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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Afrodita1 Jue Feb 23, 2012 5:51 am

Mi nuca se empezó a erizar y en ese momento supe que la pinta estaba haciendo por fin efecto ¡Oh, Sí!.

Ya era el tercer día que iba a aquel lugar; la taberna. Tenía de todo menos gente recatada, con buenos modales y pudorosa. Es decir, la gente que estaba acostumbrada a ver día sí y día también. Y por eso mismo era que me habían dejado fascinada ¡Estaba tan emocionada por pasar desapercibida! Me había puesto mis peores arapos que, aún siendo de la peor calidad en mi caso, allí todavía no acababan de congeniar demasiado. Un vestido de color crema, sin volantes ni aros que lo hiciesen el doble de amplio. Soso y con pequeñas rajas en las mangas que me había atrevido a hacerle, para darle un toque aún más pordiosero. Mi pelo estaba suelto y ligeramente alborotado. Mi rostro solo estaba decorado por un ligero toque carmín en los labios, nada de maquillajes extremos. Si mi madre me viera en tal estado, se horrorizaría. Segurísimo. Entonces ¿Por qué me seguía sintiendo fuera de lugar? No lo entendía. Había puesto todos mis esfuerzos, hasta me había atrevido a hablar con la cantinera. Era tan guapa...
En cuanto ciertos pensamientos vinieron a mi mente me tomé otro trago de la bebida que, lentamente, hacía su efecto. Hasta el momento solo había conseguido que se me erizara el bello en los días anteriores, no me había atrevido a más, pero tal vez había llegado el día de poder emborracharme oficialmente. ¿Cómo se sentiría hacer cosas inconscientes sin recordarlas después? Ser tan irresponsable como para alejar la consciencia de tu mente y sentirte completamente libre. Que curiosidad tenía por conocer esa sensación; sensación que había visto en aquel lugar frecuentemente. Lo estaba viendo en ese momento, de echo, unos cuantos hombres con sus mujeres de "compañía" en el regazo. Mujeres con vestidos aún peores que el mío y escotes excesivamente grandes, de atributos exagerados que posiblemente yo nunca tendría. Por muy apretado que me atara el corsé, era imposible. Todos se reían abiertamente y sin pudor alguno ni motivo aparente. Por el color sonrosado de sus mejillas se le notaba el puntito al que se le habían subido las cervezas ¿Así era cómo yo quería estar realmente? Encima de un hombre sin control sobre mí ...
Preferiría estar sobre la mujer.
¡Ey! Ahí estaba mi pequeña conciencia atrevida que actuaba de nuevo y por la que di otro trago a la pinta, a ver si conseguía que se apagara poco a poco. Aunque tenía razón, yo a quien miraba -Disimuladamente, siempre.- era a la mujer sobre el hombre. No al hombre, quien para mí carecía absolutamente de atractivo sexual. ¡No tenía remedio! Era incurable o eso diría mi madre si lo supiera, me trataría de enferma mental. No tenía duda alguna. Y mejor que ni pensara en mi padre, mejor que ello, dí otro trago hasta acabarme toda la jarra de golpe.

Uy, eso si que me estaba empezando a sentar bien. Del propio enfado de pensar en mis padres y en mi misma estaba empezando a volverme atrevida. Tal vez solo tenía que pensar más en ellos y conseguiría mi objetivo, aunque menuda "mierda" sí para emborracharme tenía que pensar en algo que no me apetecía nada. - Marta ¿Me pones otra? - Cuando la chica pasó por mi lado, deslicé la jarra en su dirección para que volviese a llenarla. Y por Dios que en un ligero movimiento de inclinación sentí que se le iban a salir los pechos, también estaba muy bien dotada ¿A caso yo era la única con atributos insignificantes? Miré hacia mi propio escote, ligeramente avergonzada, y apoyé mi frente contra la superficie de la barra mientras rodeaba mi cabeza con mis brazos. Toda yo era un autentico asco.


Última edición por Afrodita el Mar Abr 24, 2012 12:42 am, editado 1 vez
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Mensaje por Nadége Morózova Dom Feb 26, 2012 4:36 pm

Una botella con el licor a la mitad, descansaba impasiblemente sobre la barra muy cerca de mi mano. Hubiese jurado que tan sólo un par de segundos atrás la mesera la colocó allí para mi deleite. Eleonor, un hermoso nombre para una mujer que se mueve entre la inmundicia de esta sociedad, tenía poco tiempo en Paris pero la mayor parte de las noches me la pasaba en este lugar de mala muerte así que no fue un truco bastante imposible conocerle a ella. Fue una mujer de alta sociedad pero su marido la desterró por haberse metido en la cama de su mejor amigo, la carne es débil y todos estamos propensos a cometer un crimen por lascivia… incluso yo misma caí en lo más bajo de la perversidad. Sonreí ante los pensamientos que me encontraron esa noche y bendecí el nombre de ambas mujeres. Una copa por el amor de mi vida y otra por Eleonor que aún después de haber sido humillada sin consideración alguna, levantó su frente para no dejarse perecer por el juicio de los demás. Era una mujer hermosa, no había ninguna duda de ello, piel blanca, cabello negro y ojos verdes… un enigma para la misma belleza de Afrodita, aquella diosa en la cual Safo se inspiró creando prosas de incuestionable hermosura.

El sabor del alcohol se quedó en mi garganta, una nota amarga que quemaba cada arteria de mi interior pero no importaba, porque por insoportable que resultase la bebida, era más rápido su efecto y eso es precisamente lo que buscaba. Donovan había decidido no soltarme ni un solo centavo para venir a embriagarme como una vil ramera, desaprobada por él y consumida por él. ¿Podía la gente ser más hipócrita que eso? ¿Creerse las patrañas que enseñan a sus hijos con el afán de “educarlos”? ¡Bagh! La sociedad me es tan predecible, más aún lo patético que resultamos al intentar escapar de todo esto. Juraría que la maldita botella tenía más alcohol del que guardaba la última vez que la miré. El tiempo dentro de esa taberna pasaba volando, me gire sobre taburete para observar el pecado que me rodeaba. Hombres casados que derrocharon el dinero ganado entre mujeres y apuestas, hembras que presumen de sus atributos con la esperanza que alguno de esos caballeros se las llevase a la cama y pagara la cuota por un poco de sexo. ¡Bingo!

Estaba allí para tratar de olvidar mi realidad, aquel muchachillo idiota con el que mi padre me había comprometido, la tristeza de saber que Alice no volvería a estar a mi lado y el hecho de no poderla tocar una vez más, tan sólo en mis alocadas pesadillas. Metí la mano al bolsillo de la chaqueta, un par de francos... era todo lo que me quedaba. ¡Maldición! Con tan poca plata no podría pagarle a ninguna de ellas para que se acostara conmigo fingiendo que es ella. Tomé la botella con un poco de amargura representada en mi rostro, bebí hasta la última gota de un solo trago, entonces Eleonor me miró negándose a creer que perdí toda mi cordura. Es verdad, parecía tener más soporte que la mayoría de los clientes allí, pero absenta estaba devorándome lentamente hasta que no pude contenerme más y caí en su encantadora trampa alucinógena. Poco me importaba el status, si alguien me reconocía en medio de todo aquel disparate de denigrantes pesares, entonces tendría que dar rienda suelta a las explicaciones del por qué se encontraban allí acompañándome en silencio… Los aristócratas lo sabíamos, si deseabas desenmascarar a alguien primero tendrías que preparar el nudo de tu propia soga.

Me sentí mareada y de repente las locuras parecieron ser alcanzables por mis manos, todo se veía diferente. Las luces de las velas adquirieron colores inimaginables, un arcoíris se pasó delante de mí y sonreí como un demente al encontrar la perfección en cada tonalidad que vestía la desgraciada. Eleonor me sonreía con insinuación, era evidente que no me le negaría. Había más mujeres allí pero mis ojos se posaron en esa cantinera de pícaros movimientos. Con una señal la hice aproximarse hasta mí mientras la música con estilo gitano sonaba en el fondo. Me puse de pie, la tomé del brazo y comencé a bailar como los paganos en sus aquelarres. Dancé por el lugar con ella de la mano, los demás nos observaron contagiándose de ese festival que me animé a idealizar en mi cabeza y puse en práctica. Los aplausos sonaban desde cada maldito rincón de la taberna, hombres y mujeres se habían levantado de sus asientos para despedirse de las tristezas y el abatimiento que los mantenía estáticos en sus lugares. Una fiesta surgió de la nada.

Faldas que se alzaban por encima de las piernas de las damas, botellas que caían al suelo rompiéndose y amenazando con cortar la delicada piel de quienes éramos presas del licor. Carcajadas que terminaban en lágrimas por no poder contener la respiración, locuras que pronto se volvieron un laberinto de perdiciones. Roses de cuerpos, ojos que destellaron la lascivia y el ritual del infierno. Todos deseaban colmar su ansiedad, besé con idílico fervor a Eleonor quien me devolvió con la misma intensidad el beso. Mi lengua rebuscó hasta lo más recóndito de sus fauces y disfrute de su sabor hasta jactarme de haber tocado con la punta de mis dedos una pisca de cielo. La solté, continué con mi festejo pagano, moviendo mis caderas, de forma sensual y atrevida, incité a los hombres pero la mayoría allí me conocían lo suficiente como para no intentar nada conmigo. Me subí a la barra, vacilé un poco, la verdad es que estuve a punto de caerme, desaté el lazo que sujetaba mi cabello y entonces la miré. Una joven de belleza excepcional, pareciera que discutía con una parte dentro de si misma, distraída, asombrada, enigmática… No lo dudé dos veces antes de dirigirme hasta ella con las faldas de mi vestido en la mano, pateando los vasos vacíos de la barra y ondeando mis caderas…
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Mensaje por Afrodita1 Mar Feb 28, 2012 1:06 pm

Primero estaba lejos.
Luego cerca.
Se estaba acercando.
Venía hacia mí ...
¡Estaba cada vez más cerca!
Y yo lo único que podía hacerla era mirarla embobada como una autentica atontada.

2 Minutos Antes
Después de mi pequeño lapsus depresivo momentáneo, al ver como Marta me servía una nueva copa con esa espléndida sonrisa se me curaron todos los males. Era imposible seguir deprimida con semejante mujer delante. Y, además, no me miraba feo porque le devolviese una sonrisa coqueta; eso era lo mejor de todo. Me había encontrado muchas veces con miradas de desprecio o superiores solo mirar a una mujer con una ligera intención 'anormal'. ¿Por qué no podía disimular cómo dios manda? Me resultaba imposible ocultar mi atracción hacia otros -Para mi desgracia, solían ser de mi propio sexo.- Y por supuesto que la población no estaba conformada por mujeres a las que les atraían otras mujeres. No. De toda la vida una mujer tenía que sentirse atraída por un hombre. Tenía que casarse con él y darle muchos hijos. Cuidarlos. Ser una mujer fiel y una buena madre. Lo que me había enseñado a mi la mía propia ¡Si ella supiera que había fracasado por completo! Bueno, según ella, era una 'bonita mujer por la que muchos hombres se pelearían' ¿Y si supiera que yo quería que se pelearan por mi mujeres y no hombres? Le daba un infarto. Por eso mismo, no iba a descubrirlo en la vida. Nunca. Jamás de los jamases. Por encima de mi cadáver. Con suerte y no tendría presiones de una pareja que se sintiera descontenta o algo parecido; ya había asumido mi soledad eterna como una solterona. O, tal vez, me casara por las apariencias con algún amigo que conociera mi madre. Quién sabe. Podían pasar tantas cosas...
¿Qué es eso?
De repente, unas risas y un estruendo que hizo latir mi corazón a toda pastilla me sorprendieron. Habían subido la música exageradamente y había personas que estaban silbando mientras gritaban cosas que ni entendía. ¿Por qué?. Me preguntaba. Yo estaba tan tranquila en mi mundo de tan poca fantasía y me habían sacado de él para traerme a la realidad. Una realidad que ¡Madre mía! Qué realidad. No tengo palabras para describir lo que sentí al ver por el rabillo del ojo a una mujer besando a otra mujer. Y qué beso ... Un beso apasionado. ¿He visto su lengua?. Mis mejillas ardieron automáticamente. ¡Dios, Dios, Dios! Me dieron ganas de gritar y silbar como estaban haciendo todos. Ahora lo entendía todo. Y, al mismo tiempo, ese sentimiento de envidia empezaba a desarrollarse por mi cuerpo cuanto más observaba a la pareja. ¿Por qué no podía ser yo así? Coger a cualquiera de las mujeres y bailar o besarlas sin pudor alguno por quien nos estuviese mirando. Tan siquiera por proponerle irnos a algún otro lugar.
Suspiré. Eso sabía perfectamente que no iba a pasar.

