Cuando tu alma se va, tu cuerpo queda[libre]

Aquel día, como siempre, se había levantado de la cama sin buscar a tientas en la cama a su marido, él nunca estaba ahí cuando ella despertaba, salía a entrenar o a buscar a algún informante. A veces a aquello le parecía sumamente molesto y podía sacarle de sus cabales. Aquella mañana sólo encontró una nota avisando su salida, por su parte ella también se preparó para salir, no deseaba comer en el hotel, se arregló, tomó unos cuantos francos y salió de la habitación rumbo a la plaza para buscar algo que comer.

Una vez ahí compro unos bocadillos para mitigar el hambre en un puesto ambulante, buscó con la mirada un lugar donde poder sentarse y disfrutar de aquellas deliciosas galletas. Gracias a su bien entrenada vista, pudo detectar algo que se salía de lo normal en ese lugar. Un espectacular y hermoso gato, trataba de cazar algo que ella no podía enfocar. Aquel no era un gato común, su pelaje era más largo que el normal y el entramado de las manchas del mismo tampoco era el mismo, además de ser un gato común era un gato común grande.

Cautivada por aquel animal, se acercó a él con sumo sigilo y cuando estuvo desprevenido lo tomó por el cuerpo. Las flechas y el ser sumamente silenciosa era su especialidad.

-Shhhh- susurró al gato al tenerlo sujeto, para que se relajara y no saliera huyendo. Al tenerlo cerca y bajo el escrutinio de su olfato, identifico que aquel animal no era común y corriente. Lo observó detenidamente, su mirada y su olor parecían humanos –No te haré daño. ¿Quieres galletas?- ofreció -No me vendría mal un poco de compañía-

Tal vez para los transeúntes podría parecer loca pero aquel gato era especial, ella sabía que podía entender cada una de sus palabras perfectamente porque se trataba de un cambiaformas. Su familia, Emil, ella misma eran cazadores, sabían identificar a los miembros de aquella especie pero no les daban caza.

Sentía la vibración proveniente de cuerpo del animal y el ligero ronroneo que lo provocaba. Sus dedos jugaron con su pelaje mientras comía para finalmente acariciar detrás de su oreja derecha. Sonrió ante los transeúntes mientras caminaba por la plaza y el animal seguía entre sus brazos. Descuido así la atención que debía prestarle a aquel ser que estaba lejos de ser un acto común, tanto fue su descuido que se libró de su agarre en cuanto se hubo terminado la galleta de su mano.

Se limpio las migajas de los dedos y corrió tras de él, con gráciles y largas zancadas, al final lo alcanzó un par de metros de su punto de escape. Con ambas manos rodeó su torax y volvió a levantar al animal del suelo.

-Espera, tengo más- se apresuró a decir cuando los ojos del felino le miraron como reprendiéndola, y esta vez no sacó una sola galleta, sino que mostró la bolsa que contenía una docena.

De cierta forma Emil siempre había subestimado el servicio que podrían brindarles esos seres a los cazadores, ella creía que podían formar alianzas. Aquellos que cambiaban su forma humana en la de un animal, sólo eran leyendas en algunas regiones, pero ellas sabían que tras estas siempre había un poco de verdad.

-Te he dicho antes, que un poco de compañía no me vendría nada mal- insistió, sin que esto sonara a una orden. Para ella la forma del cambiaformas estaba tremendamente ligada a su personalidad. Un gato, astuto y elegante, y tal vez no fuera alguien de fiar.

El felino parecía estar a gusto en sus brazos, le dio otra galleta y ella se dedicó a acariciarlo, sus manos viajaban desde si cabeza hasta la espalda baja del gato cepillando su delicado pelaje con los dedos. Sonrió y así permaneció un rato hasta que una dama vestida de negro se paro enfrente de ella.

Escuchó a la mujer con atención, analizando cada uno de sus gestos y ademanes. Su actitud dejaba mucho que desear. Su mirada era insegura, en ningún momento le dio la cara, evadí sus ojos y eso le molestaba y parecía nerviosa, como si le tuviera miedo a ella o al felino. Su miedo, su respeto debía ser hacia el gato que en ese momento llevaba en sus brazos, ni de lejos era su dueña, el gato le gobernaba a ella. Entrecerró sus ojos sólo por unos instantes, inquisitivos.

-El gato no tiene ningún collar- le dijo con la seguridad que era obvio que a ella le faltaba. Alzó ligeramente y se planto bien en el suelo aun sujetando y acariciando al minino.- No se preocupe que si este animal realmente suyo, el solo regresará a su hogar.- fue totalmente indiferente a las reacciones de su interlocutor. Se llevaría al gato y no había nada que ella podía hacer al respecto. –Estos felinos son animales sumamente inteligentes- explicó y con esas palabras dio media vuelta y se alejó de la muchacha con aire despreocupado. Levantó al gato ligeramente poniéndolo a la altura de sus ojos, a la distancia necesaria para que sus garritas no pudieran alcanzarle.

