a mitad de la noche. Su pequeña y hermosa figura comenzó a escurrirse por el bosque, no se alejaría mucho del lugar, simplemente necesitaba aire fresco, simplemente necesitaba pensar.

Recargó su cuerpo en el tronco de un árbol, le gustaba la vista desde ese lugar. La luna siempre su cómplice reflejada en aquel hermoso lago. Sonrió, nunca aquella imagen la decepcionada. Sus rubios cabellos comenzaron a moverse a causa del viento. Cerró los ojos, se acomodó las hebras por detrás de su oreja, y entonces al volver a abrir sus ordes, pudo ver aquella figura robusta e imponente cerca de ella. Su sonrisa se congeló, ya no quería más encuentros malos, necesitaba un poco de tranquilidad, estuvo a punto de salir corriendo cuando sintió cerca de ella a aquel hombre.

por **Pietro Furio** Miér Feb 08, 2012 10:38 pm

Poco más de un par de segundos y encontró frente a sí la figura antes difusa, ahora encandilantemente nítida. Lo primero que saltó a la vista de Pietro fueron los cabellos de la chica, de un rubio vivo, como el recuerdo amortajado de los mediodías de Sicilia. Y a partir de allí, observarla fue casi doloroso: Sus labios, entre abiertos en un minúsculo gesto de sorpresa, sobresalían como un manjar que ofrecía una innegable invitación al placer; y aquellos ojos, claros y brillantes, atraían la atención de los pardos y penetrantes de Pietro, quien se tomaba la tarea de escudriñar en el interior de aquel par de océanos, buscando alcanzar la tristeza traslúcida que los empañaba.

Aquel recorrido por todo su cuerpo, por la gracia de sus atributos, se le antojó a Pietro eterno y placentero. Y sin embargo, de vuelta a la agridulce realidad, no transcurrió más que otro par de segundos. En cualquier caso, pensó el italiano, el destino, si es que alguna vez lo incluyó dentro de sus planes, le ofrecía ahora una oportunidad para sumergirse en la particular belleza de la rubia. Sus labios, siempre fieles a sus intenciones, mantuvieron la sonrisa inicial, y dejaron escapar un par de palabras incontenibles para entonces.

- Aún en esta noche fría y desolada se me ofrece la oportunidad de un atisbo de luz inofensivo - afirmó, con un brillo en su mirada casi acechante - En verdad hermosa, debo decir - añadió después, inclinándo su cabeza en un respetuoso saludo. Entonces rompió su posición inmóvil, y se adelantó un par de pasos hacia la chica, incapaz de acabar, sin embargo, con el contacto visual que mantenía -. ¿Cómo es que alguien como tú ha llegado hasta aquí... sola? - sus palabras viajaban a través de su voz gruesa y ligeramente raspada. Y la brisa nocturna, habitual compañera del inmortal, sacudió el cabello castaño de Pietro y silenció, por segundos, cualquier otro sonido.

por **Doreen Jussieu** Jue Feb 09, 2012 12:06 pm

En ese tipo de ocasiones, el cuerpo de Doreen no hacía caso a lo que su mente y corazón demandaban, por ejemplo, en ese preciso momento, parecía que sus pies se habían clavado en el suelo. Quería correr en realidad, estaba a escasos metros de la casa de la noche, si gritaba alguien vendría a su rescate, sin embargo se quedo tranquila, esperando a que aquel hombre no la lastimara. Giró con total tranquilidad su cuerpo para poder encararlo, no de manera irrespetuosa, más bien para poder apreciar en sus gestos, las intenciones que podría tener. - Quizás se a confundido, yo no emanó luz - Dijo de manera inocente echando su cuerpo hacía atrás.