Momento actual.
Ya no se estaban besando. Ya no estaban juntas.
Claro que no, porque ahora -Todavía no sé cómo.- una de ellas se había subido a la barra en la que yo tenía apoyado mi vaso. Habéis oído bien. En la que yo había apoyado mi vaso. Y si no lo vertí al suelo fue porque todavía me quedaba algo de autocontrol mientras todo temblaba. No eran efectos de mi nerviosismo -Sí en parte.- Era que el taconeo de la muchacha hacía temblar la barra. Así que antes de vertérmelo por encima lo saqué de allí y dí un buen sorbo. Un trago hasta el fondo. ¡Ahí! Fue cuando me despisté. Al dar el último trago, mientras notaba como el líquido fluía dentro de mi, la visión de la chica acercándose hacia mi me desconcertó por completo. ¿Eran visiones? ¿Me había emborrachado ya? Tenía que serlo, porque sino, no era posible que una mujer como esa estuviese caminando hacia mi sobre una barra. Era totalmente imposible. ¿Verdad?.
Sí, lo es, estás soñando.
Eso ya era más razonable. Si estaba soñando no era de extrañar, porque en ese caso quería que su atención fuese toda mía. Y como toda una chiquilla le sonreí coquetamente mientras me miraba y seguía acercándose a mi. Apoyé mi codo en la barra y dejé caer sobre él mi cabeza, sin apartar la vista. Era tan bella. Cabello largo y oscuro, labios rojizos. Parecía desordenada y tenía ese punto alocado que yo tanto buscaba. Mordí ligeramente mi labio inferior en una invitación. En una gran invitación hacia ella. Y esperé.
No era más que un sueño después de todo ...
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Mensaje por Nadége Morózova Miér Mar 07, 2012 10:45 am

La temperatura de mi cuerpo comenzó a incrementar, efectos secundarios en la ingesta de alcohol, aún así no me importó y continué con mi danza. Cierto es que mientras me pavoneaba por la barra, algunas miradas varoniles me siguieron e incluso, sus manos intentaron acariciar mis tobillos, para su completa desgracia mis pies les propiciaron tremendas patadas. No iba a dejarme tocar por ningún hombre sucio y despistado, sin embargo, esa mujer… La chica de cabello obscuro, mirada perdida, confusión en las facciones de su rostro, esa jodida piel que pecaba de suavidad… Lo reconocí inmediatamente, ella no había estado antes en ese lugar a diferencia de mí que muy a menudo bajaba hasta lo peyorativo de la sociedad con tal de darme un gusto o arrancarle un infarto a Donovan. Sus ropas lo decían, aunque aparentase pertenecer a este nido de ratas, ella destacaba su clase social por el simple hecho de llevar el cabello impecable. Me sonreí a mi misma a la par en que mis pies se movían impacientes para llegar hasta la dama, relamí mi labio inferior con un auge de lujuria. Lo pude percibir corriéndome en el cuerpo, un escozor impuro de esos que sólo el demonio podría disfrutar y, que yo como simple mortal no podía negarme al resultar una raza inferior y tan corrompible… A nadie engañaba, no puedo esconder lo que soy. Sí, lo disfruté.

El adormecimiento de mi raciocino impidió a mi cerebro que pensara las cosas antes de actuar, no soy imprudente… pero esa vez me dejé llevar por los impulsos que sentía en todo mi ser, le di el control total al instinto. Debí preocuparme por la reacción que la mujer pudiese tener contra mí, pero la realidad es que no me importó en cuanto observé aquella invitación de su parte. Sí, eso debía ser y, si erré en mis conclusiones pronto lo averiguaría. Dejé que mi cuerpo tomase la forma de la barra, recostándome boca abajo y apoyándome con los codos para sostener mi barbilla a la altura de su rostro. La observé durante una fracción de segundos. Sus labios, esa boca, me llamaban, me obligaban a devorarles con ferocidad. Imaginé la sensación de ese rose creando en mi pecho una sensación de idílica procedencia. No me pude contener, todo el peso de mi cuerpecillo reparó en un solo brazo, así tuve la libertad para alcanzar su mejilla y pintarle una caricia imaginaria en la piel. Su cercanía solo incitaba más al deseo, un capricho inexorable que poco a poco comenzó a emerger desde las entrañas de mi perversión. Oh, pero eso era simplemente el comienzo.

Fuera de mi foco de concentración, los ebrios del lugar iniciaron su propia festividad. Ignoré por completo el tic-tac del reloj en la pared de piedra, me fue indiferente el hecho de saber que mi padre me golpearía peor que la última vez, no había problema en eso… podría soportarlo. Me quedé en silencio esperando a que dijese algo, pero la paciencia en situaciones en donde ya se ha perdido por completo la razón, no es un aliado digno de encontrar para ayudarte, así que no pasaron minutos en balde y entonces ataque… Mis movimientos fueron bastante agiles, de un brinco me senté sobre la barra con las piernas cruzadas en un aparente mohín seductor que se le achaca a la mujer. Volví a sonreír pero esta vez fue sólo con la mitad de mis labios. Eché un mechón de mi rojizo cabello detrás de mi oreja. Una de mis manos viajó hasta su barbilla y la otra encarceló su nuca, de esta forma me aseguré de sujetarla bien para la siguiente deliberación de mis movimientos… La atraje hasta mí y, sin pudor alguno besé sus labios. No fue un acto obsceno, no fue apresurado, no fue feroz.

El desliz de su piel con la mía, sentir su sabor dentro de mi boca y como su saliva se combinaba con la mía. Acariciar su cabello con la mano que posaba sobre su cabeza, perdiéndome por completo en lo que esa desconocida representaba. Fue en ese instante en que el exterior se difuminó con una obscuridad en donde sólo resaltaba el destello de esa mirada. Sin desprenderme de ella, deslicé la mano que tomaba su barbilla hasta su hombro acariciando con delicadeza su piel, quejándome, lamentándome que aquella prenda cubriese su hermosa desnudez. Si Oda de Safo hablaba sobre una mujer de belleza incomparable, entonces me tendría que disculpar, pero para mí, en esa noche la dama de cabello azabache era la perfección, la divinidad de Afrodita encarnada en su estilizada figura. Quizá fue el alcohol o el irraciocinio que me precede desde que tengo uso de razón, no importa realmente lo que fuese… Esa chica extraña robó mi atención por completo, me volví víctima de un vicio desconocido y no importaba tampoco como terminaría todo.

FDR: Disculpa la demora.
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Mensaje por Afrodita1 Miér Mar 14, 2012 6:50 am

Mi supuesta sonrisa coqueta funcionó de maravilla.
Aunque yo no podía verme en ningún espejo, la mujer hacia la que iba dirigida sirvió de mi reflejo por completo. Por cada movimiento que daba hacia mi no hacía más que confirmar que todo era producto de mi viva imaginación, sino ¿Cómo sería posible que semejante bellezón se fijase en mi? Una muchacha escuálida, sin aparentes curvas y de lo más común que uno se pudiera encontrar por la calle. Me negué mentalmente el que aquello estuviese sucediendo en realidad y, muy decidida, declaré en ese mismo instante que sacaría todo aquello de mi que en la vida fuera de los sueños no era capaz. Tendría un bonito sueño con aquella muchacha, tal vez la hubiese visto alguna vez por ahí y en realidad nunca me miraría con ojos hambrientos ni con sonrisas seductoras. Tal vez, en la vida real, ni se le pasaría por la cabeza que yo iba a tener un sueño 'húmedo' con ella. Porque iba a tenerlo. Eran mis sueños ¿No? Entonces yo era la que mandaba allí y la que iba a decidir lo que sucediera. De ningún otro modo me hubiese dejado llevar por ella hasta que milagrosamente nuestras bocas encajaran como si de un perfecto rompecabezas se tratara. En ese mismo instante, sentí que todo el mundo a mi alrededor desaparecía y solo existíamos nosotras. Nadie más. Mentalmente hice que todos los sonidos y personas ajenas a aquello se esfumasen y que mis sentidos concentraran toda su atención en la pequeña pero satisfactoria unión que estaba sucediendo en ese momento.

Mis manos se apoyaron con fuerza sobre la barra mientras mis ojos se cerraban y, al igual que el resto de mi cuerpo, se dejaban llevar por las acciones de la contraria. Que, sin duda, parecía estar decidida a tomar el mando en todo aquello. Bueno, en lo que sería el comienzo de algo mucho más grande. De eso sí que estaba yo convencida. Apegué más mi cuerpo al contrario hasta introducirme entre sus piernas, ella se mantenía sentada sobre la barra en la que minutos atrás había depositado mi vaso de bebida, de forma que le mandara la indirecta para que se aferrase a mis caderas. Puede que fuese menuda pero estaba completamente decidida a desinhibirme por completo junto a esa extraña, dentro de mi placentero sueño. Dejé que mis labios lentamente se fueran separando de los contrarios, casi como si de dos ventosas se trataran. Y al mismo tiempo un escalofrío de protesta recorrió todo mi cuerpo. Sin embargo, quería abrir los ojos para contemplarla. Aunque con ello mi cabeza volviese de nuevo a la 'tierra' junto con las personas que nos rodeaban y demás sonidos. - Mh..¿Hola? - Solté una pequeña carcajada en esa especie de saludo extraño, dándole a entender que tal vez deberíamos haberlo echo antes de besarnos apasionadamente. Como mínimo. Sin embargo, no le di tiempo a que me respondiera porque sin pensarlo mis labios volvieron a los suyos cual metal atraído por un potente imán. Ella había sido la primera en empezar el anterior, así que ahora me tocaba a mi devolvérselo.

Con mis manos ahora sobre sus caderas, apretándolas ligeramente fuerte, mis ojos volvieron a cerrarse al mismo tiempo que mi lengua volvía a explorar la cueva ajena. Una de sus cuevas. La otra puede que la explorase más adelante. ¡Wow! ¿Quién iba a decir que podría ser tan pervertida hasta en un sueño? Posiblemente mi cara estaría toda roja por ese tipo de pensamientos, pero no en ese momento, ya tendría tiempo de avergonzarme cuando me despertara satisfecha y, posiblemente, frustrada porque hubiese sido solo un sueño. Ahora solo disfrutaría, sin más.

