AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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insaciable ~.Privado.~
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insaciable ~.Privado.~
Una habitación, por favor
-Expresó con calma dirigiendo miradas hacia la persona que estaba sonriendo con coqueteria al brujo incluso cuando no tenía idea de que podía significar esas acciones coquetas dado a que en su mundo se expresaba en cuantos muertos a la semana venían a recoger sus contratos para con el brujo incluso los animales paseaban a sus anchas por la tienda para obtener un poco de aquel trato que los humanos recibían...eran útiles especialmente para recuperar su dinero cuando alguien le robaba o timaba especialmente los gatos pues quizás porque estaban más cercanos al diablo podían ser vistos más a menudo que los perros o los demás animales.
Habia quedado con un cliente, material que solo podía verse en privado sin ser expuesto a la incomodidad de los callejones en donde los vagabundos eran sus principales enemigos dado a que eran como soldados de los policias quienes chantajeaban o lograban sus objetivos asi que un hotel providencias de rumores que siempre acababan por olvidarse era lo mejor que podía obtener. Navegó por el subconsciente mientras le entregaban la llave con la misma coqueteria que antes expresando la misma seriedad mientras observaba a aquella persona.
No es que no le produjese placer que alguien quisiera fijarse en él pues en alguna ocasion las necesidades de su cuerpo habian sido bastante evidentes pero por el momento prefería ser...claro referente a la seriedad dejando que la pasión atravesase la crisis de la soledad mientras él dedicaba su tiempo a otras tareas como la exposicion de sus orgullosos materiales a personas que podrían aumentar sus potenciales. Miró la llave unos segundos viajando sin prestar más atención a uno de los sillones esperando a que esa persona apareciese-
-Expresó con calma dirigiendo miradas hacia la persona que estaba sonriendo con coqueteria al brujo incluso cuando no tenía idea de que podía significar esas acciones coquetas dado a que en su mundo se expresaba en cuantos muertos a la semana venían a recoger sus contratos para con el brujo incluso los animales paseaban a sus anchas por la tienda para obtener un poco de aquel trato que los humanos recibían...eran útiles especialmente para recuperar su dinero cuando alguien le robaba o timaba especialmente los gatos pues quizás porque estaban más cercanos al diablo podían ser vistos más a menudo que los perros o los demás animales.
Habia quedado con un cliente, material que solo podía verse en privado sin ser expuesto a la incomodidad de los callejones en donde los vagabundos eran sus principales enemigos dado a que eran como soldados de los policias quienes chantajeaban o lograban sus objetivos asi que un hotel providencias de rumores que siempre acababan por olvidarse era lo mejor que podía obtener. Navegó por el subconsciente mientras le entregaban la llave con la misma coqueteria que antes expresando la misma seriedad mientras observaba a aquella persona.
No es que no le produjese placer que alguien quisiera fijarse en él pues en alguna ocasion las necesidades de su cuerpo habian sido bastante evidentes pero por el momento prefería ser...claro referente a la seriedad dejando que la pasión atravesase la crisis de la soledad mientras él dedicaba su tiempo a otras tareas como la exposicion de sus orgullosos materiales a personas que podrían aumentar sus potenciales. Miró la llave unos segundos viajando sin prestar más atención a uno de los sillones esperando a que esa persona apareciese-
Aetos- Hechicero/Realeza
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Fecha de inscripción : 23/04/2011
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Re: insaciable ~.Privado.~
Y de repente me encontré a mi misma sin poder controlar esta esquizofrenia.
