::Tania Fernandez:: Mujer de Sangre Indigena

Historia: Las personas deben llegar a mucho para resignarse a ser lo que son en el momento actual. Nuestra querida protagonista no vivió otra cosa que abusos y dolor. Había sido la “Bastarda” de una familia muy adinerada, que se encargaba del comercio entre España y Venezuela; la adquisición de España gracias a Cristóbal Colon. Desde el descubrimiento de América existió el mestizaje, los tripulantes del barco de Colon y aumento cuando se decidieron colonizar aquella tierra de riquezas y mitos, en donde se creía que existía el dorado, pero mejor no nos desviemos de la historia que nos interesa, aun así debemos hablar de esto, puesto a que ella viene de un linaje muy antiguo de indígenas que habitaron Venezuela antes de que los españoles llegaran a estas tierras

Su linaje comienza muy atrás, pero lo más relevante esta en sus bisabuelos, que eran integrantes de la misma tribu y por buen ojo quedaron pudieron casarse. Sus madres habían sido elegidas como medio de pago de paz a los españoles, para así mantener todo en armonía, en ese momento comenzó el mestizaje en su familia, después de años ellos tuvieron a una hermosa hija, que sería la abuela de nuestra protagonista, sus cabellos negros y gruesos, pero liso y largo, era una de las características que pasaría de generación a generación. Sus padres consiguieron algunas tierras en el oriente del país, pudiéndose ir de la tribu que habitaba en las selvas espesas de esa área a un lugar para poder prosperar.

En aquel lugar su hija conoce a su futuro esposo, que mas tarde la llevaría hasta caracas a vivir con ella; era un joven pardo de mediana edad, al igual que ella su familia tenía un gran mestizaje, por eso su color era algo dorado y hasta oscuro. En caracas pueden prosperar como una familia de cuatro, con su hijo mayor, un chico bien formado y valiente y su hija menor, una señorita con el cabello de su madre y los ojos salvajes de su padre, una mujer jovial e interesante.

En su sangre corría sangre guerrera y salvaje, aunque era toda una señorita se podía ver en sus ojos aquel fuego latino que explotaría pronto por la opresión española. Su padre había conseguido trabajo en una imprenta y su madre en la casa de una gran familia española, que se había establecido en el nuevo mundo encontrando un diamante en bruto que explotar. Después de tener la suficiente edad para soportar las labores, la joven se fue a trabajar en aquella casa, siendo su perdición, en aquella casa encontraría al hijo heredero de los negocios de aquella familia, que se enamoraría locamente por su sangre y su cuerpo tan ordinarios que a cualquier hombre le haría temblar.

Con apenas 16 años aquella joven era la sensación del lugar, con un movimiento de caderas podía enloquecer a cualquier hombre, hasta la cabeza de la familia le parecía una mujer digna de admirar.

-Juanita, debería estar en un altar- bromeaba el viejo con su hijo ya de 23 años.

Este reía y asintió mientras en su mente pasaban cosas no aptas para menores. Pero aquello no podía hacer, el ya tenia prometida y poseer aquella mujer no era permitido.
¿Pero quien decía que no se podría disfrutar una noche? Con las manos chocando con los tambores para producir aquella sensación de perderse en la melodía salvaje. Varios empleados había comenzado una fiesta, habían hecho un círculo para mantener a las parejas bailando, como era de esperarse el joven amo se había llegado hipnotizado por las caderas de aquella mujer, la saco a bailar, después de unos segundos se dio cuenta que no había paso atrás, ya había él en sus suaves pero firmes garras.

Sin darse cuenta risas inundaron su cuarto, la fiesta habían dejado para comenzar otra más interesante, ella se movía aun al son de la música, quitándole la camisa mientras lo devoraba y su cabello caía en su cara. Unas risas aquí y otras allá, los dos disfrutaban aquella travesura, pero después de entre las sabanas, después de ser ella penetrada y sus gemidos de placer inexplicable rompieran el viento de la noche criolla, después de todo aquello nacería nuestra protagonista.