Ahora discúlpame tu a mi por la tardanza Uu Y siento si quedó algo corto.
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Mensaje por Nadége Morózova Dom Mar 18, 2012 1:12 am


La fiesta continuaba en su esplendor, eso era evidente, más aún los gritos y el festejo se incrementó al ver mi status suicidándose por la ventana al besar a las mujeres que me rodeaban. La degeneración era el centro de atención y el dios de cada uno de los ebrios que allí figuraban noche tras noche en la taberna. No hace falta recalcar que era incitante observar como el símbolo de pureza era devorado por el pecado frente a sus pupilas. Sí el diablo existiese, sin duda alguna tendría cuerpo de sirena y mentalidad de Diosa… porque éramos las mujeres quienes desde un principio volcamos la cordura del hombre, al mismo tiempo confundimos el deseo en las hembras. Hablo por mi misma cuando aseguro semejante ideología. Subí hasta el cielo y descendí hasta el último de los infiernos según Dante, con aquel beso… No importo la profanidad, mucho menos el morbo de los presentes, simplemente me perdí en ella por completo. Safo la podría describir como una estrella ardiente en el firmamento, la más hermosa de todas y por ende la más inalcanzable, pero ¿Quién no posee una escalera hecha de sueños jamás podría tocar las nubes del cielo? En base a esa cuestión, yo fabriqué mi propio escalón de caprichos, sólo para tener un pedazo de todo eso a mi alcance y así fue…

Creí que mi atrevimiento me condenaría a una noche amarga, pero me equivoqué. El diablo se encontraba aplaudiéndome desde una de las esquinas de la taberna mientras yo me jactaba de mi gran hazaña, sólo hacía falta poder arrastrarle conmigo hasta los confines del Inframundo y ofrecerle un placer incuestionable estando en la cama junto a mí. Ella me había respondido el beso, atrevida y segura de si misma como si se tratase de alguna especie de ilusión o un sueño quizá en donde ella sería mi protagonista, por mi encantada de que fuese la fiera que me somete a sus deseos ¿Qué importaba y cuál era la diferencia, si de igual forma terminaría disfrutando del espectáculo? Supe entonces, que la recompensa a mis actos más desenfrenados y el dolor de una pérdida añeja, estaba por abofetearme el rostro. ¿Presentarme? ¿Para qué, si la formalidad había sido olvidada desde el instante en que ella aprobó mi ataque? –Sólo llámame Sam, Chèrie- Dije con una voz naturalmente masculina y es que no hacía falta que ocultase mi orientación sexual tras un velo de hipocresía. Tuve la oportunidad de decir más pero la verdad es que no lo deseaba. Ella por su parte tampoco, con la misma rapidez en la que yo actué, esa diosa frente a mí se apoderó de mis labios, introdujo su lengua hasta lo más profundo de mi boca y recorrió cada centímetro… Pude ser testigo de la cambiante textura en su piel, de la misma forma en la que ella con sus manos encontraría la repentina metamorfosis de la suavidad a ese enrizamiento de bellos en mis brazos, el arco de mi espalda y las curvaturas de mis pechos. ¡Maldición ese era sólo el comienzo!

Me separé de ella con una sonrisa complaciente en mis labios, giré la cabeza hacia atrás para tener visión de lo que ocurría a mis alrededores, “cada loco con su tema”; los hombres perseguían a las camareras una vez que el demonio había soplado el veneno de la lujuria en las entrañas de los mortales… no me pareció nada fuera de lo común. Bajé de la barra con un brinco, las faldas arrugadas y sucias de mi vestido, se quedaron atoradas en uno de los clavos que se encontraban por fuera de la madera, lo cual hizo que la tela se desgarrara dejando una línea que permitía la visualización de mis piernas. Tomé a la chica con la mano y la hale hacia mí obligándole a seguirme. Con la otra mano, alcancé una de las botellas a la mitad que posaban en la barra y me dirigí hacia la salida de la taberna. -¿Tengo que explicártelo o ya lo sospechas?- Pregunté con el ceño fruncido y entre jadeos. Mi entrepierna gritaba a manera de ligeros espasmos un “auxilio” deseaba ser liberada en su máximo esplendor. Me era inevitable sentir las vibraciones de su excitación por todo mi cuerpo, si fuese hombre es muy probable que mi falo estuviese completamente erguido. Ansiosa, desesperada y jodidamente incitada, coloqué mis manos en la cintura de Afrodita, la aferré a mí. Mi boca se cerró sobre la suya, mis pies me traicionaron y con pasos pequeños me hicieron acorralarla contra un muro mientras el beso nos fundía en un solo ente. Sin pensarlo y a manera de reflejo mis dedos buscaron las cintillas de su corsé para deshacer los nudos y dejar sus pechos al descubierto… Demasiado rápido diría yo, pero la pasión combinada con la locura, el deseo y la lujuria, me obligaron no medir el tiempo en mis respuestas.
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Mensaje por Afrodita1 Lun Mar 19, 2012 1:42 pm

Solo llámame Sam, Chèrie.
Su voz me desconcentró más de lo que lo habían echo sus labios. Sam Sam Sam... La mujer de mis sueños había decidido que se llamaba Sam. Un nombre que le hacía perfecta cuenta a todo lo demás. Pelirroja. De curvas para quitar el hipo con solo una mirada. Viva. Desinhibida. Directa. Vamos, una Diosa en toda regla. Lo que yo me merecía para mis sueños, lo creía firmemente. Por otra parte, me costaba pensar en ello. Pensar en que al despertar no estaría a mi lado, ni en ninguna otra parte porque solo era producto de imaginación. Y, aunque existiera, tenía igual de claro que no fijaría su vista en alguien como yo. Una mujer. Por sobre todas las cosas.
Antes de darme si quiera cuenta, ya estaba volviendo a besar sus labios y a recorrer la cavidad de su boca con mi propia lengua. Juntándola con la suya. Era como un dulce. Un afrodisíaco completamente efectivo en todo mi cuerpo, en partes que ni siquiera había tocado. De echo, solo había tocado mis labios. Y con ello había conseguido encenderme por completo. Cada centímetro de mi cuerpo se había vuelto sensible al tacto, al simple roce del ajeno. Ardiendo era la única palabra que se me venía a la cabeza cuando intentaba pensar en algo coherente. No lo conseguía. No conseguí separarme hasta que ella me obligó al separarse primero y entonces interiormente protesté. No solo mi cabeza sino todo mi cuerpo. Me recorrió un pequeño y frío escalofrío al sentir la ausencia. Me di cuenta de que sola no valía nada, para calentarme la necesitaba a ella. A la mujer que, en cuanto volví a abrir los ojos, encontré frente a mi. Mirándome con esos grandes ojos que no acertaban a pensar nada bueno; eso sí que podía sentirlo.

Sonreí relamiendo mis labios de manera algo coqueta y tímida. Sabía que estaban rojos e hinchados, igual que los de ella. Sí, culpa mía. Pero de nada podría sentirme más satisfactoriamente culpable que de aquello y, a lo mejor, de lo que estaba a punto de suceder. Mientras mis pies se movían, trasladando todo mi cuerpo por el lugar, mis ojos observaron la mujer que tenía delante y que era la culpable de que me encontrase ida. El Whisky también había echo su efecto, pero ella lo había intensificado por infinito. Cuando noté algo duro contra mi espalda automáticamente me apoyé en ello. Una fría pared en la que sin darme cuenta había acabado apoyándome. Me habían obligado a que me apoyara. Más concretamente hablando. Y todo no acababa ahí.
¿Tengo que explicártelo o ya lo sospechas?
Recordaba lo oído justo antes de acabar en esa posición, casi tan rápido como cuando sentí una ligera liberación por la parte delantera de mi cuerpo. Sabía lo que acababa de hacer. Perfectamente. ¿Tan rápido? ¿O era el whisky que me lo hacía todo parecer tan... ¿Tan qué? Ni siquiera tenía palabras para describir lo que sentía en ese momento. Mis manos se aferraron a los hombros de Sam, en un vano intento por echarla hacia detrás. Y no, no era porque me desagradara aquello. No podía gustarme más. Pero... Tenía que centrarme. Abrir los ojos y saber dónde estaba o, como mínimo, si mi vestido seguía en su sitio o ya estaba por las rodillas. - Espera - Jadeé contra sus labios, después de otro apasionante beso. ¿Lo dije de verdad en voz alta o solo lo estaba imaginando? No entendía cómo podía estar tan aturdida. Como me podía haber aturdido tanto la mezcla de alcohol con esa mujer. - Yo... - Tragué saliva, dignándome a abrir los ojos. Parpadeé, sin ni siquiera mirar hacia los lados. Solo me concentraba en el rostro de Sam. - No me he presentado - Noté que por mi garganta emergía una estúpida y boba carcajada que llegó a buen puerto, sin poder pararla. ¡Ah! Seguro que estaba quedando como una estúpida frente a ella, pero no podía dejar de ser yo ni siquiera en un sueño. Aunque quisiera sacar mi lado más oscuro, el tímido todavía salía a flote por segundos. Segundos como esos. - Afrodita, me llamo Afrodita - Poco a poco mi voz dejaba de ser un jadeo para tornarse 'normal'. Todo lo normal que se podía estar en una situación como esa, claro. En cuanto me di cuenta de por dónde había quedado mi corsé, una mano fue rápida para devolverlo a su sitio. O mejor dicho, lo estrujé contra mis pequeños pechos de manera torpe e inexperta. Intentaba ocultar lo máximo que tener sexo en un sitio público no era habitual en mi, ni siquiera achispada como me encontraba. - Esto... Yo... - Poco a poco mi yo tímido empezaba a resurgir, cuanto más tiempo pasaba sin besar sus labios más coloradas se ponían mis mejillas ¿Por qué tenía que pensar tanto en ello? ¿Por qué no podía dejar que simplemente pasara?.

Decidida, una vez más, hice el intento de no estropear lo que podría ser una noche maravillosa. La única mano que todavía se mantenía en el vestido ajeno, estrujó la tela aproximando el cuerpo hacia mi. Quise tenerla pegada a mi, hasta que nuestros labios volvieron a estar juntos. Lo necesitaba. No podría armarme de valor si no la besaba otra vez. Por mucho que mi cuerpo ardiera en deseos de desnudarme y dejar que continuara con lo que había empezado a hacerle a mis pechos. De verdad que tenía ganas. - Estoy caliente y quiero... - Me detuve, sin saber cómo explicar lo que quería. Sin pensarlo, agarré uno de sus senos con la misma mano que la había aproximado hacia mí. Esperaba que eso explicara lo que quería. ¿Ahora cómo explicarle que no tenía ningún sitio próximo al que ir para poder hacerlo? ¿Tal vez ella si lo tendría? O bien pasábamos a la tercera posibilidad. Ir a un callejón. El fondo de un oscuro callejón en el que nadie entraría a esas horas de la noche. Opción que, a pesar de no hacerme ninguna gracia, la encontraría gloria bendita con tal de que no nos quedásemos a la mitad. No la dejaría marcharse y eso sí que lo tenía bien claro.
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Mensaje por Nadége Morózova Dom Mar 25, 2012 12:23 am


¡Maldita sea la hora en que la perfección fue hecha mujer! Me enredé en sus labios, me consagré en lo profundo de su boca y comparé el paraíso con el néctar de su saliva. La humedad de su lengua abrazándose con fiereza a la mía, el olor de su cabello, las caricias en sus hombros desnudos, el arco de su diminuta cintura y el encanto de su mirada perdida en la incomprensión de mis actos. Era como observar desde un ángulo diferente la violación a una virgen que implora secretamente por un orgasmo en los brazos de su hermano. El pecado se vestía con mi nombre, el alcohol me dio la fuerza necesaria para sentirme inmortal y, sólo existía una cosa que desea con toda el alma… Ella. El calor de su aliento golpeó mi rostro, sonreí con la degeneración inmolándose en las profundidades de mis pensamientos, me soñé probando de su altar en más de una ocasión, me cuestioné, enloquecí y respondí en silencio a cada una de mis dudas, me bastaba alucinar con el sabor que encontraría en medio de sus piernas si al sentir lo embriagante de sus labios sólo era el entremés. Pero entonces, escuché su nombre…

Mi mundo se cayó bajo sus pies, fui resumida a la nada, destruida desde la plenitud de mi lascivia hasta la cúpula de mi más perturbadora creencia. No pude concebir que la suerte me hubiese arrojado a una Diosa a los brazos. Abrí mis labios con lentitud, fruncí el ceño, sacudí la cabeza, sonreí de medio lado… No lo podía creer. –La encarnación del amor, la belleza y la perfección- Susurré entrecortadamente sobre sus labios, mis orbes se clavaron en sus pupilas dilatadas por la excitación ¡Dios, conocía esa mirada! Era la misma visión que Alice me prestaba al enredarse en mis brazos una y otra vez, cada noche desde que conoció a mi padre. Rosar nuestras pieles, sentir que podíamos fusionarnos en un solo cuerpo y ver el mundo con los mismos ojos, creer, fingir, soñar y vivir el tiempo como un solo ente. No pude soportar hacer la comparación con Alice, incluso en mi más profunda desesperación ella siempre había estado presente, pero conociéndola… El amado recuerdo que tenía de ella era precisamente ese donde me miraba como la Diosa frente a mí lo hacía, así que sonreí mordiéndome los labios con impúdicas intenciones. Mi cuerpo se restregó al de Afrodita, no escaparía de mí, no se marcharía sin antes otorgarme el calor de su ser en una orgásmica lluvia de jadeos.