Había estado masajeándose la cien un par de veces cada veinticinco minutos durante toda la mañana. Ese terrible dolor de cabeza intentaba impedir que continuase sus labores como cortesana por las tardes, no era la primera vez en que se tumbaba en la cama a esperar que las luces afuera se apagaran por completo, que la obscuridad se ciñese como ella como lo hace cuando se evapora la llama de la última vela. El ruido era otro facto que enardecía aún más aquel tormento y Chelsey sólo podía hundir su rostro entre las piernas, ahí acuclillada en una de las esquinas de su habitación. Intentar dormir resultó ser un chiste, distraerse con cualquier cosa no fue fácil y es que había un pequeño martillo instalado en lo más profundo de su cabeza que golpeaba cada parte de su interior con el afán de torturarle hasta los niveles más inverosímiles de su capacidad. Y, fue precisamente esa migraña la que había conseguido que ella contactase de nuevo a aquel sujeto extraño que conoció en una jugarreta del destino. Él la había provisto de una extraña cosa, no estaba segura si se trataba de una hierba o alguna especie de pócima mágica, de lo único que pudo dar testimonio fue de lo bien que se sintió al consumir el brebaje. Su dolor, su cansancio, los pesares e incluso el remordimiento de su pasado, se esfumó durante varias horas hasta que el efecto pasó. Se sintió tan de maravilla en ese entonces, que quería, no, deseaba probarlo nuevamente.
Se puso de pie al mirar la hora en el pequeño reloj situado sobre el buro junto a su cama. Vestir apropiadamente no es una opción, dado que no tiene más prendas que las que utiliza para el trabajo. Tomó un par de francos de un cofre que guardaba celosamente oculto entre las tapias en una de las esquinas. Esperaba que el pago no fuese tan elevado pues no tenía la forma de sustentarlo, no tenía la más mínima idea de cuánto costaría el chistecito, pues la primera vez fue una cortesía por parte del extraño. Cosa que debió sospechar, pero se encontraba tan atormentada que no le prestó la suficiente atención y, ahora menos… pues ese terrible martilleo en su cabeza amenazaba con hacerla explotar, literalmente. Afuera, el clima era soportable para andar caminando por las calles sin el peligro de sufrir un resfriado. Observó como el atardecer caía poco a poco, el cambio en los colores del cielo y el paso apresurado de las damas de la alta intentando huir de la temible noche. Las cosas no habían cambiado nada en los últimos años, aún se escabullían entre las viejas gordas, aquellas historias de monstruos y demonios acechando sus casas, brujas esperando la oportunidad para llevarse a sus hijos y devorarlos en una profana ofrenda al mismísimo Satán. Ella sólo sonreía ante semejantes disparates. Una cortesana trabaja de noche y, estando cubierta por el rocío de las tinieblas, logró darse cuenta que, si existe una bestia tan temible como lo describen aquellos cuentos baratos, no eran ninguno de ellos, se trataba nada más y nada menos que de la sociedad como tal, el hombre mismo.
Dobló algunas de las esquinas, ensimismada en sus propios demonios, ignorando cuando podía aquel agonizante dolor y, con pasos agigantados, apresurando el momento en que encontraría la cura a sus males, llegó a las afueras inmediaciones del hotel. Entrar no dispuso dificultad alguna, pero una vez estando ahí, un par de miradas se posaron en su cuerpo –Mira, sí es- Comentó la chica con un pañuelo en la cabeza y delantal ajustado a su cintura, sin duda alguna, sirvienta. –No, recuerdo que estaba más gorda y menos pálida- Respondió el joven a su lado quien sujetaba una escalera y un palo con alguna especie de cepillo en la punta completamente lleno de cenizas. –Que no, te digo que es esa, la ramera de Lord Sedwick- Chelsey pasó al lado de ambos y les sonrió con complicidad, lo que ambos tomaron como una ofensa. Clásico. La fémina rodó sus ojos y se enfocó en buscar al apuesto joven que la había enganchado en aquella ocasión, no estaba dispuesta a quedarse a discutir sobre si era o no era a la que ellos se referían. Lo más probable es que sí, pero tampoco es que tuviese una lista de todos los que la han llevado a ese hotel a “pasar el rato”. Dando un par de pasos más, ignorando a las mujeres con sus pomposos vestidos y solamente concentrándose en los caballeros, pudo localizar casi al fondo al suyo. Sonrió con cierta impaciencia. El hecho de recordar el bienestar bajo el influjo de aquel brebaje, la había convertido en una posible adicta. Sus dedos juguetearon entre si mientras sus pies, se aproximaban hasta el chico de galanura admirable. Estando frente a él -¿Lo has traido?- Preguntó. La nota de su voz era impaciente.
