AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Últimos temas
Natasha Stroganóva
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Natasha Stroganóva
▲NOMBRE DEL PERSONAJE▲
Natasha Pavelóvna Stroganóva▲EDAD▲
25 años {1817}▲ESPECIE▲
Humana▲FACCIÓN A LA QUE PERTENECE▲
Realeza extranjera.▲TIPO, CLASE SOCIAL O CARGO▲
Gran Duquesa▲ORIENTACIÓN SEXUAL▲
Heterosexual▲LUGAR DE ORIGEN▲
Peterhof, Rusia▲HABILIDADES/PODERES▲
¿Habilidad para hacer trampas a los juegos de cartas y robarte delante de tus narices sin que te des cuenta vale?Natasha es un torbellino de hiperactividad y desparpajo. Desenvuelta, resuelta y confiada, con una vitalidad arrebatadora y con unos modales un tanto rudos y masculinos. Natasha (o Nastya) es una niña (ahora mujer) llena de energía. De pequeña siempre andaba haciendo alguna que otra travesura. Convertida en pícara y tunante por necesidad, sabe adaptarse a casi cualquier situación. Desde su entrada en el orfanato, nadie le regaló nada, Nastya conoce el trabajo duro pero ello no ha mermado su fuerza.
Habilidosa, sigilosa, imaginativa e ingeniosa. Siempre ha sido más lista que el hambre y es capaz de inventarse cualquier mentira a la velocidad de la luz para escapar de alguna que otra situación comprometida en las que se ve envuelta a menudo. Descarada y granuja, capaz de robar una barra de pan delante de su dueño y negarlo sin miramientos; si alguna vez conoció la vergüenza, la olvidó junto con el resto de su pasado.
Orgullosa, cabezota y con una determinación casi inquebrantable. Además, es una charlatana nata. Nunca se cansará de hablar, hasta el punto de que puede resultar bastante molesta y convertirse en un incordio. Pero, ante todo, Nastya ha luchado por descubrir su propia identidad. El hecho de no poder recordar su pasado es algo que la abruma y la tortura enormemente. "¿Quién soy?" es la pregunta que no deja de repetirse en su cabeza. No tiene recuerdos más allá de su llegada al orfanato, donde pasó su vida desde los 10 años hasta los 12, cuando se marchó de allí. Gracias a la ayuda de unos cuantos amigos, conoce la historia de su familia y ostenta la verdadera posición que le corresponde por derecho propio, y aunque eso no le devuelve a su familia, sí que ha actuado como una especie de bálsamo para ella.
Habilidosa, sigilosa, imaginativa e ingeniosa. Siempre ha sido más lista que el hambre y es capaz de inventarse cualquier mentira a la velocidad de la luz para escapar de alguna que otra situación comprometida en las que se ve envuelta a menudo. Descarada y granuja, capaz de robar una barra de pan delante de su dueño y negarlo sin miramientos; si alguna vez conoció la vergüenza, la olvidó junto con el resto de su pasado.
Orgullosa, cabezota y con una determinación casi inquebrantable. Además, es una charlatana nata. Nunca se cansará de hablar, hasta el punto de que puede resultar bastante molesta y convertirse en un incordio. Pero, ante todo, Nastya ha luchado por descubrir su propia identidad. El hecho de no poder recordar su pasado es algo que la abruma y la tortura enormemente. "¿Quién soy?" es la pregunta que no deja de repetirse en su cabeza. No tiene recuerdos más allá de su llegada al orfanato, donde pasó su vida desde los 10 años hasta los 12, cuando se marchó de allí. Gracias a la ayuda de unos cuantos amigos, conoce la historia de su familia y ostenta la verdadera posición que le corresponde por derecho propio, y aunque eso no le devuelve a su familia, sí que ha actuado como una especie de bálsamo para ella.
Capítulo uno: Una vez en diciembre
Los Stróganov fueron una de las familias más exitosas de Rusia. Originalmente se trataba de una familia de campesinos pomor, que habitaban en el subártico ruso. En 1558, Iván el Terrible les concedió vastas tierras. A partir de ahí, los negocios de los Stróganov empezaron a florecer hasta que se convirtieron en una rica familia de comerciantes, industriales y terratenientes. Poco a poco, el apellido Stróganov fue famoso en toda Rusia.
Los matrimonios de algunos de los miembros de la familia con personajes de la nobleza los acercaron cada vez más a los zares imperiales y ganaron puestos de confianza junto a los demás hombres del zar. Así, en 1816, Pável Stróganov, militar de carrera, Comandante General y General Adjunto del zar Alejandro I de Rusia, se casó con su prima, la noble Sofía Vladimirovna, mujer a la que no había visto hasta el día de su boda. Ambos se trasladaron a vivir al Palacio Stróganov, en Peterhof. Al día siguiente, Pável marchó a la batalla y no volvió hasta el año siguiente.