Sí, ella deseaba lo mismo que yo, sus manos ganaron terreno sobre mí para posarse en uno de mis pechos. Encontré el camino a la efímera felicidad cuando rosó deliberadamente el montículo. Berreé en silencio, podía hacer estremecer mis sentidos con tan sólo jugar a crear arte sobre el lienzo de mi piel, pero yo necesitaba sentirla dentro de mí, escuchar mi nombre expiarse de sus labios en un susurro lleno de libido. Cubrió su desnudez. “Oh, Sam… tienes encanto por intimidar a los demás”. Tras ese pensamiento, ella se apoderó de mis labios y rebuscó en ellos hasta la última parte de su composición. Me sentí profanada pero me era excitante que alguien más tomase la iniciativa. Empujé mi cuerpo contra el de ella una vez más, su piel y la mía se bañaron con el sudor que ambas comenzábamos a proyectar en los poros de ambas pieles. Como música para mis oídos escuché la súplica.

Mis manos rodearon su cuerpo, hice que su pierna subiera hasta la altura de mi cintura y la pelvis se me hundió en el espacio entre sus piernas. Aspiré el perfume en el arco de su cuello, con dificultad me separé de ella. Me fue casi imposible desviar la vista de sus ojos hasta la profunda obscuridad del callejón y alternar a la luz proyectada desde una ventana en el segundo piso de la Taberna, después observé las puertecillas de la cava. Estar con ella ya me era un regalo divino, sin embargo, siempre me había gustado la acción, el vértigo y la adrenalina de sentirse vivo. Por mi parte, crear por medio de una relación sexual cualquier cosa, podía –sin duda alguna- ser en cualquier lugar. Pero si ella era Afrodita, entonces yo estaba para complacerla a ella y no a la inversa. Tomé su diminuto cuerpo entre mis brazos y la cargué sin apartar mi vista de las escaleras que llevaban hasta la parte inferior de la taberna. Allí colocaban el vino, la pólvora para los rifles, las veladoras que utilizarían al día siguiente, sacos de harina, costales de maíz, la caldera…

Con mirada cómplice y sonrisa sombría la arrastré hasta lo más obscuro de ese sótano ¿Quién nos descubriría allí? Si alguna de las meseras lo hiciese, podía unirse a nuestro impúdico encuentro. Baje despacio las escaleras con ella tras de mí, me aseguré que nadie estuviese merodeando la cava. Una vez que todo se encontraba perfecto, rodee nuevamente su cintura con mis manos, buscando con mis labios el sabor de su boca… ascendí con el tacto a sus hombros, recorrí cada parte de ellos en finas caricias que apenas si osaban tocar su piel, mis dedos juguetearon en el dorso de su codo, pellizcaron sin fuerza la muñeca de Afrodita y terminé por enredar mis dedos con los suyos… Inconsciente, mi mano izquierda se colocó en su espalda baja y, con el peso de mi cuerpo la obligué a inclinarse. Mis rodillas se doblegaron para sostenernos a ambas, introduje mi pierna en el hueco entre las suyas, aproveché la posición para que mi otra mano dibujara una línea recta desde la mitad de sus labios, el valle entre sus senos y el sendero hasta su ombligo. La observé durante un tiempo indefinido, hasta que el ardor de mi cuerpo me caló en los huesos, me incliné cada vez más… hasta que conseguí recostarla sobre el suelo, mis labios se posaron en su lóbulo, lo mordisqueé, lo lamí y dejé la humedad de mi saliva en él… Estaba caliente, la quería, la deseaba, Afrodita sería mía.
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Mensaje por Afrodita1 Miér Mar 28, 2012 7:30 pm

Puede que fuera mi 'nombre' el de una diosa, pero sin duda, a quién le quedaba mejor en ese momento era a mi acompañante. Sam. ¿De Samantha, tal vez? Tampoco es que importase demasiado, porque en ese momento si nos preocupaba algo no eran precisamente nuestros nombres. Puede que 'Sam' solo fuese un apodo, utilizado para camuflarse de la sociedad. ¡Ya sería casualidad! Que ella no resultara una muchacha cualquiera que estaba allí aquel día. Bueno, debo retractar mis palabras, ella nunca sería una muchacha cualquiera. Si aquello no fuese más que un sueño, cosa que casi olvido, ella sería la dueña de mi cuerpo y de mi mente por mucho tiempo. De echo, lo sería aun sin ni siquiera haberla probado en la realidad. Cuando estuviera a solas con mis propios pensamientos solo podría imaginar ese momento en el que sus manos me acariciaban. Cuando sentía que ella tenía el mismo deseo que yo de tocarnos. De poseernos. Sí, sé que suena extraño dicho de una mujer a otra mujer. Aún así ¿Cómo controlar los pensamientos? Supuestamente Dios nos había dado voluntad propia para poder ser libres dentro de la tierra. Para poder vivir nuestras vidas y, sin embargo, nosotros mismos nos habíamos impuesto topes. Estúpidas normas de sociedad. Estúpidos prejuicios. Como odiaba todo aquello y, por sobre todo, me molestaba pensarlo en ese momento tan concreto. Ni siquiera me libraba de ellos en mis sueños.

Me sorprendió, bastante, la ligereza con la que de repente me tomó en brazos. ¡Madre mía! Esa mujer... Parecía que llevaba un hombre escondido dentro. ¿Alguna vez habría conocido a alguien semejante? O, tal vez, ella era lo que yo quería. Sí, lo que había estado buscando. Y es por eso que precisamente no recordaba haberme topado antes con nada semejante, porque lo que yo quería solo podía estar escondido en mi mente. En mis sueños. Oh, y cómo pensaba disfrutar de mis sueños. Acababa de decidir en ese mismo instante que invocaría a Sam una y otra vez, sin descanso. Cada vez que cerrara los ojos, allí iba a estar ella ¡Y por Jesucristo que cerraría los ojos veinte de las veinticuatro horas que tenía el día! Y tanto, acababa de decidirlo aún cuando solo acabábamos de empezar.

Mis manos buscaban constantemente el roce de la piel ajena, del mismo modo que mis labios; besandola. Si hacía falta, hasta que los tuviéramos tan hinchados que doliera. En una de mis más oscuras escapadas, había oído decir -muy de lejos.- que se podía llegar a experimentar el placer a través del dolor. Cosa que, por supuesto, no entendí en ese momento. Estaba empezando a comprenderlo, cuánto más caliente se sentía mi cuerpo. Se estremeció, aún más violentamente, al sentir en una zona más íntima una caricia. Había colocado una de sus piernas entre las mías después de dejarme de pie y, por supuesto, no pude evitar dejarme llevar por lo que ella quería. Arrodillarme, al parecer. No es que costara demasiado, teniendo en cuenta que de no aferrarme a sus hombros habría caído incluso instantes antes en la taberna. Desde que habíamos empezado con aquel juego, mis piernas flaqueaban como si se tratara de la primera vez que necesitaban mantenerme en pie. ¿Irónico, verdad? Que otra mujer fuese capaz de convertirme en un flan, casi literalmente hablando. Me quería tumbada en el suelo y me tuvo tumbada en cuanto empezó a inclinarse hacia mi ¡Cómo resistirme! Si era lo que yo también deseaba. - Sam - Solté su nombre en lo que fue un jadeo, casi automático, cuando se concentró en darme placer a través de mi oído. Una parte tan sensible de mi cuerpo. Bueno, para ser sincera, había convertido cada rincón de mi cuerpo en algo extremadamente sensible a su tacto. Su tacto.

Noté una ligera ansia, de repente. Confundida, no supe si provenía de mis propios deseos. De los suyos. O bien de la mezcla ardiente que se estaba produciendo entre ambas. Sin embargo, no quería esperar. Y al mismo tiempo quería detener cada momento eternamente, para que nunca se acabara. Me consoló pensar que al sueño siguiente ella estaría conmigo de nuevo, tal vez, en un sitio más 'común'. Sin darme cuenta, solté una pequeña carcajada mezclada con otro de los jadeos que de vez en cuando mis labios se encargaban de expulsar. Por su propia cuenta, sin pedir ningún permiso a mi cerebro. Después de todo, querían hacerle entender a la Diosa, que todo lo que hacía me satisfacía de buen grado. Por otra parte, no quería que fuese ella. Solo ella. La encargada de dar placer. Yo era inexperta y, posiblemente, lo haría fatal. ¡Pero qué demonios! Quería devolvérselo todo, me costara lo que me costara. Empezando por su cuello, mis labios succionaron la piel que se ponía a su paso mientras de manera sutil daba alguna que otra mordida. Pícara y divertida. No dudé en dejarle esmeradas marcas rojizas, acompañadas de algunas más suaves echas con mis dientes. Soplé sobre ellas, observándolas orgullosa. Había tomado una determinación.

- Espera - Susurré, contra su oído. Me prometí a mi misma no volver a mencionar esa palabra en lo que quedaba de encuentro, pues ni un solo poro de mi piel deseaba en verdad que esperase. Sin embargo, lo necesité en ese momento para cambiar nuestros puestos. Exacto. Acertáis si estáis pensando que era ahora yo la que estaba encima, con la diferencia de que no me había introducido entre sus piernas ¡Todavía! Reí, acomodando mis piernas a cada lado de su cuerpo. Era delicioso probar como tantas veces había imaginado que sería estar a horcajadas sobre alguien. Y se sentía tan bien que ni siquiera puedo expresarlo con palabras. Solo podía mecerme suavemente sobre la pelvis ajena mientras la miraba con un pícaro brillo en mis ojos que posiblemente no indicaría nada bueno. Me erguí y estiré mis brazos hasta que alcanzaron algunas de las horquillas puestas en mi cabello. Esa noche, había decidido hacerme un humilde recogido que en ese momento ya no era para nada necesario. Cuando noté que mi pelo rozaba las puntas de mis hombros semi-desnudos, lancé sin importancia las pequeñas barras de sujeción y seguidamente me incliné para volver la atención hacia mi acompañante. Ella era la única que se merecía mi atención. - ¿Qué viene ahora? - ¿Habría conseguido parecer seductora? Bueno, estaba claro que no necesitaba seducirla. Aún así, tenía unas irrefrenables ganas de ser mala. De soltarme. De sentirme viva por una vez. Sabía que ella me ayudaría. Se lo supliqué con la mirada, de manera silenciosa. Y la besé una vez más.
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Mensaje por Nadége Morózova Mar Abr 03, 2012 7:05 pm


Deliziare

Tenía que aceptarlo y comenzar a decir que la idea de ser descubiertas por el dueño o alguno de los trabajadores de la taberna, me era completamente incitante. Un estímulo recorrió desde la punta de mis pies hasta el último cabello rojizo de mi melena cuando ella hizo girar nuestros cuerpos con gran hazaña. Verla dominarme de ese modo, clavar mis ojos azules en lo obscuro de sus hermosas pupilas, poder apreciar mi reflejo en esos orbes llenos de vida, había sido el mejor regalo de la noche hasta ese momento. Y sus labios devoraron a los míos en una ansiedad por calmar la sed que crecía dentro de nuestra impúdica mente. Figuramos como amantes en un segundo en el cual todo lo demás había desaparecido, los estantes con las botellas reposando el alcohol, la caldera tratando de calentar a los vecinos en el piso de arriba, el reloj que cronometraba cada uno de nuestros lengüetazos con su tic-toc, los demonios que se carcajeaban al sentir la excitación de ambas penetrar profundamente y acentuarse en la entrepierna que, por si fuese poco, me gritaba famélica… Mis caderas subieron buscando la pelvis de Afrodita, la encontraron y pensé sería un placer infinito rosar ambas partes de nuestro cuerpo, pero los espasmos agónicos de estas me defraudaron al ser acariciada por las faldillas que aún nos estorbaban. Solté una pequeña maldición entre dientes para después sonreír. La tenía tan cerca de mí que podía respirar su embriagante aliento y perecer en el sabor que poseían sus labios, pero eso no me bastaba. No, no, no… Necesitaba más de ella, sumergirme en el encanto de su feminidad y absorber hasta la última gota de su sabia, ahogarme en su calor. Si era una depravada por pensar en ello, si aún lo soy porque la extraño cada segundo que no roso sus labios, entonces que me lleve el infierno pero esa noche yo encontré la pasión en la unión de nuestros cuerpos.