-Acompáñame, quiero conocerte y saber si puedo hacerte una propuesta, tal vez te interese- dijo en un susurro perfectamente audible como si el animal pudiera entenderlo, estaba segura que podía. Espero unos segundos a la expectativa de las reacciones del gato, quería ver si este se resistía y si era necesario esquivar algún arañazo, luego simplemente encamino sus pasos al cuarto de hotel donde se hospedaba.

Le resultaba sumamente agradable el tener abrazado al pequeño animal, el ligero tremor que ocasionaba su ronroneo le invadía de paz. Una de las cosas que lamentaba de su vida de cazadora era no poder tener a su cuidado alguna pequeña mascota. Con una vida llena de peligros, sin si quiera establecerse en un solo lugar cómo lo hicieran sus padres, un ser a su cuidado parecía una idea totalmente desquiciada, por ese mismo motivo era que el matrimonio Wenkoff, a pesar de llevar años de casados, no había tenido hijos.

Le dio la espalda al felino, confiaba a ciegas en sus sentidos y en sus años de entrenamiento, cerró la puerta y luego le vio cómodamente sentado en la cama. Sin dudado los gatos era el más hermoso de las pequeñas especies que el hombre podía jactearse de haber “domesticado” aunque al contemplar el porte altivo de uno de esos pequeños felinos, sus fieros ojos retadores, uno podía pensar que no era así del todo.

-No pretendo hacerte daño, así como tampoco pretendo mentirte- comenzó a hablar se detuvo a un par de metros de la cama, luego acercó una silla que había dentro de la habitación y la colocó frente a la cama, una vez hecho se sentó. -Me dedico a cazar sobrenaturales, con ello me refiero a vampiros especialmente.- se apresuró a decir, aunque se tardó en aclarar si cazaba cambiaformas o no. - Aunque también solemos cazar hombres lobo.- le era tan difícil hablar de sus acciones sin que en estas no incluyera a su esposo.- Respeto a aquellos que pueden cambiar su forma humana a una animal, no son fieras sin razón como los hombres lobo cuando se transforman, jamás los hemos cazado.-

Aquella escena debía parecer tremendamente extraña a la vista de un ajeno, con seguridad ella sería tachada de loca y sin dudarlo un segundo podría ir a parar al hospital psiquiátrico, la verdad es que en su vida había cosas que poco encajaban con convencionalismos y en realidad Emil y Treszka habían decidido perder su cordura en pos de cazar a un demonio casi mitológico.

Llevaban ya varias semanas en París sin obtener ninguna pista de aquel vampiro, sus armas habían sido bien guardadas en una bodega, y sólo llevaban consigo las necesarias para un par de luchas nocturnas, de esas que no debían significar obstáculo alguno. Emil buscaba bajo sus propios métodos, ella había decidido seguir unos nuevos.

-¿Eres la dueña de la funeraria?- preguntó. Estaba segura de no haberse equivocado pero tampoco solía pecar de soberbia, al menos no frente a otras personas, siempre les concedía el beneficio de la duda. -Sé que no te falta pero tengo dinero y si este no es suficiente para pagar tus servicios puedo ofrecerte mi propio trabajo y protección.-

Treszka estaba atrapada en esa ciudad persiguiendo en círculos a un rastro inexistente, necesitaba información, y ella no era especialista en conseguirla, lo que ella necesitaba era un espía.

Trató de desviar la mirada pero una parte de ella no se lo permitió, aquella parte que mantiene siempre la guardia en alto y los sentidos alertas, pero también la curiosidad era algo que la motivaba a no apartar la vista de aquella transformación, de igual manera cuando comenzó a revelar más piel de la debida, por respeto, apartó la mirada, tan sólo unos segundos, hasta que la mujer estuvo cubierta con la bata. Sin duda aquel había sido un evento remarcable, digno de aprehensión, jamás había presenciado uno transformación de ese tipo. Sonrió y acentuó su sonrisa cuando la mujer comenzó a hablar y rio ligeramente ante la mención de Emil.

-Al igual que usted, desconocía que hubiera rumores sobre mi marido y yo.-

Aún bajo aquella piel, en cada uno de sus movimientos podía notarse la elegancia y el porte del andar de un felino. Sin apartar la vista de su rostro puso toda su atención en las palabras de la mujer, ella usaba un tono serio y ella quería darle a su invitada la atención que merecía.

-Mi marido y yo no trabajamos para la iglesia.- aclaro el primer punto que ella había mencionado, si bien Emil estaba relacionado indirectamente con la iglesia, ellos no recibían ordenes de ella y no tenían ningún inconveniente en actuar en su contra. –Estoy de acuerdo en que cualquier servicio tiene que ser intercambiado por uno del mismo valor y en cuanto diversión…- prolongo la ultima silaba unos segundos y luego continúo. - estoy segura que puedo entretenerle, es sólo cuestión de que ustedes me diga que juegos le gustan.-

Dio un pasó atrás cuando ella dio aquel giro y terminó por imitar la sonrisa de ella, de inmediato volvió a acortar la distancia.