La actitud de Pável hacia Sofía era casi de total indiferencia y desinterés y, a pesar de los intentos de la noble por sacar a flote el matrimonio, la relación entre ambos se volvía cada vez más fría. Tan sólo se veían durante las cenas, que se hacían incómodas y pesadas, y las damas de compañía juraban que Pável no había visitado las estancias de su mujer desde la noche de bodas, hacía ya dos años. Los rumores acerca de las preferencias del Stróganov no tardaron en forjarse. Cuando Pável se hizo eco de tales chismes, acudió esa misma noche a los aposentos de Sofía y la poseyó de manera salvaje, casi cruel.
A las pocas semanas, Sofía reparó en que estaba embarazada, con ello, Sofía pensó que su trato con Pável cambiaría notablemente. Al enterarse de la noticia, Pável simplemente asintió. Con la esperanza de que, a su vuelta, su mujer hubiera dado a luz a un varón, partió a la guerra, de la que tardaría otro año y medio en regresar.
Mientras Pável se debatía entre la vida y la muerte en el frente, Sofía Vladimirovna quedó en palacio, a la espera del nacimiento de su hijo y de la vuelta de su marido, con tan sólo la compañía del servicio y de sus damas. Los meses pasaban con una lentitud y morosidad pasmosa. Las primeras nieves de noviembre ya habían caído sobre la región de Peterhof, y el inmenso jardín de los Stróganov, que poco tenía que envidiar al de Versalles, se cubrió con un manto blanco impoluto.
Así, un día de diciembre, Sofía Vladimirovna dio a luz a una preciosa niña, a la que bautizó con el nombre de Natasha; la primogénita de Pável Stróganov.
Para sus tutores, Natasha Stroganóva era el mismo diablo en persona; para sus padres, una niña vivaz y llena de energía. La pequeña de los Stróganov era un torbellino cargado de risas y carcajadas. Espontánea y desenvuelta, con a penas tres años de edad, Natasha ya destacaba entre las demás hijas de nobles del país. Para bien o para mal, todos estaban al tanto de las travesuras de la niña.
Aunque al principio, Pável Stróganov se mostró decepcionado con el nacimiento de una hija, en lugar de un hijo, pronto la relación entre ambos se hizo cada vez más estrecha. Pável amaba a Natasha con locura y aprovechaba cada instante libre para pasar con su hija. En cierta medida, la llegada de Natasha a la vida de los Stróganov, los acercó más que nunca.
La infancia de Natasha estuvo llena de lujos, fiestas y cariño. Su tutor, Sergei Petrov, la instruyó en todo tipo de artes; música, pintura, canto y danza. Al cumplir los 5 años, su padre insistió en que la niña ya debería empezar a aprender francés, el idioma que se utilizaba en la corte rusa, y contrató a un profesor nativo, Arnauld Blessette, quien, además de enseñarle la lengua francesa, empezó a introducirla en el mundo de las fábulas de La Fontaine. Arnauld Blessette ejerció una fuerte influencia en la niña, pronto empezó a devorar libros de escritores franceses y se pasaba el día jugando y fantaseando con vivir aventuras, recorrer el mundo, descubrir tesoros encantados, o salvar a príncipes en apuros.
Durante su séptimo cumpleaños, fue presentada en sociedad. Fue organizada toda una fiesta en su honor, a la que asistieron sus tíos: Sergei, gobernador general de Moscú; Nikolai, director del Banco General Ruso y que se decía que mantenía una turbulenta relación con Catalina la Grande, la actual emperatriz de la Rusia Imperial; Alexandr, director de las salinas que los Stróganov tenían en los Urales; y María, viuda del conde Shustov. También acudió al cumpleaños el patriarca de los Stróganov, Alejandro Stróganov, acompañado de su mujer, Anna María Marcova.
La confianza entre Natasha y su abuela fue casi palpable. Después de aquella visita, vinieron muchas más. Anna María Marcova se convirtió, sin quererlo, en el principal punto de referencia para Natasha, antes incluso que su madre. Sin embargo, aquellas visitas se producían muy de cuando en cuando, ya que la anciana Marcova vivía en París y, siempre que se marchaba de nuevo a la capital francesa, la pequeña Stróganov rompía en llanto. En una de esas fugacez visitas, Anna María Marcova le regaló a su nieta un colgante con una inscripción que rezaba "En París te esperaré". Aquello sirvió para calmar los lloriqueos de la niña, y se prometió que algún día iría a visitar a su abuela a Francia. A partir de ese día, nunca se ha separado de su colgante.