Las manos se me aferraron en sus caderas, masajeándolas, apretándolas… la carne de sus músculos se me escapaba entre las aberturas de mis dedos y la hacían ver tan pronunciada de esta parte que cualquier hombre pensaría lo mismo que yo, una diosa para satisfacer las fantasías de los mortales como nosotros. Sus pechos colaban de una forma pícara, la gravedad los hacía pender de ella y la jugarreta entre subir y/o bajar los movía intensamente, por muy chicos que estuviesen no me importó cuando eran para mí. Me mordí el labio inferior paladeando el círculo rosado de estos y, sin pensarlo mis manos se movieron por inercia abarcando cada centímetro de su espalda. La piel que le cubría, fue acariciada por la yema de mis dedos, los bellos de mi cuerpo se erizaron al darme cuenta de la realidad a la que fui destinada. Iba directo a por sus pechos para embelesarme con ellos, pero ella hizo algo que me enloqueció. Sí, era hermosa con el cabello recogido y menudo cuerpo, sin embargo, retiró la pinza que lo sujetaba tras su nuca, se sacudió la cabeza y cada hebra de cabello que le adornaba cayó sin piedad alguna sobre su fina, suave, delicada, rociada piel… ¡Bendita seas mil veces, Afrodita! Jadeé. No podía mantenerme concentrada en una parte de ella en específico y esque todo lo que conformaba a esa mujer me tenía completamente hipnotizada. Subí la mano derecha para tomar un mechón de su cabello, arqueé mi espalda para alcanzar olfatearlo… una combinación extraña entre lo dulce de su esencia y la lujuria que me representaba junto a ella. ¿Qué venía ahora? ¡Dios! El momento no podría ser mejor, tenía como domadora a una mujer bellísima, dispuesta a entregarse a mí ¿Cómo superarlo? Entonces…

Abordé sus labios silenciando sus cuestiones, el instinto nos haría que la comunicación entre nosotras fuese corpórea. Me levanté. Sería una batalla entre el poder y el placer, a mi complacería verla expiar mi nombre de sus labios a ella lo que haría… La recosté nuevamente en el suelo e impedí que se levantase, arqueé una de mis cejas negándole cualquier movimiento que se le ocurriese. Coloqué mis manos en la pretina de sus faldillas y me deshice de ellas. Una sonrisa perfilada atavió mis labios al ver su semi-desnudo cuerpo. Bajé sus calzoncillos por lo largo y ancho de sus piernas hasta los tobillos. Subí poco a poco dejando que mi cabello rosase parte de su piel y le dejara una vaga sensación de caricias. Me recosté abrasando su cuerpo con mis labios pegados en su ombligo, introduje mi lengua en el orificio. Pinté varios círculos con esta alrededor de la cavidad y después escalé con una fina línea hasta sus pechos en donde me quedé pasmada besando, devorando y mordiendo. Me paseé por su cuello y hombros. Mis manos acaparaban las suyas. Volví hasta la zona de sus pechos y me recosté por encima de ella, mis bultos junto con los suyos se rosaron, levanté mi cuerpo y bajé nuevamente, el choque de nuestros montículos trajo una aceleración en la excitación de mi ser. Una y otra, y otra, y otra vez lo repetí enfatizando el aumento en la velocidad y la fricción que se generaba en el movimiento -¿Sabías que una mujer puede llegar al orgasmo con la estimulación de sus senos?- Pregunté divertida. Bajé el rostro hasta ellos y marqué el valle que los separaba con la lengua avisando que pronto la profanaría con los dientes, así fue… Mordí sus montículos sin hacerle daño, sólo con la presión suficiente para que jadeara indecentemente...
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Mensaje por Afrodita1 Mar Abr 10, 2012 7:46 pm

No podría haberme respondido mejor...
Un beso ardiente y apasionado "¿Qué viene ahora?" ¡Estúpida de mi por preguntarlo! Era obvio, sin embargo, no podía evitar tener esa cierta inseguridad sobre si era capaz de satisfacerla. Si dentro de mi inexperiencia sabría transmitir la forma en que me hacía desearla... Y la forma en la que lograba sentirla. Tan profundamente como a ninguna otra ¡Vale, nunca había estado con una mujer! Pero en secreto había deseado a muchas. A lo lejos, en el silencio de mi correcto lugar sin atreverme nunca a mencionar palabra alguna. Aquello era un sueño, lo sabía... aún así, se sentía tan real que deseaba desde lo más hondo que fuese real. Y, al mismo tiempo, que fuera un sueño para que no se acabase. No despertar. Despertar a la mañana siguiente con alguien a mi lado.. Con ella, más concretamente hablando. ¿Cómo sería? - ¡Mh.. - Un pequeño gemido cortó en lleno mis pensamientos cuando noté el profundo -Aún más.- roce que experimentaban nuestros cuerpos; conociéndose de una manera más íntima. Sin dejar de besarla, le acariciaba los hombros y el cabello. Con fuerza y decisión, después de todo, yo estaba encima... No por mucho tiempo.

Hice un ligero mohín con los labios cuando se separó de mi ¿Por qué se levantaba? No lo entendía y, posiblemente, lo debía expresar a la perfección. Me había dejado embrujada entre sus caricias y sus apasionados besos ¿Ya había terminado todo? Un pequeño pinchazo me sacudió el corazón y todo el cuerpo en general. No duró mucho. Antes de que pudiese darme cuenta ya estaba tumbada de nuevo en el suelo, con ella encima ahora. En cuanto vi su rostro, sonreí coquetamente. ¡Así que no quería dejarme mandar! Vaya, y yo que por un momento había pensado lo peor... Suspiré aliviada, sintiendo que poco a poco recuperaba toda la excitación que el momento de pánico había suprimido de golpe. Eso me hizo pararme a pensar en ello. ¿Por qué me sentía de esa manera? Era cierto que no había experimentado relaciones sexuales y que las había anhelado desde hacía mucho, pero, ¿Sería así siempre?. Había algo diferente en esa mujer. Podía sentirlo. Fuese lo que fuese aquello o lo que estaba ocurriendo entre nosotras; me dio la extraña sensación de que no era lo que pasaba habitualmente cuando te acostabas con un desconocido. No era una experta en ello, después de todo.

- ¡Ah! - Gemí involuntaria y desprevenidamente cuando la lengua de Sam se pasó por mi cintura ¡Ya estaba desnuda debajo de ella! Trabajaba deprisa, muy deprisa. Y yo quería hacer lo mismo. Es lo justo ¿No?. Sin embargo, no había forma. Era tal la excitación que me provocaba que no era capaz de mover ni un músculo. Increíble.. - S-Sam.. - Otro gemido, esta vez pronunciando su 'nombre'. Por el que me había indicado ella que le llamase. Eso me hizo recordar que no la conocía de nada ¡De nada! Mis mejillas se sonrojaron como dos pares de tomates. Sabía que tenía que controlar esos impulsos vergonzosos, que debía hacerme a la idea; pero me costaba. Entrelacé los dedos de nuestras manos mientras cerraba los ojos. Mis piernas se abrieron en una indirecta bien directa de que la dejaba 'entrar'. Hacer lo que quisiera. No iba a resistirme. No puedes, Alex. No, no podía. Me tenía completamente a su merced. Y no solo a mi mente, sino también a mi cuerpo. En cuanto nuestros pechos se rozaron, los pezones ya de por si erectos se erizaron casi en punta. Cerré los ojos con un ahogado jadeo, del mismo placer no era capaz ni de soltar palabra alguna. Parpadeé sin esperarme esa divertida frase que, la verdad, me venía muy bien ¡Temblaba de nervios! En cuanto me di cuenta, quise ponerle remedio para que ella no se diera cuenta. No quería que mi inexperiencia la llevara a alejarse. No podría soportarlo. No me despertaría... - Y-Yo también quiero.. verte.. - Susurré entrecortadamente y manteniendo todo lo posible la mirada en los ojos de ella. Sería pero al mismo tiempo avergonzada. Decidida pero insegura... Apreté las manos que nos unían, con la fuerza que le había faltado a mis palabra, y cerré los ojos cuando encorve la espalda hacia arriba volviendo a friccionar nuestros pechos. Obviamente, de manera intencionada. Podría ser muy tímida, inexperta o indecisa pero si algo tenía claro en ese momento es que la deseaba. Deseaba todo lo que había pasado y que estaba por pasar.

Disculpa la demora.
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Mensaje por Nadége Morózova Lun Abr 16, 2012 11:35 pm


Y con cada centímetro que mi lengua recorría de su piel, mi lascivia inundaba la habitación. Me gustó aspirar el perfume que desprendía en su excitación, de cada gota de su sudor que de su cuerpo se escurría como rocío sobre los pétalos de una rosa. Amé cada segundo tardé en devorar sus pechos con mi boca y las caricias de mis dedos sobre ella. Sonreí al verla tan tímida, tan deseosa por llegar al clímax, pero sin saber como moverse y me derritió el color rosado de sus mejillas ¡Demonios! ¡Era bellísima! Su cabello negro, sus ojos obscuros, su tersa piel, su menudo cuerpo que bajo de mí parecía ser una cúspide y no a la inversa… Esa cintura con ganas de morderla y quedarme inmolada en los bordes de sus costillas o quizá quedarme dormida en el arco de su cuello embriagándome eternamente con su perturbador aroma a mujer, a sexo…. Su calor me llamaba, ella me provocaba diferentes reacciones, sensaciones que juré haber perdido con la caída de mi Alice ¿Y si Afrodita era un regalo de ella para mí? ¿Y si ella era el destino que me esperaba tras correr la cortina de dolor que me dejó el primer amor? No importaba, realmente no me importó cuales fuesen las respuestas yo estaba ahí para el disfrute de una noche más que pasional con la una mujer que mudó de mis sueños, porque sí… ella era todo lo que alguien como yo pudiese desear. Me enamoré efímeramente de la inseguridad que le rodeaba, de… ¡Dios! ¿Sería su primera vez? No, no podía ser así. No conmigo.