Una pequeña bastarda, como la habían llamado desde el día que había nacido, su madre acusada de prostituta barata, de estafadora y zorra de las mejores, se había soportado todo eso y mucho mas por parte de su madre y padre que ya no soportaban mirarla a los ojos, en pocas palabras, todos le habían dado la espalda, de una manera que parecía que era mejor vivir.

Y pronto morirá, su pequeña hija le había sido quitada de sus brazos, ahora sería una más de la familia y nunca sabría quien era su verdadera madre, para la pequeña seria la prometida de su padre su madre; quien no podía tener hijos.

-Al menos esa perra Criolla sirvió para algo- habían comentado algunos familiares.

Ahora llega la historia de nuestra protagonista, ya había nacido, y unos quince años después aun vivía en aquella gran casa en donde fue concebida, teniendo como nana a su propia madre que no se atrevía a decirle la verdad, aquella joven era simplemente hermosa, tenia los mismos cabellos que su madre, sus ojos llenos de fuego y pasión y un cuerpo envidiable, era una blanca criolla de la clase más alta de aquel tiempo. Las cosas en su casa no eran tan buenas como parecían, su abuela la aborrecía, “su madre” la odiaba, su padre no le prestaba atención y su abuelo la acosaba… ¿Cómo podría ser feliz? Apenas tenía una careta en su rostro que mostraba sus labios carnosos una sonrisa aun así no lo era.

Muchos abusos tuvo que aguantar y uno de los que más le dolió fue cuando decidieron irse de Venezuela a España nuevamente, por razones de que la revolución tocaba la puerta, había oído hablar sobre Gual y España que trataban de hacer una revolución y que cualquiera que se le opusiera sería asesinado por sus seguidores.

-Debemos irnos…


Ella se quería quedar, era su tierra, ella no pertenecía a España, ella era venezolana, pero en contra de todo fue obligada a montarse en un barco que la llevaría a Europa para una nueva vida, ella sabía que estaba mal pero no podía hacer nada, ellos eran su familia, nadie más la ayudaría.

En ese barco conoció a un joven muy lindo, un francés que regresaba a su tierra, pero primero debía hacer algunas cosas en España, a sus padre no les gusto la idea de que ellos interactuaran, pero ella tan rebelde y salvaje como su verdadera madre, que sin saberlo la había dejado atrás se interponía ante todo llevando su pasión aun mas lejos.

-Es una salvaje como aquella mugrienta sirvienta-[i] había gritado a todo pulmón la esposa de su padre a su abuela.

[i]-Deja de gritar que nos pueden oír, recuerda que la trajimos solamente porque no la podemos alejar de mi hijo, se volvería loco-

La noticia no le había afectado, ya lo sabía por como la trataban, pero aquello le había dado la razón para poder fugarse. Cuando el barco zarpo escapo con el francés hasta encontrarse dentro de España y lejos de su familia, pero lo que no sabía era que aquel francés era su perdición.

Se había presentado como un caza talento pero en realidad era un reclutador para hermosas mujeres para convertirlas en cortesanas, con los ojos vendados se fue a donde él le decía, pero pronto se dio cuenta que no todo era color de rosas y peor, que él no la amaba. No podía escapar ¿A dónde iría? Mordiéndose los labios y soportando los maltratos y las violaciones de “entrenamiento” llegaron a Francia. Siempre hay un límite para todo y aquella chica ya había soportado mucho, apenas seis meses después de haber llegado a Francia y prosperar en su nueva profesión, decidió escapar de aquel hombre que le ataba.

Fue más fácil de lo que pensaba, aunque claro era muy diferente calles de piedra que calles de polvo en su antigua nación, ahora lo único que deseaba era volver a su país, pero para hacerlo debía ganar dinero y la única forma que sabía hacerlo era vender su cuerpo como aquel hombre le había enseñado.