A pesar de verse tranquila, las mejillas de Doreen comenzaron a mostrar un color carmín, siempre tan tímida, se le caracterizaba mucho por no creerse aquellos comentarios halagadores hacía su persona, desde aquel ataque en el bosque por un lobo, creía que se había vuelto una criatura horrenda, no lo era, solo tenía cicatrices en su cintura baja de las rasgaduras de aquella criatura de la noche, sin embargo, ella creía que toda su persona ya se había vuelto un horrible reflejo - Lo hermoso de una persona viene de adentro, no se equivoque señor - Dijo con seguridad. Era cierto, era demasiado hermosa, tanto, que quizás podría confundirse con la de una vampiresa. - No estoy sola - Mintió - Tengo quien cuide mis espaldas, aunque no lo crea - Aquello último era verdad en realidad.

Colocó una de sus manos en su cadera mientras observaba todo lo que aquel hombre hacía. Sus movimientos eran salvajes pero encantadores, de esos que llamaban la atención de cualquier humano curioso, como lo era ella.- ¿Usted que hace por estos lares? No es normal que haya personas rondando por esta zona… - Eso era cierto, lo brujos revolucionarios que cuidaban la casa de la noche eran demasiado cuidadosos, intentaban alejar lo más posibles a vampiros y licántropos que no tuvieran nada que ver con la guerra - Vaya de vuelta a casa, puede correr peligro - Advirtió dibujando una sonrisa entre tímida, y un poco coqueta (esto último sin intención alguna).

por **Pietro Furio** Jue Feb 09, 2012 12:45 pm

El súbito encuentro con la chica se prolongaba bajo la percepción de Pietro como viajes sucesivos que embarcaba su atención a través de todos sus rasgos. Su piel, ligeramente colorada en sus mejillas, se alzó pronto como un tema de interés para el vampiro. Pensó, y en ello ladeó ligeramente el rostro, observándola con detalle, que podría perderse estudiando cada pliegue de su rostro y cuerpo, cada lunar, cicatriz o imperfección que, paradójicamente, se antojaba perfecto. Se veía a sí mismo en ese entonces y se sentía romántico. Su corazón vibraba con un entusiasmo inusual, sabiéndose capaz de encontrar pulsaciones curiosas aún después de tanto tiempo. Aquella chica era, sin duda, particularmente especial. En toda su auténtica individualidad, lograba cautivar los sentidos del italiano. Pero, muy a pesar de ello, Pietro era un hombre de placeres, un hedonista nato, y cualquiera que lo conociera de otros tiempos sabría con certeza que aquella aparente devoción nacía bajo el yugo de su propia lascivia, del único impulso humano que se mantenía vivo y latente en su interior.

El árbol cómplice a espaldas de la rubia se oponía firme al retroceso de la chica, y Pietro lo agradeció en silencio, mientras escuchaba con diligente atención las palabras de aquella. Se esforzaba, como era habitual, en memorizar el sonido de su voz, la vibración, su esencia. Y si sus ojos ya se le habían antojado tristes y melancólicos, su voz describía con mayor énfasis aquella angustia, a pesar de no revelar su naturaleza.

- Lo creo y me tranquiliza - aseguró, quieto, incapaz aún de tomar un acercamiento más invasivo - Nadie querría exponerla a cualquier clase de peligro - añadió después, desviando su mirada magnética hacia la amplia laguna, quizás intentando distinguir alguien más en las cercanías. Asimismo, volvió a centrar su atención en la chica y concluyó con un humor sombrío en sus palabras -. Se ven cosas muy extrañas en estos tiempos.

Aún en ese momento y desde el principio, Pietro se negó a utilizar sus dotes telepáticos. A pesar de tener relativo acceso a la mente de la rubia, el italiano decantaba más por el arte sutil de destejer con perspicacia el mundo interior de la chica. Por esa razón, tomó el riesgo de confiar en cada un de sus palabras, valiéndose de los mismos métodos para averiguar todo cuanto le convenía.

- ¿Peligro? - fue inevitable sonreír ante la advertencia, ya con amargura, ya con auténtica diversión -. ¿Entonces usted también ha escuchado historias? - como impulsado por su propia curiosidad, volvió a acercarse a la chica y redujo, un poco más, la distancia que los separaba. Apoyó una de sus manos sobre el tronco que servía de apoyo a la rubia e inclinó su rostro, encontrándose con un aroma único que le robó el aliento por breves segundos. Una vez recuperado, le murmuró.