Me separé de ella con dificultad, no quería hacerlo, me la pasaba tan bien sumergiéndome en el valle entre sus senos que bien pude haber muerto ahí y encontrar el paraíso. Apoyé ambas manos a cada lado de su cuerpo, la mire fijamente durante un par de segundos, sonreí de forma complaciente. Lo único a lo que presté atención fue exactamente a Afrodita, sólo existía una cosa que realmente me acaparaba por completo y, eso era, complacer cada capricho que a ella se le ocurriese. Obviamente, no estaba de acuerdo con la notoria desventaja. Había llegado a un punto en que mi urgencia pudo contra todo lo demás, pero afortunadamente, ella irrumpió en el silencio separado delirantemente por los jadeos de “MI” amante y, fue un verdadero placer escuchar mi nombre ser pronunciado por sus delineados labios. Una delicia que no tiene comparación. Asentí con mi cabeza, doblé las piernas al lado de su pelvis y me quedé arrodillada sobre ella, con ambas manos me deshice el nudo que ataba las faldas a mi cintura, destruí el pedazo de carcasa que hacía lucir a la prenda más ampona de lo normal. Los arrojé como pude a un lado, el ruido fue seco pero nadie aparte de nosotras pudo escucharlo. –Uhm...- Apenas si toqué su entrada con mis caderas y me sentí en una idílica tormenta. Sabía que mis movimientos eran un poco rápidos, pero no pude contenerme porque de no atacar en ese instante, mi ser estallaría… Sí, me sentía como un volcán a punto de hacer erupción y sólo el sacrificio de una bella doncella calmaría mi deseo de sangre, para mi fortuna, ella estaba ahí. Era mía, sólo mía.

Abordé nuevamente su cuerpo, esta vez ambas nos encontrábamos desnudas. ¡Oh, locura, belleza e infortunio! No quería pensar que al alba seríamos dos extrañas con risas llenas de complicidad, así que fingí ser indiferente al tiempo y perezosamente me extendí por todo su ser, cubriendo con mi pálida piel cada centímetro de ella. Tomé su barbilla con la mano, la sostuve fuerte y la atraje hasta mis labios. Mi boca se fundió en un beso profano, mi lengua re-buscó en el interior hasta lo más recóndito, absorbí, tragué, degusté y enloquecí con el sabor que ella me brindaba, pero aún había algo por hacer… Pese al reclamo de mis labios, dejé que el beso se suspendiera. Estaba tan cerca de ella que podía sentir su respiración, sus pezones perfectamente erectos se clavaban en mi pecho con furia y yo –masoquistamente- los disfrutaba. Introduje el dedo índice de mi mano derecha en mi boca. Lo lamí. Me aseguré de cubrirlo por completo con mi saliva y, cuando se encontraba plenamente húmedo, lo hice recorrer desde su yugular –lentamente, con un débil roce apenas perceptible pero enloquecidamente estimulante- hasta la ranura de su sexo. Mi cuerpo, como por arte de magia se había posicionado de tal forma que mi cintura separaba ligeramente sus piernas. Mis orbes llamearon a causa de la excitación y la idea que cruzaba por mi mente. No lo dejé en pensamientos y actué. Separé con ayuda de mis dedos sus labios exteriores para masajear de forma circular su clítoris. Poco a poco fui persiguiendo esa ranura hasta encontrarme con la entrada de su cavidad. Primeramente introduje un dedo con suavidad, sintiendo como sus jugos me bañaban la mano, ella estaba tan… como yo que me encantó la forma en la que me recibió. Sus paredes tenían esa viscosidad recorriéndole y, mientras forzaba la mano para adentrarse con cuidado, calculé el momento apropiado para introducir el segundo. No me pude contener y jadeé, gemí como si hubiese sido yo la profanada y no Afrodita. Sin resistirme, descendí por su vientre para quedar frente a su cáliz y beber de ella en un beso sacrílego.
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Mensaje por Afrodita1 Mar Abr 24, 2012 12:34 am

Mi cuerpo...
No sabría deciros como se sentía mi cuerpo en ese momento. Volaba. Ligero como una pluma, por debajo de Sam mientras ella se dedicaba a complacerlo. Y complacerme. Verla desnuda fue como contemplar uno de esos carísimos cuadros del Louvre o, sin irnos más lejos, cualquier obra de arte que fuese digna de mención. Bella. Hermosa. ¡Bellísima! Me quedé, literalmente, sin aliento alguno. Dejé de respirar durante unos cuantos segundos para comprobar que aquello era mínimamente real ¿Podría serlo dentro de un sueño? Eran tan, tan pero tan real... Increíblemente real. Esos segundos, ese cuerpo que me dejó sin aire empezaba a hacerme dudar de si todo eso era un producto de mi imaginación ¡O estaba ocurriendo en la vida real! Pero ¿Cómo? Simplemente era imposible que alguien como ella, indescriptible en palabras humanas, se fijara en una mujer tan vulgar y del montón como yo. Oh, sí. Esas eran tres rotundas verdades como templos. Aún así ¡Yo estaba muy orgullosa de ser quién era! Y no me importaba que me calificaran como una solterona, por no haberme casado en mis veinticinco años ¡No me importaba! Porque, aunque no pudiera tener el amor de una mujer, tampoco tendría la falsa de un matrimonio por conveniencia y sin amor. Nunca. Si algo tenía claro, es que antes moriría sin hijos, vieja y soltera. Que era el futuro que mi mente siempre veían en el horizonte...

- A-ah..h.. - ¿Gemido? ¿Jadeo? Grito.. ¡Qué placer! Ninguna de esas cosas expresaban lo que sintió mi cuerpo ante esa caricia tan íntima que ella me proporcionó. ¿Por qué tenía que estar pensando en otras cosas? Que digo, no podía pensar en otras cosas. Todo era producto de mi imaginación. Porque, en la realidad, lo poco que me quedaba de consciencia solo podía estar pendiente de esa mano que recorría mi cuerpo. De esos cuerpos desnudos. Por un momento, sentí que me salía de mi misma y nos veía a ambas. Allí, recostadas en ese lugar oscuro y.. sucio, lleno de trastos. Pero como si fuera el palacio más lujoso del mundo. Como dos reinas. Dos mujeres que lo único que querían era disfrutar la una de la otra. Compartirse. Yo quería compartirlo todo con ella, los sentimientos que generaba el más mínimo roce... Definitivamente, no hay palabras en el mundo que puedan describir ese sentimiento. Y, por más que lo pensara, más quería. Quería más. Más.. ¿Cómo podía quererse más que eso? ¿Habría un más si quiera? No lo sabía. No sabía nada de todo lo que estaba ocurriendo pero os puedo asegurar que pensaba descubrirlo a toda costa. De repente, el pánico de que entrar alguien y nos descubriera se esfumo. Porque no iba a dejar que nada ni nadie estropeara el momento. No se podía. Del mismo modo que no había vuelta a atrás, tampoco había estropicio posible. Con una mirada en su rostro, sabía que ella se sentía como yo. Independientemente de su atrevido carácter o sus despreocupadas formas, me sentía unida a ella con solo mirarla

Cuando me penetró con un dedo, estaba tan mojada que ni siquiera me di cuenta de lo que había supuesto esa 'caricia'. Por el contrario, al segundo, volví de nuevo a la realidad de la que mis pensamientos me sacaban constantemente solo para adorarla y alabarla como se merecía. - Sa..Sam.. - Puede que no fuese digna de pronunciar su nombre, solo por el echo de que era ella quién al final se había encargado de complacerme, pero lo necesitaba ¡Necesitaba gritar! No poder expresar esa sensación que me invadió al ser consciente de que eran sus dedos los que me penetraban. Que estábamos todavía más unidas. Era frustrante. Al instante y, a contra de mi voluntad, un par de lágrimas salieron a flote dejándose resbalar por mis sonrosadas mejillas. Dando a conocer silenciosamente ese sentimiento que yo pretendía esconder dentro de mi ¡Tener frustración en un momento como ese...! Era imperdonable, sobretodo, porque mi cuerpo era la primera vez que se sentía tan pleno. Al darme cuenta, ipso facto, cerré los ojos aguardando las lágrimas que notaba estaban por venir. Esas no saldrían, airando mis debilidades interiores. ¡Ahora no! Mi excitación y mis ganas de abrirme psicológicamente a esa desconocida, a Sam, luchaban en mi interior. Porque mi cuerpo estaba ardiendo, pero esas lágrimas me dejaron claro que no iba a ser tan fácil dejarme llevar como yo quería y había previsto. Jadeé y pasé mis manos por todo mi rostro para quitarme esa 'tontería' de encima. Todavía estaba peleando conmigo misma, sin embargo... Yo estaba a favor de cuerpo. Manteniendo cerrados los ojos, abrí más las piernas -Esperando que fuera más cómodo para ella.- y eché mis brazos hacia detrás. Dispuesta a disfrutar. Con solo un poquito de suerte, Sam no se habría dado cuenta de nada, y todo seguiría con la máxima normalidad posible.

Creo que me emocioné de más en este post xD Disculpa si quedó demasiado eh.. así (?).
Y, por cierto, me encantó tu nuevo pack.
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Mensaje por Nadége Morózova Miér Mayo 02, 2012 10:19 pm


Mi mundo colapsó. Me era imposible describir las sensaciones que atolondraron mi cuerpo, me es insuficiente el léxico que poseo para poder siquiera hacer una mínima mención de las maravillas que encontré en el calor de Afrodita. Mis labios sucumbieron ante el sabor más dulce que pudieron haber probado en toda su existencia, mis manos se apoderaron de su piel, de sus caderas, idealizando la suavidad al punto en donde la Alquimia y la Utopía perdían su nombre. Me deslicé por su sexo decorando con mi lengua cada zona, quería pintar en ella una obra de arte, de esas que escasean por el simple hecho de ser juzgadas como inmorales ¡Pero yo las amaba! Como en esos minutos me encontraba amando a la morena. Mi saliva se confundía con sus jugos, la excitación la bañaba y poco a poco comenzaba a humedecerme. Mi entrepierna me pedía a gritos ser atendida pero no podía siquiera pensar en tocarme cuando todo mi enfoque le pertenecía a ella. Cedí. El suspiro inmolado en su cavidad me recordó algo que olvidé. Alice fue mi maestra, ella me tocó como ninguna otra mujer lo había hecho y yo deseaba con ferviente pasión hacerle sentir lo mismo a Afrodita. Mi aliento chocó contra su carnosidad. Pude observar el estremecimiento que esa zona sufrió al ser sometida al calor del mismo, sonreí y levante la mirada a ella. ¿Pero qué dem…?

Las lágrimas de sus ojos rodaron, al principio creí que estaba haciendo algo mal, que ella en verdad no lo deseaba pero el movimiento de sus caderas me demostraba lo contrario. Su vaivén se acrecentaba a medida en que la excitación subía, entonces… ¿Cruda moral antes del acto? Fruncí el ceño y negué con la cabeza. Segundos después logre identificar el tipo de llanto del que se trataba. Idéntico al mío la primera vez que estuve con Alice. Ascendí por su cuerpo, dejando que mi desnuda piel acariciara sólo la superficie de ella, no era mi intención pero de esa forma llegaría hasta su rostro más rápido que el hecho de levantarme y andar a su lado. Mis manos se colocaron al lado de sus hombros para sostener mi cuerpo, quedé a escasos centímetros de sus ojos. El agua salada de sus lágrimas dejó una marca sobre sus mejillas. Incluso así, con el cabello enmarañado en el suelo, mirada rojiza a causa del llanto, con su infinita timidez y vergüenza, se veía tan inmaculadamente hermosa. Dolía verla bajo de mí, con la naturalidad de una niña y la sonrisa que me partía el alma. Aparté sus manos del rostro. Me aproximé con lentitud hasta ella, rocé débilmente sus labios con la comisura de los míos –Si quieres que pare, sólo dilo- Susurré con la ternura que no tengo pero me fue tan sencillo que pude haber pasado por un cordero.