Después de Natasha, llegaron más Stróganov a la familia: Los gemelos Misha y Mikhail. Pronto, Pável empezó a instruir a su hijo Misha en el arte militar, mientras que Mikhail presentaba actitudes más aprovechables para la política.
Pero para Natasha, los planes eran diferentes, y Pável Stróganov empezó a considerar algunos jóvenes de familias poderosas rusas para comprometerlo con su adorada Natasha, cuando aún ella contaba con 9 años. A pesar de su precoz edad, Natasha tenía claro que no iba a casarse y seguía cejada en su empeño de vivir grandes aventuras. Tenía una gran habilidad para montar a caballo y con el maneja de la espada. Ella quería llegar a ser guerrera. Cuando se lo dijo a su padre le respondió que las damas no combatían, que eso era cosa de hombres y que de dónde había sacado ella tales ocurrencias. Natasha le respondió diciendo que el arte de la guerra no era sólo cosa de hombres, que monsieur Blessette le había contado la historia de la reina celta Boudica y que quería ser como ella. Pável Stróganov frunció el entrecejo y a la mañana siguiente fue a hablar con el tutor francés de la niña. El Stróganov consideró que el francés había hecho suficiente por la niña y no quería que le metiese más ideas incendiarias a su hija, así que Arnauld fue destituído y jamás se le volvió a ver por Peterhof.
Natasha estuvo varias semanas sin cruzar mirada con su padre. Para ella, Arnauld Blessette había sido más que un maestro; había sido un amigo, el único de toda aquella corte que no la trataba con desdén ni le hablaba como si no entendiera lo que estaba pasando, como si fuese demasiado pequeña para comprender las cosas más obvias. Sin embargo, el berrinche pronto se le pasó cuando su padre le compró su propio caballo, algo que llevaba deseando desde hacía mucho tiempo.
Tras la partida de Blessette, todo volvió a la normalidad. Pável Stróganov utilizó su influencia de padre para concienciar a su hija que lo mejor para ella era ser comprometida con un muchacho de buena posición y darle cuántos hijos pudiese, que esa era la función de cualquier buena esposa.
Finalmente, Natasha fue comprometida con el hijo del conde Danilov. Todo apuntaba perfecto para el porvenir de Natasha, pero, como todo el mundo sabe, los finales felices sólo se dan en los libros, y una trágica desgracia azotaría la existencia de los Stróganov.
El espíritu de revolución ya empezaba a respirarse en las calles de la capital rusa y no tardó en extenderse por todo el país. Campesinos hastiados, explotados, hambrientos y estafados fueron el motor que, por esas fechas, empezó a dar comienzo a un cambio en la sociedad rusa.
La noche de 1827, el palacio de los Stróganov, una de las familias nobles más importantes y adeptas al régimen zarista, fue asaltado por un buen grupo de anarquistas sedientos desesperados y pidiendo justicia. El olor a humo empezó a colarse por las fosas nasales de todos los habitantes del palacio. Todas las riquezas de Pável Stróganov fue arrasada; su mujer, violada; sus sirvientes, asesinados...
En medio de toda la confusión del ataque, una niña de a penas 10 años trataba de huir. Natasha Stroganóva llegó a las cocinas, donde las damas de su madre se escondían echas un ovillo esperando, resignadas y aterrorizadas, a su destino. Un joven caballerizo, más o menos de su misma edad y cuyo nombre Natasha no recordaba bien, le tendió una mano y ambos escaparon por un pasadizo secreto que llevaba a los jardines.
El jardín era casi peor que el interior de la casa. Las antorchas brillaban en la oscuridad, el olor metálico de la sangre se percibía a kilómetros. Gritos, quejidos, lamentos, calor, fuego, rojo. Los caballos relinchaban y se encabritaban. Uno estuvo a punto de pisar a Natasha, pero el caballerizo logró salvarla por segunda vez, cuando fue a girarse, el chico ya había desaparecido.
Sin saber qué más hacer, Natasha salió huyendo lo más lejos posible. Al llegar a la ciudad de Peterhof, que se encontraba tan sólo a unos pocos kilómetros del Palacio, encontró que todo allí también era un caos. De manera casi automática, los pies de Natasha la llevaron hasta la estación de ferrocaril. Allí la escena era igual de desesperante; miles de rostros angustiados que luchaban por escapar. El tren se puso en marcha y Natasha intentó alcanzarlo, sin conseguirlo. Presa del miedo y los nervios, Natasga desfalleció contra el suelo, golpeándose la cabeza contra las vías del tren.