-Estoy enteramente segura, de lo contrario usted no estaría aquí y la hubiera dejado en brazos de su sirvienta. Quiero mantener una relación con usted y aceptar todas las consecuencias que esta conlleve. – Sabía en que se estaba metiendo, sabía que Salome no sería una persona de fiar hasta que se ganara su confianza y ella estaba dispuesta a dar el primer paso, a construir aquella confianza. Claro, siempre alerta, sin descuidar ningún detalle que la pudiera llevar a algún enfrentamiento con la cambiaformas. -Sé que es peligrosa y no se preocupe sé cómo defenderme, aunque no creo que este sea el caso, si usted pide lealtad y usted me la da eso es lo que obtendrá, seré leal y si es necesario le protegeré como si de un miembro de mi familia se tratara.- La claridad de sus ojos se encontraba y mezclaba con el azul de los ajenos. Todo el tiempo buscó un atisbo de debilidad, de la duda que produce una mentira pero no lo encontró, su interlocutora estaba serena y proyectaba seguridad con cada palabra que salía de su boca, ella cómo compensación a este trato, no hacía más que ofrecer lo mismo, en ella no había ninguna duda de que estaba haciendo lo que debía.

Mientras la mirada de su invitada vagaba impregnada con curiosidad por el cuarto, los ojos azules de la cazadora no la perdían de vista, aunque no resultaban del todo acosadores, lo último que deseaba en ese momento era incomodarla, sin embargo sabía que no estaba de más no descuidar ninguno de sus movimientos. Por un momento se detuvo a conjeturar ella misma las cosas que la cambiaformas podía deducir del cuarto en el que ahora se encontraban y que ella y su marido llevaban habitando por un par de semanas. No había nada fuera de lugar, ni si quiera ropa sucia que pudiera significar un poco de desorden. No había cosas innecesarias, sólo eran ellos dos, una pareja de cazadores, que desde niños habían sido adiestrados para ser los mejores en su campo. En aquel cuarto no había nada que pudiera relacionarlos entre ellos, sólo la argolla que portaban era la única muestra de unión, podría decirse que de afecto.

Aquella pregunta, la segunda mención de su marido, menos vaga y más directa que el comentario anterior, sacudió por un momento el piso donde se encontraba parada.

-No comenzaré esta alianza mintiendo- digo tratando de sacarse el desconcierto de sus ojos, desorientación que no quería hacer evidente ante la mujer.- Emil no tiene conocimiento de este encuentro, tampoco importa. Ambos somos respetuosos de lo que haga el otro. .- enarcó una ceja y apoyó una mano en su cintura. Luego procedió a puntualizar sobre sus ideas -Lo sabrá, en un futuro, cuando esto de frutos. ¿Te has topado con el ego de un hombre? Suele ser enorme.- rio de lado. –Quiero ganarle… no sé si me entiendas.

Que fueran esposos y que trabajasen como un equipo no significaba que entre ellos no hubiera una constante competencia, intangible pero latente, propia de colegas. Al cazador no le gustaba que hubiera terceros metiendo sus narices en sus asuntos, confiaba en pocos y era difícil ganarse su confiaba, pese a eso Treszka consideraba necesaria una intervención, si bien, durante su estancia en París, habían cazado a uno que otro sobrenatural, en ese momento se encontraban totalmente inmovilizados con lo que respectaba a su objetivo principal.

Había escuchado rumores sobre los gustos de ella, antes de aquel encuentro Treszka había buscado informarse sobre lo que cabía esperar de la persona que tenía entre pero sin lugar a dudas escucharlo de su propia boca era una ocasión sorprendente.

-Los tendrás.- no tenía ningún inconveniente en satisfacer sus demandas mientras que estas fueran producto de sus cacerías. -¿Cómo es que los disecas?- preguntó, había escuchado de una que otro procedimiento, quería saber cuales eran los que manejaba la dueña de la funeraria.

-Llegamos a París siguiendo la pista de un vampiro, aquí se pierde el rastro de sus asesinatos. Tal parece que París es el lugar soñado de todo cazador.- frunció ligeramente el ceño -Pero él no será tu objetivo, es un ser al que el tiempo y los hombres le han dado el vigor de creerse un Dios. Nos sería de gran utilidad alguien que nos vuelva a poner sobre su rastro.-

No le gustaba dar vueltas en círculos y que están no fueran productivas. Si Emil y ella lograban darle muerte a aquel ser, ella no tendría reparos en ofrecerle el cuerpo de su victima a Salomé, considerando que este no quedara hecho un montículo de cenizas. Claro, ella estaba siendo bastante optimista.