Se puso de pie al mirar la hora en el pequeño reloj situado sobre el buro junto a su cama. Vestir apropiadamente no es una opción, dado que no tiene más prendas que las que utiliza para el trabajo. Tomó un par de francos de un cofre que guardaba celosamente oculto entre las tapias en una de las esquinas. Esperaba que el pago no fuese tan elevado pues no tenía la forma de sustentarlo, no tenía la más mínima idea de cuánto costaría el chistecito, pues la primera vez fue una cortesía por parte del extraño. Cosa que debió sospechar, pero se encontraba tan atormentada que no le prestó la suficiente atención y, ahora menos… pues ese terrible martilleo en su cabeza amenazaba con hacerla explotar, literalmente. Afuera, el clima era soportable para andar caminando por las calles sin el peligro de sufrir un resfriado. Observó como el atardecer caía poco a poco, el cambio en los colores del cielo y el paso apresurado de las damas de la alta intentando huir de la temible noche. Las cosas no habían cambiado nada en los últimos años, aún se escabullían entre las viejas gordas, aquellas historias de monstruos y demonios acechando sus casas, brujas esperando la oportunidad para llevarse a sus hijos y devorarlos en una profana ofrenda al mismísimo Satán. Ella sólo sonreía ante semejantes disparates. Una cortesana trabaja de noche y, estando cubierta por el rocío de las tinieblas, logró darse cuenta que, si existe una bestia tan temible como lo describen aquellos cuentos baratos, no eran ninguno de ellos, se trataba nada más y nada menos que de la sociedad como tal, el hombre mismo.
Dobló algunas de las esquinas, ensimismada en sus propios demonios, ignorando cuando podía aquel agonizante dolor y, con pasos agigantados, apresurando el momento en que encontraría la cura a sus males, llegó a las afueras inmediaciones del hotel. Entrar no dispuso dificultad alguna, pero una vez estando ahí, un par de miradas se posaron en su cuerpo –Mira, sí es- Comentó la chica con un pañuelo en la cabeza y delantal ajustado a su cintura, sin duda alguna, sirvienta. –No, recuerdo que estaba más gorda y menos pálida- Respondió el joven a su lado quien sujetaba una escalera y un palo con alguna especie de cepillo en la punta completamente lleno de cenizas. –Que no, te digo que es esa, la ramera de Lord Sedwick- Chelsey pasó al lado de ambos y les sonrió con complicidad, lo que ambos tomaron como una ofensa. Clásico. La fémina rodó sus ojos y se enfocó en buscar al apuesto joven que la había enganchado en aquella ocasión, no estaba dispuesta a quedarse a discutir sobre si era o no era a la que ellos se referían. Lo más probable es que sí, pero tampoco es que tuviese una lista de todos los que la han llevado a ese hotel a “pasar el rato”. Dando un par de pasos más, ignorando a las mujeres con sus pomposos vestidos y solamente concentrándose en los caballeros, pudo localizar casi al fondo al suyo. Sonrió con cierta impaciencia. El hecho de recordar el bienestar bajo el influjo de aquel brebaje, la había convertido en una posible adicta. Sus dedos juguetearon entre si mientras sus pies, se aproximaban hasta el chico de galanura admirable. Estando frente a él -¿Lo has traido?- Preguntó. La nota de su voz era impaciente.
Geneviève Allard- Prostituta Clase Baja
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Fecha de inscripción : 03/12/2011
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Re: insaciable ~.Privado.~
-desde incontables siglos el ser humano habia optado por la medicina tradicional para hacerse cargo de los dolores, el dinero a veces era un problema por eso se acudían a los curanderos pero una vez que alguien se hacia adicto de tomar medicinas no era dueño de opinar o buscar e incluso mirar por el dinero más bien todo lo contrario. Aetos era uno de esos hombres que cruelmente parecía un santo, un santo que asomaba los dientes en cuando le tocaban lo que era suyo que en este caso serían los tratos o el dinero pero si no recibía dinero escogía otros dones como por ejemplo el endeudamiento de por vida, si, era lo que se piensa pero no tan cruel como se espera, esas personas eran o podían ser sus esclavos en cualquier momento incluso cualquier persona de su familia pero tambien era cierto que podían contar con sus dotes como curandero cuando ellos lo quisieran ya que alargar la esclavitud era lo único que podía hacer.