Cuando Natasha despertó, era incapaz de recordar cualquier cosa. Su nombre, su infancia y sus recuerdos para ella eran una pantalla en negro. Tan sólo un colgante con la inscripción "En París te esperaré" se presentaba como una mísera huella de lo quién pudo ser.
Fue encontrada por un guardia con un aspecto tan horrible como el que ella debía tener en aquellos momentos. La cogió por la solapa de su abrigo y le preguntó su nombre, familia o lugar donde vivía. Ella, desesperada, respondió que no recordaba nada de aquello. Sin mucha más dilación, el hombre la llevó hasta el primer tren de evacuados que salía hacia San Petersburgo.
Una vez en la ciudad, otro oficial empezó a comprobar pasaportes, identidades, lugar de origen... A la pregunta de nombre y apellidos, Natasha sólo pudo contestar que se llamaba Nastya, el primer nombre que se le vino a la cabeza, pero que no tenía apellidos, ni padres, ni ningún lugar de origen que pudiera recordar. El oficial, pensando que se trataba de uno de los miles de huérfanos que frecuentaban las calles, la envió al orfanato, donde pasó tres años.
En realidad, para Natasha (o más bien, Nastya) fue como una bendición del cielo. La vida en el orfanato no era fácil, pero al menos no tendría que enfrentarse a las frías calles de San Petersburgo, sola y sin ningún pasado que rememorar. Los días pasaban monótonos y rutinarios. Pronto, le fue adjudicada una tarea y entre todas las chicas que habitaban allí se creó una especie de sentimiento fraternal; se protegían las unas a las otras.
La matanza de Stróganov, como se le llamó en los periódicos, no dejaba de ser noticia e incluso unos meses después del ataque, había personas que perjuraban que habían visto a la hija de los Stróganov escapar junto con un caballerizo.
Mientras tanto, la joven Nastya permanecía ajena a todos esos rumores. Nadie podía sospechar que se encontraba en un orfanato de San Petersburgo y ninguno de sus tíos se molestó en buscarla, pues pensaban que había muerto junto con el resto de la familia de Pável Stróganov.
Nastya cumplió 12 años, y su pasado seguía siendo un misterio para ella. Lo único que podía arrojar algo de luz era el colgante. Jamás se separaba de él, y se convirtió en su objeto-su único objeto-más preciado. Sedienta de respuestas, la idea de ir a París se fue forjando poco a poco en su cabeza. París era una ciudad muy grande, pero ¿qué tenía qué perder?
A los 12 años escapó del orfanato. A poca gente le importó; sólo era una niña más, y no tardarían en llegar otras muchas. Así, con toda su maña e ingenio, Nastya se coló en un tren que iba directo a la capital francesa.
Circos, cafés, bibliotecas, parques, museos... París tenía eso y mucho más. Con gran sorpresa y satisfacción, Nastya descubrió que sabía hablar el francés de forma más o menos fluída, algo que le concedió más pistas acerca de quién pudo haber sido en el pasado.
Después de unas semanas en la capital francesa, donde consiguió sobrevivir a base del pillaje, su destino vio por bien cruzarla con Clopin, un gitano que, apiadándose de ella, la acogió en su humilde caravana. Con Clopin aprendió todo tipo de trucos de manos y fullerías que le permitieron ganarse unos dineros para no tener que recurrir siempre al hurto y gracias a él. Pero, una noche como cualquier otra, la caravana del viejo gitano fue asaltada por guardias parisinos con una orden de detención contra Clopin que lo acusaba de brujería.
El gitano fue mandado a prisión, mientras que para Nastya, el futuro más plausible era acabar en otro orfanato francés. Después de insistir mucho, a Nastya se le permitió visitar a Clopin en la cárcel para despedirse por última vez. La niña le suplicó al gitano que hiciese un último truco de magia y se liberase para que todo volviese a ser como antes. Él entonces le preguntó si, después de todos los trucos que le había enseñado, seguía creyendo en la magia. Ella le respondió que sí. El gitano simplemente sonrió y le dijo que acudiese al día siguiente a la ejecución.
Al día siguiente, todos los ciudadanos (entre ellos, Nastya) y los altos cargos de la ciudad se reunieron al rededor del patíbulo para presenciar el ajusticiamiento de Clopin. Justo cuando el cuerpo del gitano cayó sobre el cadalso, se transformó en una paloma. Toda la gente emitió un grito ahogado, mientras que Nastya sólo podía reir.
No volvió a saber más de Clopin, pero igualmente se alegró por haber conseguido escapar. Sin embargo, el destino para ella era menos benévolo; volvía a estar sola y vagabundeando por las calles parisinas, viviendo del pillaje y de los trucos que el viejo gitano le enseñó, con la esperanza de encontrar en aquella gigantesca ciudad alguna pista que pudiera remitirle a su desconocido pasado.