- Dígame, ¿qué peligros me acechan?

por **Doreen Jussieu** Jue Feb 09, 2012 2:15 pm

Para Doreen ese tipo de cercanías no estaban permitidas. Primero que nada esa inseguridad insana que tenía la hacía creer que no valía la pena estar cerca de ella, después, cualquier tipo de contacto físico sin haber un sentimiento de por medio le parecía ridículo, una falta de respeto total a su persona, y hacía los demás. Le recordaba aquella noche, donde estuvo a punto de ser violada, donde su cuerpo se dejo llevar también por sustancias que nunca imaginó probar, donde se entregó a un hombre desconocido por enojos, corajes, todo eso le hacía sentir una mala persona, una mujer sin valor, sin poder reclamar a alguien que la amara, porque quizás esa era su maldición, no poder ser amada como ella tanto había soñado.

La joven sintió como aquel aliento chocó contra su rostro. Hizo una mueca ligera, quiso bajar un poco su cuerpo pero no quería caer en el piso lodoso. Con suavidad llevó su mano hasta el pecho del caballero, sintiendo como su temperatura fría llegaba hasta la mano femenina. - ¿Ha escuchado hablar de las criaturas de la noche? - Doreen podía contarlo como un mito, o quizás como una leyenda urbana, pero sabía bien que esas criaturas existían, lo sabía porque había sido atacada por tres vampiros, y salvado por otros.

Por un momento no se había puesto a analizar la situación, él frío, en medio de la noche… Quizás también lo era… ¿O no? - Se dice que en las noches criaturas que son tocadas por el mismo diablo vienen para tomar las almas inocentes de los humanos - Indicó un poco nerviosa. Llevó su mano libre al cuello, acariciándolo un poco, una semana atrás había sido mordida por un vampiro, le daba la impresión que su vida terminaría en manos de una criatura de la noche, no podía enseñar eso. Le daba miedo

Después siguió con aquella platica - También por que quienes me protegen pueden verlo como alguien peligroso y atacarlo - Eso era cierto, Doreen tenía una guarda buena, aunque supiera librarse de ellos dentro de los terrenos de la casa de la noche, cualquier pequeño grito podría hacer que en un abrir y cerrar de ojos estuviera dentro de la casa, protegida.

Movió su cuerpo de tal manera que el largo del brazo del caballero le ayudó incluso a salir del agarre. Puso primero sus manos en este, se agachó y pudo salir caminando, intentando estar lo más lejos posible de él. - Si así es de atrevido con todas las mujeres, me imagino ya como es - Indicó un poco molesta, intentando crear una línea que le alejara de él. ¿Hermosa? Aun escuchaba esa palabra en su mente retumbando, por primera vez en su vida quiso sentirse especial, verdaderamente hermosa, deseada por alguien. ¿Por qué le costaba tanto trabajo poder liberarse de los paradigmas? ¿Qué estaba haciendo mal para limitarse tanto?

por **Pietro Furio** Jue Feb 09, 2012 4:45 pm

Escuchó su historia con atención, diligente, manteniendo la cercanía invasiva. A pesar de percibir la incomodidad a la que sometía a la chica, su sonrisa no desaparecía. Pietro encontraba ligeros deleites en sus reacciones, y la posibilidad de presionar un poco más allá le tentaba poderosamente.

Pero se contuvo, pues un tacto ansiado llegó por mano de la rubia, dispuesta en su pecho, helado y rígido. Convenientemente, introducía y describía la raza a la que pertenecía Pietro, y él, como era de esperarse, omitió cualquier aclaración pertinente. Segundos después, como lo que adivinó como un mero reflejo, la desconocida acariciaba su cuello, para él sugestivamente. Pietro tensó su mandíbula y casi sentía morder sus propios labios en un gesto claro de deseo. Aquella chica, más allá de representar una posibilidad de alimento, le llamaba sin pretenderlo con una voz poderosa de sensualidad a la que el italiano tuvo que enfrentar para no lanzarse violentamente sobre ella y reclamarla como suya. Sin embargo, no le fue excesivamente difícil, pues Pietro compartía el placer de acercarse lentamente hacia sus presas (y no víctimas), cual jugador de ajedrez: agresivo, pero no demasiado; paciente, pero no demasiado.