Su cliente, era una mujer que seguramente optaría por pagarle o con dinero o con su propio cuerpo, aun no lo sabía a veces el nombre de santo era un apellido mal pagado, como en otras ocasiones tan bien contadas con los dedos de las manos la paciencia de Aetos era casi un altar al que rendir culto, llegaba puntual o antes dudaba que algun dia llegase tarde a no ser que hubiera tenido que atender otros asuntos. Su figura intachable era igual que su conducta, formal pero directa, ese cliente... que a su punto de vista estaba tardando le haría provechosa la noche por así decirlo. No fueron más de unos minutos esperando cuando una mujer visiblemente irritada le hizo la pregunta que siempre escuchaba día tras día-
Si, pero aqui no -Él tambien acudió a esas palabras que repetía bastantes ocasiones ¿se aburría? a veces si, otras sin embargo parecía ser simple monotonía la que acudía en sus labios, no se ofrecía a cambiar de frase aunque ni siquiera se lo planteaba. Se levantó del sillón en el que estaba aflojando un boton de la camisa que acabó por caerse, era de esperar despues del movimiento que habia tenido, su piel morena se reflejo como siempre, pefecta mientras las luces brillaban sobre su dermis aunque poco atención prestó al olvidado botón que ahora estaria bajo un sillón prestando atención al polvo u a otros botones, la sonrisa pícara de Aetos no tardó en asomarse dotando de masculinidad como de travesura sus rasgos.
Le indicó que l siguiera utilizando una vez más la llave que tenía entre sus manos, fue caminando hacia la habitación que le había tocado, afortunadamente ésta no se hallaba en el fondo del hotel o en algunos pisos de arriba solo era en la planta baja sorteando unas habitaciones de aroma reconocible, sexo, pecado era la unión que se cabía esperar pues la ansia de pecado del ser humano era reconocible a simple vista, puertas que serian testigos callados de todo lo que los humanos hacían tal como engañar, asesinar, llorar, huir...él en su momento habia pertenecido al grupo que huían pensando que una habitación de hotel era un refugio sagrado donde nadie podía entrar, una tarjeta el colocarla en la puerta para cerrar el seguro era un poema sagrado dedicado a la seguridad mientras te sentias seguro, no era tu casa pero te movias como si lo fuera desordenando, vigilando a su vez todo hasta que la realidad en forma de despertador o de señora de la limpieza te volvía a hacer sentir inseguro.
Afortunadamente ahora pertenecía al grupo de los vividores, aquellos que pecaban pero con gusto de hacerlo. Entró en la habitación cuando la localizó tomando la cintura de la mujer, la apegó a su cuerpo pero solo para susurrar a su oido- Te dejaré la llave después surtirá efecto inmediato pero después tienes que descansar. -Se alejó de ella oliendo el perfume a mujer que parecía enredarse entre el suyo de hombre. Siempre jugando a los cinismos Aetos dejó el maletín en una mesita, la habitación cubría lo básico de primera necesidad la cama, el baño y una ventana ¿para que más? podía tener dinero pero no iba a pagar por servicios que no iba siquiera a usar.
Allí mismo sacó una bolsita de papel, en esa bolsita dentro habia pequeñas bolsas que parecían de azucar, se disolvían con igual eficacia en el agua con diferencia de que no era precisamente azucar, potentes dosis capaces de adormecer el dolor, utilizado para las migrañas pero tambien para las personas con dificultad para dormir incluso para los dolores generales- Aquí tienes.