De sus encuentros por París tuvo en suerte cruzarse en su camino don Dennis Vallespir; un hombre rico con serios trastornos con la infancia. No le resultó para nada complicado establecer un fuerte vínculo con él, de manera que podía considerarlo su segundo amigo -después del viejo gitano- que había encontrado en la capital francesa. Amigo de verdad, se entiende. Convivió en la mansión Vallespir un año y medio, hasta convertirse incluso en la tutelada del señor (tutelada por decir algo, porque don Dennis era peor incluso que la propia Nastya). Sin embargo, la llamada de la sangre, la búsqueda del yo interno, como quieran llamarlo los especialistas de Viena, la obligó a marcharse de allí a seguir con su búsqueda, dejando a Dennis Vallespir.
Puede que su intuición fuese la correcta a pesar de todo. Y no tardó en encontrar lo que con tanto ahínco estuvo buscando durante tanto tiempo. Fyodor C. Ivashkov, conocido de la familia Stróganov, fue la pista que finalmente la llevaría a Rusia a conocer sus orígenes. Con la ayuda de don Fyodor, recavó información para encontrarse con una cruda verdad: los Stróganov habían sido masacrados por una sublevación anarquista y sólo ella quedaba para hacer de bien el apellido de tan largo abolengo. Devueltas sus funciones y su cargo de Gran Duquesa, como era suyo por derecho, con las enseñanzas de don Fyodor logró convertirse en una digna heredera de Pável Stróganov (o algo así, porque tampoco es que se hubiese vuelto modosita de repente).
Los matrimonios de algunos de los miembros de la familia con personajes de la nobleza los acercaron cada vez más a los zares imperiales y ganaron puestos de confianza junto a los demás hombres del zar. Así, en 1816, Pável Stróganov, militar de carrera, Comandante General y General Adjunto del zar Alejandro I de Rusia, se casó con su prima, la noble Sofía Vladimirovna, mujer a la que no había visto hasta el día de su boda. Ambos se trasladaron a vivir al Palacio Stróganov, en Peterhof. Al día siguiente, Pável marchó a la batalla y no volvió hasta el año siguiente.
La actitud de Pável hacia Sofía era casi de total indiferencia y desinterés y, a pesar de los intentos de la noble por sacar a flote el matrimonio, la relación entre ambos se volvía cada vez más fría. Tan sólo se veían durante las cenas, que se hacían incómodas y pesadas, y las damas de compañía juraban que Pável no había visitado las estancias de su mujer desde la noche de bodas, hacía ya dos años. Los rumores acerca de las preferencias del Stróganov no tardaron en forjarse. Cuando Pável se hizo eco de tales chismes, acudió esa misma noche a los aposentos de Sofía y la poseyó de manera salvaje, casi cruel.
A las pocas semanas, Sofía reparó en que estaba embarazada, con ello, Sofía pensó que su trato con Pável cambiaría notablemente. Al enterarse de la noticia, Pável simplemente asintió. Con la esperanza de que, a su vuelta, su mujer hubiera dado a luz a un varón, partió a la guerra, de la que tardaría otro año y medio en regresar.
Mientras Pável se debatía entre la vida y la muerte en el frente, Sofía Vladimirovna quedó en palacio, a la espera del nacimiento de su hijo y de la vuelta de su marido, con tan sólo la compañía del servicio y de sus damas. Los meses pasaban con una lentitud y morosidad pasmosa. Las primeras nieves de noviembre ya habían caído sobre la región de Peterhof, y el inmenso jardín de los Stróganov, que poco tenía que envidiar al de Versalles, se cubrió con un manto blanco impoluto.
Así, un día de diciembre, Sofía Vladimirovna dio a luz a una preciosa niña, a la que bautizó con el nombre de Natasha; la primogénita de Pável Stróganov.
Capítulo dos: Sabrás hacerlo
Para sus tutores, Natasha Stroganóva era el mismo diablo en persona; para sus padres, una niña vivaz y llena de energía. La pequeña de los Stróganov era un torbellino cargado de risas y carcajadas. Espontánea y desenvuelta, con a penas tres años de edad, Natasha ya destacaba entre las demás hijas de nobles del país. Para bien o para mal, todos estaban al tanto de las travesuras de la niña.
Aunque al principio, Pável Stróganov se mostró decepcionado con el nacimiento de una hija, en lugar de un hijo, pronto la relación entre ambos se hizo cada vez más estrecha. Pável amaba a Natasha con locura y aprovechaba cada instante libre para pasar con su hija. En cierta medida, la llegada de Natasha a la vida de los Stróganov, los acercó más que nunca.