Ante su advertencia, poco más que un minúsculo bufido escapó del italiano. Y no es que menospreciara la defensa con la que podía contar aquella chica, como tesoro que cualquiera protegería a toda costa, sino que sabía y le haría saber que, al menos por el momento, él no representaba ningún peligro real.

Su última frase, en cambio, fue una punzada ingeniosa en el orgullo del vampiro. Una pequeña carcajada se escapó de sus labios, mientras que con su cabeza negaba las suposiciones de la chica. A pesar de ese primer rechazo, Pietro no se amilanó, y en su mente la última opción sería renunciar a la dicha que le ofrecía el a menudo amargo destino. Se giró sobre sus talones y su mirada penetrante siguió con atención los pasos de la rubia, cuidando jamás perderla de vista. Y aunque jamás era una palabra muy grande, se dijo Pietro, no tuvo reparo en comprometerse silenciosamente a la tarea de homenajear su belleza por una eternidad inevitablemente agridulce.

- ¿Puede confiar tanto en sus primeras impresiones, sin disculparme por la forma en que me ha cautivado su belleza? - preguntó, sin abandonar el soporte de aquel árbol, más bien afianzándolo al recostar su espalda sobre el tronco sólido -. No guardo remordimiento o duda cuando reconozco que es hermosa, y aunque bien dice usted que nace desde el interior, permítame decirle que la suya traspasa aquellas barreras y brilla también en el exterior - sólo entonces se obligó a reincorporarse, erguirse nuevamente, y siguió con pasos cautelosos los que antes recorrió la rubia, cuidando de no hacer de aquello una malinterpretada persecusión. En cambio, la miró fijamente a sus ojos, o más bien sostuvo la mirada cuanto los ojos ajenos se lo permitieran, y añadió -. ¿Su nombre, si me lo concede?

por **Doreen Jussieu** Sáb Feb 11, 2012 3:49 am

Doreen nunca sabía reconocer cuando alguien coqueteaba con ella o no, por lo regular siempre pensaba que se trataban de bromas, tenía tan baja su autoestima que era lo primero que venía a su cabeza. La situación quizás podría hacerla sentir incomoda, pero en esta ocasión no. Quizás no conocía al caballero, pero algo que sabía era que no podría hacerle daño, o eso creía.

Rompió con cualquier contacto visual para dejar de sentirse atrapad, y de cierta manera desnuda. Para Doreen los ojos eran una clave importante de la persona, y ella era tan transparente que en cualquier mínimo gesto podrían descubrir lo que sentía, quizás si la llegabas a conocer bien incluso hasta lo que pensaba.

Siguió caminando por aquel bosque, se lo sabía de memoria, ella junto con otras damas de la noche, salían para recibir alimentos, para poder así, alimentar a aquellas personas que estaban metidas en aquella revolución. Lo sintió acercarse, y entonces escondió su cuerpo detrás de un árbol. Se recargó ahí, haciendo tiempo para pensar como escapar de ahí, no es que aquel hombre le cayera mal, pero tenía tantas malas experiencias con los vampiros que no deseaba caer en otra, su cuerpo temblaba pensando en ser mordida otra vez, su piel nívea quizás perdería su brillo, y no, no estaba dispuesta a ofrecer la vida a un ser que solo la veía como alimento.

¿No estaba mal que le dijera su nombre, o si? Aquella hermosa rubia cerró los ojos por unos momentos - Mi nombre es Doreen - Susurró apenas de manera perceptible para cualquier humano. Estaba segura que aquel hombre no era igual que cualquier humano, que había algo más y especial en él, lo veía en sus ojos, lo sentía en su cuerpo, lo disfrutaba por su temperatura.