Esa chica, esa mujer despertaba y advertía en mí, emociones que creí muertas, sepultadas junto a mi Alice. Yo la amaba, la amo todavía sólo que de una forma diferente, pues la lejanía de la muerte no podría quererla como antes y Afrodita me lo hizo saber en una única noche, esa… Me reuní con ella en un beso, tranquilo, pasional, lleno de una quietud casi perene. Dejé que el tiempo pasara, que ella se acoplara al ritmo que mi ser llevaba, incluso me vi obligada a disminuir la velocidad y, sin importarme el como o el por qué, simplemente fui uno con ella. Mis manos adoraron su desnudez nuevamente, creando figuras imaginarias sobre el lienzo de su piel, mientras mis labios buscaron la forma de alimentarse de esa salinidad que quedó impregnada sobre su rostro. Sí, besé sus ojos con devoción. Acaricié su cabello con una de mis manos y admiré su belleza con irrevocable sed, pero no era sólo morbo lo que me movía. Fue entonces que me percaté de esa fuerte curiosidad por saber más de ella, mucho más de lo que una noche desenfrenada podía ofrecerme. Mordí mis labios callando las preguntas que estaban de sobra, me acomodé en el arco de su cuello para devorar su aroma, esa mezcla extraña entre su perfume y el mío. ¡Enardecidamente placentero!

Como una invitación, Afrodita abrió sus piernas sólo para mí. No hacía falta que lo dijera, ni siquiera mirarle a los ojos para saber que lo deseaba al igual que yo… Coloqué mi cuerpo en la misma posición en la que se encontraba minutos atrás, solo que esta vez, ya no me deslicé a través de ella para darle placer con mis labios. No porque perdiese la inspiración sino porque había miles de formas para complacerla y yo quería experimentarlas todas. Coloqué mi mano sobre el dorso de su rodilla y la obligué a doblarla, me limité a sentarme frente a ella con mis piernas abiertas deliberadamente. Tomé su otra pierna para pasarla justo al lado de mi cadera, la levanté un poco hasta que mi cáliz se pegó al de ella. Formamos lo que se conoce como una tijera perfecta en donde yo era el conductor. Todo mi ser comenzó a contraerse a un ritmo como el vaivén de un péndulo. Afrodita me seguía. Arqueé mi espalda y coloqué una de mis manos sobre el suelo para apoyarme, la otra quedó suspendida en el aire, pero no duré mucho tiempo antes de solicitar sus manos para hacer del acto algo más fuerte. Así, mis manos buscaron las de ella, se aferraron a estas y quedamos sostenidas la una de la otra. Cuando yo halaba Afrodita se contraía, cuando ella halaba yo me contraía y así sucesivamente hasta que el vals comenzó a acelerar sus pasos. La fricción de ambos sexos comenzaba a llevarme al borde del éxtasis total, una sensación innegable que se apoderaba de mí, el ardor que sentía, el impúdico fervor de más, más y más… Mi razonamiento se perdió en un punto entre el clímax y el nirvana, mi cabeza daba vueltas, mis ojos se cegaron, mí…. ¡Oh, il massimo piacere nel cuore di Afrodite! Comencé a ronronear como gata en celo, mis jadeos se expandían por mi garganta, mi respiración escaseaba... hiperventilaba...


FDR: OMFG! En lo absoluto te quedó largo, así me fue perfecto. Lo devoré con una ansiedad increíble, ya lo dije antes, me encanta tu rol y el manejo de Afrodita es simplemente maravilloso! Igual me emociona el post, el rol, la trama TODO! Gracias por lo del pack ^^ Que emoción!
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Mensaje por Afrodita1 Mar Mayo 15, 2012 9:26 am

Parar.. ¡No!.
Ante aquella sugerencia, todo mi cuerpo se contrajo de alguna manera. ¡Me había visto llorar! Mala suerte la mía.. Y, aunque no quería que se diera cuenta, en el fondo me alegre de esa pequeña demostración de compasión que me acababa de demostrar. Abrazó mi cuerpo y, una vez más, besó mis labios con gentileza y cariño. Me excitaba tanto como cuando nos habíamos besado con fiereza y pasión. De echo, la pasión parecía algo interminable entre nosotras. Durante unos instantes, habiendo quedado mis brazos separados de mi rostro, los pasé por el cuerpo de ella como una indicación de que no se le ocurriese parar. Me pondría encima suyo y la montaría -O lo intentaría.- como había echo antes si hacía falta; pero nada en ese momento podría alejarla de mi. Besé de nuevo sus labios, esta vez siendo yo quien los reclamaba algo más fieramente. Los estúpidos pensamientos que se me habían venido a la cabeza momentos atrás, desaparecían con cada roce.. En el fondo, lo único que necesitaba para no temer o emocionarme de más era pegarme a ella. Tenerla lo suficientemente cerca de mi cuerpo como para no poder pensar en absolutamente nada más.

¡Lo había dicho en voz alta! Pensé, erróneamente, pues ipso facto fue cuando mi cuerpo se movió. Me asusté ligeramente. ¿Qué hacía? Pregunté para mis adentros. Los roces continuaban siendo placenteros, sin embargo, no entendía el por qué abría mis piernas o se colocaba encima de mi de aquella manera tan extraña... - ¡Mh! - Mordí mi labio inferior ante el repentino contacto de algo caliente, muy caliente, contra mi sexo. Tan caliente como estaba yo misma. ¿Eso era... Abrí los ojos sorprendida de mis propios pensamientos y de que algo como aquello pudiese estar sucediendo. ¡Mon dieu! Jamás hubiera creído que dos mujeres podrían unirse de aquella manera tan íntima. Bien sabía -Más o menos.- que con los hombres era 'fácil' de lograr... Sin embargo, había pensado que el amor entre dos mujeres se limitaba a unas simples caricias o roces. ¡Que ilusa! Tapé mi boca con una de mis manos rápidamente al notar que ese grito estaba apunto de salir y lo ahogué como pude, en aquel lugar no podía permitirme gritar descontroladamente... Aunque lo deseara. El corazón se me iba a salir. Abrí los ojos y miré a la cara de Sam, la cual parecía enormemente complacida ¿Tanto como yo? De aquel íntimo roce. Ese pensamiento me produjo un escalofrío. Pensar que ella estaba disfrutando tanto como yo... Que sentía su intimidad junto a la mía de la misma manera... Que, a pesar de mi inexperiencia, mi cuerpo le estaba dando placer... Y, entonces, mis caderas empezaron a moverse contra su sexo casi sin darme cuenta. Todo eso -Y mucho más.- me estaba dando fuerzas para continuar.

Ella pidió mis manos como apoyo, sin palabra alguna, y estas salieron a su encuentro estrechándose con tanta pasión y fuerza como la que nuestros cuerpos enteros estaban demostrando. Me sudaban, demasiado.. Tanto como el resto de mi cuerpo. Por un momento, ya no era capaz de distinguir el frío suelo ni las calderas que nos rodeaban. La preocupación porque alguien entrase había desaparecido por completo, casi como si no hubiese puerta que nos comunicara al mundo exterior. Realmente, me sentía como si estuviéramos encerradas entre esas cuatro paredes sin posibilidad de salir. Mi cuerpo se calentaba más y más. Mis caderas se movían al compás de las de Sam, completamente sincronizadas. Y mis labios se morían por besarla, aunque estuviera tan lejos... Un pequeño cosquilleo empezó a recorrerme el cuerpo, junto a esa sensación de que necesitaba ir más y más rápido sin poder detenerme. ¿Estaría llegando? No podía... Tenía que esperar a que ella... - S-Sam.. voy... voy... - Jadeé. La voz no me salía y no sabía como expresarme en ese momento. Apreté con más fuerza mis manos entrelazadas, esperando que eso le hiciese llegar el mensaje, y cerré los ojos intentando no morder con demasiada fuerza mis labios. Solo la suficiente para que los sonidos que salieran por ellos fuesen escuchados únicamente por la persona que me los provocaba.

Y entonces, con un grito que llevó su nombre, exploté.
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Mensaje por Nadége Morózova Dom Jun 10, 2012 11:17 pm


Lo único que necesitaba era poder observarla tan perfecta, tan hermosa y encantadoramente inexperta debajo de mí. Sus manos entrelazadas a las mías, su sexo apegándose al mío sintiendo el restriegue de pieles, la excitación acunándose en mi cáliz al igual que en el de ella y, esa humedad que de a poco se escurría entre ambas para bañar el piso con su aroma en una mezcla casi adictiva junto al de mi cuerpo. La obscuridad nos vestía como un velo de infinita belleza, la protegía a ella de la morbosidad de mi mente, pero era imposible resistirse a imaginarla en millones de posiciones más que tenía para ofrecerle. A lo lejos las velas tiritaban, el movimiento de las luces curveaba en los montículos de su pecho, era una danza de sublimes expectativas, donde la musa sólo podía enloquecer al artista y, por obvias razones ese era yo. Dibujé su rostro en mi mente, grabando cada parte de ella en mi memoria, así deseaba recordarla para cuando la velada se convirtiese en sólo un triste sueño lleno de nostalgia. Nerviosa, excitada, húmeda y complacida, mi Afrodita… El sudor en su frente, las gotas en su cuello deslizándose envidiables por las curvas de su ser, para despedirse y lanzarse al vacío a la altura de sus hombros. ¡Maldición! Quería ser ellas, quería poder sorber un poco de ese sudor que derrochaba, poder sentirme… ¡Oh, Afrodita!

Había pocas razones por las cuales mis pensamientos se alteraban a tal punto de perder la locura y, ciertamente los placeres carnales no eran una de ellas, pero en los brazos de esa mujer, de esa inexperta señorita a la cual me había entregado en un estado más que embriagante, tocó algo en mis entrañas que hizo volar un montón de mariposas a mi alrededor. Hacía tanto tiempo que no me sentía tan bien que, con una sonrisa de agradecimiento, cerré los ojos y continué con el vaivén de caderas. Presioné un par de veces sus manos contra las mías, los espasmos en mi pelvis comenzaban a aumentar y cada contracción aparecía con mayor rapidez que la anterior, lo sentí… el orgasmo aparecería sin más estímulos, sin ningún preámbulo. Y mis sentidos estallaron en una vorágine de sensaciones idílicas, cada uno con un sueño diferente, cada uno con una forma inverosímil a la cual yo debía rendirle culto. Explotó en mi cabeza el placer adoquinado con millones y millones de texturas jamás imaginadas, porque aún observándonos con el morbo de un dios expiatorio yo podía estar allí, percibiendo cada terminal nerviosa de su entrepierna….

La escuché, oh… sus gemidos fueron esa Rapsodia que necesitaba para poder continuar. Observé como sus labios se abrían delicadamente para dejar escapar ese aliento de sublime belleza que moría impaciente en mis oídos, también me fue maravilloso el poder encontrar la oscilación en su torso al esforzarse por respirar. Ambas nos movíamos con una sincronía envidiablemente perfecta. Sus súplicas eran mis órdenes, así que para cuando ella pronunció mi nombre… “Sam” algo tan ordinario que acunado por la voz de ella parecía tener la fuerza extraordinaria de todos los dioses del olimpo y, cómo no, si como tal esa mujer autoproclamaba Afrodita. Asentí con la cabeza, mis dedos buscaron desesperadamente aferrarse más a los suyos, doblé el antebrazo y contraje el cuerpo de forma que pudiese apegarme más a ella. Escuchándola, mis berridos fueron en aumento… el ajetreo de mis pulmones fue obligado a trabajar más y más intensamente, el corazón me bombeaba sangre hasta el último rincón del cuerpo y sentí como la piel se me incendiaba, un color rojizo al igual que el de mi cabello… era sólo la excitación, el placer, el goce que ella me propiciaba.