La infancia de Natasha estuvo llena de lujos, fiestas y cariño. Su tutor, Sergei Petrov, la instruyó en todo tipo de artes; música, pintura, canto y danza. Al cumplir los 5 años, su padre insistió en que la niña ya debería empezar a aprender francés, el idioma que se utilizaba en la corte rusa, y contrató a un profesor nativo, Arnauld Blessette, quien, además de enseñarle la lengua francesa, empezó a introducirla en el mundo de las fábulas de La Fontaine. Arnauld Blessette ejerció una fuerte influencia en la niña, pronto empezó a devorar libros de escritores franceses y se pasaba el día jugando y fantaseando con vivir aventuras, recorrer el mundo, descubrir tesoros encantados, o salvar a príncipes en apuros.
Durante su séptimo cumpleaños, fue presentada en sociedad. Fue organizada toda una fiesta en su honor, a la que asistieron sus tíos: Sergei, gobernador general de Moscú; Nikolai, director del Banco General Ruso y que se decía que mantenía una turbulenta relación con Catalina la Grande, la actual emperatriz de la Rusia Imperial; Alexandr, director de las salinas que los Stróganov tenían en los Urales; y María, viuda del conde Shustov. También acudió al cumpleaños el patriarca de los Stróganov, Alejandro Stróganov, acompañado de su mujer, Anna María Marcova.
La confianza entre Natasha y su abuela fue casi palpable. Después de aquella visita, vinieron muchas más. Anna María Marcova se convirtió, sin quererlo, en el principal punto de referencia para Natasha, antes incluso que su madre. Sin embargo, aquellas visitas se producían muy de cuando en cuando, ya que la anciana Marcova vivía en París y, siempre que se marchaba de nuevo a la capital francesa, la pequeña Stróganov rompía en llanto. En una de esas fugacez visitas, Anna María Marcova le regaló a su nieta un colgante con una inscripción que rezaba "En París te esperaré". Aquello sirvió para calmar los lloriqueos de la niña, y se prometió que algún día iría a visitar a su abuela a Francia. A partir de ese día, nunca se ha separado de su colgante.
Capítulo tres: En la noche fatal
Después de Natasha, llegaron más Stróganov a la familia: Los gemelos Misha y Mikhail. Pronto, Pável empezó a instruir a su hijo Misha en el arte militar, mientras que Mikhail presentaba actitudes más aprovechables para la política.
Pero para Natasha, los planes eran diferentes, y Pável Stróganov empezó a considerar algunos jóvenes de familias poderosas rusas para comprometerlo con su adorada Natasha, cuando aún ella contaba con 9 años. A pesar de su precoz edad, Natasha tenía claro que no iba a casarse y seguía cejada en su empeño de vivir grandes aventuras. Tenía una gran habilidad para montar a caballo y con el maneja de la espada. Ella quería llegar a ser guerrera. Cuando se lo dijo a su padre le respondió que las damas no combatían, que eso era cosa de hombres y que de dónde había sacado ella tales ocurrencias. Natasha le respondió diciendo que el arte de la guerra no era sólo cosa de hombres, que monsieur Blessette le había contado la historia de la reina celta Boudica y que quería ser como ella. Pável Stróganov frunció el entrecejo y a la mañana siguiente fue a hablar con el tutor francés de la niña. El Stróganov consideró que el francés había hecho suficiente por la niña y no quería que le metiese más ideas incendiarias a su hija, así que Arnauld fue destituído y jamás se le volvió a ver por Peterhof.
Natasha estuvo varias semanas sin cruzar mirada con su padre. Para ella, Arnauld Blessette había sido más que un maestro; había sido un amigo, el único de toda aquella corte que no la trataba con desdén ni le hablaba como si no entendiera lo que estaba pasando, como si fuese demasiado pequeña para comprender las cosas más obvias. Sin embargo, el berrinche pronto se le pasó cuando su padre le compró su propio caballo, algo que llevaba deseando desde hacía mucho tiempo.
Tras la partida de Blessette, todo volvió a la normalidad. Pável Stróganov utilizó su influencia de padre para concienciar a su hija que lo mejor para ella era ser comprometida con un muchacho de buena posición y darle cuántos hijos pudiese, que esa era la función de cualquier buena esposa.
Finalmente, Natasha fue comprometida con el hijo del conde Danilov. Todo apuntaba perfecto para el porvenir de Natasha, pero, como todo el mundo sabe, los finales felices sólo se dan en los libros, y una trágica desgracia azotaría la existencia de los Stróganov.