La chica llevó su mano a su pecho. Hace mucho tiempo no se sentía de esa manera, tan hermosa, tan única, tan deseada, tan bien. Quizás el tiempo invertido en la casa de la noche no le hacía justicia para todo lo que valía, hace tiempo no se daba cuenta que era una mujer especial, que cualquiera daría lo que fuera por tenerla a su lado, sin embargo, ella había rechazado ese tipo de vida, en la que fuera sometida al típico protocolo, ella se había escapado de su casa, y no volvería a aquello, buscaba amor, buscaba unión, buscaba poder cumplir su cuento de hadas. - Debería irse… - "Antes que crea que los vampiros son buenos, que no todos sin letales" se dijo para si misma recordando como estaba a punto de morir - No se arriesgue, no vale la pena arriesgarse por alguien que… - Dejo aquella frase inconclusa. ¿Bella? No, no lo era, su alma se estaba pudriendo poco a poco, se estaba dejando morir por las malas lenguas que había día con día, se estaba dejando morir porque sabía que no había esperanza alguna en su vida, por que sabía que nunca sería completamente importante en la vida de alguien más. Quizás su maldición era esa, morir sola. Morir sin que a nadie le importara quien sería, que deseaba a quien amar.

por **Pietro Furio** Lun Feb 13, 2012 9:12 pm

Siguió sus pasos en silencio, perdiéndose en el bosque, atraído por una curiosidad que nacía en su interior. Aquella curiosidad, reconoció, iba más allá de la atracción avallasante de la rubia. No importaba entonces que la chica le guiara por senderos en un bosque desconocido. La posibilidad de que sus pasos ligeros le estuvieran encaminando hacia algún peligro motfíero perdió importancia para el vampiro. Sólo estaba ella, todo lo demás se tornó difuso.

Advirtió su improvisado escondite y sonrió, quizás conmovido por la ingenuidad propia de su juventud, ingenuidad que envidió en cierta medida. Escuchó sus palabras, sus advertencias, como ecos lejanos en su consciencia. No tenía pensado retroceder. Pietro nunca retrocedía, y no lo haría ahora que percibía en aquella rubia algo que la diferenciaba del resto. De modo que siguió avanzando, aunque sin hacer uso de sus habilidades sobrehumanas, rodeando al final el árbol con el que se protegía la chica, encontrándola allí, manos en su pecho.

- Doreen - susurró entonces, como saboreando cada letra del nombre. Sin embargo, su rostro retomó su aire pícaro y juguetón cuando recordó su recomendación. - ¿Cuáles son mis riesgos? ¿Es que acaso me ha traído a una trampa, aquí en lo profundo del bosque? ¿Alguna de esas criaturas que antes describió está rondando las cercanías? -

Mantenía una distancia prudente. Cuidaba sus movimientos por temor a infundir algún tipo de miedo. No obstante, quizás reconfortado por su propia intuición, se tomó la libertad de apoyarse también sobre el tronco, a su lado.

- Escondámonos aquí, entonces - propuso, aunque sin mirarla, fingiendo interesarse por los alrededores, como quien monta guardia ante algún peligro inminente - ¿Estaremos seguros? - le preguntó, regresando su atención y mirada hacia ella, sonriéndole.

por **Doreen Jussieu** Mar Feb 14, 2012 4:33 pm

La rubia lo sintió cerca, sin embargo, no se movió, permaneció en aquel lugar completamente tranquila. Sus ojos se abrieron de par en par observando así la oscuridad de la noche, disfrutando de lo poco que se podía ver a causa del mando fino y plateado de la luna. Sonrió encantada por el escenario, no podía quejarse, cualquiera que no disfrutara de este tipo de detalles entonces no tenía un corazón cálido para compartir amor con alguien más, para ella no existían lujos que llenaran los huecos o vacíos que las personas podían llenar con una simple mirada con una simple sonrisa.