Un nudo en la garganta, eso mismo era como un algo se había atorado en mí para impedirme gritar en medio de toda esa locura. Sólo fui capaz de abrir la boca lo suficiente para que mi aliento se exprimiera. Mis ojos se cerraron nuevamente y sólo me dejaba guiar por las sensaciones del cuerpo y aquellas pistas que Afrodita me hacía llegar a través de sus sonidos. El choque de nuestras caderas también hacía un bullicio que me enloquecía, entonces… cuando sus fluidos y los mías hubieron mezcládose homogéneamente mi cáliz recibió la primer contracción que anunciaba el clímax, lo demás pasó tan rápido que sólo pude exhalar un chillido con su nombre tatuándose en mi piel y no sólo de forma metafórica, porque ella había bañado mi feminidad por completo…. Así ambas terminamos jadeantes, con los cuerpos empapados de su sudor, oliendo a sexo, apestando a placer. Le sonreí cuando pude incorporarme tras la explosión, me mordí el labio inferior y me agazapé sobre ella como una vil gata en celo, subí hasta sus labios y la besé como nunca había besado a una mujer, ni siquiera a mi adorada Alice. Me coloqué a un lado suyo e hice que recostara sobre mí, necesitaba olfatear su cabello antes de despedirme y, así entre mis brazos capturé su olor y la escena en mi memoria.
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Mensaje por Afrodita1 Vie Jul 13, 2012 12:04 pm

¿Cómo explicar el momento más maravilloso de mi vida?...
¡Imposible! ¿Verdad?. Debo admitir que ni siquiera me dio tiempo a sentir vergüenza en ese mismo instante. El placer era demasiado grande. Gritar su nombre, chillarlo sin pelos en la lengua, no supuso ningún tipo de problema. Lo quería. Lo necesitaba. Sentía que me moría si no terminaba de aquella manera. ¡Oh! Aquel orgasmo, MI primer orgasmo, había superado cualquier tipo de expectativa. Cualquier tipo de pensamiento que hubiese tenido sobre él o el cómo se sentiría. ¡Era muchísimo mejor! Cien o hasta mil veces mejor de lo esperado. Mi cuerpo estaba temblando. Mis oídos habían quedado en una especie de trance por mi propio grito y por el que había dado ella en consecuencia, según entendía, llegando a su propio orgasmo también. Mordí mi labio, aún tremendamente excitada, cuando se 'avalanzó' sobre mi. Ipso facto, rodeé su cuello con desespero mientras mis labios iban al encuentro de los suyos. Fue un beso apasionadamente agotador, por ambas partes, y al mismo tiempo el más feroz que nos habíamos dado desde aquel primero sucedido momentos atrás. ¿Momentos? ¿Tan poco habría pasado desde entonces? ¿O serían horas? En ningún momento había sido consciente del tiempo, al no tener a nadie esperándome en mi pequeño apartamento. Cuánto agradecía eso en aquel momento... Estaba completamente segura de que, junto a mi madre, jamás habría podido tener una aventura semejante.

De repente, abrí los ojos sorprendida de mis propios pensamientos. Estaba tumbada y, por unos segundos, creí que acababa de despertar de aquel maravilloso sueño. Sin embargo... No estaba tumbada sobre mi cama, ni sobre el suelo o sobre cualquier otro lugar. Estaba tumbada sobre algo cálido y suave, ligeramente mojado. Mi respiración estaba agitada. No me atreví a voltear el rostro para mirar qué era en lo que estaba apoyada, no me hacía falta de echo. Un pequeño 'pum pum' me indicaba que las constantes vitales de mi amante eran tan rápidas como las mías, lentamente, acomodándose a su ritmo normal. Y también podía olerla, del mismo modo que escuchaba sus incesantes jadeos. Su respiración exaltada, más bien. Sin darme cuenta, yo misma jadeaba de la sorpresa. Aquello.. ¡Aquello no estaba siendo un sueño! Casi involuntariamente deslicé una de las manos hasta mi entrepierna, desnuda, comprobando la humedad que delataba esa conclusión. Humedad que no era enteramente mía. Y un escalofrío recorrió toda mi columna vertebral, gimiendo sin quererlo por aquella descuidada acción. ¡Cómo podía estar tan sensible!.

Sin poderlo aguantar más, volteé mi cara para mirarla. Sí, era ella... Pelirroja y de una belleza que ni os podéis imaginar ni yo puedo describir. ¡No había sido un sueño! ¡Era real! Relamí mis labios, completamente secos. Respiraba más fuerte de lo que debería, debido a los recientes descubrimientos que estaba haciendo. Me dejaban sin aliento, literalmente hablando. Todo había sido real. Las caricias, los besos, el orgasmo.. Mis mejillas se colorearon automáticamente de pensar todo lo que acababa de suceder con una desconocida. Bellísima, sí ¡Pero una completa desconocida! Que parecía haberse entregado y disfrutado de aquello tanto como yo. ¿Qué estaba pasando? Era lo único que podía preguntar a la reciente razón que me ocupaba después de haberme abandonado durante aquellos minutos. - S-Sam.. - Casi ni se pudo considerar un susurro ¡No me salía la voz! Increíble. Carraspeé, tenía que ser fuerte y mirarlo de una manera positiva, una relación entre mujeres nunca traería 'consecuencias'. Una aventura de una noche nunca produciría un bebé ¿Se me estaría permitido por ello el perder la cabeza? ¡No! No debía olvidar, bajo ningún concepto, que en aquella sociedad nos penarían duramente por ser diferentes. Que no había cabida para nosotros en aquel mundo que nosotros mismos habíamos construido. Pensar en ello me produjo una gran tristeza ¡Mis sueños nunca se harían realidad! Solo se quedarían en sueños.

Lágrimas empezaban a verterse por mis mejillas al darme cuenta de aquella cruda realidad que nos rodeaba. Sin embargo, no iba a dejar que todo se estropeara por mi culpa. - Te.. Tengo que irme.. - Esta vez, mi voz salía sin ningún problema, la única pega es que eran susurros lo único que alcanzaba a decir. De hablar más alto, toda aquella pena escondida en mi saldría a la luz con aquellas lágrimas que limpié con el dorso de mi mano. Me incorporé, aturdida y en busca de la ropa que había quedado allí esparcida. No podía mirar más que a mi alrededor esquivando el cuerpo de mi amante que me atraía cuan imán. ¡Cobarde! Gritaba mi subconsciente, una vez más, estaba demostrando mi cobardía al ser capaz de afrontar la situación. Al querer huir, como siempre ocurría. Quería quedarme allí, tumbada sobre ella, aspirando su olor y grabando su rostro en mi memoria para no olvidarlo nunca. En lugar de eso, mis manos se movían veloces y torpes mientras hacía un intento de poner la ropa en mi. Cuando me levanté, las piernas me fallaron y estuve a punto de caer. De no ser porque conseguí estabilizarme en un visto y no visto. Cerré los ojos. ¡Todo temblaba y daba vueltas! ¡Ah, qué locura había echo! Había probado algo que me había sido vetado, que me era permitido únicamente en los sueños. ¿Cómo iba a poder sobrevivir ahora, sabiendo lo feliz que se eran en sus brazos? En unos brazos que ni siquiera me pertenecían a mi.

¡Mil disculpas por la demora! Esta vez sí me excedí de más Uu.
PD: Espero que lo hayas pasado bien en tus vacaciones :3
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Mensaje por Nadége Morózova Dom Jul 29, 2012 1:42 am


La observé danzar por la cava. Se veía tan hermosa empapada con el sudor de su propia piel, si fuese un colibrí y ella la rosa, no cabe duda que en ese preciso momento me encontraría embriagándome con lo sutil de su miel, pero ya la había probado, me era inalcanzable como la misma artemisa en lo alto de los cielos, sin embargo la creencia infantil de haberme entregado sin ninguna predisposición y a la inversa, me hizo sentir tan infinitamente maravillada que me olvidé de los detalles que mi profanación hacia su templo habían causado. Quise creer que no había sido la primera enamorada de sus caricias y perdida en lo largo de sus piernas, pero mi subconsciente pedía a gritos que así lo fuese, pues de esta manera me recordaría como nunca en su vida. Su primer amante, la mujer que le mostró el camino a un mundo apenas perceptible para todos los mojigatos que les señalan con el dedo. Ser la única mujer que despertó en ella esa sensación tántrica pero perecedera y sólo ávida en recuerdos, me producía una sensación semejante al haberme ahogado en su cáliz.

Su sonrisa renuente a la sensación que me invadía con tan solo verla desnuda frente a mí, me incitaba a alcanzarla con ambos brazos y envolverla en ellos como si yo fuese un manto obscuro que busca protegerla de los peligros a los que nos enfrentamos día con día, pero denegué mis deseos, no podía sólo estar pensando en mis propios designios pero una parte de mí gritaba que de eso se trató toda la cesión, de mi propia satisfacción y consuelo. Sonreí taciturna ante la insólita idea de mi arrogancia ególatra, ¿Acaso no podía sólo olvidarme de todo ello y seguir adelante o es que estoy acondicionada mentalmente para continuar con el sufrimiento que me atosiga? Y, como estúpida carcajada rebumbante, la respuesta saltó frente a mis ojos.

La perseguí con la mirada, pétrea. Esa mirada que posiblemente reconocería frente a un espejo si me lo hubiesen puesto en ese instante, sí la mirada de un idiota enamorado por una mujer de la cual podría reconocer su sombra en una habitación llena de penumbras, esa era yo. Estúpida. Le sonreí mordiéndome los labios, no pretendía insinuarle nada, sólo quería ahogar mis propios pensamientos y no pedirle, no.. pedirle no, exigirle que se quedara a mi lado. ¿Por qué de repente me nacía esa necesidad de ella? Aborrecí la pregunta más o igual que la respuesta. Pero ya era demasiado tarde como para darme cuenta del juego en el que había caído. Su cabello negro, sus ojos penetrantes, sus delgadas y largas piernas, lo ancho, redondo y perfecto de sus caderas, el lunar en su espalda, tan sexy y seductor, incitante y abrumador. Capturé los detalles de su cuerpo, detalles que sólo un artista puede percibir en el objeto de su inspiración, en su musa… Fue en ese momento en que tomó sus ropas, se vistió y yo continuaba con mi cara de imbécil sin poder articular palabra alguna. Asentí con la cabeza a su afirmación sin darme cuenta realmente de lo que decía.

Y, de repente me sentí tan abrumada como si una ola de miedos y perturbaciones me acecharan desde las penumbras. Los demonios estaban ahí, frente a mí devorando vacilando antes de atacar a las sensaciones más etéreas que había vivido hasta entonces. ¡Ese era mi momento! Mi pedazo de cielo, lo más cerca que estaría de palpar con mis manos un paraíso en el que no creía por ninguno de los dogmas religiosos que se me presentasen. ¿Cómo poder luchar contra aquella paralizante sensación de desesperanza? Me sentí tan sola en el mundo, incomprendida y desdichada. Debí suponer que esa experiencia no sería nada más que un sueño corriente de mi subconsciente dictaminando la sentencia por mi jugoso deseo femenino ¿Alguien me castigaría al despertar? El frío inundó mi cuerpo y por primera vez en toda la noche sentí la carencia de oxígeno. Era probable que toda esa vertiginosa corriente de emociones no fuese más que algo existencial, consecuente de las miles de preguntas que atesaban mi mente. Me vi rodeada de arpías camufladas de pasiones, algo en mí se había roto una vez que ella desapareció por el umbral de la puerta, pero no era su despedida la que me dejó abrumada y sin poder salir a la calle con una sonrisa tajante en la comisura de mis labios, la pérdida momentánea y el desmoronamiento autodestructivo que generalicé, se debía a una sola pregunta ¿La volvería a ver?

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