El espíritu de revolución ya empezaba a respirarse en las calles de la capital rusa y no tardó en extenderse por todo el país. Campesinos hastiados, explotados, hambrientos y estafados fueron el motor que, por esas fechas, empezó a dar comienzo a un cambio en la sociedad rusa.
La noche de 1827, el palacio de los Stróganov, una de las familias nobles más importantes y adeptas al régimen zarista, fue asaltado por un buen grupo de anarquistas sedientos desesperados y pidiendo justicia. El olor a humo empezó a colarse por las fosas nasales de todos los habitantes del palacio. Todas las riquezas de Pável Stróganov fue arrasada; su mujer, violada; sus sirvientes, asesinados...
En medio de toda la confusión del ataque, una niña de a penas 10 años trataba de huir. Natasha Stroganóva llegó a las cocinas, donde las damas de su madre se escondían echas un ovillo esperando, resignadas y aterrorizadas, a su destino. Un joven caballerizo, más o menos de su misma edad y cuyo nombre Natasha no recordaba bien, le tendió una mano y ambos escaparon por un pasadizo secreto que llevaba a los jardines.
El jardín era casi peor que el interior de la casa. Las antorchas brillaban en la oscuridad, el olor metálico de la sangre se percibía a kilómetros. Gritos, quejidos, lamentos, calor, fuego, rojo. Los caballos relinchaban y se encabritaban. Uno estuvo a punto de pisar a Natasha, pero el caballerizo logró salvarla por segunda vez, cuando fue a girarse, el chico ya había desaparecido.
Sin saber qué más hacer, Natasha salió huyendo lo más lejos posible. Al llegar a la ciudad de Peterhof, que se encontraba tan sólo a unos pocos kilómetros del Palacio, encontró que todo allí también era un caos. De manera casi automática, los pies de Natasha la llevaron hasta la estación de ferrocaril. Allí la escena era igual de desesperante; miles de rostros angustiados que luchaban por escapar. El tren se puso en marcha y Natasha intentó alcanzarlo, sin conseguirlo. Presa del miedo y los nervios, Natasga desfalleció contra el suelo, golpeándose la cabeza contra las vías del tren.
Capítulo cuatro: Rumores en San Petersburgo
Cuando Natasha despertó, era incapaz de recordar cualquier cosa. Su nombre, su infancia y sus recuerdos para ella eran una pantalla en negro. Tan sólo un colgante con la inscripción "En París te esperaré" se presentaba como una mísera huella de lo quién pudo ser.
Fue encontrada por un guardia con un aspecto tan horrible como el que ella debía tener en aquellos momentos. La cogió por la solapa de su abrigo y le preguntó su nombre, familia o lugar donde vivía. Ella, desesperada, respondió que no recordaba nada de aquello. Sin mucha más dilación, el hombre la llevó hasta el primer tren de evacuados que salía hacia San Petersburgo.
Una vez en la ciudad, otro oficial empezó a comprobar pasaportes, identidades, lugar de origen... A la pregunta de nombre y apellidos, Natasha sólo pudo contestar que se llamaba Nastya, el primer nombre que se le vino a la cabeza, pero que no tenía apellidos, ni padres, ni ningún lugar de origen que pudiera recordar. El oficial, pensando que se trataba de uno de los miles de huérfanos que frecuentaban las calles, la envió al orfanato, donde pasó tres años.
En realidad, para Natasha (o más bien, Nastya) fue como una bendición del cielo. La vida en el orfanato no era fácil, pero al menos no tendría que enfrentarse a las frías calles de San Petersburgo, sola y sin ningún pasado que rememorar. Los días pasaban monótonos y rutinarios. Pronto, le fue adjudicada una tarea y entre todas las chicas que habitaban allí se creó una especie de sentimiento fraternal; se protegían las unas a las otras.
La matanza de Stróganov, como se le llamó en los periódicos, no dejaba de ser noticia e incluso unos meses después del ataque, había personas que perjuraban que habían visto a la hija de los Stróganov escapar junto con un caballerizo.
Mientras tanto, la joven Nastya permanecía ajena a todos esos rumores. Nadie podía sospechar que se encontraba en un orfanato de San Petersburgo y ninguno de sus tíos se molestó en buscarla, pues pensaban que había muerto junto con el resto de la familia de Pável Stróganov.
Nastya cumplió 12 años, y su pasado seguía siendo un misterio para ella. Lo único que podía arrojar algo de luz era el colgante. Jamás se separaba de él, y se convirtió en su objeto-su único objeto-más preciado. Sedienta de respuestas, la idea de ir a París se fue forjando poco a poco en su cabeza. París era una ciudad muy grande, pero ¿qué tenía qué perder?