Estaba tan tranquila que giró su cuerpo para poder así, verlo de frente. - Estamos seguros - Dijo de manera suave, tranquila. Doreen tenía una forma de indicar que estaba en peligro, una que solo entre sus guardias y ella se podía saber. No es que fuera cosa del otro mundo, pero no podía decires a cualquiera ese tipo de cosas. Le sonrió con ternura unos momentos. - Es de mala educación preguntar el nombre de una señorita sin antes no haberse presentado caballero - Su sonrisa se torno de manera burlona, una que pocas veces podía sacar, hace tanto que no sonreía de esa manera que incluso le dolía el rostro al hacerlo.

Quizás un poco de despreocupación le caería mal, Doreen salía a la luz de la luna para que esta fuera su cómplice, para que la cuidara y observara en su esplendor, es decir, si deseaba gritar podía hacerlo, si quería llorar, cantar, nada, correr, besar, todo eso podía hacerlo sin tener que ser juzgada, más bien protegida, abrazada. La luna se había vuelto su mejor cómplice, su mejor amiga, su única compañía.

Y entonces como juego, se despegó lentamente del árbol, sin perder la vista en él. Tomó ambas puntas de su vestido con total elegancia y un toqué de sensualidad. La joven alzó así la tela, inclinó su cuerpo en forma de reverencia. - Doreen Caracciolo, Caballero, es un placer conocerle en tan hermosa velada - Volvió a tomar la posición correcta, dejó caer sus telas. - ¿Quiere estar en peligro? - Preguntó con cierta complicidad, si a esas alturas no quería dañarla entonces no abría por que temer, quizás era mejor disfrutar, dejarse llevar, si pasaba algo malo de todos modos estaba protegida.

por **Pietro Furio** Mar Feb 14, 2012 9:47 pm

Pietro dejó caer su cabeza, apoyándola sobre el tronco que los abrigaba. Cuando escuchó la cortés reprimenda, cerró sus ojos y bufó en una pequeña carcajada, disimulando la inofensiva verguenza que le invadía. Estaba dispuesto a enmendar su error, pero la rubia se le adelantó y volvió a introducirse con una teatralidad que sorprendió al vampiro, ya de nuevo hechizado por los encantos de la chica.

Accediendo al juego propuesto, se despegó del árbol, erguido, y tomó la distancia necesaria para inclinar su torso hacia adelante, con una mano en su pecho y la otra escondida por detrás de su espalda. Cerró los ojos, adoptó un temple solemne y habló con suavidad, olvidándose del peligro imaginario que antes recreaba.

- Pietro Furio para usted, hermosa dama. El placer es mío. - introdujo, antes de abrir sus ojos nuevamente, clavándolos sobre los azules de la chica, sonriendo con picardía. Seguido a ello, volvió a erguirse, relajando su postura, y enarcó una de sus cejas con malicia, pensándose su respuesta ante la sugerente pregunta.

- Querré estar en peligro tanto como eso me mantenga a su lado - reconoció, acercándose con pasos lentos hasta Doreen, ojos fijos en ella. Observándola, comenzaba a comprender que sus pupilas, azules como océanos tempestuosos, sugerían una entrada hacia un plano abstracto, un lugar indoloro en el que Pietro creía flotar, como si el tiempo se detuviera y con él el ritmo estrepitoso al que estaba sujeto el mundo y la vida misma del vampiro. Mirándola, sentía que descansaba. Sentía que respiraba.

Se esforzó en abandonar aquel trance, ignorando la desazón que le provocaba. Sacudió ligeramente su cabeza y carraspeó, asegurándose de retomar roce con la realidad presente.