Su cliente, era una mujer que seguramente optaría por pagarle o con dinero o con su propio cuerpo, aun no lo sabía a veces el nombre de santo era un apellido mal pagado, como en otras ocasiones tan bien contadas con los dedos de las manos la paciencia de Aetos era casi un altar al que rendir culto, llegaba puntual o antes dudaba que algun dia llegase tarde a no ser que hubiera tenido que atender otros asuntos. Su figura intachable era igual que su conducta, formal pero directa, ese cliente... que a su punto de vista estaba tardando le haría provechosa la noche por así decirlo. No fueron más de unos minutos esperando cuando una mujer visiblemente irritada le hizo la pregunta que siempre escuchaba día tras día-
Si, pero aqui no -Él tambien acudió a esas palabras que repetía bastantes ocasiones ¿se aburría? a veces si, otras sin embargo parecía ser simple monotonía la que acudía en sus labios, no se ofrecía a cambiar de frase aunque ni siquiera se lo planteaba. Se levantó del sillón en el que estaba aflojando un boton de la camisa que acabó por caerse, era de esperar despues del movimiento que habia tenido, su piel morena se reflejo como siempre, pefecta mientras las luces brillaban sobre su dermis aunque poco atención prestó al olvidado botón que ahora estaria bajo un sillón prestando atención al polvo u a otros botones, la sonrisa pícara de Aetos no tardó en asomarse dotando de masculinidad como de travesura sus rasgos.
Le indicó que l siguiera utilizando una vez más la llave que tenía entre sus manos, fue caminando hacia la habitación que le había tocado, afortunadamente ésta no se hallaba en el fondo del hotel o en algunos pisos de arriba solo era en la planta baja sorteando unas habitaciones de aroma reconocible, sexo, pecado era la unión que se cabía esperar pues la ansia de pecado del ser humano era reconocible a simple vista, puertas que serian testigos callados de todo lo que los humanos hacían tal como engañar, asesinar, llorar, huir...él en su momento habia pertenecido al grupo que huían pensando que una habitación de hotel era un refugio sagrado donde nadie podía entrar, una tarjeta el colocarla en la puerta para cerrar el seguro era un poema sagrado dedicado a la seguridad mientras te sentias seguro, no era tu casa pero te movias como si lo fuera desordenando, vigilando a su vez todo hasta que la realidad en forma de despertador o de señora de la limpieza te volvía a hacer sentir inseguro.
Afortunadamente ahora pertenecía al grupo de los vividores, aquellos que pecaban pero con gusto de hacerlo. Entró en la habitación cuando la localizó tomando la cintura de la mujer, la apegó a su cuerpo pero solo para susurrar a su oido- Te dejaré la llave después surtirá efecto inmediato pero después tienes que descansar. -Se alejó de ella oliendo el perfume a mujer que parecía enredarse entre el suyo de hombre. Siempre jugando a los cinismos Aetos dejó el maletín en una mesita, la habitación cubría lo básico de primera necesidad la cama, el baño y una ventana ¿para que más? podía tener dinero pero no iba a pagar por servicios que no iba siquiera a usar.
Allí mismo sacó una bolsita de papel, en esa bolsita dentro habia pequeñas bolsas que parecían de azucar, se disolvían con igual eficacia en el agua con diferencia de que no era precisamente azucar, potentes dosis capaces de adormecer el dolor, utilizado para las migrañas pero tambien para las personas con dificultad para dormir incluso para los dolores generales- Aquí tienes.
Aetos- Hechicero/Realeza
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Fecha de inscripción : 23/04/2011
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Re: insaciable ~.Privado.~
Desdichado sea aquel que no posee ni un franco para pagar sus deudas, desgraciada sea la hembra que venda su cuerpo a cambio de ¿Qué?... Había sentenciado su alma en más de una ocasión y esta vez no poseía nada que ofrecerle al extraño que le dotaba de bienaventuranzas. Mikhail se encargaba de prostituirla dentro del Fangtasia, pero no le daba ni una mísera moneda a cambio de su trabajo. Era su muñeca de sangre, su esclava sexual como si al infeliz no le hiciesen falta mujerzuelas con las cuales revolcarse que prefiere estrechar los cansados, débiles y pálidos brazos de una enferma. Se lo advirtió una vez, con eso bastó para que Chelsey buscara en las drogas una cura a su fatiga, pues de continuar fallando en sus labores como cortesana, él se encargaría de exterminarla. Aetos, lucía una belleza excepcionalmente mística, era de esos hombres que con tan sólo una mirada pueden acaparar la atención de las hembras que le rodean y por qué no, la de los caballeros también. Sus orbes tan profundos y estériles, no mostraron ningún cambio al recibir a la fémina quien parecía sufrir de un ataque cardiaco por la ansiedad, el deseo y el hambre que se aporrearon en su vientre para fastidiarla en punzadas de desesperación.