A los 12 años escapó del orfanato. A poca gente le importó; sólo era una niña más, y no tardarían en llegar otras muchas. Así, con toda su maña e ingenio, Nastya se coló en un tren que iba directo a la capital francesa.
Capítulo cinco: París es el rey del amor
Circos, cafés, bibliotecas, parques, museos... París tenía eso y mucho más. Con gran sorpresa y satisfacción, Nastya descubrió que sabía hablar el francés de forma más o menos fluída, algo que le concedió más pistas acerca de quién pudo haber sido en el pasado.
Después de unas semanas en la capital francesa, donde consiguió sobrevivir a base del pillaje, su destino vio por bien cruzarla con Clopin, un gitano que, apiadándose de ella, la acogió en su humilde caravana. Con Clopin aprendió todo tipo de trucos de manos y fullerías que le permitieron ganarse unos dineros para no tener que recurrir siempre al hurto y gracias a él. Pero, una noche como cualquier otra, la caravana del viejo gitano fue asaltada por guardias parisinos con una orden de detención contra Clopin que lo acusaba de brujería.
El gitano fue mandado a prisión, mientras que para Nastya, el futuro más plausible era acabar en otro orfanato francés. Después de insistir mucho, a Nastya se le permitió visitar a Clopin en la cárcel para despedirse por última vez. La niña le suplicó al gitano que hiciese un último truco de magia y se liberase para que todo volviese a ser como antes. Él entonces le preguntó si, después de todos los trucos que le había enseñado, seguía creyendo en la magia. Ella le respondió que sí. El gitano simplemente sonrió y le dijo que acudiese al día siguiente a la ejecución.
Al día siguiente, todos los ciudadanos (entre ellos, Nastya) y los altos cargos de la ciudad se reunieron al rededor del patíbulo para presenciar el ajusticiamiento de Clopin. Justo cuando el cuerpo del gitano cayó sobre el cadalso, se transformó en una paloma. Toda la gente emitió un grito ahogado, mientras que Nastya sólo podía reir.
No volvió a saber más de Clopin, pero igualmente se alegró por haber conseguido escapar. Sin embargo, el destino para ella era menos benévolo; volvía a estar sola y vagabundeando por las calles parisinas, viviendo del pillaje y de los trucos que el viejo gitano le enseñó, con la esperanza de encontrar en aquella gigantesca ciudad alguna pista que pudiera remitirle a su desconocido pasado.
Capítulo seis: At the beginning with you
De sus encuentros por París tuvo en suerte cruzarse en su camino don Dennis Vallespir; un hombre rico con serios trastornos con la infancia. No le resultó para nada complicado establecer un fuerte vínculo con él, de manera que podía considerarlo su segundo amigo -después del viejo gitano- que había encontrado en la capital francesa. Amigo de verdad, se entiende. Convivió en la mansión Vallespir un año y medio, hasta convertirse incluso en la tutelada del señor (tutelada por decir algo, porque don Dennis era peor incluso que la propia Nastya). Sin embargo, la llamada de la sangre, la búsqueda del yo interno, como quieran llamarlo los especialistas de Viena, la obligó a marcharse de allí a seguir con su búsqueda, dejando a Dennis Vallespir.
Puede que su intuición fuese la correcta a pesar de todo. Y no tardó en encontrar lo que con tanto ahínco estuvo buscando durante tanto tiempo. Fyodor C. Ivashkov, conocido de la familia Stróganov, fue la pista que finalmente la llevaría a Rusia a conocer sus orígenes. Con la ayuda de don Fyodor, recavó información para encontrarse con una cruda verdad: los Stróganov habían sido masacrados por una sublevación anarquista y sólo ella quedaba para hacer de bien el apellido de tan largo abolengo. Devueltas sus funciones y su cargo de Gran Duquesa, como era suyo por derecho, con las enseñanzas de don Fyodor logró convertirse en una digna heredera de Pável Stróganov (o algo así, porque tampoco es que se hubiese vuelto modosita de repente).
~En realidad, el principal motivo por el Pável Stróganov despidió al tutor francés de Natasha porque consideraba que era demasiado liberal y revolucionario.
~Nastya casi siempre va acompañada de un perro vagabundo al que llama Pucca.
~Nastya casi siempre va acompañada de un perro vagabundo al que llama Pucca.
Última edición por Natasha Stroganóva el Dom Jul 11, 2021 3:36 am, editado 10 veces
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Re: Natasha Stroganóva
En cuanto termines, postea aquí para que pasemos a revisar la ficha.
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Re: Natasha Stroganóva
Ficha terminada =)
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