- ¿Usted? - preguntó, y adelantó una de sus manos hacia la chica, ofreciéndosela -. ¿Querría ir en búsqueda de algún peligro? - y su mano entonces significó una oferta que Pietro proponía silenciosamente. Le daba la opción de obedecer el impulso correspondido y seguirle, un poco más allá, a donde le guiaran sus pasos. Seguirle a un lugar que él crearía para ella, a un espacio donde él estaba dispuesto, y en esto sus ojos relampagueaban con intensidad, a homenajear su belleza desmedida en una forma incontrolable e irrefrenable.

por **Doreen Jussieu** Jue Feb 16, 2012 9:42 pm

Sus rubios cabellos se movieron a causa del viento que golpeaba su cuerpo. Tuvo que cerrar los ojos con fuerza para que no le entrare una molestia a causa de las hebras. Se acomodó aquella caballera dorada detrás de sus orejas, poco a poco abrió los ojos hasta toparse con la mirada del caballero. Fue cuando vio la mano del hombre estirada. Se quedo quieta, esta vez no temerosa pero si pensativa.

Hasta hace unos momentos la joven había estado estudiando a su acompañante. Un artista no podía perder ningún detalle, gracias a esos podía después hacer la más hermosa de las obras. Porque la joven era una artista, que siempre intentaba guardar en su memoria cualquier hermoso paisaje y así retratarlo. El vampiro era sin duda, ahora su más hermoso detalle, aquella noche. Sin embargo, algunas cosas no estaba gustando demasiado. Aquellas miradas coquetas, esos movimientos cercanos, provocadores. La chica se sintió confundida. Quizás tanta galantería era normal para él, quizás era así con todas las personas, y por eso tenía que tener cuidado.

Aquella noche no debía ser para dudar. Estaba con la compañía de una criatura que le demostraba podría sentirse segura. Estaba con una criatura, que a pesar de ser un verdadero coqueto, parecía darte tranquilidad, seguridad, armonía, y algo muy importante: Paz. Hace demasiado tiempo Doreen no tenía ganas de sonreír como aquella noche, sin embargo una sonrisa se asomó en su hermoso rostro, una sonrisa cálida, sincera. Alargó su mano para poder tomar la fría del joven. Respingó por el contacto frío que este le proporcionaba - ¿Usted promete regresarme a este lugar a salvo? - Dijo con un tono de voz tímido, sus dedos se entrelazaron de manera mágica con los contrarios, sus manos eran demasiado grandes pero encajaban perfecto con la pequeña y delicada de ella.

Su cuerpo tembló, Doreen no tenía demasiada ropa encima, en realidad no se había preparado para una salida. La joven se acercó demasiado, perdiendo esa línea bien marcada entre lo impuesto por la sociedad y la complicidad de la noche. Tomó el brazo de Pietro con fuerza para comenzar a caminar - ¿Por qué está tan frío? - Preguntó con total ingenuidad. Quizás ya tenía la respuesta, pero quería confirmarlo por completo. Su rostro empezó a tomar ese rubor hermoso, Doreen parecía una princesa alado de un príncipe azul perdido, uno que la había encontrado.

El camino era peligroso, pero se lo sabía tanto de memoria, que no caería en ningún hueco para llenarse de vergüenza enfrente de su nuevo conocido. - ¿Sabe que la noche es el mejor momento del día? Siempre la he preferido, me siento feliz dentro de ella - Quizás aquella oración no tenía relevancia, pero la rubia amaba las cosas que se podían ver, ser y observar en aquel momento. - ¿Es usted de Paris? ¿Por qué nunca antes lo había visto? Nunca me olvido del rostro de un ángel cuando lo tengo enfrente - La última oración la tomó incluso por sorpresa a ella, no entendía como un pensamiento tan comprometedor se le había escurrido por los labios. Su mirada paso del caballero hacía enfrente, después de eso, ella no tendría el valor de volver a mirarlo a los ojos.

por Contenido patrocinado

Míranos [Privado]

Míranos [Privado]

Re: Míranos [Privado]

Re: Míranos [Privado]

Re: Míranos [Privado]

Re: Míranos [Privado]

Re: Míranos [Privado]

Re: Míranos [Privado]

Re: Míranos [Privado]

Re: Míranos [Privado]

Re: Míranos [Privado]

Re: Míranos [Privado]

Re: Míranos [Privado]

Re: Míranos [Privado]