¿Miedo? ¿Por qué no habría de sentirlo? Si su señor se llegase a enterar de su escape, sería demasiado tarde para volver a ver la luz del sol. Chelsey ignora la forma en la que fue a enredarse con una bestia como él, pero agradece cada instante en que su vida se ha visto favorecida gracias al vampiro. Mordisqueó sus labios y siguió de cerca al brujo. Mientras caminaba por los pasillos, observó a la gente del lugar, disfrutando de los múltiples placeres llenos de vicios y perdición los cuales se niegan frente a la iglesia pero que por la noche son “el pan nuestro de cada día”; pensando en silencio, ella creyó no existe razón más hipócrita que la fe o la esperanza y, aún cuando su realidad pecaba en lo crudo, siempre solía refugiarse en ambas al pensar en sus hermanos ¡Tenia razón! Capturó la fragancia del lugar como el pintor protesta los colores y las sombras en su obra de arte. Las voces, el sonido de fondo, se trataba de un laúd con acordes clásicos, muy posiblemente se tratara de “Semper Dowland, semper dolens” del compositor barroco John Dowland, pero por supuesto Chelsey no tenía forma de saberlo.
Con pereza se arrastró hasta el interior de la habitación. Su decoración era burda, pero tenía lo suficiente como para que alguien pudiese descasas tras un largo viaje y… otras cosas. Se encontró cerrando la puerta con lentitud cuando el joven se estrechó contra su cuerpo. El cálido aliento de su boca embeleso a la damisela quien casi se pierde en un simple suspiro. Cerró sus ojos concentrándose en el dolor que su cuerpo acarreaba desde varios días atrás. Contrajo su cuello apartándose lo más que pudo de él. No era el momento preciso ni el lugar como para jugar a la coquetería. Necesitaba consumir el brebaje, sin importar lo que costase. De esta forma, sus sentidos regresaron a la normalidad aún solicitando enardecidamente su dosis. Chelsey sonrió nerviosa ¿Había algo que no tomó en cuenta? Hasta hace poco pasó desapercibido el lugar donde la citó, por lo regular se trataban de callejones o zonas alejadas a la ciudad, pero esa noche fue diferente. Frunciendo el ceño, dejó sus sospechas de lado.
Instrucciones, ¡Instrucciones! ¿Acaso no podían dejarlas de lado y comenzar con lo que realmente importa? La paciencia era una de las virtudes que se le esfumaban cuando de ese paquete se trataba. Bailoteó por la recámara como ninfa perdida en el bosque. Su sonrisa era grotescamente perturbadora y en sus ojos se reflejaba la demencia. La pelinegra era devorada por una sensación ignota. Cogió con su mano derecha el paquete arrebatándoselo de las manos a él. Sus fauces se mostraron famélicas y sólo deseaba desgarrar la envoltura y consumir lo que tenía dentro. Olvidando un pequeño detalle, saltó al lado de Aetos para poder ingerirlo en crudo, ¿Había diferencias si lo preparaba debidamente o no? Un adicto no conoce los límites y ella ya los estaba sobrepasando. La calma se disparó en cada una de sus terminales nerviosas, fue como si de repente alguien apagase el nervio que provoca el dolor en el cuerpo. Se sintió extrañamente relajada, las paredes de la habitación chorreaban, voces a lo lejos, comenzaba por apreciar lo ligero de su cuerpo. La sonrisa de sus labios se extendió hasta lo inverosímil, suspiró como quien ha perdido a alguien pero no le importa. Abrió sus fosas nasales y se tragó en un solo respiro todo el oxígeno que la rodeaba –Gra….ciaaaas…- Musitó en una cantata -¿Sabes qué es lo chistoso?- Preguntó tirándose sobre la cama de forma sugerente –No tengo para pagarte- Explotó en carcajadas mientras sus piernas y brazos se retorcían a causa de la contorsión de su torso. Era un chiste, para Chelsey en ese estado, el peligro y la reacción de Aetos resultaba una broma.
¿Miedo? ¿Por qué no habría de sentirlo? Si su señor se llegase a enterar de su escape, sería demasiado tarde para volver a ver la luz del sol. Chelsey ignora la forma en la que fue a enredarse con una bestia como él, pero agradece cada instante en que su vida se ha visto favorecida gracias al vampiro. Mordisqueó sus labios y siguió de cerca al brujo. Mientras caminaba por los pasillos, observó a la gente del lugar, disfrutando de los múltiples placeres llenos de vicios y perdición los cuales se niegan frente a la iglesia pero que por la noche son “el pan nuestro de cada día”; pensando en silencio, ella creyó no existe razón más hipócrita que la fe o la esperanza y, aún cuando su realidad pecaba en lo crudo, siempre solía refugiarse en ambas al pensar en sus hermanos ¡Tenia razón! Capturó la fragancia del lugar como el pintor protesta los colores y las sombras en su obra de arte. Las voces, el sonido de fondo, se trataba de un laúd con acordes clásicos, muy posiblemente se tratara de “Semper Dowland, semper dolens” del compositor barroco John Dowland, pero por supuesto Chelsey no tenía forma de saberlo.
Con pereza se arrastró hasta el interior de la habitación. Su decoración era burda, pero tenía lo suficiente como para que alguien pudiese descasas tras un largo viaje y… otras cosas. Se encontró cerrando la puerta con lentitud cuando el joven se estrechó contra su cuerpo. El cálido aliento de su boca embeleso a la damisela quien casi se pierde en un simple suspiro. Cerró sus ojos concentrándose en el dolor que su cuerpo acarreaba desde varios días atrás. Contrajo su cuello apartándose lo más que pudo de él. No era el momento preciso ni el lugar como para jugar a la coquetería. Necesitaba consumir el brebaje, sin importar lo que costase. De esta forma, sus sentidos regresaron a la normalidad aún solicitando enardecidamente su dosis. Chelsey sonrió nerviosa ¿Había algo que no tomó en cuenta? Hasta hace poco pasó desapercibido el lugar donde la citó, por lo regular se trataban de callejones o zonas alejadas a la ciudad, pero esa noche fue diferente. Frunciendo el ceño, dejó sus sospechas de lado.
Instrucciones, ¡Instrucciones! ¿Acaso no podían dejarlas de lado y comenzar con lo que realmente importa? La paciencia era una de las virtudes que se le esfumaban cuando de ese paquete se trataba. Bailoteó por la recámara como ninfa perdida en el bosque. Su sonrisa era grotescamente perturbadora y en sus ojos se reflejaba la demencia. La pelinegra era devorada por una sensación ignota. Cogió con su mano derecha el paquete arrebatándoselo de las manos a él. Sus fauces se mostraron famélicas y sólo deseaba desgarrar la envoltura y consumir lo que tenía dentro. Olvidando un pequeño detalle, saltó al lado de Aetos para poder ingerirlo en crudo, ¿Había diferencias si lo preparaba debidamente o no? Un adicto no conoce los límites y ella ya los estaba sobrepasando. La calma se disparó en cada una de sus terminales nerviosas, fue como si de repente alguien apagase el nervio que provoca el dolor en el cuerpo. Se sintió extrañamente relajada, las paredes de la habitación chorreaban, voces a lo lejos, comenzaba por apreciar lo ligero de su cuerpo. La sonrisa de sus labios se extendió hasta lo inverosímil, suspiró como quien ha perdido a alguien pero no le importa. Abrió sus fosas nasales y se tragó en un solo respiro todo el oxígeno que la rodeaba –Gra….ciaaaas…- Musitó en una cantata -¿Sabes qué es lo chistoso?- Preguntó tirándose sobre la cama de forma sugerente –No tengo para pagarte- Explotó en carcajadas mientras sus piernas y brazos se retorcían a causa de la contorsión de su torso. Era un chiste, para Chelsey en ese estado, el peligro y la reacción de Aetos resultaba una broma.
Geneviève Allard- Prostituta Clase Baja
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